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COMPILACION DE DOCUMENTOS
RELATIVOS A SUCESOS
DEL RIO DE LA PLATA
DESDE i 806,
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1851.
IMPRENTA DEL COMERCIO DEL PLATA.
COMPILACION DE DOCUMENTOS
RELATIVOS A SUCESOS
DEL RIO DE LA PLATA, DESDE 1806.
EL EDITOR.
Al continuar la Biblioteca del Comercio del Plata, in-
decisos nos hemos sentido por algún tiempo acerca de los objetos ó
materias á que mas convendría que diéramos la preferencia, entre
las varias que podíamos destinar á figurar en ella.
Al fin nos hemos decidido á compilar cuantos documentos,
opúsculos y notas históricas nos sea dado recojer, relativos á los
principales sucesos públicos del Rio de la Plata, desde la primera
invasión de las armas inglesas.
En esos datos, hoy dispersos é inútiles, pues yacen ignorados
ú olvidados por la jeneralidad, es donde la solícita historia ha de te-
ner que buscar, y donde únicamente ha de hallar, sus elementos,
sus detalles, su moral y su filosofía: y gran ventaja será para ella
el encontrarlos reunidos y ordenados.
Esta compilación, pues, aunque concretada á sucesos de! Pla-
ta, y solo desde la época referida, debe comprender algunos volú-
menes, cuyo número es hoy indeterminable.
Vasta es sin duda la carrera que osamos emprender. Mas he-
mos tenido la fortuna de asociarnos para toda ella á nuestro instrui-
do y dilijente amigo, el Doctor Don Vicente Fidel López, poseedor
de preciosos y numerosos documentos. Nos es lisonjero llenar aquí
el deber de significar nuestro agradecimiento, aun á riesgo de no
complacer á su modestia.
- ■ , ■ I
1
I IV.
Habíamos pensado ambos ocuparnos ante todo de épocas ó
eventos anteriores al año 1806 : pero hemos debido diferir por aho-
ra la ejecución do este designio. Ademas de no estar aun suficien-
temente preparados, nos ha parecido que los acontecimientos intere-
san al hombre en proporción de su cercanía al teatro en que él se
mueve, y de su mayor relación con aquellos que le rodean ó le ro-
dearon.
Aun así, queda de tal importancia el campo que pensamos re-
correr, que nos felicitarémos vivamente si logramos dar cima á esta
colección, y dejar mas ó ménos bien caracterizadas todas las épocas
capitales del periodo indicado, sin omitir ninguna.
Contamos ciertamente con abultados materiales: pero como es-
tos los teníamos acopiados desde años atras, solo por inclinación, y
sin premeditación ni plan alguno, ya se comprenderá que no enten-
demos presentar una obra completa, sino un mero ensayo de reco-
pilación histórica. Ella adolecerá sin duda de muchos vacíos, si no
tenemos la suerte de que se nos auxilie, en el curso de la impresión
que emprendemos de lo que poseemos. Rogamos, pues, á las per-
sonas curiosas que conservan folletos antiguos, datos especiales, y
en fin papeles interesantes, adecuados á nuestro objeto, se dignen
facilitárnoslos. Todos ganarémos con ello: saldrán esos papeles del
olvido en que están; vendrán á ser útiles al bien común; recibirán
una forma mas neta y agradable en la presente edición; se reducirán
á cuerpos compactos, clasificados por años ó épocas, y en orden
cronolójico; y podrán ser así cómoda materia de un estudio jenuino
de nuestra historia. Así lo esperamos.
Qtua fas erit , ipse juvabo.
1
i
!
;
i
Montevideo Eneio — 1851.
er s/á
¿¿na.
CONQUISTA, RECONQUISTA Y DEFENSA
DE BUENOS AÍRES
en 180G y 1807.
-o c-
ADVERTENCIA DEL EDITOR.
ü-
En los ttes gránelos sucesos indicados en el título de esta obra, se hallan ios
jerinenes de nuestros movimientos revolucionarios hacia la emancipación nacional,
con todas las demás consecuencias que se han desenvuelto en los ulteriores tras-
tornos interiores por los que hemos pasado
Ellos importaron un fuerte sacudimiento, é hicieron brotar á millares las ideas.
Las consecuencias, que no tardaron en revelarse, se reflejan hoi en medio continen-
te, Son harto conocidas, y no nos detendremos á su respecto.
Pero á pesar de la colosal importancia é influencia de aquellos eventos, y do
su estrecha ligazón con la época de la independencia, todavía no se ha presentado,
en casi medio siglo trascurrido, quien escriba su historia. Sin embargo: esto no
nos parece tan notable, como el que no haya habido siquiera quien reúna los datos
y detalles de su referencia.
No pudiendo nosotros hacer lo primero, probamos á hacer lo segundo.
Vamos á presentar sucesivamente todos los que hallamos, producidos en Bue-
nos Aires y fuera de él, aun en Europa. Ellos consisten, jeneralmente, en impre-
sos sueltos, producciones oficiales y particulares, narraciones, fragmentos, memo-
rias Sta. &.d. Algunos son estensos, otros medianos, y muchos se reducen á pocos
renglones, á hnjiilas independientes: pero todos, m»s ó menos* son documentos en
el día: y ya que no han desaparecido en cuarenta y cuatro años, apresurémosnos
á recojerlos todos. Sobre todo: no existen, ni han existido de otro carácter. Des’
tituidos hasta ahora estos países, casi totalmente, de historiadores nacionales, y tra-
tándose de acontecimientos ocurridos en un país que carecía del poderoso auxilio
de la prensa periódica y libre ¿qué otro recurso queda hoy sino el asirse de los
restosd iseminados, ya volumosos, ya diminutos, de una prensa mas ó menos
oficial ?
Muchos documentos rejistra remos de secundario ínteres, y en que se repitan
las mismas ideas ó sucesos: pero en toda colección de centenares de papeles d e
una misma ¿poca, que se refieran á un mismo acontecimiento, hay que someterse
á ese inconveniente. Ademas: queremos que se presente perceptiblemente cual
era entonces el estado de las tres grandes idea 9 — política, patria, relijion— como se
encadenaban, como obraban, como se utilizaban.
También ofreceréinos bastantes poesías: 1.® Como muestra del estado que
esc ramo de la bella literatura tenía entonces en Buenos Aires, ó ni3s exactamente,
del súbito impulso que le imprimió la fuerte oscitación de las tres ideas indicadas:
2. 0 Por que el carácter do esa poesía, es casi siempre narrativo y dcscrijj^
VI.
Bien sabemos que la historia no debe escribirse en verso: buril que ahonde las
tablas, no plectro que se deslice sobre las cuerdas, dióle la antigüedad. Pero las
principales de e9tas composiciones métricas, abundan en notas é ilustraciones, que
son otros tantos datos preciosos y curiosos. Su mérito artístico y literario — bien
que con algunas' cscepciones distinguidas — nos parece vulgar, al menos respeí to
de la época presente. Mas esto mismo las recomienda para nuestro objeto. Juz-
gamos que la poesía histórica, espositiva, mientras mas simple y trivial sea, mas
apta se hace para espresar lo verdadero. Está asi libre de las pompas, de las li-
cencias, de las hipérboles, tan lisonjeras para el oído y la imajinacion, pero tan
mortíferas también de la rigorosa exactitud histórica.
La naturaleza de los tres sucesos, nos dice que debemos dividir esta obra en
tres partes.
La primera, que será la mas reducida, comprenderá todas las piezas que se re-
fieren á la Conquista ú ocupación, acaecida el 27 de Junio de 1806, hasta el 12
de Agosto de ese año, esclusive.
La segunda, las referentes á la Reconquista obtenida en aquel dia, hasta fines
de Junio de 1807.
La tercera, las referentes á la segunda invasión, ó sea á la Defensa, obrada
el 5 de Julio siguiente, con todo lo que se la siguió hasta un año después.
En cada parte introduciremos los respectivos documentos por orden de fechas ,
en lo que sea posible. Este método tiene, es verdad, el inconveniente de que á
veces hay que separar y dispersar documentos relativos á un mismo episodio ó inci-
dente: pero también el de agruparlos por incidentes ó episodios, nos ha presentado
en la práctica inoperables dificultades de detalle. Sobre todo: cuando aquel pri-
mer inconveniente sea mui considerable, podremos salvarlo aglomerando en un
apéndice las piezas del mismo jénero.
Réstanos aun otra advertencia ma 9 .
No hemos podido procurarnos el parle oficial y detallado de la toma de Buenos
Aires. No lo pasaría ciertamente el prófugo virey: quizas lo haría, no entonces
sino después, el Cabildo ó Liniers: pero seguramente el conquistador ha de haber
pasado el suyo á'su corte. En tal estado, y debiendo formar ese suceso nuestro
punto de arranque, hemos suplido aquella falta con lo que refieren los pocos escri-
tores arjentinos que han hablado del suceso. Sus esposiciones dan bastante idea
de la manera en que se verificó la fácil conquista de la soberbia capital del virei-
nato del Rio de la Plata.
v: ¿fc
¿¿/¿a.
Montevideo Enoro — 1861.
PARTE PRIMERA.
CONdUISTA.
%
Durante la ocupación británi-
ca, á presencia, puede decirse de
los sucesos, el joven y distingui-
dísimo Doctor D. Mariano Mo-
reno, escribió sobre ella unas me-
morias, impresas en Londres seis
años después, y en las que se
lee:
6 Cuando las relaciones del Rio
de la Plata con los pueblos co-
merciantes, no hicieran interesan-
te la historia de su conquista, de-
bería siempre escribirse para vin-
dicar nuestro honor, é instruir á
la posteridad. La rapidez con que
las armas británicas tomaron una
ciudad tan considerable, supone
neglijencia en el gobierno, ó indi-
ferencia en sus habitantes: esta
sola duda obliga á todo ciudada-
no á manifestar las verdaderas
causas de este suceso.
Los pueblos que dependían
de esta capital; los que tenían en
ella sus fondos, y principal cen-
tro de su comercio; los que se
han abierto un nuevo teatro ásus
especulacioues y empresas mer-
cantiles; todos admirarán que en
cuarenta y ocho horas haya podido
conquistarse un punto tan intere-
sante: crecerá su sorpresa al oir
j que los conquistadores no llega-
ran á mil y seiscientos: no podrán
concebir que tan corto número de
tropas haya subyugado fácilmen-
te un pueblo de sesenta mil habi-
tantes; y todos anhelarán la ver-
dadera causa de este estraord. na-
no acaecimiento.
El deseo de satisfacer tan jus-
ta curiosidad me inspiró el de for-
mar una historia de esta conquis-
ta: hablé con varias personas ca-
paces dedesempeñarla dignamen-
te: les insté emprendiesen una
obra de tan conocida utilidad; pe-
ro el trastorno que ocasiona á to-
do país la mudanza de dueño, les
impidió dedicarse á un trabajo,
que ellos mismos deseaban.
Desesperado de encontrar
quien se dedicase á la formación
de esta historia, me resolví á ma-
nifestar unas memorias, que su-
pliesen su falta para el conoci-
miento de los principales hechos
de esta conquista. La prolijidad,
con que apuntaba cada noche los
sucesos del dia, me proporcionó
un diario, que estractado con fi-
delidad, presenta una individual
noticia de todos los acontecimien-
tos. No refiero cosas que no haya
visto, ó que no estén atestiguadas
por la uniforme deposición de per-
sonas formales y de respeto.
No me he creído capaz de sos-
tener la dignidad, método, refle-
xiones, y demas necesario parala
¡ formación de una historia; pero
mi sencilla relación instruirá bas-
tantemente las verdaderas cir-
cunstancias de este suceso; ella
I descubrirá los culpados en una
rendición tan vergonzosa; y con
una imparcialidad libre de la es-
peranza ó el temor, manifestará ¡
en los mismos hechos la gloria
del vencedor, y los sujetos que
deben sufrir la ignominia y opro- I
bio de los vencidos
La corte de Madrid conoció
la importancia de estos lugares, y
procuró ponerlos en estado de re- |
sistir cualquiera invasión. En-
grandeció la capital con tribuna-
les y empleos, que sirviendo de
utilidad y decoro á sus habitan-
tes, radicasen en ellos el amor ai
rei, y adhesión á la patria; erijió
en ella un virei con autoridad su-
perior en todas las provincias;
alejó á los portugueses, libertán-
donos de los conocidos riesgos de
su vecindad; nos proveyó armas y
pertrechos bastantes para muchos
años de una vigorosa defensa; y
se esplicó siempre con las mas je-
nerosas ofertas, incitando á los
vireyes á que pidiesen cuantos
ausiiios contemplasen necesarios
á la conservación de estas precio-
sas posesiones.
El armamento que trajo D.
Pedro Ceballos, aumentado con
posteriores remesas, formaba en
Buenos Aires un depósito de per-
trechos de guerra, que no tendrá
2
! igual en otra parte de estas rejio-
nes — La única clase de defensa,
que no poseía Buenos Aires con
ventaja, era la de sus tropas. 'No
era esta una falta de que debiera
acusarse á la corte española: tres
rejimientos de tropas regladas es-
taban prontos en la Cortina para
embarcarse, y dirijirse á esta ca-
pital; y esto era lo único que
faltaba para ponerla en estado de
casi inconquistable. Tropas vete-
ranas con oficiales intelijentes hu-
bieran sabido hacer uso de las ar-
mas, aprovechar las ventajas del
terreno, y conservar á la corona
uno de sus mas útiles y fieles es-
tablecimientos: pero un falso in-
forme dirijido con la mas astuta
intriga privó á esta ciudad de un
recurso, que iba a decidir de su
suerte.
El marquesde Sobre-Monte se
hallaba entonces de sub-inspector
jeneral de las tropas de este virei-
nato. Informó á S.M. que era inú-
til la costosa remisión de aquellos
rejimientos, cuando á un solo tiro
de canon reunía él en BuenosAires
30,000 hombres de milicias disci-
plinadas; y atribuyendo ásu celo y
actividad la formación y discipli-
na de tan numeroso cuerpo, creyó
labrarse un mérito que lo carac-
terizara de verdadero militar; lo-
grando efectivamente se suspen-
diera la remisión de aquellos re-
jimieníos, y se verificase solamen-
te la de un esquisito armamento,
que venía junto con ellos. Este
es el pecado orijinal del marques
de Sobre- Monte; el principio ver-
dadero de nuestra ruina; y la pri-
mera causa, que privó á esta co-
- 3 -
Ionia do una dominación que no
lia desmerecido.
“La muerte del Exmo. Se. D.
Joaquín del Pino, y casualidad
de estar nombrado en el pliego de
providencia el marques de Sobre-
Monte, hizo recaer en él interina-
mente el empleo de virei y capi-
tán jeneral de estas provincias;
logró posteriormente su continua-
ción y propiedad; y desde enton-
ces redobló sus esfuerzos á la
sombra de su autoridad, para au-
mentar las apariencias de que te-
nía los treinta mil hombres de mi-
licias que había asegurado. Re-
dobló, y estrechólas órdenes para
la formación de nuevas milicias;
trastornó todos los órdenes del
estado con tan estraña novedad;
la intempestiva actividad do los
ayudantes interrumpió muchas
veces las cosechas del labrador,
y los talleres del artist a; los pue-
blos todos se vieron ajilados con
la ejecución de un proyecto tan
mal dirijido; y muchos tribunales
conociendo la justicia de sus que-
jas, las representaron al rei: pero
antes que llegase el remedio, nos
ha hecho el marques sufrir todos
los males, á que su imprudencia
nos espuso.
“Aun se estendió á mas su tena-
cidad: no compartió las tropas re-
gladas, para defender los diversos
puntos que podían ser atacados:
mandó á Montevideo todos los
Tejimientos veteranos, y llegó al
estrenuo de embarcar para aquella
plaza, á la primera noticia de es-
cuadra inglesa, una compañía de
dragones, único resto de este re-
j i miento, que se hallaba cu esta
ciudad. De suerte que al acto del
ataque nos vimos sin mas tropa
reglada que cuarenta granaderos,
que por casualidad habían que-
dado.
“En tan triste situación no que-
daba otra esperanza que nuestro
fiel y numeroso vecindario. Esta
ciudad ha fundado los títulos de
mui leal y guerrera, con que se
ve condecorada, en repetidos y
brillantes triunfos que ha conse-
guido sobre sus enemigos. Pocos
pueblos han sufrido tantos ata-
ques, ni los han resistido con tan-
ta gloria; y quiza es Buenos Ai-
res el único que con sus propios
(fondos del cabildo) ha mantenido
siempre Tejimientos que defiendan
sus fronteras. Las continuas der-
rotas de los Q lerandis; la del
corsario ingles Eduard Fontano;
la del pirata Tomas Cavendish; y
la de los holandeses en 162S,
acreditaron la fidelidad y constan-
cia de este pueblo recien formado.
Los posteriores ataques que su-
frió, no sirvieron sino de aumen-
tar su gloria. La escuadra de Luis
el grande bajo el jeneral Osmat;
la venida de los mismos franceses
en 1693; la de los dinamarqueses
en el año siguiente; y el estable-
cimiento francés en 1717 á las in-
mediaciones del Cabo de Sta.
María, presentaron nuevas oca-
siones á los trinfos heroicos de la
patria: ella no se contentó con
defenderse: aspiró á ser conquis-
tadora, y las repetidas tomas de
la Colonia del Sacramento coro-
naron nuestra gloria, é hicieron
respetar nuestro nombre entre los
portugueses.
3
“Si Buenos Aires en un estado
“ébil, y con un pequeño vecinda-
rio obró con tanto heroismo, que
deberíamos esperar de este mismo
pueblo, cuando ha llegado á com-
ponerse de mas de sesenta mil
habitantes? Tenemos seguramen-
te mas proporciones que nuestros
abuelos, y no necesitamos para
imitarlos y aun escederlos, sino
haber heredado la fidelidad y cons-
tancia que los animaba. Así ra-
ciocinábamos en la amargura que
nos causaba la mala disposición
de nuestros jefes. Nos consolába-
mos con que al loque de la jene-
rala, nos presentaríamos en la
plaza diez y seis mil hombres ca-
paces de tomar las armas, cuya
abundancia y regular manejónos
aseguraba el buen éxito de nues-
tros deseos. Pero en medio de es-
ta confianza, se apoderó de nos-
otros un nuevo desfallecimiento.
Nuestros padres obraron prodi jios
á las órdenes de buenos jenerales.
Quinientos vecinos deesta ciudad
tomaron la fuerte plaza de la Co-
lonia, pero fue llevando al frente
á un D. Pedro Ceballos. Nues-
tros jefes militares por su estupi-
dez y decidía, no nos prometían
mas que desgracias. El pueblo no
necesitaba sino dirección para ha-
ber hecho grandes cosas. El se
hallaba sumamente entusiasmado
del amor al rei y á la patria, y ja-
mas se habrá visto jente mas de-
seosa desellar con su sangre, un
publico testimonio de su fideli-
dad
“La invasión de Buenos Aires
no fue un golpe imprevisto que
pudiera sorprender al gobierno —
4 -
En 11 de noviembre de 1805, en-
tró á la bahía de todos Santos una
escuadra inglesa con reserva de
su dirección y destino. Esta no-
ticia alarmó un poco al virei de
Buenos Aires: algunas providen-
cias de poca consecuencia se to-
maron entonces, pero todas redu-
cidas d fortificar á Montevideo,
que sin saber por que, se creía el
único punto del Rio de la Plata
sujeto á los peligros de una inva-
sión — En fin, se supo con certeza
que la escuadra enemiga se había
dirijido al Cabo de Buena Espe-
ranza, y lo había tomado efecti-
vamente. Entonces se retiraron
las tropas que se habían reunido,
y el virei retornó de Montevideo
lleno de satisfacciones.
“Aunque no creimos que la to-
ma de! Cabo nos espusiese á ser
atacados, esperábamos corsarios,
que bloquearían nuestros puertos,
é interceptarían el comercio; y el
gobierno no debió despreciar los
riesgos que ofrecía la vecindad
del enemigo. Sin embargo no se
tomó precaución alguna, no se
formaron baterías, no se repartie-
ron en puntos oportunos esos ca-
ñones, cuya multitud ignorába-
mos, hasta que los ingleses los
han sacado de los almacenes, y no
se vió una sola prevención inteli-
jente para contener un desem-
barco.
“En esta inacción nos mantuvi-
mos hasta mayo de 1806. en que
de di versos puntos se dirijieron
partes al gobierno de que se avis-
taba una división de bastantes ve-
las, cuya bandera se ignoraba
Mui pronto no quedó duda alguna
- 5 -
de que era enemiga. Todavía se
creía que solo viniese en buscade
una escuadra francesa salida de
Rochefort con destino á reforzar
el Cabo, y que encontrándolo to-
mado, podía suponerse se hubiese
dirijido á Montevideo á refrescar.
No debemos temer, se decía, que
los ingleses emprendan un desem-
barco, para el cual no pueden
traer tuerzas bastantes, sino cuan-
do mas, que se batan ambas es-
cuadras en nuestros mares. El
abandono y desamparo seguía por
consiguiente, y el marques se bur-
laba en su tertulia de la escuadra
enemiga, suponiéndola de contra-
bandistas ó pescadores: pero el
24 < de junio á las oraciones, llegó
un parte del comandante de la
Ensenada, en que -comunicaba,
habei intentado los ingles 0 § un
desembarco por aquel lugar, y
haberlos resistido con el fuego de
la batería. El marques recibió es-
ta noticia, y se dirijió inmediata-
mente á la comedia con la misma
serenidad que en una paz tranqui-
la. A las ocho de la noche entró á
su palco un oficial y le entregó
un parte de los Quilines, en que
avisaba que los ingleses desem-
barcaban allí; entonces se retiró
á su palacio, donde sin tomar pro-
videncia ni determinación alguna
se entregó á la confusión, amar-
gura, y trastorno que le ocasiona-
ba su impericia.
“Es incontestable que los ingle-
ses escojieron para su desembar-
co el peor punto de toda la costa.
Los barcos sin un puerto en que
resguardarse, debian mantenerse
sobre la sola seguridad de sus
amarras, en un canal abierto, es-
puestos á las borrascas y tempes-
tades que son tan frecuentes en
esta estación. Las tropas no podían
emprender maniobra alguna, que
no fuese descubierta y observad^
desde la ciudad. Cuando la impe-
ricia de nuestros jefes no opusie-
ra algún obstáculo á su desembar-
co, entraban en un bañado, que
no podían transitar sino desorde-
nadas y rodeadas de riesgos inmi-
nentes. Si la fajina ó sus esfuer-
zos venciesen estas dificultades,
saldrían á un campo bajo y des-
cubierto, donde serian destroza-
das por la artillería que desde el
alto podían manejar los nuestros
con impunidad. Cuando supera-
sen estos riesgos, y ganaran el
alto, debian caminar á pié tres le-
guas de campos llanos y descu-
biertos. Nuestra numerosa y dies-
tra caballería les picaría la reta-
guardia, los molestaría, los cor-
taría, y quizá sin empeñar una ac-
ción formal, los obligaría á ren-
dirse ó retirarse. Libertados de
estos peligros llegarían á Barra-
cas, y encontrarian una posición
capaz de contener el ejército mas
numeroso y disciplinado.
“Un oficial, que injustamente
había estado hasta entonces en la
opinión mas elevada, se encargó
de batir al enemigo á poco trecho
del lugar de su desembarco. Tu-
vo á su disposición seiscientos
hombres de caballería con tres ca-
ñones, y después de las primeras
descargas se retiró precipitada-
mente, envolviendo en su fuga un
Tejimiento de 700 hombres que
venía á socorrerlo, y sin que hu-
biese vuelto mas a presentarse en
el campo de batalla. Ya no se tra-
taba de resistir al enemigo; y es
público que desde que Arce co-
municó el suceso de los Quilines,
contó el virei la acción por perdi-
da, renunciando las mas remotas,
esperanzas: las ponderaciones del
inspector intimidado y la derrota
de un hombre, á quien reputába-
mos el Laudon de la América,
hicieron dispertar al marques, y
ya no pensó sino en otros objetos.
El segundo punto de oposición
fue en el puente de Galvez, sobre
el riachuelo llamado comunmente
rio de Barracas, á poco mas de
una legua del centro de la ciudad,
resguardado de poco mas de cua-
trocientos hombres deque se com-
ponía el rejirniento de infantería,
y seis cañones. Este plan de de-
fensa, si se puede dar este nom-
bre á una série de desaciertos,
salió tan maícomo el primero. Dos
mil y quinientos urbanos que ha-
bían sido colocados en las barran-
cas de la ciudad, fueron manda-
dos retirar á ella, sin haber visto
al enemigo, y aun sin haberse pre-
parado á recibirlo. Un emisario
ingles fué recibido, que intimaba
á la plaza que se rindiese bajo ca-
pitulación. Convocados entonces
los oficiales de la plana mayor
(pues el virei se había huido á lo
interior) junto con el Real Acuer-
do, y el Cabildo, se formó un con-
sejo para tratar este negocio, y en
él se resolvió la entrega.
“La plaza tenía mil medios de
defensa; y quinientos de los nues-
tros bastaban para acabar á los
enemigos, que habiendo ya pasa-
do á esta orilla, habían lomado
una posición donde no podian
obrar absolutamente; pero tenía-
mos la fortuna de que los oficia-
les de plana mayor eran tan mili-
tares como el marques. Su abso-
luta ignorancia fué tanta, que tra-
tando ya de formar la capitula-
ción, no hubo entre todos ellos
quien supiera estenderla,y se vie-
ron precisados á valerse de un co-
merciante.
“Yo he visto en la plaza llorar
muchos hombres por la infamia
con que se les entregaba; y yo
mismo he llorado mas que otro
alguno, cuando á las tres de la
tarde del 27 de junio de 1806 vi
entrar 1,560 hombres ingleses,
que apoderados de mi patria se
alojaron en el fuerte y demas cuar-
teles de esta ciudad.”
Vid. y Mem. de! Dr. D. Mariano Moreno por
su hermano Don Manuei: Londres: 1812: páj.
1 á 100.
El respetable Doctor Don Gre-
gorio Funes, ha dejado escrito:
“Por la muerte del virei Pino
acaecida el 11 de abril de 1S04*,
empezó la fortuna á manifestar to-
dos sus caprichos á fin de que el
sub-inspector marques do Sobre-
Monte ocupase este vireinato. A-
biertos los dos pliegos de provi-
dencia, y hallándose que era ya
muerto el asignado en el primero,
se echó de ver t que ella lo hacia
saltar al puesto por sobre las ce-
nizas de esto» [dos concurrentes.
Mientras que así trabajaba en la-
brarle su dicha por esta parte, no
era en la corto menos activa por
t
- 7 -
separarle los embarazos de esta
carrera. Al mismo tiempo que la
muerte hizo vacar la plaza de Pi-
no, la corte la llenó con la perso-
na del mariscal de campo D. Jo-
sé Fernando Abasca!; pero ins-
truida poco después de aquel des-
censo, obtuvo este el vireinato de
Lima, y Sobre-Monte en propie-
dad el del Rio de la Plata. Vease
aquí como se afanaba la fortuna
por hacer ver que Sobre-Monte
era su hechura. Veremos en bre-
ve que convencida de su nulidad ¡
10 abandonó á sus propias fuerzas 1
y deshizo la obra que ella misma
formó.
“Sin plan de defensa Sobre-
Monte, sin ninguna previsión po-
lítica, ni preparativo ulterior, en
un tiempo en que hallándose toda
la Europa en guerra podria venir
á ser la capital un teatro sangrien-
to, daba su atención á otros obje-
tos. Los avisos anticipados del
prudente Huidobro de que la fra-
gata británica la Leda en obser-
vación de nuestras costas había
dejado desde mayo de 806 algu-
nos prisioneros en Santa Teresa;
y de que según los partes y vijías
se hallaba ya en el rio desde el
11 de junio una escuadra enemi-
ga, no fueron ni aun bastantes pa-
ra inquietarsu dormida indolencia.
Lejos de producir una justa alar-
ma, reputando estas embarcacio-
nes de corsarios y contrabandis-
tas, interpretó esas instrucciones
por señales de un ánimo cobarde
y espantadizo. Pero ¿qué mucho
cuando entretenido en los place-
res de la comedia casi en las vís-
peras que el enemigo acercaba sus j
tropas á la plaza, rechazó incré'
dulo esteaviso, diciendo poco mas
ó menos lo que los tiranos de Te-
bas en igual caso: para mauana
LOS ASUNTOS SERIOS?
‘*A sombras de esta inacción
escandalosa una escuadra inglesa
conducida desde el Cabo de Bue-
na Esperanza por el comodoro
Sir Home Popham tuvo el 25 de
junio el temerario arrojo de sor-
prender con 1,500 á 600 hombres
al mando del mayor jeneral Gui-
llermo Carr Berresford á 70,000
habitantes de Buenos Aires. El
aturdido Sobre-Monte vió con
asombro cerca de sí ese mismo
peligro que tanto había trabajado
por separar de su imajinacion. Ya
no era tiempo de oponerse con las
débiles fuerzas de Buenos Aires á
un enemigo que por su descuido
imprudentemente se había dado.
Semejante á un hombre que se
ahoga, solo hizo esfuerzos para
agarrarse de la rama que pudiese
salvarlo, con todo aquello que mas
amaba: es decir, su familia, sus
bienes, sus doblones, y el ceremo-
nial de vireyes. Sin embargo aun
que la toma de la capital la juz-
gaba inevitable, apelando á uno
(le esos acontecimientos fortuitos
que podia mudar el orden de las
cosas, tomó su posición entre una
guardia numerosa en la quinta de
D. Antonio Dorna, mientras que
el inspector jeneral D. Pedro Ar-
ce con 400 milicianos de caballe-
ría mal armados y peor discipli-
nados, salía al campo de batalla.
Desde allí con su anteojo miraba
este cobarde la suerte do las ar-
mas, estando siempre atento á en-
-=Ufe
- 8 -
trar en triunfo á la ciudad si se i
vencía por nuestra parte, ó á es-
capar como una liebre si llegába-
mos á ser vencidos.
“El suceso correspondió á lo
que debía esperarse. Amedrenta-
do el ejército de Arce después de
un corto tiroteo, convirtió en fuga
la orden de retirarse, y quedó
Berresford dueño del campo. Un
profundo silencio sucedió á las
ajitaciones de la vida,civil en todo
el pueblo, y sus corazones inmó-
viles eran señales de su espanto.
El vencedor había aumentado su
confianza en razón compuesta de
la confusión que fué advirtiendo
en los que mandaban. Cuando el
21 del mismo julio se vió en po-
sesión entera de la plaza, se cre-
yó con derecho de dictar las capi-
tulaciones (a), no según lo pacta-
do en el campamento, sino según
lo que podía dictarle en su opi-
nión un puro efecto de su clemen-
cia. No fué este el único insulto
con que se ultrajó la dignidad del
pueblo, y se falto á la fé prome-
tida. A prevención de un infortu-
nio se habían puesto en salvo los
caudales del tesoro público sacan-
dolos á distancia en que no pudie-
sen ser presa lejítima del vence-
dor. Siendo constante que la vic-
toria solo le da derecho a lo que
se estiende su poder, ese tesoro
venía á estar fuera desús límites.
Apesar de esto con una violencia
tiránica obligó al Cabildo á que
(a) Estas se firmaron el 2 de julio por
el coronel D. José Ignacio de la Quintana.
_ (b) La Medea , la Fama, la Clara, y
la Mercedes, que voló á los primeros ti-
ros, mandadas por el jefe de escuadra
lohiciese retroceder, prometiendo
tenerlo en depósito hasta la deci-
sión de las cortes y lo embarcó
para su nación. Con igual injus-
ticia ocupó también los fondos de
propiedades estrañas, invadió las
privadas de la fragata Joaquina y
exijió con amagos á los deudores
de la compañía de Filipinas. Por
último, hizo publicar bandos por
los que, aficionándonos al yugo
británico, dió á conocer en sus
promesas el idioma de la hipocre-
sía y seducion
Ens. de la Hist. civ. del Paraguay, Bueno»
Aires y Tucuman: Bs. As. 1817. tom. 3.° páj.
412 y sig.
El Sr. D. Manuel Moreno, á
su vez, escribió póster dómente en
Europa :
“La guerra entre Inglaterra y
España había comenzado virtual-
mente en 5 de octubre de 1804
por el ataque de cuatro fragatas
españolas que venían del Rio de
la Plata, y entraban al puerto de
Cádiz, con cinco millones de pe-
sos, y un rico cargamento de
efectos (b). Este acto insigne de
piratería sin declaración de guer-
ra anterior, causó una pérdida
considerable al comercio de Bue-
nos Aires, y era como el anuncio
de estar destinado para sufrir
otras mayores en el curso de las
hostilidades. No parece sinó que
Inglaterra hubiera entonces seña-
lado aquel país por objeto de sus
empresas, y teatro de sus opera-
D. José Bustamaute. La división ingle-
sa que las atacó y sorprendió, se conTpo-
nia de las fragatas Infatigable, Medusa,
Jlmphion, y Lively, á las órdenes del ca-
pitán Moore.
- 9 -
ciones, pues de todos los domi-
nios de España él fué el único
contra que se emplearon sus ar-
mas durante aquella lucha, y en
cuya conquista mostraba una es-
pecial obstinación. Ya en la pre-
cedente contienda de 1793 una
gruesa espedicion se reunía en
Sta. Helena para invadir el Rio
de la Plata, cuando la paz vino á
suspender su salida. Pero no por
eso se abandonó el designio de
* abatir en otra ocasión el poder
de España con la desmembración
de tan vasto y rico territorio, cu-
ya localidad é importancia esti-
maba debidamente Inglaterra, y
de apropiarse por su medio el co-
mercio del continente americano,
por compensación á los males con
que la Francia amenazaba á los
intereses británicos en el conti-
nente europeo. Esta fué la idea
de la administración de Mr. Jld-
dington , y el pensamiento favori-
to y fijo del célebre ministro Pitt ,
continuado y aún ampliado des-
pués, por el gabinete que le su-
cedió.
“Pero ni la capacidad, ni todo
el atrevimiento de Mr. Pitt , por
grande que era, no libraba la rea-
lización de este plan al solo em-
pleo de la fuerza, y las vías de la
conquista; antes lo acompañabay
protejía de un alhago de liber-
tad — de un sonido de independen-
cia — que creia demasiado eficaz
para seducir á los americanos del
Sur en favor del partido ingles,
salvo el propósito de no cumplir
(a) To keep it to tlie ear, and break
it to the liope.
estas promesas; de hacerlas tocar
en los oídos, y negarlas á la es-
peranza (a).
“El jeneral Miranda , nativo de
Caracas, que poseído del heroico
ardor de libertar su patria había
llamado á todas las puertas, aún
de la emperatriz de Rusia, en
busca de un apoyo para la inde-
pendencia, y después de servir en
los ejércitos de la revolución fran-
cesa, se hallaba residiendo en
Londres, no cesaba de instar al
gabinete ingles por ausilios para
efectuar la emancipación de las
colonias españolas, proponiéndo-
le planes conducentes á este ele-
vado objeto, que él mas que na-
die era capaz de combinar por
sus conocimientos distinguidos; y
tuvo el honor de ser el móvil y
oríjen de los proyectos que se for-
maron al intento. Pero también
fué víctima de las vacilaciones de
Pitt, que sin duda alentaba al je-
neral con ofrecimientos liberales,
y después trataba friamente sus
designios como punto secundario,
y subordinado á la política euro-
pea. Es un hecho bien contestado
que jamas faltaban respuestas y
combinaciones secretas con que
entretener la perseverancia de
Miranda; al mismo tiempo es un
hecho no menos evidente y proba-
do, que la protección de Mr. Pitt,
en lo positivo, fué siempre condi-
cional y reservada, por no decir
capciosa y mezquina. “ Sir Home
Popham, dicen unos escritores
ingleses (b), comandante naval
(b) Animal Register, 1806.
empleado contra el Cabo , había
contribuido esencialmente á que
se hiciese la espedicion, por in-
formes que había transmitido al
gobierno sobre el estado indefen-
so en que se hallaba aquel impor-
tante establecimiento, y de la pro-
babilidad de que sería mui pronto
reforzado de Europa. El había
también, junto con otros oficiales
de mar, entrado en varias consul-
tas con Mr. Pitt y con lordMel-
ville sobre sus designios tocante
á la América del Sur, y según
instrucciones de estos, había te-
nido conferencias con el jencral
Miranda sobre las miras y proyec-
tos de este oficial en aquella parte
del mundo. El resultado de estas
comunicaciones había sido nom-
brarlo para mandar el Diadema
de 64 cánones, en diciembre de
1804, con el objeto de cooperar
con el j eneral Miranda, hasta
aprovecharse de cualquiera desús
operaciones que tendiesen á pro-
curar y conseguir para Inglater-
ra una posición en el continente
americano del Sur, favorable al
tráfico de nuestro país. Pero se
le hizo entender después deteni-
damente, que por deferencia há-
cia R usia, todos los proyectos de
aquella naturaleza sehabian aban-
donado por entonces; y cuando
partió para el Cabo, no llevó ins-
trucciones directas ni indirec-
tas, públicas ó confidenciales, sino
de ceñirse á la reducción y conser-
vación de aquella colonia. ”
“El mismo SirHome Popharn,
en la causa que se le formó por
el gobierno, acusándolo de haber
invadido á Buenos Aires sin ór-
denes espresas (a), se esplica así:
“A fines del ano 1803, fué cuan-
do por la primera vez tuve confe-
rencias con algunos de los miem-
bros de la administración de aque-
lla época, respecto á una espedi-
cion al Rio de la Plata, que esta-
ba combinada con una espedicion
propuesta por el jeneral Miranda.
Tuve también frecuentescomuni-
caciones con el jeneral Miranda
sobre el asunto; y de hecho, hacia
el final de aquella administración,
se tomaron algunas medidas para
llevar á efecto la proyectada espe-
dicion. En el discurso del año si-
guiente hubo una mutación de
ministerio, y en seguida fui nom-
brado para mandar la escuadra
que bloqueaba á Boloña, por au-
sencia dei almirante Luis. Duran-
te este periodo Lord Melville, que
era entonces primer Lord del Al-
mirantazgo, se correspondió con-
migo sobre el asunto del plan de
Miranda; y cuando volví á la ciu-
dad en el mes de octubre de aquel
año (en cuyo tiempo se había au-
mentado la probabilidad de guer-
ra con España) su señoría rne
mandó que llamase al jeneral Mi-
randa. y que redactara mis ideas
acerca de una espedicion contra
los establecimientos españoles en
(a) A fall and corred Reporl of the
Trini of Sir Home Popharn ; bij Aiilhori-
iy — Relación completa y correcta riel
uicio, &.c., publicada por autoridad, año (
Jde 1807. Esta es la segunda edición de ¡
todo lo actuado en aquel interesante jui-
cio, con varios documentos que publicó
Sir Home, quejándose de haber sido su-
primidos en la primera.
- 11 -
la América del Sur, formando so-
bre ello una memoria. Según lo
que me acuerdo, entregué este do-
cumento á Lord Melville en 16 de
octubre de 1804. Poco después
se me ordenó que viese á Mr.
Pitt, para conversar con él sobre
los varios puntos que comprendía
aquella memoria.” (páj. 90 del
juicio).
“Ultimamente, Lord Melville
hizo la siguiente declaración en
clase de testigo: “Poco después
que fui llamado á presidir el Al-
mirantazgo, tuve ocasiones de sa-
ber que la administración prece-
dente á aquella de que yo era
miembro, había tenido comunica-
ciones con el jeneral Miranda so-
bre algunos proyectos de este, to-
cante á la América del Sur. Pol-
lo pronto yo no di mucha atención
á este asunto, porque no estando
entonces en guerra con España,
no veía, en dicha situación, como
el gobierno de este país pudiese
tomar parte activa en el negocio.
Durante el verano de 1804, y par-
ticularmente hacia el otoño de
aquel año, me quedaban mui po-
^as dudas por informes oficiales
que recibía en el Almirantazgo,
y por comunicaciones con los je-
fes de otros departamentos, que
semejante guerra iba mui pronto
á suceder; y por tanto cieí de mi
deber imponerme circunstancia-
damente, por medio de Sir Evan
Nepean, Sir Home Popham, y
otros, á quienes tenía motivo de
suponer sabedores de lo que ha- j
bia pasado bajo la administración j
anterior, de las miras y proyectos ¡
del jeneral Miranda. También I
tuve mas de una vez conversacio-
nes reservadas con dicho jeneral;
y el resultado de todo lué la opi-
nicn, de que aun cuando no fuese
prudente y conveniente, ó quizá
posible al país en aquel momento
el comprometerse en toda la es-
tension de sus proyectos, era de
la mayor importancia para nos-
otros estar alerta , y vijilar el
progreso de sus oper aciones , para
valernos de ellas con el Jin de
abrir el mercado de la America
del Sur al comercio y manufac-
turas de este país; y sobre este
principio, como sucedía con to-
dos los negocios públicos, comu-
niqué casi diariamente así en la
ciudad, como en Wimbledon, con
Mr. Pitt, que estaba á la cabeza
del gobierno, de que yo era parte.
Este asunto me era familiar, pues
muchos años antes, particular-
mente en el año 1796, habia teni-
do ocasión de considerarlo mui
maduramente, con la mira depre-
parar operaciones en una escala
mui estensa contra la América del
Sur, de concierto con el Almiran-
tazgo de aquel tiempo. Yo era en-
tonces secretario de Estado en el
departamento de la guerra. En
consecuencia de las conversacio-
nes que tuve con Mr. Pitt, según
llevo dicho, como hacia el mes de
octubre ó noviembre de 1804 (que
fué mas ó menos el tiempo en que
empezó la guerra sobre el apresa-
miento de las cuatro fragatas es-
pañolas) le pedí á Sir Hume Po-
pham se acercara, para que Mr.
Pitt y yo pudiésemos hablar con
él cuando se ofreciese ” (páj. 1 33).
“H emos aducido estas citas,
- 1
porque ellas establecen un punto
de particular importancia, á sa-
ber, que el gobierno ingles fomen-
taba en los americanos del Sur la
aspiración de independencia; y
porque sujestiones de esta espe-
cie, se repitieron en la invasión de
Buenos Aires, dando lugar á cier-
tos eventos curiosos que es ne-
cesario referir.
“Por lo demas, era de razón
persuadirse que Inglaterra procu-
raría hostilizar activamente al
enenjigo; que querría atraerse el
comercio de vastas rejiones que
hasta allí le estaban cerradas, y
en fin, que abrazaría con gusto la
ocasión de retornar á España el
cumplimiento de haber ayudado
á la emancipación de sus colonias
norte-americanas. Esto se conse-
guía favoreciendo y a u si liando
francamente la independencia de
aquellos países; y de aquí es que
los hombres que creyeron ver un
aliado para la independencia del
sur en el poder británico, se enga-
ñaban con lo que debía ser, pero
que no era en realidad, y tuvieron
que sorprenderse con esta pala-
bra conquista, escrita en el fondo
de los planes del ministerio. Es
singular que Pitt y F ox, con prin-
cipios diametralmente opuestos,
estuvieron de acuerdo sin embar-
go en esta política. El jeneral
Miranda tuvo que partir sin el
Diadema á su gloriosa y temera-
ria empresa, con poco mas que
civilidades de parte de la admi-
nistración de Pitt, y reducido á
solicitar en los Estados Unidos y
Sto. Domingo los buques y ausi-
liares con qu6 desembarcó en ¡
2 -
Costa Firme, sobre el puerto de
Vela de Coro , en el mismo año, y
con poca diferencia, en los mis-
mos dias en que Sir Home Po-
pham y el jeneral Beresford ata-
caban á Buenos Aires.
“Sir Home Popham, uno de
los confidentes de Pitt, y el ins-
trumento principal de esta inva-
sión, se habia recomendado por
servicios anteriores de consecuen-
cia «á toda la confianza del minis-
tro. Tenia entonces el rango de
capitán en la marina, y había
acreditado su destreza y actividad
en comisiones, mitad de guerra, y
mitad diplomáticas, que había de-
sempeñado en Rusia y otras par-
tes. Como la guerra de aquel tiem-
po ponía á cada paso á los oficia-
les de mar en situaciones delica-
das y varias, estos se formaban
para los casos que se les podian
presentaren servicio tan estendi-
do, y adquirían todos los talentos
del soldado, del hombre de mun-
do, y del hábil negociador. Pero
ninguno ha escedido tal vez á Sir
Home en fertilidad de proyectos,
en destreza, en sagacidad, en in-
triga. Plausible en sus ideas, in-
sinuante y persuasivo en la con-
versación, poco escrupuloso de la
verdad aun en las relaciones de
oficio, sabía dar á sus acciones un
colorido de romance y un aire de
aventura, que atraía el favor po-
pular. La prontitud y vijilancia
del marino se juntaban en sus mo-
dales á la franqueza militar: pero
su carácter no estuvo enteramen-
te libre de ser notado de codi-
cia. Este oficial fue encargado de
la fuerza naval que condujo la es-
- 13 -
pedición de 5,000 hombres al
mando de Sir David Baird contra
el Cabo de Buena Esperanza (a).
“El armamento dió la vela des-
de Inglaterra en el otoño de 1805,
al romperse las hostilidades en
Europa, y tomó sin mucha opo-
sición aquella colonia á principio
de 1808. Luego de verificada es-
ta empresa, la imajinacion de Sir
Home se convirtió al tema anti-
guo sobre la América del Sur; y
aunque sus órdenes determinaban
sus servicios á la conservación del
Cabo, y la seguridad de la India,
creyó interpretardebidamente las
ideas de Mr. Pitt, si invadía las
posesiones del Rio de la Plata,
que por noticias poco exactas con-
sideraba en estado indefenso, desa-
fectas á su gobierno, é incapaces
de presentar mas resistencia que
la que se había hallado en el Ca-
bo. Empleando toda su elocuen-
cia á este intento sobre Sir David
Baird, alcanzó que se le cediera
un cuerpo escojido de tropas al
mando del jeneral Beresford, con
el cual, y toda la escuadra, salió
del Cabo á mediados del mes de
abril, pasó primeramente á Sta.
Helena, sacó de allí algunos re-
fuerzos, é hizo rumbo al Rio de
la Plata.
“Si se atendiese solamente al
número de esta nueva espedicion,
que se reducía á 1,600 hombres
de desembarco, la empresa á que
se dirijia contra un país grande y
opulento, debe parecer galante y
atrevida; pero es preciso no olvi-
dar que el grueso de esta fuerza
se componía del 71, de montañe-
ses escoseces (highlanders), tan
famoso en el servicio ingles, y
siempre vencedor, desde la guer-
ra de independencia americana en
Georgia hasta las campañas de
Egipto: que se contaba con el
abandono y descuido en que se ha-
llaba Buenos Aires, sin tropas re-
gulares, sin disciplina en sus mi-
licias, y bajo jefes cuya incapaci-
dad era palpable: que los navios
de línea bloquearían á Montevi-
deo, y amagando incesantemente
aquella plaza, obligarían á encer-
rarse en ella las fuerzas que po-
dían servir para preservar el res-
to del país de un insulto: en suma,
el plan estaba perfectamente cal-
culado, si se ceñía á un golpe de
mano contra una ciudad abierta
como Buenos Aires, á una sor-
presa, ó irrupción de la naturale-
za de aquellas que han hecho me-
morable la historia de los flibus-
tiers. Si se quería una conquista
permanente, según pretendió Sir
Home Popham, tal idea no pudo
haberse concebido sino en la mas
profunda ignorancia de los recur-
sos de aquel pueblo, de la esten-
sion del territorio, y de la gloria,
honor, y valentía de sus hijos. Un
plan de conquista de Buenos Ai-
res con 1,600 hombres arguye que
su autor apenas conocía la posi-
tierapo al Rio de la Plata, y quo pnreco
haberse orijirado en miras de rapacidad
y saqueo. Historia de Europa, páj. 209,
vo. 1 de 1807.
(a) La espedicion a Caracas [dicen
los editores del Annual Registe)') bajo
Miranda, concebida en el espíritu mas
liberal y jeneroso, formó un contraste
directo con la que se dirijió por el mismo
I ■“
I
cion marítima del país, y configu-
ración de sus costas.
“Las noticias en cuanto á lo
desprevenido que se hallaba aquel
vireinato, comunicadas por parti-
culares ingleses, y las de un capi-
tán americano Mr. Waine, que
Sir Home obtuvo en el Cabo, lo
acabaron de precipitar en el de-
signio de esta absurda invasión,
contando siempre conque el éxito
de la empresa, que le parecía ase-
gurada, sofocaría su irregulari-
dad, ó que en todo evento el favor
y amor propio de Mr. Pitt lo sos-
tendrían para conseguir ex post
fado la autoridad que le faltaba.
“No se había descuidado el mi-
nistro en despachar con tiempo
emisarios, que secretamente intro-
ducidos en las colonias españolas,
esplorasen la situación política y
militar en que se '.tallaban. Desde
1804 se había aparecido en Bue-
nos Aires el coronel B* # **ke, na-
tural de Irlanda, que se decía ofi-
cia» prusiano, que viajaba por ins-
trucción y por placer, presentán-
dose decorado con la águila ne-
gra , por supuesto tomada por vía
de disfraz sin título correspon-
diente. Este oficial ingles estaba
alojado en casa de un comercian-
te español respetable, hizo fre-
cuentes incursiones á lo interior,
recorrió la Banda Oriental, y vi-
sitó también á Chile. A pesar de
la estremada suspicacia del go-
bierno español habia mistificado
tan completamente al pobre mar-
ques de Sobre-Monte, que asistía
con familiaridad á su tertulia, y
j gozaba del privilejio de observar
tranquilamente sus mas pequeños
14 -
movimientos. Cuando le pareció -
oportuno, y en vísperas ya de la
invasión de Sir Home Popham,
que él sin duda había llamado con
sus informes, se retiró súbitamen-
te de Buenos Aires, y fijó su re-
sidencia en el Janeiro, de donde
volvió, sin embargo, mas de una
vez al Rio de la Plata, siempre
con la misma seguridad. De este
oficial se conservan en el país
anécdotas curiosas: sus galan-
teos de una dama francesa, que
estuvo en relaciones con Liniers;
un desafío; y accesos vaporosos
de spleen , durante los cuales se
encerraba dos ó tres dias, y fas-
tidiado de la luz y de la belleza
del clima, quemaba paja en su apo-
sento para imitar la atmósfera pe-
sada de Londres y sus nieblas.
No por eso se le tenía por insano;
y esta estravagancia no arguia
sino el poder de la habitud, que
hace desear hasta lo malo á que
el hombre está acostumbrado.
“Lossucesos que ocurrieron en
la toma de Buenos Aires por esta
espedicion, están descriptos con
imparcialidad en las JMemor ias que
redactó el Dr. Moreno, y forman
parte de la presente colección, las
cuales, al mismo tiempo que res-
piran una indignación jenerosa
por las desgracias de la patria,
conservan en todos los hechos la
claridad y fiel precisión de la his-
toria.
“Este triunfo sobre un pueblo
naturalmente pundonoroso y bra-
vo, no podía menos de ser mui
transitorio, como una exhalación
que luce por algunos instantes,
dejando mas oscuridad por las re-
- 15 -
jiones que lia corrido. En efecto,
estaba destinado á evaporarse y
desaparecer en el breve espacio
de cuarenta dias, que fué todo lo
que duró la pretendida domina-
ción inglesa en la citada capital,
desde 27 de junio hasta el 12 de
agosto de aquel ano, en que se
convirtió en descalabro y apresa-
miento de las tropas que habían
tenido la temeridad de invadirla.
“Verdad es que los ingleses ha-
bían mostrado intrepidez y disci-
plina en el ataque, y que el jene-
ral Beresford puso gran estudio
en ganarse la voluntad de los ha-
bitantes por su conducta personal
afable y moderada. Sin embargo,
estos se sentían ultrajados con la
nueva dominación, cuya base era
la conquista, y no podían sopor-
tar la vista de ese puñado de es-
tranjeros, que habían tenido la
osadía de presentarse con la mira
de subyugarlos. Para que no se
equivocáran mucho tiempo sobre
esta cuestión esencial, los actos
oficiales del jefe militar ingles de-
clararon mui desde luego que la
idea de libertad é independencia
no era el objeto de las armas que
se hallaban en Buenos Aires. Una
proclama del jeneral Beresford de
principios de julioinvitaba al pue-
blo a que mostrase su obediencia
al nuevo soberano , bajo cuya do-
minación se hallaba; vaunquere-
petía sus promesas de protección
en conformidad á la capitulación
celebrada á su entrada, concluia
de este modo: “el jeneral cree ne-
cesario hacer saber á los negocian-
tes en común, y á todos los ramos i
industriales del país, que es la in- j
tención jenerosa de S. M. que se
abra y permita un libre comercio ¡
en la América del Sur, semejante
al que gozan todas las demas co-
lonias de S. Jl/., particularmente
la de la Trinidad , cuyos habitan-
tes han sacado ventajas peculia-
res de estar bajo el gobierno de
un soberano, que al paso que tie-
ne bastante poder para protejer-
los de cualquier insulto, es tan li-
beral que les dispensa los benefi-
cios comerciales, que no habrían
podido gozar en el réjimen de
ninguna otra nación.” La procla-
ma terminaba escitando á las jen-
tes de la campaña á que trajesen
comestibles á la ciudad , en la in-
telijencia de que sus frutos serian
pagados de contado.
“La perspectiva de colonia in-
glesa, y la comparación poco fe-
liz con la isla de la Trinidad ,
humillaba á los habitantes de una
de las primeras capitales del con-
tinente americano, que se consi-
deraban acreedores á otros desti-
nos y mayores respetos que aque-
lla pobre posesión, que solo sirve
para mantener el contrabando. Por
consiguiente, la proclama produ-
jo efectos contrarios de los que se
proponía Beresford, y fué recibida
con disgusto.
“Cuando se ha esperado con
viveza, el desengaño produce ne-
cesariamente irritación. Este era
justamente el estado en que se
halló aquel pueblo. El aire de ale-
gría, que tiene de ordinario, se
había cambiado en tristeza y aba-
timiento universal, con lodos los
síntomas sombríos que preceden á
una esplosion. La ciudad parecía
6 I
I
- 16 -
desierta: las relaciones sociales se
encontraban interrumpidas: los
tribunalas superiores dispersos: y
la municipalidad, única autoridad
que continuaba manteniendo el
orden público, estaba desconten-
ta. Hasta los templos tenían cer-
radas sus puertas de temor de ser
profanados.
“Entre estos ostáculos la in-
tervención y supremacía que se
arrogaba SirHome Popham siem-
pre que se trataba de botín y di-
nero, quitaba al jefe de tierra to-
do el fruto de las buenas artes que
empleaba para conciliarse la amis-
tad de los americanos. A su en-
trada en la capital, 6 mas bien, en
la fortaleza que mira á la plaza
mayor y á la ribera, pues verda-
deramente las armas inglesas nun-
ca ocuparon otro punto de la ciu-
dad que el ámbito de aquella for-
taleza, halló Beresford que los
caudales públicos se habían saca-
do fuera, antes de la invasión, y
que se había escapado esta parte
considerable de presa. Por las le-
yes de guerra el invasor no tenía
derecho á este tesoro, que estaba
en lo interior del país, fuera de
su jurisdicción, y á. distancia de
14 leguas de camino de Buenos
Aires, pasada la villa de Lujan.
No podiendo aventurarse Beres-
ford á despachar una división á
interceptarlo, mediante la escasez
de sus fuerzas, y el espacio que
era necesario atravesar, adoptó el
arbitrio de solicitar del cabildo el
que lo mandase volver. La nego-
ciación á este efecto no había te-
nido resultados, porque el cabildo
se resistía á hacerse cómplice de
semejante tentativa, hasta que Si»’
Home, impaciente de la demora,
se presentó en la sala de las se-
siones, y con tono imperioso y
amenazas compelió al cabildo á
que diese un salvo-conducto á una
partida de caballería, que despa-
chó en el acto, al mando del ca-
pitán Arbuthnot, en busca de
aquellos caudales, prometiendo
sin embargo que se tendrían en
depósito hasta la decisión de am-
bas cortes. Su monto era de mas
de dos millones de pesos.
“No bien entróde vuelta este di-
nero, apresado en aquella forma,
cuando sin perder un instante fué
embarcado á bordo del JVarciso
para Inglaterra. Por una relación
oficial que trasmitió el jeneral Be-
resford á su gobierno con fecha de
16 de julio, aparece remitida en
aquella ocasión la suma de 1,086,
208 pesos, y añade que “Sir Ho-
me Popham y él habían creído
conveniente reservarse en Buenos
Aires una suma considerable pa-
ra las exijencias del ejército y de
la escuadra, y sostener el cam-
bio.” No se especifica en otro mo-
do la cantidad así retenida, pero
por los objetos que estaba desti-
nada á cubrir, puede suponerse
que no sería inferior á la que se
despachaba á Europa. Por otro
lado, no pudiendo haberse insumi-
do esta suma considerable en los
pucos dias que mediaron hasta la
reconquista, esto hace probable la
idea que ha existido, y referiremos
adelante, de un tesoro que dejó
enterrado en el fuerte aquel je-
neral, cuando cayó prisionero en
12 de agosto inmediato. Los cau-
- 17 -
dales de la compañía de Filipi-
nas, y el producto de un carga-
mento de ultramar, fueron tam-
bién agregados á la masa del bo-
tín. Ademas, se valoraban en tres
millones por los mismos captores
los azogues y quina que se encon-
traron en los almacenes del Es-
tado; pero antes de poder asegu-
rar estos efectos á bordo de sus
buques, la plaza volvió al domi-
nio de sus antiguos poseedores.
“El jénio de sir Home no podía
menos que vestir de ostentación y
pompa esta primicia desu estraor-
dinaria conquista; y aquel caudal,
arrebatado á la flaqueza, fué in-
troducido en Londres con un apa-
rato de triunfo, en 20 carros ador-
nados de banderas de las milicias
provinciales de Buenos Aires, y
otras insignias de victoria, en que
no faltó sino la efijie del guerrero.
Existe una relación descriptiva
de esta solemnidad, ó procesión ,
impresa y publicada en aquel tiem-
po en Londres.
“Un incidente algorisible ocur-
rió poco después del célebre apre-
samiento de Lujan, que no deja
de confirmar las propensiones del
héroe de aquel drama. A la hora
en que el jeneral Beresford se en-
contraba empeñado en una refrie-
ga de armas acalorada con los
habitantes, un negrito se le acer-
có con una carta de Sir Home
Popham, en que informaba al je-
neral que en cierta iglesia hallaría
* una gran cantidad de plata. -
“Junto con el dinero apresado
dirijió Sir Home un Manifiesto al
café de Lloyd, y á las principales
ciudades fabricantes de Inglater-
ra, en que exaltaba la importan-
cia de su conquista, y la grandeza
del mercado que se había abierto
á la industria y actividad de su na-
ción. Una población inocente é
inofensiva, que había sido cruel-
mente oprimida por los españoles
y se echaba en brazos de los in-
gleses para pagarles con obedien-
cia y sumisión el favor de haberla
libertado— campiñas fértiles y her-
mosas — llanuras inmensas — minas
inagotables — y el clima mas sa-
lubre y grato del globo, eran la
imájen seductora, y el estímulo
que ponía delante de sus compa-
triotas para que hicieran de Bue-
nos Aires el objeto preferente de
su especulación. “El delirio que
ocasionó aquella circular,'* dice
Bisset en su historia del reinado
de Jorje i ii, “ revivió la ficción an-
tigua del Dorado y y dió lugar á
operaciones mercantiles tan ab-
surdas en la calidad de las reme-
sas que se hicieron, como escesi-
vas y desproporcionadas en su es-
tension. Se esportaron artículos
de que no se tenía noticia en los
países á que eran destinados; se
enviaron picos fabricados de in-
tento, para minar las rocas, y
cortar venas de oro macizo; pati-
nes y ataúdes se embarcaron tam-
bién, para surtir de esta comodi-
dad á un pueblo cuyos ríos jamas
se yelan, y donde los muertos son
llevados en mortaja á su madre la
tierra.’ ’ En este vértigo, las re-
mesas exorbitantes de artefactos
de un uso jeneral, hasta cierto
punto se comprenden, por lo abar-
rotados que se hallaban los alma-
cenes ingleses con la guerra: se
- 18 -
I* puede comprender también la ma-
la elección de los efectos, por la
ignorancia de la naturaleza del
mercado á que se dirijían y las
exnjeraciones de Sir Home; pero
¿cómo podrá esplicarse la ocur-
rencia de enviar ataúdes al con-
sumo de los americanos del sur?
El que incurrió en semejante ne-
cedad no había leído la admoni-
ción de Jesu-Cristo: sine ut mor-
tui sepelían mortuos suos. Deja
á los muertos el cuidado de enter-
rar á sus muertos (San Lúeas
Evanj.)
“Al mismo tiempo Sir Home
imploraba con toda urjencia cuan-
tos refuerzos pudiesen mandársele
del Cabo y de Inglaterra, hacien-
do al fin, y en una posición deses-
perada, lo que debía haber procu-
rado antes de comenzar aquella
conquista indiscreta. Pero la for-
tuna que se le había sonreído un
instante, empezaba á manifestar-
le sus rigores, y hasta los ausilios
del Cabo, que eran los mas á
mano, le llegaron tarde”
Prefacio á la Colee, de Areng. &a del Dr. D.
Mariano Moreno: Londres: 1836, paj lviii á
LXI I.
Concluida ya la reproducción
de lo que, acerca de la Conquista
de Buenos Aires, espusieron los
únicos tres escritores arjentinos
que se hayan ocupado de eso,
ofrecemos ahora la descricion del
mismo suceso, cual entonces la
hizo á su gobierno el comodoro
británico.
Varias ediciones tenemos del
parte oficial de Sir Popham: pero
preferimos la hecha entonces en
Buenos Aires; tanto porque, co-
mo se verá, ella fue oficial, cuan-
to por estar acompañada de no-
tas impugnativas, escritas por el
jeneral Liniers.
El Sr. Brigadier de la Real Armada D.
Santiago Liniers, Gobernador militar y
político, Capitán Jeneral del Vireinato
del Rio de la Plata, y Presidente de la
Real Audiencia Pretorial de la Capi-
tal, publica el Parte, que el Como-
doro Sir Home Popham dio sobre la
reconquista de Buenos Aires al L'»rd
del Almirantazgo Guillermo Mersden
Escudero, haciendo al mismo tiempo
manifiestas las enormes falsedades y
abultadas ficciones de que. abunda.
Voluntarios y soldados, mis
compañeros en la gloriosa hazaña
de la reconquista de Buenos Ai-
res; vosotros dignos émulos de los
primeros, que al ejemplo de estos
habéis sacrificado vuestros inte-
reses, comodidades, y libertad pa-
ra contribuir á la noble empresa
de defender estos dominios de la
tiránica, insidiosa, y abominable
dominación inglesa; escuchad lo
que uno de estos despreciables
enemigos se atreve á proferir pa-
ra disfrazar vuestra gloria, y cu-
brir la humillación que vuestro
valor ha hecho padecer á las ar-
mas de su nación. Un jefe prosti-
tuyendo su pluma á la mentira en
los términos que voi á copiaros,
debe daros una cabal idea del sis-
tema atroz de estos pérfidos isle-
ños. Este admirable y digno emi-
sario del padre del embuste, este
jefe que jamas se presentó al me-
- 19 -
ñor riesgo en una espedicion que
emprendió como pirata, como el
mismo jefe del Almirantazgo lo
delata al rei de la Gran Brutaña
por el tenor de las gacetas ingle-
sas que se han traducido aquí: es-
te vil adulador que por disfrazar
los crasos yerros que cometió,
cuando siendo dueño del mar por
sus numerosas fuerzas, ni se atre-
vió á tomar la Colonia del Sa-
cramento punto céntrico v sin de-
fensa, pero aun dejó salir á sus
barbas de Montevideo y de la Co-
lonia unas fuerzas despreciables,
temiendo que el mayor jeneral
Beresford le hiciera cargos de es-
tas criminosas omisiones, exalta
su mérito en su córte en el hecho
de haber sirio batido por nosotros
de un modo tan bajo, y tan apar-
tado de la verdad y de la verosi-
militud, que el mismo Beresford
no puede menos que desmentirle,
como se lo interpeló bajo su pa-
labra de honor; y do lo contrario
tengo en mis manos documentos
de su misma letra y puño escri-
tos á este jefe desde la fragata
Leda, en que desaprueba su con-
ducta, v lo pifia sobre su modera-
ción: últimamente este comodoro
segundo jefe de la espedicion que
invadió á Buenos Aires, á quien
habéis visto saciando su codicia
con presenciar el recuento de los
fondos de Filipinas y Consulado,
(a) Nada mas \erdadero que esta
obligación, pero nada mas criminal que
dizfrazar tan inicuamente la verdad de
los hechos particularmente, cuando la
ficción y la mentira tienen contra si se-
senta mil testigos.
(b) El único partido que pudo haber
tomado el jeneral Beresford después de
que contra la capitulación de 21
de junio había hecho regresar des-
de Lujan: en una palabra, Sir
Home Popham es autor del libe-
lo difamatorio que voi á manifes-
taros.
“ Copia del pai'te del Comodoro
Sir Home Popham sobre la
reconquista de Buenos Aires
al Lord del Almirantazgo , es-
crito á bordo del navio Diade-
ma, anclado en el Rio de la
Plata el 25 de agosto de 1896.
Señor.
“Cuando los sucesos de la guer-
ra acaban de ser favorables á una
espedicion, yo considero un de-
ber de los oficiales comandantes
poner en manifiesto todas las cir-
cunstancias según sus conocimien-
tos é informaciones (a). Siguien-
do este camino, confio poder con-
vencer á los Lores del Almiran-
tazgo, que los liberales y benéfi-
cos principios del jeneral Beres-
ford han hecho mas honor á Jas
armas de S. M. B. y al carácter
de la Gran Bretaña, que si hubie-
se recurrido al poder y fuerza que
estaba en su mano, con el cual
hubiera efectivamente aniquilado
todos los esfuerzos del enemigo,
y probablemente arrancado para
siempre estos países de la corona
de España (b).
haber entrado sin resistencia en una ciu-
dad numerosa que sin dirección se dejó
sorprender, era ponerla en contribución
y reembarcarse incontinenti, pues sus
despreciables fuerzas no podían esperar
otra suerte qne la que han esperiinenta-
do en medio do una nación fiel, amanto
á su rei y ;/ su patria.
- 20 -
“Pueyrredon uno de la muni-
cipalidad parece haber sido uno
do los grandes a jenies de la revo-
lución: él se aplicó con el mayor
arte é industria á preparar el pue-
blo para una jeneral insureccion:
las armas estaban escondidas en
la ciudad, prontas para el mo-
mento de la acción: los descon-
tentos se reunían todas las no-
ches y esperaban sus órdenes é
instrucciones, atrayendo á su par-
tido la canalla del país con gran-
des dádivas de plata, que iban de
la banda del norte del rio (a).
f ‘EI coronel Liniers un oficial
francés al servicio de España, y
bajo su palabra de honor juramen-
I tado, sucesivamente se empleó en
reunir jente á la Colonia (b). El
terror estaba establecido, y to-
da persona que reusaba contri-
(n) Insigne falsedad: Pueyrredon ja-
mas tuvo en el cuerpo municipal mas que
ser cuñado del alcaide de 2. 3 voto, ni
trató ni pensó juntar jente, y solo pasó
á Montevideo con D. Manuel de Arroyo
y D, Diego Herrera en vi-ta de una
proclama del gobernador de Montevideo,
en cuya plaza los hallé ó los tres cuando
llegué A ella. Pueyrredon se distinguió
ó su regreso en el encuentro de Perdriel
en cuyo puesto 300 A 400 hombres la
mitad sin armas, con cañones sin mon-
tajes, p rtrechos ni cartuchos, resistieron
á mas de 600 ingleses con su general á
la cabeza: no habiendo sido otro el mo-
tivo de hallarse reunidos en este punto
que esperarme con las tropas que traía
de Montevideo, proveerme de caballos, y
utacar de firme, como se efectuó, á los
enemigos.
(b) E-te parágrafo directamente con-
tra mi honor debo desmentirlo, como lo
desmiento á la faz de toda la Europa.
El faltar á su palabra y tomar las armas
en contra de ella, solo es reservado al
coronel del regimiento 11 Pak: yo vine
á esta plaza el dia 29 de junio, dos dias
huir con su asistencia á esta cons-
piración era amenazada inmedia-
tamente de muerte (c). Yo refiero
esto apoyado de una autoridad in-
dudable. El progreso de la revo-
lución fuá tan rápido como su
misma aparición: el 31 de julio
fui informado por un despacho
del jeneral Beresford, que recibí
en la escuadra á mi vuelta de
Montevideo, que estaba temeroso
por noticia adquirida que una in-
surrección debía brevemente te-
ner lugar: supe al mismo tiempo
por el capitán Tonipson que diez
! y siete buques enemigos habían
llegado á la Colonia: y como me
habían referido que las fuerzas
debían ser todavía aumentadas de
Montevideo, di órdenes al Dio-
medes para dirijirse á la Ensena-
da, y al capitán King del Diade-
despues de su rendición con salvo con-
ducto del jeneral Beresford, a quien pa-
sé recado con D. Edmundo O’Gorman,
significándole de que no habiendo tenido
el honor de que atacase el puerto de la
Ensenada de Barragan que yo defendía,
no era su prisionero, y en consecuencia
sí me permitía entrar en la plaza á ver
mi familia que pasaría á ella: su res-
puesta fue que viniese para tomar des-
penes el partido que mas me acomodase.
Esto constaba á Sir Home Popharn: por
consiguiente solo con el designio de de-
nigrarme pudo atreverse á adelantar la
proposición que yo estaba bajo mi pala-
bra: lo estuve mientras que me mantuve
en la plaza, pero desde la hora que salí
de ella, quedé en plena libertad, y la in-
juriosa nota de ese comodoro queda en
el lugar que le corresponde del inas vil
desprecio.
t,c) La falsedad de esta proposición
está demostrada de por sí, pues cual-
quiera que hubiera rehusado entrar en
la supuesta conjuración con delatarla al
gobierno ingles se hubiera puesto al
abrigo de las amenazas de loa conjurados.
- 21 -
nía de ir arriba con algún resto
de marineros, dos compañías de
azules, y todos los demas hom-
bres que pudiese sacar de los na-
vios, con el objeto de armar va-
rias embarcaciones para atacar a
los enemigos en la Colonia (a),
porque de otro modo era imposi-
ble impedirles el paso por el ca-
nal del oeste si tenían viento fa-
vorable. El 1. ° de agosto á la
tarde la Leda ancló á distancia
de dos millas de Buenos Aires, y
cuando me desembarqué el dia 2
que el tiempo permitió barquear,
hallé que el jeneral Beresford ha-
bía ejecutado con suceso un ata-
que, contra 1,500 españoles man-
dados por Pueyrredon cinco le-
guas distante de la ciudad, con
500 hombres, habiéndoles tomado
nueve piezas de artillería y varios
prisioneros (b). El 3 traté de vol-
ver á la Leda, pero no pude ve-
rificarlo por haber refrescado mu-
cho el‘viento S. E. El 4 por la ma-
ñana hubo una gran lluvia, y el
temporal creció tanto, que filé
imposible suspender la ancla (o).
A la tarde llegó el capitán King
en un falucho con 150 hombres
del Diadema, con el objeto de ar-
mar las pocas pequeñas embar-
caciones recojidas en balizas, pe-
(a) Desde el dia 26 de julio hasta el
3 de agosto, reinó el tiempo mas sereno
y mas propio para habernos atacado en
la Colonia ; siempre tuvimos á la vista
tres ó cuatro buques, pero solo un ber-
gantín y una corbeta se acercaron, y
salió escarmentado el primero.
(b) En mi nota c, dije lo que pertenece
á este propósito.
(c) El viento del dia 4 aunqne fresco
no me impidió levarme con toda la es-
cuadrilla, y entrar en el rio de las Con-
ro no fue posible llegar ó estas
hasta la tarde siguiente. El 5 por
la mañana fué moderado el tiem-
po, y alcancé á la Leda, donde fui
informado por el capitán Tomp-
son que en el temporal del pro-
cedente dia el enemigo había cru-
zado desde la Colonia totalmente
inobservado de muchos buques,
escepto la zumaca Dolores man-
dada por el teniente Newich,
quien estaba fondeado en e! estre-
cho canal sobre las Conchas y
San Isidro; pero el viento Este
habiendo traído mucha agua al
rio, el enemigo pudo pasar por el
banco de las Palmas sin necesi-
dad de dar bordada para entrar
por el canal (d). El 6 y 7 fueron
tempestuosos, la Leda estaba fon-
deada en cuatro brazas de agua
con dos cables por la proa, y ver-
gas y masteleros calados. El 8
supe por el capitán King que
cinco de nuestras lanchas caño-
noras habían ido á pique sobre
sus amarras, que el bergantín
Walerel había perdido su timón,
y que las lanchas y el boto gran-
de del Diadema y Leda se habían
perdido. Los torrentes de lluvia
que cayeron el 6, 7 y 8, pusieron
los caminos totalmente impracti-
cables para todos, menos para la
cha*; y llovió tan poco, que á las 9 de-
sembarqué mis tropas y artillería, y ca-
minamos á pié hasta la Punta
(d) Otra falsedad: entramos por la ca-
nal i>or ser imposible pasar sobre el ban-
co de las Palmas, aun en las mayores
crecientes, con embarcaciones que calen
mas de pié v medio de agua: pasamos &
menos de medio tiro de cañón de la Do-
lores, que no quise apresar por no dila-
tarme un solo momento cu hacer mi de-
sembarco.
T
caballería, y por consiguiente el
jeneraí Beresford se halló frus-
trado en su determinación de ata-
car al enemigo á alguna distan-
cia de la ciudad: cuyo ataque si
hubiese logrado darle, no dudo
que su ejército habría dado una
nueva prueba de su invencible va-
lor bajo el mando de su jefe (a).
El enemigo por el inagotable su-
plemento de caballos, sufrió un
lijero inconveniente del mal esta-
do de ios caminos, y pudo por
tanto acercarse á la ciudad en di-
ferentes direcciones, sin que tu-
viese el ejército británico una
oportunidad para atacarlo (b). El
día 10 por la mañana fue intima-
do el fuerte de rendirse, y en el
dia siguiente fui á tierra, mien-
tras nuestros buques anclados ha-
cían fuego contra los puestos es-
pañoles. Conocí que ademas del
ejército español que dividido en
(a) Los caminos que fueron buenos
para que viniese el cortísimo ejército
español, desde las Concluís hasta Buenos
Aires á pié. lo hubiese sido igualmente
para el ingles, si la determinación del
jebera) Beresford hubiese sido positiva
do atacarlo; pero aun en la hipótesis
que sienta el comodoro ¿como no lo atacó
en los mataderos de Miserere el dia 10,
en el que estuvo firmado en batalla des-
de las nueve y media de la mañana has-
ta las 4 de la tarde ?
(I)) Apenas tuve los caballos y mu-
las necesarias para arrastrar la artillería
y carros de municiones: mis oficiales mis-
mos cuasi todos á pie. Mis fuerzas en-
tonces se componían solo de 1,200 hom-
bres escasos, habiendo incorporado á mis
tropas 3 23 entre marineros y soldados de
marina, y un cortísimo número de soldar
dos veteranos dispersos, con cuyas cor-
tas fuerzas acometí el importante punto
del Retiro, y arrollé al jeueral Beresford
quo á la cabeza de 500 hombres venia á
22 -
11 varias columnas ocupaba diferen-
tes arrabales de la ciudad, los ha-
bitantes se habían armado todos y
subían á las azoteas de las casas
é iglesias con el designio de hacer
una guerra de sorpresa (c). Bajo
estas circunstancias y las mani-
fiestas disposiciones del enemigo
de evitar un combate, se había
determinado embarcar los heridos
por la noche y dirijirlos á la En-
senada; pero estas medidas fue-
ron enteramente frustradas por la
lluvia que cayó violentísima toda
la noche, que hizo retardar los
progresos del embarco al tiempo
que el enemigóse aumentaba con-
siderablemente en hombres sobre
las azoteas de las casas é iglesias
inmediatas al fuerte, y avanzaba
por todas las calles no espuestas
ó la influencia de las fuegos de
este (d): en suma su objeto era
evitar de cualquier modo una ac-
á recuperarlo. Jamas separé mi tropa,
y en una sola columna me aproximé á la
plaza hasta los mataderos donde me for-
mé en batalla.
(c) El Sr. Comodoro pasa por alto el
ataque del Retiro que fué este mismo dia.
El fuego de los barcos anclados fué solo
de una fragata merci-nte, en la que e!
capitán Kiug montó unos cañones de pe-
queño calibre, con los que tiró algunos ti-
ros por toda elevación sobre el Retiro
sin ningún efecto: ni el pueblo tenia ar-
mas; y aunque las hubiere tenido harto
descuido hubiera sido del jene»*al Beres-
ford de dejarlos subir con ellas á las azo-
teas: y mui ni contrario algunos que por
curiosidad se quisieron asomar á ellas
esperimentaron tiros de ios patrullas in-
glesas.
(d) Acredité el día 12 si pensaba
evitar mi combato á cuerpo descubierto.
Es una falsedad que lloviese en la noche
del dia II al 12: hizo ni contrario una
noche inui clara, aunque sumamente fria
- 23 -
cion jeneral, y colocar su jente
en tal situación, que pudiesen ha-
cer fuego á nuestras tropas, te-
niendo ellos su cuerpo en perfec-
ta seguridad. El dia 12 al rayar
el dia vi un vivo fuego empezado
por los puesto» avanzados enemi-
gos, á quienes se respondió con
el mayor suceso por nuestra arti-
llería colocada en las principales
calles que se dirijían á la plaza
mayor, que era por donde el ene-
migo manifestaba mas firmeza por
su inmenso número, y por tres ca-
ñones que llevaba consigo, los
cuales fueron acometidos por el
coronel Pak del 71, y toma'dos
luego (n). En este tiempo la jente
armada cubría las azoteas de las
casas de la plaza mayor y sus in-
mediaciones, y nuestras tropas
padecían mucho de esta jente sin
que el ejército español pasó entera so-
bre las armas en el Retiro, la única
iglesia inmediata al fuerte e3 la catedral
que no tiene azotea.
(n) El ataque del dia 12 empezó
por la mañana, de dia mui claro por al-
gún tiroteo de los Miñones con las patru-
llas inglesas, y solo á las 10 ataqué con
denuedo por la calle de la Merced con
un cañón de á 18, y ur.o de á 4 que no
llegó á hacer fuego: por la de las Cata-
linas con un obús y un cañón; por la
de las Torres con un obús y un cañón de
á 18, y por la del Cabildo con dos caño-
nes de á 4. Todas las tropas y paisanos
armados consistían en 1600 hombres; ja-
mas el coronel Pak tomo nuestros caño-
nes, suposición que acrisola la verdad
del comodoro. L)ejar de citar una ac-
ción gloriosa aunque sea de un enemigo,
es defecto de jenerosidad; pero suponer
ó su partido hazañas iinajinarias, arguye
pusilanimidad y la mas despreciable jac-
tancia.
(ñ) Este parágrafo solo basta para ca*
ráete rizar á Sir Home Popham, quien no
poder subir arriba. El enemigo
dominaba el fuerte en el mismo
modo, con la ventaja adicional de
un canon puesto encima de la tor-
re de la Catedral, que yo conside-
ro una indeleble mancha contra
el carácter del obispo, no solo por
su situación, cuanto por la profe-
sión que ejerce (ñ). Se puede con-
siderar fácilmente cuan atormen-
tada estaría la sensibilidad del je-
neraí Beresford en este momento
tan crítico: frustrado en sus últi-
mos esfuerzos para reducir al ene-
migo á una acción jeneral en la
gran plaza, su brillante pequeño
ejército cayendo á menudo por ti-
ros de personas invisibles, la sola
alternativa que se le podia pre-
sentar para evitar la inútil efusión
de una sangre mui preciosa, fue
una bandera parlamentaria que se
contento con denigrar á los militares y
vecinos que gloriosamente y con el ma-
yor denuedo usaron del derecho natural
de sacudir una usurpada y odiosa domi-
nación, del modo mas bizarro y jeneroso,
so atreve á calumniar é injuriar á un
principe de la iglesia, el mas respetable
de todos los obispos, a quien todo el
ejército inglés [al que apelo en apoyo
de esta verdad] hacia la justicia de ve-
nerar por sus virtudes, alta gerarquia é
ilustración, pero lo que hace mas odiosa
semejante proposición es que estriba so-
bre un hecho falso. El comodoro que
no vio la acción de la Reconquista po-
dría disculparse de los demas hechos
que falsamente cita por haber sido mal
informado; pero habiendo vivido mas
de un mes en Buenns Aires ¿como pudo
no acordarse, que la catedral no tiene
torres mas que en el papel hasta ahora?
¿quién no se llenará de rubor al ver se-
mejantes falsedades ntentativus a! deco-
ro ile su nación, á la que injuria con en-
gañarla ?
■ ■ _ ■_
- 24 -
izó en el fuerte á ia una del dia.
En un momento los enemigos en
número de diez mil fueron á la
plaza mayor, apresurándose teme-
rariamente del modo mas injurio-
so para llegar al fuerte, haciendo
fuego á nuestros soldados que es-
taban sobre el baluarte. Con es-
treñía dificultad pudieronser con-
tenidas las tropas británicas que
estaban ansiosas de salir á vengar !
este insulto. El jeneral Beresford
fué obligado á decir á los oficiales
españoles, que si sus soldados no
se retiraban dentro de un minuto
se veria obligado por una simple
medida de seguridad á arriar el
pabellón parlamentario, y reco-
menzar las hostilidades. Esta fir-
meza tuvo el deseado efecto, y en-
tonces envió sus condiciones al
jeneral español á las cuales este
prontamente accedió. Yo envío
(o) Aquí se apura el jénio inventivo
del comodoro para llevar adelante su
plan de falsedad. Omite lo que hace
mas honor al jefe ingles, y suple de su'
cabeza falsedades á verdades de hecho.
El jeneral Beresford, viéndose rechazado
en los cuatro puntos de nuestros ataques
con el mayor vigor, muerto á su lado
bajo del arco grande de la receba su
ayudante Kennte, y conociendo ser vana
su resistencia, hizo señal de retirada,
que se efectuó por su tropa en buen or-
den retirándose el último al fuerte con la
mayor serenidad en medio del mas vigo-
roso fuego: entrado en el fuerte inar.dó
inmediatamente izar la bandera blanca,
la que de pronto no se vtó por el denso
liiimo de la pólvora, y por consiguiente
mis tropas siguieron tirando, y trataban
de asaltar el fuerte. Sin embargo luego
que me cercioré sobre la bandera parla-
mentaria, despaché mi ayudante do cam-
po D. Ilarion de la Quintana al jeneral
ingles, al quo halló sumamente perplejo
por su situación; y viendo el enardeci-
miento de mi tropa, y ol trabajo que coa-
tina copia do la capitulación, y con-
fio que el alto é independiente len-
guaje en que está concebida, y los
términos dictados por el jeneral
Beresford á un oficial á la cabeza
de una inmensidad de jenteje ha-
rá infinito honor en Inglaterra, v le
merecerá de S. M. la mas gra-
ciosa aprobación de su conduc-
ta (o).
He recibido y acompaño una
lista de los muertos y heridos, por
la cual aparece que fueron dos
oficiales, dos sarjentos, y cuaren-
ta y tres soldados muertos: ocho
oficiales, siete sarjentos. y noven-
ta y dos soldados heridos, y nue-
ve estraviados, haciendo en todo
ciento sesenta y cutítro: y casi to-
dos estos accidentes desgraciados,
han sido ocasionados de los habi-
tantes en lo alto de las azoteas de
las casas é iglesias: los enemigos
tuba á ¡os oficiales el contenerla, mi
ayudante de campo repitió varias ve-
ces que solo á discreción admitiría
su rendición, y considerando que en
su situación no le quedaba ya otro
partido mandó arriar la bandera blanca
é izar la española, saliendo después del
fuerte para encontrarse conmigo, que le
dije que en atención á su bizarra defensa
le concedía á él y á su guarnición los
honores de la guerra, efectuando inme-
diatamente el evacuar el fuerte y entre-
gar sus armas á la puerta del cabildo.
Esta es la inera verdad, y todo lo que
dice Sir Home Popham en este parágrafo
es enteramente falso, contradictorio y ri-
dículo: ¿corno dice que el jeneral Be-
resford vio frustrados sus deseos de una
acción jeneral en la gran plaza, diciendo
poco después que esia se llenó de jeute?
¿que el pequeño ejército ingles caía bajo
tiros de soldados invisibles, habiendo di-
cho poco antes que ocupaban todas las
azoteas de casas é iglesias? Ultimamen-
te repugna 4.la:razoa,- j^-sonroja efvcr-
tal conjunto de embustes.
- 25 -
confiesan haber perdido setecien-
tos hombres entre muertos y he-
ridos en el breve conflicto de las
calles; y sino hubiera sido por los
habitantes, yo no tengo la menor
duda que las tropas españolas ha-
brían sido completamente derro-
tadas, aunque fuesen siete veces
mas que las fuerzas británicas (p).
Nada mas difícil que dar á su se-
ñoría una idea del número de
hombres armados; pero por ulte-
riores noticias que tuve, supe que
Pueyrredon,y otro principal per-
sonaje agregado á este complot
reunió hasta 10,000 hombres en
las inmediaciones de la ciudad:
Liniers pudo juntar de 700 á mil
sin contar los de mar, y la ciudad
proveyó armados de diferentes
maneras, pasados de 10,000 hom-
bres, bajo una secreta intelijen-
cia con los majistrados, compo-
niendo entre todos un número de
mas de 20,000 hombres el ejérci-
to que se opuso al de S. M. B. (q).
Nota . — Lo demas de la carta
del comodoro se reduce á alaban-
zas de algunos oficiales de mari-
(n) Difícil serin de ponderar la mali-
cia, la fa sedad y la despreciable jactan-
cia de este parágrafo, y yo tengo datos
lijos de que la pérdida de los ingleses
pasó de 400 hombres, nohabiendo llegado
la nuestra á 200; pero en la hipótesis que
hubiésemos perdido los 700 que supone,
naturalmente los habrían mueito por arte
ni ;i jico, pues sienta la proposición, que
las tropas inglesas la esperimentaban por
entes invisibles. El acumular las des-
gracias de muertes sucedidas solo al pue-
ble, encierra el pensamiento mas atroz,
pues solo puede ser con el fin de provo-
car contra él la ira de su nación eil el
caso que la volviesen á invadir. En cuan-
to _á Ja, jactancia de que unjnglea puede
' batir á r 5ii*fe cspafíbles, semejante jnopó-
!
na, y concluye diciendo que sen-
tirá por los informes tal vez poco
seguros haber faltado á exaltarlo-
do el mérito del jeneral Beres-
ford, pero que desea ocasión do
descubrir algún otro mérito suyo
para darlo á luz: rasgo de refina-
da adulación; pero no puedo me-
nos que concluir haciendo repa-
rar, que esta reflexión que hace
Sir Homo Popham de que los in-
formes que tuvo podian no ser ve-
rídicos, hace poco honor al mayor
Tolle, quien le llevó los pliegos
del mayor jeneral Beresford que
dice haber recibido el 17.
Por todo lo que acabo de ale-
gar en oposición á los groseros
embustes de Sir Home Popham,
apelo al conocimiento de este
gran pueblo, majistrados y mili-
tares, todos fieles testigos de cuan-
to ocurrió en la Reconquista.
Buenos Aires, 30 de junio de
1807.
SANTIAGO LINIERS.
sicion es tan ridicula como despreciable.
Yo soi de sentir que un hombre libre de
cualquiera nación vale por otro hombre
de igual clase; y aun me atrevo á afir-
mar, que un español quo sirva á su reí
por nm<*r, defiendo su relijinn, su fami-
lia, su patria, sus propiedades, por los
principios de honor que lo son caracte-
rísticos, vale por veinte mercenarios in-
morales, contenidos solo bajo de sus ban-
deras por la disciplina mas feroz de que
no hai ejemplo entre ninguna de las na-
ciones antiguas y modernas.
(q) En Jas notas k y n demuestro la
falsedad de esto número de tropas que
solo exajeró el verídico comodoro de
mas diez á uno.
No obstante que la precedente
notado Sir Pophatn se versa prin-
cipalmente acerca de la Recon-
quista, lo cual pertenece á la se-
gunda parte de este libro, la he-
mos incluido en la primera, que
pertenece á la Conquista y ocu-
pación británica, á causa de que
en ella, según se habrá observado,
se menciona mucho relativo á es-
ta; y á causa también de no ser
ella necesaria para lo que es his-
toriar la Reconquista; pues á este
respecto, existen muchos y ve-
races documentos, como se verá
en breve en la secunda parte.
Al hablar Sir Popham de la
ocupación y de la política de
aquella administración, menciona
varios actos ó disposiciones de
ella. Nos parece que ¡os prin-
cipales son los contenidos en los
documentos siguientes, impresos
todos en aquellos diasen Buenos
Aires. Ellos muestran efectiva-
mente que aquel gobierno de un
mes, no puede ser tachado de
poco liberal ni de opresor, y re-
velan una ansia manifiesta por
complacer y atraerse al pais.
“ Declaraciones hechas por el go-
bernador británico , inmediata-
mente de tomar la ciudad.
"Guillermo Carr Berresforri, mayor jene-
r»l, comandante en jefe de las fuerzas
de S. M. B. empleadas en la costa del
Este de la América del Sur, y gober-
nador de Buenos Aires y todas sus
dependencias.
“Hallándose la ciudad de Bue-
nos Aires y sus dependencias su-
jetas ahora á S. M. R. por la
enerjía de las armas de S. M., el
mayor jenera! con el objeto de es-
tablecer una perfecta confianza
en la liberalidad y rectitud del go-
bierno de S. M., y tranquilizar
los ánimos de todos los habitan-
tes que están al presente en la
ciudad, ó de aquellos que, de
aprensión de las casualidades je-
nerales de la guerra, hayan salido
de ella, juzga que es indispensa-
ble proclamar, sin perder un mo-
mento de tiempo, “Orne es la mas
graciable intención de S. M.,que
la jonte de Bs. As. y cualesquie-
ra otras provincias en el Rio de
la Plata, que pueden eventual-
mente caer bajo su protección,
gocen del entero y libre ejercicio
de la relijion católica, y que se
prestará todo respeto ásus santos
ministros.
“Q,ue los tribunales de justicia
continúen el ejercicio de sus fun-
ciones en todos los casos de pro-
cedimientos civiles y criminales,
refiriéndose al mayor general en
aquellos en que se hacia al virei en
anteriores ocasiones, garantien-
do el mayor jeneral, en lo que
dependa de él, todo se hará para
traer los procesos á su pronta y
justa sentencia.
“Toda propiedad privada de
cualesquiera descripción recibirá
su mas amplia protección, y todo
lo que pueda pedirse por las tro-
pas, ya sean víveres ú otros artí-
culos, se pagarán inmediatamen-
te á los precios que prefije el Ca-
bildo.
,
- 27 -
“Por lo mismo el mayor jeneral
invoca al I lio. Sr. Ohispo, sus
coadjutores, y órdenes eclesiásti-
cas, fundaciones, colejb'S, jefes
de las corporaciones, mayor, al-
caldes de la ciudad y barrios, pa-
ra que hagan entender á los habi-
tantes en jeneral, que serán siem-
pre protejidos en la relijion y pro-
piedad. y que serán gobernados
por sus propias leyes municipales
hasta qtie se sepa la voluntad de
S. M. B.
“El mayor jeneral juzga nece-
sario el hacer saber al ínteres je-
neral y comerciantes del país, que
es la mas graciable intención de
S. M. que se abra un comercio
libre y permitido á la América del
Sur semejante al que disfrutan
todas las otras colonias de S. 1YI.
particularmente la isla de la Tri-
nidad, cuyos habitantes han co-
nocido los beneficios peculiares
de estar bajo el gobierno de un
soberano bastante poderoso para
protejerlos de cualesquiera insul-
tos, y bastante jeneroso para dar-
les aquellas ventajas comerciales
de que no podrían gozar bajo la
administración de ningún otro
país.
“Con la promesa de tan ríjida
protección á la relijion dominan-
te del país, y el ejercicio de sus
leyes civiles; confia el mayor je-
neral, que todo buen ciudadano
se unirá con él en sus esfuerzos
para mantener la ciudad quieta y \
pacífica, pues pueden ahora gozar ¡
un comercio libre, y todas las ven-
tajas de las relaciones mercanti-
les con la Gran Bretaña, en don-
de no hai opresión, que, como en-
tiende, ha sido lo único que han
deseado las ricas provincias del
Rio de la Plata y los habitantes
de la América del Sur en jeneral
para hacerlas el país mas próspe-
ro del mundo.
“El mayor jeneral no tiene
ahora mas que acudir á los ma-
jistrados, para que estos lo hagan
saber á los diferentes labradores
y hacendados d$l país, é inducir-
les á que traigan á las plazas y
mercados víveres y vejetables de
toda especie, que se les pagarán
inmediatamente, atendiendo sin
demora á las quejas que se den.
“Habiendo entendido el mayor
jeneral que algunos de los dere-
chos ahora existentes son mui
gravosos á las empresas comer-
ciales, ha determinado aprove-
charse de la mas pronta oportu-
nidad, para informarse de este
particular de comerciantes mas
instruidos del país, y entonces
hará aquellas reducciones ó reba-
jas, que parezcan mas conducen-
tes al ínteres del país, hasta que
se sepa la voluntad de S. M. B.
“Dado en esta fortaleza á28 de
junio de 1896.
“Dios guarde ai Rei de la
Gran Bretaña. ,
“Guillermo Carr Berresfokd,
"Mayor jeneral y gobernador .
9
-2 8 -
Condiciones concedidas á los ha-
bitantes de la ciudad de Bue-
nos Aires y sus dependencias
por los jenerales en jefe de la
fuerza de mar y tierra de Su
Majestad Británica.
“1. ° Se permite á las tropas
del servicio de S. M. C. que es-
taban en la ciudad al tiempo que
entraron las de S. M. B. juntarse
en esta fortaleza, y salir de ella
con todos los honores de guerra,
rindiendo entonces las armas y
quedando prisioneros de guerra;
pero los oficiales que sean natu-
rales de ia América del Sur, ó
casados con nativas del país, ó
domiciliados en él podrán conti-
nuar residiendo aquí mientras se
conduzcan como buenos vasallos
y ciudadanos, jurando fidelidad á
S. M. B. ó podrán ir á la Gran
Bretaña con los debidos pasapor-
tes, dando previamente- su pala-
bra de honor de no servir hasta
que se haga el canje regular.
“2. 0 Toda propiedad privada,
de buena fé, perteneciente á los
empleados así militares, como ci-
viles del gobierno anterior, á los
magistrados y habitantes de esta
ciudad y sus dependencias, al
Illmo. Sr. obispo, clerecía, igle-
sias, conventos, monasterios, co-
lejios, fundaciones, y otras insti-
tuciones públicas de esta clase,
permanecerán como siempre li-
bres, y en nada se les molestará.
“3. ° Toda persona de cual-
quiera clase y condición que sea,
de esta ciudad y sus dependencias
será protejida por el gobierno bri-
‘ ‘ Terms granted to the Inhabitans
of Buenos-Aires and its depen-
(lenties by the Commanders in
Chief of His Britannick M a -
jestys Forces by Latid and sea.
“1. ° The troops belonging to
His Catholick Majesty, who
were in the Town at the
time of the entry of the British
troops, sha II be allowed to meet
in the Fortress of Buenos Aires,
march out of the Fort with al I
the honors of war, and shall then
lay down their arms, and become
prisioners of war: but such ofli-
cers as are natives of the Coun-
try, or regularly domiciliated,
shall be at liberty to continué
here so long as they behave them-
selves as becometh gnod subjects
and Citizens, taking the Oath of
allegiance to his Britannick Ma-
jesty, or proceed to Great Bri-
tain wilh regular pasports having
previously passed their parole of
honor, not to serve untill they
are regularly exchanged.
“2. ° All bonafide prívate pro-
pcrty , eiíher belonging to the Ci-
vil or military Servants of the late
Government, to the magistrates,
Burghers and Inhabitants of the
town of Buenos- Aires, and its de-
pendencies, to the íllustrious the
Bishop, the Clergy; to thechur-
ches, monasteries, colleges, foun-
dations and other pubhck insti-
t utions of t hat Kind, shall reinain
free and unmolested.
“3* ° All persons of every des-
cription belonging to ibis City
and its dependencies, shall recei-
ve every protection from the
-2 9 -
tánico, y no se les forzará á to-
mar las armas contra S. M. C.
ni persona alguna de la ciudad, y
sus dependencias las tomara, ni
obrará hostilmente contra el go-
bierno ó tropas de Su Majestad
Británica.
“4. ° El ilustre Cabildo con
todos sus miembros, y los habi-
tantes conservarán todos los de-
rechos y privilejioa de que han
gozado hasta ahora, y continua-
rán en el pleno y absoluto ejerci-
cio de sus funciones legales, así
civiles, como criminales, bajo to-
do el respeto y protección que se
les pueda dar por el gobierno de
Su Majestad Británica basta sa-
berse la voluntad del Soberano.
“5. 0 Los Archivos públicos
de la ciudad tendrán toda protec-
ción y ayuda del gobierno de Su
Majestad Británica.
‘‘6. ° Quedan como hastaahora
los varios derechos é impuestos,
que exijían los majistradosy ofici-
nas recaudadoras; quienes cuida-
rán por ahora para recolectarlos,
y aplicarlos del mismo modo y á
igual efecto que antes, por el bien
jeneral de la ciudad hasta saberse
la voluntad de S M. B.
“7. ® Se protejerá el absoluto
pleno, y libre ejercicio do la San-
ta Relijion Católica, y se presta-
rá el mejor respeto al Illmo. Se-
ñor Obispo, y todos sus veneran-
dos ministros.
“8. ° La Curia Eclesiástica
seguirá en el pleno y líbre ejer-
cicio de todas sus funciones y pre-
cisamente en el mismo orden que
antes.
British Government and they shall
not be obliged to bear arms
against His most Catolick majes-
tv, ñor shali anv person vvhatever
iu the City, or its dependencies
take up arms, or otherwise act
inimicably against His majestys
troops or GovernmHiit.
“1. ° The Cabildo Magisírates
Burghers and Inhábil ants shall
preserve all íheir Rights and pri-
viledges which they ha ve enjoyed
hitherto and shall continué in fu 1 1
&, fi ee exercise of their legal
functions hoth Civil and criminal
under all the respect and prolec-
tion that can he offorded them by
His Majestys Government untill
His Majestys pleasure is knovvn.
“5. ° The publick Archives of |
the tovvn > h a. 1 1 receive every pro-
tection from His Bntarinic Ma-
jestys Government.
“6. ® The difforent Taxes &,
duties levied by the Magistrales
to rernain for the present, and to
be collected by them in the sanie
manner and applied to the same
parpóse as heretofore for the ge-
neral good of the City, untill His
Majestys pleasure is Khown.
“7.° Every protection shall be
given to the ful! andfree exercise
of the Holy Catholick Religión,
and all respect shevvn to the most
Illustrious the Bishop and all the
holy Clergy.
“8. c The eclesiastical Court
shall continué in the fu 1 1 &, free
exercise of all its functions &, be
precisely on the same footirig as it
vvas heretofore.
- 30 -
‘*9. 0 Se conceden gratuita- j
mente, á sus dueños, todos los '
buques del tráfico de la costa del
Rio, según la proclamación del
30 del próximo pasado.
“10° Toda propiedad pública
de cualquiera clase que sea, per-
teneciente a los enemigos de Su
Majestad Británica, se deberá
fielmente entregar á los apresa-
dores; y así como los jenerales
en jefe se obligan á hacer cumplir
con exacta escrupulosidad todas
las condiciones anteriores para el
beneficio de la América del Sur,
así el ilustre Cabildo v Tribuna-
les se obligan de su parte á ha-
cer que esta última condición se
cumpla, fie!, debida, y honora-
blemente.
“Dada con nuestro Sello y
manos en esta Fortaleza de Bue-
nos Aires hoi 2 de julio de 1806. —
José Ignacio de la Quintana . —
( Sello).
“9. ° The coasting vessels in
the River will be given up to their
Owners acording to a proclama-
tion issued the 39 ultimo.
“10° All pubiick property of
every description beloogiug to the
enemies ofHis Britannick JVIa jes-
ty shall be faithfully delivered up
to the captors; anU as the Com*
manders in Chiefbind themselves
to seo the fulfillment of all the
preceeding articles for the bene-
fit of South America, so do the
Cabildo and magistrales bind
themselves to see that this last
article is faithfully and honorably
complied with.
“Given under our hands &, seáis
in the Fortress of Buenos- A ¡res
this sccond day of July 1898 —
W. C. Berresford, Mayor Gene-
ral — (Seal) Home Popham, Com-
modore Commanding in Chicf. —
(Seal)
Witness the above signatures.
Testigos de las firmas de arriba — Francisco de Lecica:
Anselmo Scienz Valiente.
‘‘ Orden imponiendo á los esclavos
obediencial luida sus amos; y
prescribiendo la apertura de
tiendas , pulperías §a.
"Guillermo Carr Berresfml, mayor .¡ene-
ral; Comandante en Jefe de las fuer-
za* de S. M. B. empleadas en la Cos-
ta del Este de la América del Sur, y
Gobernador de Buenas Aires y todas
«us dependencias.
“Q,ue habiéndose notado en la
ciudad que los negros y mulatos
esclavos, después de tornada la
plaza han pretendido y pretenden
sacudir la subordinación á que
por su estado están ligados, fal-
tando á la obediencia que deben á
sus respectivos amos, y negándose
á todos aquellos ejercicios, en que
por su constitución han sido em-
pleados hasta hoi; se les haga en-
tender que permanecen en el mis-
mo estado en que estaban, sin va-
riación alguna, que deben estar
sujetos á sus amos, obedecerlos
en un todo con absoluta subordi-
nación, y no andar ociosos por las
calles, bajo las mas rigorosas pe-
nas que tenga á bien imponer e|
Ex mo. Si*. Mayor Genera! Bri- I
tánico.
“Q,ue habiéndose notarlo esca-
sez fie todo en los renglones ríe
abasto y ciernas necesario en la
ciudad, por estar, a causa de
cierto sobresalto, cerradas las
tiendas de mercancías, almacenes,
pulperías y de menestrales, y ofi-
cios mecánicos; se les prevenga
las abran, haciéndose entender
que por haberse tomado-la plaza,
no debe en esto hacerse novedad,
ni po*’ el hecho de abrirlas se les
seguirá perjuicio, antes bien todo
lo contrario; designándose las mas
rigorosas penas que juzgue opor-
tunas el Ex;no. Sr. Mayor Jene
ral contra toda persona de cual-
quiera calidad y condición, aun
(le la tropa británica, que atrope-
lle, insulte de palabra ú obra, ó
infiera el mas leve perjuicio á di-
chos tenderos, pulperos, almace-
neros y menestrales.
“Guillermo Carr Bkrresford,
“ Mayor jene^al y gobernador."
Orden de entrega de armas.
“Guillermo Curr Berrosford, Mayor Je*
nerul, Comviudnnte .en Jefa de la?*
fuerzas de S. M B., empleadas en la
Costa del Este de la América del Sur,
•y Gobernador do Buenos-Aires y sus
dependencia*.
“Habiéndose hecho saber al í
Exmo. Sr. Gobernador, que aun
que por su orden, se dio noticia
por el Cabildo de esta ciudad,
que toda persona de cualesquiera
condición, que tuviese armas, mu-
niciones, ú otros pertrechos de
guerra perternecientes á S. M.
C., ó que se hubiesen entregado
por mandado de su gobierno an-
31 -
tenor las devolviese inmediata-
mente á los alcaldes de barrio, las
armas no se han devuelto, el
Exmo. Sr. Gobernador tiene por
justo mandar por esta proclama-
ción, que todos los que tengan ar-
mas &,a de aquella descripción
las entreguen á los alcaldes de sus
respectivos barrios, bajo el con-
cepto de que el que no lo verifi-
que hasta el 12 del corriente mes,
y se le encuentren las armas ¿La,
será castigado, pagando doscien-
tos pesos de multa, por cada ar-
ticulo de aquellos que se le en-
cuentren.
“Dada en Buenos Aires á 7
de julio de 1808.
“Por orden del Exmo. Sr. Je-
neral y Gobernador.
“Geo. W 1 "*. Canvet,
“ Secretario Militar."
Penas contra los que incitan ó
ausilian la deserción de solda-
dos ingleses.
“Guillermo Carr Berresfard, mayor jene-
ral, Comandante (le las fuerza* de
S. M. B. empleadas en la Costa
Oriental de la América del Sur, y
Gobernador de Buenos Aires y todas
sus dependencias.
“Habiéndose probado sin la
menor duda que muchos habitan-
tes de esta ciudad y otros de la
campana están poniendo en uso
torio medio para inducir á los sol-
dados y sujetos ingleses á que de-
sistan de su fidelidad, y deserten
sus banderas. El Mayor J eneral
hace saber por esta proclama,
que cualquiera habitante ú otro
que sea descubierto, empeñándo-
se en seducir así á algún soldado,
ó sujeto ingles, será castigado in-
- 32 -
mediatamente con pena de muer-
te; que cualquiera persona que re-
ciba, dé acojida, ó ampare de al-
quil modo á algún soldado, 6 ma-
rinero ingles en su designio de
desertar, é internarse en el país,
será castigado con la misma pena
de muerte, ofreciendo el mayor
jeneral la recompensa de cien pe-
sos á cualquiera que dé aviso de
alguno que reciba, dé acojida,
ampare ó tenga parte en la deser-
I cion, ó huida al interior del país
de algún soldado ó sujeto ingles;
y cualquiera que se vea en com-
I pafiíu de soldado, marinero, 6 su-
jeto de esta descripción se consi-
derará como cómplice. Y previe-
ne el mayor jeneral á todos los
habitantes, que cuiden de su con-
ducta en lo que respecta al obje-
to de esta proclama, pues ha to-
mado tales medidas, que hará se
castiguen aquellos que procuren
seducir ó seduzcan á los sujetos
de S. M. B.
“Cuidarán todos I 03 oficiales
militares y civiles, así en la ciu-
dad como en sus dependencias,
de asegurar y arrestar á todos los
soldados ó marineros ingleses, y
á los que los acompañen, ó los
hayan auxiliado en su fuga, re-
mitiéndolos con la custodia sufi-
ciente á este Fuerte de Buenos
Aires.
“Buenos-Aires 19 de Julio de
1808.
“Guillermo Carr Berresford,
”J\Iayor Jeneral.
“Por orden de S. E.
-é
“Geo W. Kevnett.
“ Secretario Militar.”
^ ■
Libertad de comercio de Bue-
nos Aires al igual de las de-
mas colonias británicas — De-
rechos de aduana sobre pro-
ductos británicos , y de estos
países.
“El Comandante británico con
el fin de que el comercio de esta
plaza pueda tomar toda la activi-
dad do que son susceptibles las
presentes circunstancias del país,
no demorará por mas tiempo, la
publicación de las disposiciones
y reglamentos, que servirán de
norma para el gobierno de la
aduana de esta ciudad, hasta que
se sepa la voluntad de S. M. B.
no quedando duda que el gobier-
no británico formará otros mas
perfectos y mas benéficos á los
habitantes de estos países. Por
ahora se contenta el comandante
británico con manifestar al pue-
blo, que el sistema de monopolio,
restricción y opresión ha llegado
ya á su término; que podrá disfru-
tar de las producciones de otros
países á un precio moderado; que
las manufacturas y producciones
de su país están libres de la tra-
ba y opresión que las agobiaba,
y hacía no fuese lo que es capaz
de ser, el mas floreciente del mun-
do, v que el objeto de la Gran
Bretaña es la felicidad y prospe-
ridad de estos países.
“Con estas miras se han adop-
tado los reglamentos siguientes,
mandándose por esta á los oficia-
les de la aduana obren estricta-
mente conforme á su tenor.
“1. ° El gobierno británico no
| se x reserva pri vi lejío esclusivo pa-
ra la importación, exportación ó 1
venta do artículos do mercadería:
Por tanto, le es permitido á todo
individuo, el que importe, esporte
ó venda así tabaco, polvillo, nai-
pes, &a, como todo otro renglón
de mercadería, declarándose el
comercio do esta plaza libre y
ahierto, según las leyes de la
Gran Bretaña formadasy estatui-
das para sus otras colonias, pagan-
do los derechos establecidos por
este reglamento, hasta saberse la
voluntad de S. M. B.
“2. ° Toda mercadería, fruto,
manufactura, ó producción de la
Gran Bretaña, Irlanda, y sus co-
lonias pagaran á su introducción un
diez por ciento de derecho al rei,
y dos y medio al consulado.
“3. ° Toda mercadería estran-
jera, 6 que se importe en buques
de igual naturaleza pagará frece
por ciento de derecho real y dos
y medio de derecho consular.
“Los derechos citados se co-
lectarán según el arancel que es-
taba establecido antes en la adua-
na, y por las mercaderías, frutos
&a, que no se especifican en
dicho arancel, se hará la exacción
del derecho conforme al avalúo
que haga una persona ¡ntelijente.
“4. c Tabaco en hoja ó torci-
do, viniendo de ultramar, á su en-
trada ocho reales por arroba de
de derecho real, y tre.s de muni-
cipal, regulándose para la exac-
ción del derecho consular á ci a-
tro pesos por arroba.
“5 o Todo tabaco en polvo pa-
gará de derecho real dos reales
por libra y un real por el muni-
cipal; avaluándose á dos pesos la
libra para el pago del derecho
consular.
“6. 0 Tabaco ó polvillo no in-
troducido por sujetos británicos ó
en sus. buques navegados seguri la
lei, pagará ademas de los dere-
chos precitados diez por ciento de
derecho real, regulándose la libra
en dos pesos.
“7. ° Tabaco del reino á su in-
troducción cuatro reales por ar-
roba de derecho real, y dos rea-
les de derecho municipal.
“8 ° Vino de Chile, á su intro-
ducción pagará cuatro por ciento
al rei, sobre el valor de diez pe-
sos cada barril y este un real de
derecho municipal.
“9. ° Aguardientedel reino do-
ce reales por barril de derecho
real, y tres reales por el munici-
pal, y seis pesos por pipa para el
hospital de hombres y el de mu-
jeres, quo se aplicarán dos tercios
á aquel y uno á este.
“10° Yerba del Paraguay á
su introducción dos reales por
tercio y á su estraccion para el in-
terior dos reales por tercio, y cua-
tro por ciento mas sobre el valor
de diez pesos cada lino, y dos
reales de derecho municipal.
“11° Cueros al pelo, pagarán
siendo espertados por sujetos bri-
tánicos ó en sus buques destina-
dos á la Gran Bretaña ó Irlanda,
cuatro por ciento de derecho real
y dos medio de consulado, sobre
el valor de ocho reales cada uno;
y un real por cuero de derecho
municipal.
“12. ° Cueros de caballo á su
esportacior» por sujetos británicos
ó en sus buques destinados- á la
Gran Bretaña pagaran cuatro por
ciento de derecho rea!, y dos y
medio de consulado, regulándose
para la exacción de estos dere-
chos á tres reales cada cuero: y
medio real mas de derecho muni-
cipa!.
“Cuando sean esportados por
estranjeros ó en buques estranjo-
ros pagarán un diez por ciento
adicional de derecho real.
“13° Sebo y demás artículos,
. frutos, producciones ó manufac-
turas de las que han sido y conti-
núan siendo posesiones españo-
las en la América del Sur paga-
rán á su esportacion por sujetos
británicos ó en sus buques desti-
n idos á la Gran Bretaña ó sus
Colonias, cuatro por ciento de de-
recho real y (ios y medio de con-
sulado.
“14. ° Cuando se esporteo por
estranjeros diez por ciento de de-
recho real, y dos y medio de con-
sulado.
“15 ° Se haco saber por esta,
que escepto en los artículos que
están en el precedente Reglamen-
to específicamente mencionados,
todos los derechos que había im-
puestos antes en las mercaderías
viniente» délas provincias interio-
res ó por los rios Paraná, y Uru-
guay á esta ciudad, quedan aboli-
dos, y ningún derecho se ha de
exijir por entrar á Buenos Aires.
Dé ¡g ual modo y con escepcion |
del pequeño derecho en la yerba,
toda mercadería será de aquí en
adelante libre de pagar derecho ó
impuesto á su salida de Buenos
Aires; pues la exacción de dere-
chos ha de ser únicamente en la
importacionó esportacion, desem-
barque de puertos de ultramar ó
que no sean este, y embarque
á ellos. '
“16. ° La plata, y oro sellado,
6 en pasta pagará de salida por el
nacional medio por ciento de con-
sulado; y por extranjero, cuatro
por ciento de derecho real y me-
dio de consulado.
“Buenos Aires, Agosto 4 de
1806. *
“W C. Berrf.sford,
“ Mayor J eneral.”
APENDICE.
Al dar el parte oficial de Sir
Popham á su gobierno, debimos
preferir, como lo manifesta mos,
la edición de Buenos Aires; tanto
por ser de Buenos Aires y de
aquella fecha, cuanto porque de
otro modo, no habríamos podido
dar cabida á las notas impugnati-
vas del capitán j eneral Liniers.
Allí nose espresa de donde toma-
ba este el parte: pero nos parece
incuestionable que lo tomaría de
la publicación oficial que de él
acababa de hacer el gobierno in-
gles en la Gaceta de Londres ,
según el testimonio del Sr. D.
Manuel Moreno, en su Prefacio
ya citado.
Ahora es de nuestro deber ad-
vertir aquí con aquel, que el go-
bierno ingles, que conocía el ca-
rácter exajerador del Comodoro,
- 35 -
creyó deber pasar por alto mu-
chos párrafos de su oficio.
Mas posteriormente, relevado
Sir Popham y llamado á Ingla-
terra, se le siguió un juicio — que
fue publicado — y del cual, en nu-
estro sentir, salió mucho mejor de
lo que dehiera.
Sin embargo: algo resentido en
su amor propio, insertó, en una
segunda edición de aquel proceso,
su oficio íntegro, y tal cual lo ha-
bía pasado á su corte. Si el bri-
gadier Liniers lo hubiera conoci-
do, su impugnación hubiera sido
mas estensa.
Cotejados ambos, se notan las
supresiones.
Presentamos pues á continua-
ción el publicado por Sir Po-
pham, y pondremos en letra bas-
tardilla los párrafos, periodos ó
espresiones que no se hallan en el
que ya conocemos.
“A bordo dol Diadema, Rio de la
Plata, 25 de Agosto, 1806.
Cuando los eventos de guerra
cesan de ser favorables á un ar-
mamento, considero que es el de-
ber de los oficiales que lo han
mandado el esponer con claridad
y precisión todas las circunstan-
cias que estén en su conocimien-
to, que ó por grados ó repentina-
mente hayan conducido á una mu-
danza de fortuna.
Siguiendo este rumbo, me asis-
te la confianza tle poder satisfacer
á'los Lores del Almirantazgo de
que los principios liberales y be-
néficos, bajo que se condujo el
gobierno del jeneral Berresford,
hacen mas honor á las armas de
S. M., y al carácter de la Gran
Bretaña, que si se hubiese valido
de los medios que estaban com-
pletamente á su alcance, y con
que podía seguramente aniquilar
todos los esfuerzos del enemigo,
y arrancar de la corona de Espa-
ña estos países, probablemente pa-
ra siempre.
Por o tro lado, la reconquista
de Buenos Aires ha sido mancha -
da con actos tan premeditados de
traición y perfidia, que es impo-
sible hallar otro ejemplo en los
anales de la historia, y estoi se-
guro será en adelante un motivo
para todo oficial ingles para des-
confiar de cualquier tratado con
los españoles , por sagrado que
sea.
Los términos de la convención
fueron firmados en 2 de julio
[ después de ser detenidamente dis-
cutidos en el Cabildo por el an-
terior comandante en jefe de las
fuerzas de S , M. C., los funcio-
narios públicos, los delegados
eclesiásticos, y los representantes
del pueblo — cuando se promulga-
ron, fueron recibidos con las de-
mostraciones de una viva alegría ;
y nadie manifestó mas gozo que
las mismas personas, que violan-
do después la fé de sus empeños ,
se hicieron los conspiradores prin-
cipales para derrumbar un go-
bierno, que acababan de ayudar
á levantar y establecer.
- 36 -
Los hijos del país habían creí-
do que el objeto de esta espedicion
se dirijía principalmente á decla-
rar su independencia; los negros
pensaban que ella venía á darles
libertad ; y si el jeneral Berres-
I ford se hubiera considerado con
autoridad 6 razón para confir-
mar una ú otra de estas proposi-
ciones , , ninguna tentativa se ha-
bría hecho para quitarle esta
conquista.
La última idea había ínfundi-
do una grande alarma; y Pueir-
redon (uno de los miembros de la
municipalidad) que parece haber
sido el gran órgano ríe la revolu-
ción, y que por cierto se mostró el
mas empeñoso en redactar la con-
vención , me interpeló con especia-
lidad á que considerase la ruina
que amenazaba al país , si no se
tomaban inmediatamente provi-
dencias para suprimir la ilusión
de los esclavos. El tenía motivos
personales de saber las malas
I .consecuencias de la opinión que
prevalecía , y temía mucho que se
aumentasen por la menor de-
mora.
A virtud de este informe el je-
noral Berresford no perdió tiem-
po en espedir una proclama , que
por sus efectos aquietó completa-
mente los temores de la ciudad.
Siendo ya evidente que no se
podía, declarar la independencia
de América; que los habitantes
debían contar con la protección
del gobierno de S. M. contra los
insultos de sus esclavos , de lo
cual se aprovecharon sin duda en
perjuicio nuestro; y que los prin-
cipios militares del jeneral eran
1 demasiado elevados para entrar
en ninguna negociación con los
indios , que recuerdan siempre la
estreñía perfidia de sus primeros
invasores: Pueirredon se entregó
entonces con gran arte y manejo
á preparar ai pueblo para una
insurrección jeneral.
Se reunieron y ocultaron ar-
mas en la ciudad; los desconten-
tos se juntaban todas las noches ,
y recibían las instrucciones del
citado individuo; y este levantó
toda la chusma del país con las
muchas cantidades de dinero que
se había procurado.
En la banda del norte del rio,
el coronel Liniers, oficial francés
al servicio de España, que había
sido juramentado, se ocupó con
suceso en reunir jente en la Co-
lonia. Esta persona , antes de vio-
lar su palabra y me había visto
frecuentemente para escita r mi
conmiseración háciasu numerosa
é indijente familia , declamando
en los términos mas acervos con-
tra el trato que había recibido
del gobierno español; y renun-
ciando toda intención de servirlo
mas, me rogaba que lo ampara-
se para dedicarse al comercio ,
cuya ocupación era la única que
le parecía elegible para poder
mantener á sus hijos.
A estos ejemplos de perfidia
podría añadir el de casi todos los
oficiales españoles juramentados,
y uno de ellos tuvo tan poco pun-
donor que fué el primero que vino
abordo del Diadema, á referir
esta infame ocurrencia, aunque
sabía que yo tenía en mis manos
I la firma que él había echado co-
- 37 -
mo prisionero de guerra.
La iglesia no se quedó atras
en fomentar el movimiento , y
también en ayudar á él, sesun
creo: en suma , ha habido una in-
fracción atroz y pérfida de aque-
lla fé que la lei de las naciones
declara ser sagrada,
Sh organizó un sistema Ha ter-
ror; y toda persona que rehusaba
cooperar 4 esta conspiración, era
amenazada de muerte.
Esto lo he averiguado por con-
ductos que merecen toda con-
fianza. El progreso de la revolu-
ción fue tan rápido desde sus pri-
meras señales, que recien el 31
de julio supe por un despacho del
Jeneral, que me llegó á la Ense-
nada, 4 mi vuelta de Montevideo,
que por las noticias que había re-
cibido, estaba temeroso de que
muí pronto iba á estallar una in-
surrección.
Al mismo tiempo fui informado
por el capitán Thompson que diez
y siete buques enemigos acaba-
ban de arribar á la Colonia, y ha-
biendo rumores de que aquella
fuerza iba á ser considerablemen-
te aumentada desde Montevideo,
despaché mis órdenes pa a que e!
Diadema viniese á la Ensenada,
y que el capitán King del Diade-
ma trajese los pocos marinos que
quedaban, las dos compañías de
azules y la (lernas jente que fue-
se posible sacar de los buques,
con el objeto de armar algunas
embarcaciones, y atacar al ene-
migo en la Colonia, pues no era
dable estorbarle que cruzase el
rio con viento favorable.
El 1 . ° de agosto, á la tarde, el
Leda ancló fuera de Buenos Aí-
res como 4 distancia de 12 millas,
y apenas lo permitió el tiempo,
¡ fui el dia 2 á tierra en un bote, y
hallé que el jeneral con 500 hom-
bres acababa de dispersar una reu-
nión como de 1,500 españoles,
que se había formado 4 cinco le-
guas de la ciudad, tomando al
enemigo algunos cañones, creo
que en número de nueve piezas, y
varios prisioneros.
El 3 intenté volver al Leda en
el Encounter que 4 este fin habia
acercado á la playa el capitán
Honyman á pocas millas de dis-
tancia, con viento mui fuerte; pe-
ro habiendo arreciado este, no fué
posible ganar el barlovento.
El 4 por la mañana hubo gran
cerrazón, y aumentadose mucho
el viento, no se pudo levar el
ancla.
A eso de la tarde llegó el capi-
tán King en una galeota con 150
hombres del Diadema con el ob-
jeto de armar y dirijir algunas em-
barcaciones pequeñas que se ha-
bían reunido en el puerto, pero no
pudo entrar hasta el siguiente dia.
El 5 por la mañana, habiéndo-
se moderado el tiempo, conseguí
ir 4 bordo del Leda , y entonces,
recibí un parte del capitanThomp-
son avis4ndomo que el dia ante-
rior el enemigo habia pasado el
rio desde la Colonia, sin ser ob-
servado por ninguno de los bu-
ques, escepto la escuna del man-
do del teniente Herrick, que es-
taba fondeada en los bajos del pa-
saje h las Conchas y San Isidro,
pero el viento leste habia acumu-
lado tanta agua en el rio, que los
- 38 -
buques enemigos habían podida
navegar sobre el banco de las
Palmas, acortando así mucho su
derrotero.
El 6 y el 7 el viento se convir-
tió en uracan: la Leda estaba fon-
deada en cuatro brazas con dos
anclas, y sus masteleros calados.
El 8 supe por el capitán King
(cuya relación de lo ocurrido
del 5 al 12 tengo el honor de
acompañar) que cinco de nuestras
cañoneras se habían ido a pique
en su anclaje; que el IValker ha-
bía perdido el timón; y que los
botes y lanchas del Diadema y
Leda se habían perdido.
Los torrentes de lluvia que ca-
yeron durante el 6, 7, y 8 habían
hecho totalmente impracticables
los caminos sino es á la caballe-
ría; y por consiguiente el jeneral
Berresford se vio seriamente frus-
trado en su determinación de ata-
car al enemigo á distancia de la
ciudad; lo cual, si hubiese podido
conseguirse, no tengo duda que el
ejército hubiera dado una prueba
mas de su ardor é invencible es-
píritu. Sin embargo, el enemigo,
que tenía una abundancia inago-
table de caballos, sufría mui poco
inconveniente por el mal estado
de los caminos y por lo tanto pu-
do acercarse á la ciudad en varias
direcciones, sin dar á las armas
inglesas una oportunidad de ata-
carlo.
El 10 á la tarde, se intimó ren-
dición á la Fortaleza; yo bajé á
tierra al siguiente dia mientras
que el resto de nuestros buques
armados quedaban haciendo fue-
go á los puestos del enemigo. Su-
pe entonces que á mas del ejér-
cito español, que, dividido en va-
rias columnas, ocupaba las entra-
das de la ciudad, los habitantes
estaban todos armados, y se abri-
gaban en los techos de las casas
y de las iglesias, con el designio
do hacer una guerra de embos-
cada.
Bajo estas circunstancias, y la
manifiesta intención del enemigo
á evitar un encuentro, se deter-
minó embarcar los heridos aquella
minina noche, y cruzar el riachue-
lo retirándose hícia la Ensenada.
Poro esta medida se frustró en
gran parte por el tiempo, que se
descompuso mucho du dante la no-
che, y retardó el embarque. El
enemigo echó un número mayor
de jente en las casas é iglesias in-
mediatas á la fortaleza, y avanzó
por todas las calles que no esta-
ban bajo el poder de nuestros
fuegos: en su na, su objeto era
evitar por todos medios una ac-
ción jeneral, y colocar sus tro-
pas de modo que pudiesen hacer
fuego á las nuestras, al paso que
ellas estuviesen en perfecta se-
guridad.
El 12 al amanecer oí empezar
un fuego vivo desde los puestos
avanzados del enemigo, pero que
mui pronto fué contestado con
gran efecto por nuestra artillería,
que estaba colocada hacia las
principales callesque desmbocan
á la plaza mayor; y por algún
tiempo el enemigo, á virtud de su
inmenso número, mostró un ma-
yor grado de firmeza que en nin-
guna otra ocaciou, y se vino e.ici-
rna con tres piezas de artillería
I
- 39 -
que el coronel Pack del 71 le qui -
tó después de una carga. Con to-
do, á este momento, los techos de
las casas que dominan la plaza
mayor desde las calles inmedia-
tas, se coronaban de jente, moles-
tando considerablemente á nues-
tras tropas sin que estas pudiesen
defenderse. De esta manera el
enemigo dominaba también la for-
taleza, con el agregado de un ca-
non sobre las bóvedas de una
iglesia, lo que no puedo menos de
considerar como una mancha in-
deleble en el carácter del obispo,
no solo por su estado, sino por
las promesas que había hecho.
Yo me figuro bien la amargura
que sufriría en estos instantes el
jeneral Berresford. Desesperado
de inducir al enemigo á una ac-
ción jeneral en la plaza mayor
— su bravo y pequeño ejército su-
cumbiendo á toda prisa á tiros in-
visibles — la única alternativa que
se le presentaba para evitar efu-
sión inútil desangre, era una ban-
dera de parlamento, y esta se izó i
en el castillo á eso de la una de la
tarde.
En un instante se vieron cerca
de 10,000 hombres en la plaza
mayor, precipitándose del modo
mas audaz á entrar en el fuerte, y i
aún haciendo fuego á nuestros j
hombres, que se descubrían en los
baluartes; de modo que no fue sin y á no ser por la cooperación de
que bajar la bandera de parla-
mento por su seguridad, y volver
á comenzar las hostilidades. Esta
firmeza surtió efecto, y entonces
envió al jeneral español las con-
diciones para rendirse , y estas
fueron aceptadas en el acto.
Remito inclusa una copia de la
capitulación; y creo que el tono
elevado y firme en que está con-
cebida, no menos que los térmi-
nos dictados por el jeneral Ber-
resford á uri oficial á la cabeza de
millares (myriads) de hombres,
le harán infinito honor en Ingla-
terra, y le obtendrán de S. M. la
mas amplia aprobación de su con-
ducta.
He recibido, y también incluyo,
una relación de los muertos, he-
ridos, y prisioneros, de la cual
aparecen dos oficiales, dos sar-
jemos, un tambor, y cuarenta y
tres soldados muertos; ocho ofi-
ciales, siete sárjenlos, y noventa
y dos soldados heridos; y nueve
prisioneros; que hacen el total de
165; advirtiéndose que casi nin-
guna de estas desgracias habría
ocurrido sinó hubiese sido por la
jente en los techos de las casas y
de las iglesias.
El enemigo confiesa haber per-
dido cerca de 700 hombres entre
muertos y heridos, en la corta ac-
ción que tuvo lugar en las calles;
muchísima dificultad que se con-
siguió de las tropas británicas que
no vengaran este insulto. En rea-
lidad, el jeneral se vió obligado á
decir á los oficiales españoles que
si su jente no se retiraba en el
discurso de un minuto, tendría
los habitantes, no trepido en ase-
gurar que las tropas españolas ha-
brían sido derrotadas completa-
mente, aunque en número siete
veces mayor que las fuerzas in-
glesas.
Nada es tan difícil comodar una
12
- 40 -
idea á su señoría del número de
hombres armados; pero por los me-
jores informes que he podido ob-
tener, se cree que Pueirredon y
otros ajentes principales de este
complot, habían reunido de ocho
á diez mil hombres en la campa-
ña; que Liniers trajo consigo co-
mo unos ochocientos ó mil; y que
la ciudad suministró cerca de diez
mil hombres de todas armas reu-
nidos por los manejos secretos de
los majistrados.
Espero que sus señorías me
permitirán observar , que á pesar
del chasco que nos hemos dado en
la presente espedicion , la conquis-
ta de Buenos Aires fue ejecutada
de un modo altamente honorable
á los talentos y carácter militar
del j eneral Berresford ; y que la
bien merecida fama de su ejérci-
to ha sido realzada con su con-
ducta galante en la defensa de
la plaza; mientras que el pérfido
español hallará , por jooco que
piense , que su victoria ha sido
adquirida con mengua de su ho-
nor, , con infracción de todo com-
promiso nacional , y violando io-
do vínculo moral , de que ni la
sofistería ni el ejemplo del obispo
podrán nunca santificarlo .
Durante el breve espacio que
• hemos estado en posesión de esta
plaza , no se ha perdido oportu-
nidad de procurar todas las noti- \
cias posibles de sus productos y
recursos , que deben ser de mucho
uso en lo sucesivo; y estoi satis-
fecho que el golpe que esta espe-
dicion ha dado al comercio del
enemigo, le ha de ser sumamente
sensible á la madre-patria; al
paso que la consecuencia que
probablemente resultará de la du-
plicidad y mala jé de sus mismos
oficiales , debe ser sino me engaño ,
mucho mas seria todavía con re-
ferencia á sus futuros intereses
en estas colonias. Estos oficiales
armaron los habitantes sin dis-
tinción para contrarestar las
tropas inglesas , y ahora el pue-
blo rehúsa admitir al virei en la
capital; y aunque este ha reuni-
do un numero grande de partida-
rios , los otros están resueltos á
oponerse al restablecimiento del
gobierno español.
Mientras tuve el honor de estar
á bordo del Leda, tuve toda razón
de estar satisfecho de las celosas
atenciones del capitán Honyman,
de sus oficiales, y de su tripula-
ción, y no puedo menos queespre-
sar mi ardiente aprobación de la
conducta de todos los oficiales y
marinos que estuvieron constan-
temente empleados en los buques
menores y botes, sufriendo casi
toda clase de privaciones, y en los
tiempos rigorosos que hemos es-
perimentado los últimos diez dias.
Me asiste sin embargo el sen-
timiento de que mi situación me
haya impuesto el deber de hacer
esta relación á sus señorías, es-
pecialmente porque he tenido que
formarla en la mayor parte por
noticias reunidas de varias perso-
nas, que quizá en muchos puntos
no tenían sino un conocimiento
vago é incierto. Con todo, si so
advirtiese después, que he dejado
de hacer la debida justicia á la
conducta enérjica, y bravura del
jeneral Berresford, y los oficiales
== == ==
- 41 -
y soldados que él mandaba, esta
falta provendrá de las pocas co-
municaciones que he tenido desde
el 12, á virtud de la» medidas es-
trernadas del enemigo,)’ no de re-
pugnancia para apreciar su mé-
rito en el modo mas liberal, como
lo he hecho en todas las ocasio-
nes anteriores, y en todos mis
despachos.
Soi, &a.
Firmado Home Popham.
Al caballero W. Marsden, Se-
cretario del Almirantazgo."
FIN DE LA PRIMERA PARTE.
/
J
1
.
PARTE SEGUNDA
RECONQUISTA.
ADVERTENCIA DEL EDITOR.
Variados son los eventos que
esta segunda parte comprende.
Son, como lo tenemos anunciado,
los acaecidos desde el 12 de agos-
to de 1806, dia de la Reconquis-
ta., hasta fin de junio de 1807, !
vísperas de la segunda batalla: es
decir, comprende, ademas del he- .
cho de la Reconquista, todos los
que siguieron durante diez meses.
Entre otros varios, figuran en
ellos, las medidas que se adopta-
ron en Buenos Aires, en preven-
ción y espera de una nueva inva-
sión.
También debemos hacer figu-
rar en ellos, algo de lo relativo a j
la toma de Montevideo y de otros
puntos de la Banda Oriental, por
las armas inglesas. Estas con- (
quistas, solo eran un preliminar
indispensable para la nueva em-
presa sobre Buenos Aii es, que ei a .
el objeto principal y directo de la
espedicion, y ellos la facilitaron y }
estimularon: de manera que, aun
que son sucesos acaecidos fuera
de Buenos Aires, vienen á estar
estrechísimamentc ligados con esa
segunda invasión á Buenos Aires,
que al fin se realizó en julio de
1807, y que será el asunto de la
tercera parte.
Hemos creído, por consiguien-
te, que no serian bien compren-
didos y valorados el mérito y los
objetos de los distintos documen-
tos que poseemos, si no hiciéra-
mos que su desnuda eshibicion
fuese precedida de un relato en
grande, y el eual, aunque conci-
so, presentase el cuadro jeneral
de los acaecimientos que se en-
cierran en el periodo de los diez
meses mencionados.
Vendrán en seguida los docu-
mentos sueltos, que aparecerán
entonces con toda claridad, y que
contendrán, ademas de los com-
probantes de lo principal de aquel
relato, todos los detalles, amplia-
13
- 41 . -
clones y accesorios de los suce-
sos que forman la materia de él.
Formamos este relato con lo
que se rejistra en la ya citada
historia, que escribió el Dean F u-
nes, agregándole algunas anota-
ciones.
El Dean Funes, después de
referir la toma de Buenos Aires
por los ingleses, como ya lo he-
mos visto añade:
“El noble vecindario de Bue-
nos Aires quisiera ver borrado
en las pajinas de la historia todo
lo que le acuerda estas escenas
de vilipendio, sino supiera que ella
referirá haber encontrado recur-
sos en el seno mismo de la adic-
ción para restablecer con gloria
su opinión. En efecto el terror in-
fundido por el primer suceso del
enemigo solo fué un terror pasa-
jero, que no escluía el deseo de
pagar la deuda de su patria con
(a) D. Manuel Godoy príncipe de la
Paz, en su? memorias dice :
“En algunas relaciones de los sucesos
da Buenos Aires, se ha dicho que Li-
niers, era un francés aventurero. No
era sino español, aunque de orijen fran-
cés. Su carrera militar la comenzó por
el año de 1775, en calidad de guardia-
marira. Se había encontrado en las es-
pediciones de su tiempo, era caballero de
ja orden de San Juan, habia subido has-
ta el grado de capitán do navio, y era á
la sazón comandante jeneral de las fuer-
zas sutiles en el puerto de Monte video. 55
(_ tom . 4. 33 páj. 233, en ñola).
No hallamos documento alguno que
indique que Liniers, estuviese al man-
do de esas fuerzas sutiles. El princi-
pe de la Paz puede haberse equi-
vocado en esto, como so equivoca al de-
cir que Liniers, conocido ya en el pais
por su valor y demas calidades fué pro-
el último sacrificio. Luego que
salió de su abatimiento, como si
hubiese dispertado de un sueño
tenebroso, trató en pasar sus ca-
denas al mismo que las había pu-
esto. Este es el efecto, dice un
sabio, de esa segunda virtud de
los humanos, que los lleva á la fe-
licidad por la memoria de sus ca-
lamidades. El capitán de navio
D. Santiago Liniers, francés de
nación (a) al servicio del rei ca-
tólico, se hallaba destacado en la
Ensenada de Barragan cuando se
rindió la capital. Libre por esta
ausencia del juramento de fideli-
dad prestado ante el vencedor, pu-
do entregarse á las nobles medi-
taciones de una venganza ilustre.
Era Liniers de una presencia lle-
na de jentileza, de un aire noble,
y de un porte voluptuoso. Su dis-
curso y su alma fugaz lo hacían
atrevido en los consejos, y pronto
en la ejecución. Liberal y mag-
nánimo sin medida, era el encanto
ferido por los naturales entre otros cau-
dillos para dirigir la empresa; y que
ademas, él habia hecho frente á los in-
gleses, en la Ensenada, con éxito feliz —
Liniers no era conocido especialmente
entonces, ni había habido todavía ocasión
de quo se distinguiese en el país — No
hubo preferencia en su favor, ni llegó el
caso de que pudiera haberla: él empren-
dió por sí la obra, llevado de su arrojo y
decisión — No había hecho frente á los
ingleses en la Ensenada; pues estos, en
1806, ni se acercaron á aquel puerto.
Respecto de su nacionalidad española,
es algo estraño que no lo hubiese decla-
rado altamente desde el principio, ó al -
menos después en 1808 y 1809, cuando
ocurrieron sus fuertes diferencias con el
Cabildo. No podía ignorar que el creér-
sele francés, era el arma que mas se
hacia jugar contra él.
(«Yo/a de la Redacción .)
I
iT
- 45 -
de todos. Aunque con poca soli-
dez en sus empresas, su valor ha-
cia algunas ocasiones veces de
prudencia.
“Las fuerzas de Montevideo
unidas á las que podían agregár-
sele de muchos ciudadanos ani-
mados del mismo espíritu, fueron
por las que calculó que era posi-
ble poner fin á los males de esta
fatal jornada. Luego que hubo le-
vantado su plan, y concertádolo
con algunos de su confianza, su-
po hurlar la vijilancia del enemi-
go, y ponerse secretamente en la
Banda Oriental del Rio de la
Plata. Este es el partido que de-
bió tomar Sobre-Monte, si fuese
dable que un cobarde pudiese em-
prender una carrera sembrada de
afanes y peligros. Pero mientras
que Liniers por la fuerza del jé-
nio era guiado á esta empresa atre-
vida, él se dirijió á Córdoba, 160
leguas distante de la capital; mas
por recibir adoraciones en premio
de sus hazañas, que por organi-
zar un ejército, como decía, ca-
paz de recuperar lo perdido. Na-
da pinta mas al natural su carác-
ter que su entrada ridicula á esta
ciudad. La consternación, que era
consiguiente en su ánimo sério y
adherido al bien del estado, nos
había inducido á creer hiciese su
entrada con aquella modestia que
exijía el estado lúgubre de las co-
sas. Pero este error con que lo
honrábamos se disipó en breve, y
llenó su lugar nuestro desprecio.
¡Cual fué la sorpresa del autor de
este Ensayo, cuando gobernando
la Diócesis en sede vacante, se
halló con un oficio suyo datado á
seis leguas del pueblo en que le
prevenía debía ser recibido con
te-deum y toda la pompa del
ceremonial! Poco me faltó para
responderle que era sacar de su
destino el sagrado himno del te-
deum en el momento que sufría-
mos el azote del cielo, y que pa-
ra aplacarlo sería mas propia una
lamentación de Jeremías: mas re-
flexionando que este pobre hom-
bre llamaba todo ese aparato es-
terior en socorro de su ignominia,
desistí de mi pensamiento por no
hacer mas duro su suplicio.
“Volvamos los ojos á Liniers,
que nos presenta acciones mas
nobles seguidas por esta vez, con
una prudente perseverancia y una
sabia celeridad. Puesto en la Co-
lonia del Sacramento manifestó á
Ruiz Huidobro su proyecto de re-
conquistar la capital, siempre que
le suministrase 500 hombres con
que ponerse en movimiento. Nun-
ca falta la coincidencia de los
mismos pensamientos en todas las
almas montadas al unísono. Cuan-
do Ruiz Huidobro recibió la car-
ta de Liniers era precisamente el
momento en que, asegurado del
consentimiento del cabildo y de
la jenerosa asistencia del vecinda-
rio, se ocupaca en la organiza-
ción de un ejército que debía te-
ner el mismo destino bajo sus ór-
denes. Sensible á la noble oferta
de Liniers le dio las gracias, y
esperó su presencia para delibe-
rar con mas acuerdo. Su esposi-
cion personal animada con todo
el calor propio de su jénio, y pre-
munido con las reflexiones de un
espíritu vivo, inflamó mas los áni-
- 46 -
it
mos de un Consejo de guerra. La
resolución anterior quedó confir-
mada, pero sin hacer novedad en
cuanto al jefe, Este era el estado
de las cosas cuando dos días des-
pués sé tuvieron noticias positivas
deque intentaba el enemigo bom-
bear á Montevideo y tentar un
desembarco. Ya no era pruden-
dencia que Ruiz Huidobro fuese j
(i ser restaurador de otra plaza
con riesgo de la suya. En virtud
de esta ocurrencia quedó Liniers 1
autorizado con el poder legal pa-
ra disponer de la fuerza armada,
como jefe de la premeditada em-
presa. Seiscientos hombres bien
armados, en quienes las exorta-
ciones de Ruiz Huidobro hacían
sentir toda la fuerza del entnsias- |
mo, partieron con Liniers. En la
Colonia del Sacramento se Ies
unieron 100 hombres mas, disci-
plinados por su comandante I).
Ramón del Pino, y uniformados
á beneficio de una suscripción
abierta por su consorte Da. Fran-
cisca Huet.
‘ Mientras que esto acontecía
por la Banda Oriental del Rio,
no eran menos aplaudibles los es-
fuerzos por la del Sur. No pocas
juntas recatadas se formalizan, y
se toman algunas medidas para le-
vantar una fuerza armada, que de-
bía dividir la gloria y los peligros
con la que fuese conducida por
Liniers. El alcalde D. Martin do
A Izaga, el procurador de ciudad
J). Benito Iglesias, y otros veci-
nos recomendables por su celo
patriótico llevaron mui adelante
el jénio de la nación. Aunque á 1
los principios no estuvieron mui
conformes los dictámenes, elijien-
do unos el partido temerario de
acometer con cuchillo en mano á
los ingleses al tiempo de la para-
da, se prefirió la reunión fuera del
p'.ieblo bajo el mando de D. An-
tonio Olavarria y de D. Juan
Martin de Pueirredon. Estacio-
nados estos jefes con 300 ó 400
hombres en el caserío de Per-
d riel el 31 de julio, fueron repen-
tinamente sorprendidos al dia si-
guiente por una columna enemi-
ga de 670 ingleses. A despecho
cíe su fuego vivísimo ellos sostu-
vieron el combate por espacio de
una hora, sin mas desgracia, que
la de dos muertos y algunos he-
ridos, haciéndole perder al ene-
migo 42 soldados. Sin embargo la
lucha era mui desigual estando á
favor del contrario el mayor nú-
mero, la artillería, las armas y la
disciplina. En la necesidad de ce-
der del empeño concibió Pueir-
redon el pensamiento de termi-
narlo con un hecho superior á un
valor común. De acuerdo con
OI avarria acometió por retaguar-
dia la ala izquierda con el desig-
nio de interceptar la artillería y
municiones, que tenía á cuatro
cuadras de distancia. Exije la
prudencia en estos casos detener-
se antes del punto donde empie-
za el esceso. El ardimiento del
joven Pueirredon no escuchó sus
preceptos. Penetrando hasta el
ála derecha con solo doce valien-
tes compañeros conoció aquí su
arrojo. Habiéndole llevado una
hala de artillería el caballo que
montaba, y vístose en el conflic-
to de que le salvase en sus ancas
47 -
uno de sus soldados, se retiró lle-
vando por despojo un carro cu-
bierto de municiones. Si este pe-
queño ejército se v¡6 en la nece-
sidad de ceder y dispersarse, á lo
menos ganó reputación, y le hizo
conocer al enemigo lo que podía
temer.
“Cuando llegó Liniers á la Co-
lonia de! Sacramento ya se halla-
ba allí con su flotilla el capitán
de fragata y comandante del rio
D. Juan Gutiérrez de la Concha.
A la vista misma del enemigo
atravesó el convoy, y dió fondo
en las Conchas. En consideración
de que la flotilla quedaba fuera de
acción se reforzó el ejército con
323 hombres entre marineros y
soldados, llevando á su cabeza al
mismo Concha y sus oficiales (a).
“Ll eno Liniers de ese ardi-
miento que inspira el jénio, desde
los corrales de Miserere intimó <i
Berresford desalojase la plaza y
se rindiese sino quería experimen-
tar el trance mas duro de la guer-
ra. El jeneral ingles era valiente,
deseaba conservar su conquista, y
el honor de su tropa. F ué su con-
testación que se defendería hasta
la línea que le señalase el honor.
(a) El príncipe de la Paz dice (páj.
234), que en ese tránsito, Liniers fue
de “puesto en puesto, desalojando siempre
las guerrillas enemigas .... siendo un
continu<» triunfo su camino.” Todo esto
es xajerado, ó mas bien, falso No hu-
bo en el camino tales triunfos, ni guerri-
llas ni puestos. No podía haberlos; pues
no hubo en él un solo enemigo. Añiidc:
“Sus escelentes artilleros, ahuyentaron
las lanchas, que hacían fuego desde Ba-
lizas; y aun el misino Liniers quiso apun-
tar á una fragata, y tuvo tal acierto, que
le cortó la pena de tncsana, y la bandera
i Desde el arribo de Liniers á la
banda de! Sur todos los ojos se fi-
jaron en su persona, y corrieron á
fomentarlo con todo jénero de au-
silios. A favor de estas ventajas
llamó la atención de los ingleses
hacia el Sud,y á pesar de los pan-
tanos y albardones se arrojó como
un rayo sobre la plaza del Reti-
ro (bj guardada por un cuerpo de
200 enemigos. Los derrotó com-
pletamente, tomóles 10 prisione-
ros entre ellos 5 heridos de con-
secuencia, y matóles 35 hombres.
Berresford advirtió este acciden-
te y vino en ausilio de su tropa al
frente de una columna de 400 á
500 hombres. Nuestra ¡ente lo re-
cibió con mucho espíritu y sere-
nidad. El combate no fué largo,
ni la victoria dudosa; porque roto
el fuego de obús, la columna ene-
miga se disipó como el humo, de-
jando muchos muertos y heridos.
“Este triunfo se creyó corno
presajio de otro ulterior y decisi-
vo. En efecto el 12 de agosto ha-
biendo los Migueletes empeñado
un fuerte tiroteo, atacó Liniers
con denuedo por diferentes pun-
tos. Sus cañones carecían de avan-
trenes, pero un inmenso pueblo y
inglesa cayó al agua.” Las exajeracio-
nes y ficciones son fatales para la histo-
ria; y para la gloria de Liniers, ellas 9on
enteramente innecesarias : demasiado
grnnde foé 1 h que adquirió y mereció con
lo que realmente hizo. Q,u.en conozca las
localidades, y recuerde que Liniers se
encaminó direct iipente do las Conchas á
los corrales ó mataderos de Miserere,
percibirá al instante la absurdidad de
aquellos cuentos.
( Ñola dt la Redacción . )
[b] Situada al norte. {Idem.)
i»
- 48 -
una juventud ardiente que por to-
das partes le estendía sus manos,
los llevó volando sobre sus hom-
bros. Berresford nada había omi-
tido de lo que podia inspirar el
jénio de la guerra para hacerse
inexpugnable en la plaza mayor.
Guardaban sus entradas 1S pie-
zas de artillería y sus tropas guar-
necían las azoteas, balcones, y de-
mas puestos dominantes. A pesar
de esto resonando en el aire las
voces de avance, avance, que
casi confundían el estruendo de
la artillería, fué embestido por las
nuestras con ímpetu igual á su
virtud. Liniers en medio de los
fuegos, que habían traspasado su
vestido por mas de tres partes (a)
mostraba esa sangre fría sin len-
titud, que honra á los guerreros,
y corría de un estremo á otro, ó
para dar sus órdenes, ó para sos-
tener á los que se hallaban en ma-
yor riesgo. No era la menor de
sus glorias tener á Berresford por
su rival. Después de un combate
obstinado de dos horas, en que
corrió la sangre sin economía, y
en que el jeneral enemigo sin al-
terarse vió caer á su lado su ayu-
dante Kennet, mandó desampa-
rar la plaza y se retiró el último
á la fortaleza. Este retiro dió nue-
vos grados de enerjía á nuestros
soldados, quienes en desprecio de
la bandera blanca que enarbola-
ron los contrarios continuaron sus
hostilidades, obligando á Berres-
ford á que desesperado les tirase
(a) Así lo asegura «I rci en su in-
forme el cabildo de Buenos Aires.
(JVo/a del Autor.)
(b) D. José Montes de Oca que qc-
su espada. Fué tan inflamado 03 -
te ardimiento que, aprovechándo-
se de la entrada que hizo á la for-
taleza con un tambor D. Hilario
de la Quintana, se arrojaron in-
discretamente sobre el rastrillo.
Berresford supo por Quintana, que
Liniers no estaba dispuesto á escu-
charotras capitulaciones, que las
de entregarse á discreción y con-
sintió en levantar la bandera espa-
ñola. Sin embargo, por un respeto
que se merecen íos valientes, mi-
tigó Liniers á poco rato su seve-
ridad, y concedió á los vencidos
los honores de la guerra. En vir-
tud de esta gracia salieron con
sus armas en número de 1,200 y
las rindieron á la cabeza de nues-
tro ejército. La pérdida de los in-
gleses ascendió á 41 2 hombres, y •
5 oficiales entre muertos y heri-
dos. La nuestra á 180 de la mis-
ma clase. Por último, entregaron
1,600 fusiles, 26 cañones, 4 obu-
ses v las banderas del rejimien-
to 71.
“Es mui justo que pase a la
posteridad la memoria de Manue-
la la Tucumana, quien combatien-
do al lado de su marido, mató un
soldado y añadió con su heroici-
dad un nuevo mérito á las gracias
de su sexo. Pongo casi en igual
línea á un tierno joven (b) que
manejando un canon de propio
movimiento después de haber mu-
erto el artillero, causó no poco
estrago, y le dió á conocer no ha-
bía manos débiles cuando defen-
tualinente (1817) sirve con el grado <1©
sarjento mayor en un Tejimiento de la
patria . (¿Vota del Ulular.)
\
- 49 -
dinn la causa de la patria. Admi-
rado Liniers de esto suceso hizo
buscar al joven héroe para pre-
miarlo; pero como el tiro fué he-
cho sin precedente orden de jefe,
temió el castigo de su ¡nocente
arrojo, y se escondió con su vir-
tud en opinión de crimen. No de-
ben omitirse los importantes ser-
vicios á la cabeza de su caballe-
ría lijera de D. Juan Martin de
Pueyrredon, D. Manuel de Ar-
royo, D. José Gabriel do Ovue-
la, D. Pedro Nnñez, y I). Lúeas
Vives. El socorro anual de mon-
te-pío asignado por el ayunta-
miento á las viudas de los que
murieron en estas gloriosas ac-
ciones, las 15 dotes de á 1,000 pe-
so* distribuidas á doncellas, con
preferencia de las que sufrieron
en sus padres el golpe desgra-
ciado, en fin la manutención de
los que estropeados, quedaron in-
hábiles para el trabajo, harán sen-
tir para siempre á la humanidad
un encanto secreto que la consue-
le, y atestiguarán al mismo tiem
po la noble magnanimidad del
donador.
“En medio de los triunfos no
creía el pueblo de Buenos Aires
afianzadas las fortunas, siempre
que volviese á entrar su custodia
en las mismas manos del que co-
bardemente lo abandonó. Inva-
riable en su propósito, creyendo
tener á su favor un decreto de la
naturaleza por el que ordena que
el mas digno del mando, es el que
tiene mas derecho á la obedien-
cia, insistía en que se confiase el
gobierno político y militar á su
libertador Liniers, y lo exijiócon
tono mas firme entrándose al
ayuntamiento. Tratado este ne-
gocio en junta jeneral compuesta
del cuerpo consistorial, el obispo
diocesano, tribunales, prelados y
vecinos principales, fué acordado
condescender con un deseo que
tenía á su favor motivos políticos
de gran peso y que aseguraban la
tranquilidad. Esta fué la primera
revolución de estado en que se
ensayó este heroico pueblo, para
otra no lejana de un jénuro mas
sublime. Con noticia de la recon-
quista se había acercado Sobre-
Monte hasta las Pontezuelas, ar-
rastrando tras sí las milicias de
Córdoba, San Juan y Tucuman,
en número de 3,000 hombres, mas
en estado de consumir víveres,
que de emprender acciones mili-
tares. Fué aquí donde por mano
de las personas mas respetables(a)
recibió el documento que acredi-
taba habérsele separado de aque-
lla plaza. Sobre-Monte debió re-
flexionar que deben ir unidos el
respeto y el reconocimiento para
que no sea peligrosa la autoridad.
Falto de este principio, que le
ocultaba su amor propio, negó su
consentimiento á lo acordado, y
aumentando el odio del pueblo,
limitó mas él mismo su poder....
“El desaire, que sufrió Sobre-
Monte lo obligó á separar sus
ojos de una capital aborrecida, y
convertirlos al puerto de Monte-
video, donde creyendo encontrar
(a) D. José Gorvea y Badillo, fisca
del consejo de Indias, Muñoz y Cubero
rejente de la audiencia, y el síndico pro-
curador. ( Nota del Jiutor.)
-50 -
buena acojida, esperaba ver en j
breve disipada sil desgracia como ¡
una sombra pasajera. Pudieron
afirmarlo en esta ilusión los hono-
res que le tributaron en las Con-
chas las principales corporacio-
nes de Buenos Aires y aun el
mismo Liniers acompañado de sus
húzares.A presencia de este con-
currente tan odioso logró la opor-
tunidad de reconvenirlo, que hu-
biera sido mejor visto haber unido
á sus tropas las que condujo de
Montevideo, y practicado entre
ambos^a reconquista. A este car-
go indiscreto contestó Liniers con
su viveza acostumbrada: “Exmo.
Sr. el enfermo estaba mui de ries-
go, y el remedio de V. E. mui dis-
tante.” No ignoraba el pueblo de
Buenos Aires que en la audiencia '
tenia el virei un apoyo peligroso.
Sus desconfianzas se aumentaron
con ocasión de este cumplido; por
lo que, temeroso^ algunos ciuda-
danos de una introducción clan-
destina, rejistraron los coches de
los oidores, y entrándose diez en-
mascarados á la casa del fiscal
Caspe, le intimaron su muerte, y
la de sus compañeros en el caso
de que intentasen restablecer á
Sobre-Monte en su antiguo asien-
to. Todo anunciaba que la inten-
ción del pueblo era llevarlo á la
última estremidad.
“Sobre Monte luchaba en vano
contra las olas de esta borrasca.
(a) A virtud de esta invitación se
formaron los cuerpos siguientes: el de
Patricios, compuesto de tres batallónos,
teniendo el primero al frente por su co-
mandante á L). Cornelio Saavedra, y el
segundo y tercero á D. Estevan Rome-
! El universal disgusto con que fué
¡ recibido en Montevideo, y la au-
dacia de los muchachos cuando
al rejistrar las murallas le grita-
ban en tono irónico: avanza, avan-
za, debían darle á conocer, que
era ti n ob jeto de execración, y que
estaba reducirlo á si solo. A pesar
de esto el orgullo y el deseo del
mando se aumentaba en propor-
ción de sus desprecios
“Entre tanto, por b»s cálculos
de una prudente previsión en que
entraba el ausilio pedido por Ber-
resford al Cabo y á su corte, era
mui de recelar, que creyéndose es-
ta siempre armada con el dere-
cho del mas fuerte, volviese á re-
novar las hostilidades. A precau-
ción de este suceso juzgó Liniers
que era preciso ponerse en estado
de resistir las invasiones de un
enemigo opulento, audaz y pode-
roso. Para el completo logro de
este designio no había medio mas
seguro, que el de alistar en cuer-
pos á todos los ciudadanos de
Buenos Aires según las provin-
cias de su oríjen. Así venia á in-
troducirse esa noble emulación
que dá dignidad á los sentimien-
tos, y es el verdadero orijen del
valor y de las fuerzas inagotables
de un estado. En efecto despees
de un maduro consejo, libró su
proclama convidándolos á unas
reuniones en las que cada cual
debía elejir sus jefes (a).
ro, y D. José Domingo Unen: el de Ar-
ribeños á las órdenes de D. Pió Gana: e|
do Montañeses á las de D. José Oynela:
el de Andaluces á las de D. Jo-é Merw-
lo. el de Gallegos á lus de D. Pedro
Cerbiño: el de Viscainos y Castellanos á
- 51 -
“Desaparecieron en estas con-
currencias esas prerogativas que
da la diversidad de profesiones y
fortunas; porque precedidos del
amor á la patria se pusieron to-
dos á un nivel, y dejaron que el
mérito llenase su lugar. Era un
espectáculo digno de la filosofía
ver de soldados rasos hombres
acaudalados, bajo las ordenes de
un pobre labrador; pero aun mas,
ver al negro valiente en la misma
fila hombro á hombro del amo,
que por sus hechos le dio la li-
bertad. Las riquezas en cotejo de
la capacidad no dejaron mas pri-
vi lejío á sus poseedores que el
dulce placer de emplearlas en
beneficio de la causa común, ya
uniformando á los soldados, ya en
otras erogaciones que exijía su si-
tuación. Al igual de este desin-
terés fué su empeño por imbuirse
en los elementos de la táctica mi-
litar. Los profesores del arte de
la guerra apenas podían compren-
der ese concierto y armonía de
movimientos adquiridos en menos
de seis meses entre millares de
hombres cuya ocupación era el
comercio, la labranza y las ar-
las de D. Prudencio Murguiondo: el de
Catalanes á las de D. Jayme Nadal:* el
de Pardos y Morenos á las de D. Ma-
nuel Ruiz: el de Artillería á las de 1),
Gerardo Esleve y Llae. De caballería:
el de Húsares de Pueyrredon á las órde-
nes de D. Martin Rodríguez: otro de lo
mismo á las de D. Lucas Vivas: tercero
de lo mismo á las de D. Pedro Nuñez:
el de Migueletes á las de D. Diego Her-
rera: el de Carabineros á las de D. Lu-
cas Fernandez: otro á las del Dr. D.
Alejo Castes: el de Quinteros a las de D.
Martin Ballesteros: el de Maestranza á
las de D. Manuel Rivera.
(.Vota del Jlutor.)
tCS
“El infortunio de los ingleses
en la reconquista de Buenos Ai-
res, aunque desconcertó en parte
sus planes, no influyó en su aban-
dono, á pesar de las murmuracio-
nes que escitaba este proyecto en
los políticos de su nación. No era
uno solo el que decía que esta
guerra no convenía á la dignidad
del pueblo ingles ni.á sus verda-
deros intereses. Fundábanse en
que, habiendo sido emprendida
solo con el motivo de la libertad
de la nación, y accidentalmente
de la independencia de Europa,
ella venía ya á dejenerar en una
aventura mercantil; cuyo princi-
pal efecto debía ser confirmar á
las potencias continentales en la
sospecha harto fundada de que el
único designio de la guerra con-
tra la Francia era el de sus inte-
reses particulares, y el engrande-
cimiento de su comercio (a). ¿Co-
mo no ha advertido el gobierno,
decían, el eco de nuestros comer-
ciantes dirijido á que durante la
guerra se mantenga la conquista
de Buenos Aires cueste lo que
costase, y se corone esta dichosa
^a) La noticia de la toma de Buenos
Aires, y el Manif estó que Sir Pophain
envió al calé de Lloyd, y a las principa-
les ciudades fabricantes de Inglaterra,
exaltando la importancia de su conquista,
y la grandeza del mercado adquirido,
produjo allí un estraorJinario alboroz > y
escitacion comercial. Se hicieron gran-
des remesas que, como llegadas después
de la reconquista, luemn desgraciadas.
Se incluían en ellos artículos bien sin-
gulares; a cuyo respecto el Sr. Moreno
da curiosos pormenores.
(.Yola de la Redacción )
15
. - -t. ■■ 1 ,-7,-:= = >
- 52 - 1
empresa, reduciendo á colonias
los imperios de Méjico y del Pe-
rú? Tanto mas racional era este
discurso, cuanto que no faltaba
Í quien sostuviese, que en la inme-
diata sesión parlamentaria se pa-
sase acta, uniendo para siempre
Buenos Aires al imperio británi-
co, y declarando culpable de trai-
ción al que llegase á proponer su
devolución á España. Esta pre-
tensión desatinada unia á la ava-
ricia la injusticia de apropiarse
propiedades lite PENDFNTE.Por
fortuna de la nación española el
bravo Liniers con su tropa diri-
mió este pleito á su favor.
¡i —
(a) Se visto que Sir Home nsogu-
! ra (mi su pirte que los naturales habían
creido equivocadamente, que el oh et «» de
la espedicion, era dar la independencia
al pai<; lo cual es nse^u-ar q.ie no lo
I era, Lo creemos sin diricu ! tad alguna:
creemos que el objeto era la conquista
solamente ; y ahi está en prueba fie ello
el decreto de Berre&ford de 4 do agosto,
que hemos d ido en la páj. .“32, declaran-
do libre al comercio do Buenos Aires,
pero con arreglo á las leyes dictadas por
1 1 Gran Bretaña, paru sin otras colonias
En el periódico Estrella del Snr, que
los ingleses dieron en Montevideo .en
marzo y abril de 1807, se demostraba la
decadencia total de la España, y su in-
capacidad gubernativa para hacer la fe-
licidad de la América: pero no por eso
se sostenía la idea de la emancipación
de ésta; sino la de que osa felicidad po-
día hacerla la Inglaterra.
Entre tanto: en las remesas comercia-
les venian envueltas ciertas ideas de in-
dependencia, que probablemente no eran
sinceras, sino encaminadas únicamente á
alagar á los natm ales,» fin de tener tiempo
de solidar la conquista. Según el testimo-
nio de D. Manuel Godoy, había identidad
de miras en la espedirían de Sir Home
Pophain.y la que al misino tiempo empren-
dió sobre Venezuela de acuerdo, y con
estímulos y auxilios del gobierno ingles,
“A las razarles espuestas se
anadian otras de gran peso para
convencer que en la situación po-
lítica de la Europa debió la In-
g! al erra preferir al sistema de la
conquista el de la emancipación
de la América (a). Después del
suceso de! 12 de agosto ¿qué otra
cosa le ofrecía Buenos Aires, sino
la conquista de un solo pueblo?
Con él no hubiera hecho mas que
aumentar el odio de los habitan-
tes, y proveer nuevos ejemplos
de lo que pueden unos pueblos
armados en su defensa, y anima-
dos por el sentimiento de su justi-
cia. Nada mas vano que la espe-
el célebre jeneral caraqueño Miranda,
para promover la independencia de Cos-
ta Firme. Agre a que esa identidad so
revelaba ademas de las pinturas, emble-
mas é inacriciones de varias manufac-
turas de estofas fabricadas en Londres, y
que fueron aprendidas en Corro [Costa
Firme), y en Buenos Aires. “Citaré
aqui solamente (dice) la composición de
un gran pañuelo que fué enviado á nues-
tra corte para muestra. Tema estam-
pados cu los cuatro ángulos los retratos
de Sir Home Pouham, del mayor jeneral
Berresford.de Washington. y de Miranda.
En el centro se veia ei de Cristóbal Co-
lon rodeado de insignias navales y qui-
tando de una columna las armas de Cas-
tilla. De su boca salía este mote: Alba
del día de la Aotérica Meridional. En
los cuarteles interiores se representaba
la Inglaterra, rompiendo las cadenas de
la América, y á sus pies un león desfa-
Herido ; un puerto lleno de naos empa-
vesadas de todas las naciones, la diosa
de la libertad con todos sus atributos y
A<trea escribiendo una constitución ame-
ricana En las orlas se contenían las si-
guiente* inscripciones; JYo es conquista
sino unión — Relijion y sus santos minis-
tros protegidos — Personas, conciencias y
comercio libres
(.Yaití de la Redacción . )
- 53 -
ranza de reconciliación por los
beneficios que se les ofreciesen
después de la victoria. Primero,
porque es cosa violenta suponer,
que en un estado de desespera-
ción, una nueva injuria disminuya
la ofensa de la primera: segundo,
porque los pueblos poseídos de
una rabia sin limites, sacando los
recursos de 6u propio país, au-
mentarían sus fuerzas en una pro-
porción mucho mas rápida (pie la
del enemigo: tercero, porque des-
preciarían cualquier ventaja en
cotejo de la independencia que
podian prometerse de sí mismos.
“A mas de esto la España en
este tiempo era una provincia de
la Francia: Bonaparte dirijía sus
consejos, y los determinaba á su
provecho. No debía dudarse, que
él haría de esta nación lo mismo
que de las otras que servían de
instrumento á su grandeza. Do-
tado de un talento propio para
alucinar á los pueblos, debía creer-
se que estenderín su vista á las
Américas y les ofrecería la inde-
pendencia. Esta reflexión hacia
ver la necesidad en que se halla-
ba la Inglaterra de anticiparse, y
conseguir por este medio un im-
perio compuesto de millones de
ricos amigos, quienes tendrían
con ella intereses comunes.
“Sin embargo, el comodoro
Popham cruzaba el rio de la Pla-
ta, y mientras que reforzaba su
escuadra de dia en dia con los
convoyes que le llegaban, ame-
nazaba ya un puesto, ya otro á fin
de que fluctuase en inccrtidum-
bre la atención de Montevideo.
La alma grande de Huidobro
* " 1 I 1 1 , ■ .
abrazaba todos los importantes
objetos que tenían relación á una
defensa heroica; y ya con sus
p’ocla ñas, ya con sus providen-
cias procuraba no dejarle discul-
pa á la fortuna. En esta situación
de cosas la fragata enemiga do
guardia se acerco al puerto y
quedándose en calma, presentó un
lance á nuestros marinos en quo
desplegar su valor. Diez cana-
neras y seis lanchónos salieron á
batirla. Después de tres cuartos
de hora de un fuego lejano, que
no les daba la ventaja de herir,
ni los esponía á ser heridos, so
retiraron con el descrédito con
que hacía tiernoos era manchada
su reputación. El pueblo de Mon-
tevideo se irritó al ver su cobar-
día, y los condenó á la pana de su
desprecio.
“Los ingleses en número mui
superior embistieron á Maldona-
do y lo tomaron. La isla de Gor-
riti se defendió con gloria pero al
fin sucumbió. El cebo del pillaje
los llevó al pueblo de San Carlos.
El teniente de fragata D. Agus-
tín Abren voló con su jente onsu
socorro. Los enemigos en número
de 400 le salieron al encuentro.
Luego que Abreu los tuvo al
frente dijo á sus soldados. “No
sea en vano la estimación conque
nos honra el público. Démosle á
conocer que ha debido fiar á nu-
estros brazos su venganza.” Esto
dijo, y con sable en mano se arro-
jaron sobre el enemigo. La pe-
lea fué obstinada y sangrienta por
una y otra parte. Un plomo ho-
micida derribó del caballo al va-
liente Abreu y le quitó la vida.
.
- 54 -
“El jeneral de mar Sir Home
Popham había sido relevado por
el contra-almirante Sterling, y á
la frente de las tropas terrestres,
cuyo numero no bajaba de 5,000
hombres, se hallaba el jeneral Sir
Samuel Achmuti. Llegado el mo-
mento que creyeron favorable, ve-
rificaron su desembarco el 18 de
enero de 1S07 al oeste déla Pun-
ta de Carretas, en una pequeña
bahía, cerca de 9 millas de la ciu-
dad, sin que el vivísimo fuego de
sus buques dejase á nuestro ejér-
cito el mas leve recurso de impe-
dirlo. El virei que mandaba las
tropas de afuera las hizo acampar
divididas en trozos. Consistían es-
tos en 400 dragones y blanden-
gues, 600 cordobeses al mando
del coronel D. Santiago Alejo
Allende, 550 paraguayos al del
coronel Espinóla, y en 1,000 de
milicias ausiliares de la campa-
ña. No tardó mucho el enemigo
sin que avanzase en dos colum-
nas. Un cañón nuestro de 24 y
otras piezas de artillería lijera si -
tuadas ventajosamente, le anun-
ciaban una pérdida inevitable;
pero el imbécil Sobre-Monte,
siempre contradictorio con el
asierto, mandó retirar á la plaza
e! cañón de á 24 y la infantería
con los húsares, huyendo él mis-
mo para el campo con la caballe-
ría toda en desorden, y contando
por una fortuna señalada poder
escapar los riesgos á pretesto de
salvar la autoridad. Otro jeneral
hubiese creído que en estas cir-
cunstancias, poner terreno entre
él y el enemigo, era una verdade-
ra deserción.
“A solicitud del enérjico pue"
blo de Montevideo y su cabildo»
que con impaciencia deseaban
abrirse un camino de sangre á la
victoria, salieron como3,0Ü0 hom-
bres á medir sus fuerzas con el
enemigo, llevando por su jefe al
brigadier de injenieros D. Ber-
nardo Lecoc, y por mayor jene-
ral á D. Francisco Javier de Via-
na. Muchos sensatos fueron de
parecer que este atrevido arrojo
doblaría las calamidades de la
guerra. Aunque una de nuestras
columnas cargó tan duramente
contra un piquete de 400 hom-
bres, que lo puso en mucho ries-
go de perecer; por fin el campo
quedó por el contrario. Perdimos
en esta acción 600 hombres, en-
tre muertos, heridos, prisioneros
y dispersos.
“Una acción desgraciada en la
carrera de las armas da nuevo
aliento, cuando el honor hiere el
amor propio, y le hace producir
los efectos de la virtud misma.
En situación tan delicada á nadie
se le ocultó el peligro; pero juz-
gando que el honor es el premio
mas digno de disputarse por los
hombres, contando sobre su cons-
tancia y su valor, se resolvieron
los vencidos á defenderse hasta
la última estremidad. Vióse esto
mismo en la varonil enerjía con
que sostuvo la plaza el furor siem-
pre igual del enemigo, que sin
descanso renovó el mismo com-
bate por espacio de 14 dias. Por
mar y por tierra, por la noche y
el dia, un combate se sucedió al
otro, sin que la plaza manifestase
la menor flaqueza. Para mayor
- •.
- 55 -
seguridad no se habían descuida- |
do el gobernador y el cabildo en I
pedir un pronto ansí lio á Buenos
Aires. Los nobles habitantes de
este pueblo se gloriaban mas de
ser reconocidos, que de ser libres.
Apenas supieron que se trataba
de dar socorro á sus bienhecho-
res, cuando se apresuraron por
alistarse con mas empeño que un
voluptuoso para gozar de los pla-
ceres. Tomando el inspector Ar-
ce la vanguardia de 550- hombres,
logró introducirse en la plaza con
su ejército, mientras que Inseguía
Liniers á la cabeza de 2,600 de
sus tropas. La ventaja de haberse
abierto brecha el enemigo destru- '
yendo el porton nuevo y el débil
muro que le sostenía, le inspiró
un nuevo aliento para intimar á la
plaza que se rindiese á discreción.
Sus defensores, aunque pocos y
estenuados de la fatiga, recojie-
ron todas las fuerzas de su alma
y le dieron por toda respuesta una
descarga. Nada igualaba la tena-
cidad de los sitiadores, sino era
la de los sitiados. Sin embargo
el doce de febrero por la noche
dieron un asalto los ingleses, y en
un momento de descuido, ó de
confianza puesta en la tropa de
Arce, lograron introducirse por
la brecha y por el cubo que les
dejó practicable la bajamar. Fué
ya inútil la resistencia para con-
servar la plaza: al amanecer del
dia siguiente el enemigo era due-
ño de ella, sin que Liniers pudie-
se llegar á tiempo de ausiliarlo.
Perdimos en esta acción 400 hom-
bres y los enemigos 560
“Por una esperiencia desgra-
1 ciada, á que dió su última fuerza
¡ el suceso funesto que se ha refe-
j rido en el capítulo antecedente,
acabó de convencerse la Audien-
cia gobernadora de que Sobre-
Monte era para la guerra en ac-
ción la inepcia personificada, y
en la necesidad de desnudarlo de
toda autoridad. Habiendo dado,
pues, por caducado su gobierno,
v decretado su prisión, el oidor
Velazco acompañado del procu-
rador de ciudad, un escribano y
150 soldados al mando de D. Pe-
dro Murguiondo, la llevó á efecto
en el sitio de Pabon, y lo condujo
á Buenos Aires lleno de ese som-
J brío abatimiento, que en los in-
fortunios caracteriza á las almas
débiles.
“Mientras que esta escena se
i representaba en e! teatro, otra se
fraguaba en silencio que no tardó
en sucederie
“Aunque la vigorosa defensa
del jenerai Berresford debía ha-
cerlo superior á los golpes de la
adversidad, el hecho de haberse
rendido á discreción traía su áni-
mo abatido, y le hacia desear un
documento que lo hiciese compa-
recer con mas dignidad en su
corte, ó con menos responsabili-
dad. Este vano deseo no podia
tener su efecto sin el sacrificio de
ia verdad. Con todo, separándose
por esta vez de sus mismos prin-
cipios, puso en obra cuantas su-
tilezas insidiosas pudieron dictar-
le sus anhelos. El fuego de ima-
jinacion y la fecundidad de senti-
mientos jenerosos que caracteri-
zaban á Liniers, lo desviaban no
pocas veces de las austeras obli-
- 56 -
gaciones afectas á su cargo. No
podiendo sostenerse ánte los im-
portunos ruegos de Berresford; y
como si se aplaudiese niénos del
honor de la victoria, que se afii-
jicse de la necesidad de haberlo
[a] La falsa capitulación deljeneral
Berresford. es un suceso bien notable,
tanto en si mismo y atenta su rareza,
cuanto ateutas sus estensas ulteriorida-
des, que quizas no han sido hasta aho-
ra bien percibidas.
Es sensible que aquel jeneral, deslus-
trase su nombre con un acto de fea in-
gratitud; tanto mas, cuanto que nos pa-
rece que no lo necesitaba. Quiso salvar
asi un crédito que estaba salvado. El
se habia hecho apreciar y respetar por
su coraje. So defendió bizarramente,
con un puñado de hombres, hasta donde
era posible: y si el tener que entregarse
á discreción en las desesperadas circuns-
tancias en que se vio, era para él una
gran desgracia, no era por eso un acto
deshonroso. Nadie se lo increpó en Amé-
rica ni en Europa, ni podia increpárselo.
Sin embargo: pretendiendo sacudir una
mancha ímajinaria, tuvo la imprudencia
de acudir á una insigne mala fé, con la
que no hizo mas que echarse encima una
mancha verdadera.
Después de su rendición, verificada
del modo que se relata en el testo, Lí-
niers pasó á posesionarse de la fortaleza;
y protejiendo la fuerza enemiga, r.ue en
ella se abrigaba contra la exaltada mu
chodumbre que la circuía, la hizo salir
con sus armas para que las entregara á
las puertas del cabildo. Estando allí con
el jeneral Berresford, distinguió entre
los grupos á D. Félix Casamayor, mi-
nistro de la tesorería, sujeto inui notable
en Buenos Aires, y con quien habia con-
traído Berresford íntimas relaciones, en
los dias de su dominación. Llamólo y
le dijo que, puesto que el Sr. Berres-
ford debía quedar en la ciudad en cali-
dad de prisionero, podia llevárselo á su
casa como huésped.
Asi se hizo, pero el jeneral, como to-
dos los jefes y oficiales prisioneros, que-
dó en. plena libertad.
La familia de Liniers, mantenía estre
vencido, le firmó secretamente una
capitulación honrosa; bien per-
suadido que nunca pretendería
autorizarse de su firma para exi-
jir su cumplimiento (a). Apénas
Berresford lo vio enredado en los
días relaciones con la de Casamayor.
en cuya casa aquel habia tenido siempre
su tertulia, de naipes, á la que siguió
asistiendo.
Aili abandonándose Liniers á su jénio
fácil y débilísimo, que le hacia incapaz
de resistir á la influencia de sus amigos,
aun con relajación de sus mas serios de-
beres; alli solicitado diestrisimamento por
Berresford, y urjido por una señora de
rango, que figuraba cortesanamente en-
tre ellos; alli, en la intimidad del juego
de naipes á que era mui* aficionado, en la
embriaguez de la gloria, del amor y del
orgullo, se prestó, con entera condescen-
dencia, á realzar el mérito del jeneral in-
gles para con su gobierno poniendo su
firma en una capitulación ad hoc — cuyo
testo no hemos podido conocer — que se
dice fue redactada por el mismo Casama-
yor, y en la que, por su puesto, se sentó
la atrasada fecha del 12 de agosto, dia
de la rendición. Fué entendido que este
acto se mantendría secreto, y que no te-
nia otro fin que el de un consuelo privado.
para uso de Berresford con su gobierno,
Al principio Berresford cumplió fiel-
| mente su palabra; pues aunque vociferó
i que existía una capitulación — sobre lo
cual le escribió Liniers una carta— -nin-
gun uso hizo de ella ni pidió su cumpli-
miento, aun al ser despachado después,
con sus oficiales y soldados, para el in-
terior del pais.
Pero escapado en seguida desde Lu-
jan, y habiendo llegado á Montevideo,
ya en poder de los ingleses, la hizo va-
ler, la hicieron valer estos, y aun la hizo
valer posteriormente el gobierno ingles
Veremos á su tiempo que los jenerales
ingleses, tal vez de buena fé. reclama-
ron de las autoridades de Buenos Aires
el cumplimiento de ellas, llamándola vio-
lada { y haciendo fuertes amenazas, par-
te de la3 cuales realizaron, enviando á
Europa — en retaliación, decían — prisio-
neros hechos aqui.los cuales vinieron asi
- 57 -
la/os de esta intriga posilánime,
cuando abusó de su confianza y
quiso hacer valer este papel nulo.
Pero por su desgracia un pueblo
inmenso había sido testigo de su
rendición, y calculado hasta por
á sufrir las resultas de la lijeréza de Li-
mera,
Entretanto, esos reclamos vinieron á
comprometer fuertemente á Liniers, mos-
trando los frutos de la simulada capitu-
lación.
Entre tnnto, desde que seis meses notes
había sido sabida en Buenos Aires la fatal
debilidad que do Liuirrs se había hecho
culpable, ai falsificar el carácter legal de
tan grave acto de guerra, habia quedado
es una situación en estrenuo desairada: y
sobre todo, dio motivo, ocasión ó pretes-
to, para que se desarrollaran sucesos de
grandes consecuencias políticas, que son
las que hacen figurar á la ficticia capitu-
lación de Berresford, entre los hechos se-
rios de aquel tiempo.
Marcaremos aqui, rápidamente, esas
consecuencias, aunque esto sea antici-
par, en algún modo, la noticia de una
parte de los sucesos.
El Cabildo fue quien, mas que todos,
se mostró airado por el incidente do a
falsa capitulación.
Componíase este cuerpo municipal, de
españoles ríjidos, ricos y soberbios, ma-
nejados por el mas altivo de los hombres
— D. Martin de Alzaga— sujeto aspiran-
te que, viendo al país destituido de vir-
rei, ambicionaba este puesto, como cabe-
za del ayuntamiento, y como el mas nota-
ble de los vecinos. A.dernas: había trabaja-
do tan/o en los preparativos y manejos que
habían producido ese alzamiento de pueblo
con que se recibió por todas partes á la
columna de Liniers, que no cedia sus mé-
ritos á los de éste. El fue quien en los
arrabales, habia conferenciado con D.
Juan Martin Pueirredon para levan'ar
guerrillas en la campaña: el fué quien
aunque ayudado poderosamente en esto
por el asturiano D. Diego Alvarez Bra-
gada, reunió y remitió el dinero con que
el mismo Pueirredon engrosó las reunio-
nes de gente coreque se tiró la acción ó
combate de Perdriel, de donde retroce-
minutos los pasos de Liniers. Por
consiguiente, Berresford debió co-
nocer que dando al publico esa
obra de tinieblas, no hacia mas,
que hacer patente su descrédito.
En la carrera de la gloria no es
dió á la ciudad la fuerza inglesa, des-
pués que habia salido de ella, con la mi-
ra probablemente, de estorbar el des-
embarco y marcha de la espedicion que
Liiiiers debía llevar desde la Banda
Oriental; él fué. en fin, quien habia pro-
movido, dirijido y ejecutado todos los pa-
sos y medidas con que el cabildo habia
arrancado las riendas del vireinato al
inepto Sobre Monte; y quien puede de-
cirse, habia regalado una parte de su po-
der á Liniers y á la Audiencia.
Indignado este personaje y sus cabil-
dantes. de la criminal flaqueza con que
Liniers habia sujetado un negocio de
Estado á las influencias de su vida, fácil
y mui poco moral; roido de celos al ver
que Liniers se levantaba cada dia mas en
renombre y prestijio popular ganándose
el frenético entusiasmo de toda la juven-
tud, y de la parte activa de la población;
envidioso a¡ verle haciéndose entidad
dominante, que le arrancaba sus mas ca-
ras esperanzas; y poseído sinceramente
de un odio inflexible contra la Inglater-
ra y contra Berresford mismo, el cual,
como militar y hombre de corte, habia
frecuentado mucho, durante su gobierno,
las amistades de personas de moda, cu-
yos hábitos de vida eran relajados á los
ojos de la moral monacal de Alzaga y do
sus viejos españoles; supo aprovecharse
de la dificilísima posición en que ponia á
Liniers la intriga de la falsa capitulación.
Entablada en regla contra este una
acusación confidencial en el Cabildo, que
tendía á deponerlo, y alzada así la ban-
dera de la guerra civil, al otro dia del
triunfo, por el mismo partido español, se
procedió judicialmente á levantar una su-
maria del hecho. Casamayor con todos
sus amigos y contertulios, fueron arras-
trados á deponer. Ellos, negando abso-
lutamente que hubieran paiticipado en
el hecho, confesaron, de un modo termi-
nante, la verdad de él, respecto de Li-
niers; y hasta espusieron el modo ccn
- 53 -
lo sumo del mérito hacer grandes
hazañas, sino que nunca se de je ver
el héroe sin el hombre de bien....
“ Posteriormente atormentado
e! jeneral Berresford en su humil-
q no esto se habia dejado sujerir tan fa-
tal condescendencia.
Mas Liniers no estaba ya tan débil;
pues para hacer frente á las nuevas ten-
tativas que se temían de parte de la In-
glaterra, habia armado, en gran numero,
á los hijos del país, que todos le perte-
necían en cuerpo y alma, y como los sol-
dados pertenecen á su jeneral.
El hecho es que, desde entonces, Li-
niers y sus partidarios, empezaron í\ te-
ner por enemigos á A Izaga, al Cabildo y
á sus secuaces. La circunstancia de ser
estos los que en el pais h ician resaltar !
mas su calidad de españoles , como no hi-
jos del país; y, sobre todo, la de ser
ajenies del Consulado y Casa de C nitra-
tación de Cádiz, y, como tales, jefes del
gremio mercantil, que era bastante im-
popular; puesta en contrasto con la ca-
lidad de ser francés Liniers, es decir,
extranjero, y la de ser los criollos sus
partidarios mas personales, que corrían,
locos do entusiasmo p >r él, á tomar ar-
mas bajo su mando; esas circunstancias,
decimos, fue lo que provocó el primer
asomo de los dos partidos de Españoles y
de Criollos . Alzaga con el Cabildo, es-
taban á la cabeza del primero, que era
aparentemente revolucionario, en cuanto
habia derrocado á Sobre-Monte, y aspi-
raba á derrocar á Liniers: y Liniers es-
taba á la cabeza del segundo, que era
aparentemente conservador, en cuanto
sostenía la autoridad de este jeneral. Pe-
ro estas apariencias eran falaces; pues
el segundo partido representaba el cam-
bio ralical que hahian sufrido los pode-
res públicos, mostrando que allí donde
estaba el voto de los Patricios , allí esta-
ba la autoridad, y que esta, por consi-
guiente, se habia desprendido de su an-
tiguo seno.
Y tanto fue así, que ano y medio des-
pués, descubriéndose la lucha l ítente, á
que dio pretesto la capitulación finjida de
que nos ocupamos, los cuerpos españoles
de estaño de prisionero, creemos,
que mas por vengarse de los auto-
res de su suerte, y ganarse algu-
nos cómplices de su desgracia,
que por compasión de los america-
nos, empezó con cauteloso artifi-
iustigados por Alzaga y el Cabildo, se
sublevaron contra Liniers; y no iderán-
dose He la Plaza Mayor [h »i Victoria],
intimaron i Liniers su deposición del
puesto de virei que oeun¡.ba Liniers,
siempre débil y atolondrado, se dió por
depuesto: pero los jefes de Patricios,
míe á la primera noticia del inotin
de los Europeos, habían reunido sus
cuerpos, marcharon con el arma al bra-
zo sobre la plaza ocupada por estos; y
desplegando al frente del cabildo, desta-
caron compañías, qne se apoderaron del
Fuerte, restableciendo el ánimo de Li-
niers. Este entonces hizo que los amo-
tinados desalojaran la plaza, se apoderó
de los cabildantes, y los desterró á Pata-
gonia — De entonces data también el pri-
mer entredicho entre Buenos Aires y
Montevideo.
¿ Q, sé di-tancia habia entre aquel he-
cho de I ■ >s Patricios , y el de una revolu-
ción de independencia, contra el gobierno
español ?
Volviendo ahora á ’a falsa capitula-
ción, principio ó pretesto de tan graves
eventos, diremos que el sumario de acu-
sación contra Liniers, se habia llevado
adelante, y aun tentádose remitirlo á la
península; paso que fue astutamente
frustrado por Liniers. del siguiente m »do.
Sir Samuel Auchmuty. se habia apo-
derado de Montevideo el 3 de febrero de
1807; y por captarse la benevolencia del
país, habia accedido á que los oomer-
eiantes españoles de aquí, corresponsa-
les de los de Buenes Aires, cargasen en
un buque que estaba en este puerto, va-
rios depósitos de frutos, que en él teman
para ser contrabandeados con los portu-
gueses, según la antiquísima costumbre,
que, por conducto de la Colonia antes,
habia creado y engrandecido á Buenos
Aires. El Cabildo de Buenos Aires en-
viaba a España, en e^te buque suyo, el
sumario criminal, que habia levantado
contra Liniers. Súpolo Liniers por me-
ció á hacerles sentir su envileci-
miento, y la estupidez de promo-
ver la gloria de una nación, para
la cual el menor esfuerzo de li-
bertad era mirado como un motín
de esclavos contra su dueño. Oh!
cuan digno de nuestro respeto y
de toda la humanidad hubiese si-
do este jeperal, si desde que puso
pié en América hubiese ocupado
sus armas en romper esa cadena
que por tres siglos arrastrábamos ,
dio de un joven norte-americano, D. Gui-
llermo P. White, que hacia algunos años
se habia aparecido y establecid-»se en
Buenos Aires, como ájente de los ingle-
ses que llamaban entonces del Rejislro, 1
favorecidos con algunas licencias espe- ¡
ciales, para sacar productos del pais. Es-
te joven, ó. quien después conocimos vie-
jo, tenia un carácter travieso, intrigante: ¡
era incansable para hacerse recibir y oír
de las personas que necesitaba, y había )
contraido con Liniers relaciones de un
jénero secreto y confidencial, al mismo
tiempo también que las tenia con Au-
chmuty en Montevideo.
En el acto que Liniers supo por él la
remisión del sumario, lo despacho á Mon-
tevideo; y supo White injerirse do tal
modo con Auchmuty, que pudo hacerle
comprender que la remesa del buque era
una intriga política de los españoles, los
cuales habían embarcado en él los cau-
dales del rei de España, y que llevaba
comunicaciones, de un jénero importante,
ocultas. Sir Auchmuty. secuestró el bu-
que, y procedió á la rebusca de lo que se
le habia denunciado. El buque fué has-
ta desmantelado, desecho. No se halla,-
ron los supuestos caudales, sino sola-
mente el sumario contra Liniers, de que
naturalmente se apoderó el jeneral ingles,
por lo que concernía á su nación. De
este modo quedaron frustrados los efec-
tos, que el cabildo habia esperado de esa
pieza.
Sobrevino entonces el arribo de Whi-
telocke á Montevi eo, á quien siguió 40
dias después la marcha de la espedicion
sobre Buenos Aires; con lo cual, y á
59 -
con trabajo! En la jeneral preo
cupacion de losjpuehlos no falta"
han hombres cuerdos, quienes de-
jasen de conocer, que triunfar pa-
ra la España era añadir un nuevo
eslabón á esa cadena. Aunque
hasta aqui ellos habían ahogado
á la naturaleza en el silencio de
su alma, al abrigo de sus armas
protectoras ellos hubiesen forma-
do la opinión pública y dado á la
enerjía nacional su verdadero ob-
p resencia del peligro común, la disiden-
cia interior quedó por entonces aplazada,
esperando que la exaltación de un nuevo
triunfo sobre los ingleses, le diese ma-
yor pábulo y vigor.
E! resultado de lodo fué: que al fin,
no pudo Liniers impedir que D, Francis-
co Javier Elio, desde Montevideo, de
que era gobernador, y todo el partido es-
pañol de Bueno? Aires, hicieran com-
prender al gobierno supremo cuanto ha-
bía de relajante para los vincules colo-
niales, en la autoridad que Liniers ejer-
cía, basada en el voto y adhesión de las
clase- criollas, armadas; pues esto daba
ansia á un sentimiento de patriotismo lo-
cal, antipático al sentimiento local eu-
ropeo.
Liniers. pues, fué depuesto por el go-
bierno español, que dió asi la victoria á
Alzaga y al cabildo. El Sr. Cisneros que
vino de Virei, premunido de serias ins-
trucciones, en la que respiraba altamente
la alarma contra -el sentimiento local, que
predominaba, sucedió á Liniers. Este
aunque condecorado con un titulo, y fa-
vorecido con una pensión, fué llamado en
desgracia á la metrópoli, porque la Es-
paña temía de su permanencia en el pais;
y solo á costa de muchos esfuerzos y de
grandes empeños de lo mas respetable
del vecindario, se obtuvo de su sucesor
que se le permitiera eclipsarse « n Córdo-
ba, adonde se retiró, mientras que nue-
vas aspiraciones y nuevos entusiasmos
le despojaban totalmente del poder y el
prestijio, que habia ejercido sobre las
inasas cívicas. {JV&lu de la Redacción.)
- 60 -
jeto. Por lo demás, victorioso el
jeneral, hablar y obrar como ti-
rano; humillado, decidirse por el
dulce imperio de nuestra liber-
tad, era dar á conocer que no se
compadecía de nuestra suerte sino
por vernos bajo de otro dueño.
Descubierta por los mnjistrados
la insurrección que meditaba en
medio de la confianza que inspi-
raba su trato público, se vieron
(a) La fuga de Berresford, no obs-
tante teñe»* empeñada su palabra, os tam-
bién otro hecho notable, y que tampoco
le hizo honor: bien es verdad que él sa-
bía que habia dado mirjen para temer
algo serio.
Cuando en principios de 1807 se pre-
sentó en Montevideo la segunda espedí-
cion británica, en Buenos Aires se tomó
la medida que era consiguiente: se in-
ternaron á las provincias los prisioneros,'
que hasta entonces se hallaban en Bue-
nos Aires en toda libertad: y necesario
es decir que allá fueron tratados frater-
nalmente; á cuyo respecto, algún docu-
mento hemos de publicar á su tiempo.
Mas el jeneral Berresford, el coronel
Pak, y algunos oficiales, fueron confina-
dos solamente á la Villa de Lujan, á 17
legua9 de Buenos Aires, y á otros pue-
blos cercanos de aquel; bajo la custodia
del oficial D. Antonio Olavarría, á quien
ya hemos visto figurar en el combate de
Perdrie!.
Berresford y sus oficiales, en sus con-
versaciones, empezaron á propagar las
ideas de independencia. Los citados Pe-
ña y Padilla, sabiéndolo por Olavarria,
de quien eran amigos, se estrecharon con
Berresford. Peña, por una irreflexión de
las mas incomprensibles fué á poner en
el secreto de esas ideas, al alcalde de
primer voto, á un español, y tan luego á
un español como D. Martin de Alznga.
Este, sin repelerlas — y este incidente
nos consta privadamente — quiso oirlas
del mismo Berresford, teniendo una en-
trevista con él. Peña le hizo venir al
efecto desdo Lujan, ocultamente; y de
noche se celebró la entrevista en el es-
j | critorio de Alzaga. Mas este habia in-
obligados á decretar su interna-
ción á Catamarca desde Lujan
donde se hallaba con otros siete
oficiales de su nación, entre ellos
el mem->rable teniente corone!
Pak. No tuvo efecto este destier-
ro por que atropellando su pala-
bra de honor, y ayudados de D.
Saturnino Peña y D. Manuel
Aníselo Padilla, lograron evadir-
se y tomaron á Montevideo (a).
troducido en una pieza inmediata al es-
cribano Cortés y á do3 testigos (depen-
dientes suyos). Sin embargo, ni el es-
cribano ni los testigos pudieron oir dis-~
tintamente nada, ó al menos gran parte;
porque el jeneral tenia cuidado de ha-
blar quedo; y es así presumible que solo
se sentaría lo que el alcalde quiso dic-
tar: 9Ín que esto sea decir que no dicta-
se lo que realmente hubiese dicho aquel.
Esta fué la luz y el dato que de este
negocio tuvieron las autoridades, que por
ello acordaron que el jeneral y los otros
fueran internados desde Lujan hasta Ca-
tamarca. Presumiblemente, el jeneral
conoció ó sospechó entonces que estaba
descubierto, que habia caido en un lazo:
debió temer algo peor en el interior; y
fugó, juntamente con el coronel Pak.
Veremos después que, al responder á
las amenazas que hicieron desde Monte-
video los jefes ingleses, ni las autorida-
des en sus oficios, ni Alzaga en una car-
ta privada á Berresford. contestando á
otra de este, pero destinada á la prensa;
veremos, decíamos, que aunque acusan
al jeneralde que sembraba ciertas ideas,
no espresan como constaba eso. No
podian hacerlo; porque para eso habría
sido forzoso revelar el poco decoroso
manejo de que el alcalde se habia valido.
Padilla y Peña, fueron los que facili-
taron el escape de Berresford y de Pak,
y escaparon juntamente con ellos. Los
trajeron á Buenos Aires, los- ocultaron
en casa de D Fancisco Gonzalos y a
los tres dias, todos se embarcaron pa-
ra Montevideo, en un buque de un por-
tugués Lima, que lo franqueó al efecto.
Las autoridades se irritaron grande-
mente, é iniciaron un procedimiento judi-
l ~Si
“Mil sentimientos de indigna-
ción ajitaron los ánimos de los je-
nerales ingleses á la relación las-
timera que hicieron de sus infor-
tunios y malos tratamientos estos
oficiales fujitivos; pero principal-
mente al entender de Berresford
se halda violado la solemne capi-
tulación (como decian) formaliza-
da por Liniers. En desagravio de
estos insultos figurados escribie-
ron á la Audiencia y al Cabildo
en un tono amenazador, protes-
tando usar del derecho que les
daba esta conducta para cargar
el peso de su mano sobre nuestros
prisioneros, y remitirlos á Ingla-
terra, á no devolverse los suyos,
y darse cumplimiento al tratado.
Las respuestas de estos cuerpos
debieron disipar los engaños y res-
tablecer al jeneroso pueblo de
Buenos Aires en la justa opinión
que merecía por haber sido los
prisioneros ingleses el tierno ob-
jeto de sus atenciones.
“La conquista do Montevideo
fué seguida de la que hizo el ene-
migo apoderándose de la Colo-
nia del Sacramento. El juramen-
to de honor prestado por el te-
niente coronel Pak no fué un es-
torbo para que de nuevo empu-
ñase las armas contra la nación
española, y se fortificase en esta
plaza. Contra este prevaricador
cial. Olavarria, Gonzales y Lima, fueron
presos en el carácter de reos de Estado.
Su prisión fué mui dura :y cuando amena-
zó la segunda invasión inglesa, fueron sa-
cados de la cárcel j trasportados con
grillos á Mend oza. Ignoramos la suerte
ulterior de González — Olavarria murió
de lafé pública se le confió una
espedicion militar al español D.
Francisco Javier Elio. Su aire
marcial acompañado de un len-
guaje firme y determinado, hizo
concebir que era capaz de guiar
á los hombres por el camino de
la gloria y la inmortalidad. La
esperiencia disipó el error de este
concepto, y nos lo dió á conocer
por un fanfarrón arrebatado. E-
quivocando una precipitación in-
discreta con esos golpes de luz,
que en las grandes almas parecen
inspirados, entró á la plaza arre-
batadamente, y tuvo á gran dicha
poder escapar con la s cortas re-
liquias de su ejército. Pak cono-
ció sin duda que un jeneral de
este talento no podia dar un paso
sin darlo para su perdición* Acan-
tonado Elío en san Pedro pudo
reparar su derrota con el nuevo
refuerzo que recibió, pero siempre
en oposición directa con lo que
enseña el arte de la guerra, ni
elijió bien el puesto, ni tomó me-
dida alguna de precaución. En el
momento de una loca confianza
lo sorprendió el enemigo, lo der-
rotó, y le hizo perder hasta su
equipaje, quedando muerto con
el mayor honor el teniente del
cuerpo de Patricios D. José Q,ue-
sada con otros compañero s. M
Ensay. c¡t. tom 3. © páj. 420 á 444.
en el Janeiro, entro 1826 y 27. Lima,
años después de estos sucesos se presen-
tó en Londres, donde el gobierne le se-
ñaló una pensión de 1500 pesos fuertes.
La misma pensión estaban gozando allí,
desde antes, Peña y Padilla.
(Nota de la Redacción.)
-62 -
Pasamos ahora á presentar la
série de documentos y relaciones,
que se refieren á los sucesos que
quedan mencionados.
Victoria del 12 de Agosto — Re-
conquista de Buenos Aires.
''El Comandante Jenerai de la espedicion
destinada á la reconquista de Buenos
Aires da parte (al Príncipe de la Paz)
de las particularidades acaecidas en
este glorioso suceso de las armas
de S. M.
“Exaio. Sr.
“Mui Sr. mió: Habiéndome
por un concurso de circunstan-
cias y de órdenes superiores ha-
llado fuera de Buenos Aires al
tiempo do su rendición, y por con-
siguiente libre para seguir la de*
terminación, que hallase mas con-
forme al mejor servicio de S. M.;
pensé solo en dirijirme á Monte-
video, con el fin de proponer al
gobernador de esta plaza la re-
conquista de Buenos Aires. Pero
á mi llegada encontré una espe-
dicion para dicho objeto organi-
zada, y casi pronta para salir;
mas habiendo variado las circuns-
tancias por el fundado motivo de
tener probabilidades morales de
ser atacado Montevideo, el co-
mandante jenerai de marina bri-
gadier D. Pascual Ruiz Huido-
bro me pasó la siguiente orden,
su fecha 22 de julio.
“Desde el dia 2 del corriente
mes, en que recibí noticias por el
subdelegado de marina en la En-
senada de Barragan de haber sido
ocupada por los enemigos la capi-
tal de este vireinato, y de haber'
se ausentado de ella el Exmo. Sr
virei, concebí la idea de su recon-
quista luego que se me reuniese
jente de la campaña á virtud de
las proclamas, que al efecto ha-
bía hecho publicar, y tuviese no-
ticias seguras de las fuerzas de
los enemigos, para sobre tales
datos deliberar una empresa, que
conseguida, restituyese al domi-
nio de nuestro augusto soberano
aquella capital, y librase todo el
vireinato del riesgo de ser domi-
nado por los enemigos, si reciben
como es de esperar, refuerzos de
tropa, bien sea de su metrópoli,
ó del Cabo de Buena Esperanza,
que conquistaron en el mes de
enero del presente año. El dia 5
del mes actual, en acta que cele-
bré en este Cabildo con varios ob-
! jetos, indiqué mi enunciado pro-
yecto en los términos que quedan
¡ espresados, y uno de sus rejido-
res se ofreció hacer á la patria el
servicio de esponerse á ir á la ca-
pital, cuyo estado continuábamos
ignorando en aquella fecha, y ad-
quirir las noticias, que eran ne-
cesarias para determinar su re-
conquista. En efecto en el mismo
dia se puso en marcha, y habien-
do llegado á la Colonia, me avisó
con fecha 8 haber tenido la pro-
porción de saber allí todo cuan-
to se podia desear por varios su-
jetos, que habían llegado proce-
dentes de Buenos Aires, y par-
ticularmente por el primer piloto
de la armada graduado de alfé-
rez de fragata D. José de la Pe-
ña, que había regresado de la
comisión que le cometió el co-
mandante de dicha Colonia de
conducir á la capital unos prisio-
neros para canjeaV otros nues-
tros. Enterado asi por el referido
rejidor como por Peña, y por
varias cartas de la fuerza del
enemigo, del descontento jeneral
conque el pueblo sufría su domi-
nación, y de los buques que aque-
llos tenian en los surjideros inme-
diatos á balizas, enteré de todo á
la junta de guerra, formada de los
principales jefes de esta plaza,
congregados por mi á este efecto
para oir sus dictámenes; y estan-
do conformes con el mió, se acor-
dó, que saliese á la mayor posible
brevedad la fuerza de mar y tier-
ra, con que se debía emprender la
reconquista, cuya comisión se me
confirió por todos los vocales á
pesar del decadente estado de mi
salud, bien que sobre el supuesto
de que los enemigos no podrían
intentar ninguna especie de ata-
que á esta plaza; pues la fuerza
de 1,500 á 1,600 hombres, que te-
nian en la capital, les era mui ne-
cesaria para conservarse en ella,
deduciendo por consecuencia, que
cuatro, ó seis buques, que se avis-
taban al Sur de este puerto, ya
fondeados, ó á la vela, hacía al-
gunos dias, no proyectaban nin-
guna otra especie de hostilidad,
que la de un bloqueo. Hecha la
elección de las tropas, que debía
mandar, y casi al momento de es-
tar habilitados los buquesdeguer-
ra, y transportes para la espedi-
cion, recibo la carta de V. S. en
que me avisa su arribo á la Colo-
nia, el estado cu (pie dejaba la
capital, la posibilidad de su recon-
63 -
quista con solo 500 hombres de
tropas escojidas, y últimamente
que V. S. se constituía á realizar
la empresa en los términos indu-
cidos, y á responder del buen éxi-
to. Este oficio, de V. S. lo hice
entender á la junta de guerra, que
se convocó con otros motivos, la
que fué de parecer, que se oyese á
V. S. pues que me ofrecía en su
oficio citado trasladarse á esta
plaza momentáneamente: así se
verificó, y V. S. repitió lo mismo
que había escrito fundándose en
la disposición del pueblo de la ca-
pital á sacudir un yugo, que leerá
insoportable, la reunión de mucho
número de hombres resueltos á
unirse á la primera fuerza, que
allí se presentase, para loque con-
| servaban escondidas las armas, y
municiones, ácc. Sin embargo, la
junta resolvió, que se continuase
la espedicion en los términos acor-
dados; pero habiendo tenido dos
dias después avisos casi positivos
de que el enemigo había resuelto
bombear esta plaza, y tentar un
desembarco, para lo que reem-
barcó S00 hombres de los 1,500
que guarnecen á Buenos Aires;
estimó la misma junta por preciso
variar su determinación, y arre-
glarla á una media, que atendiese
á ambos objetos, esto es, la re-
conquista de la Capital, y la de-
fensa de esta plaza y puerto. En
consecuencia adoptó, como V. S.
sabe, pues que fué uno de los vo-
cales, su propuesto, y se le confirió
el mando no solo de los 500 hom-
! bres escojidos de la mejor tropa,
j mas también se aumentó su nú-
mero con el de cien de la compa-
i a
- 64. -
nía de Migueletes que se acababa
de formar en esta plaza, armada
y uniformada en los mejores tér-
minos, haciendo estensivo el man-
do en jefe de V.S. á las fuerzas de
mar, que están á las órdenes in-
mediatas del capitán de fragata
D. Juan Gutiérrez de la Concha,
y los buques, que transportan la
artillería y víveres para las tropas
de la espedicion, y á cuyo oficial
he prevenido con esta fecha que-
da á las órdenes de V. S. desde
c|ue llegue á la Colonia del Sa-
cramento para todas las acciones
militares de mar, que V. S. dis-
ponga, y prestarle los ausilios que
necesite, aun de la misma jente
que dota los buques, si le fuesen
necesarios. En tal intelijencia se
pondrá V. S. hoi mismo en mar-
cha, pues que todo está dispuesto
para que no se demore un momen-
to, y haciendo el uso, que estime
conveniente de las noticias reser-
vadas que le he comunicado, y
que pueden contribuir al glorioso
éxito de la espedicion, quedo mui
satisfecho de que los conocimien-
tos militares de V . S., su celo por
la relijion, por el mejor servicio
del rei, y su amor á ia patria, le
proporcionarán la indecible satis-
facción de libertar aquel pueblo
de la opresión, en que se encuen-
tra aflijido, y volverlo á la suave
dominación de nuestro amado so-
berano, libertando por este medio
todo el vireinato, espuesto á caer
en igual desgracia, si subsistiendo
el enemigo en la capital recibe
refuerzos, como es de esperar.”
“El dia 23 me puse en marcha
con el ejército, marchando hasta
los Canelones, en cuyo pueblo me
cojió un fuerte aguacero, que hizo
sabrá todos los rios de madre, cuyo
accidente me detuvo hasta el 26,
que habiendo hecho recojer todos
los botes de Sta. Lucía Chico,
formé con ellos balsas, con las
que pude hacer atravesar todo el
ejercito; llegué á la tarde del mis-
mo dia á San José, donde tuve
igualmente que hacer pasar su rio
al ejercito sobre jangadas; el 27
llegué al Rosario, y el 28 á la
Colonia del Sacramento, donde
hallé á la escuadrilla traída por el
capitán de fragata D. Juan Gu-
tiérrez de la Concha, compuesta
de 6 zumacas y goletas armadas
con cañones de á 18 y 24 y una
con obuses de á 36, 6 cañoneras
del rei, otra lancha mercante con
un cañón de á 18 á su popa, otras
dos con cañones de á 9, y S trans-
portes. El dia 29 se presentó un
bergantín ingles á la vista, y ha-
biendo quedado casi en calma,
hice salir las lanchas á batirlo, lo
que lograron un corto rato por
haber refrescado el viento; pero
sin embargo, habiéndole acertado
algunos tiros recibió bastante da-
ño en sus obras muertas, y coro-
namento de popa: finalmente fui-
mos detenidos por los vientos
contrarios.
“El dia primero de agosto hice
proclamar al ejército la orden si-
guiente. —
“D. Santiago Liniers y Bre-
mont, caballero de la orden de
San Juan, capitán de navio déla
real armada, y comandante jene-
ral de las fuerzas de mar y tierra
destinadas para la reconquista de
- 65 -
Buenos Aires. —
“Previene á todos los cuerpos
que componen el ejército que tie-
ne el honor <le mandar para la
gloriosa hazaña de la reconquista
de Buenos Aires, que esta tarde,
permitiéndolo el viento, se embar-
carán para pasar á la Costa del
Sur; que no duda un solo momen-
to del ardor, patriotismo é intre-
pidez de los valerosos oficiales,
cadetes, sarjentos cabos, solda-
dos y voluntarios que lo compo-
nen; pero que si contra su espe-
ranza algunos olvidados de sus
principios, volvían la cara al ene-
migo, estén en la intelijencia, que
habrá un canon á retaguardia
cargado á metralla, con orden de
hacer fuego sobre los cobardes
fujilivos.
“El valor sin disciplina no con-
duce mas que á una inmediata
ruina, las fuerzas reconcentradas,
y subordinadas á la voz de los que
las dirijen, es el mas seguro me-
dio de conseguir la victoria; por
tanto prevengo y mando, se ob-
serve la mas escrupulosa obedien-
cia por progresión de mando, ba-
jo las penas mas ejecutivas de la
ordenanza para semejantes casos.
“Si llegarnos á vencer, como lo
espero, los enemigos de nuestra
patria, acordaos soldados, que los
vínculos de la nación española son
de reñir con intrepidez, como
triunfar con humanidad: el ene-
migo vencido es nuestro hermano,
y la relijion, y la jenerosidad de
todo buen español le hacen como
tan natural estos principios, que
tendría rubor de encarecerlos.
“Si el buen orden, la discipli-
na, y el buen trato deben obser-
varse para antes y después de la
victoria, rescatado Buenos Aires,
debemos conducirnos con el ma-
yor recato; y que no se diga, que
los amigos han causado mas dis-
turbio en la tranquilidad publica,
que los enemigos; pues si se debe
castigar algunos traidores á la
patria, vivan seguros, que lo esta-
rán ejecutivamente por las auto-
ridades constituidas para entender
desemejantes delitos. Por tanto
espero de todos mis amados com-
pañeros de armas, que me darán
la gloria de poder exaltar á los
pies del trono de nuestro amado
soberano tanto los rasgos de su
valor, como su moderación, y
acrisolada conducta.”
“Este mismo dia habiendo re-
cibido orden del gobernador de
Montevideo, para que si me pare-
! cía conveniente reforzase mi ejér-
cito con cien hombres de las mi-
licias de la Colonia del Sacra-
mento, el sarjento mayor coman-
dante de dicha plaza, D. Ramón
del Pino, no solamente se esmeró
en escojer cien hombres ya ins-
truidos por él, sino que habiendo
anunciado el deseo de uniformar-
los, su consorte Da. Francisca
Huet, abrió una suscripción para
este fin, firmando la primera por
100 pesos fuertes: á su ejemplo
D. León de Altolaguirre, coman-
dante de los resguardos, que ya
se había constituido fiador de uno
de los barcos de transporte enca-
so de pérdida, firmó por 250, D.
Juan de la Concha por 100; ejem-
plo que fué seguido por todos los
oficiales del ejército y armada.
- 66 -
Dichas tropas se portaron el (lia
12 con el mas distinguido valor.
“Salimos de !a Colonia el dia 3
dei corriente después de haber es-
pantado una fragata, que amane-
ció cuasi en calma á la boca del
puerto; el viento fue refrescando
por el E. y el E. N.E. y las lan-
chas, que habían salido á batir la
fragata, quedaron sobre la isla de
San Gabriel, en cuyo paraje nos
incorporamos con ellas todas las
zumacas, y lanchas de transporte
con toda la tropa: á las 4 y media
de la tarde, habiéndose arreglado
algunos transportes, dimos la vela
á las 6, y por momentos fué re-
frescando el viento variando has-
ta el S. E. con algunos chubascos
de viento y agua: la desconfianza
que inspiró el práctico mayor D.
Manuel Cipriano; el mal gobier-
no de la goleta Remedios, le hizo
orzar algo mas de lo que nos daba
el viento, de cuya resulta reca-
lamos mucho mas á barlovento
de lo que se había proyectado;
pero hallándonos ya próximos a
tierra, lo que la oscuridad de la
noche no nos dejaba distinguir
bien, dimos fondo; mas habiendo
aclarado algún tanto con la salida
de la luna, nos hallamos mui in-
mediatos á una fragata, por cuyo
motivo zarpamos para enmendar-
nos, y nos hallamos reunidos con
7 á 8 buques entre lanchas caño-
neras y transportes. Al amanecer
descubrimos á Buenos Aires, y los
buques de los enemigos fondeados
fuera del banco de la ciudad. En
este momento siguiendo e! viento
al S. E., las aguas altas, y la mar
picada, determine inmediatamen-
te mudar el punto de mi desem-
barco, que debía ser la punta de
los Olivos, y entrar en las Con-
chas, y pasé al dirijirme á este
punto inmediato á la zumaca Do-
lores que pude haber, apresado;
pero considerando que mi princi-
pal objeto era tomar á Buenos
Aires, seguí mi rumbo, logrando
fondear dentro de las Conchas á
las 9 de la maiíana. Al momento
determiné el desembarco, y en
menos de una hora tuve toda la
tropa y la artillería en tierra, di-
rijiéndome con la mayor pronti-
tud á tomar la altura de la Pun-
ta, de cuyo punto me adelanté co-
mo media legua en columna para
acampar en buen sitio, donde no
me faltó bastimento para el ejér-
cito. Considerando que la flotilla
no podría operar, determiné de
acuerdo con D. Juan Gutiérrez
de la Concha el desembarcar has-
ta 223 hombres entre marineros y
soldados, los que la misma tarde
se me incorporaron con el mismo
Concha, á la cabeza su oficial de
órdenes el teniente de fragata D.
José de Córdoba, el de navio D.
Juan Anjel de Michilena y D.
Joaquín Ruiz, el teniente de fra-
gata D. Cándido La Sala y D. Jo-
sé Posadas, los alferes de navio
D. Benito Correa, D. Manuel de
la Iglesia, D. Joaquín Toledo y
D. José Miranda, y el de fragata
D. Federico La Cos: la noche
fué malísima. La tropa la pasó
sobre las armas, sin que se notase
la menor queja. Al dia siguiente
5 del corriente me dirijí al pueblo
de San Isidro, que atravesamos
entre las aclamaciones de todo él.
Acampé la tropa en un hermoso
sitio, pero la noche fue cruel de
viento y agua, que mi jente sufrió
con mucha constancia. El día 6
siguiendo el temporal determiné
alojar el ejército en el pueblo,
tanto para darle descanso, como
para limpiar las armas. Duró el
tiempo recio del S. E. con agua-
ceros, en el que perdieron los in-
gleses 5 de sus lanchas cañone-
ras, hasta el 9 que marché para
venir á tomar el puesto de la Cha-
carita de los colejiales, ele donde
me dirijí el dia 10 á los matade-
ros del Miserere, á los que llegué
á las 10 v media de la mañana.
a/
Formado en batalla traté de en-
viar al pueblo á mi ayudante D.
Hilarión de la Quintana con la
intimación al jeneral ingles, que
á la letra copio —
“Exmo. Señor — La suerte de
las armas es variable: hace poco
mas de un mes que V. E. entró
en la capital, arrojándose con un
cortísimo número de tropas á ata- ¡
car una inmensa populación, á
quien seguramente faltó mas la
dirección, que el valor para opo- j
nerse á su intento; pero en el dia
penetrada del mas alto entusias-
mo para sacudir una dominación
que le es odiosa, se halla pronta á ¡
demostrarle, que el valor que han
mostrado los habitantes del Fer-
rol, de Canarias y de Puerto Ri-
co, no es estraño á los de Buenos
Aires. Vengo á la cabeza de tro- !
pas regladas mui superiores á las '
del mando de V. E. y que no le
ceden en instrucción y disciplina:
mis fuerzas de mar van á domi- I
nar las valizas, y no lo dejarán
recurso para emprender una retj -
rada. La justa estimación debida
al valor de V. E., la jenerosidad
de la nación española, y el hor-
ror que inspira á la humanidad la
destrucción de hombres meros
instrumentos de los que con justi-
cia, ó sin ella emprenden la guer-
ra, me estimulan a dirijir á V. E.
este aviso, para que impuesto del
peligro sin recurso en que se en-
cuentra, me avise eri el preciso
término de 15 minutos, si se halla
dispuesto al partido desesperado
de librar sus tropas á una total
destrucción, ó al de entregarse á
la discreción de un enemigo jene-
roso. — Ntro. Señor guarde á V.
E. muchos años. — Ejército espa •
j ñol en la inmediación de Buenos
Aires 10 de agosto de 1800. —
Exilio. Sr. — Santiago Liniers. —
Exmo. Sr. D. Guillermo Carr
Berresford.”
“Pero pareciéndole á mi ayu-
dante, que lo detenía el jeneral
j sin darle audiencia mas tiempo
que el que yo le había señalado,
se volvió sin haberle entregado mi
carta; sin embargo me pareció de-
ber usar de la urbanidad de ha-
cerlo regresar con la intimación
de que si trataban de detenerlo,
declarase se marchaba, que ya no
volvería mas, y que se estuviesen
á las resultas: no llegó el caso;
pues ai momento lo admitió el je-
neral enemigo, disculpándose que
el no haberlo recibido tan pronto
por la mañana, había sido por es-
tar ocupado con el Sr. Obispo, el
Cabildo y los cónsules; le entregó
su contestación concebida en es-
tos términos —
i
, IW i ^ .r . - i l
- 68 -
“ Buenos Aires 10 de agosto de
1806 — He recibido su oficio, y
convengo en que la fortuna de las
armas es variable; no pongo duda
en que Vd. tiene la superioridad
! respecto al número; y que la com-
paración de la disciplina es inútil:
tampoco he consentido jamas en ,
haber entrado en este pueblo sin
oposición; pues para ejecutarlo ;
me ha sido preciso batir al enemi- i
go dos veces, y al mismo tiempo !
que he deseado siempre el buen
nombre de mi patria, he tratado !
también de conservar la estima- |
cion y el buen concepto de las
tropas, que se hallan bajo de mis
órdenes: en esta ¡ntelijencia sola-
mente le digo, que me defenderé
hasta el caso que me indique la
prudencia para evitar las calami-
dades, que pueden recaer sobre
este pueblo, que nadie las sentirá
mas que yo, de las cuales estará
bien libre, si todos sus habitantes
proceden conforme á la buena fé.
Besa las manos deVd. — Guiller-
mo Carr Berresford, mayor jene-
ral ingles. — Sr. coronel Liniers.”
“Al instante de recibida esta ,
carta me puse en marcha para ata- !
car el Retiro, lo que efectué á las
cinco, habiendo adelantado una
partida de Migueletes para reco-
nocer el puesto, y estos empeza-
ron tomando dos prisioneros, que
me trajeron con la noticia de que
doscientos ingleses defendían es-
te punto. Hice adelantar dos obu-
ses con los Catalanes á la cabeza, !
y la escolta de la compañía de
granaderos del Fijo, la que partió
con la mnyorceleridad y denuedo
al puesto atacado, seguida deto- i
do el ejército al paso de carrera.
El camino que conduce del Mise-
rere al Retiro es malísimo entre
quintas y a!bardones,y bastantes
pantanos, lo que hubiera atrasado
infinito mi marcha, si una multi-
tud de pueblo no so hubiese arri-
mado á la artillería para arras-
trarla. Finalmente llegué á derro-
tar completamente á los ingleses,
tomándoles diez prisioneros, entre
ellos cinco heridos de consecuen-
cia, y matándoles de unos 30 á
35. Al momento acudió al ruido
del tiroteo el jeneral ingles á so-
correr sus jentes con la artillería
á la cabeza de una columna, que
gradué de 400 á 500 hombres; pe-
ro habiendo mi comandante de
artillería roto el fuego de obús so-
bre ella á metralla, se desparramó
como una nube, dejando muchos
muertos, y desamparando un rato
su canon, por lo cual mandé ata-
carlos con otros por el flanco, pe-
ro por reflexión hice detener la
tropa nombrada para ello, por em-
pezar á anochecer, y considerar
rendida mi jente por la marcha
forzada del dia, y haber logrado
con la mas alta felicidad y sin pér-
dida de un solo hombre tomar un
punto tan interesante, que encier-
ra los almacenes de artillería, en
los que he hallado cuantiosos re-
puestos de balas, bombas, carre-
tones, cureñas, é infinitos otros
pertrechos. Me habían denuncia-
do hallarse escondidos dentro del
parque algunos enemigos:estemo-
tivo, y por parecerme el medio
mas espedito de suplir la falta de
las llaves, mandé que asestaran
contra la puerta una pieza de ar-
- 69 -
ti Hería, y hallándose mas á la ma-
no «n obús cargado á metralla, le
pegaron fuego, sucediendo la des-
gracia de que una bala, que na-
turalmente debió dar en un clavo,
de rechazo hiriese al alfarez de
navio D. Joaquín Toledo en la
cabeza; suceso que me aflijió tan-
to mas que lo vi cubierto de san-
gre, y que recaía en un oficial de
rni mas distinguida confianza; pe-
ro examinada la herida se halló
de poca gravedad, y el dia siguien-
te siguió haciendo su servicio de
artillería donde lo tenía destinado
con el alférez de fragata D. Fe-
derico La Cos.
“Considerando que si los ene-
migos se refujiaban en el fuerte,
tendría que batirlos en brecha,
había hecho desembarcar dos ca-
ñones de á 18 de la goleta Dolo-
res; por ser barco de mucho cala-
do, que dificultosamente podria
servir en valizas en el caso de
ataque de mar: estos me llegaron
el dia 11 en el campo del Retiro,
y habiendo encontrado en el par-
que afustes del mismo calibre,
aunque con los ejes cortados por
los enemigos, traté de montarlos
en ellos, reparando esta falta: esto
lo tuve efectuado á las 12, á cuya
hora reparando que con uno de di-
ta) Se vé ahora, bien claramente,
que el cañoneo á los buques ingleses de
valizas, y el derribainiento de la bandera
inglesa, tuvieron lugar desde el Retiro,
el II, después de medio dia. No suce-
dieron antes de la intimación dirijida el
10 á Berresford, antes de acercarse Li-
niers á la ciudad, ni en su transito de la
costa á Miserere, es decir, desde el cam-
po, como el Principe de la Paz lo asegu-
ra, según lo observamos en la Nota de
chos cañones podria batir las fuer-
zas, que los enemigos tenían en
balizas, lo coloqué en sitio opor-
tuno, aunque los tiros por la ele-
vación de la barranca no se podían
aprovechar bien, logré el pegar un
balazo á una lancha cañonera,
quien con este motivo no pudo
corresponderá nuestros fuegos: y
habiéndolo dirijido sobre una fra-
gata, le cortamos la pena de su
mesana, donde tremolaba la ban-
dera británica, la que cayó al
agua; feliz pronóstico del aje que
debía recibir el dia siguiente en la
¡>laza de Buenos Aires (a). Efec-
tivamente el dia 12 á las 10 de la
mañana, habiendo los Migúele-
tes empeñado un fuerte tiroteo,
temiendo que fuesen rechazados ó
cortados, adelanté el ataque, que
tenia determinado para las doce
del dia, dirijiéndome con toda mi
artillería en dos columnas por la
calle de la Merced, y por la de la
Catedral; los cañones de 18 sin
avantrenes, fueron llevados á bra-
zo; los enemigos con 18 piezas de
artillería guardaban las entradas
de la plaza, sus tropas guarnecían
las azoteas de la recoba, y de va-
rias casas inmediatas á la plaza, y
los balcones de Cabildo: de todos
estos puntos, después de cerca de
la páj. 47. Se ve también que, como
igualmente lo observamos nllí, no hubo
en este tránsito puestos, guerrillas ni el
continuado triunfo, que, para exaltar sin
necesidad el mérito do nuestras armas,
refiere el mismo Príncipe de la Paz — Na-
da de eso dice Liniers en su paite. En
su camino, él no vio un solo enemigo:
ninguno de estos salió de la ciudad á su
l encuentro. (.Yo/u de la Redacción.')
dos lloras del combate mas vivo
de ambas partes con igual tesón,
valor y constancia; los enemigos
desampararon .la plaza, que ocu-
paron al momento nuestras tro-
pas; y refu j i ados al fuerte, izaron
bandera blanca, pero la tuvieron
larga bastante tiempo antes de
contener el fuego nuestro, segur»
estaban enardecidos mis soldados.
Ultimamente, habiendo visto en-
trar en el fuerte á D. Hilarión de
la Quintana con un tambor, se ar-
rojaron sobre el rastrillo, y orilla
del foso, viéndome obligado con
todos mis oficiales á usar de ame-
naza para contenerlos y hacerles
ver, que aun no estaba rendido el
fuerte, que la bandera blanca po-
dría ser para pedir una suspensión
de armas, &,a. Verdaderamente
si el jeneral ingleshubiese sido de
mala fé, pudo haberla arriado des-
pachando al ayudante, y hacernos
un destrozo horroroso; bien que
nunca suficiente para quitarnos la
victoria, aunque mucho mas en-
sangrentada; pero lejos de tomar
tan desesperada determinación, se
avino á izar la bandera española
antes de haber tratado de mas ca-
pitulaciones, que la de oir de mi
ayudante, que solo admitiría yo
la de á discreción: al poco rato sa-
lió del fuerte con mi dicho ayu-
dante, y encontrándose conmigo,
en pocas palabras le espresé, que
la justa estimación que me mere-
cía su valor, me estimulaba á con-
cederle los honores de la guerra,
y efectivamente habiendo hecho
formar mi tropa en ala, salieron
los ingleses del fuerte con sus ar-
mas tocando marcha, y las depo-
sitaron á la cabeza de nuestro
ejército en número de 1,200, ha-
biendo perdido en la acción 41 2
hombres, y 5 oficiales entre muer-
tos y heridos; y nuestros de la
misma clase solos 189, el alférez
de navio D. José Miranda herido
en una mano, y el alférez del ejér-
cito del imperio francés mi ede-
cán D. Juan Bautista Fantin, una
pierna rota.
“El fuerte tenia 35 cañones
montados, y 4 morteros: los fusi-
les que nos han entregado son
mas de 1609. F ué falso que hubie-
sen estraido las armas nuestras,
que habían hallado en la sala de
armas, que allí existe: ademas
les hemos tomado 26 cañones y 4
obuses, las banderas del Tejimien-
to 71, las que tenia votadas ¿
Ntra. Sra. del Rosario.
“No sé si debo ponderar mas
la constancia heroica de los oficia-
les y soldados en los trabajos, que
las intemperies de la estación les
han hecho sufrir sin mas abrigo
que el del cielo, no habiéndose
verificado que nadie haya profe-
rido la menor queja, ni dado la
menor seña de incomodidad, que
el valor sin segundo que mostraron
en una de las acciones de mas ar-
resto, intrepidez y riesgo que se
pueda emprender.
“Entre los hechos de patrio-
tismo de esta ciuded no se debe
omitir el de D. Manuel Ortiz Ba-
sualdo, quien me remitió mil pe-
sos fuertes para ser distribuidos
por mí. entre las viudas é hij os de
los que han perecido en la espedi-
cion, y entre los que juzgue mas
dignos de premio por algunas ac-
- 71
ciones estraordinarias: entre estas
no debo omitir la de la mujer de
un cabo de asamblea llamada Ma-
nuela la tucumanesa, quien com-
batió al lado de su marido, y ma-
tó á un soldado ingles, del que me
presentó el fusil; pero este acto de
heroísmo pudo haber tenido prin-
cipio en los ejemplos de primera
escepcion que mi señora Da. Jo-
sefa Morales, gobernadora de
Montevideo, y Doña Francisca
Huet, digna esposa del sarjento
mayor, y comandante de la Colo-
nia del Sacramento D. Ramón
del Pino, quienes con sus dadivas
y exhortos, han contribuido infini-
tamente al entusiasmo, y exalta-
do denuedo con que nuestras tro-
pas han ido á buscar, y vencer al
enemigo, despreciando fatigas,
tempestades y balas.
“No debo omitir, que los veci-
nos de Buenos Aires D. Juan
Martin Puey.rredon (ya distingui-
do por un acto de valor pocos dias
antes de mi llegada, en que quitó
un carro de municiones defendido
por un cuerpo de 600 hombres)
D. Manuel de Arroyo, D. José
Gabriel de la Oyuela, D. Pedro
Nuñez, D. Lucas Vivas, y D.
Tomas Castillon su segundo, á la
cabeza de verdaderos Patricios,
me han hecho los servicios mas
distinguidos como caballería 1 i je-
ra , rondando las noches enteras
al rededor de mis campamentos,
y avisándome con la mayor exac-
titud de todos los movimientos
de los enemigos, no perdonando
para este fin desvelo,- fatiga, ni
riesgo.
“Ntro. Señor guarde la impor-
tante vida de V. E. muchos años.
“Buenos Aires, agosto 16 de
1806.
“Tengo el honor de ser de
V. E. con el mayor respeto, su
mas atento seguro servidor,
“a. S. M. B.
“Exrno. Señor:
“Santiaco Liniers.
“Exrno. Señor Príncipe de la
Paz, Jeneralísimo de los reales
ejércitos y armadas."
“ Relación de la artillería encon-
trada en el Fuerte de Buenos
Aires , con distinción de la que
se hallaba montada , y sin es-
pecificar calibres por falta de
tiempo , incluyendo el demás
armamento existente en los al-
macenes.
Cañones de batir montados
en la murallay baluartes. 35
Morteros id 4
Cañones de tren volante... 25
Obuses de seis pulgadas
del mismo tren 4
Cañones desmontados 54
Morteros 2
Pedreros de Pisonte 11
Total de artilleria 135
“De estas piezas solo hai de fá-
brica inglesa dos obuses y cin-
co cañones , todos del tren; y
los demas son los que habían
tomado los enemigos de la
plaza.
20
Fusiles españoles hallados
en la armería 2061
Carabinas . 616
Esmeriles id.. 31
Pistolas id 4072
Espadas id 120S
F usilesde la tropa rendida al
frente del ejército de S.M. 1600
“Buenos Aires 16 de gosto de
1806.
' * Francia co Agustín i.”
“ROMANCE HEROICO (a)
en que se hace relación circuns-
tanciada de la gloriosa recon-
quisto. de Buenos ‘Aires, capi-
tal del vireinato del Rio de la
Plata, verificada el día 12 de
agosto de 1S06. Por un fiel va-
sallo de S. M. y amante de la,
patria , quien lo dedica y ofre-
ce á la mui noble y mui leal
ciudad, cabildo y Tejimiento de
esta capital.
“a LA MUI LEAL CIUDAD DE_. BUENOS
AIRES.
“Deseando dar á luz una su-
cinta, pero verdadera relación de
la famosa reconquista de esta ca-
pital, verificada el 12 de agosto de
1806, ¿A quién con mas razón
podía yo dedicarla, que á V. S?
Ya se mire el interes, ya la gloria
de este prodijioso suceso, V. S.
es el sujeto mas interesado en él,
(a) Este romance llamado impropia
mente heroico publicado anónimamente,
fue obra del Dr. D. Pantaleon Rivarola,
capellán del rejiiniento del Fijo, y natu-
ral de Buenos Aires.
72 -
como á quien corresponde el ho-
nor, y el bien de su resultado.
Todos hemos admirado, y alaba-
do el glorioso empeño que ha ma-
nifestado V. S. por conservar al
mas amable de los monarcas el
riquísimo y fértilísimo suelo de
estas provincias, que ganaron á
la reli ¡ion, y á la España los in-
mortales héroes del siglo xvi: de
; manera que la mas delicada críti-
ca de la posteridad no tendrá que
tildar la menor falta, sino antes
muchos motivos de alabar al Dios
de las misericordias por haber da-
do á Y. S. tantas luces, pruden-
cia, y fortaleza para concluir, y
perfeccionar esta grande obra de
la mano del Altísimo.
“Yo no me he propuesto otro
fin en esta obrita, que perpetuar
por medio de ella la memoria de
tan particular beneficio del Se-
ñor, escitar en nosotros los afec-
tos del mas vivo reconocimiento
á su bondad; y al mismo tiempo
inmortalizar por un método tan
fácil y sencillo los gloriosos nom-
bres de nuestros famosos compa-
triotas, que pelearon y murieron
en la reconquista de esta capital,
para el honor de sus familias é in-
centivo de la juventud.
“Desde los últimos años del
siglo 17 se hallan positivos docu-
mentos, que acreditan los servi-
cios militares de los vecinos de
esta capital contra las potencias
enemigas. Por los años de 1680
Aunque fué escrito en 1307, lo mismo
que las Adiciones y Correcciones, que
irán á continuación de él, lo damos aquí
como referente y descritivo de la Re-
conquista, [JVoZa de la Redacción ]
- 73 -
pasaron estos á la Colonia del Sa-
cramento, ciudad situada en la
Opuesto orilla del Rio de la Pla-
ta mandados por el maestre de
campo D. Antonio de Vera y
Mujica, de orden del gobernador
D. José de Garro, y después de
una sangrienta batalla, la rindie-
ron el di a 7 de agosto del mismo
ano (b). Volvieron los portugue-
ses á reedificar la mencionada
ciudad de la Colonia, siendo go-
bernador de Buenos Aires el ma-
estre de campo de infantería D.
Andrés Robles, sucesor de D.
José del Garro. Al Sr. de Robles
sucedió el maestre de campo D.
Juan Alfonso Valdez Inclan en
1703, quien teniendo nuevas órde-
nes de nuestra corte para desalo-
jar los portugueses de la Colonia,
lo verificó el año de 1705, envian-
do para el efecto las tropas com-
puestas del vecindario de esta
ciudad á las órdenes del sarjento
mayor D. Baltazar María Ros.
El Sr. D. Miguel de Salcedo bri-
gadier de los reales ejércitos que
entró al gobierno de esta plaza
por los años de 1735, pasó tam-
. bien el rio con tropas formadas
de este vecindario contra los por-
tugueses.
“Los mismos vecinos de esta
ciudad y su jurisdicción por los
años de 1762 bajo las órdenes de
su gobernador y capital jeneral el
Exmo. Sr. D. Pedro Cevallos,
teniente jeneral de los reales ejér-
citos, volvieron á pasar el rio con-
(b) Así se refiere en la respuesta que
el Sr. marques de Grimnldi, ministro de
España, dió al Exmo. Sr. D. Francisco
Suu9a Coutiño embajador de la corte de|
tra los portugueses de la referid 3,
Colonia del Sacramento, la qu e
después de algunos dias de sitio»
se rindió á discreción. A la rendi-
ción de esta plaza se siguió la de
la ciudad del Rio Grande, y la de
las fortalezas de San Miguel del
Cliui, Sta. Teresa y Sta. Tecla.
Bajo la dirección y mando de es-
te mismo jefe asistieron y sirvie-
ron voluntarios los vecinos de es-
ta capital por los años de 1777
en la guerra contra los portu-
gueses.
“Antes de esta época, en el
primer gobierno del Exmo. S. D.
D. Juan José de Vertizy Salce-
do, entonces mariscal de campo
de los reales ejércitos, mientras
permanecieron las desavenencias
con Portugal, pasaban cada cua-
tro ó seis meses, algunas compa-
ñías de milicia de este vecindario
destacadas para el servicio de la
plaza de Montevideo, desampa-
rando sus casas y familias por to-
do aquel tiempo que duraba el
destacamento, el cual solía pro-
longarse algunas veces, según lo
exijían las circunstancias del
tiempo. Ni debe omitirse que des-
de el tiempo de la primera guerra
del Exmo. Sr. D. Pedro Ceva-
llos, los vecinos de esta ciudad
hacían todas las fatigas militares
de guardias, rondas, patrullas &,a.
sin ración ni sueldo, hasta que el
rei nuestro señor á petición y re-
presentación de V. S. mandó que
cuando se ocupasen las milicias,
Portugal. Lo mismo con alguna corta
diferencia se lee en el diccionario ame-
ricano do Alcedo en Buenos Aires.
(Nota del Jlutor.)
- 74 -
se les satisficiese el sueldo cor-
respondiente, cuya cédula se ga-
nó en el vireinato del Exmo. Sr.
D. Juan José de Vertiz. ' • .
“En las presentes ocurrencias
todo el mundo es testigo de los
particulares servicios y crecidísi-
mos gastos que esta ciudad ha he-
cho y prosigue haciendo para su
defensa. Gratificó V. S. con 25
pesos á todos los soldados quevi-
nieron de la otra banda del Rio
de la Plata á la reconquista de es-
ta capital, y con 15 pesos á los de
esta banda, fuera de otras consi-
derables espensas que no se pue-
den calcular. Después de verifi-
cada la reconquista, ha levantado
y uniformado V. S., un cuerpo lu-
cidísimo de 450 artilleros con sus
respectivos oficiales y jefes, á quie-
nes se les asiste todos los meses
con sueldo mayor que el que se dá
á las tropas veteranas. Ademas
socorre V. S. con cuatro pesos to-
dos los meses á la marinería de la
real armada, destinada al servicio
del puerto. Ha repartido V. S.
quince dotes de á mil pesos cada
uno, en acción de gracias á Dios
por la obra de la reconquista, de
los cuales, once se aplicaron á las
hijas de los que murieron en este
glorioso combate, y los cuatro res-
tantes á otras niñas pobres. Ha
mandado V. S. celebrar muchas
misas y aniversarios, en sufrajio
de los referidos finados, y ha se-
ñalado socorro anual de monte
pió á sus viudas.
“Se han levantado para la de-
fensa de la plaza, cuerpos de tro-,
pas voluntarias, lucidamente uni-
formados, hasta el número de cer-
ca de 8,000 individuos, los mis-
mos que por algún tiempo hicie-
ron todas las fatigas militares, sin
gasto alguno del real erario, cos-
teando V. S. el diario alimento
para todos. Pero lo que verdade-
ramente hace mis honor, y coro-
na á V. S. mas de gloria; es el
gusto, alegría, y entusiasmo con
que todos, aun los mas niños se
prestan y ofrecen para estos ser-
vicios.
“Finalmente, hallándose sitia-
da la plaza de Montevideo y apu-
rado de recursos su jeneroso y
valiente gobernador, se ofrecie-
ron los vecinos de esta ciudad ir
á su socorro. Primeramente se
envió todo el resto de tropas vete-
ranas que habían quedado en esta
capital, que eran cerca de quinien-
tos entre soldados y oficiales, y en
seguida 1,500 voluntarios de to-
dos los cuerpos, que se embarca-
ron al mismo fin el dia 29 de ene-
ro de 1807 con tanto gozo y ale-
gría como si fuesen á un paseo y
no á la guerra. ¡Qué gloria pa-
ra V. S. ver salir en esta espe-
dicion de una misma casa tres
únicos hijos varones de padres
mui ricos sin que las lágrimas y
clamores de estos los pudiesen
contener! ¡Qué asombro ver em-
barcarle para esta guerra un pa-
dre con un solo hijo que tenía,
dejando á la madre anegada en
el mas amargo llanto! ¡Qué ver
tantos sujetos de comodidades y
conveniencias, abandonarlas to-
das, por ir á tomar un ramo de lau-
rel en la palestra de Marte! ¡Qué
ver el empeño y solicitud con que
V,S. se apresuró á practicar todas
- 75 -
Ijis diligenciasconvenientes al mas
pronto auxilio y socorro de aque-
lla importante plaza!
“Pero lo que debe causar mas
la admiración es, que ademas de
los 1,500 voluntarios que el jene-
. ral determinó llevar á esta espe-
dicion tan peligrosa, se embarca-
ron á escondidas, y como de con-
trabando 1,146, fuera deotros mu-
chos que se dirijieron al mismo
punto por sendas y caminos ocul-
tos para no ser detenidos. ¿ Q,uién
ha visto semejante entusiasmo y
patriotismo en jentes, que mira-
ban con tanta indiferencia y aun
con aborrecimiento la carrera mi-
litar? Bien se conoce á poca d i 1 i -
jencia, que el poderoso resorte
que mueve los muelles de esta
gloriosa máquina es el amor de
¡q verdadera relijion, y la fidelidad
al soberano, por cuyos dos obje-
tos esponen gustosos sus bienes y
su vida. No tuvo efecto esta mar-
cial espedicion, porque aun es-
tando mui distantes de la plaza de
Montevideo, se supo su asalto y
rendición, por cuyo motivo regre-
saron á esta capital con el dolor
de no haber podido llegar á tiem-
po oportuno para su socorro.
“Pasados algunos dias de la
rendición de la plaza de Monte-
video, comenzó V. S. á tratar so-
bre el importante asunto de re-
conquistarla, á cuyo efecto hizo
las proposiciones que le parecie-
ron mas oportunas, ofreciendo sa-
crificar por tan noble objeto la
vida y caudales de sus vecinos.
Pero no considerándose exequi-
ble por entonces este proyecto,
se reservó para mejor ocasión.
“Con motivo del feliz arribo á
este puerto del coronel «D. Fran-
cisco Javier de Elío, sujeto de co-
nocida pericia militar, y amor al
soberano, revivió el pensamiento
de la meditada restauración déla
ciudad de Montevideo. Después
de varias consultas practicadas al
efecto, se resolvió pasasen á la
opuesta ribera del Rio de la Pla-
ta 600 hombres con la correspon-
diente artillería al mando del re-
ferido coronel, para que unidos á
las tropas de milicias voluntarias
que andaban dispersas por aque-
llos lugares y pueblos, comenza-
sen á obrar al tenor de las órde-
nes que llevaba su valiente jefe.
Llegado el dia señalado, se em-
barcaron nuestros voluntarios, y
al recontarlos, se notó con admi-
ración, que había 334 hombres '
mas de los 600 que debían ir á la
mencionada espedicion. Si estos
no fueran unos hechos tan cons-
tantes y notorios, podía dudarse,
prudentemente de su verdad.
“Hasta aquí he referido sola-
mente los distinguidos servicios
que esta capital ha hecho en fa-
vor de la corona contra los ene-
migos esteriores, esto es, contra
las potencias estranjeras, los cua-
les, sin embargo de ser tan parti-
culares, desaparecen á la vista de
lo que ha sufrido, trabajado, v
padecido desde su fundación y
establecimiento en contener y re-
primir la fuerza de Sos enemigos
domésticos. Hablo de las conti-
nuas y sangrientas guerras que ha
sostenido por el dilatado espacio
de 200 años contra los indios bár- |
baros que habitaba*] las pampas,
- 76 -
en las que han perecido innume-
rables familias.
4 ‘Por los años de 1535 fundó
esta ciudad D. Pedro de Mendo-
za, y destruyeron y acabaron su
pequeña población los indios Jar-
res, Charrúas y Querandis. Se-
cunda vez la restauró el licencia-
do Vaca de Castro, gobernador
del Perú, por los años de 1542, y
tuvo la misma suerte; hasta que
tercera vez la volvió á restaurar
de orden del Señor Felipe ii. D.
Juan OrtiZ'de Zárate, goberna-
dor del Paraguay, por los años
de 1581.
“Antes de formarse el cuerpo
de blandengues, era mui frecuen-
te asaltar los bárbaros nuestras
' campañas, matar los varones, y
llevárselas mujeres y niños con
todos los bienes y ganado vacuno
y caballar que encontraban: ¿con
qué peligros y riesgos transitaban
los pasajeros y comerciantes que
viajaban por los reinos del Perú
y Chile? ¡Cuántos perecian á ma-
nos de estos verdugos de la hu-
manidad! No hai frases ni espre-
siones con que esplicar, ni enca-
recer lo que ha padecido y sufri-
do esta provincia con estas conti-
nuas guerras de los enemigos in-
teriores. ¿Pero quién las ha sos-
tenido? Los vecinos de esta capi-
tal y su jurisdicción, sin ración ni
sueldo, y sin esperanza alguna
de premio, por ser unos servicios
oscuros, y de que jamas se ha
formado el debido concepto, ni se
ha dado cuenta al soberano, como
se practica en otras funciones de
guerra.
“Finalmente, corone las glo-
rias de V. S. la singular victoria
y triunfo que acaba de conseguir
esta, ciudad con las tropas subsi-
diarias, formadas de su vecinda-
rio, el dia 5 de julio del presente
año de 1807, contra el ejército
británico, compuesto de mas de
10,000 soldados de línea, y man-
dados por cinco jenerales. La in-
trepidez, valor y constancia con
que pelearon nuestros compatrio-
tas^ las gloriosas circunstancias
de esta victoria, harán inmortal
el nombre de esta capital en los
fastos de nuestra historia.
“Quiera el Señor lleguen á los
oidos del mas amable de los mo-
narcas, la fidelidad, amor y ser-
vicios distinguidísimos de V. S.
en las presentes ocurrencias, pa-
ra que asegurado de su lealtad,
le dispense los tesoros de su be-
neficencia.
B. L. M. de V. S.
ADVERTENCIA.
“Lector benévolo: te presento
en verso suelto la historia de la
gloriosa reconquista de la capital
de Buenos Aires, que fué sorpren-
dida y tomada por los ingleses el
dia 27 de junio de 1806. Me pre-
guntarás quizá ¿porqué no la doi
á luz en prosa? A lo que te podía
responder, que en esta materia, y
en otras diferentes cada uno ha-
ce lo que mejor le acomoda. Pe-
ro no ha sido tan arbitraria mi
elección, que no tenga algunos
fundamentos. La pongo en verso
lo primero; porque la poesía des-
- 77 -
de el principio del mundo ha sido
la que ha inmortalizado, por de-
cirlo así, los gloriosos hechos de
los héroes de la relijion y de la
jentilidad. Luego que el célebre
caudillo del pueblo de Dios Moi-
sés hubo pasado á pié enjuto él
mar rojo, viendo sumerjido en sus
aguas á Faraón con todo su ejér-
cito, lleno de la mas tierna devo-
cion, é inspirado del espíritu del
Señor compuso y cantó con todo
su pueblo aquel admirable cánti-
co, primer rasgo poético de que
hai memoria en las historias, y
que tiene en sí todos los adornos
de la mas florida y encantadora
elocuencia (aj; el cual tomándo-
lo de memoria los Hebreos, lo re-
petían frecuentemente al compás
de sus instrumentos, recordando
por este medio en las edades pos-
teriores aquel estupendo milagro,
y singular beneficio que habían
recibido de mano del Altísimo.
Exod 15 (b) Debora, juez, y pro-
fetisa del pueblo de Dios, luego
que vió muerto á Sisara jeneral
de Jabín, reí de los Cananeos su
perseguidor, á manos de la astuta
y valiente Jahel, compuso y can-
tó aquella bellísima canción, en
la que igualmente se admiran las
flores y entusiasmo de la mas su-
blime poesía. — Judit5.Lacélebre
Judit, llena del espíritu del Se-
ñor, después de haber logrado el
mas glorioso triunfo del soberbio
Holofernes, y libertado á sus ama-
dos compatriotas de la dura escla-
va) El cántico de Moisés precedió
mas de trescientos años á los mas anti-
guos poetas de que hai memoria en las
historias Lino, Museo, Orfeo &.h.
vitud que les amenazaba, compu-
so igualmente y cantó un elegan-
tísimo cántico en acción de gra-
cias á Dios por el beneficio reci-
bido, el cual repetía y cantaba
frecuentemente todo el pueblo,
avivando con esto su amor y re-
conocimiento al Señor, de cuya
poderosa beneficencia habían re-
cibido aquel favor, el cual pasan-
do de jeneracion en jeneracion,
perpetuaba la memoria del bene-
ficio, y el justo reconocimiento y
alabanzas alSoberano benefactor.
Judit 16. De estas sagradas ins-
piraciones producidas por el es-
píritu del Señor tomaron quizá
los poetas la pomposa idea de
que la poesía era el lenguaje de
los Dioses, y que ninguno podía
ser buen poeta sino se le comuni-
caba este sagrado numen.
Est Dens in nobis , sunlque commercia Cctli
Sedibus celhereis spiritus ille vecit.
Est Deus in nobis, agitante calecimus tilo
Impetus lúe sacres semina mentís fiabet.
Ovidio fast. lib. 6.
“Esta es la razón porque aun
los poetas católicos á imitación de
los cisnes del Paganismo comien-
zan sus poemas por la invocación
del superior influjo de la Divini-
dad, representada en el Dios del
Parnaso, ó en las musas á quie-
nes este preside, según el mejor
sentido de la mitolojía.
“Los poetas griegos y romanos
perpetuaron la memoria de sus
héroes por medio de la poesía. Si
algo se sabe después de tantos si-
( b) Véase el célebre espositor Corne-
lio Alapide en el lugar citado del Exod.
lit. h. ( JVotas del Jiutor.)
II
- 78 -
glos de los gloriosos hechos y ha-
zañas dé Ulyses, Aquiles, Héc-
tor, Eneas &a. se debe á Home-
ro y Virjilio, que con sus heroi-
cos poemas inmortalizaron su
nombre y gloria. Este mismo mé-
todo siguieron en los.siglos poste-
riores los mas ¡lustrados reinos y
provincias de la Europa. Lucnno
cantó las glorias del César en su
célebre Farsalia. Torcuato Tasso
la relijion y hazañas del célebre
Godofredo de Bullón, y demas hé-
roes de la cruzada en la recon-
quista deJerusalen. Camones can-
tó en su admirable Lusiada los
glorioses hechos de Vasco Gama,
y sus valientes compañeros en el
descubrimiento y conquista de la
India. Nuestro Ercilla las guer-
ras de los españoles con los Arau-
canos. D. Pedro Peralta y Bar-
nuevo, las gloriosas acciones de
los célebres conquistadores del
Perú, y fundadores de la capital
de los reyes en su heroico poema
intitulado Lima fundada. El Sr.
Barco y Centenera, canónigo de
la santa iglesia de esta capital,
cantó las glorias de los inmorta-
les héroes conquistadores y fun-
dadores de esta ciudad en su Ar-
jentina. Por este mismo estilo lo
han practicado los poetas de las
demas naciones cultas. Pero aun
se me dirá ¿por qué ya que me
determiné á escribir en verso la
relación de la reconquista de Bue-
nos Aires, no la hice en verso he-
(a) Léase sobre e9te punto al mar-
ques de San Aubin traité de l’opiriinn
lib. 1. cap. 5. Feijó tom. 4 del teatro
critico disc. 14 núm. 4. y en el suple-
mento al mismo lugar.
róico, formando un poema épico á
imitación de los que llevo referi-
do? Ya tenía prevenida esta ob-
jeción, y por lo mismo me sera
fácil la respuesta. Primeramente
escribo en verso corrido, porque
esta clase de metro se acomoda
mejor al canto usado en nuestros
comunes instrumentos; y por'con-
siguiente es el mas á propósito
para que toda clase de jentes lo
decore y cante; los labradores en
su trabajo, los a-rtesanos en sus
talleres, las señoras en sus estra-
dos, y la jente común por las ca-
lles y plazas.
“Lo segundo; porque un poema
épico, auqne no sea sino regular
y mediano es una obra sumamen-
te dificultosa, que pide una mano
maestra, y un talento numen y
entusiasmo poético mui superior
al mió. Homero y Virjilio que sin
disputa son mirados y respetados
de todos como los padres y maes-
tros de la poesía épica, no se han
escauado de la severa crítica que
de sus admirables poemas han he-
cho muchos eruditos antiguos y
modernos (a). La misma suerte ha
corrido la Farsalia de Lucano(b).
Nada digo de los otros de las de-
mas naciones, porque todos tie-
nen sus zoilos, que con ra'zon ó
sin ella los castiguen sin miseri-
cordia. Lo tercero; porque para
componer un poema épico, que
debe y merezca llamarse tal, se
necesita mucho tiempo, y yo no
(b) Léase al abate Duan Andrés
Orig, y progresos de la literal, torn. 3.
cap. 2 y el nuevo Diccionario histórico
portátil escrito en francés verb, Lucain.
(JVb/ns del Autor.)
1
- 79 -
o tengo desocupado, ni aun cuan-
do lo tuviera, lo emplearía en
asuntos de esta clase, teniendo
como efectivamente tengo otras
obligaciones de mas alto grado en
que emplearme. Lo cuarto; por
que son pocas las personas que
leen los poemas heroicos, menos
las que los entienden y compren-
den sus gracias; y ninguna que
los decore para cantarlos; y por
el contrario los versos sueltos en
forma de romances son leidos y
entendidos de toda clase de ¡en-
tes, y muchos los decoran, para
cantarlos con grande gusto de los
oyentes, como lo vemos en los
del valiente Francisco Esteban,
y otros de esta clase; por cuyo
medio podrá lograrse avivar y
mantener el entusiasmo de nues-
tros amados compatriotas por la
defensa de la relijion, del rei y de
la patria.
44 Estos son los motivos que he
tenido para presentarte, lector
mió mui amado, esta breve rela-
ción en verso suelto, á los que
puedo y debo agregar, el que an-
tes que yo hubiese pensado en
componer esta obrita, ya un cis-
ne de la márjen oriental del ar-
jentino había hecho resonar la
trompa épica hasta lo mas eleva-
do del parnaso á donde yo no pue-
do subir (a): las notas pondrán de
manifiesto la verdad de la narra-
ción, y las circunstancias que en
ellas se han omitido, por no hacer
demasiado larga esta relación. Si
te agradare, quedaré satisfecho,
y de lo contrario, no reñiremos.
PRIMERA PARTE.
(a) D. .fosé Prego y Oliver, administrador de la real
Aduana de la ciudad de Moutevi Joj. (.Nota del Autor.)
Santísima Trini lad,
una indivisible esencia
desatad mi torpe labio
y purificad mi lengua,
para que al son de mi lira
y sus mal templadas cuerdas
el hecho mas prodijioso
referir y cantar pueda.
Ya de til sagrado fuego
mi débil pecho se llena,
é inflamado de su llama,
siento que mi voz se esfuerza.
Ea escuchadme, señores,
que la relación comienza.
La mui noble, y leal ciudad
de Buenos Aires (que pena)
por un imprevisto acaso,
ó por una suerte adversa
del arrogante britano
se lloraba prisionera,
sin que pudiese romper
las fuertes duras cadenas,
que hacían toda la gloria
de las lúgubres banderas. 1
Sus ilustres habitantes
en situación tan funesta,
siempre fieles á su rei,
su triste suerte lamentan.
Las ninfas del arjentino,
y las graciosas Nereidas
penetradas de dolor
en sus plateadas arenas
con las lágrimas que vierten
la clara corriente aumentan,
y el éco de sus jemidos
repite en tristes cadencias:
ay! Ya no somos.de España:
somos ya de la Inglaterra.
¿Qué será de nuestra patria]
¿Qué de la relijion nuestra?
despojo será sin duda
de la britaua soberbia.
22
- so -
¿No habrá un David esforzado,
que valeroso se atreva
á humillar de este Goliat
la erguida cerviz proterva?
¿Donde amable España, están
los héroes de vuestra esfera?
¿ Donde estári los Cides y Albas?
¿Donde los Atriscos, Leivas,
los Montemares, los Gages,
los Cebados y Villenas,
que os dieron tantas coronas
como batallas y guerras?
¿Nohai alguno que valiente
á nuestros ecos se mueva,
y de nuestro cautiverio
rompa las duras cadenas?
Así lloraban las ninfas,
así espresaban su pena, '
corriendo por sus mejillas
en vez de lágrimas perlas.
Entonces nuestro gran Dios,
cuya omnipotente diestra
á los soberbios humilla
y á los humildes eleva,
entonces compadecido
á nuestras súplicas tiernas,
suscita un nuevo Vandoma,
un de Villars, un Turena,
que émulo del mismo Marte
sea mas que Marte en la guerra,
Es D. Santiago Liniers
y Bremont, ocioso fuera
de este ilustre caballero
decir las brillantes prendas;
su relijion, su piedad,
su devoción la mas tierna
al Santo Dios escondido
en misteriosa apariencia
en los templos humillado
lo declara y manifiesta.
Este señor pues un dia,
que el seis de julio se cuenta
del triste pasado año,
admirado vé, y observa
que Jesús Sacramentado
á un enfermo se le lleva
encubierto y escondido,
temiendo la jente nueva;
le acompaña reverente,
le adora, y en su presencia
se enciende su devoción
y se avivan sus potencias.
Siente un fuego que le abrasa,
siente un ardor que le quema,
un celo que le devora,
una llama que le incendia,
un furor que le transporta
por el Dios de cielo y tierra.
Los espíritus vitales
nuevo ardor dan á sus venas,
y allí mismo se resuelve
á reconquistar la tierra,
para que el Dios de la gloria,
Señor de toda grandeza
sea adorado como ante s >
descubierto, y sin la pe na
de verle espuesto al desP rec *°
de jente insana y soberb¡ a: 2
dijo; y luego se prepara
con la devoción mas tier na
para emprender con acie rt0
acción tan gloriosa y bel* a -
^Qué cuidados» ¡Q,ué te mores -
¡Q,ué sobresaltos le cerc an -
¡Qué grandes dificultades
se le oponen á la empresa!
Pero ya determinado,
los peligros atropella,
y por caminos secretos,
arroyos, y ocultas sendas
en alas de sus deseos
á Montevideo vuela.
Ea jenics tutelares
del reino y nación Hesperia
dirijid á nuestro héroe
en ocasión tan estrecha.
Después de muchas fatigas,
gastos, trabajos, y penas
firme siempi'e en sus designios
I á Montevideo llega.
Allí con sabia enerjía
vivacidad y elocuencia
propone á su ilustre jefe
la acción que medita y piensa,
de reconquistar la plaza
antes que el socorro venga
de la Europa, ó del Cabo
que los ingleses esperan.
El valiente y sabio jefe
que la jenerosa idea
habia ya concebido
de tan distinguida empresa,
una espedicion formada
tenía por mar y tierra,
pronta ya para salir
y para marchar dispuesta;
sin embargo á Liniers oye,
medita, examina, ruega
al Señor de I a s victorias
para que en ta ntas tinieblas
le alumbre, en ca, nine y guíe,
y que lo mejor resuelva.
Después de mu c has consultas,
y meditaciones serias
determina valeroso
que reconquistada sea
la famosa capital
que es de todo el reino puerta.
Espide convocatorias
de marcial ardor compuestas,
convidando jeneroso
á la mas gloriosa empresa. 3
No asi los valientes griegos
viendo robada á su Elena
de Menelao al convite
corren presurosos vuelan,
como nuestros compatriotas
oyendo la voz que suena
de este Mavorte español
se animan arden y vuelan.
Los valientes voluntarios
dejando sus conveniencias
81 -
con valor inimitable
se alistan para la empresa,
sin escuchar los jemídos
y lagrimas las mas tiernas
de sus amadas esposas,
hijos, y otras caras prendas,
llevando solo en sus pechos
el honor que los alienta
por su Dios y por su rei,
¡ó acción gloriosa! ¡O grandeza!
La ilustre gobernadora,
mas ilustre por sus prendas
con gracias y donativos
á los soldados alienta;
los exorta con dulzura,
les reparte escarapelas,
y ellos llenos de entusiasmo
le ofrecen con entereza,
de pelear hasta vencer,
ó de morir en la empresa.
SEGUNDA PARTE.
Preparadas ya las tropas,
el bélico parche suena,
y á su horrísono clamor
acompaña la trompeta,
que en roncos sonidos dice:
arma, arma, guerra, guerra.
Todos parten presurosos
de Belona, á la palestra
rayos despiden sus ojos
sus corazones saetas.
El jeneroso caudillo
que á la espedicion se apresta,
á pesar de su valor
y del laurel á que anhela,
por un casual incidente
que ni aguarda, ni le espera,
se halla cuando menos cree
impedido con urjencia
de desamparar su puesto,
en cuya situación séria
no quedándole otro medio
- 82 -
la espedicion encomienda,
dando el mando y el bastón
á quien el Dios ríe la guerra
tenia ya destinado
para tan gloriosa empresa.
Parten de aquella ciudad 4
alegres por mar y tierra
los héroes, cuyo valor,
, cuyo aliento, y cuya fuerza
las edades posteriores
en armoniosas cadencias
cantarán para su gloria,
y para emulación nuestra.
Con indecibles trabajos,
fatigas, gastos y penas,
bosques, arroyos, pantanos,
y caminos atraviesan,
hasta llegar reunidos
á la orilla mas frontera
de la ilustre capital;
y de allí como mas cerca
el claro arjentino cortan,
hasta la opuesta ribera.
Los ilustres Argonautas
plácidamente navegan;
los bajeles presurosos
corren la plateada esfera,
sus quillas cortan el agua
hincha el záfiro las velas;
los tritones bulliciosos,
y las hermosas Nereidas
con sus retorcidas conchas,
y voces suaves celebran
de los nuevos campeones
el valor, la fé, y paciencia.
Al cabo de doce dias
de trabajos y molestias
felizmente nuestros héroes
al puerto de Conchas llegan 5
y desde allí sin fatiga,
trabajo, angustia ni pena,
al lugar de San Isidro 6
todos unidos se acercan.
Allí las jentes del país
de contento y gozo llenas
se apresuran á porfía
en obsequiar con franqueza
á sus reconquistadores
que como á padres contemplan.
El sexo suave con modos
mui obligantes se empeña
en servir á nuestros héroes,
de cuyo valor esperan
sacudir el duro yugo
de la esclavitud inglesa.
Detén aquí pluma mia,
deten tu vuelo y carrera
mientras en breve episodio
mi pobre numen celebra
una acción la mas brillante,
que en las edades postreras,
será el honor de este suelo,
y gloria de nuestra Iberia.
En el campo que se nombra
de Perdriel por una hacienda, 7
cuyo dueño así apellida,
y desde hoi por escelencia.
En este sitio y lugar,
que con corta diferencia
dista de la capital
poco mas de cuatro leguas,
algunas jentes armadas
de fusil, y bayoneta
con dos tristes cañoncitos,
sin avantrén ni cureñas
se iban juntando sin orden,
sin guardias ni centinelas,
para unirse con el cuerpo
de tropas que ya se espera.
El jeneral Berresford
que esto sabe con certeza,
el día menos pensado
de noche el viaje acelera
con tren de volantes fraguas,
y sobre toda esta fuerza
quinientos de sus soldados
con sus sables y escopetas.
Los nuestros que descuidados
- 83 -
dormían á rienda suelta,
reciben secreto aviso
que el ingles armado llega.
Al punto el caso consultan
entre ellos lo conferencian.
Los blandengues se retiran
en orden y con prudencia,
porque aun no están en estado
de empeñarse con violencia
en acción tan peligrosa,
inútil, y tan espuesta
á la derrota total
de nuestras pequeñas fuerzas;
y este era el prudente medio
que allí tomar se debiera.
Pero ¡ó valor español,
superior á cuanto pueda
referirse en las historias,
fábulas, romances, poemas!
Cuarenta y nueve resuelven
mantenerse en la palestra,
y sostener el ataque
de toda la jente inglesa.
Dijeron, y luego al punto
se preparan á la guerra.
Viva España dicen todos,
v que muera la Inglaterra.
Rómpese el fuego, y el campo
un Vesubio representa,
los tiros de artillería
por todas partes resuenan.
Aquí ei bravo Pueyrredou
lleno do valor se arresta,
y sin temor de la muerte
embiste, aorre, atropella,
y ur carro de municiones
hace jencrosa presa;
matando el brioso caballo,
pero con gran lijereza
en ancas de otro montando,
sin daño escapa, ni ofensa.
Aquí otros dos Pueyrredones,
y Orina, con brio, y destreza
por el reí, y por la patria
dan las mas gloriosas muestras.
Aquí D. Martin Rodríguez
.con heroica jentileza
y su primo D. Juan Pablo
constantemente pelean.
Aquí D. Antonio Tejo
su intrepidez manifiesta
en el brío con que embiste,
y ataca la jente inglesa. ,
Aquí el intrepido Ánsoategui
con otros de igual braveza
su fé, valor y constancia
claramente manifiestan.
Aquí finalmente todos
como unos héroes pelean;
nadie muere y se retiran
con orden y jentileza,
dejando en el campo algunos
muertos de la jente inglesa.
TERCERA PARTE.
En San Isidro las tropas 8
sufren tempestad deshecha,
la que á beneficio nuestro
dirije la providencia.
Allí á nuestro ¡enera!
„ noticia le dan secreta,
que Guillermo Berresford
con trenes, y soldadesca
de la ciudad ha salido,
y que viene en busca nuestra.
Tócase al arma al instante,
fórmanse todos en guerra,
y Moviéndoles encima
sin reparos, ni defensa,
valientes, como sufridos,
la noche pasan entera.
Algún tanto reparados
de borrasca tan severa,
marchan los heroes invictos,
y á la Chacarita llegan 9
en donde son obsequiados
con gusto, amor y franqueza
- 34 -
todas las ¡entes á gritos
los aclaman, y vocean;
todas ofrecen sus bienes,
su pan, su vino, y pobreza,
tan disgustados estaban
con la autoridad inglesa.
Losblandengues de acaballo 10
soldados de la frontera
en número bien crecido
al ejército se agregan,
con innumerable jente
que de todas partes llegan,
de valor, y patriotismo
honor, y reüjion llenas.
En esa misma mañana
horas de las diez y media
á un puesto importante arriban
de la ciudad media legua,
y es una grande llanura,
que de una posesión vieja
corrales de Miserere 11
se denomina en la tierra.
Desde aquí el jeneral
á su ayudante le ordena,
lleve un oficio al ingles,
en que le intima con fuerza
desampare la ciudad
con brevedad y presteza,
si es per i mentar no quiere
los rigores de la guerra;
que solos quince minutos
permite para respuesta.
Detenido el ayudante,
la comitiva, y trompeta
al acampamento nuestro
en breve tiempo regresa.
Segunda vez nuestro jefe
manda á su ayudante vuelva
con la última intimación,
que si detenerlo intenta,
no volvería otra vez
á usar esta dilijencia,
estándose á las resultas
de los derechos de guerra.
Entonces vivo el britano.
sagaz disculparse intenta
y que á defenderse siempre
está pronto le contesta.
Recibido ya este oficio
nuestro jeneral ordena
que al parque de artillería,
que el título y nombre lleva
del Retiro se dirija
el avance, y jente nuestra. 12
Los intrépidos Miñones,
con la jente granadera
á este interesante punto
se encaminan, corren, vuelan,
con dos preñados obtises,
que á su frente armados llevan.
Todo el ejército sigue,
y aquel camino atraviesa,
que es sumamente molesto,
y andar aun se puede apenas.
Es innumerable el pueblo
que aquí se junta, y congrega;
los cañones van volando
en brazos de ¡ente nuestra,
ya no alcanzan los fusiles,
sables, pistolas, ballestas:
todos claman en voz alta
viva España: el ingles muera.
Avanzan por fin los nuestros
al parque que dicho queda,
como furiosos leones
que temen perder la presa.
Avanzan con gallardía,
sin que nada estorbar pueda
de su intrépido valor
la invencible ardiente fuerza.
Hieren, matan, acuchillan,
y en breve momentos queda
por nuestro el Parque, y su plaza
con las calles que le cercan.
A golpe tan impensado
se asusta el ingles, se altera,
y con cuatrocientos hombres,
y tren volante que lleva,
85 -
hacia el Retiro se avanza
con ardor y lijereza.
Pero el valiente Aguslini
con frescura los espera,
y con su obús á metralla
con tal primor tirotea,
que los ingleses huyendo,
corren k carrera abierta,
quedando muertos algunos
aun en la misma carrera. 13
Si á este tiempo el jeneral
el último avance ordena,
el Fuerte, plaza, y ciudad
toman ya sin resistencia,
porque el ingles fujitivo
solo en escaparse piensa;
pero la noche iba entrando,
y exijía la prudencia
no esponerse á una emboscada
de las que admite la guerra,
ó por no dañar al pueblo
que ignoraba esta sorpresa.
Luego que el fuego suspende’
y la jente se sosiega,
el pabellón español
se enarbola, y la bandera
con gritos y aclamaciones
de toda la jente nuestra.
Viva el rei, dicen algunos:
otros: muera la Inglaterra.
El «lia once siguiente
guerrillas bravas comienzan;
los valientes catatanes,
y las ¡entes que se agregan,
persiguen á los ingleses
con tal valor y destreza,
que en aquel entero dia,
y mañana del que empieza,
acabaron con las guardias,
soldados, y centinelas
qué ocupaban las entradas
de la grande plaza nuestra.
Empeñada así la acción
socorro que los sostenga,
suplican á nuestro jefe,
y este en situación tan bella
entra eon toda la jente
mas que en marcha de carrera,
y todos á grandes voces,
su entusiasmo manifiestan.
Avanzan por ocho calles 14
que son otras tantas guerras,
pues estaban defendidas
con cañón y soldadesca.
Los ingleses á montones
ocupan las azoteas,
torres, ventanas, balcones,
y desde allí tirotean,
con la singular ventaja
de que nadie les ofenda.
Pero nuestros españoles
cada uno parece un Cesar,
rompen por entre las balas,
por entre el fuego atropellan.
¿No habéis leído que el Vesubio;
No habéis oído que el Etna
embravecido á las veces
contra las nubes se altera,
y que erupciones terribles
arroja de azufre y piedras,
que el espanto, y el horror
á larga distancia llevan?
Así, pues, en este dia
la implacable parca horrenda
de las fraguas de Vulcano
rayos despide y centellas,
que la muerte á todas partes
con horrible aspecto llevan.
El valiente jeneral
que en su compañía lleva
al coronel de Pinedo,
con denuedo marcial entra
por la calle de Mercedes 15
en donde una bala austera
por el faldón del vestido
y demas ropa atraviesa,
dejando libre aquel cuerpo
que el Señor de Cielo y tierra
i
. . , ■ — — ■ — ■ ■ - ■■■ - !
defiende por su piedad,
relijion y fé sincera.
No se oye otra voz á todos
-que la brava cantinela:
Avance: fuego; á ellos:
Viva España: el ingles muera.
Por la calle de Cabildo
el jefe segundo entra
D. J uan Gutiérrez de Concha,
quien su valor manifiesta
y su militar pericia ,
en lo que manda y ordena. 16
A su lado le acompaña
un joven de ilustres prendas
D. Victorio de García,
y Zíiñiga, quien se empeña .
en servir con prontitud
las municiones de guerra.
A estos por la misma calle
siguen con igual braveza
el teniente de navio
D. Juan Anjel Michilena, 17
y D. Cándido Lasala
con la marina de guerra.
Por la calle de las Torres
con heroica fortaleza
el intrépido Murguiondo
el pecho al fuego presenta
con un canon de á diez y ocho
- hijo de la parca fiera,
y un obús de á treinta y seis
que diestramente maneja. 18
Por otras calles entraron
con invicta fortaleza
el jeneroso Mordeil 19
con su marina francesa.
Los fuertes Balvin v Ellauri,
y el valiente Chopitea;
los insignes partidarios
Nuñes, Vivas, y Valencia,
los Alvares de Bragafia
los Pueyrredones y Arenas,
Buferull, Gran, Salvañac,
Mendez, Ferrer, Somellera,
| Fantin, Irigoyen, Pasos,
, Viamont, Zamudio y Correa,
Córdoba, Toledo, Ruiz,
! Miranda, Cos, é Iglesia,
í con otros varios sujetos
■ ¡ de tanto valor y fuerza,
que á su vista desparecen
lo que las historias cuentan
! de los Hedores de Troya
de los Aquiles de Grecia 20
El valiente Agustín Sousa
capitán de raras prendas
hizo brillar su valor
su lealtad y jentileza
de que dio las mas cabales
y las mas brillantes pruebas;
una bala de fusil
que silvando viene fiera
corre, y por la misma boca
de su carabina cuela,
inutilizando el arma
que dignamente maneja.
Pero el brioso Sousa entonces
arroja el arma por tierra
y otra mas segura toma
que le da la providencia.
A estos heroes jenerosos
una amazona se agrega,
que oculta en varonil traje
triunfa de la jente inglesa,
Manuela tiene por nombre
por patria tucumanesa. 21
Aquí un prodijio admirable
una maravilla resta,
que referir sin segunda
en las historias de guerra.
Innumerables muchachos
en medio del fuego entran;
ellos arrastran cañones,
y cartuchos acarrean:
ellos rompen su ropita
para tacos, y vocean:
viva España y Carlos Cuarto,
que muera la Inglaterra.
i
- 87 -
Muerto un artillero nuestro
un niño toma la mecha,
y prende fuego al canon
con valor y fortaleza.
Al fogonazo que ven
de la artillería inglesa,
con vivacidad pueril
se arrojan todos por tierra,
repitiendo muchas veces
esta misma dilijencia
con tanta felicidad,
con tal primor y destreza
que ninguno pereció,
nadie hubo que herido fuera,
en lo que alabar debemos
la divina providencia. 22
Mas de dos horas duró
el combate y dura guerra,
sin que ventaja se note
de España ó de Inglaterra. v
•Todos embisten con furia:
todos matan y pelean:
nadie cede, nadie huye,
cada uno vencer intenta.
En la fuerza del combate
y vigor de la pelea
un duro plomo incendiado
que despide una arma inglesa,
se dirije á Pueyrredon,
su noble pecho atraviesa,
y de su caballo al pié
cae tendido por la tierra,
víctima de nuestra patria
y lealtad la mas sincera. 23
Otra bala de metralla
atrevida rompe y quiebra
del jeneroso Fantin
en el combate una pierna,
de cuyo adverso fracaso
la horrorosa parca fiera
los laurelesjle arrebata
que su valor mereciera. 24
El fuerte Alvarez Bragaña
de inmortal gloria y braveza,
cuanto mas fogoso avanza,
cuanto mas vivo pelea,
es herido de cruel plomo
desde un alto, ó azotea,
que le abre sangrienta herida,
y le hace astillas la pierna,
de cuyo lance fatal
el alma á su Dios entrega,
dejando en su patriotismo
relijion, y fé sincera
ejemplos de imitación
y á su familia nobleza. 25
El valiente castellano
por nombre Tomas Valencia 26
entra con brio al combate,
con valor y jentileza,
sin que le amedrente el fuego
ni le asusten bayonetas:
embiste, avanza sin miedo, .
los peligros atropella;
pero cuando mas fogoso
persigue la jente inglesa
un rayo volante viene,
le hiere, y rompe una pierna,
y de su resulta pasa
para la celeste esfera
dejando de su lealtad
y valor la mejor prueba.
Otros varios esforzados
dignos de memoria eterna
por la relijion y el rei
en esta sangrienta guerra
gloriosamente murieron,
para reinar en la esfera
con coronas de laureles
en azul campo de estrellas. 27
Entre tanto indecisa,
y dudosa la acción queda,
hasta que el famoso Chain, 28
lleno de ardor y braveza
resuelve avanzar con brio
hasta la real fortaleza,
si la tropa de marina
guarda su espalda en reserva;
• 24
se le asegura este auxilio,
y entonces con Iijereza
hasta la gran plaza avanza,
donde Balbin se le agrega: 29
Embisten con valentía
con su jente brava y fiera.
Ya se acobarda el ingles,
ya desmaya, ya flaquea,
ya vuelve la espalda y huye
á ganar la fortaleza;
nuestra jente los persigue
llena de ardor y braveza
y entonces pone su jefe
parlamentaria bandera;
pero nuestro jeneral
por su ayudante le ordena,
que se rinda á discreción
de la española franqueza,
si esperimentar no quiere
todo el rigor de la guerra. 30
En lance tan apurado,
y situación tan estrecha
el pabellón. español
enarbola á vista nuestra.
¡O Soberano Señor,
Majestad de cielo y tierra,
¿que labio podrá esplicar,
ni que brillante elocuencia
los gritos y aclamaciones
al ver tan gloriosa seña!
Unos se esplican con voces
otros con lágrimas tiernas.
Ya se dan los parabienes -
del éxito de la empresa;
se abrazan sin conocerse
las jentes de gozo llenas.
Las campanas todas juntas
de conventos y de iglesias
en repiques mui alegres
la ilustre victoria espresan.
Todos alaban á Dios,
y á la Virjen madre nuestra,
al verse ya libres de
la dominación inglesa,
- 88 -
mucho mas considerando,
por circunstancias mui ciertas
,que ha sido favor del cielo
una gloria tan completa,
por la cual debemos todos
con devoción la mas tierna
tributar á Dios las gracias
con alabanzas eternas. 21
El brillante ilustre cuerpo
que de la Union nombre lleva,
cuyos comandantes son
los fuertes á toda prueba
D. Felipe Sentenach
y D. J Forneguera
y su sarjento mayor
el D. Tomas de Valencia
es el primero que logra
enarbolar su bandera
en la gran plaza que estaba
de ingleses toda cubierta
abriéndose con la espada
cañones y bayonetas
por entre el fuego y las balas
camino y segura senda
al templo de inmortal gloria
que su valor les presenta.
Y vos, ó gran Carlos Cuarto,
dueño y Señor de esta tierra,
recibid los corazones,
que con amor os presentan
estos humildes vasallos
que tan distante os veneran.
No queremos otro rei,
mas corona que la vuestra.
Viva España en nuestros pechos;
nuestra lealtad nunca muera.
Y vos, ilustre ciudad,
ciudad fiel á toda prueba
recibid los parabienes,
dé todos la enhorabuena.
Pido al Señor que gloriosa
felicidad os conceda,
y que la paz y concordia .
sea en vuestro suelo perpetua.
- 89 -
Finalmente, ó compatriotas,
sombras de gloria perpetua,
cuya lealtad y valor
no sabe esplicar mi lengua,
dignos de mejor elojio,
y de mas alta elocuencia,
Recibid de nuestro afecto
y gratitud mas sincera
la voluntad que os consagra
quien os ama, y os desea
por los siglos de los, siglos
la felicidad eterna.
NOTAS DEL CANTO ANTERIOR.
1 El dia 27 de junio de 1806
fué sorprendida y tomada la pla-
. za de Buenos Aires por el mayor
jeneral ingles Guillermo Carr
Berresford con 2,000 ingleses, y
sin pérdida alguna de nuestra
parte, á escepcion de uno que fué
muerto á manos de los nuestros
por equivocación.
2 Estando el Sr. D. Santia-
go de Liniers y Bremont, caba-
llero del Orden de San Juan de
Malta, y capitán de navio de la
real armada haciendo oración en
ía santa iglesia Catedral delante
del altar del Sagrario, como con-
gregante de la real congregación
del alumbrado, vio que uno de los
curas estrajo del tabernáculo el
Santísimo Sacramento para un
enfermo, y que lo llevaba oculto
y cubierto, según lo había orde-
nado el limo. Sr. Obispo, desde
que los ingleses se apoderaron de
la ciudad, para evitar escandalo-
sas irreverencias, que debían te-
merse justamente de semejante
jente, se penetró su relijioso co-
razón de ternura y devoción;
acompañó á Su Majestad Sacra-
mentada, y habiéndole dicho el
cura al enfermo, que aquel divino
Señor venía así encubierto por las
presentes circunstancias, pero que
era el mismo que siempre, y que
algún dia querría el mismo Señor
librarnos de la presente opresión,
para salir como antes descubierto
á la vista de su devoto pueblo, fué
tan ardiente la llama de devoción
que se escitó en su alma, y tan
fuerte el ímpetu de su amor á
Dios, que allí mismo le ofreció
trabajar cuanto le fuese posible,
para verificar la reconquista de
esta capital. Practicó en Buenos
Aires las oportunas dilijencias
para el efecto, y retirándose <*al
convento de padres Recoletos de
San Francisco, confesó y comul-
gó sacramentalmente, y con tan
cristiana disposición se embarcó
por el puerto de las Conchas pa-
ra la otra banda del Rio de ía
Plata, desde donde se dirijió á
Montevideo, para tratar con el
gobernador de aquella plaza el
meditado proyecto.
3 Luego que el Sr. D. Pas-
cual Ruiz Huidobro, brigadier de
la real armada, y gobernador de
la plaza de Montevideo, supo la
pérdida de la capital de Buenos ,
Aires, concibió lagloriosa idea de
su pronta reconquista, para cuyo
efecto espidió la proclama si-
guiente: “D. Pascual Ruiz Hui-
dobro &a. El desgraciado suce-
so de la tomadle la populosa ciu-
dad de Buenos Aires por las ar-
mas de la Gran Bretaña, ha pe-
netrarlo mi corazón en lo mas vi-
vo, y ha inspirado en el momento
de tan amarga noticia la idea de
libertar á sus honrados y leales
habitantes del yugo, á que se ven
sujetos por un acaso inesperado;
pero esta resolución no me ha si-
do posible ponerla en ejecución
tan pronto como quise, por dos
* fundamentos solidísimos. El pri-
mero, porque desde el primer avi-
so que llegó á mis oídos, siguie-
ron mas de ocho dias, sin haber
podido adquirir otro que lo con-
firmase, habiéndose de tal mane-
ra interrumpido la comunicación
entre una y otra ciudad, que pa-
recía que Buenos Aires no exis-
tía á la corta inmediación que se
hallaba de esta, efecto de la ma-
licia, con que los enemigos hicie-
ron correr la voz de que sus ar-
mas habian triunfado también en
esta parte. El otro fundamento
era no hallarme con circunstan-
ciados datos del número y calidad
de las tropas enemigas; pero ya
no reina esta incertidumbre, y sé
radicalmente que no esceden de
1,500 hombres, entre ellos mari-
neros, no todos ingleses, sinq tam-
bién mezclados con otros de di-
versas naciones, que su calidad es
despreciable, y los contínúos y fa-
tigados ejercicios, que hacen ar-
guirnoser sus tropasbiendiscipli-
nadas. A vista de estos conoci-
mientos irrefragables se irritará el
mas vivo patriotismo, y el español
mas egoísta se entusiasmará, y
llenará de indignación al contem-
plar que un ejército tan reducido,
y de circunstancias tan inferiores
haya sido tan feliz, sojuzgando una
- 90 -
ciudad de mas de 60,000 habitan-
tantes con una multitud de fieles
y honradísimos vasallos capaces
de exaltar su enerjía en defensa de
ella, desús particulares intereses
y de su rei que baste para anona-
dar á un ejército formal y. nume-
roso, cuanto mas á un puñado de
hombres como el referido. Desde
luego no permitiré, que estos go-
cen mas tiempo de las delicias, y
comodidades que les está brindan-
do ese territorio feliz, ni que si-
gan mas adelante disfrutando de
la gloria de su atrevimiento, y me
dispongo á eludirles sus ideas de
posesión y dominio, atacándolos
con fuerzas de mar y tierra que
pronto partirán de esta ciudad,
compuestas de voluntarios esfor-
zados y aguerridos, y la mayor
parte de buenas tropas veteranas
que manifiestan en sus discursos
la emulación con que se han de
portar en defensa de la patria ofen-
dida, me lisonjeo que mi espedi-
cion tendrá el éxito que me pro-
meto. Mas para hacerla comple-
ta espero que todos los habitan-
tes de esta partq meridional que
amantes de la mejor suerte de su
país, y del amor y leal vasallaje á
su lejitimo soberano, y quieran
contribuir con sus personas á esta
empresa gloriosa, se unan al sujeto
que les presente este manifiesto, y
con las armas que tuvieren, ó sin
ellas ocurran al paraje que les
conduzca en el cual me hallarán
en persona sino me lo impidieren
mis dolencias con las tropas vo-
luntarias y artillería, que se han
de encaminar á la capital, ó lu-
gar en que se encuentren los ene-
- 91 -
migos. Por tanto exorto á esos
habitantes honrados y valerosos,
á las justicias, y jueces militares,
políticos y eclesiásticos, á los pre-
lados y demas que ejerciten el
fiel vasallaje en tan oportuna oca-
sión, encaminándose los unos á
los puntos que se les designen, y
empleando los otros sus esfuer-
zos, ausilios y discursos para ani-
mar á todos sus súbditos y feli-
greses á que asista cada uno del
modo que fuese posible á fortifi-
car mi pensamiento, que tiene por
móviles el mejor servicio del rei,
la conservación de sus derechos,
y la felicidad de estos dominios,
que se hallan á peligro de verse
bajo el imperio de una nación
opuesta á ellos en carácter, idio-
ma, y principios relijiosos; de una
nación cuya perversa política la
hace el odio de aquella, que aun
que valerosa en la guerra, solo
arna la paz, que es la verdadera
felicidad de todos los pueblos.
Montevideo, 18 de julio de 1806.
Pascual Ruiz Huydobro.”
Cuando llegó á la ciudad de
Montevideo el Sr. Liniers, en-
contró allí ya una espedicion or-
ganizada, y casi pronta para salir
al mando del Sr. gobernador de
aquella plaza; pero habiendo este
señor recibido carta de un confi-
dente de Buenos Aires en que le
aseguraba que los ingleses en bre-
ve atacarían aquella plaza, voz
que sin duda hicieron valer los
enemigos para estorbarnos el so-
[a] Suprimimos aquí este oficio, porque
ya queda rejistrado en el parte de Li-
niers. Igualmente, y por la misma razón,
suprimiremos mas adelante el trozo de
corro, se vió precisado á encargar
el mando de esta espedicion al
Sr. D. Santiago (Je Liniers con
la siguiente orden: (a)
4 El dia 23 de julio salió el
ejército reconquistador de la ciu-
dad de Montevido, compuesto de
la tropa siguiente: primeramente
una compañía de granaderos del
regimiento de infantería de Bue-
nos Aires, compuesta de sesenta
y seis hombres 66.
Del tejimiento de drago-
nes de Buenos Aires . . 227
La compañía primera de
voluntarios de Montevi-
deo su capitán D. Jua-
quin Chopitea, compues-
ta de 62
La segunda de id. su ca-
pitán D. Juan Balbin
de Ballejo, compuesta
' 96 plazas 96
La compañia de miñones,
compuesta de 146 pla-
zas 146
Artillería ciento 100
La marina española, de la
cual no toda sirvió en la
reconquista, porque mu-
cha se quedó en los bar-
cos para su cuidado . . 500
La marina Francesa de
Monsieur Mordell. ... 73
1270.
Se agregó á este peque-
ño ejército la compa-
“ ñia de voluntarios de
ese parte de Liniers, que el autor copia
en su nota 4 a ; así como la intimación
enviada á Berresford, con la respuesta
de este.que copia en la 11.** {N, de lu R.)
la Colonia del Sacra-
mento, compuesta de
130 individuos, su ca-
pitán D.BenitoChain. 130
Total.... 1400
Los subtenientes del batallón
de voluntarios de Montevideo D.
Jaime Illa, D. Jerónimo Ollonie-
go y D. Victorio García de Zú-
niga, vinieron á la reconquista sin
corresponderle por turno, entera-
mente voluntarios: debe igual-
mente advertirse para honor de
esta capital, que casi todos los
oficiales de los rejimientos de in-
fantería y dragones que vinieron
de Montevideo al fin referido, eran
ó naturales, ó vecinos de esta ciu-
dad, de los cuales han muerto al-
gunos en el asalto de la plaza de
Montevideo, y otros han sido gra-
vemente heridos.
Para instruirse en la derrota y
viaje de nuestro pequeño ejército
lease el parte que el mismo Sr.
Liniers dá al Exmo. Sr. Principe
de la Paz, y es como sigue
5. Conchas es unpuebloy puer-
to al N. O. de la ciudad de Bue-
nos Aires, y á 6 leguas de distan-
cia poco mas ó menos.
6. San Isidro es un pueblo si-
tuado en la misma costa del Rio
de la Plata, que dista dos leguas
cortas de las Conchas. Este lu-
gar estaba lleno de familias de la
capital, donde se habían retirado,
huyendo la cercanía de los ingle-
ses, y tanto estas, como las fami-
lias del mismo pueblo se esmera-
ron en obsequiar á todo el ejér-
cito.
7. Llamase campo de Perdriel
por una hacienda, ó casa de cam-
po, cuyo antiguo dueño fue un
vecino de esta capital, de nación
francés, que tenia por apellido
Perdriel. En este campo se dio
la famosa batalla, que será para
siempre un borron y afrenta para
los ingleses, al mismo tiempo que
un padrón de perpetua gloria pa-
ra los españoles. Cuarenta y nue-
ve de los nuestros solamente pe-
learon con fusiles, porque no ha-
bía mas arma de fuego, y dos ca-
ñoncitos sin cureñas. D. Juan
Martin de Pueyrredon, natural
de esta capital, en medio del fue-
go de los enemigos con algunos
de los suyos quitó un carro de
municiones á los ingleses. Mani-
festaron en esta acción su valor,
y amor al soberano, entre otros
muchos D. Juan Andrés, y D.
José Pueyrredon, hermanos de
D. Juan Martin Pueyrredon. D.
Juan de Orma, vecino de esta
capital, D. Antonio José Tejo,
natural de esta ciudad, y á quien
por su distinguido valor el Cabil-
do de esta ciudad le ha dado una
medalla de oro, y D. Pedro An-
soategui, vizcaíno. El mismo pre-
mio de la medalla de oro ha dado
el M. I. C. á D. Martin y á D.
Juan Pablo Rodríguez, naturales
de esta capital. Es constante que
si los blandengues hubieran en-
trado en función, acaban con los
ingleses; pero se retiraron en or-
den, antes que el enemigo llegase
porque su comandante dijo, °que
no estaban en actitud de defensa,
y que era esponer el fin y objeto
para que se habían allí reunido
- 93 -
que era para agregarse al ejército
que por momentos se esperaba
ele Montevideo.
8. Los dias 5 y 6 de agosto,
sufrió el ejército en el pueblo de
S. Isidro una tempestad desecha
de agua y viento, que llaman en
el país suestada, y con ella se fue-
ron á pique cinco cañoneras in-
glesas, que en otra situación nos
hubieran hecho mucho daño.
9. Llamase chacarita á una ha-
cienda, ó casa de campo, que á
legua y media de la capital tienen
los Colejiales del Real Colejio de
S. Carlos, en donde se habían re-
fugiado muchas familias de la ciu-
dad, todas las que se esmeraron
en servir y obsequiar á sus liber-
tadores.
10. Tropa de blandengues se
llama en el país un cuerpo vetera-
no de soldados de ca^ a H® r ^ a » com ”
puesto de naturales de j a provin-
cía, y destinado al servicio de j os
fuertes de das fronteras d e I a j u '
risdiccion de la capital, pa ra con "
tener las irrupciones y asal tos ( ^ e
los indios bárbaros, que en o tl ’ os
tiempos eran mui frecuentes, con
indecible daño de nuestras pobla-
ciones y haciendas. Se agregaron
500 de estos soldados al ejército
que vino de Montevideo, con otras
muchas gentes cela ciudady cam-
paña, que llenas de valor y entu-
siasmo se esponian á morir por la
relijion y por la patria.
11. Es un sitio distante de la
capital poco mas de un cuarto de
legua, donde están los corrales
en que se encierra el ganado va-
cuno, que se mata para el consu-
mo diario de la ciudad. Llamase
corrales de Miserere , por una an-
tigua casa cercana á este lugar,
cuyo primer dueño tuvo por apodo
ó sobrenombre Miserere. Aquí
fué innumerable el pueblo que se
agregó al ejército. Desde aqui
dirijió nuestro jeneral Liniers al
jeneral ingles, por su ayudante de
campo D. Ilarion de la Quintana,
la intimación siguiente...
Pareciéndose al Ayudante del
Sr. Liniers que le había detenido
el jeneral inglés mas tiempo del
señalado sin darle audiencia, re-
gresó al campamento de nuestro
ejército. Pero nuestro jeneral qui-
so usar de mas urbanidad, y volvió
á mandar a su Ayudante con la in-
timación de que si trataban de de-
tenerlo declarase se marchaba; que
ya no volvería mas, y que se estu-
vieren á las resultas; no llegó el
caso, pues al momento lo admitió
el jeneral enemigo, disculpándose
que el no haberlo recibido tan
pronto por la mañana, había sido
por estar ocupado con e | Sr.Obis-
po, el Cabildo, y los Cónsules; le
entregó su contestación que fqé la
siguiente
12. Al norte de la ciudad sobre
la misma costa del rio hai una
gran plaza que se llama del Reti-
ro , nombre que trae su orijen de
una famosa quinta que en este
.mismo sitio tuvieron los ingleses
á principios del siglo pasado, cuan,
do por real concesión tenian en
esta capital su casa de comerci 0
con el nombre del Asiento. E n
esta gran plaza esta el parque d 0
artillería, que guardaban much 0g
- 94 -
soldados ingleses. El din 10 por
la tarde hizo adelantar el jeneral
dos obuses con la compañía de
catalanes á la cabeza, y de escol-
ta la compañía de granaderos del
Tejimiento de infantería de Bue-
nos Aires, la que partió con la
mayor celeridad seguida de todo
el ejército al paso de carrera. El
camino del Miserere al Retiro es
malísimo entre quintas y albardo-
nes, y bastantes pantanos, lo que
hubiera atrasado mucho la mar-
cha, si una multitud de pueblo no
se hubiese arrimado á la artillería
para arrastrarla. Atacaron los
nuestros á los ingleses del Retiro
con tanto brio y denuedo, que en
breve tiempo se apoderaron del
parque, matándoles de 30 á 35 y
10 prisioneros. Al ruido del tiro-
teo acudió al momento el jeneral
ingles á socorrer sus jentes con
la artillería á la cabeza de una
columna de 400 á 500 hombres;
pero habiendo el comandante de
nuestra artillería D. Francisco
Agustini roto el fuego de obús
sobre ella á metralla, huyeron los
enemigos quedando muchos muer-
tos;. Si en* esta ocasión siguen
nuestras tropas avanzando, se re-
conquista la plaza sin pérdida de
un hombre, pero el prudente je-
neral no se determinó á ello, por
que ya empezaba á anochecer y
nuestra jente estaba mui rendida
por la marcha forzada de aquel,
dia.
13. Los nuestros después de
haber enarbolado el pabellón es-
pañol en el parque del Retiro con
jeneral aclamación y alegría, avan-
zaron sus guardias y centinelas
hasta cuatro ó cinco cuadras para
dentro de la ciudad, y los ingle-
ses con cañones y tropa todas las
calles de entrada á la plaza prin-
cipal. Los catalanes se propusie-
ron quitar todas las guardias y
centinelas inglesas, y lo consi-
guieron en todo el dia 11 que fué
lunes y parte de la mañana del
martes siguiente, matándoles en
guerrillas particulares á casi to-
dos los que estaban empleados en
guardar las calles, y reduciéndo-
los al solo recinto de la plaza ma-
yor, pidieron socorro al jeneral
para que los sostuviera en el em-
peño en que se hallaban, y aquel
determinó entrar á esa hora con
todo el ejército, como efectiva-
mente lo verificó á las nueve y
media poco mas ó menos de la
mañana, cuya entrada se había
meditado para el miércoles inme-
diato, y se adelantó por la causa
referida.
14. No es posible espresar el
valor, entusiasmo, é intrepidez
con que entró nuestro ejército re-
conquistador por las calles de la
ciudad: no parecía que iban á fun-
ción de guerra, sino á algún fes-
tín, tal era la alegría, algazara,
y fiesta con que entraron en ac-
ción tan pligrosa; defendidas las
ocho bocas calles de la plaza con
artillería de grueso calibre y tro-
pa, eran como otros tantos puen-
tes que debíamos vencer y alla-
nar, para lograr una victoria com-
pleta; pero sin embargo de todas
estas dificultades que parecen in-
superables, nuestros invictos hé-
roes que ya componían el número
de mas de 4000, atropellaron por
en medio del fuego y las balas que
llovían á millares por todas calles
sin que hubiese lugar seguro de
ellas casi en toda la ciudad.
15. El Sr. jcneral entró por la
calle de la iglesia de Ntra. Sra.
de Mercedes que vá á la plaza
mayor, acompañado del coronel
D. Agustín Pinedo, natural de
esta ciudad, sarjento mayor del
Tejimiento de dragones de esta
provincia.
16. Por la calle del cabildo que
vá á la plaza mayor entró el se-
gundo jeneral D. Juan Gut¡err e z
de la Concha, capitán de fragata
de la real armada.
17. D. Victorio de García y
Zúniga natural de la ciudad de
Montevideo, y subteniente del ba-
tallón de voluntarios de infantería
de la misma ciudad, iba encarga-
do de los carros de municiones,
que sirvió con prontitud y opor-
tunidad.
D. Juan Anjel Michilena, te-
niente de navio de la realjarmada
y el teniente de fragata D. Cán-
dido Lasala seguían con la tropa
de marina del rey por la calle in-
mediata á la de las Torres; por-
que considerando el jeneral que
la flotilla no podría operar, habia
mandado desembarcar 325 hom-
bres entre marineros y soldados,
y que se agregasen al ejército.
18. D. Prudencio Murguiondo,
Vizcaíno.
19. Monsieur Mordell, insigne
corsario francés, sujeto de espíri-
tu y valor estraordinario, hizo es-
te dia prodijios de valor con. sus
marineros, qurtos habia agrega-
95 -
do al ejército; fue muerto en la
toma' de Montevideo.
20. D. Juan Balbin y Vallejo,
capitán de una de las compañías
del batallón de voluntarios de
Montevideo. D. Juan de Ellauri,
teniente de la misma compañía.
D. Joaquín de Chopitea, capitán
de granaderos del mismo batallón:,
los comandantes de caballería D.
Pedro Nuñez y D. Lucas Vivas,
ambos naturales de Buenas Ai-
res. D. Diego Alvarez de Braga-
n jb asturiano, vecino de esta ca-
pital. El tementecoro ne lD. Agus-
tín de Arenas, vecino de es t a c * u "
dad, y capitán del Tejimiento de
dragones de la provincia. D. Ra-
fael Buferull, capitán de la com-
pañía de migueletes ó miñones,
que vino de Montevideo. ^D.jJosé
Grau, teniente de la misma com-
pañía. D. Cristóbal Salvañac, te-
niente de la compañía de D. Juan
Balbin, de voluntarios de Monte-
video. D. Juan Mendez, subte-
niente de la compañía de D. Joa-
quín Chopitea, y Don Teutonio
Mendez, su hermano, subteniente
de la compañía de D. Juan Bal-
bin. D. Jaime Ferrer, teniente
del batallón de voluntarios de
Montevideo: el licenciado D. Pe-
dro Somellera, natural de Buenos
Aires, quien en esta ocasión trocó
la pluma por la espada. D. Juan
Bautista Fantin, alférez del im-
perio francés, y edecán del Sr.
jeneral. D. Miguel Irigoyen, na-
tural de Buenos Aires, caballero
del Orden de Calatrava, y tenien-
te del Tejimiento de dragonas de
la provincia. D. Ramón Pazos,
natural del reino de Galicia: alio- j
26
- 9 6 -
ra sigue sirviendo de ayudante del
segundo jeneral. D. Juan José
Viamont, natural de Buenos Ai-
res, teniente del Tejimiento de in-
fantería de la provincia. D. José
Santiago Zamudio, natural del
reino de Chile, capitán de mili-
cias. D. Benito Correa, alférez de
navio de la real armada. D. José
de Córdoba, teniente de fragata.
D. Joaquín Toledo, alférez de
navio. D. Joaquin lluiz, teniente
de navio. D. José Miranda, alfé-
rez de navio. D. Federico la Cos
alférez de fragata. D. Manuel de
. la Iglesia, alférez de navio de la
real armada: otros muchos oficia-
les y sujetos de distinguido valor
y mérito, entraron en este glorio-
so ataque, y tuvieron mucha par-
te en el triunfo; pero como no es
posible nombrarlos á todos, dis-
pensarán esta omisión. Agustín
Sousa, capitán de pardos volun-
tarios, es un sujeto digno de ma-
yor elojio por su patriotismo y
amor al soberano. Peleó en la
reconquista de esta capital con
singular valor, y habiéndose inu-
tilizado su carabina por la casua-
lidad referida, tomó el fusil de uno
de loa soldados heridos, con que
- prosiguió peleando. Pasó al so-
corro de ía plaza de Montevideo
volunta'rio, con su hijoúnicoy un
esclavo; y después a la espedicion
de la ciudad de la Colonia del
Sacramento, donde fué herido le-
vemente.
21. Manúela llamada la tucu-
manesa, por el suelo de su naci-
miento, mujer de un cabo de
asamblea, combatió este dia al
lado de su marido, y mató un in-
gles, cuyo fusil presentó al je-
neral.
22. Toda esta ciudad, y los
mismos ingleses, son testigos ocu-
lares de este prodijioso hecho: los
niños desde 10 á 15 años en nú-
mero considerable se congregaron
el dia de la reconquista de esta
plaza, é hicieron los mas impor-
tantes servicios; unos arrastrando
los trenes de artillería; otros acar-
reaban en sus ponchos los cartu-
chos de metralla para los caño-
nes, servicio en aquella ocasión
sumamente útil y necesario, por-
que de otra manera hubiera sido
imposible atender á tantos dife-
rentes puntos á un mismo tiempo;
otros finalmente, servían de espias
para observar los movimientos del
enemigo, y avisar á los nuestros.
Hubo niño que faltando tacos,
rompió su poncho, y lo hizo ser-
vir al efecto; otro que habiendo
caído herido el artillero que ma-
nejaba el cañón, tomó con impa-
videz la mecha, y le dió fuego.
Llovian las balas y metralla por
todas partes, y los valientes mu-
chachos en medio de tan eviden-
tes peligros sin acobardarse, se
mantuvieron voceando y claman-
do: viva España, viva España.
Es común parecer de los mas in-
telijentes,que esta continuada vo-
cinglería y bulla de los mucha-
chos, acobardó mucho á los in-
gleses, y les hizo caer de ánimo.
23. 'D. Rafael Pueyrredon, na-
tural de la ciudad de Cádiz, fué
muerto al entrar en la plaza con
una bala que le atravesó el pe-
cho, dejando mucho que admirar
en su valor, y mucho que imitar
- 97 -
en su relijion y patriotismo.
24f. El alférez del imperio fran-
cés D. Bautista Fantin, se halla-
ba mui mejorado de la rotura de
su pierna, cuando el dia menos
pensado le sobrevino una violenta
convulsión, de la que á pocos dias
murió, quedando á esta ciudad el
sentimiento de haber perdido un
sujeto de tanto mérito y valor.
25. D. Diego Alvarez Braga-
fia, natura! del Principado de
Austrias, y vecino de la capital
de Buenos Aires, es un sujeto, de
quien no se puede hablar sin ad-
miración y ternura; tomó con tan-
to ardor y empeño el negocio de
la reconquista de la capital, que
sin embargo de su débil salud y
grueso caudal, salió á la campaña
con el designio de facilitar todos
los medios al fin meditado. Su
firma era la que servia de , letra
abierta para todos los gastos ne-
cesarios, y su intrepidez y valor
de ejemplo á los mas indiferentes.
No perdonó fatiga, peligro, ni tra-
bajo alguno por libertar esta ca-
pital del yugo Británico; fiel imi-
tador de su ilustre paisano Bus-
tos, en la reconquista de Manila,
por los años de 1763. Después de
muchos padecimientos y gastos
sufridos á este fin, entró en la re-
conquista el dia 12 de Agosto, en
cuya función le rompieron una
pierna, y habiéndole sobrevenido
convulsión, murió, dejando á toda
la ciudad el indecible sentimiento
de haber perdido un vecino digno
de mejor suerte: su entierro mas
parecía triunfo que pompa fúne-
bre: asi deben ser honrados los
buenos vasallos y patriotas. La
ciudad ha hecho un donativo á su
viuda é hijos, aunque no lo riece-'
sitan, y les ha señalado pensión.
26. D. Tomas Valencia, cas-
tellano, vecino de la capital de
Buenos Aires, después de haber
trabajado mucho, esponiendo no
pocas veces su vida en el negocio
de la reconquista, entró en ella el
12 de Agosto, y una bala le rom-
pió una pierna, y hallándose ya
casi bueno, le sobrevino convul-
sión, de la que murió, con senti-
miento jeneral de toda la ciudad,
que le admiró tan buen patriota,
como soldado.
27. De los nuestros murieron
en la reconquista de la capital,
cerca de 200, los mas no en el
acto de la batalla, sino de resultas
de las heridas, y no porque todas
fuesen mortales, sino por las cir-
cunstancias. Era tiempo de in-
vierno, venían mojados del cami-
no, y no se les pudo atender has-
ta después de tres ó cuatro horas
de heridos y desangrados.
28. Dueños todavia los enemi-
gos de la plaza, nadie se atrevia
á avanzar, porque era mucho y
continuo el fuego y metralla que
despedían sus cañones, hasta que
D. Benito Chain, natural del rei-
no de Galicia, capitán de los vo-
luntarios de la Colonia, dijo al
segundo jeneral, que si la tropa
de marina le guardaba la reta-
guardia, él avanzaría al enemigo.
Asegurado de este ausilio, avanzó
con su compañía por entro el fue-
go y las balas que llovían, de las
cuales una le rompió la espada
que llevaba en la mano, y en pre-
mio de su valor le ha regalado el
■f
- 98 -
cabildo de Buenos Aires un sable
con puño y guarnición de oro,
perfectamente trabajado.
^ 29. Luego que Chain entró ya
en la plaza, se le agregó el capi-
tán D. Juan Balbin con su com-
pañía de voluntarios de Montevi-
deo, y detrás la tropa de la real
marina, á cuyo impulso y fuerza
no pudiendo ya resistir el ingles,
huyó á meterse en la real fortale-
za, hasta donde le persiguió con
suma intrepidez nuestra jente.
30. Enciérrase en la fortaleza
el jeneral ingles, huyendo nuestro
fuego, y pone bandera parlamen-
taria; no se le admite mas parla-
mento, ni mas condiciones, que
rendirse á discreción. Rindióse
finalmente el ingles á discreción;
pero nuestro jeneral por política,
concedió al enemigo los honores
de la guerra; y efectivamente, ha-
biendo hecho formar la tropa en
ala, salieron los ingleses del fuer-
te con sus armas tocando marcha,
y las depositaron á la cabeza de
nuestro ejército en número de
1200, habiendo perdido en la ac-
ción 412 hombres, y 5 oficiales
entre muertos y heridos. Era ob-
jeto verdaderamente raro y singu-
lar ver pasar la tropa inglesa,
compuesta de soldados y oficiales
mui aseados, por entre filas de los
nuestros, negros, sucios, descal-
zos y emponchados. El fuerte te-
nia 35 cañones montados, 4 mor-
teros. Los fusiles que les quita-
mos son 1600. Ademas le toma-
mos 26 cañones, 4 obuses, y las
banderas del celebre rejimiento
núm. 71, las mismas que el Sr.
jeneral dio á Ntra. Sra. del Ro-
sario, á quien las tenia votadas.
31. El cuerpo de voluntarios
de la patria, llamado vulgarmente
de la Union , se distinguió mucho
en la reconquista. Pelearon con
valor imponderable, lo que se co-
noce, porque apenas hubo cuerpo
en que hubiese mas individuos
muertos v heridos. Los coman-
* «/
dantes primero y segundo cata-
lanes, y el sarjento mayor caste-
llano.
ADICIONES y correcciones á
la dedicatoria que el autor del
romance heroico sobre la recon-
quista de Buenos Aires hizo al
M. 1. Cabildo. (*)
M. I C. Justicia y Rejimiento.
Ha dado á luz un fiel vasallo
de S. M. y amante de la patria
un romance heroico, en que hace
üna>relacion circunstanciada de
la gloriosa reconquista de esta
ciudad, verificada el 12 de Agos-
to del año próximo pasado, quien
la dedica y ofrece á V. S. corno
tan interesado en ella. Luego que
el tal romance llégó á mis manos
me dediqué con todo empeño á
imponerme de su contenido: y
apenas leí la dedicatoria, no pude
menos que sorprenderme al ver la
multitud de errores cronolojicos
(*) N'> podemos asegurarlo, pero no?
«6¡8ten motivos especiales para creer que
este escrito — referente únicamente á he-
chos históricos antiguos de Buenos Ai-
res fue obra del Sr. D. José Araujo,
natural de aquella ciudad, empleado en-
tonces en el Tribunal de Cuentas, y que
fué después uno de los entonces llamados
Oficiales Reales, ó Tesoreros.
(JV. de la JRA
. en que ha incurrido su ¡lustrado
autor, no solo respecto de su fun-
dación, sino también en orden á
sus pasadas glorias adquiridas por
las armas, que tan escasamente
refiere en un papel que precisa-
mente se difundirá por toda nues-
tra América, y apetecerán todas
las naciones por lo estraordinario
del suceso que encomia, y que
acaso no tiene ejemplar en el
Orbe.
El citado autor antes de pre-
sentar á V.S. su romance heroico,
debió advertir que si no tenia su-
ficientes noticias para hacer una
narración completa de las anti-
guas victorias de esta M. N. ca-
pital, debió ó no recordarlas, ó
haberlas reducido todas al silen-
cio; pero una vez que ya es indis-
pensable volver por el honor de
la patria manifestándola série ja-
mas interrumpida de las gloriosas
acciones con que en todos tiem-
pos se ha distinguido, diré á V. S.
que no son desde el siglo XVII,
como dice el autor del romance
en el párrafo 3 de sü dedicatoria,
cuando principiaron los noblesve-
cinos de Buenos Aires á manifes-
tar su espíritu marcial. Desde su
cuna ya dieron evidentes pruebas
de su heroísmo y valor, en soste-
ner esta preciosa alhaja de la ca-
pital del Rio de la Plata, para
esmaltar con ella la corona del
mejor de los monarcas, y enrique-
cer su erario con ricos tesoros:
no esperaron á los años de 1680
para espon-er sus vidas, y derra-
mar su sangre en defensa de la
patria: ellos solos, sin el ausilio
de tropas veteranas, fueron los
que coronaron sus sienes de lau-
reles, y se hicieron temer de las
naciones estranjeras: ellos los que
han sujetado el orgullo de los bár-
baros nuestros vecinos: ellos los
que sin mas trabajo que atravesar
este rio, rindieron varias veces la
Colonia del Sacramento; y ellos
finalmente los que han hecho otros
importantes servicios al estado,
como lo manifestaré para honor
de la patria, y gloria de sus ilus-
tres descendientes.
Por los años de 1582 (gober-
naba Juan de Garay) cuando ape-
nas contaba dos años de funda-
ción, ya empezaron los insulares
de la orgullosa Albion, á mani-
festar su ambición, y á querer ser
dueños á poca costa de este fértil
suelo. Eduardo Fontano, corsa-
rio ingles, llega á la isla de Martin
Garcia distante 10 leguas de esta
capital y no se atreve á efectuar
el desembarco, sabedor del reci-
bimiento que le aguardaba. En
el de 1587 (Alonso de Vera), el
famoso pirata Tomas Candisch,
situado en el Brasil, medita y em-
prende la toma de esta capital.
El gobernador del Janeiro Sal-
vador Correa de Sáa, avisa su
determinación, y se toma la pre-
caución que hemos visto en nues-
tros dias de retirar las familias á
lo interior, y preparados para una
vigorosa resistencia, Candisch te-
me, muda de intento, y pasa el
estrecho de Magallanes. En el de
1658 (D. Pedro Ruiz Baygorri)
entraron en este gran rio tres na-'
vios franceses al mando del jene-
ral Timoteo de Osmat, conocido
por el caballero de la hontaine,
r 27
- 100 -
con orden de Luis XIV, de apo-
derarse de esta ciudad, y apenas
ponen en ejecución su designio,
cuando fué hecha presa la capi-
tana con pérdida del jeneral, y de
mucha jente, retirándose á Fran-
cia los dos restantes con no poco
daño. En el de 1698 (D. Agustín
de Robles)satisfecho Mr.de Poin-
tis del saqueo que ejecutó en Car-
tajena de Indias el año antece-
dente, se dispuso á hacer lo mis-
mo en Buenos Aires; pero la viji-
lancia, actividad y valor de su ve-
cindario le obligó á mudar de sis-
tema. En el de 1699 (D. Manuel
de Prado Maldonado) proyecta-
ron también los dinamarqueses
tomar esta ciudad; pero al ver los
preparativos de defensa de sus va-
lerosos vecinos, desistieron de la
empresa; y últimamente en el de
1720, poco escarmentado el capi-
tán francés Estevan Moreau con
habérsele apresado por el inmor-
tal D. Blas de Leso el navio S.
Francisco con el cual vino á en-
tablar el comercio ilicito en esta
América, se dejó ver hacia Mon-
tevideo con dos navios, habiendo
desembarcado parte de su jente
en Castillos, en donde preténdia
» poblarse para igual efecto. Noti-
cioso nuestro gobernador (el Sr.
D. Bruno de Zabala) del vecino
tan perjudicial que se le aproxi-
maba, trató de desalojarlo inme-
diatamente, comisionando al ca-
pitán D. Antonio de Pando y Pa-
tiño, quien con suficientes tropas
pasó á aquel destino, logrando en
el corto término de media hora
no solo derrotarlos, muriendo en
la acción Mr. Moreau á manos
del ayudante D. Pedro José de
Goycoechea. sino también apode-
rarse de sus ricas mercaderías.
Pero aun cuando los hechos re-
feridos no fuesen suficientes para
acreditar la lealtad á sus sobera-
nos, y la enerjía en defender sus
derechos, cuyas virtudes en todos
tiempos han sido características
de Buenos Aires, merece sin du-
da particular consideración la he-
roica repulsa que á principios del
siglo pasado (Don Francisco de
Cespedes) sufrió una escuadra ho-
landesa, que como aliada del ar-
chiduque Carlos, y bajo el pre-
testo de promover sus derechos
entró en este rio; y aunque en sus
playas arrojó multitud de papelo-
nes seductivos á favor de aquel
principe, no sacaron otro fruto
sus insidiosas tentativas, que el
desengaño de ser incontrastables
la fidelidad y el valor de sus ha-
bitantes, á pesar de la astucia con
que se le alegaba el reconocimien-
to á aquel principe de la mayor
parte de la monarquía.
Estos sobresalientes y distin-
guidos servicios dieron mérito á
que el Sr. D. Felipe IV manifes-
tase en real cédula de 5 de julio
de 1661 , ser Buenos Jlires la, pía -
z a que en todas ocasiones han
principalmente apetecido los es-
tranjeros , y á que el S. D. Feli-
pe V. la condecorase con él título
de M. N. y M. L. en otra de 5
de Octubre de 1716; cuyas bri-
llantes acciones son las mismas
que el autor del romance históri-
co ha pasado en silencio en su de-
dicatoria, contentándose solamen-
te con referirnos las que desde el
- 101 -
año de 1680 se hicieron contra
los portugueses, sobre las que na-
da tengo que decir por hallarse
conformes con la historia: sola-
mente añadiré que en el año de
1714 trataron los portugueses de
hacerse dueños del territorio de
Montevideo para poblarlo, á cuyo
desalojo pasó el gobernador (el
mismo Sr. Zabala) con tropas de
este vecindario á ejecutarlo, como
lo ejecutó- felizmente: resultando
de ello la fundación de la ciudad
de San Felipe y Santiago por or-
den de S. M.
Otro error de no menos consi-
deración comete el autor del ro-
mance heroico en orden á la fun-
dación de esta mui noble ciudad.
En la pajina 7 de la dedicatoria
asegura, que el año de 1535 la
fundó D. Pedro Mendoza, y que
destruida por los indios la restau-
ró segunda vez Baca de Castro,
gobernador del Perú, y que te-
niendo igual suerte, la volvió á
restaurar D. Juan Ortizde Zara-
te. Esta esposicion es intolerable,
pues aunque no hubieran llegado
á manos del enunciado autor la
Arjentina de Rui-Diaz, las obras
de los PP. Lozano, Guevara,
Pastor, y Charlevoix, en las que
pudo beber como en una fuente
clara abundantes noticias sobre
esta materia, aun no hace cinco
años que por disposición del Sr.
contador mayor de este tribunal
de cuentas D. Diego de la Vega,
entonces visitador jeneral de real
hacienda, se dió á luz la Guia de
Forasteros de este vireinato (en
1803) en donde con datos positi-
vos se refieren las épocas de la-
fundación de esta capital y sus
fundadores; pero una vez que se
manifiesta dicho autor peregrino
en su propia patria, será necesa-
rio desvanecerlo de esta incursión
cronolojica, recurriendo para ello
á la que sobre el particular nos
refieren los autores citados.
Convengo desde luego en que
D. Pedro Mendoza fundó esta
ciudad en el año de 1535, y que
los duerandis y los Yaros (el au-
tor dice Jarres: no hubo tal na-
ción de indios), acabaron con su
pequeña población; pero no en
que la restaurase segunda vez el
licenciadoBaca deCastro en 1542.
No sé de donde puede haber sa-
cado el autordel romance heroico
semejante noticia, pues en el año
que cita, sehallaba este majistra-
do en Lima de gobernador de
aquel reino, y estoi mui seguro
de que no pondrá de manifiesto
autoridad alguna que lo comprue-
be. Lo primero, porque el licen-
ciado Baca jamas vino á estas-
provincias, pues en Lima fué pre-
so por el virey Blasco NuñezVela,
su sucesor en 1544, de donde sa-
lió fujitivo para Panamá, y de allí
se dirijió á España (Garcilaso en
sus Comentarios Reales del Pe-
rú, lib. 4. cap. 5. 21 y 23): y lo
segundo, porque ni los celebres
escritores de nuestra conquista
hacen mención alguna de seme-
jante fundación: tal vez equivocó
los apellidos de Cabeza de Baca,
por Baca de Castro, pues según
refiere el padre Lozano, en su
conquista del Paraguay lib. 6.
cap. 8, salió este adelantado de
San Lucas de Barrameda el 2 de
- 102 -
Novicmbre^e 1540 en virtud de
capitulaciones, fechas en 18 de
Marzo del mismo año, y habien-
do arribado á la isla de Sta. Ca-
talina tuvo allí noticias ciertas de
las turbulencias que reinaban en
este pais, y atendiendo á la con-
servación del ganado vacuno que
conducía, tuvo por mas acertado
emprender el estraño viaje de
dirijirse desde la referida isla á la
ciudad de la Asunción, en donde
fué procesado por los partidarios
del astuto Irala, y renlitido preso
á España, habiendo antes de es-
perimentar estos reveses de la
fortuna, proyectado esta funda-
ción que no tuvo efecto. Luego
si este adelantado corrió tan tris-
te suerte, y jamás puso los pies
en este suelo, es evidentemente
claro que tampoco pudo fundar ó
restaurar esta ciudad, aun cuan-
do se le quiera conceder la equi-
vocación de apellidos al autor del
romance heroico.
El decir que tercera vez la vol-
vió á restaurar de orden del Sr.
D. Felipe II, D. Juan Ortiz de
Záfate, es otro error de tanta ó
mas consideración que los ante-
cedentes, pues priva de esta glo-
ria álos ilustres descendientes del
inmortal Juan de Garay, existen-
tes unos en la ciudad de Córdoba
del Tucuman, y otros en lo inte-
(a) Sus nombres son los siguientes:
Luis Gaytan. Pedro Abalos, Domingo de
Isala, Miguel López Madera, Miguel Gó-
mez, Jerónimo Perez, Juan Basualdo,
Diego de Barrieta, Víctor Casco, Ped^o
LuÍ9. Pedro Fernandez, Pedro Franco,
Alonso Gómez, Esteban Alegre, Pedro
de Isarra, Pedro Fernandez de Zarate,
Baltazar de Carbnjal, Antonio Bcrmu-
rior de este reino; y aunque los
hay en estas campañas del ade-
lantado Ortiz de Zarate, es nece-
sario dar á cada uno lo que es
suyo. Es verdad que este adelan-
tado celebró el último asiento pa-
ra esta conquista y fundación con
dicho Sr. D. Felipe II, en 12 de
Julio de 1589, (el mismo padre
Lozano lib. 20, cap. 6, núm. 23)
y partiendo de S. Lucar el 17 de
Octubre de 1572 llegó al Para-
guay, después de un largo y pe-
noso viaje á fines de574en donde
falleció el siguiente de 1575 de
resultas de un tosigo, dejando por
herederos á sus hijos D. Rodri-
go, y Da. Juana Ortiz de Zarate,
y á su yerno D. Gonzalo Martel
de Guzman; y por albacea3 á los
capitanes Juan de Garay, y Mar-
tin Duré, y poniéndose el prime-
ro inmediatamente en camino pa-
ra Charcas; negoció allí el casa-
miento para dicha señora con el
licenciado Juan Torrez de Vera
y Aragón, oidor de aquella real
audiencia en quien recayó el ade-
lantazgo, y regresándose después
Garay á la Asunción, tuvo allí
positivas noticias de ciertas dis-
cordias que remaban entre estos
indios, y aprovechándose de ellas,
se dirijió al instante á este puerto
con poderes del nuevo adelanta-
do, y con solos 60 individuos (a)
dez, José de Zayas, Francisco Bernal,
Miguel del Gorro, Bernabé Veneciano,
Cristóbal Altamirano, Pedro Jerez, Se-
bastian Vello, Juan Domínguez, Pedro
de Isbrán, Pedro Rodríguez, Pedro Q,ui-
roz, Alonso de Escobar, Antonio de Hi-
gueras, D. Gonzalo Martel de Guzman,
Juan Ruiz, Juan Fernandez Enciso,
Hernando de Mendoza, Pedro Moran'
- 103 -
reedificó esta M. N. y M. L. ciu-
dad un dia Miércoles 11 de junio
de 1580 según documentos incon-
trastables que se hallan en el ar-
chivo de ese ilustre cabildo.
De lo espuesto se deduce, que
habiendo fallecido el adelantado
Ortiz de Zarate seis años antes
de la fundación de esta ciudad,
mal pudo por sí ejecutarla en el
año mismo que se efectuó por el
célebre Juan de Garay , á quien
debe Buenos Aires la gloria de
su fundación y perpetuidad en me-
dio de los contrastes que padeció
en los primeros años con las con-
tinuas irrupciones de los queran-
des, y otras naciones que fueron
gloriosamente derrotadas por él y
sus bravos fundadores, cuyos he-
chos omito por demasiado noto-
rios, de los cuales el que los llenó
de mas gloria fué el que se dio en
los campos que hoi se denominan
de la Matanza , cuyo nombre ad-
quirieron por la victoria conse-
guida en ellos con notable mor-
tandad de los bárbaros.
Creo que con lo espuesto se de-
sengañará el autor del romance
heroico de los involuntairos erro-
res en que ha incurrido á pesar de
su plausible patriotismo; y con-
cluyo suplicando á la respetable
autoridad de Y. S., que si tiene
por conveniente dar éste á la luz
pública, asi por contener las an-
tiguas glorias de esta M. N. y L.
Rodrigo de Ibarrola, Andrés Vallejo, Pe-
dro de Zayns, Lázaro Griveo, Juan de
Carbajal, Pantaleon, Pedro Medina, Juan
Martin, Esteban Ruiz, Andrés Méndez,
Miguel Navarro, Sebastian Fernandez,
Juan de España, Ambrosio de Acosta,
ciudad, de quien tengo el honor
de ser hijo, como por manifestar-
se el tiempo de su verdadera fun-
dación, quedando enmendados los
erroreshistóricos referidos, lo eje-
cute para su mayor timbre y lau-
ro, principalmente en un tiempo
en que ha acrecentado sus laure-
les por dos ocasiones con notable
desdoro de las armas británicas.
Dios guarde á Y. S. muchos
años. Buenos Aires y Setiembre
19 de 1807.— B. L. M. de V. S.
su mas atento y seguro servidor.
UN PATRICIO.
M. I. Cabildo, Justicia y Reji-
miento de esta ciudad.
Inmediatamente después de la
reconquista, verificada el 12, so-
brevino un hecho, tal vez el mas
notable de aquella época. Fué
por lo menos el mas fecundo.
El virey que había huido para
Córdoba en la época de la con-
quista, regresaba con un número
considerable de milicias, para ve-
rificarla reconquista, según decía.
Estaba ya á cuarenta leguas de
Buenos Aires, cuando aquella tu-
vo lugar.
Con la justa indignación que le
causaban los recuerdos del pasa-
do, y con los derechos que le con-
ferían su victoria y méritos con-
Rodrigo Gómez, Pablo Cimbrón, Anto-
nio Roberto, Jerónimo Nuñez, Pedro de
la Torre. Domingo de Arzamendia, An-
tón de Porras, Ochoa Márquez, .Juan
Rodríguez, Alonso Parejo, Pedro Her-
nández y Juan de Garay, del E.)
J ‘¿8
- 104 -
traídos, el pueblo no quiso oír
hablar del virey. El cabildo tuvo
que respetar ese pronunciamiento
y que convocarlo el 13 para una
Junta ó Congreso , en su sala ca-
pitular. Celebrado el 14, acordó
conferir el gobierno político y mi-
litar á su libertador Liniers: acto
que, por mas que el cabildo pro-
curó dias después tergiversar, no
era sino el ejercicio directo de la
soberanía.
A él se refieren los tres docu-
mentos siguientes.
Obsérvese, entre tanto, que el
pueblo, invocando su acefalia y la
necesidad de proveerá su seguri-
dad y de conservarse para la Es-
paña, desconoció la autoridad ema-
nada de ésta, y la sostituyó con
otra de su elección.
¡ He ahi el tipo exacto del 2 4
de Mayo de 1810! También en-
tonces dijo, con mas ó menos sin-
ceridad, eso mismo; y también,
reunido en la sala capitular , hizo
á un lado al virey, desconoció la
autoridad metropolitana, y nom-
bró otra de su agrado, que fué
instalada el 25. Desde Agosto de
1808, y aun en ciertos sucesos de
los años inmediatos, el pueblo ha-
bía empezado á conocer ese ca-
mino: y en Mayo de 1810, habia
llegado ya al perfecto conoci-
miento de él, como al de su poder
y su derecho.
OFICIO DELO ABILDO AL
virey , comunicándole el nom-
bramiento hecho el 14 en Li-
niers , por el pueblo , para el
gobierno político y militar de
Buenos dires.
Exmo. SeíÍor.
Habiendo tenido esta capital la
incomparable gloria de ser recon-
quistada el dia 12 del corriente
por todo su vecindario, que tomó
las armas en unión de la espedi-
cion que vino de Montevideo al
mando del capitán de navio de la
real armada el Sr. D. Santiago
Liniers, se celebró en esta fecha
junta jeneral, compuesta de dos
principales vecinos de este pueblo,
limo. Sr. Obispo, tribunales y
prelados regulares y seculares,
para tratar en ella de su conser-
vación y defensa sucesiva; y fué
acordado entre otras cosas, á so-
licitud de todo el pueblo, en pú-
blica aclamación, que para el efec-
to se reconociese hasta la resolu-
ción de S. M. por gobernador po-
lítico y militar de esta plaza, al
enunciado Sr. Liniers su recon-
quistador, que sabría ponerla á
cubierto del ataque de las armas
británicas que próximamente se
esperan y de que está amenazada
de resultas del refuerzo pedido á
la corte de Londres por la ante-
rior entrega: de que avisa á V. E.
este Cabildo en nombre de todo
el pueblo por medio del Sr. D.
José.Gorvea y Badillo, fiscal del
supremo consejo de Indias, del Sr.
D. Lucas Muñoz y Cpbero, re-
jente de esta real audiencia, y del
sindico procurador de la ciudad,
á quienes ha comisionado particu-
larmente para una dil i ¡encía tan
interesante al estado de la defensa
de la patria: con lo cual no duda
se aquietará V. E. propendiendo
en cuanto sea dable al logro de
' los mismos fines. — Dios guarde á
V. E. muchos anos. Sala Capitu-
lar de Buenos Aires, 14 de Agos-
to de 1806. — Martin de Jllzaga.
-Esteran Villanueva.-José San-
tos Inchaurregui.- Jerónimo Me-
rino. -Francisco Herrero Ma-
nuel de Ocampo. -Francisco Bel-
grano.— Martin Yahiz.- Benito
Iglesias.
Contestación al anterior.
Impuesto del oficio de V. S. de
14 del corriente sobre lo acorda-
do en junta jeneral de tribunales
y del Rdo. Obispo con los prin-
cipales del pueblo sobre tratar de
su defensa encargada al Sr. ca-
pitán de navio D. Santiago Li-
niers con el gobierno político y
militar, es mi contestación ceñida
á que no hai otra autoridad que
la del Rei nuestro señor que sea
capaz de dividirme ó disminuirme
el mando superior de Virey go-
bernador y capitán jeneral de las
provincias del Rio de la Plata y
ciudad de Buenos Aires; ni tam-
poco otra que aquella que pueda
juzgar sobre el desacierto de mis
disposiciones: asertos tan eviden-
tes que no se citará un solo ejem-
plar en contrario; ni posible ha-
cer uso de la voz común contra
los derechos del soberano, que
están todos representados en la
persona de su virey, por mas que se
cohonesten en cualesquiera cau-
sales ó motivos; y en esta virtud
lo que únicamente es dable, que
yo, conociendo la aceptación que
logra en el público y en la tropa
el Sr. capitán de navio D. San-
tiago Liniers por su reconquista,
le distinga con preferencia en to-
do, como lo he hecho ahora y
siempre, y lo comisione en lo que
estimase relativo á la defensa de
esa ciudad, respecto á que S.
M. lo puso á las ordenes inmedia-
tas de este superior gobierno;
pues no alcanzan mis facultades
á rebajarme, ni á hacer adición
de ninguna de las que el rei me
ha dado, hasta que por su sobe-
rana resolución sea relevado por
otro virey y capitán jeneral, ó por
quien S. M. dispusiese. — Dios
guarde á V. S. muchos años. —
Campamento de las Pontesuelas
19 de Agosto de 1806.
Marques de Sobremonte.
Segundo oficio del cabildo, fijan-
do el carácter del acto del 14.
Exmo. Seííor.
El dia 13 del corriente, inme-
diato al de la reconquista de esta
ciudad, se hallaba este cabildo sin
la respetable persona de V. E., y
sin haberse formalizado el tribu-
nal de la real audiencia; y por
estas notables circunstancias se
consideró autorizado únicamente
para celebrar un congreso y con-
vocar á todo buen vasallo al im-
portantísimo fin de aprovechar y
asegurar la victoria; para lo que
juzgó era mui propio el concurso
de luces y conocimientos, que po-
drían hallarse aun entre personas
que no tienen por instituto ó pro-
fesión la materia de la guerra.
Este fué el fin y objeto de la jun-
ta, y no el tomarse licencias, ni
facultades que sabe mui bien no
le competen, y nunca pensó con-
vocar á los vecinos para encargar
al Sr. Liniers la defensa, y mucho
menos el gobierno de la plaza de
Buenos Aires, como verá V. E.
en la adjunta copia de la acta en
que solo se propusieron seis pun-
tos mui propios de aquel dia, mui
sencillos, y que en ninguno de
ellos se pensó ofender en lo mas
mínimo la respetable autoridad
de V. E.; antes mas cuando se
trató de dar parte á S. M., tam-
bién se previno que igualmente se
hiciese con V. E. Concluidos los
puntos que leyó el secretario,
ocurrió que (por no haberse pues-
to una guardia en la escalera) se
subiese el pueblo y la tropa ó los
altos de la sala capitular y desea-
se la permanencia del Sr. Liniers
en el mando de l a s armas; y ha-
biéndose hecho e s ta propuesta en
junta se respondió que la lei 3. a
tit. 3. ° lib. 3. ° de Indias deter-
minaba que la capitanía jeneral
fuese propia y privativa de los vi-
reyes: en cuyo supuesto, y el que
la misma Jei abría márjen para
satisfacer á los deseos de la tro-
pa y del pueblo, nombrándolo V.
E. por su teniente, era de espe-
rar que condescendiese en dar es-
te gusto á la tropa que tan bien
merecido lo tenia. Estos fueron
los sentimientos de la junta en este
particular, repentinamente pro-
puesto allí, como lo hará siempre
constar, y los puntos que el ca-
bildo dió al secretario para que
los leyese en la junta jeneral.
Ademas de esto, la ciudad es*
tuvo tan distante de que se traje-
sen á consideración las causas de
la desgracia del 21 de Junio, que
cuando propuso en uno de sus
puntos se diese parte al rei, ad-
vierte que se ha de dar esta cuen-
ta sin hablar de otra cosa que de
la restauración, su modo y por
quien, sin mezclarse en otras in-
vestigaciones que no eran del ca-
so, ni propias de aquel dia. Si se
convino en asegurar al pueblo la
duración del Sr. Liniers en el
mando de las armas, fué por agra-
darle, sin otra idea que goza * en
todo su lleno la libertad, quietud
y sosiego, frutos de la victoria,
de su lealtad, amor al rei y celo
de la relijion. No ha tenido otra
idea este cabildo en todas sus
operaciones y especialmente en
la convocatoria del dia 13, y se
persuade que S. M. lo llevará á
bien; pues ademas de que la mis-
ma victoria (en que tanta parte
tiene esta ciudad y comercio) es
un testimonio mui claro de lo que
Buenos Aires ama á su soberano,
tiene también la gloria de que oye
con agrado las representaciones
de este Cabildo su mas humilde
vasallo.
Con testimonio de la acta de-
bía haber ido acompañado el an-
terior oficio; pero el tiempo no lo
permitió: mas ahora lo acompaña
porque V. E. quede mas bien ins-
truido de todo. En esta virtud V.
E. asegurará al rei la plaza res-
taurada, ó bien del modo que so-
licita ja tropa y el pueblo, ó bien
del que V. E. arbitrase confor.
me á esas mismas facultades qu e
- 107 -
el rei le ha concedido y esta
ciudad ha respetado.
Dios guarde á V. E. muchos
años. Sala Capitular de Buenos
Aires y Agosto 22 de 1808. —
(Siguen las firmas.)
Mediaron otros oficios mas de
(a) Para completar el conocimiento
de aquellos incidentes, no creemos impor-
tuno el dar aquí los párrafos de dos car-
tas, fechas 14 y 18 de mayo de 1841, di-
rijidas por el Sr. I). Nicolás Rodríguez
P ^n, á uno de los redactores de la pre-
sente compilación, que le había escrito
pidiéndole algunos esclarecimientos acer-
ca de los incidentes mencionados. Para
la perfecta intelijencia de la primera,
preciso es advertir que el virey de Lima,
Abascal, ni saber el acto soberano ejer-
cido por el pueblo de Buenos Aires en la
sala capitular, y penetrando bien sus con-
secuencias, lo condenó en un oficio seve-
ro q Ue dio á luz el Mercurio de Lima —
dirijido á las autoridades de Buenos Ai-
res, y en el cual lo clasificó de pernicioso
ejemplo de insubordinación.
“Jhil 4 de agosto de 1806 — dice el Sr.
Peña en la- primera de esas cartas me
hallaba yo á muchas leguas de Buenos
Aires con Sobre-Monte y la fuerza que
iba de Córdoba con la esperanza de arro-
jar á Berresfoi d. Pero en esa fecha no
hubo movimiento alguno en nuestra ca-
pital, y Abascal, equivoca la fecha de ese
“pernicioso ejemplo de insubordinación”.
La reconquista se verificó el 12 de agos-
to de 1806, y el 13 tuvo lugar una reu-
nión de pueblo convocado por el cabildo
por intimación de Liniers según se de-
cía en olla tuvo Gorvea, fiscal del con-
sejo que se hallaba de tránsito en Buenos
Aires, la peregrina ocurrencia de pedir
se hiriera una procesión, de desagravios
al rei, y tomando el retrato que estaba en
la sala capitular, salió á mostrarlo al pue-
blo, y en seguida lo paseó con gran
acompañamiento por la galería de Cabil-
do, oyéndose entonces muchas voces
contra el virei, entre las que varias pe-
parte á parte; terminando todo
esto con que el virey confiriese al
fin á Liniers el gobierno militar,
y encargase del político á la au-
diencia ó á su rejentc; dias des-
pués de lo cual, se trasladó á la
Banda Oriental, con las fuerzas
que estaban á sus órdenes, (a)
dian su destitución, suponiendo que por.
traición había dejado que los ingleses
ocupasen la capital y se apoderasen de
los caudales del rei, que se hallaban en
la Villa de Lujan. Liniers avisó al virei
estar reconquistada Buenos Aires por
fuerzas bajo su mando; y le noticiaba lo
ocurrido el dia 13 en el cabildo y la je-
neral disposición que había contra su
persona. Estas comunicaciones las re-
cibió Sobre Monte en la posta de la Cruz
Alta y continuó su inarcha hasta la de la
Cañada de Gómez, de donde mandó al-
gunos oficiales á Buenos Aires para que
le informasen de lo que allí ocurría, di-
rijiendose él á San Nicolás á esperar
noticias.”
‘‘El objeto, dice la otra, de la
reunión popular del 13 de agosto de 1806
fue impedir que entrase á Buenos Aires el
virei marques de Sobre Monte, y con ese
fin le escribió Liniers mui minuciosamen-
te cuanto se habia dicho contra él en
aquella ocasión, advirtiéndole que el en-
cono del pueblo y tropa contra su perso-
na era tal, que temía sufriese un desaire
si se decidía por entrar á Buenos Aires.
Liniers logró intimidar al virei, que se
hallaba bien abatido porque á él solo se
atribuía el que los ingleses hubiesen
ocupado la capital, y el coranel Allende,
y el oidor Campusano lo persuadieron á.
que se dirijiera á San Nicolás, desde
donde podía atender al despacho de lo
que ocurriese en todo el vireinato, y es-
tar pronto, con la fuerza que tenia y al-
g-una mas que venía del Paraguay, para
socorrer a Buenos Aires si era segunda
vez invadida, pues se sabía que Berres-
ford habia pedido refuerzos á su gobierno
y á Sta. Elena. 'Al poco tiempo de estar
en Sun Nicolás se le notició de oficio por
29
EL CABILDO DE BUENOS AIRES,
« su vecindario invitando á una
suscricion
Habitantes jenerosos de Bue-
nos Aires, hemos tenido la felici-
dad de sacudir el insoportable yu-
go de la dominación inglesa, que
solo por desgracia nos oprimía; y
recobrado la constante fidelidad
y honor, 'con que siempre esta
ciudad ha servido y respetado á
su soberano. Un bien tan estima-
ble, y digno de perpetuarse en la
memoria de las jeneraciones ve-
nideras, es debido al entusiasmo
de almas grandes, que atropellan-
do riesgos, venciendo dificulta-
des con sacrificio de sus intereses
y aun de sus propias vidas, rom-
pieron nuestras cadenas. Por
principios de rigorosa justicia nos
vemos estrechados á manifestarles
de algún modo nuestra gratitud y
reconocimiento, no obstante que
respetamos su desinterés. Para
este efecto contribuid en lo posi-
ble á los gastos que se han oriji-
nado y orijinen; compensad en
parte los afanes de nuestros com-
patriotas que han concurrido á la
reconquista; ausiliad á los heridos
en el combate; socorred á las viu-
das, huérfanos, y madres de los
que perecieron en él; alargad la
mano, haciendo un donativo vo-
Liniers que el refuerzo pedido por Ber-
resford á Sta. Elena estaba en la mar, y
Sobre Monte, á quien ya se habían reu-
nido los paraguayos, se embarcó con toda
su fuerza con dirección á las Conchas,
donde desembarcó, y dando orden que la
tiopa se mantuviese á bordo, se dirijió á
San Fernando. Allí recibió comunica-
ciones del gobernador do Montevideo D.
luntario, pero jeneroso, cual se es-
pera de vuestro amor y celo por
el bien de la patria, que teneis
tan acreditado. Por nuestra parte
ya observareis que lo hemos prac-
ticado, suscribiendo los primeros
al pié las cantidades que gustosa-
mente contribuimos, persuadidos
que cada ciudadano en particular
lo verificará á presencia del reji-
dor D. Jerónimo Merino y Caba-
llero síndico procurador jeneral
de ciudad, á quienes comisiona-
mos para un asunto, que en la ac-
tualidad empeña todo el honor de
los habitantes de esta capital.
Buenos Aires y agosto 27 de 1806.
El alcalde de primer voto ps. fs.. 300
El de segundo 2,000
D. José Santos Inchaurregui. . . . 2.000
D. Jerónimo Merino. .. 1,500
D. Francisco Herrero 1,500
D Manuel de Ocampo 1,500
D. Francisco Belgrano 200
D’ Martin Yañiz 1,500
D. Benito Iglesias. 1,500
Oficio que el Sr. D. Santiago Li-
niers y Bremont, jeneral en je-
fe de las tropas victoriosas en
la reconquista de Buenos Aires
dirijió al mayor jeneral ingles
D. Guillermo Carr Berresford ,
después de verificada dicha re-
conquista con motivo de la fal-
sa capitulación .
La anterioridad que V. S. ha
Pascual Ruiz Huidobro y otros invitán-
dole á que se dirijiese á aquella plaza,
que se consideraba principalmente ame-
nazada, y donde no era desconocida su
autoridad como en Buenos Aires de don-
de se le dirijían continuos siniestros avi-
sos; y esto lo decidió ó reembarcarse en
las Conchas y dirijirse con todas sus mi-
licias á Montevideo.” [Nota de la Redac.\
- 109 -
dado en sil oficio de 21 del cor-
riente á los consuelos privados,
que estendidos por su mano y á
su gusto muchos dias después de
caer prisionero, me pidió por gra-
cia al fin único de evitar su total
ruina, y le firmé de un modo no-
ble y jeneroso, no solamente es
incierta en quebrantamiento de la
buena fé, sino dolosa. Sesenta
mil testigos han visto izar en el
fuerte de Buenos Aires la bande*
ra blanca, é incontinenti la espa-
ñola, sin haber precedido el me-
nor convenio; como así mismo sa-
lir V. S. del fuerte con mi ayu-
dante Quintana, después de ha-
ber arbolado la bandera nacional
mia: dígalo la oficialidad de V. S.
díganlo los innumerables testigos
que presenciaron en la plaza de
Buenos Aires estos actos públi-
cos; y pronuncie alguno sise pue-
de poner en duda, que la rendi-
ción de V. S. ha sido á discreción
en esta circunstancia de hecho po-
sitivo y púbíico; hubo cesación de
razón, defecto de materia, é inca-
pacidad en la persona prisionera
de V. S., y aun en la mia (como
me consta se lo comunicó á V. S.
el gobernador de Montevideo en
contestación á otra suya, cuyas
copias están en mi poder, y de
quien emanaba absolutamente la
autoridad de que me hallaba re-
vestido, cuyo párrafo es el siguien-
te: Respecto á que cuando le con-
ferí el mando de las tropas que
conquistaron esa capital , ocupa-
da por las británicas , á las órde-
nes de V. <$»., no lo autoricé para
formar la capitulación que V. S.
me hace el honor de acompañar-
me) para capitular; por cuya ra-
zón puse en mi ante firma la es-
presion en cuanto puedo: es de
estrañar que de estos principios
evidentemente ciertos pase V. S.
á persuadir lo que es evidente-
mente falso, separándose del fin y
objeto privado con que de un mo-
do compasivo y jeneroso accedí á
paliarle la viveza de su dolor,
condescendiendo á su importuna
súplica; pero ahora conozco en
vista de su citado oficio, que esta
no fué sincera, sino dirijida á los
siniestros fines de querer hacer
pasar aquí por capitulación de
guerra, unos meros consuelos
imajinarios, dados por mi conmi-
seración á la manifestación priva-
da de su sentimiento y riesgo en
que quedaba constituido para con
el tribunal que lo ha de juzgar.
Mas visto el ímprobo designio
de V. S. por su enunciada contes-
tación, y publicidad que va dando
á mi referida condescendencia,
debo prevenirle lo mismo que sa-
be, y es la nulidad, el ningún va-
lor y efecto que esta en sí envuel-
ve, para que no dé bulto y ser
á lo que de suyo es nada, así por
lo que llevo espuesto, como por
las razones siguientes:
La libertad que me compete por
vencedor resultaba dominada, si
yo tolerase en V. S. la mas míni-
ma de poder entrar en convencio-
nes públicas ó pactos militares re-
lativos al vencimiento hecho á
discreción; porque no teniendo yo
que desear ni que esperar en este
asunto, ninguna razón de bien
temporal podía impelerme para
hacerle prometimientos efectivos
/
- 110 -
de mera conveniencia á sus tro-
pas en absoluto perjuicio de los
triunfantes derechos de las mías,
y por lo mismo nunca pueden ser
reales semejantes condiciones, que
no estaban en beneficio mutuo y
recípro, porque llevan en sí un vi-
cio de perjuicio de tercero; que
por derecho natural no puede
V. S. desconocer, como también
que se obra bien en no cumplir-
los, y en hacer esta manifestación
de su nulidad, aun en papeles pú-
blicos, para atacar las aparien-
cias de realidad con que V. S. se
dirije en preocupar.
La mudanza de nuestras con-
diciones, V. S. de rendido á dis-
creción, y yo de mero vencedor,
impide el entrar en tratados para
la conclusión de un negocio que
de suyo estaba finalizado por la
viveza y enerjía de las armas es-
pañolas, sin haberle á V. S. que-
dado arbitrio sino para rendir las
suyas, como lo hizo arrojando al
suelo su espada, que se le devol-
vió como indecoroso á la nación
española el quitarla á un jefe, que
acababa de dar pruebas del mas
acrisolado valor y serenidad en el
mas inminente peligro, retirándo-
se en este el último al fuerte, des-
pués de haber tenido á su secre-
tario el capitán de injenieros
Jeorje William Kennet muerto á
su lado; pero en cuanto nuestro
tratado verbal cuando V. S. salió
del fuerte, fué el decirle que le
concedía los honores de la guer-
ra, debidos á su bizarra defensa,
y que su persona estaría canjeada
con el virei de Lima que creia
prisionero (circunstancia que tam-
poco puede tener lugar por haber
sabido que el virei no lo era.
Ultimamente propuse á mis je-
fes, á la real audiencia y cuerpo
municipal, que bajo las segurida-
des convenientes se remitiesen las
tropas británicas y sus oficiales á
Europa, y esforcé en cuanto pude
esta opinión: el cabildo y el ma-
yor número de los principales ve-
cinos de este pueblo, el goberna-
dor de Montevideo, la municipa-
lidad y todos los habitantes de di-
cha ciudad fueron del parecer
contrario: á pesar de todo esto di
aun otro paso en favor de las tro-
pas de su mando, convocando una
junta de guerra de todos los jefes
y capitanes, los que se avinieron
el dia 26 del corriente á las miras
jenerosas mias; pero habiéndose
en los dias 28 y 29 esparcido co-
pias de nuestras insignificantes
capitulaciones en esta plaza, y sa-
bido que en Montevideo habia su-
cedido lo mismo por el correo,
ambos pueblos han pronunciado
enérjicamenteque no consentirían
nunca áque se permitiese la sali-
da de las tropas británicas, á cu-
yo parecer se conformó la junta
de guerra que convoqué ayer, y á
cuyo voto jeneral me conformé
tanto mas, que infinitas personas
haciendo la mas inaudita injusti-
cia á mi honor, carácter y acriso-
lada lealtad, profieren la abomi-
nable acusación que yo había te-
nido la vileza de dejarme seducir
por venalidad en prestarme á las
ideas de V. S.; bien que semejan-
te aserción no puede menos que
inspirarme el mas vil desprecio,
por sus autores, y que mi carác-
- 111 -
ter público me vindica bastante,
no puedo desentenderme de se-
mejante cargo; y este motivo fue
el que me obligó á significar á
V. S. por su ayudante el capitán
Arberthnot, que de aquí adelante
nuestra comunicación sería por
escrito.
Ultimamente tengo el honor de
prevenir á V. S. que lo acordado
es, que las tropas británicas sean
internadas en todos los pueblos
del vireinato, y los oficiales jura-
mentados paraser remitidos á Eu-
ropa; lo que participo á V. S. pa-
ra su intelijencia.
Ntro. Señor guarde á V. S.
muchos años. Buenos Aires, agos-
to 30 de 1806.
Santiago Liniers.
Sr. mayor jeneral, D. Guiller-
mo Cari* Berresford.
EL
PUBLICISTA DE BUENOS AIRES,
Jil Sr. jeneral Berresford (a). (Rela-
tivo á la falsa capitulación).
El éxito bueno ó malo, nunca
puede calificar una empresa mi-
litar. Un plan sabiamente combi-
nado es el juez supremo á pesar
de los caprichos de la fortuna; y
así, cuando la suerte de las armas
hace desgraciado á un jeneral, de-
be descansar en la medida que to-
mó, para hacerse superior á la
adversidad por los medios que
dictan el heroísmo y el pundonor.
(a) Este escrito fue obra de D. Benito
G. Rivadavia. (Afola de la Redac.)
Los que V. S. ha elejido no cor-
responden á estas grandes ideas,
que deben estar impresas en el
corazón de un jeneral. Los arti-
ficios, y una intriga pusilánime,
que tiene por objeto oscurecer la
intrepidez y conducta militar de
los españoles, tendrán una impul-
sión momentánea en los espíritus
débiles y poco acostumbrados á
reflexionar; pero la ilustrada im-
parcialidad, siempre idólatra de
la verdad, le presentará á V. S.
coronas de espinas, en lugar de
los laureles que pudo haber reco-
jido, en medio del infortunio, si
su conducta se hubiese modelado
por los principios inmutables de
la justicia. Esta es la primera
virtud de un jeneral, y V. S. la ha
derrotado en términos, que quiere
sacar delincuentes á los mismos
que en su obsequio se han condu-
cido con tanto honor, enseñándo-
le en el campo de Marte á respe-
tar la sangre de los ingleses, y
dando las pruebas mas decisibles
de su amor á la humanidad. ¿Y
de que modo correspondió V. S.
á este noble y jeneroso modo de
pensar? Intentando sorprender al
jeneral con una capitulación cap-
ciosa.
Séame lícito advertir á V. S.
que en este momento se olvidó de
los primeros principios del dere-
cho público, tan cultivado en In-
glaterra. Nuestro jeneral los tuvo
mas presentes, y por lo mismo no
se embarazó en firmar un papel
que en sustancia nada contenía, y
que lo libertaba de los importu-
nos y reiterados ruegos y súpli-
cas de V. S.
30
- 112 -
Entremos en asunto. ¿Cuál era
la representación y carácter de
V. S. después que se rindió á dis-
creción? Hablo cíe aquel fatal mo-
mento en que V. S. reconoció que
solo esta evasión, y la jenerosi-
dad española podían salvar su
persona, y los restos de su, ejér-
cito.
¿Qué es lo que V. S. y todos
los militares del mundo entienden
por rendirse á discreción? Entre-
garse á la voluntad y arbitrio del
vencedor , sin capitulación , pacto
ó condición alguna. Y en este es-
tado de impotencia absoluta en
que V. S. se vió, ¿de donde se de-
rivaba su autoridad para capitu-
lar con el vencedor? Apelo al de-
recho de la guerra para que inter-
prete las falsas y débiles preten-
siones de V. S.
El Sr. Liniers trató á V. S.
con toda la consideración que exi-
jía su dolorosa situación, y no pu-
do menos que maravillarse cuan-
do reconoció que sus ruegos se
reducían á obtener un papel, cu-
ya nulidad es tan clara, como la
que resultaría de una paz jeneral
que nosotros firmásemos aquí pa-
ra dar Intranquilidad á la Europa.
¿Donde están nuestras facultades
para sancionar este delirio? ¿Y
donde las de V. S. cuando se so-
metió por necesidad á la lei del
vencedor?
Por otra parte, V. S. observa-
rá que aun cuando un ejército y
un pueblo inmenso no hubieran
sido testigos de esta verdad, es
mui fácil seguir, y calcular hasta
por minutos todos los pasos que
dió el jeneral español el dia 12
para demostrar que no pudo, ni
tuvo tiempo de conferenciar, ni
hacer ninguna capitulación, aun
suponiendo á V. S. espedito pa-
ra ello.
Si estas aserciones no fuesen
tan claras y concluyentes, ¿qué
suerte correrian la buena fé y je-
nerosidad española? Quedarían
envilecidas, si las sutilezas insi-
diosas de V. S. fuesen suscepti-
bles de alguna fuerza en el tribu-
nal luminoso de la verdad. ¿Y
hasta cuando quiere V. S. abusar
del carácter noble y honrado de
los españoles? Ellos se entrega-
ron el 27 de junio bajo la sagrada
garantía de una solemne capitu-
lación, que V. S. prometió firmar
luego que llegase al fuerte, em-
peñando su palabra de honor pa-
ra manifestar al mundo la insufi-
cenciade un principio tan respeta-
ble; pues ultrajando su propia
dignidad, no solo se negó á dar
la firma que prometió, sino que
hollando el derecho de jentes, y
la fé de lo pactado, dictó impe-
riosamente las leyes que le inspiró
su capricho, luego que se recono-
ció libre de todo riesgo, y rodea-
do de un pueblo desarmado.
Después de un paso tan vio-
lento, como injusto, pidió V. S.
se trajesen los caudales que esta-
ban á diez y seis leguas de esta
plaza, con la espresa condición
de que se mantendrían aqui de-
positados, hasta la decisión de las
cortes de Madrid, y Londres. ¿Y
cuál fué la conducta de V. S. en
esta segunda negociación? La de
remitir precipitadamente los di-
chos caudales á Inglaterra, dan-
do una nueva prueba de que la
sinceridad, y los sagrados dere-
chos del hombre estaban esclui-
dos de los planes y combinaciones
que V. S. había concebido.
No contento V. S. con estas
vergonzosas infracciones, se apo-
deró de mano armada de los pri-
sioneros ingleses que teníamos en
las Conchas, sin admitir el can-
je que injustamente se le pidió:
atropelló las propiedades contra
lo estipulado en la capitulación:
no respeto los depósitos; y á pro-
porción que invadía el tesoro pú-
blico, y el de los particulares, se
negó á darle al pobre soldado aun
las pagas que tenía devengadas.
V. S. inflexible á las miserias de
estos infelices, dignos de mejor
suerte, los veía perecer tranquila-
mente, sin darles un corto socor-
ro para que se alimentasen.
Unos procedimientos tan opues-
tos á la humanidad y á los princi-
pios que siguen relijiosamente to-
das las naciones civilizadas, la ine-
xorable posteridad los recordara
con horror para detestarlos.
Tengo á la vista la imágen de
las satisfacciones mas vivas y li-
sonjeras, al considerar el glorioso
resultado que ofrece la conducta
de los españoles, los cuales ja-
mas pueden desmentir su carácter
sincero y honrado. Ellos se olvi-
dan de los dias amargos que ya
han pasado, para notificar al uni-
verso, que la fuerza y la represa-
lia son palabras sin sentido, cuan-
(«) No nos ha sido posible descubrir
el autor de este manuscrito, que un
amigo tuvo la bondad de proporcionar-
nos, á pesar de las dilijencias empeñadas
do se trata de ser jeneroso con un
enemigo rendido. &c. &. &c.
Conquista de Buenos Aires hecha
por el ingles en 21 de junio del
año de 1806 y su reconquista
por la fuerte cuidad de Monte-
video en 12 de agosto del mis-
mo, dispuesta por un america-
no del Sur (a). Montevideo ,
año de 1S06.
INTRODUCCION.
No hai duda, que es uno de los
sucesos mas raros, que se leen en
las historias de todos los reinos
la conquista de Buenos Aires he-
cha por mil y quinientos ingleses
en 27 de junio del año de 1806,
de cuya lamentable pérdida, y al
mismo tiempo de su reconquista
por los fieles y guerreros habitan-
tes de la ciudad de Montevideo,
voi k hacer una suscinta narra-
ción según aquellas noticias mas
verídicas que se han podido aco-
piar; agregándose para entero
complemento de esta obrita algu-
nos sucesos posteriores á la recon-
quista dignos de toda memoria,
para todo lo que suplico al lector
disponga su ánimo, pues verá el
suceso mas inaudito, debiendo al
mismo tiempo tolerar los defectos
tanto de estilo, como de método
que en ella encontrare. '
al efecto. Contiene detalles, al menos en
sus primeros capítulos, de que carecen
todas las demas relaciones.
[Nota de la Redac. J
HISTORICA NARRACION DE LA
PERDIDA Y RECONQUISTA
DE BUENOS AIRES.
CAPITULO PRIMERO.
TOMA DE BUENOS AIRES.
Por los últimos de mayo, ó prin-
cipios de junio del aíio de 1806,
empezaron á aparecer en la costa
del sur de este rio de la Plata,
varios buques ingleses de guerra,
con quienes al presente nos halla-
mos en enemistad. La atalaya ó
vijía de este puerto de Montevi-
deo, destinada para el descubri-
miento y avisos de buques de es-
ta ciudad, comienza á anunciar-
nos la arribada de aquellos, y en
orden á ellos remitir sus corres-
pondientes partes á este gobierno.
El mismo oficio hace el pueblo de
Maldonado, sito á la boca de este
rio, desde cuya situación diaria-
mente los divisaba. Con estas no-
ticias ya verídicas, el gobernador
de esta plaza, D. Pascual Ruiz
Huidobro, despacha varios chas-
ques á la capital de Buenos Ai-
res, para que cercioren del hecho
al virei de estas provincias, mar-
ques de Sobre-Monte.
Este, fundado no sé en que prin-
cipios, desprecia, ó no le hacen ma-
yor novedad los referidos chas-
ques, en que se le anuncia el pró-
' ximo azote del enemigo. En este
estado, como pasasen los dias, y
los buques permaneciesen siem-
(a) Estos números están mencionados
, en el manuscrito. Bajo ellos se percibe
claramente — 4 fragatas, 3 corbetas y 2
bergantines — lo cual viene bien con lo
pre á la vista, determinó el dicho
gobernador de este puerto, 'orde-
nar al primer piloto de la real ar-
mada, I). José de la Peña, que
saliese con su falucho á reccorrer
la costa, y traernos noticias mas .
individuales délos dichos buques.
En obedecimiento á esta orden
púsose en viaje inmediatamente
Peña, que habiendo conseguido el
aproximarse á ellos, conoció en
número 3 navios, 1 fragata, 1 cor-
beta y 2 bergantines enemigos (a),
los cuales, luego que divisaron á
éste, procuraron darle caza, pero
él valido de la lijereza de su falu-
cho, procuró huir, lo que consi-
guió, metiéndose en el puerto de
la Ensenada de Barragan, desde
cuyo destino procura el 22 de ju-
nio anoticiar al virei de todo lo -
acaecido. Este, luego que recibe
el parte de Peña en que le cercio-
ra de las enemigas fuerzas exis-
tentes en el Rio de la Plata, y re-
conocidas inmediatamente por él,
le ordena que sin demora alguna
pase á la capital á instruirle, y
tratar verbalmente con él en el ca-
so. Mas no se porque en aquel mo-
mento no tomó el dicho virei las
mas activas providencias de de-
fensa, sino que espera á tratar
verbalmente con este, como si el
dicho piloto le había de decir otra
cosa de palabra, que lo que leha-
bía dicho por escrito. Ello es que
Peña, en cumplimiento de la or-
den del virei, llegó por tierra el
23 á la noche á Buenos Aires, é
que poco después se dice; aunque algo
mas adeiunte se observa otra pequeña
variación á este respecto,
[Ñola de la Redac. )
- 115 -
inmediatamente se presentó en el
fuerte en que conferenció dos ho-
ras con el virei, ratificándosesiem-
pre en lo que de antemano le ha-
bía dicho. Mas el virei, quien sa-
be porque instrucciones, acérrimo
en despreciar la opinión de Peña,
solo trata de convenir con él, que
son enemigos, pero que no traen
por objeto el batir las plazas, sino
que vienen al corso, resentidos de
las presas que en el año anterior
les habían hecho en la costa del
este, los dos corsarios Orian y
Reina Luisa , procedentes de ene
puerto de Montevideo. ¿Pero en
que fundaría el dicho virei tan fir-
memente esta opinión? Acaso te-
nia alguna secreta comunicación
' con ellos, en virtud de la cual le
habían descubierto sus ideas? Pe-
ro no es creíble. En fin, manda á
Peña que vuelva á la Ensenada, y
con su falucho venga á Buenos
Aires á sus órdenes; en cuyo
cumplimiento, el 2 4 por la maña-
na, se regresa Peña al dicho puer-
to de la Ensenada.
El dia 25, al amanecer, se pre-
sentaron ya á la vista de Buenos
Aires las 4 fragatas, 3 corbetas,
y 3 bergantines que Peña había
referido. A cuya vista ¿qué di-
ría el marques de Sobre-Mon-
te? Con este motivo se tocó la je-
nerala, á cuyo sonido todo el ve-
cindario, como fieles y leales va-
sallos, se presentaron en el fuerte
desde las 7 á las 9 de la mañana
á defender los derechos de su rei
y los propios, procurando infun-
dir valor con sus acciones y pala-
bras, aun en los mas viles y co-
bardes. Sin embargo de todo esto,
aun no se tomaba disposición al-
guna, sino antes al contrario, se
observaba una pura inacción, no
obstante que á los buques enemi-
gos se les veia aproximar á los
Quilmes, tres á cuatro leguas dis-
tante de la ciudad, y con sus bo-
tes y lanchas que hacían el desem-
barque. Al fin, á fuerza de instan-
cias, y de un hecho tan claro, se
distribuyeron armas á las milicias
de caballería de Buenos Aires, y
se destinaron á atacar al enemigo
en aquel punto, asociándose 800
blandengues bajo el mando del
comandante D. Nicolás de la
Quintana; pero es de notar, según
públicas noticias, que no se les
dió otras armas á una parte que
espadas, y esotra, espadas y pis-
tolas, en que no cabía cartucho.
Toda esta jente, comandada por
el Sr. sub inspector D. Pedro
de Arce, llegaron á su destino,
en el cual es preciso dejarles por
un instante mientras decimos que
á las 10^ de la mañana se prove-
yeron de fusiles en el fuerte á mil
y mas urbanos, que en él se pre-
sentaron, pero sin piedra ni cartu-
chos, previniéndoles, que por la
tarde ocurriesen por dichas muni-
ciones ,á casa de sus respectivos
capitanes; y el 26 á las once de la
mañana marcharon 600 de las mi-
licias provinciales con sus oficia-
les y banderas á pié, á Barracas,
y por su retaguardia el Exrao.
Sr. virei.
No bien se habían retirado del
fuerte los urbanos, cuando se ob-
servó en los Quilines un corto ti-
roteo, á cuyo tiempo habian ya
desembarcado perfectamente los
- 116 -
enemigos, lo que hubiera sido im-
posible si se hubiese querido evi-
tar: pues estos, después de mucho
trabajo, saltaron en un bañado en
donde, por la propia situación, se
hallaron imposibilitados para la
defensa, y tuvieron que impender
el 25 y 26 para salir de él; en
cuyo tiempo los nuestros se con-
tentaban con ser testigos ocu-
lares de sus trabajos y fatigas, por
tener orden de sus jefes para no
acometerles, mientras no saliesen
de aquel estado. Lo cual conse-
guido el 26 rompen los nuestros el
fuego en distancia que no sea he-
rido el enemigo. Este va acercán-
dose y ganando terreno, los nues-
tros á cortas descargas tocan reti-
rada, sin saber porque motivo, po-
niéndose en precipitada fuga, y
dejando en el campo del ataque 3
cañones y un obús, de que inme-
diatamente se apoderó el enemino.
Este es un suceso totalmente
inaudito en las historias, y cuyo
principio á todos se nos oculta.
Durante la refriega referida, se
toca segunda vez jenerala en la
ciudad, anunciando al resto de los
vecinos que en ella quedaban, que
se hallaban sus compatriotas en
el último apuro. Estos, fieles y
deseosos de defenderlos, siendo
hora de medio din, despreciando
el preciso alimento, vuelven á jun-
tarse en c! fuerte, en número de
mas de 2,500, á quienes se distri-
buyeron armas, ordenando, que 6
compañías de urbanos que com-
ponían como 1,200 hombres se
fuesen á acuartelar á la barraca
de Marcó, y chacarita deSto. Do-
mingo, comandados por el briga-
■■ ~r . T & ~s T vr . - - « - - ■ ■ ■ ■ ,
dier D. José Ignacio de la Quin-
tana, á quien el virei había desti-
nado á este efecto; y que en el Ín-
terin, las milicias de negros y mu-
latos, quedasen guarneciendo el
fuerte y la ciudad.
No bien habían salido los urba-
nos á medio camino de su marcha,
cuando refieren sujet os fidedignos,
que encontraron al Sr. subins-
pector D. Pedro Arce, el cual
viendo á su hijo que iba capita-
neando una de las compañías de
los urbanos, acercándose á él, le
dijo estas trémulas y balbucientes
palabras, las que he tenido á bien
insertarlas en esta narración; por
que son dignas de toda atención
y memoria: Los enemigos son co -
mo 4,500 y pórtate como debes y
es debido , con concepto á que ma-
ñana estaremos todos bajo la do-
minación de S. M. B. Estas es-
presiones puede cada uno de los
lectores glosarlas, y darles todo
el valor que en ellas comprendan.
Yo me contentaré con decir, que
el terror es seguramente un mis-
croscopio de escesivo aumento;
pues no siendo mas los enemigos,
como se sabe de cierto, que 1,560
hombres, se le aumentaron al ca-
ballero Arce hasta el número de
4,500.
Mas al fin apenas habían llega-
do los urbanos al lugar de su
campamento, cuando se les pre-
sentó á caballo su comandante,
con un aspecto mas á propósito pa-
ra un fúnebre duelo, que para ba-
tirse con el enemigo é infundir va-
lor en los que comandaba, lamen-
tando la triste situación en que se
ven sin tener siquiera un hombro
- 1
á caballo para cerciorar á los que
están destacados en Barracas de
su llegada á aquel sitio, ni dispo-
ner conducir artillería á las bar-
rancas, uno de los puntos que con
mas felicidad pueden defenderse
en la ciudad, la que tenían los ur-
banos. En estas críticas circuns-
tancias, la fortuna brindó á los
urbanos acuartelados en la barra-
ca de Marcó, con tres cánones,
que este casualmente allí tenía.
Con este feliz hallazgo, animados,
móntanlos en sus cureñas, y con
el sub-teniente D. Juan Bautista
Otamendi, mandan al fuerte á co-
, municarle al virei su feliz encuen-
tro, y suplicarle les remitiese mu-
niciones para su defensa. En su
llegada, el dicho Otamendi sabe no
estar allí su Exa., y encuentra con
D. José Perez Brito, encargado
del mando por el virei, el que he-
cho cargo de la solicitud, respon-
de por oficio no haber lugar á lo
que solicitan los urbanos.
Los enemigos, como hemos vis-
to, ganada con tanta ventaja la
primera acción en el campo inme-
diato á los Quilines, hallando el
campo libre por la retirada de los
nuestros, van ganando terreno, has-
ta conseguir llegar á las 7 de la
noche del dicho 26 al puente de
Galves, sito en barracas, donde á
la sazón se hallaba un trozo de los
nuestros con dos cañones, defen-
diendo aquel ventajosísimo lugar.
Este, sin duda, es uno de aquellos
puntos que, defendido con algún
vigor, nunca hubiera conseguido
superar el enemigo. Este, luego
que llegó al dicho puente, que ya
ardía por disposición del virei,
hizo algún fuego, el que siendo
en sus principios con alguna ener-
jía voluntariamente sostenida por
los nuestros, cesó, y se pasó la di-
cha noche del 26 atrincherándose
en la casa de Galves, que está del
otro lado del puente. Aquí se nos
oculta, por que causa ó motivo no
se mandó demoler la dicha casa,
viéndose que era tan seguro asilo
al enemigo.
He dicho que los nuestros sos-
tuvieron voluntariamente el fue-
go, porque á la primera descarga,
según públicas noticias, desampa-
raron sus lugares, y se pusieron
en fuga el coronel y oficiales de
las milicias provinciales, quedan-
do solamente con intrepidez y va-
lor, D. Jan Olondriz del Tejimien-
to Fijo, y el cadete abanderado
D. Juan Vázquez, hijo de Monte-
video, consolas dos compañías de
granaderos de milicias provincia-
les, con las que defendieron ga-
llardamente aquel paso toda aque-
lla noche. Los restantes, con 800
blandengues, y su comandante
Quintana, se refujiaron á la casa
de recreo de los Belermos, á jun-
tarse con el virei que se hallaba
allí con 2,000 hombres: este con-
siente en el abandono de Barra-
cas, y manda se dirijan al punto
conocido con el nombre de paso
chico , asegurando que allí se diri-
jían los enemigos, lo que nunca
estos se imajinaron.
Los pobres urbanos, desde el
lugar donde los habian acampa-
do, nada sabian é ignoraban dél
todo estos funestos sucesos, mas
corno por otra parte, no se echa-
ba mano de ellos para nada, se
-118 -
imajinaban que los nuestros se
hallarían en buen pié, pues de no
hubieran implorado su ausiÜG.
Con este cuidado, despachan in-
cesantes patrullas y espías que
averigüen el estado de los nues-
tros existentes en Barracas: estos
vienen por fin la referida noche
del 26, anunciándoles el abando-
no de aquel lugar, y poca jente
que allí se mantenía. Con esta in-
feliz noticia, colijen nuestro mal
estado, y levantan la voz claman-
do se les lleve á aquel punto, que
es el interesante que quieren de-
fenderlo. y que son gustosos en
perder allí sus vidas. Para el efec-
to no pareció un solo oficial vete-
rano que los dirijiese, y los oficia-
les urbanos, careciendo de pericia
militar, y temerosos de incurrir en
alguna pena, no accedieron á las
súplicas de sus jentes, por mas
que lo solicitaban; con lo cual
manifestaban el amor á la patria,
y fidelidad á su soberano.
En este estado se pasó toda
aquella noche, hasta que por fin
amaneció el 27, en que nuestros
pocos militares aun defendían á
los ingleses el paso del Riachue-
lo; mas por último, roto jeneral-
mente el fuego de fusil y canon,
ya cansados, y viendo el continuo
abandono que de ellos hacían, y
la indolente situación en que los
habían puesto, pues ni un mal an-
temural se había construido para
defensa de sus cuerpos,, de suer-
te, que colocados en campo raso
el único preservativo quetenian de
las balas del enemigo, eran sus
propias personas, tuvieron á bien
el retirarse todos llenos de gloria,
y honor, señaladamente el aban-
derado Vázquez, cuyo valor llegó
á salvar la artillería, de la cual,
apoderado el virei, desde la casa
de los Belermos huyó al Monte
de Castro, legua y media ó dos
distante de la ciudad junto con la
¡ente que tenia; cuya fuga es dig-
na de notar, pues parece regular
que ya abandonado el punto de
Barracas, tratase de reunirse con
los urbanos que se hallaban sobre
las barrancas déla ciudad, lo que
si hubiera practicado hubiera te-
nido que retroceder el enemigo.
En este Ínterin, tratan de pasar
el rio los enemigos, para lo que se
valen dé las lanchas que, no se
si de intento, se habían mandado
colocar en aquel oportuno lugar;
pero sea como se fuere, él consi-
guió pasarle, y aproximarse al
centro de la ciudad: lo cual em-
pezado á verificar, no sé si para
que tuviese la entrada mas franca,
pues no es de decir, que se halla-
ban ya en estado imposible de de-
fensa, vuela el brigadier Quinta-
na, á las 9 de la mañanadel dia 27,
á ordenar á los urbanos, que se
retiren al-fuerte, pues se encuen-
tran en un estado en que se ven
obligados á capitular. O! y quien
creyera que una ciudad tan popu-
losa como Buenos Aires, con 12
á 13 mil hombres capaces de to-
mar las armas, hubiera sido redu-
cida a este infeliz estado por
1565 ingleses, todos estenuados y
fatigados! Obedecen los urbanos
á la voz de Quintana, retirándose
al fuerte, al cual á poco rato, lle-
gó á caballo un oficial infles,
conducido por D. Juan del Pino,
- 119 -
con el objeto de capitular. Al sa-
lir el dicho oficial del fuerte, á
llevar k su jeneral las proposicio-
nes de convenio, que al fin de es-
ta obra colocaré, para que este
las confirmase, los urbanos y el
pueblo que estaban dentro del
fuerte, conociéndose ya bajo la
dominación británica, sin saber
como, comprendiendo en aquel
entonces muchas cosas, y sintien-
do la pérdida de su rei, cual era
de razón, después de vomitar in-
finitos improperios, levanta la voz
y desordenadamente dice: Viva el
rei de España, á las barrancas ,
franquéese balas y pólvora , y los
cañones del fuerte: voces hijas de
un justo sentimiento y de un ver-
dadero patriotismo; las cuales,
luego que fueron oidas por Don
Francisco Caballero, comandan-
te del tercer batallón del Fijo, á
fin de contenerlas, levanta la voz,
interponiendo su autoridad: ofi-
cial de guardia, centinelas, ata-
jen, no dejen salir á nadie: pulse
cada uno cual debe estas milita-
res espresiones.
No amedrentó esto ai pueblo,
antes produjo en él un nuevo au-
mento de valor, repitiendo segun-
da vez las propias espresiones;
pero á fin de impedir efusión de la
propia sangre, no quisieron atro-
pellar las guardias y numeroso
jentío que se hallaba en la puerta
del fuerte, y se contentaron con
demostrar su sentimiento*con ac-
ciones esteriores, arrojando los
fusiles, rompiendo algunos, vir-
tiendo espresiones de verdadero
sentimiento.
Aquí es de advertir, que la mas
de la jente había pasado desde el
25 hasta el 21 sin alimento casi
alguno, espuestos a las lluvias, y
vientos que reinaron en aquellos
dias; con cuyo motivo, á las 11^
de este dia, se ordenó á la jente,
que, dejando en el fuerte las ar-
mas, se retirasen á sus casas á
comer, y que á las dos de la tar-
de, hora en que había de entrar el
enemigo, volviesen á rendirle á
este las armas. Todos obedecie-
ron en orden á lo primero; mas
por lo que toca á lo segundo, fue-
ron muchos á quienes el rubor no
les permitió que la ejecutasen.
¿ Y quien sería el que no se llena-
ría de vergüenza eñ el acto de ren-
dir las armas a una tropa advene-
diza, que se hallaba dentro de la
ciudad sin saber porqué medios?
Ello es, que las tropas enemigas
al mando de los jenerales en jefe
de mar y tierra, D. Guillermo
CarrBerresford,y Home P opham,
se posesionaron de la ciudad de
Buenos Aires el 21 de junio de
1806. Suceso, á la verdad inau-
dito, y victoria sin lauro el mas
mínimo para el vencedor. ¿Pues
qué valeroso jeneral numerara en-
tre sus hechos heroicos y victo-
rias conseguidas, la que ha lo-
grado sin contraposición alguna,
como de lo dicho se colije ser la
presente?
CAPITULO II.
SUCESOS POSTERIORES A LA TOMA.
Hemos visto ya en el capítulo
antecedente quedar;bajo ladomi- i
32
- 120 -
nación británica tan estraordina-
riamente la ciudad de Buenos Ai-
res á quien el propio ingles aun
en sus primeros años de fundación
supo respetar, dígalo el corsario in-
gles Eduardo Fontano; confírme-
lo por los años de 1587 el terrible
pirata Tomas Candich, cuyas
buenas disposiciones, aun Luis el
Grande tuvo que respetar; cuan-
do por los años de 1658, con áni-
mo de apoderarse de esta ciudad
equipó á toda costa tres barcos,
los que vinieron al mando del je-
neral Timoteo de Osmat, conoci-
tló'por el caballero de la Fontén;
pero le salió mui adverso su de-
signio por habérsele apresado la
capitana con pérdida de mucha
jente y de dicho jeneral; y las
otras dos regresaron á Francia
bien maltratadas. Confírmelo el
jefe Esteban Moreau, cuando por
los años de 1717 proyectaron los
franceses establecerse en las in-
mediacionesdel Cabode Sta. Ma-
ría á 8 leguas de Castillos. Esto
mismo esperimentaron los dina-
marqueses por los años de 1699;
y otro tanto dirán los portugue-
ses por diferentes ocasiones, y los
holandeses en 1628. Esta ciudad,
que en otros tiempos supo defen-
derse del enemigo la acabamos
de ver dominada por un corto nú-
mero de ellos. Luego inmediata-
mente de haber esperimentado
Buenos Aires tan lamentable des-
gracia, el piloto Peña que se ha-
llaba en la Ensenada trató de sa-
lir de allí con su falucho y comu-
nicar á este gobierno de Montevi-
deo tan infausta noticia, lo que
erificó arribando á la Colonia
v
del Sacramento desde donde co-
municó por oficio á este gobierno
lo acaecido, mas no asegura mas
de la pérdida ignorando en un todo
sus circunstancias. Esta noticia
causó la impresión mas sensible en
los moradores de esta, por ser ya
nuestros inmediatos compatriotas,
ya por las relaciones de sangre, y
mercantiles conque se hallan en-
lazadas estas ciudades. Con cuyo
motivo, todos deseosos de sa-
ber el hecho, ya el gobierno,
ya los particulares, remiten co-
piosas espías, las que pasados al-
gunos dias, vienen confirmándo-
nos la noticia de Peña, el no sa-
berse el destino del marques de
Sobre-Monte, el que solo se sabe
se puso en salvamento con su fa-
milia y haberes; que los enemigos
tienen ya en su poder los cauda-
les de nuestro soberano; que los
están colocando en sus buques
junto con las armas mas precio-
sas que encontraron, y otras mu-
chas noticias á este tenor que se-
ría demasiado difuso si tratara de
referirlas todas.
Con estas tristes noticias, cre-
ce la sorpresa y confusión; y mi-
entras que el enemigo, lleno de
terror por verse con tan poca jen-
te en medio de una ciudad tan po-
pulosa, por una parte trata de for-
tificarse redoblando las guarnicio-
nes del fuerte y otros destinos,
que en un tanto le prometan su
seguridad, mientras le llega el re-
fuerzo, que en el acto de la victo-
ria tiene pedido á su rei, y por
otra procura dulcificar los ánimos
de los patricios, ofreciéndoles con
engaños grandes ventajas de sa-
cudir el yuyo del mui amable go-
bierno de España, y pasar «i la
dominación de la Gran Bretaña,
los de Montevideo tratan de for-
tificarse á fin de que no les suce-
da el mismo azar, y al mismo tiem-
po ponen todas sus miras y empe-
ño en aprestar una armada del
mejor modo que las circunstan-
cias les permitan, y pasar ála ca-
pital á libertarla del pesado yugo
de este nuevo Faraón. Mas como
el alma y móvil de estas empre-
sas, sea la jente y el dinero, y en
el acto careciese esta ciudad de
uno y otro, por hallarse con un
cortísimo número de tropa, y el
- real erario con pocos fondos para
amparar una empresa de esta na-
turaleza, la ciudad, llevada de un
puro patrotismo, discurre medios
como hacerse de uno y de otro.
Los vecinos voluntariamente se
imponen una pensión durante la
guerra, después de grandes des-
embolsos que hace el comercio y
hacendados. Superado de este mo-
do el inconveniente de no haber
dinero, se despachan circulares
por toda la campaña convidando
á sus moradores y habitantes pa-
ra un acto tan heroico y ofrecién-
doles el pré mensual de diez pe-
sos á los que asistan sin caballo,
y con doce á los que con estos, á
mas de la carne y el mate, vicio
reinante del país; estendiéndose á
tanto la liberalidad de esta ciudad,
que aun á las tropas pagadas por
el rei les prolonga el sueldo en la
forma dicha.
Con estas dilijencias se consi-
gue tener en breves dias sobre ar-
mas 7 á S mil hombres, todos vo-
luntarios, y que vienen dispuestos
á perder sus vidas, los que diaria-
mente va recibiendo en trozos el
Sr. gobernador de esta plaza, y
exortándolos con mucha bizarría.
Organizadas ya de esta suer-
te las cosas, trátase de hacer la
proyectada reconquista; mas co-
mo esta no sea dable formalizarla
sin la protección de este gobier-
no, á quien en la ocasión única-
mente reconocíamos, se le comu-
nica al Sr. D. Pascual Ruiz Hui-
dobro esta idea. Este la conjetu-
ra una cosa ardua á resolver, pues
teme, con fundamento, el esceder
sus facultades, y ser responsable
á esta acción. No se detiene la
ciudad: pasa repetidos oficios de
un mismo tenor: el pueblo á gri-
tos y por las calles lo pide, y se
teme, que de no acceder, se forme
algún siniestro tumulto en la ciu-
dad cuyas consecuenciasserian fa-
tales; pues no es dable, dice el
pueblo, que hallándose con fuer-
zas suficientes, deje á sus queridos
compatriotas bajo una tirana do-
minación. Al fin el gobernador,
impelido de estos antecedentes,
hace consejos de guerra en que se
decida la pretensión. Después de
muchos debates, resulta del con-
sejo, que se forme una escuadri-
lla de las lanchas cañoneras y bu-
ques pequeños para el efecto de la
reconquista de Buenos Aires.
En el Ínterin llegan chasques
de la capital, en que aquella efi-
cazmente nos suplica este socor-
ro, pues nos dicen sus individuos
que aunque es cierto se hallan en
la presente época bajo el gobier-
no británico, están prontos todos
á sacudir aquel nuevo y estraño
yugo, y volverse á la potestad de
S. M. C. Esta ciudad, que ya de
por sí se había resuelto á tan he-
roica empresa, siente en si un ma-
yor aumento de deseos al oír las
eficaces súplicas de sus -inmedia-
tos moradores, pues ellos confie-
san no tener en la ocasión otro am-
paro ni asilo, que el de Montevi-
deo. Este que, como he dicho an-
tes, no aguardaba mas que la re-
solución del gobierno para poner
en planta sus ideas, luego inme i
diatamente que se vio con ella,
comienza á aprestar lanchas, y
disponer buques en número sufi-
ciente para el efecto. Es tanto el
regocijo y tanta la actividad, que
cada uno de por sí quiere tomar-
se tan honrosa comisión; pues
preven ya que sus efectos serán
para llenarse de gloria y de un re-
nombre eterno. De esta suerte
consíguese disponer todo en algu-
nos dias.
Entre estas cosas, llegan va-
rias noticias de Buenos Aires,
ya favorables ya tristes, lo que
hace de nuevo vacilar al gobier-
' no sobre la dicha espedicion; mas
la ciudad, siempre constante, sin
que nada le amedrente, clama
porque se lleve á debido efecto;
con lo cual el gobierno se ratifica
en su anterior resolución. Con es-
te animo, regladas las tropas, se
les da por jeneral principal al Sr.
D. Santiago Liniers, capitán de
navio, y el mando de mar se en-
trega á D. Juan de Concha, ca-
pitán de fragata.
CAPITULO III.
SALIDA DE LAS TROPAS DE IVIONTE VIDEO
PARA BUENOS AIRES.
Con las disposiciones, que que-
dan dichas, y al efecto de la re-
conquista de Buenos Aires, co-
menzaron á salir las tropas de
tierra, el 22 de junio, junto con su
jeneral D. Santiago Liniers; y las
fuerzas navales, con su comandan-
te, D. Juan de Concha, el 23 por
la tarde, hasta el pueblo de la
Colonia del Sacramento, en que
se habían de reunir unas y otras.
Las tropas terrestres tuvieron sus
contratiempos en el camino, por
lo que se detuvieron en llegar al
punto de reunión, lo que al fin
consiguieron el 31 del dicho ju-
nio, habiéndoseles reunido en el
camino mucho jentío para pasar á
Buenos Aires, todos con un áni-
mo igual, y prontos para la con-
tienda. Las fuerzas navales llega-
ron al punto señalado el 24, des-
pués de haber sufrido la noche del
23 una recia borrasca, á causa del
temporal que se levantó; de cu-
yas resultas se perdieron dos lan-
chillas, aunque con la felicidad
de salvar sus jentes, cañones, y
casi todos sus pertrechos. Duran-
te la mansión de la escuadrilla en
la Colonia, ya los enemigos algo
recelosos de este suceso, aposta-
ban sus espías que les anuncia-
sen el próximo arribo de estas fuer-
zas. Al efecto de esplorar, llega
el 29 á legua y media de la Co-
lonia, un bergantín enemigo el
que, luego que es advertido por los
nuestros, resuelven salir á batirse
con él, lo que consiguieron están-
do el viento en calma. Solo una
de las lanchillas, que llega prime-
ro. entra en combate con él, con-
sigue maltratarla bastante, arran-
cándole considerables pedazos,
cuyos fragmentos, flotantes s'obre
las aguas, tienen la satisfacción de
recojer y depositarlos en casa de
su jenera!, en firme testimonio de
su contienda; y seguramente hu-
biera sido apresado á no haber ar-
reciado el viento antes que las
otras llegasen á estado de poder
batirse, con cuyo motivo, echando
todo trapo, pudo escapar el ene-
migo llevando en sí un auténtico
testimonio de hallarse ya en dicho
puerto las fuerzas que solicitaban.
O! y cuanto es el gusto q u e
desde el pueblo de la Colonia te-
nían nuestros amados paisanos, al
ver la bizarra contienda de los
suyos! Testigos son del gran go-
zo en que rebosaban las esterio-
res señales de júbilo y aplauso,
con que los recibieron en su re-
greso, que fué la noche del 29 , y
máxime viendo que no habían es-
perimentado daño alguno, por
mas que el enemigo ponía todo
empeño en sepultarlos entre las
aguas, como lo manifestaban las
continuas descargas y muchas ba-
las que vomitaba. El lleva en sí,
como ya he dicho, señales de este
combate, y los nuestros solamen-
te las llevan en los trofeos que de
él ban recojido. El enemigo, sin
duda zafo de este ataque, vuela á
llevar á los suyos esta noticia; de
cuyas resultas, el 30 aparecen á
la vista de la Colonia 2 fragatas
y 1 corbeta inglesas, con el obje-
to, según es de colejir, de ver si
Tí 3 -
con su presencia amedrentan á los
nuestros, les obligan á detenerse
y no salir de aquel puerto, pero
se engaña en esto el arrogante
enemigo. Salen los nuestros des-
cae sus principios del puerto de
Montevideo, como hemos visto,
resueltos á buscarles y no á huir
de su vista.
En el Ínterin, algunos de Bue-
nos Aires esperan las fuerzas de
Montevideo para reunirse, y dar
el golpe al enemigo. Con este ob-
jeto, D. Martin Pueyrredon, hom-
bre de valor singular, como sus
particulares hechos lo demuestran,
penetrado de un justo sentimiento
al ver al enemigo tan torpemente
posesionado de su suelo patrio, y
al mismo tiempo reconociendo las
tiranías que comienza cá practicar
con sus compatriotas, siendo un
mero particular, sacrifica sus in-
tereses y pone en riesgo su vida;
pues sale de la ciudad, sin mas obje-
to que acopiar jentes, interceptar
toda especie de víveres, como lo ha-
ced todacosta, pagando á mano lo
que puede, ya de su p. opio peculio,
ya del de otros, que al efecto i?e le
han asociado, y de no librando
contra él, sin mas fin que aniqui-
lar al enemigo, y por último vie-
ne con los nuestros en su llegada.
Con estas miras acampase en la
costa, unas cuatro leguas de la
ciudad con alg-una jente, de cuyo
número lo que únicamente se sa-
be, es que era mui inferior á la del
enemigo, teniendo consigo unos 5
á 6 cañones. Mas como en todos
reinos y ciudades no faltan trai-
dores, y quienes enajenados de
los sentimientos de verdadero ho-
as
- 124 -
ñor, y olvidados de las obligacio-
nes de todo derecho, favorezcan
ai enemigo, no tardó mucho sin
que este supiera la llegada de
Pueyrredon.
Con este motivo, determina sa-
lir á atacarlo lo que efectuó el pri-
mero de agosto, destinando para
el efecto, 600 hombres con todo
su tren. Mas Pueyrredon, íntima-
mente instruido del país, receloso
ya de este hecho remitía conti-
nuamente sus espías que le cer-
ciorasen de las novedades ocur-
rentes, las que el referido dia pri-
mero, bien de madrugada, vuel-
ven anunciándole que una gran co-
lumna de enemigos venía sobre
ellos. Con cuya noticia Pueyrre-
don, aflijido porque como acaba-
ban de llegar á aquel lugar, se ha-
llaban bastantes desprevenidos,
con dos solos cañones que tiene
mal montados, trata de defenderse.
Llega al fin á avistarse el enemigo
como á las 7 de la mañana, rómpese
inmediatamente el fuego, este
se sostiene con bastante actividad
y bizarría; crece, y al cabo Pueyr-
redon, con 10 ó 12 que le siguen,
les avanza, con lo que, no obstan-
te el crecido número, tiene el ene-
migo que retirarse con pérdida de
un carro de municiones que les to-
maron los de Pueyrredon con bas-
tantes muertos y heridos, hasta el
número de 22, siendo el daño de
nuestra parte 2 muertos y 1 heri-
do; no habiendo conseguido mas
el enemigo, que con un desgracia-
do tiro haber dado muerte al ca-
(a) La proclama es la que ya dimos en
la páj. 65 — La del manuscrito tiene algu-
no» errores: especialmente el de datarla
bailo del valiente Pueyrredon.
Ya es de colejir cual sería la
cólera y furor que Berresford lle-
varía en sus entrañas: crece esta
en tales términos, que no puede
ahogarla en su interior: pasaá in-
timar á la ciudad mande aquie-
tarse á éste, ella le responde, que
estando Pueyrredon fuera de su
centro, no tiene como contenerle:
al fin ofrece grande suma de di-
nero á quien le presente su decla-
do enemigo; pero todo es en va-
no. Pueyrredon, zafo de este ata-
que, pasa inmediatamente á la Co-
lonia á dar aviso del suceso a nues-
tro jeneral D. Santiago Liniers.
Con estas nuevas noticias, y teme-
rosos de algún siniestro acciden-
te en la capital, tratan de condu-
cirse á ella cuanto antes, habien-
do primero arengado al ejército
en estos términos (a)
No bien nuestro famoso jene-
ral había arengado de esta suerte,
cuando el ejército, todo unánime,
levantando la voz, y ratificándose
en sus primeras ideas, clama el ser
pasado cuanto antes á la costa del
sur, para dar ya un auténtico tes-
timonio de su valor y bizarría. O!
y con cuanta alegría recibe el je-
neral estas esteriores demostra-
ciones, pues según ellas se prome-
te el feliz éxito de la victoria: má-
xime que echa la vista sobre su
ejército, y le encuentra la mayor
parte de él compuesto de jóvenes
gallardos, entre ellos 100 y mas
catalanes, que se han unido bajo
el 3 de Agosto, habiendo sido del I.°, se-
gún el parte de Liniers. {N. de la Red.)
el nombre de Miñones , todos los
que siendo puramente voluntarios,
sacrifican su sosiego y haberes, sin
mas objeto que el (he un puro va-
lor, y manifestar á la patria y al
mundo entero, el valor, fidelidad
y amor á su lei y compatriotas.
Interin todas estas cosas, esta
ciudad de Montevideo, íntima-
mente persuadida que las armas
materiales nada valen sino son di-
rijidas por la invisible mano del
Dios de los ejércitos, y que sin el
favor y amparo de este,, ningún
soldado católico conseguiría ja-
más prosperidad en sus empresas,
ni lauro alguno en sus espedicio-
nus militares, procura en su igle-
sia Matriz, y convento de los pa-
dres Franciscos, ofrecer diaria-
mente holocaustos á este Dios de
los ejércitos, siendo ene§to el mo-
delo de los antiguos jueces y je-
nerales de los pueblos del Señor,
y de reinos posteriores; pues sabe
que el valiente Saúl, dejó de ser-
lo luego que el Señor sustrajo de
él el ausilio con que le tenía con-
decorado; por el contrario David,
á quien nunca le faltó la gracia
del valor, jamas dió batalla algu-
na en que no fuese vencedor. Sa-
be, que Clotario, rei de Francia,
antes de ordenar sus tropas para
ocurrir á la rebelión de su mal hi-
jo Aramno, que, como otro Ab-
salon á David, intentaba quitarle
la vida y la corona, hizo á Dios
fervorosa oración, y debió á ella
el haberle aprisionado y muerto.
Sabe, que el rei de Aragón, Al-
fonso, viendo á su hijo Fernando
que salía á campaña contra los
florentinos, le dió el saludable con-
sejo de que acudiese á Dios con
penitencia y con oración humilde
y fervorosa, y sabe por último que
aun los paganos estaban conven-
cidos de esta necesidad, y solian
consultar á sus oráculos y presen -
tai* sus'votos á los Dioses, para
obligarlos á que los protejiesen en
la guerra. El idólatra, impiísimo
rei Acab, preguntó á los falsos
profetas, y les mandó orasen por
el buen éxito de su guerra contra
la Siria. Con cuyos monumentos
no dejan de hacerse en esta ciu-
dad, como he dicho, fervorosas
oraciones por el buen éxito de nu-
estras armas, pues'se pelea contra
unos, que no solamente son ene-
migos del estado y nación, sino lo
que es mas, de Dios, su iglesia,
su fé, su relijion, sus leyes, sus
ministros, sus templos, y todo lo
mas sagrado. De unos enemigos,
cuyo orgullo es sin medida, y cu-
ya ambición es insaciable, la que
al instante manifestaron en su en-
trada á Buenos Aires; pues su
primer objeto fué recojer tesoros
aun sacrificando al mismo pueblo.
No dejará aquí de estrañar el
curioso lector, que desde el pri-
mer capitulo de esta obra, no ha-
yamos vueltoá hablardel marques
de Sobre-Monte, virei de estas
provincias; mas como dejada la
ciudad, le hubiésemos demostra-
do colocado en los campos en el
Monte de Castro, en nada ha in-
tervenido en lo ante-dicho. Mas
sinembargo diré, que después de
21 dias de la triste catástrofe de la
toma de Buenos Aires por el in-
gles, recien remite oficio á este
gobierno de Montevideo, haciendo
- 126 -
presente la dicha toma, y queján-
dose amargamente de los vecinos
de Buenos Aires, y dice que es-
tos le han abandonado. Mas a) fin
el reo mas convicto es de derecho
natural clame por su libertad. De
lo dicho en la primera parte de es-
ta histórica narración se colije
evidentemente quien fuá el aban-
donado. Ello es, según lo visto,
que estas mismas voces las espar-
ce en las partes interiores de la
provincia, con cuyos preparativos
retírase á la ciudad de Córdoba
del Tucuman, en donde, como ig-
norantes en el caso, le reciben con
toda grandeza. Ah! pobres mora-
dores de la capital, vosotros os es-
pusisteis, sufristeis las intempe-
ries de los tiempos, os mantuvis-
teis sobre las armas hasta que se
os mandó retirar; y ahora se os
condecora con la investidura de
traidores; yo estoi firme en que
vosotros os vindicareis en este ca-
so. Repite al fin Sobre-Monte va-
rios oficios; mas este gobierno,
sordo, no le contesta cual él de-
sea. El dice que las tropas que
conducía, esto es, que sacó de
Buenos Aires en su compaña le
han abandonado. ¿Y cuál será el
motivo que obliga á las tropas a
desentenderse de la formalidad de
virei con que está revestido el que
van custodiando, y al fin á aban-
donarlo? El, desde Córdoba, pide
á este gobierno ausilio de jente, y
pertrechos de guerra, mas este
gobierno, apurado en las circuns-
tancias, con el silencio se los
niega.
CA PITULO IV.
RECONQUISTA DE BTTENOS AIRES.
Al fin de verificar ya la desea-
da reconquista de Buenos Aires,
salió nuestra armadillo de laColo-
nia del Sacramento, el 3 de agosto
por la tarde. El tiempo le fué fa-
vorable hasta el 5; mas en segui-
da, entra uno de aquellos tempo-
rales recios y temibles que anual-
mente se preparan en este conti-
nente,;/ aunque á esta fecha ya ha-r
ciamos descansadas nuestras fuer-
zas del otro lado, mas como no sa-
be el hombre los tropiezos que ha
de encontrar en el camino, y ca-
reciésemos de noticia alguna, nos
tiene á todos en un puro sobre-
salto, y con vivos deseos de sa-
ber su arribo al puerto deseado.
En el Ínterin llega un oficio de D.
Ramón del Pino, comandante de
la plaza de la Colonia en que re-
fiere haber oido un largo tiroteo,
y haber visto una gran columna de^
fuego, acompañada de una gran-
de humaderapor los aires. Crecen
con estas nuevas las zozobras del
pueblo, y ya todos aspiran á sa-
ber si el hecho es favorable ó ad-
verso.
Entre estas vacilaciones llega
el 13, en que sabemos, por oficio
pasado al gobernador de esta pla-
za, quedos lanchillas, por. evento
casual é impericia del que las di-
rijia, se habían separado del cuer-
po de la espedicion, y según órde-
nes que tenían, se hallan en la is-
la de Martin García, entre la Co-
lonia y Buenos Aires, que esta ha
hecho presa un buque que venía
de Buenos Aires y que por su pa-
- 127 -
de Buenos Aires y que por su pa—
tron ha adquirido algunas noti-
cias las que el comandante apre-
sador comunica á esto gohie» no,
las que en sus propios términos
transcribiré aquí: son sus espre-
siones: '‘Por un barco que hice
buena presa, por traer pasavante
ingles, sabemos que nuestra espe-
dicion está en las Conchas, y en
este temporal pasado, cuatro lan-
chas que tenían los enemigos en
balizas, se han ido á pique, y un
bergantín ha sido prisionero pol-
los nuestros, y los*demas buques
de guerra enemigos se hallan fon-
deados en los Quilines. Una par-
tida de los nuestros, avanzó á otra
enemiga, les tomamos los caño-
nes, y les quitamos un repuesto
de pólvora, donde perecieron mu-
chos de ellos. Se han juntado con
nuestras tropas unos cuatro á cin-
co mil hombres. Los ingleses, en
cuanto supieron nuestra ida á
aquella, se acamparon fuera de
la ciudad, dejando en el fuerte de
Buenos Aires algunas tropas pa-
ra su custodia.” Con semejantes
noticias, rebosa en gozo el pue-
blo, unos á otros se dan una y mil
veces las debidas enhorabuenas,
y no saben como demostrar su ale-
gría y contento.
Al fin, en el día 15 de agosto,
vemos cumplidos nuestros deseos;
pues al amanecer de este día,
llega al Sr. gobernador de esta
plaza, un espreso del comandante
de la Colonia, en que le asegura
haber oído desde la suya un largo
cañoneo, hacia el lado del sur, el
día 12. Con estos antecedentes, y
que al mismo tiempo avisa haber
% i
visto pasar los buques ingleses»
comienza el pueblo á presajiarse
la victoria; cuando á la una del
mismo día, llega un oficio de nues-
tro jeneral Liniers al mismo Sr.
gobernador, asegurándole la re-
conquista de Buenos Aires, hecha
por nuestras armas el 12 del men-
cionado agosto. El Sr. goberna-
dor, lleno de gozo, después de
venir al templo á rendir devota-
mente mil acciones de gracias al
Dios de los ejércitos, al que co-
noce debe de atribuirse toda vic-
toria, cual otro David, Josué,
Gedeón, Othoniel &a., procura
comunicar al pueblo tan intere-
sante noticia; lo que primeramen-
te verifica mandando descargar
toda la artillería de la ciudad, re-
picar las campanas de los tem-
plos, y poniendo públicos caí teles
de este tenor: “Mui amado pue-
blo: Dios nuestro Señor ha favore-
cido completamente nuestras ar-
mas;hemos reconquistado á la ca-
pital de Buenos' Aires, quedando
prisioneros de guerra todos los
enemigo-. ”0! y quien po Iria con-
tener el escesivo jubilo de este
fiel y leal pueblo, á la vista detan
plausible nueva, autorizada por la
voz de su amado jefe! Ello es que
son indecibles las señales este-
riores de alegría en que prorum-
pe este vecindario; pues aun se
advierte en los individuos conde-
corados con 'autoridades, y aun
en aquellos á quienes la edad su-
ministra ya circunspección, trans-
portarse en tales términos que se
espliquen en pueriles acciones.
Aun el teatro de la iglesia se mu-
da; y si hasta el presente dia no
J 34
- 129 -
2 lanchiUas que quedaron en Mar-
tin García. Nuestro jeneral Li-
niers los recibe con aquel gusto
que es de imajinarse; mas, como
lleva ya su ejército formado de
Montevideo, los coloca en la reta-
guardia, como jentes ausiliares.
El jeneral británico, inmediata-
mente sabe el arribo de los nues-
tros; mas creyéndose sumamente
seguro, no le hace mayor novedad.
El se cree, que habiendo vencido
en su entrada á la capital un pue-
blo tan numeroso, con mucha mas
facilidad vencería este corto ejér-
cito. El, sin duda alguna, se ha
persuadido que el carácter de los
habitantes de la América del Sur,
es la vileza y cobardía: por lo que,
según noticias, llegó á tales tér-
minos su arrogancia y satisfacción
que luego que supo la llegada de
nuestras tropas, se dolió el tener
que entrar en combate con ellas;
por que á su ver, sin dificultad al-
guna las reduciría á cenizas: pero
se engañó, como en breve lo vió
el fanfarrón enemigo: debió de ad-
vertir que estas son ramas del an-
tiguo valor español, que tantas
veces, con daño propio, han co-
nocido, y que el haberse él apode-
rado de la capital, no fue defecto
de las jentes, sino por falta de di-
rección. No obstante, é) se pone
■ en algún cuidado y son continuos
sus movimientos, por lo que con
sus acciones falsifica sus espre-
siones. Al fin nuestra jente de-
seosa de ver verificadas sus ideas,
aunque con muchos trabajos van
aproximándose á fa ciudad, has-
ta que el día 10 logran llegar á >
su circunferencia. Aqui se acam-
pa nuestro jeneral, y deseoso de
cumplir todas las obligaciones de
un guerrero y político jefe, deter-
mina mandar un parlamentario
al jeneral Berresford, á fin de que
consultando la humanidad y hor-
ror que causa á un cristiano y
-sensible corazón, la efusión de
sangre de sus semejantes, le en-
tregue la plaza en buena armonía.
Son tan enérjicas las espresiones
del oficio, que ellas solasdemues-
tran el valor del jeneral español,
y satisfacción que tiene en sus
tropas, él es del tenor siguiente (a.)
************ ** *•* ************* * * * *
Llega al fin nuestro parlamen-
tario al fuerte; y hallándose á la
sazón Berresford en consulta con
el cabildo é limo, obispo, no con-
siguió el hablarle, por lo que,
concluido el tiempo para su emba-
jada, que son 15 minutos, se vuel-
ve á nuestro campo sin lograr su
fin, aunque por impericia de la
guardia; pues yendo con oficio de
parlamentario, no debía detenerle.
Concluida la consulta, se le avisa
á Berresford lo sucedido, este se
llena de indignación, y reprende
cual debe á su guardia. Al solo
llegar nuestro parlamentario al *
campo con la not icia de no habér-
sele dejado hablar con el jeneral,
se levanta una voz en nuestro
ejército, que dice: á ellos, á ellos,
por el rei. Pero fuese por que el
dicho jeneral ingles mandase avi-
v.
(a) Lo suprimimos, como también la
respuesta de Berresford, que el autor co-
pia en seguida; pues ambos documentos i
se encuentran ya en las páj. 67 y 68.
de la Rcd v )
%
- K3U -
so á nuestro campo para que vol-
viese la embajada, como algunos
dicen, ó fuese porque el nuestro
así lo determinó, ello es que vuel-
ve segunda vez nuestro parlamen-
tario. Al solo ver entrar á este es
inesplicable el gozo en los mora-
dores de Buenos Aires. El entre-
ga su pliego cual debe al enemigo
jeneral, este lo lee, y después de
enterado de su contenido, lleno de
soberbia, responde en estos tér-
minos
Oh! arrogante enemigo! Te
cuentas en plena seguridad, y en
mui breve verás tu desengaño. Te
se convida con la paz, la despre-
cias, y en breve llegará instante
que la solicites y no se te oiga.
Lo mismo es salir nuestro par-
lamento del fuerte, que mandar el
ingles colocar todas sus tropas á
distancia de 5 cuadras de la pla-
za, en contorno, con sus cañones
de tren y obuses. Llegado aquel
á los nuestros, y recibida la con-
testación, manda nuestro jeneral
disponer su jente. En el Ínterin,
una guardia avanzada de miño-
nes* llega esplorando á la plaza
del Retiro: allí encuentra un grue-
so trozo de enemigos, á los cua-
les, ayudados de una compañía de
granaderos de infantería, y des-
pués de haberles muerto unos 30
á 35 y hecholes algunos prisione-
ros y heridos, los destruye y pone
en fuga. Primer golpeque recibió
el enemigo. Al amanecer se po-
sesiona y acampa nuestro ejército;
y en (aplaza de Toros, que allí
existe, coloca su bandera españo-
la. Este sin duda fué un golpe
bastante sensible para el enemi-
go, pues con la pérdida del Re-
tiro, pierden gran cantidad de per-
trechos de guerra, que se hallaba
en los cuarteles allí existentes,
de los que inmediatamente se apo-
deraron los nuestros.
Aquí es de ver aquella populo-
sa ciudad, en aquel dia rejida por
dos soberanos diferentes y enemi-
gos: las circunferencias del Re-
tiro ven la bandera española; y el
centro de la ciudad, la británica,
colocada en el fuerte. Ya empie-
za á esperimentar el arrogante
Berresford el impulso de los nu-
estros.
No bien se acampa nuestro
ejército en el lugar dicho, cuan-
do inmediatamente dispone poner
artillería en las calles entrantes á
la ciudad: cuyas noticias, sabi-
das por el jeneral británico, man-
da al momento á su jente que, con
el tren de campaña pase al Reti-
ro á desalojarlos de aquel lugar.
En efecto, se dirijen acia allá;
mas los nuestros, entre ellos se-
ñaladamente D. Francisco Agus-
tini, en aquel acto comandante de
la artillería, la manejaban con
tanta destreza, que después de
hacer un grande destrozo en el
enemigo, le obligaron á retroce-
der. Por una de las calles iba el
propio Berresford, el que, viendo
el estrago que le hacían los nues-
tros, y que los suyos huían, sigue
el propio partido, pero, presajian-
do ya su ruina, agárrase la cabe-
za, arráncase los cabellos, y en
su interior sin duda clama: perdi-
do soi; mas no fué malo cuando
él propio pudo escapar y salvar
*
Í3l
sus cañones para lo que le sirvió
la. oscuridad de la noche que do-
minaba. El enemigo conducía po-
ca jente, pero entresacada de la
flor, y lo mas aguerrido de su rei-
no; en una palabra, soldados del
Tejimiento n. ° 71, tan afamados
en Inglaterra, y que basta la fe-
cha no habian sido vencidos, sinó
en 6 ó 7 batallas siempre vence-
dores. Esta era la esperanza del
soberbio jeneral; pero al fin ya se
va persuadiendo que se le acerca
aquel instante y hora desgraciada
de su ruina; ya comprende que el
antiguo valor español, reina tam-
bién en los habitantes de la Amé-
rica del Sur.
Después de este hecho como
ya hayamos dicho que ya había
entrado la noche se retiran los
nuestros á dar algún lijero des-
canso á sus fatigados cuerpos.
¿ Mas cómo descansarían con tran-
quilidad teniendo tan próximo al
enemigo? Pernoctan formados en
batalla con las armasen la mano.
Los miñones, cuyo valor se ha
demostrado sin igual, se encargan
de las avanzadas, y sin temer el
fuego del enemigo, # se arrojan
hasta el centro de la ciudad, y no
cesan de matar y tomar prisio-
neros.
El siguiente dia, comienza el
enemigo á vomitar fuego por to-
das partes, pues aproxima sus bu-
ques á la plaza del Retiro, y des-
de el rio hace fuego á los nues-
tros. Nuestro ejército le corres-
ponde, hasta que por fin tiene
aquel que desistir de su intento.
¿Cuántas son en el Ínterin las
ideas del enemigo? ya quiere sa-
lir á atacarnos, ya desiste, al ver
el brio y bizarría de los nuestros,
señaladamente los valerosos mi-
ñones, cuyo arresto era sin igual.
Así permanecen las cosas, has-
ta que el dia 12 de agosto, dia de
nuestras glorias, é incomparable
victoria, contra el propio proyec-
to de nüestro jeneral, estos singu-
lares miñones se internaron tanto,
que encontrándose ya en las próxi-
mas circunferencias de la plaza,
se acercan á un trozo británico y
comienzan á disputarse el paso.
Aquí se rompe el fuego, y se avi-
sa inmediatamente el hecho á los
nuestros del Retiro. De estos se
apodera un estraño impulso inte-
rior, que no hai quien los conten-
ga: gritan ya desordenadamente:
A ellos, _á ellos que ya es tiempo,
y muchos, sin aguardar la orden
de nuestro jeneral Liniers, se in-
ternan ya por las calles. Este, al
ver aquella estraordinaria fermen-
tación, imposible ya de contener-
se, dá orden de avanzar.
Aquí es donde la pluma no al-
canza ni aun el mas fino pincel
para pintar este bizarro teatro.
Los nuestros, olvidados de su
propio ser, se arrojan tan precipi-
tadamente sobre el enemigo, ar-
remeten por entre el mismo fuego,
y aquí les toman la artillería, allí
causan una grande mortandad, y
allí aprisionan en mucho número,
y á fuerza del fuego, hacen retro-
ceder al enemigo hasta el fuerte,
y se apoderan de la plaza princi-
pal. Es tanto el fuego de cañón y
fusil que se hace de ambas partes,
que no se vé todo el aire sinó in-
feccionado de una gran columna
35
- 132 -
de fuego, y llega ya á término que
no divisan los objetos para hacer
la puntería, y solamente se rijen
por los alaridos y voces. Los nues-
tros gritan, no quede uno, arrase-
mos con todos, finalícese en este
dia la raza inglesa en este suelo.
Berresford vé ya su último ester-
minio; y bajando la bandera de
su rei, en su lugar eleva bandera
parlamentaria. Los nuestros, ar-
rebatados en cólera, y Henos de
un valor sin igual, cierran sus
ojos y oídos, y no admiten el tal
parlamento. Unos dicen: ¿Ber-
resford, Berresford donde está
vuestra soberbia y arrogancia? No
te convidamos á los principios, por
medio do nuestro parlamentario,
con la paz? ¿Tan desatinadamen-
te no la despreciaste? pues no hai
ya lugar á compostura. Otros
gritan: ¿Dónde está el valor del
invencible rejimiento número 71?
¿Dónde están esos sin iguales
guerreros? y todos á una: acabar
con, ellos, acabar con ellos. Entre
estas funciones, digna era de ver-
se una mujer, llamada Manuela
la tucumana, consorte de un cabo
de asamblea, la que despreciando
aun la debilidad de su propio
sexo, sin terror á las balas ylá la
muerte, sale á batirse con el ene-
migo al lado de &u marido: á este
un desgraciado tiro le privó de la
vida; mas á ella, no solamente la
respetó, sino que su valor, aumen-
tado con este desgraciado acci-
dente, llegó á dar la muerte á un
soldado ingles, de cuya arma po-
sesionada, entregó ú nuestro jene-
ral, pidiendo la completa destruc-
ción del enemigo.
Viendo Berresford la ceguedad
de los nuestros, que no se atendja
á la bandera blanca, y que ya ha-
bía un grande número de los nues-
tros en las murallas del fuerte,
con ánimo de escalarlas, habién-
dolo ya unos pocos verificado, no
tiene mas remedio que bajar la
bandera de parlamento, enarbolar
la española y entregarse á dis-
creción.
En el ínterin corrían ya dos
horas y media de fuego activo y
violento. ¿Mas los nuestros que
hacen al ver enarbolada la bande-
ra tan deseada de nuestro rei?
¿Acaso se aquietan y ponen en
tranquilidad? mui al contrario,
gritan á un mismo tiempo: viva
nuestro rei, y todos los enemigos
á degüello. Aquí entran las aflic-
ciones de nuestro humano jene-
ral Liniers, á fin de contener su
ejército, y empieza á reconvenir-
les con lo que de antemano les ha
dicho, que el enemigo vencido es
nuestro hermano. Aun no cedian,
y al fin es necesario interponer
todo el nombredel soberano y que
el jeneral se revista de un duro y
áspero semblante, con lo que con-
siguió apaciguar las jentes. O!
heroico valor español!
Aquí es inesplicable el gozo en
nuestros amados compatriotas
prisioneros, los que saliendo de
sus casas, no tienen como en sus
palabras y acciones esplicar su
regocijo: son incesantes los Vícto-
res á nuestro jeneral y á las tro-
pas. Uno de los primeros, el limo.
Obispo D. Benito Lúe y Riega,
sale por medio de las filas, bendi-
ciendo á manos llenas las victo-
- 133 -
riosas banderas. ¿Mas cuál sería
el júbilo de nuestro ejército al
ver salir á media plaza al arrogan-
te Berresford, conducido por el
ayudante mayor D. Hilarión de
la Quintana, con el semblante de-
mudado, todo trémulo, confuso,
perturbado, y aun vertiendo algu-
nas lágrimas, y que allí, arrojan-
do su espada en el suelo, rinde el
mando á nuestro valeroso jeneral
D. Santiago Liniers y Bremont,
y que preguntado por éste el mo-
do de su entrega, responde que á
discreción.
He dicho que faltan á los mo-
radores de Buenos Aires, espre-
siones con que repetir acciones de
gracias á sus libertadores de vidas
y haciendas: y en efecto que así
deben de llamarles, pues el bárba-
ro é impío enemigo conjeturán-
dose ya perdido, tiene dada orden
á sus tropas para el 12 á la noche,
dia en que entraron las nuestras,
tomar hachas, y las cuatro cua-
dras en contorno de la plaza
saquearlas, pasar á cuchillo cu-
antos en aquella circunferencia
se hallaran, y por último abando-
nando aquel lugar, embarcarse.
Santo Dios! que escena tan la-
mentable, que teatro tan lúgubre
hubiera sido este! Ah! bárbaro y
cruel enemigo, qué entrañas peor
que de fieras son las que te ani-
man! ¿Pero cómo el Dios de los
ejércitos, á quien tantas oracio-
nes, tan continuos holocaustos,
como antes he dicho, en el Ínterin
se le hacían, había de permitir tan
cruel, tan inhumana acción? O!
y cuantos inocentes hubieran si-
do víctimas de la saña del bárbaro
enemigo! Por lo que, raciocinan-
do cristiana y. relijiosamente, y
asentando como cierto, ser erró-
neo y falso el fato, ó acaso epicu-
reano, y por cousiguiente que cu-
anto bueno proviene depende, co-
mcfde causa primera, de la vo-
luntad de Dios, debemos de con-
fesar esta victoria como milagro-
sa, máxime si traemos á colación
no ser la voluntad é intento de
nuestro jeneral el acometer este
dia, sino el 13 ó 14; de suerte que,
el haberse verificado el 12, fué,
como ya dije, el haberse interna-
do los valerosos miñones é inquie-
tado con esta noticia á todo el
ejército. Y á vista de esto ¿quién
no confesará haber el Dios de los
ejércitos, con su poderosa é invi-
sible mano, impelido á los miño-
nes á tal acción? Y aun si refle-
xionamos en el nombre de la San-
ta (Sta. Clara) que aquel dia re-
za y canta la iglesia, parece en-
contraremos algo misterioso. To-
da claridad espele la oscuridad,
como forma opuesta: toda mal-
dad, toda acción cruel é inhuma-
na debe computarse entre las es-
tensas sombras de la oscuridad,
pues no es mas, que un defecto,
una privación, ó disconformidad
de la razón y la lei.
Inmediatamente á la entrega de
Berresford y sus tropas, se for-
man las nuestras en dos filas, des-
de el fuerte al cabildo, con bas-
tante harmonía, por medio de las
que pasaron aquellas nunca ven-
cidas tropas, hasta él presente, á
rendir sus armas al cabildo. O!
que escena tan gustosa para los
nuestros, pues ven recojidoel fru-
1
- 134 -
to de sus fatigas. Las armas ren-
didas á la cabeza de nuestro ejér-
cito, llegaron al número de 1,200.
Después de este acto tan solem-
ne, desarmados ya los enemigos,
se colocan en sus correspon-
dientes prisiones, dándole^ á los
oficiales por cárcel la ciudad; con
lo que queda finalizada la recon-
quista de Buenos Aires por los va-
lerosos individuos de Montevideo;
y comparada esta con la toma he-
cha por el ingles, cualquiera vé
cual es de mayor lauro y gloria.
CAPITULO V.
SUCESOS POSTERIORES A LA RECON-
QUISTA .
Buenos Aires ya libertada de la
esclavitud y opresión con que se
ha hallado oprimida, y vuelta á
su primer ser ¿qué hará sino en-
tregarse á un continuo regocijo,
repetir frecuentes y solemnes fun-
ciones de iglesia, en acción de
gracias al Dios de los ejércitos,
por el incomparable beneficio que
han recibido, y al mismo tiempo,
cual otro Montevideo hacer fúne-
bres exequias por los que fene-
cieron en el acto de libertarlos del
pesado yugo que sufrían? pues ya
se vé, que hasta los Santos Sa-
cramentos pueden administrarse
públicamente con toda aquella so-
lemnidad debida, lo que durante
la mansión del gobierno ingles,
fué preciso suspender, mandando
, se administrasen con todo silen-
cio, por evitar la profanación, el
sarcasmo, la irrelijion y ultraje
del protestante. ¿Y qué verdade-
ro católico, aunque no sea mas
que por este título de poderse dar
con toda franqueza el culto este-
rior debido á Dios, no se regoci-
jará en el dia? Sigue Buenos Ai-
res con todas aquellas señales es-
teriores de júbilo. Una de sus pri-
meras atenciones en la ocasión es.
rendir las debidas gracias á sus
libertadores, ofrecérseles eterna-
mente reconocidos, y confesar á
voces llenas el sin igual beneficio
que de ellos tienen recibido, io
que ponen en planta con el siguien-
te oficio, que con fecha 16 de
agosto dirije aquel cabildo á este
de Montevideo, el que para testi-
monio, lauro y satisfacción de es-
te vecindario fué promulgado en
bandos públicos. Dice así: “Cuan-
do esta ciudad reconquistada en ( 12
del corriente por las tropas que se
presentaron al mando de D. San-
tiago Liniers, ha llegado á cer-
ciorarse de los oficios que ha he-
cho V. S., y parte que con ese
vecindario ha tomado en la recon-
quista, no halla espresiones con
que manifestar su gratitud. Cuan-
to pudiera decir es nada con res-
pecto á los sentimientos que le
asisten. Por tanto, dááV.S. las mas
encarecidas gracias, se ofrece gus-
toso á acreditar en todo tiempo su
agradecimiento, y le suplica se
sirva así darlo á entender á ese no-
ble vecindario, cuyos ausilios han
contribuido para una empresa en
que consiste nuestra común feli-
cidad y el mas acreditado servi-
cio del mejor de los soberanos.”
Claro testimonio de lo que á esta
ciudad se le debe, y de su grande
y heroico valor,
No bien se había verificado la
- 135 -
L
presente reconquista, cuando el
Sr. D. Pascual Ruiz Huidobro
se la hace saber al marques de
Sobre-Monte, que á la sazón se
hallaba en los campos inmediatos
á Buenos Aires, con unos 3,000
hombres, según él dice, con el
objeto de venir á dicha reconquis-
ta: mas estos pobres no traen mas
armas que chuzas, esceptuados
unos pocos que vienen municiona-
dos. ¿Y qué haría esta jente, na-
da instruida en otras armas, sino
caso que las hubiesen tenido
precipitarse á su ruina? ¿El sale
de la ciudad cuando tiene toda la
fuerza, y ahora que carece de ella
trata de volver? Descifre el refle-
xivo lector este enigma. El, lue-
go que recibe el parte que se halla
reconquistada la capital, inconti-
nentemente remite el oficio si-
guiente, en que confiesa y publi-
ca el recto proceder, y heroico va-
lor de Montevideo, el que por ser
conducente á mi asunto transcri-
bo aquí én sus propios términos:
“El Sr. gobernador de esa plaza
me ha informado de cuanto ha
contribuido V. S. y su fidelísimo
vecindario, á la lograda recon-
quista de la capital verificada por
el Sr. capitán de navio, D. San-
tiago Liniers el 1 2 del corriente,
cuyo aviso me ha encontrado á
50 leguas de ella, con tropa reu-
nida al propio fin, y por lo mis-
mo, hallo justo no retardar á V. S.
las mas espresivas gracias en nom-
bre del rei nuestro señor; con la
satisfacción que queda este tim-
bre sin igual á ese pueblo, que
tiene dadas tantas repetidas prue-
bas de lealtad y amor á su perso-
na, como se lo informaré en pri-
mera ocasión, con las espresiones
mas dignas y propias de tal em-
presa, haciendo notorio á todo el
mundo su noble procedimiento. —
Dios guarde á V. S. muchos
anos. — Campamento de Acevedo
17 de agosto de 1806.” La misma
injenua confesión hace la real au-
diencia y consulado; monumen-
tos todos de los lauros y glorias
de Montevideo. ¿Y qué parte del
mundo, enterada del hecho sin
segundo, por razón de circunstan-
cias, no se verá obligada á pres-
tar el mismo testimonio? ¿quién,
ademas del valor, no confesará la
estrecha unión y patriotismo de
este pueblo, cuyas reflexiones re-
lativas al asunto no inserto aquí,
porque lejítimamente y con toda
claridad se deducen del discurso
de los dichos antecedentes?
Interin estas cosas, llega á la
capital, noticia que el marques de
Sobre-Monte se halla inmediato
á ella y viene á ocuparsu antiguo
lugar. El pueblo, que recibe es-
tas nuevas, se atumulta, y ya por
las calles, y ya en la plaza, queso
vé coronada de jente, no se ad-
vierten sino descompasadas y de-
sordenadas voces. Fiel y leal ciu-
dad de Buenos Aíres ¿qué os
obliga á formar esta estraña con-
moción? mas ya lo dice, cuando
en medio del tumulto de las vo-
ces, se oyen resonar los siguien-
tes écos: El marques de Sobre-
Monte dicen que viene á entrar á
esta ciudad; no le queremos; él
nos ha perdido una vez, el enemi-
go nos amenaza, no queremos es-
poncrnos á segunda pérdida; y
36
- 136 -
aun algunos los conduce su furor
á pedir su cabeza, y por último
repiten todos: Viva el rei de Es-
paña, viva Liniers, nuestro recon-
quistador, nuestro libertador. O!
y que estado tan crítico es el en
que el pueblo se vé! ya han roto
el freno de la moderación, y ya
se hallan en estado de llevar las
cosas hasta el último estremo. ¿Y
quién ignora las fatales consecu-
encias á que arrastra un pueblo
amotinado, prescindiendo de las
causales en que seconexan? cuan-
tas muertes, cuantos estragos,
cuanta^calamidades resultan! cu-
antos pueblos arruinados, cuan-
tos reinos perdidos por este prin-
cipio! Los derechos ultrajados,
todo respeto perdido, y aun las
cosas mas altas y sagradas pro-
fanadas. Testigo el mas reciente
es, de todo esto, el infeliz reino
de Francia, el infeliz Luis XVI
y toda su real familia: bien puede
decirlo este infortunado rei, quien,
perdido todo decoró y respeto de-
bido á su real persona y dignidad,
fué muerto en un cadalzo, en la-
plaza mayor de París, por los fu-
riosos y amotinados franceses: dí-
ganlo los templos destinados al
culto del verdadero Dios, conver-
tidos en casas de profanación: dí-
galo aun el mismo Dios, oculto
bajo las Sacramentales especies
en la sagrada Eucaristía, arroja-
do por los suelos: y por último,
dígalo una guerra de mas de 14
años que aun sufrimos, y millares
de hombres muertos por este prin-
cipio. En vista de estas cosas, y
consideración de tan fatales con-
secuencias, ¿qué harían el cabil-
do y real audiencia de Buenos
Aires para contener y cortar este
grande incendio?EI caso,á la ver-
dad, es árduo y crítico; pues ptfr
una parte se presenta todo un pue-
blo conmovido, y por otra la dig-
nidad y respeto de un virei. A fin
de ver las cosas con mas madu-
rez y proceder con el debido acier-
to y pulso, determina celebrar un
congreso jeneral, en donde, por
voz común, después de pesqdas
las dificultades ocurrentes, se re-
suelva plenamente el -caso. Este
congreso se celebró el 14 del di-
cho agosto, al cual para solemni-
zarlo, asistió ef limo, obispo y ca-
bildo eclesiástico y secular, los
Srs. D. José Portilla, consejero,
D. José Govea y Bayllo, fiscal
del supremo consejo de Indias,
real audiencia y demás* tribuna-
les. En el que después de pro-
puestas las debidas reflexiones,
considerada la gravedad de la co-
sa, y vista la constancia del pue-
blo en sus ideas, que aun no ce- .
día, sino que congregado en la
plaza, esperaba saber la última
determinación, setuvoábien nom-
brar por gobernador de lo militar
y político de Buenos Aires, hasta
la resolución del soberano, á D.
Santiago Liniers; suceso á la ver-
dad estraordinario, y primero qui-
zá en su línea. Un virei, suspenso
por el pueblo del ejercicio de sus
funciones que S. M. tiene inme*
diatamente á su persona encomen-
dadas es hecho ciertamente de
primera novedad. Al fin, asi de-
terminado, es preciso se le haga
saber al marques do Sobre-Mon-
te, el que el pueblo decía se ha-
- 1 37 —
liaba en el Lujan 12 leguas de la
ciudad, para cuyo efecto se comi-
siona á los Sres. D. José Gor-
vea y Bayllo, D. Lucas Muñoz y
Cubero rejente de la real audien-
cia y síndico procurador de ciu-
dad. Estos señores en cumpli-
miento de su comisión, se ponen
inmediatamente en camino; mas
llegando al lugar ya dicho, encuen-
tran po estar allí el Sr. virei, no
obstante hácenle desde allícomu-
nicar á Pontezuelas donde se ha-
lla, su comisión, por medio de un
oficio que llevan de orden del ca-
bildo. El cual luego que es leido,
y reflexionado por su Exa. tan te-
jos de turbarle las potencias y
ofuscar su entendimiento, le su-
ministra pronta contestación, en
la que hace ver no haber-faculta-
des para despojarlo de las funcio-
nes que S. M. le ha comisionado,
no faltando en su contenido bas-
tante nervio y actividad; cuya
contestación es del tenor siguien-
te (a) -
Con esta contestación, que
nunca se prometía la ciudad,
mudan en algún tanto de semblan-
te las cosas, pues se reflexionan
cada vez mas y mas las circuns-
tancias del asunto; y el pueblo,
pasado aquel primer impulso, se
halla un tanto mas sosegado; por
lo que, después de varios oficios,
que omito aquí por no ser tan di-
fuso, resuelve el virei, conside-
rando las circunstancias de todo,
no entrar á la ciudad, y depositar
el mando de lo militar en el Sr.
D. Santiago Liniers, y de lo po-
ta) Lo suprimimos. Es el dado en la
páj. 105. ( Nota de la Red .) _
lítica en el Sr. rejente, reserván-
dose siempre así el supremo go-
bierno; habiendo determinado por
último, dejada la costa del sur,
pasarse á esta del norte, según
oficio dirijido á este gobierno: O!
¡pobre errrante y peregrino virei!
vive satisfecho que vuestro nom-
bre será eterno en los fastos de
la historia: vuestros huesos exis-
tirán con los tiempos, deshechos
y conservados en otros compues- '
tos; mas vuestro nombre, aunque
sin ser físico, será el mismo en los
tiempos mas remotos.
SUCESO CONSIDERABLE.
La buena fe en el hombre, es la
base ó cimiento de su recto proce-
der, y sinceros tratos; esto es, es el
fundamento del hombre de bien, y
ella obliga mas cuanto mas eleva-
da, honorificada, y realzada es la
persona; al paso que la mala fé,
constituye al hombre en un ser
abominable, y odioso á los ojos y
consideración del resto de la co-
munidad social. Principio es es-
te incontrarertable, y que diaria-
mente nos lo confirma laesperien-
cia. ¿Q,uien es aquel, que no huya
los cielos, y la tierra del que pro-
cede de mala fé? ¿Pues qué otra
cosa se encuentra en este, que fa-
lacias, engaños, fines siniestros,
y en' una palabra, que procurar
destruirá! hombre de bien, y abu-
sar de la sencillez del corazón de
este por sus maldades?
E! presente suceso que empren-
do referir, subsecuente á la recon-
q uista de Buenos Aires, tiene por
objeto uno y otro; esto es, de-
- 138 -
mostrar en un mismo acto los
efectos de la buena y mala fe, el
que al mismo tiempo que réalza
al uno, abate y causa menospre-
cio en el otro. En una palabra,
verá el lector á la jenerosa nación
española, proceder de buena fe, y
á la inglesa de perversos.
Bien sabido es, según lo rela-
cionado en el capítulo 4, ° que
el jeneral británico D. Guillermo
Carr Berresford, con toda su tro-
pa, se entregó á nuestro jeneral
D. Santiago Liniers y Bremont
el 12 de agosto, á discreción, en
medio de la plaza mayor de Bue-
nos Aires. Hecho tan evidente,
que en él no cabe duda. Al tiem-
po de arrojar Berresford, en señal
de rendido, su espada, á los pies
de nuestro jeneral, se le advier-
ten los ojos bañados en lágrimas:
causa suficiente para escitar la
ternura de un sensible y cristiano
corazón; y aunque él dice, que la
causa de su llanto es el yerto ca-
dáver de su secretario é intimo
amigo, que, dividido por una ba-
la, tiene á su vista, el capitán de
injenieros Jeorje Willian Ken-
nett, debemos de persuadirnos que
en él influía, en grande parte, su
gran soberbia y arrogancia pos-
trada. Aquí considera vivamente
nuestro jefe la vicisitud de las co-
sas, el fatal estado de rendido en
que se halla aquel valeroso jene-
ral, y compadecido de su suerte,
quizá perturbado el entendimien-
to con aquel triste espectáculo, le
estrecha entre sus brazos, y dice
canjearía su persona por el virei
de Lima. ¡O efecto de un humano
corazón y de la jenerosidad espa-
ñola! Berresford, que procede
con segundas intenciones y sinies-
tros fines, hace alto en la sensa-
ción causada en el humano cora-
zón de nuestro jeneral. O! seve-
ridad de pensamientos en los hom-
bres! el uno sinceramente se com-
padece de la suerte del otro, y es-
te se vale de su compasión para
sus falacias y engaños! Nuestro
jeneral promete á Berresford can-
jearle por el virei de Lima, esto
era suponer que el dicho virei se
hallaba prisionero, cuyo supues-
to siendo falso, no hai lugar á di-
cha promesa; de aquí es que antes
he dicho que la conmoción de ter-
nura, quizá ofuscó la razón de nu-
estro jefe. No obstante, Berreford
se aprovecha de la sencillez de a-
quel corazón, y procede de mala fé,
pues suplicándole importunamen-
te, le dice se halla en el inminente
peligro de perder^su vida, juzgado
cual debe ser en el Tribunal com-
petente de su nación por haber-
le sucedido aquel caso, que debía
haber evitado; reembarcándose
dias antes. ¡Mas será digno de
compasión Berrerford,con los da-
ños y crueldades que como antes
hemos visto, con los nuestros ha
ejercido? pero ¡O! generosidad
del corazón español! Ella tiene
por esencial propiedad perdonar
injurias y agravios y retornar be-
neficios. Según las importunas sú-
plicas de Berresford, nuestro je-
neral, al fin sumamente compa-
decido de su suerte, resuelve dar-
le un secreto papel, con el que
pueda salvar su vida, que le ase-
gura tiene en el último peligro; y
así, por un rasgo de buena fé y
- 139 -
hacieudo confianza del mismo je-
neral vencido, pues le vé en un
estadotan humilde, le dice,estien-
da el dicho prometido testimonio
por sus propias manos, con la ad-
vertencia que en nada toque con-
tra su rei y sus estados. O! jene-
rosidad sin igual ! ¡ó escesiva bue-
na fé! ¿Es posible, valeroso je-
neral, que no te ocurra descon-
fianza acerca del enemigo? nó,
que un hombre de bien, juzga de
los otros por su corazón. Pero
O mala fé, ó infidencia, ó per-
versidad de Berresford! El se va-
le de esta franqueza, de que para
con él usa nuestro jeneral; y al
mismo tiempo, aprovechándose de
la ignorancia que este tiene en su
lenguaje, estampa en idioma bri-
tánico un papel el mas inicuo que
puede imajinarse, todo él derecha-
mente contra el honor de nuestro
jeneroso jeneral y sus tropas. ¿Es
posible, cruel enemigo, que en el
acto mismo que se te favorece, y
se te procura libertar la vida, con
el acto mismo que se te favorece,
á tu mismo favorecedor intentas
perder? Responderá Berresford,
que no es estraño, porque la ini-
quidad, la maldad, la perfidia, es
k parte casi esencial del carácter
del ingles.
Mas no para aquí la buena féy
jenerosidad de nuestro jeneral,
(aunque en este acto no podemos
pasar sin culparlo de lijereza),
sino que en el papel, escrito en
los términos dichos, sin hacerlo
traducir por intelijente, estampa
su firma. De cuyo papel, posesio-
nado Berresford, procura remitír-
selo á Popham existente en los
buques. Una de sus cláusulas, era
permitir reembarcar todos los pri-
sioneros. No para aquí la malicia
de Berresford, sino que, para dar
mayor viso á sus siniestros inten-
tos, pues proyecta en su interior,
concluidas las cosas, hacer pasar
este papel por honoríficas capitu-
laciones de guerra, pide y suplica
sumisamente á nuestro franco je-
neral, le permita imprimir aquel
papel con el objeto, según él dice,
de poder hacer mayor su defensa.
Con esta nueva petición, recuer-
da algún tanto nuestro jefe, entra
en alguna sospecha, y le ordena,
que, para verificarse, se traduzca
al español, y que de esta suerte
prestará su firma. Santo Dios!
¡cuál es la sorpresa de Liniers lo
que se echa á la vista el semejan-
te papel! mas como ya tiene fir-
mado el otro, trata en algún mo-
do de modificar las cosas, y ante
su firma pone la condición: en cu-
anto puedo , esto es, con consen-
timiento del Sr. gobernador de
Montevideo; pues toda su auto-
ridad en el caso de él le pro-
venía: pásalo Berresford y Po-
pham al Sr. D. Pascual Ruiz
Huidobro para que le confirme.
¿Mas cómo ha de confirmar un
papel deestanaturaleza? Comien-
za ya Berresford á querer darle el
nombre decapitulacion;yPopham
desde sus buques, por repetidos
parlamentarios, á instar se le en-
treguen los prisioneros, en cum-
plimiento de la cláusula de aquel
papel. ¿Pero si este ha sido un
papel capcioso y meramente se«
creto, y por consiguiente, sin
fuerza ni valor alguno ¿cómo ya
37
- 140 -
en el esterior, y con tanta fuerza ,
. se le quiere hacer dar cumpli-
miento? Aquí se ve la mala fé y
perversidad del ingles. ¿Y que ha-
rá nuestro jeneral Liniers al ver
que en público le reconviene con
su secreto papel, y que ya, sabe-
dor del caso todo el pueblo, mur-
mura, increpa, desaprueba el he-
cho, tilda su conducta, sindica su
honor &a?Con estos hechos se ha-
lla sumamente pesaroso, y no tiene
mas arbitrio, áfin de cortar el cuer-
po que ha tomado la cosa, que por
el siguiente oficio,. dirijido á Ber-
resford, y que, para mayor publi-
cidad, manda dar á la prensa, des-
cubrir el caso, y hacer pública la
mala íé é iniquidad del dicho Ber-
resford. Con él, copiado á la letra,
se enterará el lector del suceso
acaecido; pues en él empieza nu-
estro jeneral á demostrar la mala
fé de Berresford desde sus prin-
cipios, pues le dá á su papel la fe-
cha del mismo dia que entraron
nuestras tropas, siendo así, que el
lué hecho 3 ó 4 dias después; dice
así: (a)
Hasta aquí el Sr. D. Santiago
Liniers á Berresford. ¿Y quién
será el que con alguna madurez
pulse las cosas y se haga cargo
de la serie de ellas, que no con-
fiese la infidencia y mala fé del
británico jeneral? Confesemos,
sin embargo, alguna lijereza en el
nuestro, en haberse fiado tan abi-
ertamente del enemigo; máxime
de un enemigo que es miembro de
una nación acostumbrada á atro-
ja) Lo suprimimos. Es el dado ya
en la páj. 108 y siguientes. (.V. de la R.)
pellar los mas altos derechos, ^
faltar á la buena fé, de lo que te-
nemos suficientes testimonios en
las historias y recientemente en
nosotros mismos, con el hecho de
habernos atropellado las fragatas
Medea , Mercedes , Fama y Cla-
ra que, procedentes de Montevi-
deo, hacían su viaje á Europa, en
una época, en que estábamos li-
gados con el vínculo de la amistad.
Al fin, con esta resolución, dé
nuestro jeneral, cesaron algún
tanto las dichas conmociones, mo-
deró su audacia Berresford, y el
pueblo quedó mas tranquilo y so-
segado: aun el propio Popham
conoció la infidencia de Berres-
ford; y por último, a fin de evitar
algún futuro accidente, se verificó
la cláusula de ser remitidos á las
partes interiores de la provincia,
del mejor modo custodiados, los
ingleses prisioneros; quedando el
propio jeneral y sus oficiales, des-
pués de juramentados, según era
debido, bien asegurados y resgu-
ardados.
ESTADO
DE L09 MUERTOS Y ÚERIDOS EN I.A GLO-
RIOSA BATALLA DE LA RECONQUISTA
DE BUENOS AIRES.
Mtos,. Herds.
Artilleros
4
3
Soldados de marina
11
24
Soldados de infantería.. ..
3
2
Dragones
4
7
Blandengues
Voluntarios de infantería
1
12
de Montevideo
2
4
De la c-hb. de la Colonia.
Infantería de Buenos Ai-
4
4
res agregada
9
26
De caballería
3
20
- 141 -
Miñones . ... * 3 4
Del vulgo 40 30
84 136
Españoles muertos y heridos. 220
Ingleses id 417
Total 637
CAPITULO VI.
CAPITULACIONES HECHAS EN LA ENTRADA
DEL INGLES A BUENOS AIRES,
En el capítulo primero, detes-
ta obrita, siguiendo el hilo de la
historia, hicimos mención de
las capitulaciones hechas por los
jenerales en jefe de las fuerzas de
mar y tierra de S. M. B., y el Sr.
brigadier D. José Ignacio de la
Quintana, al tiempo de posesio-
narse de Buenos Aires las tropas
británicas, y por ser algo difusas,
nos pareció bien omitirlas en aquel
lugar, ofreciendo colocarlas en
este, lo que verificamos ponién-
dolas en seguida
Estas^son las enunciadas capi-
tulaciones, hechas al plácito y li-
bre albedrío del ingles, las que
tanto duraron, cuantoquisoel bri-
tánico jeneral; pues á los pocos
dias, se vieron quebrantadas las
mas deellas, atropellando las pro-
piedades, usurpando los depósitos;
y á proporción que invadía el te-
soro público y el de los particu-
lares, se negaba á dar al pobre
soldado aun las pagas que tenia
(a) Están ya insertas» en las páj. 28 y
siguientes. («TV, de ^ a
devengadas, demostrando la ma-
yor tiranía é inhumanidad de que
es posible un sensible corazón, y
desmintiendo con sus procederes
la dignidad y fé de un ilustre je-
neral; pues ve con semblante se-
reno á estos infelices cubiertos de
miserias, y espuestos á perecer,
sin darles ni un corto socorro pa-
ra que se alimentasen. Mas ¿qué
mucho, sino dá paso el dicho Ber-
resford, que no vaya llenode ase-
chanzas y engaños? En su entra-
da á Buenos Aires, se hallaban
ya los caudales diez y seis leguas
distante de la plaza; y el manda
que se le traigan con la espresa
condición, que se mantendrían en
la plaza depositados hasta la de-
cisión de las cortes de Madrid y
Londres, cuyo retorno se verificó
¿mas cómo observa Berresford su
palabra? El, luego que los vé en
su poder, despreciando su fé y ho-
nor, pone todo su conato en remi-
tirlos precipitadamente á Ingla-
terra; dando en esto una auten-
tica prueba, de que la sinceridad
y los sagrados derechos del hom-
bre, estaban escluidosde los pla-
nes y combinaciones que él con-
cebía; abusando siempre según
dice una moderna y docta pluma,
del noble y honrado carácter es-
pañol. Mas, como he dicho, no
son estrañas en el ingles estas
vergonzosas infracciones, siem-
pre conducido por la ambición y
la codicia; y smó, sin remontarnos
á tiempos antiguos, bien sabido
es que vergonzosamente, y por
que motivos, violó el tratado de
Amiens, en oprobio de todas las
naciones del mundo: bienjio.tprio
- 14 2 -
es cuan bello ha sido su proceder
en amparar al perverso Desalines
jeneral y gobernador de los ne-
gros alzados err la isla de Santo
D omingo; y así, tanto estos, co- !
mo sus hechos en Buenos Aires,
deben ser notorios al mundo ente-
ro; siendo cierto, que el primer
castigo de los hombres perversos,
es el hacer sus acciones manifies-
tas á los demas hombres; y la
] rimera venganza, que la justicia
permite tomar de sus iniquidades,
puede ser recomendarlas á la exe-
cración de la posteridad.
LA RECONQUISTA I)E BUENOS
AIRES.
RASGO ENCOMIASTICO (a.)
C’e-t la le temps des grandes dio-
ses; et ce n’ est pas cel’ji qu’il
faut choisir pourdonner des fers
á des peuples animes de si no-
bles sentimens. ( Barthelemy in~
trodudion au voyage de la Grece . )
En el siglo délos sucesos gran-
des: en el siglo de la heroicidad y
el valor: en el siglo en fin en que
resucitada la edad de los Leóni-
das, de los Temístocles, de los
Arístides todo es memorable, to-
do grande, todo portentoso, eran
demasiado cuarenta y cinco dias
para que un pueblo lleno de en-
tusiasmo, de patriotismo y de va-
lor sufriese vergonzosamente las
cadenas con que el orgulloso Bre-
tón meditaba perpetuar su escla-
vitud. En efecto, desde el instan-
te mismo en que por una fatalidad
(a) No hamos podido averiguar quien
sea el autor. {Nota de la Red.)
de que jamas será culpable un
pueblo fiel, el enemigo señoreán-
dose de sus cuarteles entra á to-
mar posesión de la ciudad, una
escojida porción de ciudadanos,
despreciando los gritos déla san-
gre que los llama sin cesar al au-
silio y socorro de sus hijos, de-
sampara sus hogares, y dirijién-
dose á las campañas inmediata-
tas tremola el pabellón del rei ca-
tólico, y llama en su socorro al
resto de sus compatriotas inme-
diatos para redimir á viva fuerza
el ultraje perpetrado en sus her-
manos. Se escacha el eco de la
otra parte de nuestro anchuroso
rio, y en el momento se inflama
la nobley fiel Montevideo de aquel
ardor, que desconocido de las al-
mas ba jas es el mas constante pa-
trimonio de los jenios superiores:
abre sus arcas, prodiga sus teso-
ros, inflama á sus compatriotas,
pone á precio la vida de sus hijos
para restaurar el patrimonio de .
su rei, y decreta por último á la
partida de sus encolerizadas hués-
tes el mas sangriento castigo con-
tra el opresor de Buenos Aires.
Nada se opone al paso acelera-
do con que nuestros gloriosos
compatriotas, animados de un
mismo espíritu, y llenos de aque-
lla confianza que supo inspirarles
su ilustre jefe militar, ansian por
el instante en que á precio de su
sangre creen comprar una victo-
ria que haga sus nombres inmor-
tales. Así lo habéis visto puntual-
mente realizotT^V'-jioes aun no han
fijado sus reales á orillas de la
ciudad, cuando arrojándose enar-
decidamente sobre el fuego tenaz
- 143 -
con que una parte de los enemi-
gos intenta detenerlos, los ata-
can, dispersan y destrozan y se
apoderan del puesto que defien-
den. Ocurre á su socorro un cu-
erpo respetable de enemigos, mas
no por esto vacila un punto su ar-
dimiento y su valor, antes cobran-
do nuevo brio le atacan con de-
nuedo, á cuyo irresistible esfuer-
zo tienen que ceder los escuadro-
nes, y convertir su retirada en
una fuga vergonzosa.
Aun no habian con este feliz
suceso satisfecho nuestros glorio-
sos hermanos una pequeña parte
de su ardimiento: la sangre de
los enemigos derramada por las
calles irrita su furor, y provoca
su venganza: no se oye en el ejér-
cito otra voz que la de la destruc-
ción y de la muerte: parecía ha-
ber renacido en este instante el
siglo de Carlos V: en una pala-
bra, no habia un soldado, todos
eran héroes.
Esta feliz disposición de nues-
tro ejército le hacía despreciar so-
berbiamente la poderosa fuerza
con que un enemigo aguerrido, y
abroquelado de las calles, y de una
numerosa artillería creía asegu-
rar su posesión; pero ha conocido
al fin, aunque mui tarde, que el
español jamas deja impunes los
ultrajes, y que le es menos sen-
sible la muerte que una servidum-
bre vergonzosa. Así crecían por
instantes el arrojo y los deseos
de ver finalizadas las miras de su
valor, hasta que una al arma je-
neral aviva sus esfuerzos, y con
una constancia y un arrojo impon-
derables se lanzan de improviso
contra sus prevenidos enemigos;
le baten, le desordenan, le des-
trozan; y después de un asombro-
so fuego, y de un vigorosísimo
ataque de dos horas, y en que la
muerte corría por medio de las
inflamadas tropas, le obligan á
encerrarse dentro de los muros
de la fortaleza y rendirse á dis-
creción.
Jamas se vio mas ostinado em-
peño, jamas esfuerzo mas soste-
nido, jamas valor mas acreditado.
Se despreció el peligro para ir en
busca de la muerte, pero el es-
fuerzo y la constancia encontra-
j ron la victoria. Jóvenes de diez
! años en medio de los pavorosos
! fuegos enemigos corrian solícitos
al alcance de las embravecidas
tropas para ser en el vencimiento
participantes de.su gloria. No vió
Esparta jamás, aun en medio de
sus heroicos dias, que sus intré-
pidos guerreros arrostrasen con
tan serena frente á la pavorosa
muerte. ¿Qué ciudadano habrá
de cuantos fueron testigos de tan
heroica acción que no conserve
hasta el último instante de sus dias
el recuerdo detan glorioso esfuer-
zo? ¿Quién que penetrado de tan
heroicos hechos no se proponga
imitar á los dignos defensores de
la patriq, y que no trasmita co-
mo en herencia á sus jeneraciones
venideras la memoria de este fe-
liz y señalado dia para los fastos
de la América.
Recibid pues, ó ilustre jefe, es-
clarecidos españoles, ciudadanos
y compatriotas, todos los que ha-
béis puesto á precio vuestra vida
para salvar la patria, el mas alto
88
1
I
- 144 -
homenaje que os tributa la admi-
ración de los presentes, y la in-
marcesible gloria que os está re-
servada para las jeneraciones ve-
nideras. En la boca de vuestros
últimos nietos se oirá resonar vu-
estro glorioso nombretambien co-
mo entre nosotros, y para ser mi-
rados con asombro bastará que di-
ga alguno yo soi descendiente de
un reconquistador de Buenos
Aires.
Y vosotros los que fuisteis glorio-
sas víctimas de la reconquista de
la patria, vosotras sombras jene-
rosas, perdonad lo débil do mi es-
presion. Yo os ofrezco un home-
naje mas digno cuando me deten-
go á contemplar el lugar mismo
en que exalasteis los últimos sus-
piros; cuando acercándome con
admiración hácia la tierra quete-
ñisteis con vuestra sangre la rie-
go con mis lágrimas. Después de
un hecho tan glorioso, ¿que podría
añadir la elocuencia á un sacrifi-
cio tan grande como estraordina-
rio? Vuestra memoria subsistirá
seguramente aun mas allá que el
imperio mismo de los enemigos
que vencisteis; y hasta el fin de
los siglos vuestro ejemplo produ-
cirá en los corazones de los que
aman á la patria el recuerdo, del
entusiasmo, y el pasmo de la ad-
miración.
A LA RECONQUISTA DE LA CIU-
dad de Buenos Aires por las tropas de
mar y tierra á las órdenes del capitán de
navio D. Satiliago Liniers el 12 de
agosto de 1806 .
ODA.
POR D. JOSE PREGO EE OLIVER.
Al ínclito varón, al fie! caudillo
De las tropas hispanas
Salud, prez, y loor; las tristes canas,
La tímida doncella, el parvulillo,
A tí las palmas tienden,
Porque las tuyas su orfandad defienden.
La espada manejada por tu mano
¡Que de contentamiento
Hizo nacer bajo este firmamento!
Y ¡cuánta angustia al escuadrón britano!
Que con su pie amancilla
Un mundo, que Pizarro unió á Castilla.
Las Náyades triscando bulliciosas
Del Paraná en la orilla,
Súbito dan con la aferrada quilla,
Que transportó tus huestes valerosas:
Atónitas la miran,
Y gozo, y miedo, y turbación respiran.
Una en pos de otra de la mano asidas,
Con el dedo en la boca,
Y el leve pie, que al suelo apenas- toca,
Andan cuidosas de no ser sentidas;
.Mas como en la llanura
Nada descubren, trepan á la altura.
Tienden la vista, y miran acampados
Los bravos batallones,
Que las lises, castillos, y leones
Tremolan en sus lienzos estampados:
Allí escuchan cantares
De arrojos de Bazanes y Vivares.
Allí un soldado en adestrar se empeña
Al alazan fogoso;
Mientras que de su tercio numeroso
Hace un ilustre Cabo la reseña:
Todos en movimiento,
Su descanso es velar, su arma el sustento.
Ya suena el atambor; y ya en hileras
El fusil ordenado
Relumbra al sol; y el j*fe denodado
A la lid vá guiando las banderas
De nuestros combatientes,
Por llegar á las manos impacientes.
Hiende el aire el belíjero alarido
De las fuertes lejiones;
Recorriendo las filas los campeones,
Celan el orden a! valor unido;
Y doblan sus fatigas,
Al avistar las haces enemigas.
Forman ámbos ejércitos dos zonas;
Rompe el luego, y no cesa;
- 145 -
Acá y allá se vé una selva espesa
De agudas bayonetas y tizonas;
Y con la artillería
Retiembla el suelo, y se encapota el día.
La atroz Muerte con. mano descamada
Sus cabellos ajila,
Y el carro estrepitoso precipita
Sobre una y otra hueste encarnizada:
Súmese el eje todo
En cráneos, en escombro, en sangre, en
Iodo.
Por momentos se enciende la pelea,
Y el ibéro revuelve,
\ todo en sangrp y fuego al paso envuelve;
La falanje de Albion ya titubea
Y fe la diestra cuchilla
Cede por fin, y la cerviz humilla.
La hermosa capital encadenada
Por los crudos britanos,
Viéndose libre, al cielo entrambas manos
Lev nta enternecida y prosternada;
Sobre los muertos llora;
Y orna la 3¡en dtl jefe vencedora.
Sermón de acción de gracias, que
con el plausible motivo de la
restauración de la ciudad y
plaza de Buenos Aires, capi-
tal del vireinato del Rio de la
Plata , por las armas españo-
las , de que se recibió noticia
con estraor dinario en esta ciu-
dad de la Plata, en dos de se-
tiembre: dijo en la santa igle-
sia, metropolitana de Charcas
el dia cuatro del mismo, en la
solemne misa que se celebró con
asistencia de la real audiencia ,
cabildos, relijiones , y numero-
so pueblo, el Dr. D. Matías
Terrazas , dignidad de tesore-
ro de la misma Metropolitana,
destinado el dia antes para es-
té efecto por el mui venerable
deán y cabildo sede vacante do
dicha Santa Iglesia.
LICENCIA DEI, ORDINARIO.
Buenos Aires, y octubre 25 de 1806.
Por este nuestro decreto, y en
cuanto corresponde á nuestra ju-
risdicción ordinaria, damos nues-
tra licencia y permiso, para la
impresión del sermón que antece-
de, predicado por el Dr. D. Ma-
tías Terrazas, tesorero y dignidad
de la Santa Iglesia Metropolita-
na de la Plata; y presentado por
su apoderado en esta capital el Dr.
D. Mariano Moreno; mediante á
que conceptuamos ser obra com-
pleta en todas sus partes, que
confirma el justo concepto de su
autor, y proporciona la edifica-
ción á cuantos se dediquen á leer-
le con atención y meditación de
sus clausulas, pruebas, erudición,
y doctrina, que ofrece en todo su
contesto.
BENITO, Obispo.
Por mandado de S. S. I. el
Obispo mi señor.
D. Manuel Francisco Nogueyra.
Secretario.
LICENCIA DEL GOBIERNO.
Imprímase.
Muñoz y CUBERO.
A LA MUI NOBLE MUI LEAL Y Va-
lerosa CIUDAD DE BUENOS AIRES.
Con la plausible noticia que tu-
vimos el dia dos del presente mes,
de haber recobrado las armas de
nuestro católico monarca esa no-
ble ciudad que habían ocupado
las inglesas, me destinó el mui
- 146 -
venerable deán v cabildo de sede
vacante de esta iglesia metropoli-
tana para predicar el sermón de
acción de gracias en la función
solemne, que de acuerdo con
el Escelentísimo Sr. Presidente
dispuso se celebrase el dia cuatro
del mismo mes. Ni el estrecho
tiempo de veinte y cuatro horas
que se me dio, ni la cortedad de
mis talentos permitían fuese la
obra digna de su grande objeto,
ni mucho menos de la luz pública:
por lo mismo nunca pensé ni po-
nerla por escrito, cuanto menos
darla á la prensa. Pero las perso-
nas del mas alto carácter de esta
ciudad me han persuadido á ello:
sin duda con e¡ noble fin de que
aunque sea á costa del rubor que
ine deben causar mis yerros; sopa
toda la nación el mucho interes
que esta ciudad de la Plata, con
su Escmo. jefe, rejio tribunal, sus
dos cabildos y noble vecindario,
ha tomado tanto en las desgracias
como en las felicidades de V. S.
Pero habiendo de salir al pú-
blico esta oración, ¿á quién debía
dedicarse mejor que á V. S. que
es el principal interesado,y por lo
mismo acreedor á este testimonio
de nuestro amor y del gozo que
inunda nuestros corazones por su
feliz restauración? La caridad
cristiana, que nos une con los mas
fuertes lazos como á hijos de una
misma santa madre; el patriotis-
mo que nos enlaza con los mas
tiernos vínculos como á vasallos
de un mismo soberano; y la dulce
conexión que debe unir la capital
con la principal de sús provincias,
exijen con justicia este público
testimonio.
En esta ocasión no debe V. S.
atender los yerros de mi entendi-
miento, sino los deseos de mi vo-
luntad. En ella solo he dejado
hablar á mi corazón, que es el mo-
do de producirse mejor en estos
lances. Mi relijion para con Dios,
mi amor al soberano, y mi patrio-
tismo para con esa ilustre capital,
han sido los que han animado mis
espresiones: aunque sin poder dar
el debido orden y nervio á losdis-
cursos. Dígnese, pues, V.S. acep-
tar esta pequeña demostración de
mi amor y respeto, y recíbala co-
mo la mas cumplida enhorabuena
por su feliz restauración, y por la
gloria de que la han coronado el
valor y heroísmo de sus hijos.
Nuestro Señor guarda á V. S. .
muchos años. Plata y setiembre
16 de 1806.
B. L. M. de V. S.
Su atento servidor y capellán.
MATIAS TERRAZAS.
Mui ilustre cabildo , justicia y
Tejimiento de la ciudad de Bue-
nos Aires.
advertencia preliminar.
Por un estraordinario que llegó
á esta ciudad de la Plata la no-
che del 22 de julio de 1806, se tu-
vo la infeliz nueva de que las ar-
mas inglesas se hahian apodera-
do de la ciudad de Buenos Aires
capital del vireinato, el dia 27 de
junio anterior. Desde el mismo
punto que se esparció tan triste
noticia, esta noble y valerosa ciu-
dad, penetrada del mayor senti-
miento por esta desgracia, comen-
zó á dar las mas relevantes prue-
- 147 -
bas de su relijion, de su fidelidad
al soberano, de su amor á la pa-
tria y de la parte que tomaba en
la desgracia de su capital.
El Escmo. Sr. Presidente de
esta real audiencia D. Ramón
García de León y Pizarro, caba-
llero del Orden de Calatrava, y
teniente jeneral de los reales ejér-
citos, comenzó á acalorar el arre-
glo de milicias, en que artiterior-
mente estaba entendiendo. Todos
los gremios á porfía se le presen-
taban, ofreciéndose á tomar las
armas en defensa de la relijion, y
de los derechos del soberano. Se
procuró que la tropa observase
con la mayor exactitud la disci-
plina militar. Se doblaron las gu-
ardias: se destinaron patrullas,
que todas las noches rondasen la
ciudad, con un oficial á la frente
para evitar cualquier desorden. Se
doblaron las tareas para que las
milicias urbanas Se adestrasen en
en el ejercicio y manejo de armas.
El estado eclesiástico, por su
parte, también dió el mas autén-
tico testimonio de su celo por la
relijion, de su lealtad á nuestro
católico monarca, y de su ternura
para con los compatriotas en to-
dos los medios propios de su esta-
do, de que se valió para implorar
la misericordia del Señor sobre
nuestra nación y nuestra capital.
El mui venerable deán y cabildo
sede vacante ordenó que el lunes
once de agosto se diese principio
en esta santa iglesia metropolita-
na á una pública y devota rogati-
va, con asistencia de la ciudad y
su Escmo. jefe: del clero, prela-
dos, comunidades y colejios. Se
previno á los conventos y monas-
terios de regulares hiciesen lo
mismo en sus respectivas iglesias.
En los monasterios de relijiosas,
en los beaterios, casas de recoji-
miento y colejios de educación de
niñas huérfanas, se hacían fervo-
rosas oraciones, se practicaban
ásperas penitencias, y se aplica-
ban frecuentes comuniones á este
fin. Los ministros del sagrado
tribunal de la penitencia, tenían
especial cuidado de encargar á ■
las almas devotas, quedirijian, la
obligación de rogar á Dios por
las públicas necesidades de la pa-
tria. De modo, que no había ejer-
cicio espiritual, no había congre-
gación piadosa en la ciudad, en
que no se rogase á Dios por la li-
bertad de nuestra capital.
Tantas fervorosas oraciones di-
rijidas á un Dios, que se gloria
de ser padre de las misericordias:
tantas lágrimas y suspiros de al-
mas justas, movieron al fin sus
paternales entrañas á compade-
cerse de nuestra desgracia. El '
quiso consolar á esta ciudad afli-
jida con la feliz nueva de la recu-
peración de Buenos Aires.
El dia dos de setiembre como
á las cinco de la tarde, se hallaba
el Escmo. Sr. Presidente á estra-
muros de esta ciudad, dirijiendo
per sí mismo la composición de la
entrada y camino de San Roque,
cuando en la quebrada del Tejar
se oyó la corneta que anunciaba
llegada de correo. Con este inci-
dente se puso S. E. sobre el
mismo camino, á tiempo que ya se
dejaba ver el conductoiMlel es-
traordinario. Venia este con una
39
- 148 -
bandera de color encarnado en la
mano, y con la caballería Uenade
cascabeles por indicio de sus bue-
nas nuevas. Preguntóle S. E. que
noticias traía. Y habiéndole res-
pondido, que la de que nuestras
armas habían gloriosamente re-
conquistado la ciudad de Buenos
Aires, logrando una completa vic-
toria sobre los ingleses, S. E. des-
pués de levantar los ojos al cielo,
y rendir gracias al Todo-Podero-
so, de cuya mano venia este bene-
ficio, dió orden al conductor de
que no entrase á la administración
de Correos por el camino breve,
que por calles algo escusadas con-
ducía á ella, sino que se ftiese por
las mas publicas para ir en lo po-
sible adelantando la feliz nueva.
Restituyóse prontamente S. E.
á las casas de la Presidencia, y
luego que abrió el pliego del
Escmo. Sr. virei de estas provin-
cias, que anunciaba tan próspero
acontecimiento, se publicó este
por la salva de la artillería, y por
solemnísimo repique de campanas,
que al punto empezó en la iglesia
Catedral y todas las demas de la
ciudad, y continuó hasta el toque
de Ave' María, repitiéndose con
la misma solemnidad de nueve á
diez de la noche.
No es fácil esplicar el universal
gozo, las aclamaciones de alegría
y las demostraciones de la ciudad.
Todos los vecinos so comunica-
ban á gritos la noticia, y unos á
otros se daban mutuamente el pa-
rabién. El dia tres siguiente, los
Srs. del mui venerable deán y ca-
bildo, luego que se congregaron
en la Sta. Iglesia acordaron cele-
brar el dia cuatro inmediato una
misa solemne de acción de gra-
cias, para rendirlas al Dios de los
ejércitos por el señalado benefi-
cio que acaba de dispensarnos su
piedad. Con este fin se estendió
un oficio dirijido al Sr. Presiden-
te que decía así. “Escmo. Sr. —
Habiendo tenido, la plausible no-
ticia de la recuperación de la ciu-
dad de'Buenos Aires por las ar-
mas de nuestro católico monarca,
con la circunstancia de haberse
logrado la victoria en uno de los
mismos dias, en que se hacia en
esta Sta. iglesia metropolitana la
rogativa pública por la restaura-
ción de quella capital; ha resuel-
to este cabildo, que el dia de ma-
ñana se celebre una misa solem-
ne en acción de gracias al Todo-
Poderoso por tan próspero suce-
so. Por lo que se suplica á V. E.
se sirva asistir á ella con el supe-
rior tribunal de la real audiencia,
y disponer que asista la ciudad y
vecindario en testimonio de nues-
tro reconocimiento al Ser Supre-
mo, y de nuestro amory fidelidad
al mejor délos soberanos. — Nues-
tro Señor guarde á V. E. por mu-
chos años, Plata 3 de setiembre
de 1806 — Dr. Antonio José de
Iribarren. — Matías Terrazas. —
Escmo. Sr. D. Ramón García y
Pizarro.” Antes de remitir este
oficio, y al tiempo mismo de fir-
marlo en la sala capitular, se re-
cibió otro del Escmo. Sr. Presi-
dente de esta real audiencia que
era del tenor siguiente. “Por es-
traordinarioque llegó ayer dos del
corriente por la tarde, he recibido
la gloriosa noticia de haber re-
conquistado la capital tle Buenos
Ai res las armas católicas de nú-
estro soberano el dia doce de
agosto á las once de la mañana,
en los términos que espresa el ofi-
cio que me ha dirijido el Escmo.
Sr. virei con fecha 16 del mismo
jnes, que es del tenor siguiente. —
“Hoi en camino con las tropas de
mi mando para Buenos Aires, re-
cibo oficio del Sr. D. Santiago
Liniers, capitán de navio, coman-
dante de las tropas mandadas ve-
nir de Montevideo, de haber re-
conquistado aquella capital el dia
doce del corriente á las once de la
mañana, entregándose á discre-
ción de las armas del rei la guar-
nición inglesa, compuesta de mil
y doscientos hombres: y no dilato
ni un momento esta agradable no-
ticia á V. E. para que la trasmita
á todos los cuerpos principales de
esa capital, y se den las debidas
grapias al Dios de los ejércitos.
Cuyo contenido traslado árV. S.
para que disponga, que se cante
misa solemne en acción de gra-
cias con Te Deum , y esposicion
del Santísimo Sacramento, el jue-
ves cuatro del corriente hasta las
once de la mañana, en humilde
memoria del beneficio tjue ha der-
ramado el Altísimo sobre es-
tas provincias en esta misma
hora en el dia doce de agosto; y
será mui conveniente proclamar
tas glorias del Señor en la Cáte-.
dra del Espíritu Santo, en el ci-
tado dia jueves por medio de al-
guno de los sabios sacerdotes que
hai en esta nobley leal ciudad, pa-
ra que se bendigan mas solemne-
mente las misericordias del Señor
por la libertad que ha dado á su.
pueblo contra los enemigos de la
relijionyde) Estado — Dios guar-
de á V. S. muchos años. Plata y
setiembre 3 de 1806. — Ramón
García Pizarro. — Mui venerable
deán y cabildo eclesiástico sede-
vacante de la santa iglesia cate-
dral metropolitana de Charcas. ”
En vista de este oficio, los se-
ñores del mui venerable deán y
cabildo encomendaron el sermón
que pedía el Sr. Presidente para
al siguiente dia, al Dr. D. Matías
Terrazas, dignidad tesorero de la
misma Sta. Iglesia, y previnieron
al administrador de manuales,
que sin gravar en un centavo á la
fábrica dispusiese los fuegos, ilu-
minación, música, y todo lo nece-
sario para aquella noche y el dia
siguiente, haciendo los gastos pro-
rata de las rentas del Cabildo, y
luego dirijieron el oficio que es-
taba prevenido para el Sr. Presi-
dente, acompañándole bajo de un
mismo pliego, otro del tenor si-
guiente. “Exmo. Sr. Ya este ca-
bildo había dispuesto hacer la fun-
ción solemne de acción de gracias
al Altísimo, como verá Y. E. en
el adjunto oficio, cuando ha reci-
bido el respetable de V. E. con
fecha.de este dia; por lo que no
resta otra cosa sino que el noto-
rio celo de V. E. se digne dar las
providencias necesarias, para que
mañana á las diez estén en esta
Catedral todos los cuerpos que
componen el noble vecindario de >
esta ciudad precedidos de V. E.
y de la real audiencia. — Nuestro
Señor guarde a V. E. muchos
años, Plata y setiembre 3 de 1806.
- J50 ^
Escmo. Sr. — Gregorio Choque-
guanea. — Francisco Antonio de
Areta. — Escmo. Sr. Presidente
D. Ramón García Pizarro.
Entretanto, ya se iba publican-
do bando solemne de orden del Sr.
Presidente para que se iluminase
la ciudad aquella noche, y que los
vecinos todos acudiesen á la cate-
tedral á Ja misa del dia ^siguiente.
En efecto, aquella noche se ilu-
minó la ciudad y especialmente la
iglesia catedral, en cuyas bóve-
das, torres y comizas, se repar-
tieron armoniosamente faroles de
varios colores. En el balcón dé
la iglesia, que llaman de la Tri-
nidad, y cae al medio de uno de
los costados de la plaza mayor, se
puso de orden del cabildo ecle-
siástico una completa orquesta de
música, cuyos conciertos, alter-
nando con los repiques de campa-
nas, cajas, clarines y salvas, que
se hacían á la puerta de la igle-
sia, duraron desde la siete hasta
las diez de la noche.
Pasado así con tanto júbilo el
dia tres, el cuatro á las nueve de
la mañana, se hizo señal á la mi-
sa con un solemne repique de cam-
panas. A la diez acudió á la Sta,
iglesia el Escmo. Sr. Presidente,
puesto á la frente de la real au-
diencia, y acompañado del ilus-
tre ayuntamiento, de toda la ofi-
cialidad y vecindario. Ya en la
iglesia esperaban el mui venera-
ble deany cabildo, los reverendos
padres prelados de las relijiones
con sus respectivas comunidades,
el clero y colejios, y un número
tan crecido de jentes, que difícil-
mente se verá en esta ciudad otra
concurrencia mayor, ni mas luci-
da. Dióse principio á la misa, que
celebró el Sr. Dr. D. Antonio
José de Iribarren, dignidad ar-
cediano de esta santa iglesia, y
presidente del cabildo por vacan-
te del deanato. Cantado el evan-
jelio, predicó el tesorero este ser-
món, y concluida la misa se entonó
por toda la capilla de la catedral
un Te Deum solemne puesto por
punto, y que duró por espacio de
veinte minutos, en cuyo tiempo la
plaza hizo la salva' con veintiún
cañonazos. Acabada esta devota
y alegre función, fueron los con-
currentes acompañando al tribu-
nal y su jefe, quien á nombre de
S. M. recibió con suma compla-
cencia las enhorabuenas que se le
dieron por la recuperación de la
capital de Buenos Aires. El ser-
món que aquel dia se predicó, es
como sigue.
Conjitemini Domino Jilii Israel, et
in conspeclu gentium laúdate eum ;
ipse castígavit nos propter ini~
quitates nostras’, ipse salvavit nos
propter misericordiam sacan , To-
bise 13. vers. 3 &. 4.
Dad gracias al Señor hijos de Is-
rael, y bendecid su nombre en
presencia de todas las ¡entes.
El nos castigó por nuestras ini-
quidades; y él mismo nos ha
salvado por su misericordia.
En estas espresiones entusiás-
ticas prorumpió el santo viejo To-
bías, cuando volvió en sí del ena-
jenamientoque le causaron las úl-
timas palabras del arcanjel San
Rafael. Este verdadero israelita,
que desde la niñez había Conser-
vado su inocencia, sin doblar la
- 151 -
r odilla corno los de su nación an-
te los ídolos que levantó el impío
Jeroboan; no obstante, por uno
de los designios incomprensibles
de la Providencia, había sido víc-
tima de las mayores desgracias.
Conducido cautivo á Ninive por
Salmanazar rei de los asirios; pri-
vado de la vista para prueba de su
paciencia; constituido en la ne-
cesidad de separarse de un hijo
único, á quien amaba con ternu-
ra, llora con su esposa la ausen-'
cia de este, con lágrimas irreme-
diables. Pero después de tantos
trabajos, logra también que el
Señor lo visite en su misericordia
y lo colme de felicidades. No so-
lo recobra la vista; no solo tiene
la satisfacción de estrechar entre
( sus brazos á un hijo amado, á
quien ve volver á su casa, sano,
colmado de riquezas, y unido por
el santo vínculo á una esposa lle-
na de virtudes: sino que descubre
que todos estos beneficios se los
ha dispensado la mano benéfica
del Señor, por el ministerio visi-
ble de uno de los espíritus mas su-
blimes que asisten cerca de su
Trono. Por eso, en los transpor-
tes de su reconocimiento, convida
á todos los hijos de Israel, á todos
los verdaderos creyentes a dar
gracias al Señor y bendecir su
Santo Nombre; porque después
de haberlo castigado por sus ini-
quidades, también los ha salvado
por su misericordia. Conjitemini
Domino Jilii Israel , fy in conspec-
tn gentium laúdate eumiipse cas -
tigavit nos , propter iniquitates
nostras; ipse salvavit nos, prop-
ter misericordiam suam .
¿Y no deberemos nosotros, ca-
tólicos, penetrarnos de los mismos
sentimientos, usar del mismo len-
•guaje, prorumpir en las mismas
espresiones de gratitud en las ale-
gres circunstancias en que nos
hallamos por el plausible motivo
que nos congrega en este templo?
¿No deberemos rendir las mas
sincéras gracias al Dios de los
ejércitos, bendecir su Santo Nom-
bre en presencia de todas las na-
ciones de la tierra, porque, des-
pués de habernos castigado por
nuestros pecados en la pérdida
de la ciudad de Buenos Aires,
también ha querido en su recupe-
ración salvarnos por su misericor-
dia? Conjitemini Domino tyc. Si,
señores, así debemos practicarlo.
O sino haced reflexión sobre las
tristes ideas, las ajitaciones, la
consternación que oprimía vues-
tros espíritus ahora dos dias, a!
considerar la ciudad de Buenos
Aires, jefe de estas provincias,
capital del vireinato, constituida
por uno de los infortunios de la
guerra; ó para hablar con mas
propiedad y como corresponde á
este lugar santo, constituida por
la enormidad de nuestros pecados
bajo el tirano yugo de imanación
soberbia; de una nación enemiga
de nuestra relijion santa; enemiga
de nuestro dulce y católico sobe-
rano; y enemiga de todos los ver-
daderos intereses de nuestra na-
ción y de nuestra patria. Ah! ¿No
reconocéis en este golpe, que el
Señor nos castigó por nuestras
iniquidades? Ipse castigavit nos
propter iniquitates nostras? Fi-
jad ahora la vista sobre nuestra
40 - _
• 3 ^ •
- 152 -
presente situación. Entrad dentro
de vosotros mismos: rejistrad los
movimientos de vuestro corazón:
presentad al público los senti-
mientos y afectos de vuestro espí-
ritu, con la plausible noticia que
acabamos de tener, de que ya
aquella capital ha sacudido el yu-
go estranjero, ha vuelto á entrar
bajo ei suave dominio, del mas
dulce, del mas amable, del mejor
de los soberanos de la tierra. Áh!
¿No reconocéis en este feliz su-
ceso, que el Señor nos ha salvado
por su misericordia? Ipse salva-
vit nos propter misericordia™,
suam? Si, católicos, así lo inspi-
ra vuestra fé, así lo cree vuestra
piedad, así lo publican vuestras
lenguas, así lo sienten vuestros
corazones. Pues estos mismos
afectos deque os halláis preveni-
dos, y que se dejan ver aun so-
bre vuestros semblantes, son los
que yo quiero repetiros en este
lugar santo, haciendo sobre ellos
unas reflexiones breves y senci-
llas para escitar vuestra humilla-
ción y vuestro reconocimiento al
Dios de los ejércitos. Digo, pues,
que el Señor, en la desgracia que
padecimos el dia27 de junio en la
pérdida de nuestra capital, nos
castigó por nuestras iniquidades,
lpse castigavit nos propter ini-
quitatcs nostras: ved ahí el moti-
vo de nuestra humillación y reco-
nocimiento y la primera parte del
discurso. Yo añado que el Señor
en la felicidad que tuvimos el dia
doce de agosto en la restauración
de la misma capital nos salvó por
su misericordia, Ipse saluavit nos
propter mise ricordiam suam: ved
ahí el motivo de nuestra gratitud
y acción de gracias; y el asunto
de la segunda parte. Por uno y
otro debemos bendecir al Señor
y engrandecer su Santo Nombre
en presencia de todas las jentes:
Confitemini Domino ó^c. este es
todo el argumento de mi oración.
Para el acierto, & c, Ave María.
i
PRIMERA PARTE.
Aunque es cierto que Dios es
siempre el árbitro de la suerte de
los hombres; aunque su Provi-
dencia adorable, es la que decide
sobre la subsistencia ó ruina de
las provincias y los reinos; aun-
que, según la espresion del real
profeta (a), en su mano están to-
dos los confines de la tierra, para
señalar el destino de todos los
mortales, según los altos designios
ó de su justicia ó de su misericor-
dia, en todos tiempos, en todas
circunstancias y en todos acaeci-
mientos; pero también es cierto,
que esta soberanía del Ser Supre-
mo; este poder absoluto é irresis-
tible de su Providencia, en ningún
tiempo se nos hace mas palpable
que en los varios sucesos de la
guerra. Este monstruo, que se ali-
menta de sangre humana; que lle-
va por todas partes el horror, el
estrago, la desolación, la muerte;
que hace que los hombres se des-
truyan mutuamente, y se encarni-
cen en sus semejantes, es por lo
ordinario el azote mas terrible de
la Divina Justicia, para castigar
nuestros delitos. Por eso, cuando
David faltando á sus deberes, se
(a) Psalm. 94. V. 4.
- 153 -
entregó con imprudencia á los es-
cesos de su vanidad, fué la guer-
ra uno de los tres azotes que le
propuso el Señor, para espiar su
delito (a). Por eso, cuando los
israelitas dejando la lei desús pa-
dres, olvidados de la misericordia
del Señor que los había elejido
por su pueblo especial, su heren-
cia pri vile jiada, prevaricaban en
presencia del Señor, y adoptaban
las abominacionesde los incircun-
cisos; era siempre la . espada de
estos mismos, el instrumento de
que se valía en la guerra para cas-
tigar las iniquidades de su pueblo.
Los filisteos, los babilonios, los
asírios, y aun los romanos; cuan-
do llevaban el esterminio hasta
Jerusalen;cuando conducían cau-
tivos á los hijos de Jacob á reinos
estranjeros; cuando introducían la
abominación de la desolación has-
ta lo interior del Santuario; cuan-
do lo despojaban desús mas ricos
adornos; cuando obligaban á con-
vertir en llanto las solemnidades
de Sion: no eran sino unos instru-
mentos de la cólera de un Dios
irritado con las prevaricaciones de
su pueblo. Ved ahí, Señores, el só-
lido principio sobre que yo esta-
blezco mi pensamiento, cuando os
digo, que el Señor en la pérdida
de nuestra capital, quiso castigar
nuestros delitos: Ipse castigavit
nos propter iniquitcites nostras.
Porque bien sabéis católicos,
que ya por algunos papeles públi-
cos de las naciones amigas y es-
pecialmente. por la gaceta de Ba-
yona, se había anunciado con an-
ticipación que una escuadra ingle-
(a) Regum. 2. cap. 21.
sa se dirijía al Rio de la Plata,
con el designio de asaltar la ciu-
dad de Buenos Aires. Sabéis tam-
bién, que habiendo esta tomado
su rumbo desde la Bahía de To-
dos Santos para el Cabo de Bue-
na Esperanza, se creyó, que aque-
llos anuncios eran rumores de la
política de la guerra, que parece
amenaza el golpe en una parte,
para descargarlo en otra: que ba-
jo de esa seguridad vivían tran-
quilos los vecinos de Buenos Ai-
res, sabiendo que el enemigo di-
rijía 3 us miras contra aquella co-
lonia holandesa, tan interesante
para hacer escala al comercio de
la India.
Pero también sabéis, que des-
pués de haberla tomado los ingle-
ses, se volvieron - con prontitud
contra nuestra capital. Y aunque,
cuando sus buques temerariamen-
te anclaron en el Rio de la Pla-
ta, los vecinos de Buenos Aires
despreciaban su arrojo por la di-
ficultad del desembarco y por los
preparativos de defensa; pero ello
es constante, que el veinte y siete
de junio pasado, las armas ingle-
sas tomaron posesión de la ciu-
dad. Ah! Q,ue cierto es, señores,
á los ojos de la fé, que peleaban
mas contra nosotros nuestros pro-
pios delitos que las armas de nu-
estros enemigos! Por la corres-
pondencia quesalió de aquella ca-
pital el veintiséis, sabemos, que
ios vecinos de Buenos Aires se es-
plicabancon un valory jenerosidad
que despreciaba al enemigo, que
graduaba de delirio su empresa, y
que inspiraba cierta especiede se-
guridad en la victoria. Pero ello
- 151 -
es, que al siguiente rlia ya el je-
neral ingles se apellidaba gober-
nador de Buenos Aires por el reí
de la Gran Bretaña. No nos de-
tengamos, señores, en discursos
puramente humanos sobre este
punto. No busquemos la causa de
esta desgracia, sino en nuestras
culpas. Convengamos solo, en que
á pesar de las mas aflictivas dili-
jencias de los jefes; á pesar del
valor de nuestras tropas, á pesar
de la acreditada fidelidad y amor
al soberano y la patria de los ha-
bitantes de nuestra capital; pesa-
ban mas en la balanza de la Jus-
ticia Divina nuestros delitos para
inclinarla al castigo. Todos los
medios de la prudencia humana
no son bastantes para sustraernos
de las determinaciones de una pro-
videncia soberana, cuando está
resuelta á castigarnos.
Porque católicos, si nuestras
iniquidades no hubieran ya llena-
do las medidas de la paciencia del
Señor: si nuestros escesos no hu-
bieran tenido altamente provoca-
do su justo enojo, ¿no hubiera
podido con todos los preparativos
de defensa que teníamos, liber-
tarnos del furor de nuestros ene-
migos? Al Señor le era fácil sal-
varnos, sea por medio de pocos ó
de muchos como lo decía el prín-
cipe Jonatás. Non est dijicile Do-
mino sal vare y sive in paucis , sive
in mullís (a). Sabemos que cuan-
do su pueblo se conserva fiel á su
lei, obediente á sus preceptos, y
por lo mismo acreedor á su protec-
ción, ha sabido en una noche solo
pasar á cuchillo ciento ochenta y
(a) Regum cap. 14 v. 6. (b) Reg. 4. cap. 19. v. .35.
cinco mil asirios en el ejército de
Senacherib,comosucedió en tiem-
po del rei Exechias (b). Sabemos,
que cuando los filisteos perse-
guían á los israelitas, que fieles á
su Dios invocaban con segura con-
fianza su protección; el Señor ha-
cía que los incircuncisos volvie-
sen su espada los unos contra los
otros, y se destruyesen por sus
propias manos como sucedió á los
principios del reinado de Saúl (c).
Pero también sabemos, que cuan-
do las profanaciones de los hijos
de Helí tuvieron irritada su justi-
cia; cuando las abominaciones de
su pueblo provocaron su justo
enojo; aunque se levantaron nu-
merosos ejércitos contra los filis-
teos; aunque se condujo la misma
Arca del Señor á los reales de Is-
rael para empeñarla en su ampa-
ro; aunque á su presencia el ejér-
cito prorumpió en aclamaciones,
que parece inspiraban valor, con-
fianza y entusiasmo; supo el Se-
ñor hacer, que no solo millares de
israelitas perezcan bajo la espa-
da del enemigo, sino que la mis-
ma sagrada prenda de la Alianza
caiga en manos de los incircunci-
sos, y sea conducida cautiva al
templo de Dagón (d). Pues, ¿por
qué del mismo modo no creemos,
católicos, que cuando las armas
inglesas tomaron nuestra capital,
fué porque nuestros delitos tenían
irritada la cólera del Señor? Sí,
hermanos mios. El quiso entre-
garnos en manos de nuestros ene-
migos para castigar nuestras ini-
quidades. Ipse casligavit nos
propter iniquitates nostras. Núes-
(c) Reg. 1. cap. 14. v. 20. (d) Reg. 1. cap. 4. v f 11.
- 155 -
tros escesos, nuestros escándalos
nuestras profanaciones le pusie-
ron el azote en las manos, para
que el dia veintisiete de junio des-
cargase el golpe sobre nosotros, y
sobre nuestra capital.
Ciudad famosa de Buenos Ai-
res, pueblo aflijido, capital des-
graciada; ¿cuál fué tu consterna-
ción en aquel dia infeliz? Tú, que
por tu situación tan ventajosa pa-
ra el comercio, por tu numerosa
población, por la fertilidad de tu
terreno, por la abundancia de tus
producciones, por la estension de
tu comercio, eras, como la seño-
ra de las jentes: tú, que por el al-
to carácter de tu jefe, por la re-
presentación de tu real audiencia
pretorial, por la superioridad de
tus tribunales y consulado, eras
como la princesa de estas provin-
cias, en un momento te ves some-
tida á estraño gobierno, consti-
tuida bajo un tributo estranjero?
Princeps Provinciarum Jacta est
sub tributo ? (a)
Así fué en efecto, católicos; así
sucedió en castigo de nuestras
iniquidades. Ah! ¿Cuál sería la
triste situación de nuestra capital
en aquel dia desgraciado? Yo con-
sidero, señores, en esa época in-
feliz á aquella tubulada ciudad, y
en ella me figuro, que los minis-
tros del Santuario al rededor de
su respetable pontífice, penetra-
dos del dolor y de la amargura de
su corazón, se postrarían en pre-
sencia del Señor para implorar
sus misericordias, temiendo jus-
tamente que la abominación de la
desolación penetrase hasta lo in-
(a) Thren c^p. lv v. 1.
(h) Joel cap. 2. vera. 17.
i
tenor del lugar santo; que fuesen
profanados nuestros templos, man-
chados nuestros altares; que los
vasos sagrados sirviesen de copas
á la intemperancia; y que el mis-
mo cuerpo adorable del Salvador
en el Augusto Sacramento, fuese
despreciado y ultrajado por la ir-
relijion del vencedor como otras
veces lo ha sido por el furor de
herejes victoriosos. Me figuro que
derramando copiosas lágrimas en-
tre el vestíbulo y el altar, eleva-
rían sus voces anegadas en llanto
al Padre de las misericordias, y
con un corazón contrito y humi-
llado le dirían: perdonad, Señor,
perdonad á vuestros ministros y á
vuestro pueblo; acordaos de vues-
tras antiguas misericordias; y no
entreguéis vuestra heredad á la
perdición, ni permitáis que la do-
minen naciones infieles: Parce
Domine , parce populo tuo , # ne
des hereditatem luam in perditio-
nem , ne forte dominentur eis na-
tiones (b). Me figuro, que los co-
ros de vírjenes encerradas en sus
cláustros, elevarían sus ojos cas-
tos bañados en lágrimas y levan-
tarian sus manos inocentes al cie-
lo para implorar la clemencia de
su celestial esposo: que renovarían
con el mayor fervor de su espíritu
los solemnes votos con qus se con-
sagraron en presencia de los alta-
res: que firmarían con los mas so-
lemnes juramentos la fidelidad de-
bida á su Esposo, aun temiendo
que esta fuese insultada por la im-
piedad del vencedor. ¡Con cuán-
tas lágrimas, con cuanta sangre
no habrían quedado regados los
pavimentos de sus coros! Me fi*
41
V
- 156 ,-
guro que el Esposo aun no con-
cebiría segura entre sus brazos á
su amada Esposa, recelando que
la violencia quisiese atropellar los
sagrados derechos del tálamo
nupcial. Me figuro que el padre de
familias, que se había consumido
toda la vida por lograr algún fon-
do, con que proporcionar la sub-
sistencia y un honrado estableci-
miento á sus hijos, estaría en con-
tinua zozobra, recelando, que lo
que había sido fruto de las fati-
gas y sudores de muchos años,
viniese en un momento á ser pre-
sa de la codicia del vencedor:
unas ideas tristes le representa-
rían á todas horas, que después de
haberlos educado en la abundan-
cia, dejaría á esos pedazos tiernos
de su corazón, reducidos á la ma-
' yor miseria é indijencia. Me figu-
ro á los reales ministros sin repre-
sentación, al majistrado sin auto-
ridad, los tribunales sin despacho,
el comercio sin jiro, el militar sin
armas, el artesano con el taller
cerrado, el pueblo sutnerjido en
la tristeza y todos en la mayor
consternación , representándose
por momentos con el cuchillo del
enemigo sobre la garganta.
Porque, aunque es cierto, que
los artículos de la capitulación y
los bandos que publicó el jeneral
ingles, al primer aspecto parece,
respiraban humanidad y buena fé,
y que prometían libertad en el uso
de la relijion católica, seguridad
en las propiedades, fomento en el
comercio, rebaja en los impuestos,
buen orden y equidad en todo;
pero, ¿no es de temer, que estos
papeles seductivos fuesen parto de
una política refinada, que quería á
los principios hacer suave el yu-
go, para perpetuarlo después aun
cuando fuese intolerable? ¿No es
de temer, que fuesen efectos del
temor, por no hallarse la guarni-
ción inglesa con fuerzas necesa-
rias, para dar la lei á un pueblo
numeroso, cuya revolución no po-
día resistir, si la ocasionaba con
la opresión y violencia? ¿No es
de temer, que la misma cláusula,
que se halla casi en todos los ar-
tículos de la capitulación, deque
se permita el gobierno por las
mismas ley es, la judicatura por los
mismos majistrados, la exacción
de las mismas contribuciones, has-
ta saber la determinación del rei
de la Gran Bretaña, era dejar una
puerta abierta para faltar á la bue-
na fé, y no cumplir lo estipulado
siempre que se hallasen los ene-
migos con fuerzas necesarias pa-
ra dar la lei? ¿No es de temer,
en fin, que haya sido todo astu-
cia infame de una codicia ciega,
que haya pretendido con estos ar-
bitrios lisonjeros, descuidar la vi-
jilancia de nuestros compatriotas
y aprovechándose de su descuido,
despojarlos cuando menos lo pen-
sasen, con violencia de todos sus
bienes? Ah! Bien lo sabéis, seño-
res; no han faltadode aquella ca-
pital plumas que nos anuncien,
que el mismo día doce de agos-
to en que nuestras armas vic-
toriosas reconquistaron aquella
plak. era justamente el que los
enemigos tenían destinado para á
la media noche saquear la ciudad
apoderarse de todos los caudales,
pasando á cuchillo a todos los que
»
T
- 157 -
resistiesen su entrega. ¡Pensami-
ento detestable! Acción infame!
Que se haría increíble en ninguna
nación ilustrada, pero que se ha-
ce mui verosímil en una nación
avara que dominada de la codicia
rompiendo los mas segrados vín-
culos déla buena fé, atropellando
el derecho de las jentes, se ha
constituido la salteadora de los
mares, como lo acreditó en el ro-
bo de nuestras fragatas antes de
la declaración de la guerra.
¿Y todas estas desgracias no
hubieran sido justo castigo de
nuestrss delitos? ¿Qué hubiera
sido de nosotros, si el Señor á
vista de nuestras iniquidades hu-
biera decretado en su cólera, que
bebiésemos el cáliz de su Índigo
nación hasta las heces? ¿Nuestros
escesos justamente no lo mere-
cían? Tanta afeminación en los
hombres, tanta falta de pudor en
las mujeres, tantas omisiones cul-
pables en los majistrados, tantos
descuidos en los padres de fami-
lias, tantas inobediencias en los
hijos, tanta tibieza aun en los mi-
nistros del santuario; no merecen
justamente la cólera de un Dios
celoso, que sabe castigar los de-
litos de los padres en los hijos,
hasta la cuarta y quinta jenera-
cion? (a) ¡Pues qué; con las des-
nudeces indecentes, con las mo-
das provocativas, con el dema-
siado lujo, con el desenfreno en
la impureza, con nuestros escán-
dalos, con nuestras injusticias,
con nuestros sacrilejios, con ese
aire de impiedad, con que muchos
libertinos quieren producirse en
(a) Exod cap. 20 vcrs. 5. (b) Tit. cap. 1 vera. 15.
materia de relijion, haciendo zum-
ba ó asunto de un chiste impío,
de un gracejo blasfemo, aun lo
mas sagrado y serio de nuestra
relijion; con todas estas iniquida-
des digo, ofendemos acaso á al-
gún Dios insensible y sin provi-
dencia, á algún Dios impotente y
sin justicia? El figor de esta, ¿no
exijía, que el Señor nos castigase
y descargase el golpe sobre nues-
tras iniquidades: Ipse castigavit
nos propter miquilates nostras ?
P ero me diréis tal vez, que eran
mayores los delitos de vuestros
enemigos: que ellos blasfemaban
el nombre Santo del Señor;' pero
que nosotros somos cristianos, so-
mos católicos, somos hijos de la
iglesia y discípulos de la cruz. Es
verdad, hermanos míos, yo lo con-
fieso, y esta es nuestra mayor di-
cha. Somos católicos, no hemos
roto la túnica inconsútil de Jesu-
cristo, estamos en el seno de la
iglesia, su casta esposa y nuestra
santa madre; vivimos bajo el go-
bierno del mas piadoso y católico
de los soberanos y que hace su
mayor gloria, de ser el hijo pri-
mojénito de la iglesia romana.
Pero, ^ por esto mismo no se co-
noce la gravedad de nuestros pe-
cados, cuando por ello nos ha en-
tregado el Señor en manos de los
enemigos de su Santo nombre?
Somos católicos; ¿pero no somos
de la misma clase que aquellos,
á quienes reprendía San Pablo,
cuando decía, que conocían y con-
fesaban á Dios con la boca, pero
que le negaban con las obras:
Conjitentur , se nosse Deum, fac-
tis autem negat? (b). Somos ca.
t
-158 -
tólicos; ¿pero no se podrá decir de
nosotros, lo que el anticuo lsac
decía al reconocer ásu primojéni-
to,para darle la última bendición,
que nuestra voz, es decir, la con-
fesión de fé, es ciertamente la voz
del elejido Jacob; pero que nues-
tras manos, es decir, nuestras
obras, son manos del reprobo
Esau: Vox quidem vox Jacob
est , manus autem sunt manas
Esau? (a) Somos católicos; -¿pe-
ro toda nuestra relijion no está en
la superficie y reducida á unas es-
terioridades de culto, que no van
acompañadas del recojimiento in
terior, de la pureza de espíritu,
de la limpieza de costumbres, de
la santidad del corazón, de modo
que el Señor puede quejarse de
nosotros como en otro tiempo por
su profeta, de que le honramos
con la estremidad de nuestros la-
bios, pero que el corazón está mui
distante de él: Populas lúe labiis
me honorat , cor autem eorurn Ion-
ge está me? (b) Somos católicos,
hacemos profesión de una relijion
la mas pura, la mas austera, la
mas enemiga del amor propio y de
la sensualidad; pero ¿y nuestras
costumbres corresponden á nues-
tra creencia? No deshonramos
con ellas la santidad de nuestra
relijion?Ah hermanos mios! Con-
fesémoslo para confusión nuestra
y para humillación en presencia
del Señor. Nuestras obras des-
mienten nuestra fé. El orgullo, el
interes, la murmuración, el odio*
la venganza, la injusticia, la sen-
sualidad... que se yo: todos los
vicios t anchan nuestra vida, cor-
(a) Genes cap. 27. vera. 22. (b) Isui cap. 2D vers 13.
rompen nuestra alma, deshonran •
nuestra relijion. Y será estraño,
que este monstruoso cúmulo de
iniquidades haya obligado á la
Justicia Divina á castigarnos con
la pérdida de nuestra capital: lpse
castigavit nos propter iniquitates
noslras? Si señores: no lo dudéis.
¿Y qué hubiera sido de nosotros,
si el Señor hubiera querido der-
ramar sobre nuestras cabezas cri-
minales el vaso de su indignación
hasta el fondo, y castigarnos se-
gún todo lo que merecían nues-
tros escesos? Pero bendito seáis
Señor Dios de nuestros padres,
que aun cuando nuestras abomi-
naciones provocan vuestra justa
indignación, os acordáis de vues-
tras antiguas misericordias, y en
el tiempo de la tribulación perdo-
náis los pecados de los que afliji-
dos invocan tu Santo nombre: Be -
nedictus est D omine!) eus Patrum
nostrorum,qui cum iratus fueris ,
misericordiam facis , 4» in tempo-
re tribulationis peccata dimittis ,
his qui invocant te (c). Tal ha si-
do, señores, la conducta de nues-
tro buen Dios para con nosotros;
porque si en la pérdida de nues-
tra capital nos castigó por nues-
tras iniquidades: „Ipse castigavit
nos propter iniquitates nostrcis:
en su recuperación nos ha salva-
do por su misericordia: lpse sal-
vavit nos propter misericordiam
suam. Este es el motivo de nues-
tra gratitud y acción de gracias,
y asuntó de la
Cuando yo digo, católicos, que
(c) Tobías cap. 3. vers. 13.
SEGUNDA PARTE.
- 159 -
en la recuperación de nuestra ca-
pital, Dios nos ha salvado por so-
la su misericordia, no concibáis
que con esto quiera escluir los
medios humanos, que se han em-
pleado en su reconquista. Haría
yo injuria á las armas de nuestro
soberano, y al honor de nuestros
compatriotas, si quisiese negarles
la parte que han tenido en nuestros
consuelos, y en la gloria de nues-
tra nación. Yo confieso gustosa-
mente las prudentes medidas to-
madas por nuestros jefes para esta
empresa, y sus activas dilijencias
para las reclutas. Confieso el va-
lor heroico de nuestros jenerales,
la jenerosa intrepidéz de nuestras
tropas, el patriotismo de todos
los habitantes en las márjenes del
Rio de la Plata. Pero después
de todo, estos esfuerzos de valor
y prudencia, ¿qué hubieran podi-
do contra los soberanos decretos
de la ju.tLia divina, si esta hu-
biera permanecido inexorable en
castigar nuestros delitos; si no hu-
biera escuchado nuestros clamo-
res; si no se hubiera compadecido
de nuestras desgracias? Ah! con-
fesémoslo en obsequio de la fé, de
la relijion, y de la piedad, y con-
vengamos en que si nuestra capi-
tal no jime hoi bajo el yugo es-
tranjero, es porque la mano bien-
hechora del Señor, ha querido vi-
sitarnos en su misericordia: lpse
salvavit nos propter misericor-
diam suam.
Para formar idea de la esten-
sion de este beneficio, y empeñar-
nos en bendecir eternamente el
santo nombre del señor, era ne-
cesario comprender todos los ma-
les, todos los irreparables per-
juicios, que nosocasionaba la pér-
dida de nuestra capital. Refle-
xionad, señores, sobre la triste si-
tuación en que nos hallábamos,
mientras la ciudad de Buenos Ai-
res jemia bajo el gobierno ingles.
Ah! El comercio se hallaba sin
jiro, por la imposibilidad de in-
ternar los efectos: los negocios
sin despacho, por el embarazo de
los tribunales superiores: las ha-
ciendas espuestas á la ruina, por
el necesario enlace de intereses
entre la capital, y las provincias:
casi entredicha la corresponden-
cia con nuestra Península, y no-
sotros obligados á variar de ruta
en los precisos recursos al sobe-
rano, y dirijirlos por inmensas
distancias de mar y tierra. Pero
sin hacernos cargo de estos per-
juicios, que aunque gravísimos, al
fin son temporales, contraigámo-
nos solo al interes mas esencial,
al mas importante, al de mayor
consecuencia, que es el de la re-
lijion. ¿No hubiera estado ésta
espuesta á perderse, si hubiera
nuestra capital permanecido bajo
del dominio de una nación cismá-
tica, y protestante? Bien sé, se-
ñores, y ya lo dije, que en los pa-
peles públicos se prometía á los
ciudadanos de Buenos Aires el
libre uso de la relijion católica.
Pero, ¿hubiera esta podido con-
servarse en su pureza, introduci-
do una vez con la dominación es-
traña, el sistema de tolerantismo?
Si hoi que vivimos por la miseri-
cordia de Dios, bajo del dominio
de un soberano el mas zeloso de
la pureza de la fé; hoi que tene-
42
- 160 -
mos un tribunnal santo, que vela
sobre su limpieza; que los pasto-
res y ministros la enseñan con ze-
lo, que los majistrados cuidan con
esmero de su observancia, vemos,
no obstante, que no faltan liber-
tinos, que viven en la corrupción,
y tocan en la impiedad; ¿qué hu-
biera sido, introducida una vez la
libertad de conciencia en esta ma-
teria?
Se prometia libre el uso de la
relijion católica; pero, ¿hubiera
esta podido sostenerse contra las
seducciones, y el mal ejemplo de
la nación vencedora? Ah! nues-
tra miserable naturaleza mas fá-
cilmente se inclina á lo malo, que
ú lo bueno. Para corromper un
pueblo en materia de relijion, na-
da hai mas eficaz, que el trato, y
el ejemplo do ios que profesan
otra. Por eso en la lei antigua se
prohibía tan estrechamente á los
israelitas el roce, y frecuente co-
municación con los incircuncisos
(a). Y en el reinado de Salomón,
en que fue mas continuo el trato
con los estranjeros, y mucho mas
con las estranjeras, ¿no es bien
sabido, que estas corrompieron el
corazón de un soberano el mas
sabio y el mas glorioso de los que
habían ocupado el trono de Is-
rael, hasta el estremo de que des-
pués de haber en su juventud de-
dicado el mas suntuoso templo al
verdadero Dios, en la vejez llegó
á doblar vergonzosamente la ro-
dilla ante los ídolos de los Moabi-
tas, Sidonios, y Amonitas, que
siempre había detestado? (b)
Se prometia libre el uso do la
(a) Deu t eren. cap. 7wers. 2, 3 y 4.
relijion católica; pero ¿hubiera
ésta permanecido al menos en las
jeneraciones futuras, siendo con-
traria á la de la nación dominan-
te? Ah! mil tristes ejemplares nos
presenta la historia en este pun-
to. Cuando Federico II, rei de
Prusia conquistó la Silesia, per-
mitió libre el uso de la relijion
católica, que era la dominante en
la provincia; pero bien presto el
obispo de Breslau, único pastor
de aquellas rejiones, tuvo mui po-
cas ovejas para apacentar, porque -
las mas, descarriadas del aprisco,
seducidas por el ejemplo de la
nación vencedora, se pasaron á la
parte del proti itantismo, Pero,
¿sin recurrir á tiempos, ni nacio-
nes distantes, en nuestra propia
península no tenemos una triste
prueba de esta verdad? Cuando
en la guerra de sucesión, el ar-
chi-duque Carlos de Austria se
apoderó del principado de Cata-
luña, la ilustre Barcelona ¿no vió
con dolor dentro de sus muros
erijirse Cátedras públicas de Lu-
teranismo, y Calvinismo? ¿No
vió violados los templos, profana-
dos los. altares, y el mismo cuer-
po adorable de v Jesu-Cristo en
aquel augusto sacramento, holla-
do y despreciado? En aquel lance
el principe era católico: sin em-
bargo, se cometieron todos estos
escesos, porque no fué posible
contener el furor de las tropas au-
xiliares, quesehabian tomado de
los circuios protestantes do Ale-
mania.
Pues, qué estragos no debía-
mos esperar con el tiempo en núes-
(b) 3 Reg. cap. 11. vera. 4 y 5*
r
- 161 -
tra capital, si esta hubiera perma-
necido bajo de una nación, que ha
adoptado casi todos los errores?
Porq ue no ignoráis, señores, el
infeliz estado de la Inglaterra en
materia de relijion, desde la des-
graciada época en que por el sis-
tema de Enrique VIII, se separó
del seno de la iglesia católica.
Su iglesia, si es que merece este
nombre, es una monstruosa mez-
cla de Anabaptistas, Presbiteria-
nos, ó Calvinistas rijidos^, Epis-
copales, ó Anglicanos, Lutera-
nos, Antitrinitarios, Kuaqueros,
y otras abominables sectas, sin
contar los muchos Deístas, Ma-
terialistas, Ateii | as, y otras per-
niciosas razas, frutos de la infame
filosofía del último siglo. Pues,
¿qué hubiera sido de nuestra ca-
pital con esta sentina de errores
en su centro? Esa levadura de
maldición, ese fermento de iniqui-
dad, ¿no hubiera bien presto cor-
rompido toda la masa? Atendida
la miseria humana, ¿no era de te-
mer, que el libertinaje se apode-
rase insensiblemente de los cora-
zones, y que cada uno viniese á
adoptar aquellos errores que eran
mas análogos á su jenio, y á la
pasión que lo dominaba? ¿No era
de temer también, que con el ejem-
plo se viniese á hacer familiar en-
tre nuestros compatriotas, el cri-
men mas horrible, el mas contra-
rio á la humanidad, que es el sui-
cidio, á que por entusiasmo, por
capricho, por cobardía, ó por des-
esperación, son tan propensos los
ingleses?
Ah! Al considerar estos horro-
res, católicos, mi relijion se con-
mueve, mi entendimient o se abis-
ma, mi corazón se conturba; y
vacilante mi espíritu, no sabe so-
bre que objeto fijarse de tantos
como le presenta la imajinacion
ajitada. Mi relijion me conduce
al pié de los altares, para que allí
anegado en lágrimas, penetrado
de dolor con el conocimiento de
mis iniquidades, implore la mise-
ricordia del señor sobre mí, y so-
bre mis hermanos. Mi patriotis-
mo me arrebata hasta la capital
de Buenos Aives, á contemplar
las desgracias á que están espues-
tos mis compatriotas, y jemir con
ellos sus trabajos. Pero mi leal-
tad me lleva en espíritu hasta los
pies del trono, á considerar la
succesion de afectos, que opri-
men el carazon de nuestro amable
soberano. ¿Cuáles habrán sido,
ó serán en breve las ajitaciones
de su espíritu, la consternación de
su real ánimo, con la triste noti-
cia, que ya habrá recibido, ó re-
cibirá bien presto, de la pérdida
de nuestra capital? ¿Cuantas ve-
ces su corazón oprimido de dolor
se habrá asomado á sus amables
ojos? ¿Cuantas lágrimas habrán
corrido sobre su respetable ros-
tro, al considerar no tanto perdi-
da una plaza tan interesante para
el gobierno de estas provincias;
no tanto al mirar desmembrado
de su real patrimonio un puesto
tan ventajoso al comercio; no tan-
to al ver caida de su augusta co-
rona una piedra de las mas pre-
ciosas que hacían su esmalte:
cuanto al considerar á unos vasa-
llos fieles, que él ama como á hi-
jos, sometidos á estraña mano, y
I
- 1 62 -
constituidos bajo del gobierno de
un gabinete el mas intrigante; al
¡ considerarla relijion santa, esa
relijion de que es mas zeloso de-
fensor y apoyo, espuesta en una
ciudad tan populosa, á la preva-
ricación, y al trastorno?
Yo me figuro, señores, que nues-
tro relijioso soberano al recibir
este golpe, animado de los mas
grandes sentimientos de relijion,
se habrá postrado ante el Dios de
los ejércitos, V en la amargura de
su corazón habrá implorado sus
misericordias á favor de sus vasa-
llos. Me figuro, que puésto en la
presencia del Dios de la majestad
y penetrado de los afectos de una
humildad verdaderamente cristia-
na, habrá atribuido este golpe á
sus pecados personales, y en la
amargura de su corazón le habrá
dicho á Dios como en otro tiem-
po el rei David: Señor , ya que
soi el rei , y el pastor , yo pequé :
mis delitos merecen desde luego
este castigo ; pero mis vasallos
que son las ovejas , ¿qué delito
han cometido ? Ego sum qui pec-
cavi; isti qui oves sunt, quid fece-
runt? (a)
Ah! Q,uién pudiera, señores,
en estas circunstancias volar en
las alas del amor hasta los pies
del trono de nuestro soberano:
quién pudiera en este momento
mismo anticiparle la feliz noticia,
que inunda en gozo nuestros co-
ta) 2. Reg. cap. 24. vers. 17.
(b) Con la noticia de la toma de Bue-
no* Aires por las armas inglesas, el mui
venerable Dean y Cabildo Sede Vacante,
mandó se hiciosen en todas las iglesias
Rogativas públicas a Dios, pidiendo su
razones! Quién pudiera decirle-
piadoso Carlos, reli jioso principe»
monarca aflijido, enjugad vuestras
lágrimas, serenad vuestro ajitado
espíritu, suceda el gozo al dolor
que oprimía vuestro rea! corazón.
Ya la dulcísima madre de Dios,
protectora especial de la nación
española; esta vírjen purísima, á
quien vuestro augusto padre, juró
patrona de todos sus dominios en
el misterio de su Concepción in-
maculada, ha intercedido por nos-
otros con su soberano hijo. Los
anjeles tutelares de vuestro impe-
rio han presentado vuestros votos
y afectos ante el trono del eterno.
El gran obispo de Tours, el glo-
rioso San Martin, patrón de Bue-
nos Aires, ha logrado inclinar sus
misericordias hacia nosotros. Ya
aquella capital afljida ha triunfa-
do gloriosameute de sus enemi-
gos, y ha vuelto á entrar bajo de
vuestro dulce y católico gobierna.
En efecto, católicos, el dia 1 2
de Agosto; dia que por feliz será
memorable en los fastos de nues-
tro vireinato; dia en que los mi-
nistros del santuario, en esta san-
ta iglesia metropolitana, acompa-
ñados de la ciudad y su escelen-
tisimo jefe, se hallaban imploran-
do las misericordias del Señor á -
favor de nuestra capital por me-
dio un pública y solemne rogati-
va (b); dia en que uno de los sa-
cerdotes mas ejemplares de nues-
restauracion. Se dio principio á ellas el
din once de Agosto en esta santa iglesia
metropolitana, con asistencia del Exmo.
Sr, Presidente, de los dos cabildos, pre-
lados, clero, comunidades, y colejios; y
el segundo dia de dicha Rogativa se re-
cuperó la capital.
- 163 -
tra ciudad (a) anunciando la divi-
na palabra hacia la mas vehemen-
ts y celosa exhortación al pueblo,
para que entrando en los caminos
de la penitencia, se hiciese acree-
dor á las divinas piedades: y la
mas tierna y patética deprecación
á la seráfica madre Santa Clara,
para que interponiendo su media-
ción, renovase en la destrucción
de nuestros enemigos, el prodijio
que en vida obró, libertando su
patria y monasterio de la opresión
de los sarracenos. En este día,
digo, tan feliz, y según la unifor-
midad de las noticias, en la mis-
ma hora que aquí se practicaban
estos piadosos actos de relijion,
nuestras armas victoriosas, llenas
de honor y gloria, lograron la re-
cuperación de nuestra capital: ve-
rificándose así, que mientras Moi-
sés oraba en el Monte, Josué der-
rotaba á los enemigos del pueblo
de Dios en la campaña (b).
No por esto, señores, concibáis
que yo quiera graduar de prodijio
la reconquista de nuestra capital.
Sé, que en ninguna circunstan-
cias, y mucho menos en este lu-
gar santo, se deben adoptar mila-
gros que no tengan un sólido fun-
damento, y que no hayan pasado
por el juicio irrefragable de la
iglesia. Pero también sé, que la
piedad cristiana se fomenta con
todo lo que pueda aumentar su
gratitud, y reconocimiento á la
(a) El Padre Di*. D. Agustín Oton-
do, presbítero de la congregación del
oratorio de San Felipe Neri, predico el
j <2 de agosto el sermón de Santa Clara
en la iglesia.de su ejemplarísimo monas-
terio, cuyas relijiosas aquel dia habían
beneficencia del Señor.
¿Cuáles deberán, pues, ser nu-
estros afectos al considerar las
piedades de que el Señor ha usa-
do con nuestra nación, la gloria
con que ha coronado nuestras ar-
mas, las bendiciones de dulzura y
de gozo, que el Dios de toda con-
solación ha derramado sobre nu-
estra capital? ¿No deberemos re-
conocer su piedad, cantar eterna-
mente sus misericordias, publicar
su dignación, y rendirle los mas
justos y sínce~os homenajes de
nuestra gratitud? Sí católicos.
Demos infinitas gracias al Señor,
bendigamQS su Santo Nombre en
presencia de todas las naciones de
la tierra, porque si en la pérdida
de nuestra capital nos castigó por
nuestras iniquidades; en su recu-
peración nos ha salvado por su
misericordia. Confitemini Domino
Filii Israel , inconspectu gentium
laúdate eum: ipse castigavit nos
propter iniquitates nostras: ipse
salvavit nos propter misericor -
diam suam ,
Pero, ¿de qué modo rendiremos
al Señor estas gracias, y que tes-
timonio le daremos de nuestra
gratitud? Aprendámoslo, señores,
de los piadosos habitadores de
Betulia. Después que estos relijio-
sos israelitas lograron la mas
completa victoria sobre los asi-
rios por los esfuerzos de la vale-
rosa Judit, qué cortó la cabeza al
aplicado toda la comunión, pidiendo á
Dios la restauración de nuestra capital,
cerrando con esto el devoto novenario,
que á este mismo fin hicieron, poniendo
por mediadora á su santa madre.
(b) Exod cap. 17 vers. 1 1 &. 13.
- 16 4 . -
soberbio Holofernes: después que
habiendo perseguido al enemigo
en su vergonzosa fuga, volvieron
á su patria, victoriosos, ricos, y
cargados de despojos, todo el pue-
blo bajó á Jerusaiem, á adorar al
Señor. Post victo riam omnis po-
pulus venitin Jerusaiem adorare
Dominum. Pero, ¿cómo le ado-
raron? Ellos, dice el sagrado tes-
to, se purificaron de todas las man-
chas legales, observando los ritos
y ceremonias de la lei. Con esta
limpieza ofrecieron al Señor los
holocaustos, y cumplieron con re-
lijiosa exactitud los votos y pro-
mesas que habían hecho en el ti-
empo de su aflicción: Et mox, ut
purifican sunt obtulerunt omnes
holocausto , <$• vota t # repromi-
siones sitas {a).
Tal debe ser, católicos, vuestra
conducta. Para rendir debidamen-
te las gracias al Señor, debemos
purificarnos, no por medio de ce-
remonias legales, sino lavando
nuestras estolas en la sangre del
Cordero por medio del Sacramen-
to de la penitencia. Preparados
asi, debemos ofrecer al Señor en
holocausto, no ya víctimas de ani-
males, sino la Hostia mas santa,
y mas inmaculada, y la única ca-
paz de agradarle, en la adorable
Eucaristía. Debemos, al fin, por
una perfecta mudanza de vida, y
reforma de costumbres, cumplir
todo lo que le hemos prometido
en el tiempo de la tribulación.
Et mox ut purijicali sunt obtule-
runt omnes holocausla y § vota,
Se repromisiones suas.
Sí, Divino Salvador, estas son
Judit cap. 16 vera. 22% (b) 2. corinth. cap. 1. veta. 3.
nuestras disposiciones, estos nu-
estros deseos, estos nuestros afec-
tos, esta la prueba, que queremos
daros de nuestro reconocimiento
al beneficio que acabais de dis-
pensarnos. ¿Q,ué hubiera sido de
nosotros; si vos Padre de las mi-
sericordias, y Dios de toda con-
solación (b), no hubierais por vu-
estra piedad querido condoleros
de nuestras desgracias? ¿A qué
punto hubieran llegado estas?
Ah! mi espíritu se horroriza, mi
reí ijíon se conmueve solo al pen-
sar, que vos mismo, mi Salvador
adorable, en ese Augusto Sacra-
mento, el mas tierno, el mas dul-
ce, el mas consolante de nuestros
misterios, y el que mas nos des-
cubre las riquezas de vuestro
amor y el de vuestra misericordia,
hubierais estado espuesto al des-
precio y ultraje de vuestros ene-
migos, especialmente calvinistas.
Bendito seáis, pues, Dios de nu-
estros padres, benditas sean vues-
tras misericordias, que no habéis
castigado con tanto horror nues-
tros delitos ni nos habéis abando-
nado en nuestra tribulación. Nos-
otros os ofrecemos por ello, en ac-
ción de gracias, nuestra alma,
nuestro corazón y todos nuestros
afectos. Y supuesto que estos no
son una ofrenda proporcionada á
la grandeza del beneficio, para su-
plir esta falta, os ofrecemos á vues-
tro Eterno Padre, á Vos mismo
en ese adorable Sacramento, y os
presentamos á él en un sacrificio,
que por serlo de acción de gra-
cias sellama Eucarístico. Unidos
así nuestros pobres votos, con
vuestros infinitos merecimientos,
ai
- 165 -
sean agradables á sus ojos. Por
ellos os pedimos, que derraméis
vuestras mas copiosas bendicio-
nes sobre el católico reino de Es-
paña. Bendecid, Dios de miseri-
cordia, bendecid á nuestro católi-
co y piadoso monarca, dilatando
sü preciosa vida y dirijiendo su
gobierno. Bendecid á su amada
esposa y real familia para consue-
lo y utilidad de sus vasallos. Ben-
decid á sus ministros y tribuna-
les, para que administren debida-
mente la justicia. Bendecid á sus
ejércitos y armadas, para que pe-
leen vuestras batallas, y castiguen
á los enemigos de vuestro santo
nonibre. Disipad por medio de sus
armas victoriosas las jentes que
quieren la guerra: Disipa gentes
quee bella volunt (a). Conceded la
deseada paz y tranquilidad á sus
dominios, para que así sin temor ,
y libres de las manos de nuestros
enemigos y os sirvamos en santi-
dad por todos nuestros dias (b).
Derramad sobre todos nesotros
las copiosas efusiones de vuestra
gracia, para que después de ben-
decir y alabar vuestro santo nom-
bre sobre la tierra, logremos tam-
bién alabarle y bendecirle por
eternidades en la Gloria. Amen.
D, Santiago Liniers y Bremont, caballe-
ro del Hábito de San Juan, capitán de
navio de la real armada, y comandan-
te militar de esla cindad, &.c. A todos
los habitantes de Buenos Aires.
Proclama eshortando al vecindario á for-
marse en cuerpos separados y por
provincias.
El justo temor de que veamos
(a) Paalm 67 vers. 3. (b) Lucae cap. 1. v. 7*1 <fc 75.
nuevamente cubiertas nuestras
costas de aquellos mismos bajeles
enemigos que pocó hace hemos
visto desaparecer huyendo de la
enerjía y vigor de nuestro inven-
cible esfuerzo: la lisonjera y bien
fundada esperanza de conservar
en toda su opinión las victoriosas
armas de nuestro mui amado so-
berano; y el mantenimiento y sos-
ten de la alta gloria con que se
acaba de cubrir esta felicísima
provincia por e! incomparable ar-
dor con que habéis vencido y so-
juzgado los escuadrones enemi-
gos que osaron profanar con el
estruendo de sus armas este afor-
tunado suelo, me hacen esperar
sin el menor motivo de zozobra
que correreis ansiosos á prestar
vuestro nombre para defensa de la
misma patria que acaba de debe-
ros su restauración y libertad. La
América envanecida de alimentar
unos habitantes que á costa de su
sangre han sabido comprar el glo-
rioso triunfo de las armas españo-
las, guardará con la mayor vene*
ración en el inmortal archivo de
su fama la tierna memoria de un
sacrificio tan grande como estrá-
ordinario, y podrá colocar sus he-
roicos hechos entre los que con
veneración y asombro custodia el
mundo antiguo. Yo mismo, yo
mismo, compatriotas soi testigo
del animoso esfuerzo, del prodi-
jioso entusiasmo con que os pres-
tasteistodos voluntariamente á to-
mar las armas para arrojar de nu-
estras riberas y nuestro sucio al
enemigo que tan injustamente le
pprimía:yo mismo he visto pintada
en vuestro semblante la verguen-
za y confusión al ver que corrían
los infantes y se dilataba el tiem-
po de vengaros del ultraje perpe-
trado en la nación; y que no solo
no me ha sido necesario inflamar
vuestro valor y recordar vuestra
lealtad, sino que me fué absoluta-
mente indispensable muchas ve-
ces prevalerme del amor con que
me mirabais como á caudillo para
moderar alguna pequeña parte de
vuestro ardimiento jeneroso.
Así, para que no decaiga un
solo punto la gloria de que para
siempre habéis cubierto al suelo
americano, para mantener con
dignidad la alta reputación de las
armas del rei católico, y para ase-
gurar la quietud tranquila de vu-
estros hijos y la posesión de vues-
tros bienes, exije el respeto á la
relijion, la lealtad al soberano, y
el amor á la patria de que sois
tan dignos habitantes, el que re-
nazcan en la América los antiguos
é inestinguibles timbres de las
provincias de la monarquía espa-
ñola, resucitando aquí sus hijos
aquel antiguo esplendor que ha
constituido el carácter distintivo
de su fidelidad y de su gloria.
A este propósito espero que
uniendo vuestra voluntad á mis
deseos, vengáis á dar el mas cons-
tante testimonio de vuestra leal-
tad y patriotismo, reuniendoos en
cuerpos separados, y por provin-
cias, y alistando vuestro nombre
para la defensa sucesiva del sue-
lo que p<¡\co hace habéis recon-
quistado.
Vengan pues los invencibles
cántabros, los intrépidos catala-
nes, los valientes asturianos y ga-
- 166 -
liegos, los temibles castellanos,
andaluces y aragoneses; en una
palabra, todos los que llamándose
españoles se han hecho dignos de
tan glorioso nombre. Vengan, y
unidos al esforzado, fiel, é inmor-
tal americano, y demas habitado-
res de este suelo, desafiaremos
á esas aguerridas huestes enemi-
gas, que no contentas con causar
la desolación de las ciudades ydos
campos del mundo antiguo, ame-
nazan envidiosas invadir las tran-
quilas y apacibles costas de nues-
tra feliz América. Buenos Aires,
6 de setiembre de 1806.
Orden convocando á los que han
de formar los cuerpos cívicos.
D. Santiago Liniers y Brernont.caballero
del orden de San Juan, capitán de na-
vio de la real armada, y gobernador
militar de esta ciudad, 8tc:
Uno de los deberes mas sastra-
dos del hombre es la defensa de
la patria que le alimenta; y los
habitantes de Buenos Aires han
dado siempre las mas relevantes
pruebas de que conocen, y saben
cumplir con exactitud esta pre-
ciosa obligación. La proclama
publicada el seis del corriente
convidándolos á reunirse en cuer-
pos separados y por provincias, ha
escitado en todos el mas vivo en-
tusiasmo, y ansiando por verse
alistados y condecorados con el
glorioso título de soldados de la
patria , solo sienten los momen-
tos que tarda en realizarse tan
loable designio. Con este objeto,
- 167 -
pues, penetrado de la mas dulce
satisfacción por los nobles senti-
mientos que les anima, vengo en
convocarlos por medio de esta,
para que concurran á la real for-
taleza, ios dias que abajo irán de-
signados, á fin de arreglar los ba-
tallones y compañías nombrando
los comandantes y sus segundos,
los capitanes y sus tenientes á vo-
luntad de los mismos cuerpos; á
los cuales presentaré en aquel ac-
to un diseño de uniforme que pre-
cisamente deben usar, si ya no le
tuvieran elejido.
Los dias señalados para la con-
currencia en el fuerte, son, á las
dos y media de la tarde á saber:
Catalanes, el miércoles 10 del
corriente.
Vizcaínos ó cántabros, el jur^
ves 11.
Gallegos y asturianos, el vier-
nes 12.
Andaluces, castellanos, levan-
tiscos y patricios el lunes 15.
Ninguna persona en estado de
tomar las armas dejará de asistir
sin justa causa á la citada reu-
nión,- so pena de ser tenida por
sospechosa y notada de incivismo,
quedando en tal caso sujetos á los
cargos que deban hacérseles.
Buenos Aires, 9 de setiembre
de 1806. santiago liniers.
(a - ) El testo de esta publicación, he-
cha cuando todavía se ignoraba en Lima
la reconquista de Buenos Aires, es una
de las varias pruebas del alarma y cui-
dados, que causaron en la jeneralidad de
los españoles, las concesiones y las doc-
trinas respectivamente liberales con que
el gobierno del jeneral conquistador,
Manifiesto de un amante de su
rei , de la patria, y de la verdad ,
en obsequio de estos sagrados
deberes , para desvanecer las
sediciosas ideas de los enemi-
gos que accidentalmente han
entrado en Buenos Aires (a).
Aunque estoi mui persuadido
que la lectura de las copias de
tres bandos que acaban de llegar
á esta ciudad publicados en la de
Buenos Aires por el jeneral in-
gles Carr Berresford, habrán lle-
nado de indignación á todos los
leales vasallos de S. M. y en es-
pecial á los quo tenemos la dicha
de vivir en esta gran metrópoli,
tan favorecida y distinguida por
nuestros monarcas, sin embargo,
no puedo dejar de maniíestar á
mis paisanos y conciudadanos el
veneno que encierran las falaces
é hipócritas espresiones del ene-
migo, sin emplear para ello otros
argumentos ni discursos, que los
ejemplos recientes de la conducta .
atroz que observan en todos los
puntos del globo donde llegan á
poner los pies.
Hace muchos años que la Eu-
ropa atónica está mirando como
el gobierno ingles echa mano de
todos los medios que se le presen-
tan para cimentar y propagar su
detestable tiranía; aunque sean
viles é infames; aunque choquen
Berresford, se «nuncio á Buenos Aires,
en sus bandos ó decretos. Temieron el
efecto que csa9 promesas, algo seducto-
ras, podrían producir en el ánimo de los
americanos: y por eso se afanaron en
combatirlas en la prensa, en el pulpito*
en actos oficiales, y de cuantos modos
les fue posible. (JV. de la Redac.)
T
- 168 -
rá la relijion católica y sus san-
con los principios n\as sencillos
del derecho de jentes, y con las
prácticas y usos mas universal-
mente recibidos entre los pueblos
civilizados. Lejos de proceder en
los lances de la guerra y en las
negociaciones de la paz con la
noble franqueza y sinceridad que
caracteriza á las naciones jencro-
sas y valientes; se vale de los os-
curos artificios de la mentira y se-
ducción para deslumbrar y cor-
romper á los incautos que tienen
la debilidad de creer en sus pérfi-
das promesas.
Tal es el objeto délos tres ban-
dos de que hablo. Alucinar á los
habitantes de Buenos Aires con
esperanzas de una felicidad ima-
jinaria: tender una venda sobre
sus ojos para que no vean el abis-
mo de males de que están rodea-
dos: cubrir como con una guir-
nalda de flores las cadenas de
hierro que sus opresores les tie-
nen preparadas: entorpecer la na-
tural enerjía de aquellos activos
españoles: borrar de su corazón
si es posible, el amor, la fidelidad
y reconocimiento que deben al
mas benéfico y justo de todos los
'monarcas: hacer que depongan
para siempre las armas; que no
piensen mas en vengarse y volver
por su honor; y que solo aspiren
á sér los viles satélites del tirano
de los mares. A este fin les ha-
blan tanto de las ventajas que íes
proporcionará su alianza con la
Gran Bretaña: les dicen que en
aqüel gobierno no hai opresión:
que seles librarán prontamente de
los derechos é imposiciones gra-
vosas al comercio: que se respeta-
tos ministros: que no se tocará
en las leyes y usos nacionales; y
que su única intención es prote-
jer la costa del Este de la Amé-
rica del Sur, hasta que sea el país
mas próspero del mundo.
Pero, ¿qué hombre sensato y
juicioso dejará de reconocer en
estas afectadas espresiones el vil
idioma de la hipocresía y ficción,
tan ajeno de un intrépido militar,
como propio de las cobardes le-
jiones de aquellos codiciosos isle-
ños? ¿Cluién habrá que no se ir-
rite al oir pronunciar los nombres
sagrados de protección , de huma-
nidad , de beneficencia á on go-
bierno que se ha manchado recien-
temente con tantos robos, trai-
ciones y asesinatos? ¿A un go-
bierno que no ha cesado de soplar
por todas partes el fuego de la
discordia y rebelión? A un go-
bierno que ha encendido delante
de nuestros ojos tan grande ho-
guera en la porción mas hermosa
del orbe, quiero decir, la Europa,
cuyas provinciás hemos visto po-
co ha, inundadas con rios de san-
gre de sus mismos moradores? A
un gobierno que ha desamparado
con tanta vileza á sus propios
aliados, retirando apresuradamen-
te sus tropas de todos los puntos
por donde asomaba alguno de los
invencibles batallones de Bona-
parte? A un gobierno cuya amis-
tad ha sido tan funesta y ruinosa
para tantos y tan poderosos prín-
cipes, cubriendo de luto y de de-
solación los inmensos países que
median entre las fértiles riberas
del Adige y las heladas lagunas
- 169 -
de la Ingría? A un gobierno por
último, que pretende tanto tiempo
hace, levantar el trono de su ti-
ranía sobre los despojos y sepul-
cros de todas las demas naciones;
y que en estos últimos años no se
ha avergonzado de adoptar á la
faz de todo el mundo, corno basa
de su política maquiavélica, el
proyecto de guerra perpetua /pro-
yecto que ha estremecido á todos
los corazones sensibles; proyecto
que la ¡mas remota posteridad re-
cordará á nuestros descendientes
como un insigne monumento de
la ferocidad y barbarie á que el
egoísmo y monopolio precipita á
los pueblos que no oyen otras vo-
ces que las de su orgullosa y des-
naturalizada avaricia?
Jenerosos limeños! Arrojemos
lejos de nosotros con el desprecio
que por tantos títulos , merecen,
esos infames bandos co.' que el
jeneral ingles pretende sorpren-
der la innata fidelidad de nuestros
paisanos que habitan en las orillas
del rio de la Plata. Mirémoslo
como un insulto hecho á nuestro
honor; como un atentado contra
nuestra propia felicidad; y como
un plan dirijido á la destrucción
total de - nuestra patria: Comer -
ciantes! esos mismos que asegu-
ran ahora haberse apoderado de
Buenos Aires solo para protejer
vuestro comercio, son los que lo
han precipitado en el desmayo y
desaliento tan perjudicial á vues-
tras útiles especulaciones. Son
los que empezaron las presentes
hostilidades tomando tres fraga-
tas del rei y volando otra. Son
los que apresaron vuestros buques
indefensos que surcaban tranqui-
lamente los mares, con la confian-
za de que el pabellón español que
desplegaban al aire, les pondría á
cubierto de todo agravio departe
de una nación con la que enton-
ces no estábamos en guerra. Un
grito jeneral de indignación se le-
vantó al instante en casi todos los
gabinetes de Europa; pero no por
eso los avaros v crueles isleños
quisieron volver los usurpados
caudales teñidos con la sangre de
tantas víctimas inocentes.
Españoles! Esta nación pérfi-
da que aparcmta ahora á los habi-
tantes de Buenos Airesser lamas
humana de todas las naciones, es
la misma que no hace seis años
envió una escuadra y un ejército
delante de Cádiz cuando la peste
estaba ejerciendo dentro de sus
murallas los mas horribles des-
trozos. El almirante ingles veia
desde las ventanas de su cámara
los montones de cadáveres toda-
vía insepultos y la luz melancóli-
ca de las piras; y sin embargo in-
timaba á nuestro valeroso co-
mandante que se rindiese ó se
preparase á sufrir todos los rigo-
res de la guerra. Un arraez ber-
berisco, habiendo encontrado en
la mar un convoi que á espensas
del Papa llevaba víveres y medi-
cinas á la ciudad de Marsella, de-
solada á la sazón por una gran
peste, no solo no apresó dichos
buques, sino que los escoltó por
sí mismo hasta dejarlos dentro
del puerto. Y el almirante ingles
tiró á Cádiz en igual ocasión en-
cendidas bombas y balas con. de-
seo de convertirla en escombros!
- 170 -
Españoles! los que ahora pu-
blican en Buenos Aires una lei
para que los esclavos estén obe-
dientes y sumisos á sus amos, son
los mismos que en la isla de Sto.
Domingo han fomentado y no ce-
san de favorecer la rebelión mas
atroz de que hai memoria en los
fastos de las naciones. Todos he-
mos visto como mientras el san
gu inario Dessalines al frente de
una tropa innumerable de asesi-
nos, corría toda la costa con un
puñal en una mano y una antor-
cha en la otra, talando, incendian-
do y degollando cuanto encontra-
ba; una escuadra inglesa bloquea-
ba estrechamente el puerto de la
capital, á fin de que ni una sola
víctima escapase al furor africano.
Indios , que sois uno de los mas
dulces objetos de la ternura y ca-
riño de nuestro amabilísimo mo-
narca; la nación que se ha apode-
rado de Buenos Aires, ha tratado
en todos tiempos á los naturales
de la América y Asia con la mas
brutal inhumanidad. No pudien-
do en el siglo pasado domar
con las armas á los bravos mora-
dores de las Floridas hizo con
ellos una paz finjida, y á su som-
bra les regaló licores y vestidos
envenenados, que fueron causa de
infinitas muertes. Su compañía de
¡a India ha acabado con la mayor
parte de los sencillos habitantes
tía! Malabar, de Bengala, de Co-
romandel; y acabaría con todos
de un solo golpe, sino los necesi-
tase para la fábrica de sus finísi-
mos tejidos. Está todavía mui re-
ciente la memoria de la mons-
truosa hambre en que perecieron
millones de indios, porque pre”
viéndola los majistrados y facto-
res ingleses, almacenaron con an-
ticipación todo e! arroz y demas
víveres que había dado la escasa
cosecha de aquel año. Indios !
donde quiera que los ingleses han
puesto el pié, vuestra nación ha
sido hollada, abatida y destruida
sin el menor miramiento.
Habitantes todos del Perú!
Despleguemos en esta importan-
te ocasión todos los resortes de
nuestra fidelidad y de nuestro va-
lor. Lavemos pronto la fea man-
cha que la sorpresa de Buenos
Aires podría imponer á las armas
españolas, si nosotros nos man-
teníamos en una criminal indife-
rencia y apatía. Corramos al mo-
mento á tomar las armas en de-,
fensa de nuestra sagrada relijion
y de nuestro mui amado sobera-
no; y echemos á las profundas
corrientes del rio de la Plata esa
gavilla de contrabandistas y pira-
tas, que habiéndose apoderado so-
lo por sorpresa de uno de los mas
interesantes puntos de esta Amé-
rica, desconfiando de sus armas,
y temiendo los efectos de nuestra
justa venganza, se valen ahora
del detestable artificio de la se-
ducción; para apartarnos del cum-
plimiento de nuestros mas santos
é inviolables deberes, y para ha-
cer que cerremos los oídos á las
patéticas y penetrantes voces con
que la patria invoca al presente
nuestro ausilio.
(Minerva Peruana.)
- 171 -
Memorial patriótico presentado
al Sr. gobernador militar por
los jóvenes de corta edad de la
capital de Buenos Aires , soli-
citando' coadyuvar á la defensa
de la capital.
SF.ñOR GOBERNADOR.
Mariano y José Martínez, na-
turales y vecinos de esta ciudad,
á V. S. sumisamente esponen:
que no permitiéndoles su tierna
edad incluirse entre los demas
individuos que voluntariamente se
están alistando, é inspirándoles su
anhelo á pesar de lo espuesto sa-
crificarse en honor de la nación y
defensa de la corona, esperan de
la justificación de V. S. les per-
mita alistar hasta cierto número
de jóvenes que en algún modo
puedan contribuir á proporción
de sus edades á las funciones de
guerra que puedan ofrecerse, y al
propio tiempo sacudir la timidez
para cuando lleguen por su mayor
edad á ser útiles para las armas,
los haga mas aptos para el de-
sempeño. Buenos Aires, 13 de
setiembre de 1806.
Buenos Aires, 15 de setiembre
de 1806. — Concedo con la mayor
complacencia el permiso que se
solicita, ofreciendo que protejeré
tan laudable acción con cuantos
ausilios quepan en las facultades
de esta comandancia jeneral de
armas, debiendo ser agregados á
la artillería. — liniers.
Método que deben observar en la
instrucción de los tercios vo-
luntarios destinados á la de-
fensa de B ríenos Aires: dis-
puesto por el Sr. mayor jene-
ral de infantería , el coronel de
ejército D. César Balbiani ,
con acuerdo de los Srs. coman-
dantes de aquellos y aprobadas
por el Sr. comandante jeneral
D. Santiago Liniers.
VOCES.
Suponiendo estar el arma des-
cargada, y descansando sobre
ella.
Atención. — A esta voz se debe-
rá subir con viveza la mano dere-
cha á la trompetilla.
Armen la bayoneta. — Perfilán-
dose sobre su derecha se armará
con brevedad.
Presenten las armas — Se ha-
rá en un solo tiempo.
Prevénganse para cargar. — A
esta voz todos abrirán la cazoleta
con el dedo índice.
Ceben. — Se bajará el fusil ho-
rizontahnente al pecho sin otro
movimiento; se tomará el cartu-
cho, mordiéndolo para cebar, y
comprimiéndolo con los dosdedos.
Carguen — Cargarán con pron-
titud, atacando bien el cartucho.-
Presenten las armas. — Se ha-
rá como arriba.
Preparen las armas. — Se pre-
pararán.
Apunten: fuego. — En esta mis-
ma postura se llevará el fusil á la
posición de cebar sin haberlo pre-
sentado &c.
Presenten las armas. — Como
arriba.
Calen bayoneta. — Se ejecuta-
rá sin variar de posición bajando
50
- 17 2 -
el arma hasta apoyarla en la ca-
dena derecha.
Presenten las armas. — Armas
al hombro. — Afiancen las ar-
mas. — Armas al hombro. — Pre-
senten las armas.
Envainen la bayoneta — Se ba-
jará el fusil con la mano izquier-
da y con la derecha se empujará
el cubo de la bayoneta, y dejan-
do apoyar el fusil sobre la san-
gría del brazo derecho, la intro-
ducirá en la vaina con brevedad.
Descansen sobre las armas . —
Armas al hombro.
SUPLEMENTO.
Cubran las llaves . — Rindan
las armas.
Buenos Aires setiembre 30 de
1806-Firmado. — César Balbiani.
ORDEN DEL S R COMANDANTE JENERAL,
Buenos Aires, setiembre 30 de
1806. — Conociendo las infinitas
ventajas que presenta este manejo
d-e armas, propuesto por el Sr.
mayor jeneral, admítase en todos
los cuerpos de patriotas. — Fir-
mado. LINIERS.
Buenos Aires, l.° de octubre
de 1S06. — En consecuencia de lo
que previene el Sr. comandante
jeneral, pásense las antecedentes
instrucciones á los caballeros co-
mandantes, quienes sacando co-
pias, firmarán á continuación, pa-
ra que conste su intelijencia, re-
comendándoles el pronto desem-
peño. Firmado. — César Balbiani.
Método fácil de evoluciones y fue-
gos en que d.eben instruirse los
tercios voluntarios de infante-
ría , destinados á la defensa de
la capital de Buenos Aires ,
sin embargo de lo prevenido
por ordenanza , con concepto á
la escasez de estas , y circuns-
tancias de estos cuerpos , dis-
puesto por el mayor jeneral de
infantería con acuerdo de los
i Srs. comandantes de aquellos ,
y aprobación del Sr • coman-
dante jeneral D. Santiago Li-
niers.
Después de perfectamente ins-
truidos dichos cuerpos en los ji-
ros y medios jiros, marchas de
batalla, retirada, desfiladero y
oblicuo, se ejecutará lo siguiente:
Se formarán todas las compa-
ñías en el orden de batalla solo
en dos filas subdivididas por mi-
tades, cuartas y octavas partes,
debiendo colocarse todos lo§. ca-
pitanes á la derecha de sus com-
pañías, el teniente dos pasos de-
tras de la segunda mitad, y el al-
férez al costado derecho de la pri-
mera fila de la segunda mitad: el
primer sarjento dos pasos detras
de la segunda fila de la mitad de
la derecha: el segundo sarjento al
costado derecho de la segunda fi-
la detras del capitán; y el tercero
en la segunda fila detras del alfé-
rez. Todos los cabos se coloca-
rán en los intermedios de las mi-
tades, cuartas y octavas, de sus
compañías. El comandante al cos-
tado derecho cuatro pasos al fren-
te de la primera compañía, y á
uno detras de él sobre su izquier-
da el primer ayudante: el segun-
do comandante y segundo ayu-
' n »M ~ u ■■ ■ " —
r— ■ 173 -
dante en la misma posición al cos-
tado izquierdo. Las banderas es-
tarán en la segunda fila de la oc-
tava derecha de la compañía del
centro, Los tambores se dividirán
en tres puntos, costado derecho é
izquierdo, y un paso á la reta-
guardia’ enfrente de las banderas,
reservándose uno para las seña-
les del que mandare, y de esta
formación á la de la columna se
dará esta voz:
VOCES.
Tercio: Par compañías ( mita-
des , cuartas ú octavas ) á formar
en columna , ( ó dar un cuarto de
conversión) sobre derecha (ó iz-
quierda ). — Para esta formación
se deberán observar dos cosas, la
primera es la de nunca alejarse
del que hace el eje, ó parte que
sostiene; y la segunda el inclinar
la vista hácia el costado que mar-
cha á fin de estar bien alineados.
Tercio: á su formación en bata-
lla. — Darán todos media vuelta á
la izquierda, y deshaciendo el
cuarto que dieron, marcharan ba-
jo las mismas reglas prevenidas
arriba.
Frente. — Con media vuelta á la
izquierda mudarán de frente.
Tercio: por compañías , por mi-
tades #c, á formar en columna #.
Como arriba. Sobre la marcha
para aumentar ó disminuir el fren-
te de la columna se dará esta voz:
Columna: por compañías <S?c.
2)ot- derecha ( ó izquierda ) á do-
blar su frente. — A esta voz las
partes que han de aumentar el
frente saldrán sobre su izquierda,
(ó derecha según por el lado que
se haya mandado) con el paso
oblicuo; las demas seguirán
marcha de frente con paso corto,
que mudarán al regular cuando
las que han marchado oblicua-
mente estén unidas en su misma
linea.
Tercio: á disminuir el frente
de la columna por la izquierda
ó derecha. — Las partes que deben
doblar á la retaguardia marcha-
rán al paso corto hasta que sobre-
salga un paso de la compañía,
mitad ó cuarta detras de la cual
deben colocarse, y lo ejecutarán;
entonces con el paso oblicuo, y
después de bien cubiertas sus hi-
leras con las de su frente segui-
rán al paso regular. *
Tercio: por la izquierda ( ó
derecha) á desplegar en batalla á
su frente. — A la voz frente, to-
das las compañías &,c. menos la
de vanguardia que forman la co-
lumna, darán velozmente un me-
dio cuarto de conversión sobre el
costado que deben desplegar, y
á la de marchen lo ejecutarán de
frente por la diagonal, observan-
do para su dirección el costado
izquierdo ó derecho de la compa-
ñía, ó mitad que les precede: en
llegando al terreno que deben
ocupar, se deshará el medio cuar-
to que se dio antes de marchar,
con lo que se entrará bien en la
formación de batalla.
Nota: por el mismo costado que
se ha aumentado el frente de la
columna se deberá disminuir, y
las evoluciones que se han ejecu-
tado sobre la derecha, para veri-
ficarlas sobre la izquierda, se ha-
rá con movimientos opuestos.
Voces de fuegos. — Se cargara
- 174 -
y manejará el fusil según se pre-
vino anteriormente, aumentando
solo que la primera fila no pondrá
rodilla en tierra.
Tercio: Prevénganse á hacer
fuego de compañías á pié firme.
A esta voz todos los oficiales em-
bebidos en la primera fila se per-
filarán sobre su izquierda para
mandar sus respectivas compa-
ñías sin levantar la voz mas de lo
que sea necesario para ser oidos
por aquellas, y el capitán de la
primera compañía dará las voces
siguientes: primera: preparen las
armas: apunten: fuego: ceben:
carguen: y el de la segunda cuan-
do la primera apunte, mandará
preparar las armas , y seguirá
dando las voces que se han seña-
lado para la primera, y sucesiva-
mente por el mismo orden con un
solo tiempo de diferencia lo eje-
cutarán todas las demas compa-
ñías, advirtiendo que seguirá el
fuego por su orden de derecha á
izquierda mientras no haya un
redoble quees la señal deque cese,
debiendo todos concluir de cargar
su fusil con brevedad y aguardar
con las armas presentadas la voz
del que manda. Del mismo modo
se podrá ejecutar este fuego por
mitad de compañías <£c.
Tercio: preparen las armas:
apunten: fuego: ceben: carguen.
A esta voz todo el Tercio hará
fuego y cargará con prontitud.
Tercio: armas al hombro por
compañías (ó mitades tyc) á for-
mar en columna sobre la dere-
cha — So hará como que-
da prevenido.
Columna: por la izquierda á
deplegar en batalla á su frente
con fuego. — Para desplegar se
hará con el medio cuarto de con-
versión citado, y al entrar en for-
mación de batalla la primera di-
visión que ha desplegado, hará
inmediatamente fuego la que se
hallaba de vanguardia, y sucesi-
vamente lo harán todas según va-
yan entrando en formación, hasta
que preceda el redoble dicho.
‘ Tercio: por compañías éfC. á
formar en columna sobre la dere-
cha. — Se hará como queda pre-
venido.
Columna: prevéngase á hacer
fuego ganando terreno. — Lo eje-
cutará toda la primera compañía
de la vanguardia dando 6 pasos
al frente y haciendo con viveza á
derecha é izquierda, por hileras,
pasarán á paso redoblado al cos-
tado de la columna hasta llegar
al centro de ella, en donde ha-
ciendo frente al costado del cam-
po, cargarán con la brevedad re-
comendada, y esperarán que pase
la columna para incorporarse por
su orden á la retaguardia: luego
que la primera compañía haya dis-
parado y hecho lugar á la que la
sigue, marchará esta los mismos
6 pasos al frente con la mayor vi-
veza, dará luego su descarga y
desfilará como la primera, debien-
do observar todas las demas este
mismo orden en todas sus partes.
Columna: prevéngase á hacer
fuego perdiendo terreno. — Empe-
zará la primera compañía de la
vanguardia y luego que lo ejecute
hará á derecha é izquierda como
se previene en el capitulo ante-
rior, debiendo seguir por desfila-
- 175 -
clero hasta reunirse del mismo
modo en retaguardia; y dado el
frente cebarán y cargarán, y- se-
guirá sucesivamente como queda
prevenido.
Nota: Siempre que se haga
fuego de columna, antes de em-
pezarlo, y á la última voz del que
manda, la compañía en que están
las banderas hará á derecha é iz-
quierda, y por los costados mar-
chará por desfiladero á colocarse
en la retaguardia, cuyo puesto
conservará constantemente.
Si de esta formación se manda-
se pasar á la de batalla, dejarán
las compañías inmediatas el hue-
co correspondiente para colocar-
se la compañía que tiene las ban-
deras.
Así estas como las demas for-
maciones que sean necesarias, se
demostrarán prácticamente para
la mejor intelijencia.
Buenos Aires 8 de octubre de
1806. Firmado . — César Balbiani.
Apruébase en todas sus partes.
LI NIERS.
En consecuencia, comuniqúe-
se á los Srs. comandantes de los
cuerpos voluntarios, que firmarán
para que conste su intelijencia. —
Fecha ut supra. — Balbiani.
Parte del jtneral Limers al
Príncipe de la Paz , ampliati-
vo del de 1 6 de agosto.
EXMO. SEñoR.
En los apuros en que se halla-
ba mi atención el 16 del mes pró-
ximo pasado comuniqué á V. E.
brevemente el feliz suceso de la
reconquista de esta plaza. Por
aquella lijera idea habrá compren-
dido V. E. la gloria de las victo-
riosas armas de nuestro mui ama-
do monarca* pero no los estraor-
dinarios esfuerzos de este fidelísi-
mo vecindario para sacudir un yu-
go tanto mas pesado é insufrible,
cuanto es grande su amor y adhe-
sión á su lejítimo y verdadero
señor.
Efectivamente, desde que los
leales habitantes de esta capital
presintieron la idea de su recon-
quista, y la posibilidad de adop-
tar los medios convenientes á efec-
tuarla, no es ponderable, señor
Exmo., cuanto se inflamó su celo
por conservar los créditos de su
vasallaje, relijion y patriotismo.
Reunidos en unos mismos senti-
mientos y proyectos: libres unos
de las ligaduras del juramento,
por no haberlo prestado el jenerál
ingles; y eximidos otros de su ob-
servancia por haber faltado aquel
á lo pactado, resolvieron -volver
por el ajado honor de los españo-
les; y despreciando el inminente
riesgo de su ejecución, prodiga-
ron ausilios costosísimos, las mas
veces con total abandono de sus
familias, acreditando masque nun-
ca el interes con que miraban los
de la monarquía, hasta creerse in-
felices mientras no lograban sa-
crificarse en su defensa. Fué ne-
cesario (según he llegado á en-
tender) mitigar el ardor de los que
se prestaban á tan heroica em-
presa, y hacerle no poca violen-
cia, para que sufriesen la corta
51
- 176 -
dilación de reunirse con las tro-
pas que salieron conmigo de Mon-
tevideo.
Luego que acampé en las inme-
diaciones de la ciudad se agolpa-
ron aun las personas de menores
conveniencias con municiones de
boca para la subsistencia de la
tropa, caballos, monturas y car-
ros para el bagaje: pidieron ar-
mas hasta los niños, se incorpora-
ron al pequeño pié del ejército de
Montevideo: se reunieron á los
miñones en las guerrillas de las
calles dos dias antes de la acción
decisiva, y entraron en ella car-
gados con la artillería, sin escep-
cion de edades, acompañados de
una mujer varonil, con un denue-
do superior á todo encarecimien-
to, y una alegría, presajio de la
victoria que ganaron con su sangre
Aquella multitud de pueblo que
se me agregó en el corto tránsito
de los mataderos de Miserere al
ventajoso punto del Retiro, ocu-
pado con denuedo, me facilitó der-
rotar y amedrentar al enemigo,
por el singular esfuerzo con que
sacaron á campo limpio la artille-
ría detenida y atollada en los al-
bardones y pantanos. Se faé au-
mentando considerablemente así
en el campamento del Retiro, co-
mo en las calles de la ciudad; de
modo que me vi rodeado en la pla-
za mayor de un cuerpo inmenso
de guerreros, cuyas voces de
avance , avance , confundían casi
el estruendo de la artillería, y lie-
naban de horror al enemigo.
La memoria de iníinitas heroi-
cidades que han ejecutado estos
amantes vasallos del mejor de los
monarcas, me llenaría de admira-
ción; gozo y contento, sino estu-
viese mezclada con la pena de ha-
ber perdido mas de 200 hombres,,
pues ha muerto la mayor parte de
los heridos, y entre ellos los va-
lientes y distinguidos vecinos de
esta capital, D. Diego Alvarez
Baragaña y D. Tomas Valencia,
con mi edecán D. Juan Bautista
Fantin.
Puesto ya en posesión de esta
importante plaza, no es fácil in-
dividualizar los empeños de este
vecindario para asegurar la victo-
ria. El ha exihibido gruesas su-
mas de dinero para atender á las
necesidades que han ocurrido: no
se ha negado á ningún trabajo ni
fatiga, cuando ha entendido que
era servicio de S. M.; ni se ha es-
cusado á prestarse á las mayores
incomodidades, por tal de recha- 1
zar al enemigo si intentase sor-
prendernos de nuevo: porque á es-
te fin, habiéndome sido preciso
levantar tropas para que hagan la
fatiga y estén en punto de guer-
ra, mientras las vivas, y milicia-
nas existen en concepto de capi-
tuladas, los vecinos y moradores
de esta capital ocupados del mas
noble y estremado entusiasmo por
el honor de nuestro pabellón, se
han prestado voluntaria y jenero-
samente á todas las atenciones del
servicio, alistándose en cuerpo de
ejército, compuesto de batallones
según las provincias de su naci-
miento; á cuyo efecto habiéndose
uniformado á grandes costos, se
aplican asidua y esmeradamente
al ejercicio y evoluciones milita-
res, encendiéndose en emulación
- 177 -
de aventajarse cada provincia en
lealtad, instrucción, subordina-
ción y valor para escarmentar glo-
riosamente al enemigo, y dándo-
me fundadas esperanzas de que los
siete mil y mas hombres que es-
tán ya sobre las armas afianzarán
para siempre el pabellón del rei
católico en esta parte de America.
Este deber sagrado que tan re-
lijiosamenteobserva este numero-
so vecindario, es la obra de los
mas nobles sentimientos de amor
y vasallaje que se abriga en el co-
razón de todos, y que ha ratifica-
do el ejemplo que de estas y de-
mas virtudes ha dado el M. I.
Cabildo de esta capital. Este cu-
erpo impedido por si para hacer
abiertamente la guerra, sin ser in-
fractor de unas capitulaciones que
el enemigo había violado con de-
safuero, preparó • moralmente la
reconquista, presentando repeti-
das veces á su vasta población un
modelo de lealtad á nuestro ama-
do rei y señor, defendiendo el vi-
gor de sus leyes en cuanto pudo
y debió: manteniendo el buen or-
den con una prudencia espuesta á
toda prueba,* y el decoro debido
á su autoridad y al monarca au-
gusto de España, en cuyo nom-
bre la ejercía aun con riesgo de
su vida.
Ni puedo pasar en silencio la
jenerosidad de este ilustre cuerpo
en proporcionar alojamiento y bas-
timentos á las tropas vencedoras,
desde el momento de la victoria:
ha invertido ai pié de cien mil
pesos en francas gratificaciones;
ha oblado quince mil pesos para
dotar quince doncellas, prefiriendo
aquellas, cuyos padres murieron,
ó fueron heridos en la acción: ha
tomado á su cargo la manutención
de los que han quedado impedi-
dos para trabajar: ha establecido
pensión vitalicia á las viudas: ha
resuelto atender con el socorro
posible á los huérfanos que han
resultado: ha facilitado médico y
medicinas á los heridos, y ha fran-
queado prémios de honor á aque-
llos que mas se han distinguido.
No satisfecho con esto, se ha
constituido á costear la mitad de
la montura del nuevo cuerpo de
Húsares que llegaron á doscientos
hombres: ha levantado á sus es-
pensas el de Voluntarios Patrio-
tas Artilleros, compuesto de 455
hombres, divididos en 7 compa-
ñías con sus correspondientes ofi-
ciales, todos pagados: ha ofrecido
4 pesos mensuales de sobre suel-
do á cada individuo de los que
componen las fuerzas marítimas:
se ha prestado á uniformar á su
costa al pié de 300 hombres del
Cuerpo de Patriotas: ha dispues-
to reembolsar en la parte posible
las cuantiosas sumas de aquellos •
particulares vecinos que exhibie-
ron el numerario para la reunión
de jente y acopio de municiones;
y ha suplido los gastos necesarios
para la importación de las tropas
inglesas á lo interior de la pro-
vincia.
Finalmente me consta, Señor
Exmo., que este ilustre ayunta-
miento después do agotar sobre
doscientos mil pesos en las refe-
ridas atenciones, no repara en
gasto alguno para asegurar á
S. M. el dominio de esta preciosa
i
- 178 -
piedra de su corona. Tal es de
grande el amor que le profesan,
y tal la justa confianza que tiene
en un vecindario noble y jeneroso,
que le ha proporcionado ausilios
y medios para llenar sus grandes
deberes, en circuntancias las mas
criticas y estraord triarías.
Ntro. Señor guarde la impor-
tante vida de V. E. muchos años.
Buenos Aires, once de octubre
de 1806.
Tengo el honor de ser de V. E.
con el mayor respeto, su mas
atento y seguro servidor.
a S. M. b.
Exmo. Señor.
SANTIAGO LINIERS.
Exmo. Sr. Príncipe de la Paz ,
Jeneralísimo de los reales ejérci-
tos y armadas.
d la gloriosa memoria del te -
niente de fragata D. d^ustin
dbreu, muerto de resultas de
las heridas que recibió en la
acción del campo de Maldona-
do con los ingleses el dia 7 de
noviembre de 1806.
eu AMIGO D. JOSE PREGO DE OLIVER.
¡Abreu!.,. .¡Amigo mió!. ..No responde.
El denso velo de la noche eterna
Su faz encubre, y á mi vista ansiosa ;
Por siempre me lo esconde.
Grabada en mi alma la memoria tierna
De tu amistad ardiente y oficiosa,
Te busco, Abreu, te busco, y no te en-
cuentro.
Sin tí á mis ojos es calijinosa
Del Sol la lumbre, y fuera de su centro
Se me aparece toda la natura:
¡Tal es tu faltu! ¡Tunta mi amargura!
Tu alma voló á las auras: ese pecho,
Archivo de mis cuitas, no palpita,
Y sobre el suelo yace sanguinoso.
El monstruo de la guerra con despecho
El patrio suelo ajita;
Y tu á Ia9 armas corres, y animoso
Del entorno te arrancas de tu esposa,
De amigos, y parientes;
Ni la ves lagrimosa,
Ni los suspiros, ni plegarias sientes.
De sangre y amistad los duros lazos
Superior á Sansón hizo pedazos.
No sonará tu voz en mis oídos,
Aquella voz, que de consejo llena
El penoso vivir me solazaba.
Apenas apercibes los jemidos
Del colono que atado á la cadena
Por su perdida libertad lloraba,
Cuando tu fuerte p'echo se estremece,
Y no queriendo ver la patria hollada.
Tu pundonor acrece
El ansia de acorrerla con la espada.
Al león semejante, que la arena
Escarba, ruje, y de furor se llena.
Encargado por fin de la jornada
Al retumbar del sonoroso parche
Gozo y bravura su semblante vierte.
Las filas corre de la jente armada.
Y hace la seña de que el campo marche.
La vía emprende; en pos la hueste fuerte
Sigue al caballo, que el caudillo monta;
El pueblo se abalanza
En derredor; se aleja; ya trasmonta.
Desaparece; y llena la esperanza
De la tímida vírjen, del anciano,
Que al Cielo elevan una y otra mano.
Vencida la distancia del camino,
A Maldonado (a) ven, y al Anglicano,
Que formado en escuadras los espera,
Abreu clama: soldados el destino
Nuestros votos cumplió, no sea en vano
La estima con que el pueblo nos pondera :
Sus hogares, sus hijos, sus altares
A nuestro acero fia;
Los que allí veis, forzaron nuestros lares;
No quede impune tanta demasía:
La patria jime y el deber nos llama;
La muerte es vida, si la vida infama.
Dijo: y al modo de torrente undoso.
Que rebosando el cauce se dilata,
Y con ímpetu arrastra cuanto encuentra:
^a) Pueblo distante 30 leguas de Mon-
tevideo, de donde salió la espedicion.
B gSf - vr» ».
- 179 -
Así nuestro caudillo valeroso
Corre, atropella, hiende, desbarata.
Y entra la confusión por do quier que
, entra;
Mas despedido el plomo de un mosquete
Le taladra un costado,
Y al suelo arroja al incito jinete
En lodo, en sangre y en sudor bañado.
El rio (n) lo ve caer y sobre el pecho
Inclina el rostro en lágrimas deshecho.
Salve Tarifa ilustre; salve tierra,
Madre de los famosos capitanes,
Que de ornamento sirven á la historia.
Tu bastas sola á domeñar la guerra,
Pues si supiste producir Guzmanes.
Qne amenguasen del árabe la gloria,
También en este dia
En Abreu nos presentas una hazaña,
Que ha de alcanza*' eterna nombrndía
Con pasmo del Bretón, y honor de España.
Cántela pues el Apolíneo coro,
Mientras yo callo sumerjido en lloro.
Oda en elojio de la que D. José
Prego de Oliver dedicó á ía
buena memoria de su amigo
D. Agustín Abreu .
¡Inmortal Prego!(Si es que este dictado
Tu carácter esprime:) nuevo Apolo,
Que emulaodo dulzuras del primero
Le has menguado la gloria de ser solo.
Tu ejecutas mi numen. Tú le has dado
Nuevo ser en su vivir postrero.
No al métrico sendero,
Que se ha abierto á porfía
En el mas bello dia
De. nuestra libertad. No, ilustre Prego,
"Este acorde cantar á tí lo debo.
Moribunda mi musa, ni el camino
Que al Pindó guía ya se )e acordaba,
Cuando tu fausta voz sus oídos hiere.
¿Ves al jilguero que ante's modulaba,
En silencio trocar su dulce trino.
Hasta síntomas darnos de que muere?
¿Lo ves aunque no quiere
Recobrar el aliento
(a) El Rio de la Plata, cuyo puerto
primero es el de Maldonado.
Al son de un instrumento,
Que su maquina impulsa? Así la mía
Al escuchar tus versos revivía. *
¡Oh, me dije; ¿qué nueva y peregrina
Aura suave dá á mi pecho aliento?
¿Toca la lira Apolo? ¿Canta Orfeo?
¿ Ajita acaso estrano movimiento
Todo el castalio coro ? ¿Qué divina
Impresión en el alma siento y veo?
¿Que aliciente recreo
Dar á mi musa pudo
Estraña acción? ¿Qué dudo?
Tú eres Prego divino, tú eres solo
El suavísimo Orfeo,. el dulce Apoio.
Así dije: y oculto encantamiento
Del Parnaso k las faldas me transporta,
(Que á las cumbres trepar solo á ti es
dado)
Reunidas miré allí, [el alma absorta]
Todas las gracias. ¡Natural portento!
Vi alegre el cielo; vi risueño el prado,
De ñores esmaltado.
Aves vi que con salva
Saludaban el alva.
De una vez: yo vi tus versos bellos;
Y tantas gracias vi, cuantos son ellos.
Las musas te saludan [bien quisiera
Cantar junto con ellas tus loores].
Buhos nocturnos pisan sus estrados.
Sus quejas suspendiste. Sus primores
Asoman á tus labios. No pudiera
Mejor númen prefijar sus hados.
Ellas, pues, compensados
Bien quieren tus esmeros,
Así entre los primeros
Alumnos el coro hoi te coloca.
Goza, Prego, este honor, pues que te toca
'Are ngas de varios caciques ¡pa m-
pas y araucanos , hechas en fi-
nes de diciembre de 1806, al
Cabildo de Buenos Aires , ofre-
ciendo ausílios contra los in-
gleses.
Primera . — “A los hijos del
sol, á aquellos de cuyas grandes
hazañas nos han llegado tantas
nuevas, á los que espulsaron de
- ISO -
sus casas á los colorados (los in-
gleses), á los que guardan con
nosotros amistad y providencia de
hermanos, hoi los grandes caci-
ques que aquí veis, venimos á ofre-
cerles veinte mil guerreros nues-
tros, cada cual de estos guerreros
con cinco caballos, jente que va
adelante siempre y que no teme al
enemigo. Hemos querido veros y
que nos veáis, para que esteis mas
ciertos de nosotros, y se aprieten
mejor nuestras lazadas de amistad
y de hermanazgo. Nuestra reso-
lución es de. ayudaros á despedir
esos malos huéspedes codiciosos,
embusteros y crueles, que por se-
gunda vez intentan oprimiros.
Contad, palabra cierta de verdad,
que ni agua de beber hallarán en
nuestras costas, y qne nosotros
somos sordos de los dos oidos pa-
ra ellas. Cuando el pampa dice á
alguno que es su amigo da su
sangre. Nuestros guerreros están
prontos: á la primer llamada de
clarines que mandéis hacer á sus
caballos, dejarán sus dos rios y
cubrirán el vuestro. Los diez ca-
ciques grandes son los que pro-
meten, puestas sus manos en las
vuestras. ”
Segunda. — “Epugner, Erre-,
puento y Turuñanquu, capitanes
principales de Pitulquen, Valdi-
via y Chile en la costa del cabo
de Hornos, con noticia que nos
han dado los caciques pampas,
Negro, Chuli-Laquini, Payla-
guam, Marcuus, Lorenzo, Guay-
colam, Peñascal, Luna y Q,uin-
tüy caciques capitanes, del mu-
cho agasajo que hicisteis á sus
r personas, y de las ofertas que os
han hecho de soldados; querien-
do manifestaros igualmente los
deseos que tienen de asistiros con-
tra los £ clorados , invasores de nu-
estras tierras, ofrecemos:
“Yo cacique capital) Epugner,
dos mil ochocientos sesenta y dos
de mis soldados jente dura y bien
armada de chuza, espada, bolas,
y honda, con sus coletas de toro.
Téngolos á mi mando en Cabeza
de Buey, lugar de mi residencia;
allí los tendré al vuestro hasta
que me aviséis no seros necesarios.
A vuestro primer chasqui (aviso
por la posta) acudirán veloces sin
hacer ningún descanso para ayu-
dar á sus hermanos...
“Y nosotros, Errepuento y Tu-
ruñanquu caciques capitanes que
juntos y acampados en Tapalquen,
contamos los dos hasta siete mil
soldados, iguales en armas á los
de nuestro hermano cacique ca-
pitán Epugner, los ponemos tam-
bién á vuestras órdenes. La ma-
yor prenda de amistad para noso-
tros será esta, que nos dejeis par-
tir vuestros peligros como nos ha-
céis participar de vuestros bienes.
'Sois nuestros protectores, y nu-
estra obligación es seros fieles.
Soldados vuestros somos; dadnos
vuestra divisa, y llamadnos cuan-
do queráis á la batalla” (a).
Continuación del donativo ofreci-
do y realizado hasta fin de di-
ciembre de 1806, en Buenos Ai-
(a) El Cabildo, se dice los obsequió
mucho, y los despidió, admitiendo sus au-
silios, si llegaban á ser necesarios.
(.V. de la Red )
D. Antonio del Rio *
Francisco Pérez
Juan de Córdoba 10
Mariano Díaz 4
Julián Martínez
Mariano Gacho, 10
Juan Castro 2
Pascual Fernandez 2
Diego Garrido
Juan Parareda 24 2
Domingo Vilela. 4
Miguel Barrionuevo 2
Pedro González. 6
José García 1
Joaquín del Arca 2
Petrona Domínguez 4
José Navarro 1
Blas García 1
Miguel Usal 3 7
José León 6
José Guerra 20
Pedro de! Caño 4
Andrés Q,uevedo 6
José Antonio Miro 2
VECINOS V PARTICULARES.
' Los Señores.
D. Gazpar de Santa Coloma... 3000
Tomas de Balanzategui 3000
Martin de Alzaga 2000
Antonio García López 2000
Estovan Villanueva 2000
Francisco Ignacio Ugarte.. 2000
Martin de Sarratea 2000
Diego Agüero 2000
Manuel de Arana 2000
Juan Bautista Elorriaga. . . . 1500
Juan Antonio de Lecica.... 1500
Pedro Al varado 1500
Manuel de las Carreras.... 1500
Luis de Gardeazaval 1500
Jaime Alcina y Berges 1500
Francisco de Belaustegui. .. . 1500
Francisco Tliellechea 1500
Juan Antonio Santa Colma.. 1200
José Ramón Mila de la Roca
á la declaración de la paz. 1000
José de Isasi 1000
Juan Fermín Echichipia. . . . 1000
Juan de Silva Cordeiro... . 1000
Miguel Fernandez de Agüero. 1000
Mannel deLarravide 1000
Pablo Ruiz de Gaona 1000
Ventura Miguel Marcó 1000
Juan de Llano 1000
Pablo Villarino 1000
Juan Bautista Ituarte 10C0,
Antonio de las Cagigas 1000
José Martínez de Hoz 1000
Juan Antonio Rodríguez.... 2 000
Tomas Antonio Romero... .. 1000
Manuel de Aguirre .. 1000
Francisco Díaz Veiez. 776 6
Gabriel Real de Asua 700
Matías Cires 5Ó0
José Pastor Lecica 500
Francisco Neyra y Arellano. 500
Julián del Molino Torres. .. . 500
Ignacio Rezaval, 500
Eujenio Balbastro 500
José Riera 500
Francisco del Sar 500
Ventura Fernandez Casta-
ñeda 500
José Antonio Capdevilla ... . ' 500
José Alverto Capdevilla 500
Domingo de Ederra ....... . 500
Sebastian Torres 500
Pedro José Marcó ,.. 500
Ildefonso Pasos 503 3
Juan de la Helguera 500
Juan Ignacio de Escurra. .. . 500
Francisco Escola 500
Josefa de la Jarrota 600
José Yevenes 500
Ramón Román Díaz. ...... . 500
Manuel de Haedo 500
Pascual Pita 500
Julián de la Zeadeja 500
Juan Antonio Zelaya 500
Agustín Bosquet 500
Joaquín Pintos 500
Ramón Ximenez 500
Francisco BaldoAinos 500
Toribio y D. R.afael Mier. .... 5833|
Norbeito Quirno 500
Olnguer Reynals 500
Antonio José Escalada 500
Antonio Cornet y Prat 500
Agustin de la Lama 500
José María de las Carreras.. 500
Vicente de Echavarría 500
Francisco Dosal 500
Cristóbal de Aguirre 500
Lorenzo Ignacio Diaz 500
Lorenzo Santabaya 486 3
Francisco Xavier de Ríglos.. 486 3 ‘
José Antonio Lagos 486 S-
Sebastian López 485
Lúeas Fernandez 485
i
- 183 -
D. Domingo Antonio González.. 402 5
José Martínez de Escobar.. 400
Santiago Esperón 400
- Juan Molina.... 335 1
Gerardo Bosch 350
Juan José de Lecica ....... . 388 2£
Gervasio Posa'das 300
Juan Cerantes ; . 300
Felipe Vidal .. 300
José Hernández 300
Miguel Escuti 300
José Merelo y D. Francisco
de Paula Marzan 300
Carlos Soinoza 300
Jaime Nadal y Guarda 300
Juan Ventura Coviaga 300
Juan Bautista Terrada 300
Santiago Gutiérrez 300
Joaquin de Madariaga 200
Miguel Roxas 201 2
Pedro Vicente de Castro. .. . 200
Andrés Domínguez 200
Pedro Martínez 200
Juan Uriarte 201 2J
Domingo López 250
Antonio Piran 201 2
Pedro Díaz de Vivar 201 2
Domingo Pablo deLariz.... 200
Dr. Joaquin Campana 201 2
José Morel y Perez.. ...... . 201 2
Gerardo Antonio Pose 200
Juan José Castro 200
Antonio García Diaz 200
Estevan Romero 200
Florentina Gómez y Noriega. 200
Andrés Caxaraville 230 1
' Bernardo Gregorio de las
Heras 250
Juan Francisco Fernaadez.. 200
Antonio Fecha 200
Matias de Echevarría 291 1|
Francisco Castañon 200
El Presbro. D. Pedro Fer-
nandez 200
Joaquin ‘Arana 200
Frascisco Moreno 200
Pedro Berro. 200
Raimundo Real 200
Alonso Ramos 200
Sebastian de Eyzaga.. 200
Roque Burugorri 200
José Ramón Ugarteche 291 2
El Dr. José Toribio Moyano. 194 1|
Francisco Agar 140
Serapia de la MataBustamante 150
Celedonio Garay 150
Francisco do la Mata Bus-
tamante ». 150
Diego Antonio Pombo 150
Casilda de Igarzaval 150
Antonio Abispon 150
José Francisco Vidal 150
Gerónimo Martínez y D. Lo.
renzo José Gari, Comisio-
nados para recoger el dona-
tivo voluntario del gremio
de plateros del que son
individuos, han entregado
1 12 p fs. recojidos de aquel
gremio, sin dar lista de
nombres ] \<*
El Colejio Real de S. Carlos. 100 4
José de Elexaburu 100
Manuel Luque 100
Diego Rubí 100
Ignacio Aldecosea 100
Francisco Maderna 100
José Fernandez de Castro... 100
Juan Galvez 100
Manuela Gómez Cortinas... 100
José Amenabar. .. 100
Francisco Mezquita 100
Tomas de Salas 100
Juan Ignacio Benavides. .. .. 100
Domingo Echa ves 100
Manuel Obligado 100
Antonio Bolafio 100
Jaime Llavallol 100
Isidro Villa. 100
José Escufet 100
Manuel Blanco.. .. , 100
Manuel de Caveda y Valle.. 100
Manuel López Seco 100
Pedro Baliño 100
Pascual Vilesin 100
José Díaz 100
Miguel Gorman 100
Manuel Rosales 100
Doctor D. Vicente Antonio de
Echevarría 100
José María Balbastro 100
Felipe Texada 100
Antonio Marino 100
Francisco Tomas de Estrada. 100
Francisco García Cienfuegos, 100
Pedro Herrán 100
Bernarda Davila 1005£
Gerónimo Arechaga 100
Maria del Transito Melga-
53
- 1
Jacinto de Castro
100
Angel Sánchez Picado
100
Domingo Ondicola
100
Manuel Gil
100
José Almiball
100
Juan Viguri
100
Ana Jacinta Almando” ..
El Dr. D. José Jeaquin Ruiz,
100
Presbítero
100 5
Francisco Chas
100
Francisco Antonio Paz
100
Miguel Vázquez.
100
Domingo Sierra
100
Juan Bautista Castro
100
José Pereira del Espinillo.. .
100
Francisco Gamas
;oo
Doctor Agustín de Elia. ....
100
Alexo González
100
Joaquín Gómez de Somavilla.
100
Pedro Ujué
100
Antonio Miguel Moreno,....
100
Juan Simón Gómez
100
Martin Casa
100
Joaquín González Cazón*,..
100
León Pereda de Sarabia....
100 5
Agustir» González Miguens...
100
Pedro Perez
100
Juan Fornet
80
Andrés Montes
97
El Dr. D. Luis José Chorroa-
•
rin, Presbítero
50 2
Pedro Mendiburu
50
José Mateu
80
Marcos Rodríguez.
50
Andrés Blanco
50
Juan Grimau
50
Fautino Bozo
50
Francisco Villar
50
Pedro Botet
50
Juan Gasparini,. .
40
Maria Alverti.-.
48 4
Angel Arenillas
40
Joaquín Antonio López
50
Rafael Blanco
50
Estevan Uget....
50
Miguel Pita
50
Rafael Cardnlda
50
Francisco Rodríguez Alfuran.
50
Andrés Canevá
. 50
José de la Vega González...
50
Pascual Planes
50
Martin Grandoli
50 2
Maria Eusebia Lima
50
Salvador Molleras-..
50
Antonio Ganigo
50
Diego Marenco.... 50
Atannsio Gutiérrez '. ! 50
Joaquín de la Carra 50
Martin Ruiz de la Peña.... 50
Maria Josefa Sola 50
Nicolás Cañe] 50
Antonio Miró 50
Francisco Lamela 50
El Doctor D José Réyna
Presbítero 50
Juan Baya y Rosell 50
Lorenzo Inciarte 5o
Domingo Pasos.... 50
Ignacio Pequeño 50
José Nadal y Campos 50
Julián Vivar 40
Juan de la Franca. 40
Luis Denela 40
Manuel Canosa ¿ ... 40
Roque Ortoño 40
Francisco Calvo Vaz 40
Maria Ignacia de la Torre.. 40
Manuel Soriano * 40
Felipe Hurtado de Mendoza. 40
Juan José Escobar 30
Juan Montañés. 25
Juan Ignacio Elia 25
Cayetano Suarez 25
Manuel Magan, 20
José Ferros 33
Manuel Rodríguez de Sánchez 20
Vicente Curdido 30
Santiago Solibelles 25
Lucas José de Isla Valdes... 25
Juan de Dios Martínez 2 f
Pedro Velasco 25
Francisco Patino r. 20
Antonio Martínez. 25
Juan Martin de la Higuera.. 25
Agustín Cuesta 25
Juan Bautista Alcorta 30
Francisco Calleja 25
José Muozo 20
Vicente Misseretti 30
José Mrguelon 25
Victorio Reynoso 30
José Cassal 20
Bartolomé Tazón. 33
Fernando Ramírez ID
Juan Molí 19
CárlosBaneti 24
Juan M-anuel Zavala, Pres-
bítero 25
Rafael Martínez Miguez 20
Gregorio Peñas 24
IS W GD £*
- 191 -
Da Josefa Cuebas de Padin (de
i Valoaraiso't ........ . ....
100
Juana Menendez de Man*
50
Lista del Sr. D. José Nicolás de la Cerda.
Rosa Uriondo de Sol
Juana Mantrana de Sierralla.
50
20
Juana Tíf^nnilln * T .... 1 1 f t
6
Josefa Baquedano deTagle..
P oca rip Aítnrua «...k»..*»*»
2
1
Francisca Besanilla de Oclioa
25
Manuela Besanilla de Perez.
25
María Mercedes Ríos
1 2
Clara Martínez de Hurtado..
25
María Mercedes Coó de Mata
25
Antonia Sánchez
1
María del Carmen Mata de
Mata i.
25
Lista del Sr. D. José Santiago de Usarte.
María de los Dolores Vargas
de Baldivíeso
25
Petronila Ríos de Arriarán..
25
Juana Aldunate de Irigaray.
25
• Micaela Guerrero de Velasco
17
Mercedes Ro.xns de Herrera.
25
María Mercedes Mercado...
17
.7 mina Vnltiprra
25
A nn Tprpqa rio Snr& h¡n .. .. .
1
María Dolores Díaz de Go*
María del Cármen Díaz....»
34
mez
25
María de los Dolores Aldu-
Ana Muría Larrain
60
nate de Valdés
50
Josefa Aldunate de Higgíns.
25
Josefa Espejo de Sariego.,..
2
Mariana Perez de Arza
16
Juana María Muñoz de Gu-
María del Carmen Vicuña...
50
tierrez
6
María Mercedes López de
Antonia Obal le
6
Barra
16
María de las Mercedes del
María de la Cruz Mujica de
Canto..
10
Lazcano
32
Petronila Ureta de Herrera.'.
4
María Mercedes Salas de
Josefa Valenzuela de Olivos.
12
García .
24
Francisca de Paula Fierro
Mariana Prnrin
25
25
H p fi¡ ar!in«?
50
Nicolasa Morande de Varela.
María Mercedes Fierro de
Dolores Morande de Valdí-
Garfias <¡
12
vieso
25
María del Rosario Mesías de
María Mercedes Saravia de
Mate
4
la Torre
2
Mana Mercedes Droguet de
José Nicolás de la Cerda y
Riesco
16
sus hermanas..
100
Rosa Patino
6
Mariana Nieto
10
Isabel V ¡Ilota de Chopitea...
25
Rosa Vivar de Oballe
12
Lista del Sr, D José María de Usarte.
Marquesa de la Pica
25
Concepción Delso
25
María Mercedes Ramírez de
Ugarte
51
Mpria Engracia Delso
25
Agustina Garfias de Tala-
María del Carmen Soto-
vera » • » . .
17
25
Damiana Carrera..»
2
mayor. % . . • . »• • • * . • • »
Lucia Sépulveda
25
Antonia Ureta
10
Francisca Dolores Alvisurí..
25
Recojido por el Sr. D. Fran-
María Mercedes Latús
25
cisco de Tagle y Portales,
Lista del Sr D. José Vicente Is
quierdo.
de varias Señoras, cuya
lista no ha presentado to-
Teresa Alderete de Díaz ...
25
davía] pero se remitirá en
el siguiente correo para que
María Mercedes Oballe de
pueda agregarse á esta. . . •
,170
Conde
• 1
Total recojido hasta la fecha.
6984
María Recio de Hernández.
34
Suplido por la Exma. Sra. Pre-
Juana Armarza
! -
2
sidenta para el completo
55
- 192 -
de los 409 doblones que ha
rejistrado en el correo. .. 18
Total jeneral.. 7002
Cuya cantidad se ha reducido á doblo-
nes para su mas fácil remisión, y han
producido cuatrocientos nueve de á J6,
incluso el premio de compra al 7 por 100,
de los cuales se acompaña el debido co-
nocimiento de la Administración de cor-
reos, con inserción de otros ciento ochen-
ta y tres -doblones colectados por el
Ilustre Cabildo, Santiago 14 de Setiembre
de 1807. — María Luisa Eslerripa de
Muñoz.
Núm. II.
COJVTIJVUACIOJY DE LA
lista jeneral de Señoras del
Reino de Chile , que han con •
currido al donativo recojidopor
la Exma . Señora Presidenta
de dicho Reino Da. Maria
Luisa Esterripa de Muñoz ,
para remitir á la ciudad de
Buenos Aires en socorro de los
huérfanos y viudas de los ilus-
tres guerreros que murieron en
defensa de aquella Capital ,
con especificación de las canti-
dades que han contribuido y
separación de los distritos á
que corresponden.
Señoras de la Capital de Santiago.
Maria Pizarro de Reina 30
Manuela Phlazuelos de Salas 17
Marcedes Salas de Roxas. > |n _
Mercedes Roxas y Salas. $
Mercedes Cerda 12
Juana Fontes de Ramos. .. . 10
Rosa Quesada. 1
Total. 170
NOTA. Esta suma de 170 pesos no
se saca á la columna de los totales por-
que fue inserta en la lista jeneral de 14
de Setiembre anterior, pero sin especi-
ficación de las Señoras contribuyentes,
porque el comisionado D. Francisco de
Tagde y Portales no pudo presentar en
tiempo su respectiva lista.
Siguen las Señoras de Santiago .
Loreto Hermida ». 6
Manuela Larrain de Portales 50
Dolores Cerda de Alamos... 12
• Concepción Xara de Goi-
' colea. 51
Maria del Rosario Serrano
de Castro 6
Do lores V erd ugo 2
Manuela Bergara.... 12
Francisca Garrote 6
Señoras de ¡a ciudad de Coquimbo.
Manuela Herrera de Uriondo 100
Manuela Mercado de Aguirre 12
Maria del Carmen Osa de
Barleta 50
Antonia Guerrero de Su-
marriba 25
Maria del Rosario Guerrero
de Mata 25
Maria * del 1 Carmen Alvarez
de Osorio. 12
Manuela Gavino de Várela.. 25
Petronila Alvarez. ....... .. 6
Josefa Marín de Solar 100
\
Señoras de la ciudad de ¡a Concepción.
Maria Luisa Manzano 100
Mariana Urrutia de Urmeneta 50
Josefa Urrutia de Sota 50
Maria del Rosario Sota de
Manzano.....' 50
Ninfa Manzano 25
Juana María Alvarez de Be-
navente 10
Agustina de la Peña y Lillo
de Hurtado.. 50
Juana de la Peña y Lillo de
Martínez 25
Mariana Bustamante de Be-
navente 25
JuanaBustamante deManzano 25
- 187 -
El Ilustre Cabildo de aquella
ciudad como colectados de
sus individuos y vecindario,
sin espresion de sujetos» ••
Agustín Trigo
Mendoza.
El Licenciado D. Juan de !i
Cruz Vargas, Cura Vicario
de aquella ciudad
San Juan,
El Ilustre Cabildo de aquella
ciudad, por sus individuos
y vecindario sin espresion
de personas ........
El Prior de S. Agustín Fr.
Pedro Sánchez
Chile.
7142 4
103
3C0
1389
50
La Exma. Sra. Presidenta Da.
Luisa Esterripa de Muñoz,
por si y demas Señoras de
aquel reino; cuyo porme-
nor se manifiesta en las re-
laciones núm. 1 y 2 9495
La misma Exma. Sra. como
recaudados de la Real Au-
diencia, Cabildo Eclesiás-
tico, Secular y demas par-
ticulares del mismo reino;
según la relación núm 3 », 3227 6
El Dr. D. Prudencio Lazca-
no 50 pesos por una vez,
y á mas ofrece costear
un soldado durante la guer-
ra 50
Córdoba.
El Ilustre Cabildo Secular de
aquella ciudad, por sus in-
dividuos y demas vecinos de
ella, sin espresion de per-
sonas 4514 3
El Cabildo Eclesiástico ofre-
ce costear 4 soldados, du-
rante la guerra
La Real Universidad de esta
ciudad ha franqueado gra-
tis á la disposición del Ca-
bildo do Buenos Aires un
grado de teolojia'y otro de
filosofía.
Santiago del Estero.
El Ilustre Cabildo de aquella
ciudad, por sus individuos
y vecinos; según la rela-
ción núm. 4. 1848 4
Tucuman.
El Ilustre Cabildo de aquella
ciudad auxilió con 200 hom-
bres uniformados á su costa,
con dos pagas adelantadas
que ascendieron á 18.000
peso9;y á mas de esto fran-
queó también sin interés al-
guno cuatro carretillas pa-
ra conducir fusiles y plumo
á esta capital..
El Dr. D. Miguel Martin La-
guna, Cura de las Trancas,
por sí y sus feligreses.. ..
Salta.
628
El Cabildo de esta ciudad
recaudó de sus individuos
• y vecindario, sin espresion
de los sujetos contribu-
yentes, 6,000 pesos de los
cuales habiendo gastado
1775 pesos en uniformes y
fornituras para los 200
hombres que se hallan pron-
tos en aquella ciudad, re-
mitió á este Cabildo los
restantes 4225
CaTamarca.
El Cabildo de aquella ciudad,
por sí y su vecindario, sin
espresion de los sujetos con-
tribuyentes 1540 2
El Cura Vicario y Juez
Eclesiástico de la misma
ciudad D. Pedro Ignacio
Arze, remitió 90 pesos 4
reales, los 50 pesos por
sí, y lo restante por su
Clero. 90 4
54
- 189 -
Certifico, que reconocidos los libros,
cuadernos, y demas documentos del M.
I. Cabildo, corridos desde 12 de agosto
de ¡806, hasta fin del presente; resulta
haberse realizado y recibido en su Te-
sorería los donativos de las provincias
interiores que espresa la razón antece-
dente. Y en virtud de lo mandado por
el M. I Cabildo autorizo, signo y firmo
la presente en Buenos Aires á 30 de
diciembre de 1807 — Licenciado D. Justo
José Nuñez , Escribano público y de
Cabildo.
NÚM. I.
LISTA JEJYERAL DE LAS
Señoras de esta capital que han
concurrido al donativo recoci-
do por la Exma. Sra. Presi-
denta de este reino Da. María
Luisa Esterripa de Muñoz ,
para remitir á Buenos Aires en
socorro de los huérfanos y viu-
das de los ilustres guerreros
que han muerto en defensa de
aquella capital, con especifica-
ción de las cantidades que han
contribuido , y separación de
las listas que han presentado
los respectivos comisionados.
Lista del Señor D. Manuel de Irigoyen.
Señoras.
Exma. Sra. Presidenta Da.
María Luisa Esterripa de
Muñoz 200
Luisa María de Guzman y
Esterripa 100
Isabel Tomas de Alvarez.... 100
Josefa de la Cerda y Concha. 25
Josefa Gorail de Aldunate. . . 200
María del Carmen de Aldu-
nate, Marquesa de Casa
Real 500
María Palazuelos de Portales. 25
María Josefa Corvalan de
Salas 34
María del Carmen Irarraza-
val de Toro 25
Maria Armijo de la Cuadra.. 50
Matilde Salamanca 50
Maria Mercedes Cantador de
Hermida... 50
Tadea Xara de Izquierdo. . . 100
Josefa Salas de Trucios 25
Maria del Carmen Lauda. .. 50
Xaviora Barcena de Castro.. 12
Margarita de Echenique. . . . 12
Maria Mercedes González de
Lavalle 25
Margarita de Astaburuaga. .. 12
Maria del Carmen Arcaya
de Vial 25
Josefa Cuebas de Lavin 25
Maria Mercedes Valdés de
Quintano 40
Maria de los Dolores Muñoz
de Cruz 200
Francisca de Paula Rameri
de Semir 25
Maria Mercedes Aldunate de
Cotapos 50
Martínez de Sistemas...... 25
Ana Josefa de Guzman 50
Antonia Sánchez de Salinas,. 50
Mercedes García 10
Lista del Sr. D. Joaquín de Jiguirre.
La SeñoraCondesa de la Con-
quista 200
Señora Marquesa de Mon-
tepío 50
Maria del Carmen Morales
de Flores 100
María de la Cruz Díaz de
Muñoz 51
Josefa Guerrero 50
Manuela Errazuriz de Ocha-
gavia 50
Francisca de Castro 6
Lista d el Sr. Conde de Quinta-alegre .
Dominga Urizar de Formas.. 4
Manuela Luque de Herrera.. 6
Maria de la Luz Mascayano
de Caldera 17
Maria Mercedes Ríos de A 1-
corta 6
Juana Delso. ..' 30 : ..‘
Condesa de Quinta-alegre .. 100
- 190 -
Da. Maria del Cármen Alcalde
de Irarrazabal 100
María Mercedes Alcalde de
Lecaros 25
Margarita Velasco 200
María Rosario Portales 200
Maria Ignacia Aldunato de
Errazuris «... 25
Mariana Aguirre de Vicuña. 17
Josefa Hermida 100
Teresa Alcalde de Vicuña... 25
Maria Mercedes Arismen-
degui 25
Marín Ignacia Saravia de
Reyes 50
Ignacia Ortuzar 8
Maria Mercedes Prieto de
Sesé 17
Xaviera Santelices de la
Rosa 25
Maria del Rosario Videla de
Godoy 17
Maria de la Concepción Mon-
taner de Prado 50
Josefa Brnbo de Allende 34
Costanzn Marín de Poveda. . . o
Costanza Cortés de Reca-
varren 25
Teresa Rodríguez.... 25
Josefa Rodríguez de Arlegui 25
Juana Hernández de Fresno. 25
Maria del Carmen Saravia de
Valdés 50
Isabel Adúnate de Azua 50
Agustina Mont 25
Josefa Mata 6
Manuela Vadiola 12
Bernarda Rico Acedo do. Sa-
maniego 50
Francisca Solar de Larrain.. 50
Lista del Sr. D. Tomas de Vicuña.
Ana Fuentes de Sotomayor.. 25
Eustaquia de Brochero ]0
Luisa López '. 6
Maria Cruz de Rosales 25
Manuela Santelices 10
Mercedes Santivañez de Va-
lenzuela 25
Juana Astorga de Villegas.. 2
Juana Santivañez 2
Josefa Rodriguez de Aguilera 6
María Mercedes Bustamante
de Gutiérrez.. .. 12
Maria Banqueda de Ríos. . .. 12
Lista del Sr. D. Juan Manuel Ugarle,
\
Ana Salinas de Muñoz 25
Maria del Rosario Orellana
de Guzman. 25
Maria del Rosario Pica de
García. 25
Mónita González de Xi.
menez 6
Teresa Santa Cruz 25
Josefa Cotaaos de Villota.... 200
Maria del Cármen Villota .. 25
Marina Orostegui de Cobar-
rubias ]2
Luisa Rosas de Rosas 16
Rosario Bustamente de Gu-
tiérrez 25
Nicolasa Surso de Urizar . . . . 25
Maria del Cármen Urizar de
Prast 10
Nicolasa Xara de Bascuñan. 25
María del Transito Muñoz de
Toro .. 25
Isabel Antunez de Cruz 25
Maria Mercedes Eguiluz.. .. 12
Maria del Transito Carrera
de Xara 25
Maria Mercedes Aldunate .. 25
Antonia Ortuzar ..... 12
Ana Vicuña 1
Manuela García de Urme-
neta.... 12
Maria del Cármen Lastra de
Cotapos 6
Paula García.. .. . .. 17
Teresa Pica de Quadra 12
Xaviera Goicolea de Valdés. 25
Paula Oruna de Velasco 25
Nicolasa Pica de Saldes 25
Concepción Santelices de
Troncoso 12
Lista del Sr. Márquez de Larrain .
•
Maria del Cármen Caballero
de Teran 25
Ignacia Valdés 200
Agustina Roxas de Larrain .. 100
Rosa Aldunate de Errazuris. 50'
Barbara Molina de Herrera.. 10
Maria Mercedes Roxas 20
Maria JesusCañas dePatacios 25
D. Juan Antonio Larriva ..... . 25
Benito Cerantes 25
José de Mora 25
Bartolomé Pipe..**** 25
Isidro Manuel de la Sota.... '25
Alexandro Pasos 20
Manuel Pasos 20
Juan Bautista Bucardo 25
Laureano Al varea 30
Bernardo Piñeiro 16
Francisco Bonifacio 16
Francisco Agote 3í3
Tiburcio de Éredia 16
Benito Ftlgueyra 16
Pedro Real de Asna 16
Juan Sarlo.. 16
Mateo Antonio Domatos 14
Francisco Furpia 16
Pedro Antonio Fernandez.. . 16
* Manuel Garmendi , 16
Joaquín Fernandez 16
Domingo Alcayaga 16
Gregoria Fernandez Teran . . 20
Lorenzo Gómez 20
José de Castro, 25
Isabel Campana 16
José Nevares 20
Juana de Echevarría -. 16
José Gómez del Alamo 16
Domingo Garrido 15
Isidro Barrera 16
Domingo Pastoriza 12
Andrés Arias 10
José de Bucarco..». 12
Domingo S. Martínez 10
Santiago Mayada 10
Gabriel Andrés Meura 10
Dionisio Punzati 12
Bartolomé Seguí , 12
Tomas Muozo 10
Antonio Alvarez 10
Antonio Conde 10
José Canapé-. - II
Francisco Mouzo Moreyra.. 12
José Antonio Ximenez. .. . .. 12
Franciscó Guerra.......... 10
José Guerra 10
Manuel S. Martin 10
Domingo Echevarría 12
Andrés Pasos. 10
Domingo Vizcaya.......... 12
Luis Copella .f 10
DomingoS. Marti. n. ...... . 8
Manuel Martínez y García.. 8
Manuel Ordoñez 8
Manuel Bedoya... 6'
Pedro Blanco.. 8
Manuel Obregon 8
Benito Nuiiez 6
Manuel de Elorga 6
Angel Pinedo. 6.
Ignacio de Sota 6
José Ama.. 8
Francisco Pe raza 8
Mariano Perdriel, Presbítero. 6
Antonio Lorenzo 8
Celedonio Pereda Bustillo.. 8
Agustín Mosqueria 6
Pablo José Lorente * 8
Manuel Iduarte 5 6|
José Luis 6
Tomas Peña.. 6
Antonio Parceló- - .. 6
Miguel Antonio Nogueyra.... 6
Juan Rodríguez ,.. 5
Francisco Merino., 8
Juan García.» 6
Gerónimo Mon.... 8
José Ponti.. ' 6
Luis Arroyo 4
Domingo Mato 4
Pedro Ballega 4
Jasé Valdez 4
Manuel Fernandez Puche.. 4
Gabriel Ríos 4
Salvador Nadal 1
Juan Balaguer. 2
Francisco Arancibar 0 2
José Isidro Peyan 3
Francisco García .. ... 4
Martin Loredo. ........... . 1
Juan Bautista González.... 4 >
Juan Frarcisco Mazeda.... 2
Juan Antonio Martínez 0 2
Martin Mendoza. ......... .. 4
José Antonio Espindola 1
Juan José La Torre ;. 2
Luciano Baez..,.. 0 4
Faustino de Is. Barcena 0 4
Ramón Mallan 2
Juan Anacleto Fernandez... 2
Leonarda Sa varia.. 0 4
Ignacio Pereira.. . . .' 0 2
Antonio Cuenca 2
Estevnn Machada .... 1
Alexandro Guillermo 4
José Antonio Suarez 0 4
José María Romero 0 3
Juan José González.. ...... . 1
Juan de la O. 4
185
6
4
4
6
6
6
6
6
6
6
6
6
6
6
4
5
I
D. Juan Luis Bordón..
Ignacio Zulueta
Francisco Ximenez...
Ignacio Castro*.
Domingo Bildos.. .....
Mateo Aloy
Pedro Juan de la Rosa
Lorenzo Martínez
Antonio Olciera
Rafael Morales
Alonso Ruiz
José Llabrador
Antonio Pesoa
Juan Pulido.
Antonio Herrera
Félix Migues. .
Ventura Sosa
Lorenzo Machado.. •• .
Gregorio Rodríguez..
Mariano Pabon
José Ujeda
Jacinto Revilla
Santiago Piochin
Cecilia Sánchez.......
Pedro Antonio Alvarez
Ignacio Vázquez
Juan Alexos Mato
Joaquín Estevez
Tomas Berger
Juan Julián Gaistarro.
Jaime Zavalas.. .. .. ..
Miguel ValCerde
Mercedes Robles
Francisco Ballesteros..
Ramón Gómez
NOTA. Las anteriores cantidades son
ofrecidas y contribuidas hasta fin de Di-
ciembre de 1806: las del ano 1807, se
darán en relación separada, con la de to-
das las personas de quienes queda pen-
diente la oferta y oblación
Ademas por Proclama de 23 de Setiem*
bre de dicho año suscribieron y ofrecie-
ron diversas personas de este vecindario
otras cantidades para ayuda del pago de
sueldo y uniformacion de la tropa de vo-
luntarios de artillería que paga el Ilustre
Cabildo, cuya relación se imprimirá in-
mediatamente que so haga la recauda-
ción.
Fuera do estas insinuaciones gratuitas
hechas al I. Cabildo para ocurrir á las
debidas urjencias en que se constituyó
por la reconquista y defensa de esta Ca-
pital, el vecindario entre sí se uniformo
en los respectivos Cuerpos de su erec-
ción, cuyo costo se gradúa en mas de 400
tnil pesos, de los cuales ha contribuido el
I. Cabildo una crecida parte.
RAZON DE LOS DONATI-
VOS que en virtud del oficio cir-
cular del M. I. C. de esta Ca-
pital de 27 de Enero del pre-
sente año , se le han dirijido
hasta el dia , de las provincias
del Reino , é introducido en sus
fondos para el socorro de viu-
das , huérfanos , invalidos , y
otras graves erogaciones que le
causan la presente guerra con-
tra la nación Británica: cuyos
donativos se manifiestan al pu-
blico para satisfacción de los
contribuyentes , y noticia tam-
bién de la lealtad y noble entu-
siasmo con que aquellos fieles
y generosos habitantes han con-
tribuido con sus intereses á la
defensa de esta Capital , y con-
servación de la suqve domina-
ción del mejor de los Monarcas
en todo este vasto continente.
Santa Fe.
Los Señores.
D. Francisco Candioti
Agustin de Iriondo • •
José Teodoro de Larramendi
Mariano Comas
1030
515
103
103
Corrientes.
D. Isidoro Martínez y Cires
1030
Paraguat.
%
El Illmo Sr. Obispo de esta pro-
vincia Dr. D.NicolasVidela
515
3
2
2
1
0 4
4
1
2
2
1
2
4
1
2
1
1
1
2
4
3
2
2
4
1
0
2
2
2
1
1
1
1
0 6
1
2 .
1
- 193 -
Da. María Mariluz de Delfín.».
Antonia González.....
Agustina González
Micaela Mesa
Manuela Pantoja
Maria del Carmen Prieto de
Vulnes
Rosalía Palma..
Antonia Carvajal
Maria Cruz del Rio
Mercedes Andrade
Maria Jesús Binimelis
Luisn Benavente de Ibieta...
Ramona Lozano
Antonia Flores
Mtriana ^ Solis y San Miguel
de Llanos
Francisca Alfaro de Serrano.
Nieves Ceballos de Spano-..
Manuela Quevedo
Catalina Figueroa
Petronila Dendariena
Mercedes Xara
Maria Xara
Josefa Quiroa..
Narcisa Quiroa
Andrea Rocuan
Manuela Pirri,..
Antonia Mier..
Juana Mata Zaldivar
Varias Señoras de la misma
Provincia, cuyos nombres
no se espresan
25
25
25
25
12
15
50
25
25
25
50
25
5
20
50
12
25
10
4
12
6
6
6
10
6
6
15
25
162
Señoras de la villa de Quillota.
Nicolasa Aguirre de Carrera 25
Maria del Carmen Balbontin. 25
Antonia Villota 25
Rosario Brito 12
Dolores Pasos • 6
Flora Muxica 2
Teresa Aris 2
Carmen Ravés.
Josefa Garfias de Urizar. ... 25
Señoras de la villa de San Fernando.
Juana Antonia de la Torre,.
Manuela Maturana -
Clara Torres
Maria Antonia Torrealba. . . <
Maria Ursula Argumedo....
Maria Jesús Romo
Maria Silva
100
12
25
50
25
50
25
)
Antonia Guzman 25
Ma>*ia Dolores Valenzuela. .. 50
Señoras de la villa de Curicó.
Maria de la Cruz González
de Argumedo.... 30
Micaela Castro 20
Rosalía Salinas 20
Maria Josefa Corbalan 10
Luisn Mardones 10
Ana Josefa Saavedra 12
Antonia Buraonn 6
Leonor Arriagada 6
Maria Engracia Muñoz 6
Mercedes Brabo 4
Juana González 6
Bernarda del Pino 12
Juana Josefa Urzua 3
Margarita Torrealba 12
Señoras de la villa de los Andes.
Rosa Calderón
Nicolasa Canto.....
Josefa Correa
Dolores de Bustos.. .
Narcisa Bargas
Cayetana Figueroa..
Teresa Covarrubias.
Bernarda Avendaño.
Rafaela- Cabreia.. . .
10
4
4
4
3
1
1
6
1
Señores- que también han contribuido .
De la capital de Santiago.
D. Francisco Vicuña 50
Juan José del Campo 12
Pedro Perez ..... 1
Francisco de Borja Barainca. 25
Carlos Aguilera. 6
José Ilario FuentecHla. . . , 6
De la ciudad de la Concepción.
Fernando Amador de Amayn. 100
Total jeneral.. 2493
Cuya cantidad se ha reducido á do-
blones de á 16, y componen ciento cua-
renta y cuatro en esta forma los- 120 al
8 por 100 de compra, 24 fi razón de 17
pesos, y once pesos cuatro y cuartillo
=
reales de su conducción por la Adminis-
tración de correos, de que se acompaña
el debido conocimiento. — Santiago de
Chile 7 de Diciembre de 1807 . — María
Luisa JEslerripa de Muñoz,
Núm. III.
RAZON DE LAS CANTIDA-
des colectadas por este Cabil-
do , y de las personas contribu-
yentes, para el socorro de las
viudas y liuérjanos de los sol-
dados y demas militares de
nuestras tropas , que fallecie-
ron en la señalada acción de
la ciudad de Buenos Aires ,
contra las enemigas británi-
cas: á- saber.
Real Audiencia.
El Exmo. Sr. Presidente D.
Luis Muñoz deGuzman.. 200
El Sr. Oidor D. José de San-
tiago Concha 25
El Sr, D. Manuel Irigoyen.. 25.
El Sr. Fiscal, Barón de Juras
Reales 25
Cabildo eclesiástico.
El Canónigo D. Gerónimo
Herrera 25
El C. D. Juan Pablo Fretes. 16
El C. D. Rafael Huidrobro.. 50
El Prebendado Dr. D. Miguel
Palacios 16
El Canónigo Dr. D. José An-
tonio Errazuriz 30
El Provisor Dr. D. José San-
tiago Rodríguez 50
Cabildo secular.
El Sr. Asesor Jeneral D. Pe-
dro Diaz Valdés. 37
El Alcalde D. Juan Manuel
de la Cruz 300
El Alcalde D. Tomas Vicuña. 50
■ - ■ -
- 194 -
El Alcaldo Provincial D. Pe-
pro Prado 75
El Rejidor D. Justo Salinas. 50
El idem Francisco Arteaga. 25
El idem Nicolás Matorras.. 50
El idem Ignacio Valdés..,. 10
El idem Doctor D. Pedro
José González 25
El idem Francisco Ramírez 100
El ídem Dr D. Francisco
Aguilar de los Olivos 25
Particulares.
Manuel Semir 12
José Trucios 16
Tomas Caricaburu y Manuel
Undurraga 100
Francisco Izquierdo 16
Antonio Gutiérrez 12
Manuel Arellano 12
Manuel Antonio Figueroa... 25
Manuel de Barrena 25
Juan Francisco García 25
Manuel Castro I
Joaquín Echavarria 4
Mariano Serra 10
Pablo Casanova,. 50
José Funoll 2
Toribio Lambarri 12
Santiago Vitas 6
Mateo Maza 25
Miguel Fierro 2
Antonio Olivier 2
Benito Gorostegui 2
Lucas Arriarán 25
Agustín Antonio Harguez. .. '2
Miguel Terán 25
José Rufino Perez 25
Agustín Llagos 25
Andrés Espían 5
Pedro Saldes 25
Juan Antonio Fresno 25
Joaquín Gandarillas 6
Francisco Rodríguez 6
Agustín Aleerreca 25
Andrés Ahumada 4
Gerónimo Reynoso 2
Manuel Antonio de Ayos .... 25
Manuel Riezco...... 25
Agustín Antunes 6
Pedro Otero 6
José Maria Antunes, y Este-
van Céa 3
Manuel de la Torre .. 4
' .
- 195 -
D. Bartolomé de la Oc^ea .... I
Domingo Maitinez ]0
Domingo Eiguren, y José
Villota . . 4
Antonio Ríos. » . ...» 6
Anselmo de la Cruz. ...... ». 25
Pedro Nicolás Chopitea. ... * 25
Francisco de Borja Varela.. 23
Francisco Xavier Mate » 4
Antonio Mandail »...». 2
Antonio Barredo »» 1
Carlos y Andrés Vildosola.. 12
Agustín Eyzaguirre 25
Pedro Madera» I
Joaquín Moscardo 100
Francisco Bernals. ........ . 25
Francisco Xavier Xara 6
Francisco Obrejjon ....... * » 4
Rafael Landa.» . 4
Esteva n Arza ... . *.,.» 10
Manuel Martínez Lores 30
Antonio Manuel Peña ...... » 4
Gregorio de Cortavarria » . . . 6
José de Belausarán » *» 25
Jo^é de Curruchaga 10
Vicente de Curruchaga..».. 4
Cura de Santa Ana Dr. D.
Vicente Aldunate.» 25
Manuel Videla.* »••* 10
Miguel Baquedano. ....... . 4
Doctor Pastor León* 6
Tomas Urineneta. 25
Xavier Toro 25
Juan Ventura Mantrana. . . . • 25
Doctor Bernardo Vera 20
Antonio de la Lastra»»....» 25
El Sr. Administrador de Rs.
dchos. Manuel Manzo.... 25
Juan Lavifia. ..»...».»*.. .» 50
Pedro Xavier de Echeves.»* 20
Francisco González.*.».... 12
Doctor Juan de Egaña 15
Doctor Fernando de Urizar.. 25
Miguel Fierro. ....».»,..». 20
Doctor Ramón Bravo y Co-
varrubias »...» 12
Antonio Lavin. *• 25
Doctor José María Poso...» 3
Pedro Castro 2
José María Mardones.. *. . .* 25
Doctor Juan Nepomuceno
Muñoz*. ..». »..».»..». .» 10
Manuel Antonio Talavera... 17
El Sr Contador mayor Juan
de Oyarzabal.» 50
i
Doctor Joaquín Echevarría.. 17
José Antonio Rósale!. ..... . 17
Doctor Ramón Arostegui.. . » 6
Benito Faez 6
Ambrosio Gómez del Valle». 26
Vicente Davila ».»..»..».» . 2
Manuel Litio 1
Manuel Alfnro».» ».». 2
Pedro Gómez. 1
Mateo Gutiérrez 2
José Leghi 1
Juan Abalos I
Total. 2763
Segu.i parece de las partidas anterio-
res, resulta la colectación total hasta la
fecha, la cantidad de dos mil setecientos
sesenta y tres pesos. Santiago de Chile
y Setiembre de 1807.
NOTA. Se previene que des-
pués de concluida esta lista entre-
gó el Rejidor D. Pedro González,
cincuenta y un pesos cuatro reales
que habia colectado posteriormen-
te en la calle de su cargo, fecha
ut srpra ».».».» 51 4
Siguen los contribuyentes.
Antonio Sol ..».»» ..»*•».»»
100
Ignacio de la Carrera ...., .
50
El Marques de casa Larrain.
100
Diego Larrain»
70
Total jeneral.»
3134 4
Juan Manuel de la Cruz.
Núm. IV.
NOMINA DE LOS 1ND1VL
dúos de este Cabildo y demas
vecinos que han contribuido
donativo para el socorro de la
capital de Buenos Aires , y son
á saber.
El Alcalde de primer voto Ma-
nuel de Palacio.. 500
56
- 196 -
Eva
El de segundo Vicente
risto Rodríguez. ...
El Rejidor Alférez Real San
tiago del Villar. . ,
El defensor de menores Fran
cisco Lamí
El Rejidor Llano
El Procurador Sindico je
neral
El Subdelegado de Real Ha
cienda Júan José Irimain.
El Ministro Tesorero de Real
Hacienda D. José Antonio
López
El Administrador de Tabacos
Pablo Baso
El Administrador de la Real
Renta de correos D. José
Pe layo de A Icorta ........
Rafael Francisco Augier.. ..
Juan Fernandez
Ramón Ferrou
Francisco Solano de Paz. . . .
Simón Campoi
Carlos Gómez
Francisco Sierra
Angel Martin Carranza
Juan Félix Escurra
Antonio Abad Rumayor . . .
Pablo Gorostiaga
Pedro Francisco Carol
Mariano Medina
José Manuel Achaval
Francisco Rodríguez
Ramón Viera
Pedro José Lamí
Antonio Manuel Santa Ana..
Antonio Neiroto
Pedro Urdejola
Antonio María Taboada
Gregorio Rueda
Andrés Cordova
Manuel Santillan
Pedro Frías.
Alonso Araujo -
Domingo Palacio
Roque Jacinto Viera
Bartolomé Francisco Maguna
Baltasar Gaza
Antonio Guerra
Marcos lbarra
Carmen Romero
Eusebio Arriata
Maestro Leandro Xerez. . . .
Cayetano Bravo,
25
100
10
25
12
500
50
15
16
25
6
2
6
2
50
20
20
10
2
25
100
3
50
10
25
4
2
25
10
24
25
12
4
10
25
25
10
10
10
5
10
4
6
4
4
Maestro Gaspar Xerez.
José María Espinosa..,
Mauricio Frías.-
Casimiro Paez
Manuel Moyano
José Taboada
1
0
1
3
2
1
Total.
1848 4
Enteró.
En un libramiento contra D.
Domingo Antonio de Arlia-
bal 1623 4
En otro contra Jaimo Nadal
y Guarda 100
En otro contra Francisco
Neyra 50
En otro contra Pedro Andrés
de Osua 25
En otro contra Andrés Monte 25
En otro contra Gerardo An-
tonio Poze 25
Sala Capitular de Santiago y Marzo
12 de 1807.
Manuel de Palacio.
Santiago Garda del Villar.
Vicente Evaristo Rodrigues.
Pedro Díaz Gallo
• Núm. V.
* | . N.
RAZON DE LOS SUJETOS
que han contribuido con dona-
tivos á bene ficio de la capital
de Buenos Aires.
El Exmo. Sr. Presidente D.
Ramón Garcia Pizaro.. 200
El Sr. Doctor Vicente Ro-
mano, Teniente Asesor del
gobierno intendencia de es-
ta capital ¿o
Señores del Ilustre Cabildo.
Doctor Francisco de Paula
Moscoso, Alcalde ordinario
de primer voto 50
Domingo>Aribarro Alcalde de
segundo voto ¡00
i
- 197 -
1
Dr. D. Gabriel Arguelles, Alcal-
domo de Propios
12
de Provincial
25
Manuel Barriencos, Alguacil
D. Joaquin Prudencio Perez
mayor interino de la ciudad
12
Kejidor Receptor de Peuas
José Sivilas
25
de C amara
50
Manuel de lturrichi
12
Doctor Bonifacio Vizcarra
José Julián de Idoyuga
50
Rejidor anual
25
Gabriel Arpide, Administra-
León Barañao, Rejidor anual
1UU
dor de correos
25
José Santos Cabero, Rejidor
Agustín Calvimonte. .......
6
anual
25
IVl ¿i nu r 1 (Vi l i'H iirln _ _
6
Doctor D. Buenaventura Salí*
Miguel Barriga
SJ
6
ñas, Sindico Procurador
Autonio Real de Asuu
;oo
jeneral de la ciudad
25
Ildefunsa Lápinosa
i
Mariano Guinusio
12
Vecinos.
Manuel Peredo
12
Manuel Paredes...
25
Manuel Entreambaa Aguas..
300
Lorenzo Suuvedra
12
Juan Antonio Fernandez el
Miguel Ortega
8
Caballero. . .
300
José Manuel Bejarano
12
Pedro Arana %
100
José Pagan .. t » t t
a
Joaquin Artachu
50
Pedro Marsanii T t 9 . T . . T t . .
O
A
Joaquin Jironas
25
Silvestre Mesia6
4
l
Sebastian Caviedes
25
Miguel Millet
100
Hermenegildo Alvarez
50
El Sr. Feliciano del Corte,
José Ramos
25
Ministro Tesorero de estas
Juan Letiio*. • •••• •••. . . f9t
50
Reales
20
5
Manuel Lobaton
10
Casimiro Ramos
Agustín Careaga
25
Lamían Ogueudu
6
Martin loña
50
Doctor D. Romualdo Peña-
Vicente Oliveros
50
randa
rA
Marcos de Salas.....
20
Maria Torres viuda de D.
50 ‘
Pedro Diaz de Larraiabai. ..
100
Mariano Biscarre
12
Manuel Puch.. ..
50
Antonio Dasa, Teniente del
Manuel Caviedes. .
100
Señor Alguacil Mayor de
•
El Sr. Félix Mendieta Alcal-
corte
10
de de la Santa Hermandad
50
Dionisio Alvares
i \j
12
Fermin Ocampos
25
Antonio Ainaya. ...........
2
Manuel Loma
50
r Ornando PurpriAd
i
El Sr. Conde de San Miguel
José Gregorio Salas, Medico
i
de Carma
102
titular de la ciudad
6
El Sr. Alcalde de la Herman-
Silvestre Montaje
'2
dad Doctor José Manuel
Ignacio Viilavicencio
4
Sotomayor
12
Pedro Insa, Boticario de San
Manuel Saudoval
10
Juan de Dios
12
Doctor José Eugenio de Elias
25
Mariano Muñoz
4
Ramón Garcia Perez
25
El panadero Manuel Torres..
8
Manuel Morales
50
Luis Achabal
100
Joaquin Lemoyne
25
Doctor Lorenzo Cordova Re-
Antonio Llanos
6
lator de la Real Audien-
Jaccbo Pope
25
cia
en
José Neslares
25
Doctor Manuel Zudañes y
ou
Doctor Mariano Taborga ....
10
su hermano D. Jaime Zu-
Turibio Pachecho
25
dañes ,,
Doctor Pedro José Agrelo...
12
Doctor Mariano Fariñas. .. .
•m\J
100
Francisco Sandoval,- mayor-
»
Manuel Chacón, panadero..
- 6 '
D. Francisco Urtisberea 50
Manuel Ignacio de Eraso ... 50
Sebastian Antonio de Arada. 100
José Alcalá 4
Doctor José Esteva'n Agustín
Gascón 100
Crisostomo Fernandez. ... 25
Felipe Vicente Reinos'- bo-
ticario 6
Simón Olañeta 12
Doctor Ildelfonso Espinosa,
Medico 12
Vicente Moscoso 6
Melchor Estrada Piscoro.,.. 4
Miguel Teranos Otinto 50
Miguel Montengudo, 6
Doctor José Moroyros 12
Doctor José Calvimonte . . . . 12
Doctor Dionisio Calviamonto 10
Los Subalternos de la Real
Caxa 83
Carlos Toledo 25
Mariano Polanco 1
Domingo Urrutia 25
La Real Universidad de San
Francisco Xavier, y sus
individuos... 1005
El Gremio de Plateros y
Batiojas 17
El Gremio de Barberos 12
El Gremio de Sastres 12
El Gremio de Texedores. .. . 18
El Gremio de Zapateros.... 8
El Grer'»o de Herreros 1
Total jeneraV* . 5000 ps.
Según aparece de la antecedente lista
de los sujetos contribuyentes y cantida-
des que han dado por auxilios de la Ca-
pital de Buenos Aires, montan el total á
la de 5 mil pesos de los que se han re-
mitido cuatro mil quinientos treinta y un
pesos como consta de recibo que habia
acusado aquel Ilustre Cabildo, y quedan
colectados en mi poder cuatrocientos se-
senta y nueve pesos que se remitirán en
el próximo correo. Plata y Julio 10 de
1807 . — Óorhingo de Embarro . — Plata y
Julio 20 de 1807.
Decreto. Agregúese al espediente de
la materia la razón de Contribuyentes
para lo sucedido de la Capital de Buenos
Aires que ha manifestado el Sr. Alcalde
198 -
ordinario de segundo voto D Domingo
de Anibarro, diputado para su recojo, y
con testimonio de ella contéstese á aquel
Ilustre Cabildo el suyo de 26 de Mayo
del corriente año, incluyéndole libranza
de los 469 pesos últimamente recojidos.—
Dr. Francisco de Paula Moscoso. — Do-
mingo de Anibarro. — Francisco Xavier
Graz. — Joaquin Prudencio Perez — Bo-
nifacio Bizcarra. — León José de Ba*
rañao
Provisto. Doctor José Manuel de Osa.
Proveyeron y firmaron el decreto ante-
cedente los Señores del Ilustre Cabildo
estando juntos en la Sala capitular de su
Ayuntamiento, á saber: el Sr. Doctor
D. Francisco de Paula Moscoso. el Sr.
D. Domingo de Anibarro, vecinos y Al-
calde ordinarios de primer voto el Sr.
D. Bonifacio Bizcarra. — D. Joaquin
Prudencio Perez. — Doctor José Manuel
Osa. — León José de Barañao — En el
dia mes y año de su fecha. — José Calixto
de Falda, Escribano de S. M. público y
de Cabildo.
Con cuerda este «traslado con la razón
y providencia orijinales de su contesto
que queda en su respectivo espediente
de que doy fé — José Calixto de Falda ,
Escribano de S. M. público y de Cabildo.
Núm. VI.
DONATIVO QUE HACE EL
clero de esta Diócesi de nues-
tra Señora de la Paz.
El limo. Señor Obispo 2C00
El Venerable Dean y Cabil-
do, ademas de lo que con-
tribuyó pormediodel Sindi-
co Procurador de la ciudad 500
El Provisor y Vicario Jeneral
Doctor Manuel de Eche-
varría 100
El Secretario de Cámara de
S. S. Urna. Doctor Francis-
co Antonio Isaura ....... * 100
El Visitador de la ciudad Jo-
sé Jorje de Vidaurre 100
El Cura Rector Luis Rodrí-
guez de Lema too
— — . . . . .
El segundo José Félix Sa-
garnaga 100
El de Sau Sebastian Juan In-
fante Bernui.... ».». 100
El de San Pedro Dr. José M.
- Mendizabal. » 100
El de Sta. Bárbara Cayetano
Ortiz de Ariñez 50
El rector del Seminario José
Andrés del Castillo.» .... 25
El vice rector José Jurado.. 12
El prosbítero José Pacheco.» 12
Tomas Masa. 4
Dionisio Ramírez..* 6
Agustín Madueño 2
- Gregorio Tellería 12'
Sebastian Figueroa 12
Vicente Rojas 4
Carlos Cañisare« 4
Bernardo Delgado 2
Ramón Villanueva. .. . 2
Ramón Marinea. ... * 10
Rosendo Aragón...» 4
Gregorio Cussi 10
Vicente Gutiérrez 12
Laurencio Salazar. ..» I
Rafael Monroy..» 6
José María Monje 25
José Diego Machicado. ... .. 3
Francisco Iturri Patino....» 10
José Dionisio Silva 6
Convento de Concebidas. .. » 100
El Prior de Sto. Domingo... 25
El de San Agustín.. 25
El de San Juan de Dios 25
Partido de Omasuyos.
El cura de Laja D. Esteban
Rodríguez 100
El l. fe de Pucarani Baltazar
Caravedo 100
El 2. ° de id. Miguel Sagar-
naga . • » 100
El de Guarina Encarnación
Dr. José Manuel Aliaga.. 100
El de id. Batallas Nicolás de
Aliaga 100
El de Guata Dr. Felipe Riyas 50
El de Aucoraymes Narciso
Ernani Bonifaz 50
El de Carabuco Dr. Francis-
co Usquiano 50
El de Escoma Agustín Cár-
denas 50
199 -
El de Guaycho Antonio Rada
El de Cupacabana Fr. Ma-
nuel de Cuellar. .»».»...»
El de Achacachi Luis Cur-
rasco
Partido de Chulumani.
Cotoyco Dr. Pedro de Esco-
bar León». ... »
Coripata, es el secretario de
S. S. lima . ».».»..».».» »
Pacallo Francisco Riva
Yanacache Juan José Patrón
de Arnao
Irupnna Dr. Andrés Miranda
Suri Tuan José Sains.
Chulumani Antonio María Po-
blete *
Chirca Ignacio de Palma y
Carrillo».
Ocoboya José Enrique Esco-
bar. »»»..»
Mecapaca José Tadeo Ville-
gas.....................
Palca Pedro Francisco Jimé-
nez. ...».».»
Partido de Sorata.
Italaque Marcos José Palero.
Curba Manuel Llano.......
Camata José Ignacio Galves.
Aucapata José Felipe Arze».
Ayata Mariano Arescurenaga
Chuma Manuel Rivera
Charasani José M Leyva.».
Sorata José Manuel Rodrí-
guez
Combaya Pedro Marcos Do-
rado
Timusi Isidoro F «lentes Pabon
Quiabaya Miguel Vera
Consata Balta'zar Sánchez...
Songo José Manuel de Arta-
jona
Challana José Gabriel Vicen-
tilli
Ambana Sebastian Vitela.. ..
Chiñijo Juan Mollinedo
Mocomoco Mariano Nieto A-
peri;ig‘ue
Yani José Domingo Eduardo.
Ananea José León Pacheco».
Ilabaya, su cura es el pro-
visor
5 ?
50
100
100
100
25
100
100
25
100
100
50
100
100
100
50
100
25
70
25
50
100
100
62 4
25
50
25
25
5Q
25
100
25
20
/
- 200 -
Partido de Apolo.
Pelechuco Miguel Lizarribal 25
Apolo Dr. Juan José de la
Dehesa 25
Aten Pedro Carreon 25
Pata Dr. Martin Malaga ... . 25'
Santa Cruz Joaquín de la
Sota 25
Isiamas José M. Ruequena.. 25
Tumupasa Nicolás Aguirre. 25
Uchupiáinonas José Dámaso
Oliver 25
Partido de Pacaxas
Achocalla Anjel MarianoCar-
reíio . 50
Viacha José Valdés 100
Cnquingora Mateo Mauricio
Illanes 100
• Calacoto propietario D. Ig>
nació Mariano Niño de las
Cuentas 100
Id. Coadjutor Ignacio Maria-
no Zerna 50
Santiago de Machaca Dr.Ma-
nuel Tomas Aliaga ...... . 100
Su ayudante 6
San Andrés de Machaca José
Valeriano Rodríguez 100
Jesús de Machaca Dr. Ma-
nuel Fuljencio Gamboa .. . 100
Guaqui Manuel Limachi.. . . 50
Taraco Manuel Sánchez.... 50
Tiaguanaco José Silverio Mu-
rillo 60
Caquiavire Melchor León de
la Barra.. . 100
Partido de Sicasiea.
Hayohayo Dr. Francisco Lo-
mas 100
Caracato Martin Larrea 100
Sapaqui José Francisco Sa-
lasar. í . 50
Chanca Romualdo Gemio... 50
Calamarca Marcos Pardo de
Figueroa 100
El presbítero Juan Tomas
de Aliaga 6
Antonio Aliaga.. ......... .. 4
José Mariano del Castillo. .. . 4
Total $ 7.966 4
REMIJIO, Obispo de la Paz.
WUM VII.
Donativo de Oruro.
El Sr. alcalde de primer voto
Dr. José Eujenio del Por»
tillo entregó 12 onzas mo-
neda sellada de oro 204
El Sr. alcalde ordinario de
segundo voto D. José Ga-
vmo Ruiz de Sorzano 150
El Sr. vicario Eclesiástico
Dr. Manuel Antonio Flores. 50
El Sr. visitador de la real ha-
cienda José González de
Prada 80
El Sr. vicario del partido de
Carangas, cura de Corquo-
marca Dr. Diego Apolinar
de Ondarza. 200
El Sr. cura rector de la Ran-
chería Manuel José Sou-
tiño 25
El Sr. cura de Challacollo
Manuel Amezaga 100
El Sr. cura de Andamarca
Dr. Pedro José Funes.... 100
El Sr. ministro contador José
Posada Rubín . 50
El Sr. ministro tesorero José
García y Mesa... 25
El Sr. rejidor Manuel Serrano 57 4
El Sr. Tejidor Melchor Saa-
vedra... 20'
El Sr. rejidor José Antonio
Ramallo 12
El Sr. diputado de comqrcio
Francisco Estevan García. 100
El Sr. administrador de cor-
reos Diego Antonio del
Portillo..... 25
El Sr, cura escusador Ma-
riano Lazarte 25
El asesor de cabildo licencia-
do Juan Manuel Porcél... 20
El Sr alcalde de la herman-
■■■ ■■ ■■- -- ■
- 201 -
d«d Isidro Bustillos 20
El Sr. alcalde de la herman-
dad Domingo Dalanze. .. . 50
El balanzario Martin de Ta-
pia 25
El *Sr. oficial real honorario
Antonio Suarez de Rivera. 10
Tomas Antonio do Ayarza... 35 6
Ignacio de Zarraga 50
Santiago de Albarracin 25
Dr. José Serrano... 25
Juan Bautista Tedesqui 100
Dr. Carlos Quiroga. ....... . 20
José de Unanue 25
Melchor Higueras, escribano
de cabildo 25
Tadeo Tobar 12
Manuel Morales 25
José Romero 25
Manuel Quevedo 2
Manuel Quintanilla 2
Aneelrno Carpió 25
Diego Martínez. 2
Luciano Espinosa 10
Juan Pablo Lira 12
Martin Mendoza 2
Rafael Maldonado. 2
Francisco Serna 4
Clemente López 6
Alejo Anze 4
Estanislao Argote 3
Santiago Ceballos 3
Miguel Iraola 4
Francisco Montano 2
Agencio Vázquez.. 17
Carlos Maldonado 4
Leandro Castro 2
Pascual Cantos 4
Isidro León 4
Pedro Barroso 2
Julián Hidalgo 2
Manuel Villafan * 15
Pascual Patino 2
Basilio Luna 3
Nicolás León. 2
Ancelmo Zabalaga 2
Isidro Orozco. x 2
Patricio >Facio 2
Francisco Vargas 4
Gregorio Sempertegui 20
Melchor Pelaes. .. . 6
Manuel García 17
Bartolomé Rocha 17
Toribio Munllo 17
Pedro Toledo 12
José Salamanca 2
José Arzave.. 17
Vicente Rivera 17
Narciso Rengel 4
Ennenejildo Bravo 2
Calisto Montalvo 4
Mariano Beltran 4
Francisco Afino 1
Ignacio Herrera ... 6
José Arias 4
Dominga Villa 2
José Malavia.. 10
Total 2028 2
Conducion 28 2
Líquido........ 2000
Oruro 18 de mayo de 1807.
Dr. José Eujeneo del Portillo — José
Gavino Ruiz de Sorzano.
Intimación de los jenerales in-
gleses de mar y tierra para la
rendición de la plaza de Mon-
tevideo: contestación negativa
del virei Sobre-Monte ; y pro-
clama del mismo.
A bordo del navio Diadema de
S. M. B, enero 14 de 1807. —
Señor: teniendo bajo mis órde-
nes fuerzas suficientes pertene-
cientes á S. M. B. y habien-
do recibido instrucciones para
atacar el territorio español en el
Rio de la Plata, quiero tener el
j honor de intimiarleá V.E. la ren-
dición de la fortaleza de S. Feli-
pe y sus dependencias, con el
grande deseo de 6alvar la efusión
de sangre, y evitar á los inocen-
tes habitantes de las miserias que
atrae una pertinaz defensa, me
induce esto á prevenir á V. E. me
hallo pronto á garantir una capi-
tulación en términos liberales, y
- 202 -
al mismo tiempo puedo asegurará
V.E. son mis fuerzas ampliamente
suficientes para la rendición de la
fortaleza y lo interior de la pro-
vincia — Tengo el honor de ser Sr.
Exmo. mui obediente humilde
servidor. — Cárlos Sterling . — S.
Auchmuty , B. Sir , á S. E. el
marques de Sobre-Monte, virey
de Buenos Aires &,c. &c. & c.
CONTESTACION.
Exmos. Señores. — Para con-
testar el oficio de VV. EE. de
fecha de ayer poco tengo que de-
tenerme, ni en que trepidar, re-
produciendo lo que dije al Sr.
almirante en respuesta del queme
dirijió á su ingreso al mando de
esas tuerzas de S. M. B. á la vis-
ta de esta plaza, pero sí debo aña-
dir que sobre aquel concepto es
considerada la propuesta del dia,
por el Sr. gobernador de ella, por
sus tropas de la guarnición y del
ejército esterior, por todos sus
vecinos y habitantes, y por mí que
tengo el honor de mandarlas, un
insulto á nuestro honor y á la
lealtad que profesamos á nuestro
amado soberano el rei de Espa-
ña, de que nos gloriamos así pues
por tan dignó objeto todos estos
sus vasallos, miran la efusión de
su sangre, y la entrega de su últi-
mo aliento, como el mas gustoso
sacrificio, antes que desmentirla
ni en un ápice. Aquel jefe está de
acuerdo conmigo, en obrar hasta
este estremo, así como las tropas
y vecindario deseando el momen-
to de hacer uso de sus armas; y
que pues VV. EE. tratan con su
provocación de hacer mutuamen-
te inevitables los males que enun-
cian, podrán poner en ejercicio
las de su mando, no ésperando
ni otro modo de pensar ni otra
contestación. Sin perjuicio de tan
sagrados deberes me ofrezco de-
seoso de servir á VV. EE. cuya
vida guarde Dios muchos años.
Montevideo 15 de enero de 1807.
Exmos. Señores — El marques de
Sobre-Monte — Exmos. Señores
jenerales de mar y tierra de S.M.
B. Sterling, y Auchmuty — Es
copia.-?— Por comisión de S. E. —
Manuel José de Veles.
PROCLAMA .
El virei — Valerosos y fieles
soldados, vecinos y habitantes de
Montevideo y su campaña: los je-
nerales ingleses acaban de solici-
tar hoi la rendición de esta plaza
y territorio á las armas de S. M.
B. con agravio de vuestro valor y
de vuestra fidelidad al mejor de
los soberanos; y yo segurísimo de
estas apreciables virtudes que
forman vuestro carácter acabo de
contestarles que estamos todos
dispuestos á dar el último aliento
antes que desmentirlas: nada ten-
go que esforzarme en pruebas pa-
ra convenceros de las ventajas y
de la gloria de vencerlos, pues he
sido testigo con la mayor com-
placencia y ternura de vuestra
disposición y de que sabéis des-
preciar los riesgos de la vida:
guarnición de la plaza de S. Fe-
lipe que codicia la ambición in-
glesa, soldados todos, que lo sois
por obligación, por reli jion, por
patriotismo, y por lealtad confiad
en el Dios de los ejércitos que ha
d e protejer nuestra causa contra
la injusticia de nuestros invaso-
res, y después de vuestros jefes:
defensores de los muros de Mon-
tevideo confiad en vuestro caudi-
llo que tiene todos los sentimien-
tos dignos de su honor, y él lu-
dirá á los mios que os signifi jo
los que le sujieran sus celo? os
empeños y deseos. — Campamen-
to del Tren 15 de enero de 1807.
El marques de Sobre-Monte . —
Por comisión de S. E. — Manuel
José de Veles — Es copia. Por co-
misión de S. E. — Veles.
Buenos Aires, y enero 17 de
1807.
Recibidos ahora que son las
ocho de la noche: imprímanse sin
pérdida de momento.
Como delegado del Exrao. Sr«
virei. Bazo.
Circular del Cabildo de Buenos
Aires á los de las provincias
demandando socorros de armas
y dinero para ir en ausilio de
Montevideo.
El enemigo común, el ingles,
pesaroso de haber sido lanzado
de esta capital el dia 12 de agos-
to del año último, no ha querido
desamparar la garganta de este
gran rio con las naves que le ha-
bían quedado, esperando los so-
corros y refuerzos que de ante
mano habia pedido al Cabo y á
su corte, para asegurarse de la
posesión que habia tomado de es-
ta ciudad y sus dependencias pa-
ra desde ella dar ensanches á su
203 -
desmedida ambición y codicia,
hasta hacerse del rico cerro de
Potosí y dernas adyacentes mine-
rales, único blanco de todas sus
especulaciones y espediciones na-
vales. Con este objeto habiéndose
hecho en breve de algunos socor-
ros y refuerzos; se apoderó del
puerto y pueblo de Maldonado,
del que le fué fácil hacerse, por
no alcanzar nuestras cortas fuer-
zas á cubrir suficientemente tan-
tos puntos y tan distantes. Des-
cansando en Maldonado, fué en
breve inquietado de los nuestros,
que divididos en partidas no le per-
mitían tomar ganado alguno del
campo. Incomodado de esto, por
que faltándole la carne, le falta
todo alimento á este lobo carni-
cero, resolvió desamparar el pu-
erto y pueblo, y viniéndose ya
mas reforzado al de Montevideo,
logró desembarcar en tierra un
considerable número de tropas,
que alentadas con su primer feliz
suceso, tienen puesto un apretado
cerco á la importantísima y vale-
rosa plaza de Montevideo. Vién-
dose ella angustiada ocurre con
instancia por socorros á esta ca-
pital. Esta no puede negárselos
aunque sea á trueque de quedar
reducida á la indijencia, porque
es su hija mui amada; se portó
ella como tal, cuando vió á la ma-
dre agoviada y aflijida; y porque
esta conoce que derribado aquel
baluarte, queda no solo ella es-
puesta á las empresas ambiciosas
del enemigo, sino lo que es mas
todo el reino, como ya sus gace-
tas y demas papeles y periódicos
lo publican. Quisiera en virtud
58
- 204 -
de esto, suministrárselos á pro-
porción no tanto de su necesidad,
cuanto de sus deseos. Pero el es-
tado á que se vé reducida por
tanta adversidad, como la ha so-
brevenido no se lo permite. Exáus-
to enteramente el patrimonio de
la corona, agotados sus propios
fondos, y consumidos los capita-
les de los particulares, que era el
recurso que hasta aquí tenia para
salir de tanto empeño, tomándolo
sobre sí, no tiene ya á que apelar.
Solo le queda la jenerosidad, ce-
lo y beneficencia de V. S. y de su
noble vecindario que viendo á es-
ta capital en tan terrib'.e aprieto
no dejará de socorrerla, aunque
no sea masque por su propia se-
guridad y conveniencia, porque
es indisputable que abierta esta
puerta, queda la casa vendida, es
decir, todo el reino. El mal que
de aquí se sigue es incalculable,
porque no solo pasamos á ajena
dominación de leyes diferentes, y
mui diversas costumbres, sino que
nuestra santa relijion, la fé de nu-
estros mayores y la esposa amada
de Jesu-Cristo queda viuda, apa-
gada y proscripta; ¡qué desolación
tan grande! ¡Qué dolor mas
acerbo!
Esta sola consideración nos
parece que basta para inflamar el
pecho mas helado de todo español.
Mientras esta capital ha tenido
arbitrios para ocurrir á tanta ne-
cesidad no ha pensado en moles-
tar a nadie, sufriendo con cons-
tancia y resignación los golpes
de la Divina Providencia, para
que con su sacrificio se salvasen
sus hermanos. Pero en el dia en
que el peso ya la agobia, y no
tiene, por decirlo así, báculo so-
bre que apoyarse, le es indispen-
sable valerse de los suyos. Es-
fuérzese pues V. S. á encender-
los y estimularlos, que proveídos
nosotros, esperamos defenderlos.
No queremos que ninguno se in-
comode, ni desampare su hogar,
porque mientras hubiese vivientes
en Buenos Aires habrá defensores
del Perú. Solo solicitamos que
si hubiese algunas armas blancas,
y de fuego en el distrito de V. S.
se sirva remitírnoslas á la mayor
brevedad, y lo mismo el numera-
rio con que sus jenerosos habi-
tantes contribuyesen para el buen
éxito de una causa que les es co-
mún. Que con estos ausilios te-
nemos de nuestro juicio, lo que
basta para frustrar las maquina-
ciones del fiero y soberbio ingles,
y dejar á nuestros amados herma-
nos disfrutando en paz de las dul-
zuras de su natalicio suelo.
Dios guarde á V. S. muchos
años. Buenos Aires 26 de enero
de 1807,-Martin de Alzaga.- Es-
teban Villanueva. — Manuel Man-
cilla. — Antonio Piran. — Manuel
Ortiz Basualdo. — Miguel de A-
güero. — José Antonio Capdevi-
la.-Juan Bautista ltuarte. -Mar-
tin Monasterio. — Benito Iglesias.
M. I. C. Justicia y rejimiento
de
Proclama del Cabildo de Buenos
Aires, exhortando á acudir á
defender á Montevideo.
Valerosos y leales voluntarios:
- 205 -
vuestra singular conducta nos
ofrece cada dia nuevos motivos
de admiración y de asombro. Ha-
béis dejado á la capital en la con-
fusa, pero preciosa duda, de si
deberá aplaudir mas el ardimien-
to jeneroso, con que os presen-
tasteis á alistar vuestros nombres,
ó el contento universal con que os
habéis arrojado á las aguas, para
ocurrir al ausilio de la fiel, de la
valerosa, de la hija angustiada,
de la afiijidá Montevideo. Vues-
tro noble entusiasmo hará época
en los fastos de la historia. Vues-
tra acrisolada lealtad servirá de
ejemplo á las presentes y futuras
jeneraciones. No desmayéis: fo-
mentad en vuestros pechos el va-
lor que habéis manifestado. Acor-
daos que vais á combatir con un
enemigo, á quien pocos meses ha,
á pesar de sus mayores ventajas,
rendísteis á discreción. Tened pre-
sente, que marcháis al ausilio de
la ilustre Montevideo, de esa hi-
ja mui amada, que no retardó los
socorros, cuando consideró en
opresión á la madre. Id ciertos
que en vuestros semblantes lleváis
grabada la imájen de la victoria.
No dudéis que vuestro jeneral,
ese ínclito caudillo, animará in-
trépido á todos con su presencia
y serenidad, y persuadirá con el
ejemplo. Ea, corred pues á la de-
fensa de aquella importantísima
plaza: no perdáis instantes en es-
carmentar para siempre á ese ti-
rano invasor de nuestros derechos,
de nuestras propiedades, de nues-
tra quietud y sosiego. Hacedle
entender de una vez, que ni sus
débiles fuerzas, ni sus alagüeñas j
insidiosas ofertas podrán jamas
abatir el valor, ni corromper el
corazón de los- hi jos y habitantes
de la América. Y si por acaso la
memoria de vuestros padres, de
vuestros hijos, de vuestras con-
sortes á quienes habéis abandona-
do por los intereses de la relijion,
del rei y de la patria, ha podido
por algún momento distraer vues-
tra atención de objeto tan impor-
tante (que no lo creemos) estad
seguros que su subsistencia corre
por cuenta del Cabildo de Bue-
nos Aires; que ausiliado de su
distinguido y fidelísimo vecinda-
rio no omitirá medio de cuantos
sean conducentes á su alivio, y
les proporcionará las mayores ven-
tajas. Tranquilizaos con estecom-
prometimiento y no os demoréis en
dar las últimas pruebas de vues-
tra lealtad y patriotismo. Sala
capitular de Buenos Aires, enero
30 de 1807.
Martin de A Izaga — Esteban de
Villa Nueva.-Manuel Mancilla.-
Antonio Piran.-Manuel Ortizde
Basualdo.-Miguel Fernandez de
Agüero. -José Antonio Capdevi-
la.-Juan Bautista de Ituarte.-
Martin de Monasterio.- Benito de
Iglesias.
Parte de la conquista de la pla-
za de Montevideo por las tro-
pas británicas , dado por el bri-
gadier jeneral Sir Samuel
Achmuty al mui honorable
Guillermo Windham.
Montevideo febrero 6 de 1807.
Señor: — Tengo el honor de in-
t 1
- 206 -
formar á V. que las tropas de S. M.
bajo de mi mando han tomado por
asalto, después de una resisten-
cia la mas determinada, la impor-
tante fortaleza y ciudad de Mon-
tevideo.
El Ardiente con su convoi ar-
ribó á Maldonado el 5 de enero:
y yo tomé inmediatamente bajo de
mis órdenes las tropas del Cabo,
mandadas por el teniente coronel
Backhouse. En el 13 evacué esta
plaza sin oposición, dejando una
pequeña guarnición en la isla de
Gorriti.
Con consulta del contra-almi-
rante Sterling se determinó ata-
car á Montevideo; y desembarqué
la mañana del 18 al O de la Pun-
ta de Carretas en una pequeña
bahía, cerca 9 millas de la ciudad.
Cuando desembarcamos tenia el
enemigo sobre las alturas una
grande fuerza con cañones; pero
no avanzó á oponerse, sinó que
permitió que yo tomase una posi-
ción fuerte cerca de una milla de
la costa. A medio dia comenzó un
lijero fuego y algún cañoneo en
las avanzadas, y continuó con in-
terrupción mientras permaneci-
mos. El 19 nos movimos hacia
Montevideo: la columna derecha
al mando del honorable brigadier
jeneral Lurnley al momento en-
contró oposición: cerca? de 4,000
hombres de la caballería enemiga
ocupaban dos alturas, al frente y á
la derecha. Así que avanzamos se
rompió contra nosotros un fuego
mui pesado de balas y metral la ; pe-
ro cargando con espíritu al frente
el batallón del mando del teniente
coronel Brownigg, dispersó los
cuerpos opuestos con pérdida de
un cañón. El enemigo no esperó
igual movimiento al flanco, sinó
que se retiró: continuó retirándose
delante de nosotros, y nos permi-
tió sin oposición alguna, escepto
algún cañoneo desde lejos, tomar
una posición cerca de dos millas
de la ciudadela: nuestras postas
avanzadas ocuparon los arrabales
y algunas pequeñas partidas fue-
ron apostadas cerca de las obras;
pero á la tarde la principal parte
de los arrabales fué evacuada.
A la mañana siguiente salió el
enemigo de la ciudad, y nos ata-
có con toda su fuerza de cerca de
6,000 hombres y un número de
cañones: avanzó en dos columnas,
la derecha compuesta de caballe-
ría, para rodear nuestro flanco
izquierdo, mientras la otra de in-
fantería atacaba la izquierda de
nuestra línea: esta columna aco-
metió contra nuestros puestos
avanzados; y cargó tan duramen-
te contra nuestro piquete de 400
hombres, que el coronel Browne
que mandaba la izquierda, orde-
nó que fuesen á sostenerlo tres
compañías del 40 al mando del ma-
mayor Campbell: estas compañías
cayeron sobre la cabeza de la co-
lumna y las acometieron mui bra-
vamente; y esta carga fué reci-
bida tan galantemente, que por
ambas partes cayó un gran nú-
mero. Al fin la columna principió
á retirarse, y entonces fué repen-
tina é impetuosamente atacada
por los cuerpos rifles (cazadores)
y el batallón lijero que yo había
ordenado y dirijido hacia aquel
punto particular. La columna se
- 207 -
desordena, y es perseguida hasta
la ciudad con grande matanza y
pérdida de un canon. La columna
derecha observando el hado de
sus compañeros, se retiró con
precipitación sin entrar en la ac r
cion.
La pérdida del enemigo fué
considerable, y se ha calculado
en 1,800 hombres: sus muertos
podrán montar á 200 ó 300. Noso-
tros hemos tomado otro tanto nú-
mero de prisioneros; pero la par-
te principal de los heridos la me-
tieron en la ciudad. Yo soi tan
feliz, que puedo decir que nues-
tra pérdida es mui corta en com-
paración.
Las consecuencias de esta ac-
ción son mas grandes que la ac-
ción misma. En lugar de encon-
trarnos rodeados de la caballería
y guerrillas en nuestros puestos,
muchos de los habitantes del pais
se separaron y retiraron á sus ca-
sas, y se nos permitió asentarnos
quietamente delante de la ciudad.
Por las mejores informaciones
que habia adquirido, fui inducido
á creer que las defensas de Mon-
tevideo eran débiles, y la guarni-
ción de ningún modo dispuesta á
una resistencia ostinada; pero en-
contré las obras verdaderamente
respetables con 160 piezas de ca-
non, y que ellos se defendían há-
bilmente. *
Estando el enemigo en pose-
sión de la isla de Ratas, era due-
ño también del puerto. Yo estaba
cuidadoso de que sus cañoneras
nos ofendiesen como lo esperi-
mentabamos. Una batería de dos
cañones se construyó el 23 para
contenerlas, y nuestros puestos
fueron estendidos hasta el puer-
to, y cerrada completamente la
guarnición por la parte de tierra;
pero su comunicación aun perma-
necía abierta por la mar, y sus
botes les conducían municiones y
tropas: aun el agua la conseguían
por este medio, pues los pozos que
abastecían la ciudad estaban en
posesión nuestra.
El 25 abrimos baterías de 4 ca-
ñones de á 24, y 2 morteros: y
todas las fragatas y buques me-
nores vinieron tan cerca cuanto
pudieron, y cañonearon la ciudad.
Pero viendo que la guarnición no
se intimidaba ni se rendía, cons-
truí el 28 una batería de 6 caño-
nes de á 24, á mil yardas del bas-
tión del S. E., que me habia in-
formado estaba en tan débil esta-
do, que pudiera fácilmente arrui-
narse: el parapeto luego fué des-
truido, pero el terraplén recibió
poco daño: y quedé convencido
de que mis esfuerzos no eran su-
ficientes para un sitio regular: el
único prospecto de buen suceso
que se me presentaba, era levan-
tar y formar una batería lo mas
cerca que se pudiera de la mura-
lla por la puerta del S., que une
las obras de la mar, y empeñarme
á abrirle brecha: esto fué efectua-
do por una batería de 6 cañones
á distancia de 600 yardas; y aun
que estaba espuesto á un fuego
mui superior del enemigo, que fué
incesante durante todo el sitio,
se dijo que una brecha era prac-
ticable en el 2 del corriente. Mu-
chas razones me indujeron á no
diferir el asalto, aunque temía que
59
- 208 -
las tropas iban espuertas á un
fuego mui pesado ál acercarse y
montar la brecha: se dieron órde-
nes para el ataque una hora antes
de amanecer el dia siguiente, y
se mandó un parlamento por la
tarde al gobernado*, intimándole
rindiese la plaza: á este mensaje
no se dio respuesta. Las tropas
destinadas fiara el asalto se com-
ponían de los cuerpos rifles al
mando del mayor Gardner, dé la
infantería lijé r a aL mando del te-
niente coronel Brownigg y del
mayor Troller, de los granaderos
él mando de los mayores Camp-
bell y Tucker, y del Tejimiento
38 al mando del teniente coronel
Vassal y del mayor Nugént. Ellos
fueron sostenidos por él Tejimien-
to 40 al mando del mayor Dal¿
rymple, y por el 87 al marido del
teniente coronel Botiller y dél
mayor Mi 11er: todos eran coman-
dados por el coronel Browné. El
résto de mi fuerza se componía
del 17 de dragones lijeros, de los
destacamentos del 20 y 21 de dra-
gones lijeros del Tejimiento 47; de
una compañía del 71 y de un cuer-
po de marineros y jente de mar,
acampados bajo el mando del bri-
gadier jeneral Lumley para pro-
tejer nuestra retaguardia. A la
hora destinada marcharon las tro-
pas al asalto: ellas se acercaron
á la brecha antes de ser sentidas,
y cuando lo fueron, se abrió so-
bré ellas un fuego destruidor de
todos los cañones que miraban
hácin aquella phrte y de la mos-
quetería de la guarnición. Pero
por pesado que fuese el fuegb,
nuestra pérdida hubiera sido &
proporción mui corta si la brecha
hubiese estado abierta; pero du-
rante la noche y bajo nuestro fue-
go el enemigo la había barriquea-
do con cueros, de un modo que
la hacia casi impracticable. La
noche era en estremo oscura: la
cabeza de la columna erró la bre-
cha; y cuando se acercó, estaba
tan cerrada, que se engañó no pu-
diéndola tocár. En esta situación
permanecieron las tropas un cuar-
to de hora bajo un fuego vivo,
hasta que se descubrió la brecha
por el capitán Remy del 40 de in-
fantería lijera, quien se dirijió á
ella y calló gloriosamente muerto
al montarla. Nuestros valientes
soldados la acometieron, y por
dificultoso que fuese su acceso,
forzaron el camino hacia la ciu-
dad. A la bóca de las calles prin-
cipales se habían colocado caño-
nes y su fuego por un cortotiem-
po fué destruidor; pero las tropas
avanzaron en todas direcciones,
limpiando las calles y baterías
con sus bayonetas y derribando
sus cañones. El Tejimiento 40 con
el coronel Browhe lfe siguió des-
pués: ellos también erraron la
brecha y dos veces pasaron por
el fuego de las baterías antes de
encontrarla.
El Tejimiento 87 estaba apos-
tado cerca de la puerta del Nor-
te, la que debían abrir las tropas
que entrasen por la brecha; pero
su ardor era tan grahde, que no
pudieron esperar: escalaron las
murallas, y entraron en la ciudad
cuando lhs tropas de adentro se
acérchban. Al ser de dia todo es-
taba ért posesión nuestra, escepto
- 209 -
la ciudadela que hizo una mues-
tra de resistencia; y por la maña-
na bien temprano la ciudad esta-
ba quieta y las mujeres paseaban
pacíficamente por las calles. El
valor que manifestaron las tropas
durante el asalto y su moderación
y arreglada conducta en la ciudad,
hablan demasiado en su elojio, pa-
ra que sea necesario decir cuan
sumamepte agradable me ha sido
su porte. Los servicios que han
tenido que hacer desde quedesern-
barcaron, han sido estraordina-
rios, severos y laboriosos, pero
no se Ies ha escapado ninguna
murmuración: todo lo que yo de-
seaba se hacia con orden y con
esmero.
Nuestra pérdida durante el si-
tio fué corta, particularmente no
siendo defendidos por aproches, y
siendo elfuego de balay metralla
del enemigo incesante; pero me
es doloroso añadir que fué gran-
de en el asalto: muchos apreeia-
bilísimos oficiales hai entre los
muertos y heridos: el mayor Dal-
rimpe del 40 es el único oficial
de campo que ha muerto: los te-
nientes coroneles Vassal y Brow-
nigg y el mayor Tucker se hallan
entre los heridos, y siento mucho
decir que los dos primeros lo es-
tán mui gravemente. La pérdida
del enemigo es grande: cerCa de
800 muertos y 500 heridos, y el
gobernador D. Pascual R.üizHui-
dobro con mas de 2,000 entre ofi-
ciales y soldados prisioneros: cer-
ca de 1,500 se escaparon en bo-
tes ó escondidos en la ciudad.
He recibido del brigadier jerte-
ral el honorable W. Lumley, y
del coronel Browne la mas hábil
y celosa asistencia:el primero pro-»
tejió del enemigo la línea durante
nuestra marcha, y cubrió nuestra
retaguardia durante el sitio, con
gran juicio y resuelta bravura.
La establecida reputación en la
real artillería, ha sido firmemente
sostenida por la compañía de mi
mando, y me considero mui obli-
gado á los capitanes Watsson,
Dickson, Carmichael y Willgres
por sus celosas y hábiles opera-
ciones.
El capitán de injenieros Fans-
haw es igualmente celoso, y aun
que joven, se ha conducido en el
servicio con tanta propiedad, que
ho tengo la menor duda de apro-
barlo por un oficial apreciable:
debiendo á su gran fatiga la en-
fermedad que contrajo en medio
de nuestras operaciones: yalmo-
mento el capitán Dickson tomó su
oficio y lo desahipeñó con el mas
grande juicio.
De los jefes de los cuerpos y
departamentos de la plana mayor
jeneral del ejército, de la medici-
na, y de la mia propia, he recibi-
4o la mas pronta y esmerada asis-
tencia.
Los capitanes y oficiales do la
escuadra han sido igualmente ce-
losos en asistimos, siendo parti-
cularmente deudora los capitanes
Donelly y Palmer por sus gran-
des servicios. Ellos comandaban
un cuerpo de marineros y hom-
bres de mar que fueron desembar-
cados, y nos fueron esencialmente
útiles con los cañones, en las ba-
terías y en la conducion de muni-
ciones y pertrechos.
- 210 -
No es necesario decir que ha
habido la mayor cordialidad entre
el contra-almirante Sterling y yo:
habiendo recibido de él la mas
amistosa atención y todo lo que ha
estado en su mano concederme.
Este despacho será entregado
á V. por el mayor Fucker, que
fue herido en el asalto: y como ha
sido por mucho tiempo mi confi-
dente, suplico a V. se tome la mo-
lestia de informarse de él de todas
los demas particulares.
Tengo el honor de ser &,c.
&,c. — S. Achmuty: brigadier je-
neral comandante. — Al mui ho-
norable W. Windham &c. &- c.
P. S. — Siento mucho añadir
que lostenientes coroneles Vassal
y Brownigg han muerto ayer de
sus heridas: me lisonjeaba con es-
peranzas de su restablecimiento;
mas una rápida gangrena ha pri-
vado á S. JY1. de dos mui hábiles
y valerosos oficiales.
Gaceta Estraor diñaría de
Londres: 12 de abril 1S07.
Ataque y toma de Montevideo —
Fragmento de la obra de los
S.S. Robertson. (a)
Entre 1S06 y 7, súpose en
Inglaterra de la espedicion que
antes he mencionado, al mando
del visconde de Beresford, la cual,
(a) En la interesante obra que, en
1839, publicaron en Londres los Sres J.
P. y VV. P. Robertson, bajo el titulo:
Lelters on Paraguay comprising an uccount
of four yearsresidence in Ihat Republic . ” &,
se hallan algunos fragmentos concer-
nientes á los sucesos que hacen la inate-
habiéndose dirijido al Rio de la
Plata, había atacado bravamente
y tomado la ciudad de Buenos
Aires.
Esta victoria, sorprendente por
sí misma, escitó en alto grado la
fantasía de nuestra nación, que
anticipó inmensos resultados en
nuestro favor. Nos fué dicho que
el pueblo conquistado, no solo es-
taba satisfecho con sus nuevos
dominadores, sino que era dócil,
sumiso, amigable y lisonjero en
su trato con nosotros. El rio de
la Plata que desaguando en el mar
por una boca de casi 150 millas
de ancho, y navegable hácia aden-
tro por mas de 2000, nos filé des-
cripto como el mas poderoso ca-
nal para infinitos millones de nues-
tras mercancías. Se nos mostró
abierto el Perú y sus minas al tra-
vés de este magnífico canal; se nos
dijo que las rejiones tropicales del
Paraguay podrían ser abordadas
por grandes buques; que miles de
millones de ganados pacían en
aquellas feraces praderas; que el
valor de un toro era de cuatro
chelines, y que el de un caballo
llegaba apenas á dos. Los natura-
les (se nos seguía diciendo) darían
oro sin cuento por nuestras mer-
cancías; y sus menajes estaban
tan abundantes de víveres, tan lle-
nos de productos nacionales sus
depósitos, como sus cofres lo es-
taban de preciosos metales. Las
ría de nuestra Colección, y los cuales da-
remos en sus respectivos lugares. Cor-
responde que ahora coloquemos aquí el
presento, que contiene una pintura ani-
mada do lo mas fuerte que presentó la
toma do Montevideo por los ingleses.
• {Nota' de la Redacción .).
- 211 -
mujeres eran bellísimas, y los hom-
bres hermosos y atléticos.
Tales eran las noticias recibi-
das aquí de la nueva Arcadia, cu-
ya maravillosa é increíble conquis-
ta habia hecho lord Berresford.
El comercio ingles, ávido siem-
pre de tierras estranjeras, desple-
gó al momento las velas de sus
buques para la América del Sur.
El rico, el pobre, el indijente, el
especulador, el ambicioso, todos
se lanzaron á las nuevas tierras
inglesas á hacer ó reponer fortu-
nas; y el gobierno se contrajo se-
riamente á equipar una nueva es-
pedicion bajo las órdenes de Sir
Samuel Auchmuty paraestender
y asegurar sus nuevos territorios,
prótejiendo ademas las propieda-
des y personas de sus súbditos.
A ejemplo de muchos otros ar-
dientes jóvenes, me dejé llevar del
deseo de visitar una tierra descrip-
ta con tan fascinantes colores; y
partí deGreenock en diciembre de
1806 en un lindo buque llamado
La “Empresa” mandado por el
capitán Grahan.
Demasiado conocida es la mo-
notonía de un viaje de mar para
que me detenga á describir el
mió. Tuvimos los conocidos vien-
tos borrascosos del Canal &>.
y después, grandes regocijos
cuando, después de tres meses de
puro mar y cielo, tocamos con la
sonda el fondo del Rio de la Pla-
ta. Navegábamos gallardamente
en las aguas interiores, y esperá-
bamos al otro dia anclar en Bue-
nos Aires, cuando fuimos deteni-
dos por un buque de guerra in-
gles; y ;oh dolor! lo fuimos para
ver disipados los dorados ensue-
ños que nos habían mecido duran-
te todo el viaje.
Habiendo recibido el capitán
Grahan la orden de ir á bordo de
la fragata, volvió con el desalien-
to pintado en su semblante, á re-
ferirnos que los españoles habían
recuperado á Buenos Aires, to-
mando prisionero con todo su
gallardo ejército, al bravo jeneral
Berresford.
Siguió informándonos nuestro
capitán que la segunda espedicion
bajo Sir Samuel Auchmuty, es-
taba á punto de atacar á Monte-
video; y que, esceptuando los al-
rededores de esta plaza ocupados
por el ejército Ingles, no habia en
todo el territorio un palmo de ter-
reno para los súbditos británicos.
Se nos ordenó situarnos en la bo-
ca del puerto de la ciudad sitia-
da, y ponernos allí á las órdenes
del almirante ingles.
Se desplomaron así los Casti-
llos en el aire que el grupo de pa-
sajeros de la “Empresa” habia
levantado hasta una fantástica al-
tura. Aquellos que el dia anterior
habían palmoteado en mutua con-
gratulación de las fortunas que ya
iban á hacer, iban y venían cabiz-
bajos por la cubierta con sínto-
mas evidentes de despecho y de
tristeza.
Pronto tomamos nuestro pues-
to fuera de Montevideo entre cen-
tenares de buques que se halla-
ban en nuestra misma situación.
Podíamos oir desde donde está-
bamos los ronquidos del cañoneo,
y ver las baterías que vomitaban
el fuego y el hierro sobre las ca-
- 2 12 -
sas de los aterrados habitantes.
Montevideo era una plaza per-
fectamente fortificada. Veíanse en
el puerto muchos botes afanados
pasando de buque á buque; algu-
nos bergantines de guerra esta-
ban próximos á las murallas bom-
bardeando desde el mar la ciuda-
dela; los cañones estaban traba-
jando con mortal dilijencia sobre
la parte de la fortificación desig-
nada en la brecha; y los morte-
ros descargaban sus horrendas
bombas en fatales curbas. Miles
de espectadores seguían ansiosos
desde los buques la impresión que
cada descarga hacia sobre la pla-
za, y el producto de cada bala so-
bre la brecha. Las frecuentes sa-
lidas de las tropas españolas, con
los rechazos invariables que so-
portaban, daban á la escena un in-
teres nervioso lleno de animación.
Una madrugada, al fin, cuando
aun no se veian claros los objetos,
la parte de la muralla sometida á
la mortal operación de la -brecha,
fué envuelta, según parecía desde
los buques, en una inmensa hu-
mareda como sucede en una re-
pentina conflagración. Los bra-
midos del cañón eran incesantes,
y la atmósfera una densa masa de
humo impregnada con el aroma
severo de la pólvora. Al favor de
los anteojos de noche, y de los fo-
gonazos del cañoneo, pudimos
percibir que una lucha mortal es-
taba comprometida en la parte es-
terior de la muralla. Sintióse en
esto una angustiosa pausa, una
profunda y solemne espectativa.
La obra de matanza estaba lle-
gando á su crisis; y fué entonces
que los primeros albores del dia
nos mostraron el pendón británi-
co izado y orgullosamente flotan-
do sobre los edificios y murallas.
Un grito simultáneo de triunfo y
de júbilo salió espontáneo de toda
la flota; y aquellos que el dia an-
terior habian estado suspendidos
entre la duda y el temor dieron
suelta ahora sin límites á una ar-
diente anticipación de los felices
y prósperos resultados de la em-
presa.
Desembarcamos aquel dia y en-
contramos á nuestras tropas en
completa posesión de la plaza.
¡Q,ué triste espectáculo de deso-
lación y miseria el que se presen-
taba á nuestros ojos á cada paso!
La matanza había sido terrible;
proporcionada á la bravura que
desplegaron los españoles y á la
gallarda é irresistible firmeza con
que los ingleses arrollaron sus
masas y apagaron los fuegos de
sus baterías.
La compañía de granaderos del
40, fué la primera que, conducién-
dose con una audacia temeraria,
se arrojó sobre la brecha, y con
la escepcion del capitán Gillies y
de pocos soldados, toda ella su-
cumbió á los fuegos de artillería
que la flanqueaban. Siguióla en-
tonces ^1 bravo coronel Vassall,
á la cabeza del rejimiento n ? 38.
Fue él quien despejó la brecha,
subiendo sobre ella; y mientras
ajitaba su espada dando ánimo a
su j.ente para que le imitase, fué
herido en el corazón por una bala.
Siguióse un terrible conflicto. La
brecha fué cubierta de nuevo con
pilas de cuero, fardos de crin y
- 213 -
astas de toro. Nuestros soldados
se lanzaron sobre ellos, y entre
' ellos rodaron hasta las calles de
la ciudad, donde fueron recibidos
por los sitiados en las puntas de
las bayonetas. Habiendo marcha-
do nuevas columnas al interior de
las murallas á reforzar las que se
hallaban comprometidas escalan-
do la brecha, ó desalojando al
enemigo de los edificios inmedia-
tos, la matanza se hizo horrorosa
y continua por ambos lados. Por
todas partes se veian pilas de he-
ridos, de muertos y de moribun-
dos; y por todas las calles encon-
trábamos literas que conducían á
los pacientes á los hospitales y á
las iglesias. Veíase á la desolada
madre, á la infeliz hermana, á la
desvalida viuda buscando deses-
peradamente á su hijo, á su her-
mano ó á su esposo. Habiéndose
convencido de que no estaban en-
tre los vivos procedían desespera-
das á buscar sus cadáveres para
rendirles los últimos honores que
de este lado del sepulcro se hacen
á los muertos.
Un mero campo de batalla no
puede llevar en sí la mitad de los
horrores de una acción en una
ciudad que es tomada por asalto.
Aquí el aposento conyugal, y el
caro círculo de la familia, están
igualmente espuestos á la violen-
cia; los mas próximos parientes,
los amigos mas queridos, son se-
gados por la espada de la muerte
unos en pos de otros y en presencia
unos de otros; al paso que, para
mayor horror de la escena, la con-
cupícencia, el pillaje y la embria-
guez, ejercen libre dominio en la
carne y en el corazón de los ven-
cedores. Aunque tales escenas
no pueden completamente repri-
mirse en estos casos, fueron en la
toma de Montevideo comparati-
vamente pocas las que se presen-
taron; y esta mitigación de las
consecuencias jenerales de la to-
ma por asalto de una plaza des-
pués de una ostinada resistencia,
fué debida no menos á la admi-
rable disciplina de las tropas in-
glesas, que á la firmeza y á la fi-
lantropía de Sir Samuel Auch*
muty.
En una ó dos semanas desapa-
recieron las mas prominentes de
las desvastaciones de la guerra; y
un mes después, los habitantes
habian ganado tal confianza en
sus invasores, cuanto era posible
esperarse, dada la posición rela-
tiva de inquietudes mutuas y es-
pectativas en que se hallaban.
Esta confianza fácilmente ga-
nada es principalmente atribuible
al equitativo gobierno del jefe de
la fuerza. El dejó intactas y libres
las instituciones civiles del país,
y trató con la mayor afabilidad á
los habitantes de todas las clases.
Comenzaron estos así á cam-
biar sus civilidades con los ingle-
ses; y cuando considero la mane-
ra hostil con que estos se habian
presentado entre ellos, y la dife-
rencia de creencias relijíosas,que
frecuentemente enjendran pasio-
nes mas mortales que las de la guer-
ra misma, me parece imposible
exijir de españoles un mayor sa-
crificio á las esterioridades del
trato, que el que ellos hacian de
los profundos sentimientos de or-
- 214 -
güilo y de esperanza que no po-
dían dejar de abrigar.
Es imposible decir como pu-
dieron acomodarse en la ciudad
tantas tropas estranjeras, tantos
mercaderes y tantos aventureros
de toda clase como los que entra-
ron á ella en aquel dia. Ellos se
alojaron como pudieron en cada
rincón, en cada guardilla, á tér-
minos que aquello parecía mas
bien una colonia inglesa, que un
establecimiento español.
El número de habitantes, al
tiempo de la toma, era como de
diez mil: mezcla de naturales de
la vieja España , de descendientes
de estos, llamados criollos, y de
una multitud proporcionada de
negros y mulatos, la mayor parte
esclavos. Con la toma de la ciu-
dad, esta población tuvo un au-
mento como de cinco mil súbdi-
tos ingleses, de los que cuatro mil
eran militaresy como dos mil mer-
caderes, traficantes y aventureros;
y una incalificada turba, ademas,
que es difícil colocar aun entre los
de la última denominación.
Centenares de buques ingleses
se hallaban anclados en el puer-
to. Buenos Aires se hallaba toda-
vía en posesión de los españoles;
pero fundadas esperanzas habia
de que al saberse en Inglaterra la
toma de Montevideo, serian au-
mentadas nuestras fuerzas á fin'de
realizar Iti conquista de la capital
de tan espléndido país. Fácil es de
concebir con cual ansiedad espe-
rábamos nosotros la consumación
(a) Traducción . — “La gracia acompa-
ñaba todos sus pasos; en sus ojos brilla-
ban las luces del cielo, y el amor y la dig-
de tales esperanzas, anticipándo-
nos ya que los tesoros de la ciu-
dad, de ios rebaños y de las ha-
ciendas estaban prontos á caer en
nuestro poder. Esperábamos no-
sotros también que, en pocos me-
ses, los territorios de Chile, del
Perú y del Paraguay, quedarían
abiertos á nuestro ilimitado co-
mercio.
En mi carta siguiente hablaré
con mas estension de los natura-
les; y en especial de su mejor
parte — las mujeres. Jamas las vi
en parte alguna mas bellas ó mas
graciosas que allí. Puede decirse
de la mayor parte de ellas lo que
Milton.
“Grace was in all her steps, heav’n
in her eye,
“In every gesture digmity and
love.” (a)
A Montevideo tomada por asalto
por los ingleses en 3 de febrero
de 1807, siendo gobernador de
dicha plaza el brigadier' de la
real armada D. Pascual Ruiz
Huidobro.
POR D. J OSE PREGO DE OLIVER.
La guerra: la atroz guerra: el trueno, el
rayo.
El polvo, el humo denso, todo, todo,
Su venida fatal al pueblo anuncia.
Denda la mar las naves, y por tierra
Las haces enemigas el tremendo
Cañón asestan contra el débil muro,
Y é un tiempo mismo bocas cien de bronce
El fuego arrojan con horrendo estruendo.
Zumbando globos por el aire vago
Las calles cruzan, templos desmoronan,
nídad se hacian concebir en cada uno de
sus ademanes. (La Redac,)
_ 215 - “
Ediñcios derrocan, y no hai nada.
Que á su choque feroz oponga fuerza.
Solo la alcanza el ínclito caudillo,
Veces mil mas ilustre por su esfuerzo,
Que por la cruz que de .su pecho pende.
Con faz serena, y con osada planta
No para, y corre á visitar los puastos,
Do el fuego, el estampido, y los mem-
brudos
Brazos, que sirven el canon, trasladan
El horrísono carro, en que el Tenante
Los rayos vibra, que Ciclopes forjan.
El plomo silbador, que muerte avisa.
Nunca puede abatir su erguida frente,
Que llena de ambición espera un dia.
Que á la par de Vélaseos la sublime
Al sacro templo de la augusta Fama
Orlada de laurel inmarcesible,
Con que Mavorte á sus campeones orna.
Siguen sus huellas los varones claros,
> Que fueron arrullados en la cuna -
Con cantares de abuelos, que á la pataia
Inmolaron la vida: don que el cielo
Impone al hombre conservar, y la honra
Arrastra á aventurar todas las veces.
Que llama el parche, ó el clarin resuena.
El pueblo y tropa, todo en mezclamsento,
No hacen mas que peléar; no hai otro
oficio.
Yo vi las Artes, si, vilas yo mismo
Azoradas vagar, y demandando
Favor y ayuda, las orejas sordas
Atónitas hallar á sus plegarias.
Los talleres y fabricas cerradas,
Son arrojadas del humilde techo,
Que antes las albergó: tornan, y llaman;
Pero no hai responder. Desconsoladas
Huyen, y huyendo la cabeza vuelven,
Por si descubren algún brazo ami >o,
Que corra en pos solícito á tenellas;
Masen vano miráis: todos á una
No curan mas que del cañón funesto.
Antes del pecho borbotando sangre
Al letal golpe de la bala ardiente
Despedirán la fatigosa vida,
Que la cerviz doblar á yugo esíraño.
Bajo un trono nacieron; bajo un trono
Dias vivieron de paz honda y blanda;
Y quieren bajo un trono que los nietos
Amorosos el lecho circundando.
Con encendido lloro y mano leve
En el sueño eternal cierren sus ojos.
Las columnas de Albion, que sus pen-
dones
Quieren ver hondear en In asta misma,
De do penden los lienzos, que tremolan
Blasones de Castilla, el cerco estrechan;
Aumentan baterías; y doblando
El estruendoso fuego, ni un momento
Es dado á los sitiados de reposo,
Al batir continuado el muro tiembla;
Las piedras desquiciadas se desploman;
Y los escombros mismos son la escala
De la brecha fatal: ¡ay! ciudadanos,
Cubrid, tapad del boquerón horrible.
Que ha de ser tan fatal, cual lo fue en
Troya
La máquina infernal del dolo griego.
Quince veces el Sol salido había
Por las rosadas puertas de lá Aurora
De rayos coronado en plaustro de oro.
Sin que mostrase lástima ni duelo
Por las cuitas de un pueblo, que aflijido
Ve por última vez, que declinando
Su pausado rodar, el horizonte
Vá á sepultar el majestuoso disco
En las líquidas urnas del undoso,
Del sacro Paraná: queda rojeando
La vía, por do fue; mas á deshora
Desparece el fulgor, y en todo el cielo
Ni rastro queda de la escelsa lumbre,
Del Caos la hija triste sobre el suelo
Densas tinieblas desparrama, y deja
Casi invalido el ojo vijilante
Del atleta tenaz, que sobre el arma
Apoya el brazo, en que reclina el cuerpo.
La circunvalación del muro todo
De trecho er. trecho milites sustenta,
Que inmóviles y atentos representan
Estatuas del silencio, que interrumpo
- 216 -
El eco bronco de olas encrespadas,
Que azotan el peñasco, y luego húmíldes
Bésanle el pié, y escúrranse á su centro^
¡Cuánto de manlandaza hoi avecina,
Onda de maldición, al triste pueblo
Tu sonar turbulento! oír no dejas
El ruido sordo de la planta insana,
Que arrebozada en el tupido manto
De la noche sombrosa, y atrochando
Por la brecha mortal, sin ser sentida
Penetra audaz el lacerado muro.
Al súbito rumor el castellano
El arma requiriendo, presuroso
Al riesgo corre, y al britano altivo
En su valor un otro estorbo opone.
El cañón y arcabuz á un tiempo atruenan;
Densan la lobreguez; y sangre, y fuego,
Y horror y estrago á todas partes lanzan.
El furibundo Marte en torno jira
De unas y otras lejiones, aguzando
La colora y ardor; é introduciendo
La confusión, las huestes mezcla y junta.
Así mezcladas pugnan; y la lucha
Mas y mas se encarniza; y la atroz
Muerte
Enarbolundo el brazo, la guadaña
Descarga sin cesar, y á centenares
Tiende de cada golpe los varones,
Que son apoyo de la madre Patria.
Bien pocas son las almas, que te quedan,
Ilustre madre, y esas pocas, elas,
Elas pelear de sangre salpicadas,
Y tropezando en los gloriosos cuerpos
De los que perecieron, anhelando
Volver con el laurel á tu regazo,
Alejando infortunios de tu seno.
Mas, dado no les fué, y aun esos pocós.
Acribillados, lloran la flaqueza
Del brazo, que no puede con la espada.
No puedo mas, que el enemigo carga,
Y cual voraz incendio se difunde,
Que no hai estorbo, que su curso ataje.
Al bullicio, al estrépito, á la grita,
(a) El Sr. Pueirredon se dirijía en-
t onces a España, como uno de los dipu-
Las matronas y vírjenes transidas
Se llenan de estupor, y en el retiro
De la cámara yerma presajiando
La viudez y horfandad desconsoladas,
Alzan los ojos de llorar cansados
A los cielos de marmol á sus quejas;
Las manos tuercen; y el vivir desaman.
Del alto alcazar, del dorado solio
Do en torno vuelan las virtudes almas,
La paternal cabeza, asoma, asoma,
Augusto Carlos, y verás un pueb'o
En escombros envuelto, y cada escombro
Será padrón, en que leerán los siglos:
“Al pueblo supo Carlos rejir blando,
“Y por Cárlos el-pueblo morir supo.”
Exhortación que D. Juan Martin
de Pueyrredon dirije desde la
Bahía de todos Santos al pri-
mer escuadrón de Húsares , del
que es comandante (a).
Húsares compañeros: sino es-
tuviese tan cierto de vuestro je-
neroso patriotismo y heroico va-
lor, puede ser que la suerte de ese
feliz país alterase mi sosiego hoi,
que tengo noticias positivas de
haber pasado para el Sur un con-
voi ingles con 4,500 hombres, y
mas que vehementes sospechas de
que se dirijían al Rio de la Plata:
pero no; su número es mui corto,
y su calidad mui despreciable,
para poder resistir á vuestros bríos
y ardimiento: ellos son un núme-
ro de miserables esclavos, enca-
denados al capricho de un amo
ambicioso, y vendidos á un igno-
minioso interes; vosotros sois
unos hijos amantes, que conduci-
dos do Buenos Aires (JV*. de la Red.)
aa-v.avum • -==
>•- 217 -
dos únicamente de la nobleza de
vuestros corazones, y de aquel en-
tusiasmo que jamas halló resis-
tencia, enjugasteis ya una vez el
llanto de vuestra madre, la libras-
teis de las cadenas que la opri-
mían; y habéis jurado sacrificarle
la existencia que ella os dio, an-
tes que consentir verla espuesta á
iguales ultrajes: sois una nume-
rosa familia, unida por un frater-
nal amor el mas singular, gober-
nada por la razón, y dirijida por
los mas altos pensamientos; y
sois al fin un cuerpo de noble ju-
ventud, que vais voluntariamente
al campo del honor. Ved si me es
permitido hacer una comparación;
y aun cuando os hiciese el agravio
de hacerla, si sería acaso otro el
resultado, que el de confirmarme
mas en el concepto de vuestra su-
perioridad. Asi pues es que el
menor de mis recelos es la duda
de vuestro vencimiento, en el ca-
so de que temerario os ataque.
Vuestro valor y constancia son
de naturaleza de no necesitar es-
tímulos; y yo sin duda debería
mas bien limitar mi empeño á
imitaros, que esforzarme en acon-
sejaros. Mas sin embargo, si por
desgracia se hallase alguno que
sintiese nacer la debilidad en su
pecho, vuelva los ojos á su madre
la patria, y la verá con la palidez
del temor implorar entre mil an-
sias su ausilio; verá la mas tier-
na infancia, imitando el dolor de
su aflijida madre, implorar sus
tiernas caricias, y estender sus
inocentes brazos en ademan de
pedirle algún consuelo; verá la
mas preciosa y débil mitad de
nuestra especie, anegada en lá-
grimas de sentimiento huir presu-
rosa á las campañas, y buscar en
una pobre choza el asilo, que an-
tes le ofrecían el regalo y como-
didad de su casa: verá en fin la
amorosa madre, la hermana que-
rida, y la tierna esposa estrechan-
do entre sus brazos el objeto de
sus caricias, deplorar la suerte
que les espera.
, ¿Q,uién á vista de objetos tan
tiernos, no sentirá anegarse su
corazón en lágrimas de sensibili-
dad, y correr un fuego por sus ve-
nas, que lo haga el terror de las
columnas enemigas? Estoi cierto
que ninguno; y que todos os abra-
sais en deseos de que se presente
ese enemigo tan orgulloso como
débil, para labrar sobre su des-
trucción vuestro engrandecimien-
to, y para asegurar con vuestros
esfuerzos la seguridad de la pa-
tria, el sociego y contento de vu-
estras familias, y vuestra propia
gloria y felicidad.
Bien sabéis, que en cuantas na-
ciones se presentaron enemigos de
esta misma nación para invadir
nuestras posesiones, en toda§ fue-
ron completamente destrozados
por fuerzas infinitamente inferio-
res á las suyas; muchas veces por
vecinos mal armados; y puedo
afirmar que siempre por cuerpos
que en nada pueden igualar á los
vuestros. ¿Y sería posible que es-
te mismo enemigo, en menos nú-
mero que el de vuestros compañe-
ros, y siendo tan inferior en cali-
dad á vosotros, venciese vuestro
valor, se apoderase de vuestras
propiedades, tiranizase vuestras
i
- 21 8 -
voluntades, y llenase de oprobio
é ignominia vuestro nombre? Po-
dría alguno de vosotros tolerar es-
ta vileza? ¿Tanta gloria adquiri-
da había de tener tan triste fin?
No, mis queridos compañeros; una
idea tan injuriosa á vuestro méri-
to jamas ocupó, ni aun por un ins-
tante mi imajinacion. Sé que si se
presentan, vais á hacerles conocer
que los que beben las aguas del
Rio de la Plata no ceden en va-
lor á los del Ferro), Canarias,
Habana, Caracas &/C. &> c.; y sé
que vais de una vez para siempre
á escarmentar su loca temeridad.
Nada tengo que advertiros sobre
la conducta que debeis observar
con vuestros hermanos de armas,
y aun con el enemigo. Vuestros
principios no comunes, y la no-
bleza de vuestros pensamientos
(que son bien conocidos) son ga-
rantes, de que sereis atentos y
amorosos con todos los que (co-
mo vosotros) están prontos á ofre-
cer la vida en obsequio de la pa-
tria; que notendreis otras preten-
siones, que la de haceros amar de
todos los cuerpos por medio de
una igual armonía y benevolencia;
y que no vereis en cada uno de
ellos, mas que un hijo de vuestra
propia madre, y un instrumento
necesario á vuestra común felici-
dad; y en fin que sereis al mismo
tiempo tan valientes con el ene-
migo en la defensa como huma-
nos y jenerosos, cuando le hayais
vencido.
El pueblo de Buenos Aires se
ha libertado con el mayor honor
de la ignominia, en que (sin. ser
parto á remediarla) lo puso una
desgraciada combinación: el es-
fuerzo de sus habitantes, para
conseguirlo, ha merecido un aplau-
so universal, sin esceptuar el de
los mismos enemigos: su patrio-
tismo sin igual hasta el presente
sé que es la envidia de los pue-
blos americanos y europeos: su
jenerosidad en presentar tan vo-
luntariamente sus personas y en
derramar sus riquezas, y su cons-
tancia en sostenerse, los hacen
dignos de la mas alta estimación,
y ya se mira con respeto un defen-
sor de Buenos Aires.
A favor del disfraz en que via-
jo, he presenciado algunas con-
versaciones de estranjeros, que
ponderando el entusiasmo y ardor
de los cuerpos voluntarios, nue-
vamente formados en esa capital,
distinguen mui particularmente á
mis húsares, como formados de
los principales _ libertadores de
Buenos Aires: y me preguntaban
si conocía estos cuerpos: mis con-
testaciones siempreson negativas,
pues paso por un comerciante de
Lima; pero juzgad de mi satis-
facción interior, y partid conmigo
los dulces sentimientos que igua-
les elojios me hicieron gustar.
Procurad sostener á todo precio
tan gloriosa reputación, para que
vuestro nombre llegue inmortal á
á los oídos de nuestro monarca
jeneroso.
Nunca he sentido tanto como
hoi el hallarme separado de voso-
tros; no porque crea haceros fal-
ta, pues estoi seguro que cual-
quiera de vosotros vale otro yo, y
que el que ocupa mi lugar sabrá
derramar toda su sangre, antes
\
que faltar á la confianza que en
él pusisteis: solo sí, por un efecto
de noble envidia, os veo en víspe-
ras de coronaros de laureles, y mi
corazón quisiera en vuestra com-
pañía participar de vuestras glo-
rias. Mas sinembargo: como de
vuestras ventajas me *cabe tan
grande parte, me doi de antema-
no el parabién de lo que vais á
conseguir, y ya que mi persona,
ocupada en otros empeños, no
puede asistiros, á lo menos mis
mejores votos seguirán siempre
vuestras operaciones militares.
¡Oh! ¡Si ellos tuvieran el don de
hacerse realizar, que felices fue-
ran los húsares de
Juan Martin de Pueyrredon.
Bahía de Todos Santos, febre-
ro 16 de 1807.
Oficio de los jenerales ingleses ,
que han ocupado la plaza de
Montevideo , dirijido por sepa-
rado á la real audiencia de
Buenos Aires, y al mui ilustre
cabildo, y las respectivas con-
testaciones de estos.
TRADUCCION DE DICHO OFICIO.
Montevideo y febrero 26 de
1807.— Señor, ó Señores. Vms.
deberán saber la toma de esta pla-
za por las tropas bajo de nuestras
órdenes y probablemente habrán
sido informados de la estraordina-
rísima suavidad manifestada á los
habitantes, aun en el momento de
asalto. Sus vidas, su relijion, y
sus propiedades se han conserva-
do sagradas, y están ahora ben-
diciendo la hora que los sacó
de un estado de anarquía, y los
puso bajo el suave gobierno de
nuestro augusto soberano. Los
prisioneros tomados con armas
se están tratando con cariño, á los
oficiales se les dá la libertad bajo
su palabra, y á aquellos particu-
lares que son habitantes del pue-
blo se les permite volver á sus
familias. Unos actos debenificen-
cia como estos suavizan los hor-
rores de la guerra entre las na-
ciones civilizadas; y habíamos es-
perado encontrar nuestros prisio-
neros igualmente bien tratados
por una nación, que ha sido re-
marcable por la buena fé y alto
honor.
Nos hemos engañado grande-
mente. Sabemos ahora por la me-
jor autoridad, que se ha violado
una solemne capitulación, que
nuestros prisioneros han sido mal-
tratados, algunos de ellos asesi-
nados, los mas, sino todos, deja-
dos sin sus pagas, y que han mar-
chado lejos a lo interior del país,
bajo unos rigores é incomodida-
des de que se resiente la huma*
nidad.
¿Y á qué efecto es este desvío
de las leyes de las naciones? El
número de prisioneros en la pose-
sión de Vds. es mui pequeño com-
parado con nuestra fuerza, para
influir en nuestros movimientos.
Vds. han, de consiguiente, infrin-
jido una capitulación sin beneficio
á Vds. mismos. Su tratamiento ha
de ser retaliado; consiguiente-
mente Vds. esponen sus parientes
y amigos á rigores no necesarios.
- 220 -
Mortificante como es á nuestros
sentimientos y á la humanidad,
tenemos un derecho a hacerlo, y
es/ preciso que lo hagamos. Des-
pués de esta solemne apelación al
honor y á los sentimientos de
Vds., aseguramos á Vds. quedos
prisioneros que están con nosotros
se mandarán á Inglaterra, á no
ser que la capitulación de Buenos
Aires se ponga en fuerza, y nues-
tros prisioneros se devuelvan.
Tenemos justa causa á quejad-
nos de los habitantes de Buenos
Aires, pero cuando consideramos
en lo que ha sufrido esa ciudad,
cesa nuestro enfado, y desea-
mos encarecidamente aliviaría de
ulteriores padecimientos. Sálven-
nos la dolorosa necesidad de mar-
char contra ella, de talarla, y de
ser testigos de su ruina. Ofrece-
mos á Vds. sus leyes, su rejijion,
y propiedad bajo la proteqcion
del gobierno ingles.
Va un oficial de rango, el ma-
yqr Campbell á tratar con Vds.
Sabe nuestros sentimientos, y re-
ferimos á Vds. áél para mas par-
ticulares.
Tenemos el honor de ser sus
Carlos Sterling — S. Jluchmuty.
Carta oficio al ilustre cabildo de
esta capital.
Montevideo, febrero 26 de 1807.
Señores: para que los habitan-
tes de Buenos Aíres sepan el ob-
jeto de esta comunicación, acom-
paño ík Vds. copia de la que con
esta fecha dirijo al Sr. goberna-
dor de esa plaza. Tengo el honor
&c. Firmado S. Auchmuty — bri-
gadier jeneral comandante en jefe.
/ *
Carta de D. Guillermo Carr Ber-
resford al alcalde de primer vo~
to de esta capital.
Cuartel jeneral de Montevideo,
febrero 26 de 1807 — Aunque aca-
so no me será propio el escribir á
V.; sin embargo, considerándolo
como jefe del cabildo, y á este
como representante del pueblo de
Buenos Aires, no puedo, bajo las
presentes circunstancias, dejar
que este parlamentario vaya áBue-
nos Aires (de que he sido instru-
mento para que se mande) sin
comunicar con V.
Probablemente antes que esta
llegue á manos de V., sabrá que
he efectuado mi fuga; no ignora
V. del modo que he sido tratado,
la infracción de un tratado firma-
do, la inobservancia de todas las
promesas que se me han hecho
por escrito ó verbales; de haber
sido mandado á lo interior contra
la espresa condición sobre que se
sacó mi palabra de ser mandado
á Europa, como se espresa el Sr.
de Liniers en su carta de 30 de
agosto; finalmente habérseme qui-
tado mis papeles por violencia, y yo
puesto bajo centinela de vista, y
por último el ser yo mandado pa-
ra arriba del país, y probablemen-
te para nunca volver.
Bajo todas estas circunstancias
no podia haber cosa que me liga-
ra á no efectuar mi fuga cuando
pudiese: sin embargo no arries-
gaba á las indignidades, qué se
me hubieran hecho en caso de
descubrirme por ningunos objetos
- 221 -
personales, ó ningunos menos que
aquellos que yo tenia en mira, y
los cuales se esplicarán mejor por
las propuestas que el portador de
esta lleva de los jenerales británi-
cos; y creo que ninguna sospecha
puede aplicarse ahora á mis moti-
vos, y por lo mismo creo que mi
candor y sinceridad tendrán aquel
crédito é influencia que hasta aho-
ra no han querido Vds. darles.
Sin duda habrán Vds. sabido el
bueno, jeneroso y honorable tra-
tamiento manifestado por los in-
gleses á los habitantes de este
pueblo, tomado por asalto (y este
buen trato no puede imputarse por
nuestros envidiosos enemigos á
temor): Vds. mismos esperimen-
taron uno igual de mí, bien saben
Vds. como se me ha pagado; pero
creo que después ya han abierto
los ojos y que ven que la Gran
Bretaña es tan capaz de castigar
como inclinada á perdonar. Por
lo mismo depende de Vds. la me-
dida que han de adoptar, y confío
en que el cabildo de Buenos Ai-
res insistirá en que se cumpla al
instante la capitulación Armada
por el Sr. Liniers, para que los
comandantes ingleses tengan la
"oportunidad que tanto desean de
tratar á los habitantes del pueblo,
cuando caiga en su posesión, con
la clemencia y favor que es tan
conjenial á los sentimientos in-
gleses.
Yo apuro esto, sin que me ins-
pire para ello ninguna considera-
ción personal, pues no he queri-
do tomar ningún mando y estoi
para irme á Europa: poroá pesar
de cuanto me ha ocurrido, me
siento interesado por la jente de
Buenos Aires, y pueden vivir se-
guros (á no ser que su conducta
hácia nuestros oficiales y tropa
me lo haga totalmente imposible)
que tengo su bien mucho en mi
corazón, y que si saben otra vez
de mí, será por lo que yo me em-
peñe á hacer lo que considere los
hará prósperos y felices.
Tengo el honor &c. — W. C.
Berresford.
Sr. D. Martin de Alzaga.
O
s
Contestación del real tribunal.
Señores jenerales: cuando este
tribunal considera el oríjen y mo-
tivos que han obligado áVV. EE.
á dirijirle su carta de 26 de febre-
ro próximo pasado, ni estraña sus
solicitudes ni le hacen efecto al-
guno sus amenazas. La vergon-
zosa fuga del mayor jeneral Gui-
llermo Carr Benesford, y del co-
ronel Pak nuestros prisioneros,
que abandonando su honor y que-
brantando la palabra que sobre él
tenían dada, se trasladaron clan-
destinamente á esa ciudad, es la
causa de que VV. EE. se mani-
fiesten penetrados de un tejido de
falsedades, como el que contiene
su citada carta. El mismo honor
de VV. EE. se resiente de confe-
sarlo; pero nosotros estamos con-
vencidos de ello y queremos ha-
cerles la justicia de que no lo
pueden negar.
Es en primer lugar falso, que
cuando esta ciudad fué reconquis-
tada, hubiese intervenido el me-
nor pacto ó condición lejítima que
I merezca este nombre entre el co-
- 222 -
mandante de nuestras armas y el
mayor jeneral Berresford. Las ca-
pitulaciones se hacen siempre con
las armas en la mano, mediando
algún intéivalo de suspensión en-
tre tanto se arreglan los artículos
y en ellos se conforman los prin-
cipales contratantes: nada de esto
intervino en nuestro caso antes
bien el mismo mayor jeneral no
puede negar, si procede de buena
fé, que se rindió á discreción, y
que puso en ejercicio aquellas de-
mostraciones admitidas entre las
naciones cultas para acreditarlo,
sin necesidad de ocurrir á otros
comprobantes ó justificaciones.
Si dicho mayor jeneral capituló
¿á qué fin pudo conducir el haber
arrojado públicamente, como lo
hizo, su espada, después de haber
visto, que era de ningún fruto el
uso de la bandera parlamentaria,
y aun de nuestro mismo pabellón
que sucesivamente izó en la forta-
leza donde se había encerrado y
cuyos muros se empezaban á asal-
tar? Si después ha aparecido al-
guna capitulación, ese fué un pac-
to privado mui posterior á la ren-
dición, obra de la astucia con que
el mayor jeneral logró sorprender
la jenerosidad y buena fé del Sr.
D. Santiago Liniers, á quien hi-
zo creer algunos dias después de
la reconquista, que semejante pa-
pel no surtiría otro efecto, que el
ponerse á cubierto con su corte,
y por último lo que no tiene duda
es, que hallándose este punto re-
mitido corno corresponde á la de-
cisión de nuestros soberanos, na-
da podemos innovar, ni por con-
siguiente los prisioneros ingleses
deben salir de los destinos en que
se hallan.
El maltrato de los oficiales y
tropa es otra falsedad con que
VV. EE. han sido sorprendidos y
engañados. Para con los primeros
y principalmente con el mayor je-
neral, se han usado consideracio-
nes que seguramente no hubieran
logrado de ninguna otra nación:
las pagas de sus asistencias han
sido mui puntuales. Sus equipa-
jes se les han restituido íntegros
siendo constante que en ellos se
contenía parte del dinero que to-
maron á su entrada: han vivido en
una libertad absoluta á que no
han sabido corresponder; y de
nuestras condescendencias no son
pequeños los perjuicios que han
resultado. Fué preciso sacarlos
de esta ciudad porque ya se ad-
virtió en ellos una conducta mui
impropia de hombres de honor,
pero siempredispensándoles cuan-
tas comodidades y alivios cupie-
ron en nuestro arbitrio. El mayor
jeneral fué destinado á Lujan, lu-
gar poco distante de esta capital,
con otros siete ú ocho oficiales
escojidos por él y allí fueron sus
ocupaciones las mismas que ha-
bían tenido en la ciudad: su apli-
cación continua fué la de seducir
con artificio y disimulo á cuantos
le trataban fomentando un partido
de insubordinación é independen-
cia (bien que sin fruto) y consti-
tuyéndose en la clase de un ver-
dadero reo de Estado, y esto fué
lo que obligó á que se tratase de
internarlo con los oficiales que le
acompañaban á otro país mas dis-
tante; llegando nuestras conside-
- 223 -
raciones al estremo de que aun
en semejantes circunstancias pa-
ra que solo se moviesen de Lujan
ocho oficiales incluso el mayor
jeneral se gastaron dos mil pesos,
invirtiéndose mucha parte de esta
suma en procurar la decencia y
comodidad del último.
Si este hubiese dicho á VV.
EE. que desde el 27 de junio en
que esta ciudad tuvo la desgracia
de que se posesionase de ella, de-
jó perecer y vivir cargados de
miseria á todos los oficiales pri-
sioneros sin socorrerlos con un
solo real, si les hubiese confesa-
do sus delincuentes ocupaciones,
y si procediendo con la buena fé
que caracteriza al hombre honra-
do, Ies hubiese confesado lo que
en orden á su tratamiento y el de
sus oficiales queda espuesto, y se
acreditará á las cortes de Europa
con documentos incontestables,
sin la menor duda habrían VV.
EE. detestado su procedimiento,
y su carta hubiera sido concebida
en términos mui diferentes.
Es verdad que alguno de los
oficiales destinados á Lujan fué
muerto por algún malhechor de
los que nunca faltan en todos los
países; cuyo esceso dimanó de la
falta de prudencia con que se
conducían los oficiales, alejándo-
se de sus^ destinos sin hacerse
respetar por medio de sus armas,
que se les permitieron jcnerosa-
mente para iguales casos: pero
no puede negar el mayor jeneral
cuanto ha sido nuestrosentimien-
to y cuantas dilijencias se han
practicado para descubrirlo y cas-
tigarlo, ni tampoco que desde en- |
tonces se pusieron á los demas al-
gunos soldados para que los cus-
todiasen y defendiesen sus perso-
nas de todo insulto, loque no de-
jó de influir también para retirar-
los á mayor distancia.
A la conducta que ha observa-
do entre nosotros el mayor jene-
ral Berresford es mui conforme y
consiguiente la oferta que VV.
EE. nos hacen de nuestras leyes,
relijion y propiedades bajo la pro-
tección del gobierno ingles: esta
es una ofensa con que VV. EE.
lastiman el alto honor que sin ha-
cer la menor gracia confiesan á
nuestra nación, de la cual no po-
demos desentendemos: el carác-
ter español solo aprecia sus pro-
piedades y vidas para emplearlas
en servicio de su rei. El vecinda-
rio de Buenos Aires es el mas fiel
á su soberano de cuantos recono-
cen esta dominación y agradable-
mente sujeto á ella, se lisonjea
con el deseo de sacrificarlo todo
en obsequio de su lealtad: las
tropas numerosas que las sostie-
nen, están dispuestas y prepara-
das á la mas rigorosa defensa sin
que las avanzadas comunicaciones
con que VV. EE. han creido de-
bilitar el amor á nuestro rei, sean
capaces de producir otro efecto
que el de la justa indignación, que
dará á todos una nueva enerjía
para resistir cualesquiera fuerzas
con que intenten destruir nuestra
felicidad.
Ultimamente no podemos omi-
tir manifestar á VV- EE. que pa-
recía mui conforme al decoro de
la nación británica, que el mayor
jeneral Berresford y el coronel
- 224, -
Pak se restituyesen á su prisión
de honor, sobre cuyo particular
hará la debida reclamación el Sr.
comandante jeneral de armas D.
Santiago Liniers, con quien de-
berán VV. EE. entenderse en to-
das las materias de guerra, para
lo cual se halla lejítimamente au-
torizado.
Dios guarde á VV. EE. mu-
chos años. Buenos Aires y marzo
2 de 1807. — Exmos. Señores —
Lucas Muñoz y Cubero — Fran-
ciscoTomasdeAnzoátegui — Juan
Bazo y Berri — José Márquez de
la Plata — Manuel de Velazco —
Manuel de Villota — Antonio Cas-
pe y Rodríguez. — Exmos. Seño-
res comandantes jenerales.
Oficio del Sr. comandante jene-
ral de armas D. Santiago
Liniers.
ESCMOS. SEñORES.
$
Siento que la primera vez que
tengo el honor de escribir á VV.
EE. sea con el triste motivo de
tener que reconvenirles sobre los
procederes de dos jefes de su na-
ción, el mayor jeneral Berresford
y el tenientecoronel del Tejimien-
to 7 1 D. Pak, quienes, olvidados
de los sentimientos del honor, han
profligado contra su palabra y el
juramento que otorgaron el dia 6
de setiembre próximo pasado, y el
primero con la nota de haber pro-
pagado una insurrección en este
país, en que la mayor parte de sus
vileá eómplicés, ya bajo el yugo
de la lei pagarán pronto su hor-
roroso delito, no habiendo servido
semejante quebranto de la fé pú-
blica y del derecho de jentes, sino
á exaltar mas y mas el alto entu-
siasmo de todos los habitantes de
esta ciudad; mui prontos y mui
dispuestos á sepultarse bajo las
cenizas desús edificios, antes que
entregarse á otra dominación que
la de su lejítimo soberano.
El pretesto que alega el Sr. C.
Berresford de una pretendida ca-
pitulación, lo hallarán VV. EE.
desvanecido en los adjuntos im-
presos; y solo me ciño en este á
reclamar á VV. EE. por los de-
rechos de la guerra estos dos pri-
sioneros; que espero de su inte-
gridad me mandarán entregar ó á
lo menos habré cumplido con mi
obligación en reclamarlos, y -el
mundo militar apreciará de que
parte está la justicia.
No contesto al Sr. Berresford
por no tener que añadir á lo que
espreso ahora á VV. EE. á quie-
nes solo prevengo, que siendo ter-
minante é irrevocable la determi-
nación de este pueblo, como se lo
han manifestado sus majistrados,
y acabo de espoirerlo, de defen-
derse hasta el último estremo, y
hallarse bien aparejado paTa hacer
memorable su defensa, escusen
VV. EE. de repetirte nuevas in-
timaciones, en el concepto que
quedarán sin respuesta, y que so-
lo la fuerza dé las armas y del
valor deben decidir nuestra suerte.
Dios guarde á VV. EE. mu-
chos años. Buenos Aires, marzo
2 de 1807. Santiago Liniers .
SS. D. Cárlos Sterhng, y D.
Samuel Auchmuthy.
I
- 225 -
Respuesta del ilustre cabildo.
Aunque los motivos que VV.
SS. alegan para hacer á esta ciu-
dad la amenaza de talarla, en su
carta de 26 del pasado al Sr. go-
bernador de esta plaza, de que se
sirven remitir copia al cabildo en
• la de fecha del mismo dia para
que se imponga de su contenido:
aunque estos motivos fueran cier-
tos, que no lo son, no era inferior
la humanidad y jenerosidad que
nosotros mostramos con los pri-
sioneros del mayor jeneral Ber-
resford, á la que VV. SS. mos-
traron con ese pueblo, después de
tomado, si retrocedemos al oríjen
y causa de Ja presente guerra;
pues el hecho ejecutado casi á la
vista de Cádiz con las cuatro fra-
gatas que salieron de este puerto
cargadas de familias y caudales,
bajo el seguro de una firme paz
el año pasado de 1804 parece que
nos daba derecho á no mirar la
nación de VV. SS. con la atención
y consideraciones que se merecen
las demas civilizadas de la Euro-
pa; pues fué aquel un insulto tan
incivil, atroz y feroz, que puede,
que la historia universal no pre-
sente otro en el discurso de todos
los siglos, como los mas bien in-
tencionados de su nación lo han
publicado.
A pesar de esto, y de que la
capitulación de que se quiere pre-
valer el mayor jeneral Berresford
ha sido solo ordenada ocultamen-
te, á efecto desalvarlo con su go-
bierno, como nuestro jeneral se
lo llegó á decir en papel público,
y él no sé atrevió á contradecirlo
ni procuró jamas justificarlo de
modo alguno, porque no tiene co-
mo hacerlo, habiendo sido su ren-
dimiento á discreción á vista de •
todo este gran pueblo, sin que ja-
mas se haya valido para con noso-
tros de esa supuesta capitulación
para relevar sus tropas de ser en-
viadas á lo interior. Y á pesar tam-
bién de que es falso, de que no se
les hayan dado asistencias y de
que se les haya tratado con rigor
y crueldad porque esto solo lo
puede decir el mayor jeneral Ber-
resford, por cohonestar su igno-
miniosa fuga, no acordándose, ó
haciendo que no se acuerda de la
inhumanidad que usó con nuestros
prisioneros, negándoles todo au-
silio y socorro á menos que se re-
dujesen á pasar á Londres siendo
muchos de ellos inválidos, y ha-
llándose los demas avecindados
en esta ciudad con mujer é hijos,
sin embargo de esto y demas que
se omite, por no permitirlo la ca-
lidad del papel, se les ha tratado
á todos en jeneral, y particular-
mente al mayor jeneral Berres-
ford, con tanto decoro, urbani-
dad, franqueza y jenerosidad, que
no dudamos afirmar, puede mui
bien se.’ que no lo haya pasado
mejor en su propio pars-
Bajo de este supuesto, que en
caso de dudarse de él se probará
hasta la evidencia, vendrán VV.
SS. en conocimiento, que no tie-
nen derecho ni justa causa para
tratar á la ciudad del modo que
nos anuncian, ni nosotros razón
alguna para ser infieles al mas
amable de los soberanos: estando
en esta virtud prestos y apareja-
- 226 -
dos para derramar hasta la última
gota de sangre á efecto de hacer
I ver al mundo entero que en todas
partes somos verdaderos españo-
les, fieles vasallos v amantes de
la humanidad, aun con los que la
han violado del modo que todo el
orbe ha visto en el Cabo de San-
ta María.
Dios guarde a VV. SS. muchos
anos. Sala Capitular de Buenos
Aires, marzo 2 de 1807.
Martin de Alzaga — Estevan
Villanueva — Manuel Mansilla —
Antonio Piran — Manuel Ortiz de
Basualdo — Miguel Fernandez de
Agüero — José Antonio Capdevi-
la — Juan Bautista de Ituarte —
Martin de Monasterio —Benito
de Iglesias.
A los Señores jenerales de mar
y tierra D. Carlos Sterling y D.
Samuel Auchmuthy.
Respuesta del alcalde de primer
voto.
La adhesión que muestra V. S.
á este pueblo en su carta del 26
del pasado, de ningún modo con-
viene con los horrores y malos
tratamientos que le imputa, pues
si fuera cierto, no era él digno del
amor de V. S. ni V. S. tampoco
le profesara la voluntad que bla-
sona.
V. S. le echa en cara de que
ha infrinjido impunemente una30-
lemne capitulación; ¿pero es po-
sible Sr. Berresford, que á este
papel privado y confidencial le
llame V. S. solemne capitulación?
¿Es capitulación solemne la que
se hace amistosamente, y por jé-
nero de compasión, después de
dias de rendida y entregada la
plaza y en casa de un particular
á fuerza de ruegos y empeñes?
V. S. sabe mui bien que esta es
la calidad y fuerza que tiene ese
papel. Pero cuando la ciudad la
hubiera infrinjido ¿qué otra cosa
hubiera hecho en esto que seguir
el ejemplo de V. S? ¿V. S. no
violó, no alteró, no desfiguró la
capitulación que se le presentó
antes de entrar en la ciudad?
¿V. S. también, entre otras infi-
tas cosas, no faltó al depósito de
los caudales que vinieron de Lu-
jan? Si por atención, ó por since-
ridad y jenerosidad española no
se otorgaron sobre estos hechos
instrumentos, ¿ha de ser este mo-
tivo para que un oficial de honor
los niegue cuando hai otros de
igual carácter que lo afirman y
aseguran en la mas solemne for-
ma?
Sino se le permitió á V. S. pa-
sar con sus tropas á Europa y es-
tas fueron echadas tierra adentro,
ha sido, como V. S. sabe, porque
Mr. Popham nunca quiso desam-
parar el Rio, y esperaba los so-
corros que V. S. propio hahia pe-
dido al Cabo, para reforzado con
ellos revolver sobre nosotros: ¿y
como quería V. S. siendo esto
manifiesto, que le entregásemos
sus tropas que, aunque rendidas
notoriamente á discreción, se pre-
valían de una capitulación supues-
ta y falsa? Si después se dió or-
den para que V. S. y demas ofi-
ciales fuesen apartados de la in-
mediación de esta ciudad; V. S.
ha tenido la culpa por andar ha-
ciendo sordamente la guerra con-
tra lo sagrado del juramento, se-
duciendo, inquietando y engañan-
do hasta á nuestros mismos ofi-
ciales. Esta conducta tan impro-
pia, tan indebida en un prisionero
de guerra no dejó de traslucirse
en esta capital: y cuando los su-
periores pudieron haber tomado
otras providencias se ciñeron á
quitar la ocasión. ¿Qué tiene V.
S. que estrañar, ni cómo puede
censurar esta conducta? Ella es
tan moderada y equitativa, que
aseguro, que ninguno de lqs de su
nación sería capaz de observarla
en circunstancias tan críticas co-
mo en las que nosotros nos halla-
mos.
Por lo demas, el quejarse del
mal trato, no lo puedo atribuir
sino á pretesto de colorir V. S. la
torpeza de su fuga, pues puesto
el negocio en estado de rigoroso
examen, no tengo dificultad de
asentar, que puede ser que nunca
hayan prisioneros de guerra espa-
ñoles esperimentado mejor ni aun
igual trato de la nación británica
que el que se ha dado á V. S. y
los suyos entre nosotros: y estoá
impulsos de la jenerosidad espa-
ñola, sin acordarnos de la insen-
sibilidad que V. S. mostró con
nuestros prisioneros.
Tengo la satisfacción de que
(a) Este fragmento de la ya citada
obra de los señores Robertson, se refiere
á un notable incidente, jeneralmente ol-
vidado ó ignorado, que ocurrió en Monte-
video cuando se hallaba ocupado y go-
bernado por el jeneral Auchniuty, y que
revela en algo el bien entendido sistema
de lenidad que, probablemente para
atraerse al país, parece se había propues-
227 -
nada digo en medio de ser tan po-
co á proporción de lo que la ma-
teria ofrece, que no lo pueda pro-
bar, y que ello de por sí no se
haga verosímil; y tengo también
el honor de ofrecerme sinembar-
go con las veras propias de un
hombre real á disposición de V.
S., que celebraré, si partiese pa-
ra Europa, sea con la felicidad
que le deseo. v
Dios guarde á V. S. muchos
años. Buenos Aires, marzo 2 de
1807. Martin de Alzaga.
Sr. D. Guillermo Carr Ber-
resford.
Episodio de Montevideo durante
la conquista británica. — Frag-
mento de las cartas de los Se-
ñores Robertson (a).
Me encuentro ya en Montevi-
deo entregado á la vida activa.
Durante el viaje me había con-
traido á aprender mui regular-
mente los rudimentos fundamen-
tales del idioma español, así es
que con mi trato diario con los
naturales, logré adquirir una bas-
tante afluencia en la espresion. Y
á medida que esta facilidad se
aumentaba, yo me iba separando
de la sociedad esclusiva de mis
compatriotas para relacionarme
mas y mas con la de los españo-
to seguir. El está encabezado por una
noticia del trato social de Montevideo en
aquella época: y aunque esto no sea un
objeto de los que entran en el plan de
nuestra Colección, con todo, hemos juz-
gado que, escribiendo en esta ciudad, y
cediendo esa noticia en honor de ella, no
debíamos omjtirla.
(Nota de la Red.)
64
- 228 -
=~5
les; porque, aun que en país ene-
migo, en plaza fuerte, y bajo la
lei marcial, estaban tan lejos de
dominar los sentimientos hostiles
entre nosotros y los naturales, que
muchas de las familias principa-
les abrieron de nuevo sus ter-
tulias.
Fui invitado á muchas de estas
nocturnas reuniones, y me com-
placía en estremo al hallarme en
esas amenas mezclas de música,
baile, juego, risa y conversación,
animadas por ricas tazas de café.
Mientras que los jóvenes valsa-
ban ó se cortejaban en medio de
la sala, las ancianas sentadas en
fila en lo que allí llaman el estra-
do, charlaban y se reian con todo
el injenioy vivacidad de la prime-
ra edad. El estrado es una parte
elevada del piso del salón cubier-
to con finas esteras en el verano,
y con ricos y bellos tripes en in-
vierno.
Los caballeros se dividían en
grupos por la pieza; algunos ju-
gaban á las cartas, otros conver-
saban, y otros embromaban con
las señoras; sin que faltasen mu-
chos (los mas jóvenes) que senta-
dos alternativamente junto al pia-
no, admiraban á la tocadora ó
cantora, ó la acompañaban tam-
bién en el fantástico compás de
airosísimos dúos. Yo miraba co-
mo un encanto cada paso, cada fi-
gura, cada pirueta. Cada señori-
ta de las que vi en Montevideo,
valsaba y atravesaba por entre los
intrincados bailes del país con
una gracia inimitable, debida á la
natural elegancia y finura de su
porte. Eran ©lías, por otra parte,
tan amables y bondadosas para
correjir las caídas que los estran-
jeros dábamos hablando su idio-
ma, lo hacían con tal finura, tan
sin burla ofensiva, que daban en
ello ejemplo á la vez de buenos
sentimientos y de buenas mane-
ras. En las tertulias no se admi-
ten cumplimientos ceremoniosos.
Después de haber sido invitado
alguna vez á una casa (lo que se
hacia así — “Sr. D. Juan, por
ejemplo, esta es su casa de V.),
ya yo podía visitar y salir á cual-
quiera hora deldia, y exactamen-
te como me cuadrase. Las perso-
nas que ya hab'ian sido convida-
das una vez, entraban á las tertu-
lias y salían de ellas á su placer,
sin mas que un saludo á la dueña
de la casa. Yo procuré, por su-
puesto, no desperdiciar oportuni-
dades tan ventajosas, como las
que se me presentaban, de cono^
cer íntimamente las familias del
país, y de admirar la soltura de
las maneras de las señoras, la es-
celencia de sus dotes, y la afluen-
cia de sus conversaciones; y por
lo que hace al otro sexo, nada
puedo decir que no sea alabar la
urbana y amigable hospitalidad
que me dispensaba. No dejaba es-
to de confundirme, al considerar
que yo era ingles y que los ingle-
ses eran sus enemigos y recientes
conquistadores. Verdad es que la
bondad con que yo era recibido,
la creo debida á mi estrema ju-
ventud, y al anhelo que yo de-
mostraba siempre por aprender su
idioma y asimilarme á sus hábitos
y maneras. Las tertulias de que
he hablado,se concluían mui tem-
- 229 -
prano, porque no era permitido á
los españoles andar en las calles,
pasadas las ocho de la noche. Y
aun los ingleses, después de aque-
lla hora, estaban obligados á dar
la contraseña, para poder pasar
por entre las numerosas centine-
las apostadas por las calles.
Confesaré aquí que vi destrui-
das en este país todas mis tradi-
cionales ideas acerca de la grave
austeridad de los españoles; y vi
que nosotros nos los habíamos fi-
gurado por leyendas y cuentos
del tiempo de antaño, mas bien
que por la real observación de su
carácter en el tiempo actual. El
se compone de mucha urbanidad
y benevolencia en lo principal,
con no débiles instintos de joco-
sidad; y no puedo convenir en que
se halle sellado con aquella som-
bría altivez é' inherente reserva,
que se nos habían pintado como
sus cualidades distintivas.
El único contratiempo que te-
nía el ameno modo que yo llevaba
de pasar mis noches, era la nece-
sidad de volver á mi casa al tra-
vés de calles largas y angostas,
tan infestadas de voraces ratones,
que algunas veces era peligroso
el afrontarlos. No había policía
en la ciudad, escepto la de los co-
piosos aguaceros que de cuando
en cuando caian;ycuyas corrien-
tes arrebataban por las calles to-
das las -inmundicias.. Material-
mente puede decirse que las ratas
rumian por lejiones al rededor de
los grandes pilones de basuras y
podredumbres acumuladas allí.
Cuando yo trataba de pasar cer-
ca de estos formidables banditti ,
ó interrumpirsus opíparos convi-
tes y orjías, me miraban feroces y
haciendo rechinar los dientes co-
mo lobos carniceros. Tan lejos de
correr á mi vista para ganar sus
innumerables cuevas, se volvían
hácia mi con un graznido feroz, y
y amenazaban mis piernas de tal
modo que me hacían erizar. Mu-
chas noches tuve batalla con los
malvados ratones; y aunque mu-
chas veces me abrí camino á mi
casa empuñando bizarramente mi
estoque; muchas otras me vi for-
zado á desfilar huyendo por algu-
na senda estrechísima con la ver-
güenza de dejar á las ratas due-
ñas absolutas del campo de la
acción.
Nuestras tertulias sufrieron una
triste interrupción. Dos espiones
fueron aprendidos, y se les halla-
ron papeles que claramente de-
mostraban que se conspiraba den-
tro de la plaza, estando en ello
complicados muchos de los habi-
tantes de Montevideo, bajo las
inspiraciones y seguridades de ser
apoyados por fuerzas de Buenos
Aires.
Su objeto era recuperar la pla-
za, fuese la que fuese la desvas-
tacion y pérdida de vidas, del po-
'der de los ingleses. Estaba arre-
glado que un grueso de tropas
atravesaría de Buenos Aires á la
Colonia, y marcharía en la noche
misma hácia Montevideo, y ayu-
dada de los conspiradores, se apo-
deraría de una ó mas puertas de
las murallas. El plan quedó frus-
trado por su prematuro descubrí-,
miento; pero es de decirse que
cualesquiera planes que para el
- - 230 -
dicho objeto hubiesen podido ar-
mar los españoles, por mejor com-
binados que hubiesen sido, ha-
brían fracasado siempre por la in-
cansable vijilancia de nuestras
guardias esteriores, por el admi-
rable orden de la guarnición y ac-
tivísimas prevenciones de nuestro
jefe.
Era evidente que la referida in-
surrección había sido crudamen-
te concebida, y sijilosamente ma-
nejada; y en cuanto á su existen-
cia , ninguna duda podía tenerse.
Muchos españoles fueron arresta-
dos; un jeneral disgusto abatió á
los habitantes; y la desconfianza
respecto de los dominadores, <]ue
poco á poco había ido desapare-
ciendo, se despertó vivamente de
nuevo, como una consecuencia
necesaria del grito de sus con-
ciencias por haber delinquido, y
del temor del castigo.
El jefe resolvió la ejecución de
los dos espías únicamente, que ha-
bían sido tomados in flagrante
delicio,. Con este objeto levantó
un alto patíbulo en la plaza ma-
yor. La actitud de cada ingles de
los que se encontraban, denuncia-
ba alarmas y sospechas; al paso
que la de los españoles denuncia-
ba temores y desaliento. Para dar
á la ejecución la posible solemni-
dad, se hizo que todas las tropas
de la guarnición saliesen de sus
cuarteles en formación y guarne-
ciesen el lugar de la escena. Los
otros habitantes ingleses, llenaban
también por todas partes el recin-
to; y todos aquellos que entre los
españoles r>o habían cedido al de-
saliento causado por este suceso,
vagaban envueltos en sus cnpote s
ó capas y presenciaban el impo g
nente espectáculo. Las ventana^
y balcones estaban coronadas d
espectadoras que, aunque tembló"
rosas, posponían su terror a la cu"
riosidad: unas docenas de fraile s
vestidos de blanco, con cruces ne"
grasy rojas sobre sus pechos, lle-
vándolos guiones y otras enseñas»
guarnecían la calle; y con unos
cánticos plañideros, y tristes sal-
mos, solicitaban el íavor de Dios
para aquellos desgraciados, pi-
diendo al mismo tiempo limosnas
para enterrarlos y decirles misas.
Todas las numerosas campanas
de las iglesias redoblaban el to-
que de muerte; todos los almace-
nes y tiendas estaban cerrados, y
un terror jeneral dominaba la
ciudad.
Sacados al fin de la cárcel los
dos espías, fueron puestos en car-
ros, y traídos en procesión por
los muchos sacerdotes que los
acompañaban y exhortaban á mo-
rir con resignación y suaves sen-
timientos. Toda la plaza estaba
completamente rodeada de tropas;
y sin embargo, era tan intensa la
ansiedad de todos, que de cual-
quiera do sus ángulos se podía
percibir la voz de los exhor-
tantes y los suspiros de dos pre-
destinados á la muerte.
Cuando todo estuvo preparado,
subieron, apoyados por otros, á la
plataforma de donde debian des-
pedirse de la vida. Estaban ya
anudadas sus gargantas, venda-
dos sus ojos — y la última, la su-
prema exhortación salía de los
labios de los sacerdotes movién-
dose el fatal pañuelo en señal de
muerte. No murieron sin embar-
go:el indulto estaba en manos del
oficial que mandaba la ceremonia
del cadalso. Tanto cuanto había
tenido de angustiosa la escena un
momento antes, tuvo de sublime
un momento después. Los absor-
tos é insensibles desgraciados fue-
ron sacados de allí; pero estaban
tan anonadados, que no podían
mover los labios. Fueron alzados
en coches y restituidos á sus ami-
gos y familias. Ellos, con otros
muchos miles de sus compatrio-
tas, bendecían al jeneral ingles;
y mostraron la gratitud debida á
este acto de clemencia, tan sen-
sato como oportuno, sometiéndo-
se para en adelante á su gobier-
no con una respetuosa deferencia.
La casa que yo frecuentaba mas
era la del Sr. Godefroi. Era este
una de las personas mas distin-
guidas de Montevideo; era fran-
cés; se hábia casado en Montevi-
deo con una dama de mui atrac-
tivos dotes personales; y era el
eje de una bella familia, cuya ca-
sa era una de las de mas agrada-
ble trato de la plaza. Como de
costumbre, fui allí á mi tertulia
aquella noche; encontré todos los
corazones llenos de gratitud há-
cia el Sr. Samuel Auchmuty, por
la clemencia con que habia trata-
do á los espías. Este aconteci-
miento, que al principio parecía
que podía haber producido mui
distintos resultados, produjo al
contrario un sentimiento de mu-
tua benevolencia y confianza de
que participaron igual y agrada-
blemente los conquistadores y los
conquistados.
Milicia inglesa formada en Mon-
tevideo, y arribo del jeneral
Whitelock — Fragmento de las
cartas de los Sres. Robertson.
Por el tiempo en que tuvieron
lugar los sucesos mencionados en
mi última carta se recibieron de
Inglaterra noticias oficiales de
que se estaba aprontando una es-
pedicion formidable para el Rio
de la Plata; que el jeneral Wite-
lock iba á ser su comandante; que
podía aguardarse su llegada en
el término de un mes; y que se-
guiría inmediatamente rio arriba,
é iría á tomar posesión de Buenos
Aires.
Cuando se supo en Montevideo
que se exijiría de gran parte de la
fuerza regular de la guarnición
que cooperaseal intentado ataque
sobre la capital, los comerciantes
ingleses y súbditos de toda clase
fueron llamados á formarse en
cuerpos de milicia. En la ausen-
cia de la mayor parte de las tro-
pas regulares, los cuerpos nueva-
mente formados debían hacer las
guardias, y cooperar con los dos
batallones de línea que se deja-
rían para guarnecer la plaza.
Era mui curioso — un lindo es-
pectáculo — presenciar las manio-
bras de ese novicio batallón de
milicias.
Yo procuré estar siempre pre-
sente cuando, bajo la dirección de
una docena de sarjentos, ese leal
pero mal-a-droit batallón procu-
raba hacer sus evoluciones mili-
tares. “No podía menos de con-
65
gratularme por haber escapado,
en la flor de la juventud, del alis-
tamiento y ejercicio con semejan-
te grupo de reclutas. Respetando
mucho el carácter de los comer-
ciantes y manufactureros británi-
cos, me vi forzado á reconocer
que los honores militares no les
caian bien.
Aquí se veia á un tejedor de
Paisley convertido en un desca-
rado sarjento; y allí un manufac-
turero de Glasgow trasformado
en un completo teniente. El co-
merciante era hecho jeneralmente
capitán, mientras su principal
clerk se hinchaba de verse cabo
bajo sus órdenes.
Muchos y grandes fueron los
celos que invadieron áes e cuerpo
de ejército. El independiente tra-
ficante juzgó que tenía mas dere-
cho para ser sar jento que el ajen-
te de un dependiente; pero el de-
pendiente tenia mejor letra, y po-
día llevar las cuentas de la com-
pañía por lo cual el traficante era
jeneralmente pospuesto. Muchos
fueron los casos de agria enemis-
tad producidos porque un hombre
era hecho capitán, al paso que
otro, reputándose con iguales ó
mayores derechos, era obligado,
por alguna parcialidad capricho-
sa, á servir bajo sus órdenes con
un fusil.
El rejimiento era mandado por
el coronel Tywell, colector de
aduana, que unía así en su perso-
na lo que el pueblo decía ser in-
compatible con los principios de
nuestra libre constitución; á sa-
ber, el gobierno, á la vez, del
ejército y de la bolsa. En el ar-
dor de su solicitud por la discipli-
na de las tropas, el coronel Ty-
well vino á ser objeto de murmu-
ración y de sospecha desde la
pérdida de un modo ó de otro, de
los libros de aduana. El uniforme
del cuerpo de milicias era una '
casaca colorada, pantalones azu-
les con franja colorada, y gorra
de cuero de carnero. No podía
menos dedivertirme cuando com-
paraba la destreza con que el mis-
mo hombre manejaba la vara du-
rante una parte del dia, y la falta
de habilidad con que hacia “ar-
mas al hombro” en otras. Los
primeros comerciantes parencian
mui á sus anchas cuando vendían
una caja de algodones, pero mui
atados cuando, bajo el amparo
de un corbatín de cuero, los ho-
nores militares del hombrillo,
la armadura y la espada, abando-
naban sus tiendas para figurar en
la parada. Podía conocerse la di-
ferencia de posesión y de porte
entre ellos y los oficiales de línea
á la distancia del tiro de canon.
Al fin llegó Whitelock, con una
bizarra comitiva de ayudas de
campo, ayudantes, comisarios y
otros oficiales de un cortejo mili-
tar. Sir Samuel Auchmuty no
solo fué remplazado en el mando,
sino eclipsado en su posición por
el ahora absoluto jeneral. Trajo
consigo ocho mil hombres, la flor
del ejército británico, conducidos
en una gran flota de transportes,
protejida por hermosos buques de
guerra. Estableció una magnífica
corte militar en la casa de go-
bierno, y declaró mui arrogante-
mente que seguiría inmediatamen.
s
- 233 -
te contra Buenos Aires, y que la
tomaría ó la levantaría con sue-
lo y todo, en el término de un mes
contado desde la salida de Mon-
tevideo. Todos esperábamos que
la capital sería tomada, pues no
veíamos que ganásemos con que
fuese destruida.
Whitelockordenó que lesiguie-
sen tres mil hombres de la guar-
nición de Montevideo. El coronel
Brown, del 40 Tejimiento que-'
dó al mando de la plaza; y volvió
á decírseles á los comerciantes
que dentro de un mes estarían en
libertad para dirijirse á Buenos
Aires. El nuevo jeneral tenía re-
putación de ser un hombre altivo
y reservado; pero, esto no obs-
tante, se esperaba que probaría
que era capaz de llenar los altos
deberes que le habían sido enco-
mendados por el duque de York.
Instrucciones dadas por el go-
bierno de S. M. B. al jeneral
Wkiteloclc (a).
“Downing Street, marzo 5 de
1807. — Señor — Habiéndose creí-
do conveniente enviar un oficial
d« alto rango, y de conocidos ta-
lentos y juicio, á tomar el mando
de las fuerzas de S. M. que se
hallan ya, ó probablemente se ha-
llarán mui pronto, empleadas en
las provincias de la América del
Sur, debo informar á V. que S.
M. se ha servido elejir á Y. para
este objeto; y por tanto partirá
V. desde luego al Rio de la Pla-
(a) Estas instrucciones son tomadas
de la ya citada obra, Arengas en el Foro
&.c Stc del Doctor D. Mariano Moreno,
ta, en un buque que está ya pre-
parado para conducirlo, á tomar
el expresado mando.
“Las fuerzas que encontrará
rá Y. á su llegada, son las remi-
tidas desde el Cabo al mando del
teniente coronel Backhouse, y las
que partieron de Inglaterra á las
órdenes del brigadier jeneral Sir
Samuel Achmuty, que consisten
de los cuerpos que abajo se men-
cionan, y montan en todo al nú-
mero de 5,338 hombres. Pero á
estos se agregará probablemente,
cuando V. llegue, ó poco después,
la fuerza que manda el brigadier
jeneral Craufurd, que también se
menciona y se compone de 4,212
hombres (9,550 hombres).
“Para que pueda V. juzgar con
mas certeza de la confianza que
hai de que esta fderza se reunirá
con la primera, como también el
Tejimiento 9 dedragones que que-
da mencionado, y cuyo destino
puede haberse cambiado por el
buque que despachó el almirante
Murray, incluyo á V. una rela-
ción de todas las noticias recibi-
nas, y de todas las órdenes espe-
didas en el particular, de que apa-
rece que casi no puedequedar nin-
guna dudadequeel Fly habrá lle-
gado ántes que el jeneral Crau-
furd hubiese salido del Cabo, y
que este debe por consiguiente
haber dirijido su, curso al Rio de
la Plata junto con el almirante
Murray.
“Siendo sin embargo posible
que no haya sucedido así, es pre-
publicada por su hermano D. Manuel, en
Londres, en 1836.
(Nota de la Red.)
- 234 -
ciso estar prevenido para ambos
casos, á saber, la reunión del ar-
mamento del jeneral Craafurd, ó
el de haber seguido á su destino
primitivo. En el primero de estos
casos, como la fuerza de V. se
considera mas que suficiente para
cualquier objeto que se propusie-
se emprender, despachará V. lo
mas pronto posible, y cuando lo
hallase prudente, el rejimiento89.
y algún otro de que pueda V. des-
prenderse después de sus prime-
ras ocupaciones, enviándolos ba-
jo convoy seguro para el Cabo,
para que de allí pasen á la India.
“Con la fuerza arriba espresa-
da procederá V. á ejecutar el ser-
vicio que le está encargado de re-
, ducir la provincia de Buenos Ai-
res al dominio de S. M.
“En el otro/»caso menos proba-
bable, de que el armamento del
jeneral Craufurd haya seguido á
su destino primitivo, tal vez en-
contrará V. ser mas conveniente,
con consulta del almirante, el
despacharle un buque por el Ca-
bo de Hornos, con órdenes á di-
cho jeneral, cuyas órdenes podrán
ser, ó de seguir el plan que hasta
aquí se tiene formado, ó de man-
darle que renuncie enteramente
aquella empresa. Para una y otra
cosa se le deja á V., y á los ofi-
ciales quedirijen la fuerza naval,
en una libertad completa á este
respecto, sin otra restricción sino
que na debe V. estender los lími-
tes de sus operaciones mas allá
de los que están designados ac-
tualmente; y que en todo evento,
siempre que se requiera la coope-
ración de cualquiera parte de las
fuerzas navales de S. M., no de-
bedarse ningún paso, ni darse nin-
guna orden al jeneral Craufurd,
sin el acuerdo de los comandan-
dantes dé mar, asi en el rio de la
Plata, como con dicho jeneral.
“De cualquier modo que se
obre, ya en cuanto á instrucciones
al jeneral Craufurd, si hubiese
pasado á su destino anterior sin
haber tocado en Buenos Aires, ó
en cuanto á usar de la fuerza que
hallase V. desde luego en los lu-
gares mismos, debe V. tener pre-
sente que el objeto de la empresa
que le está cometida, no es el de
molestar y de hacer daño al ene-
migo, sino el de ocupar aquellos
puntos ó porciones del territorio,
que tomados de una vez por las
armas de S.M. no sea fácil reco-
brarlos, y que al mismo tiempo no
requieran para su conservación
un cuerpo de tropas mayor que el
que puede suponerse que este país
querrá emplear en guarnecerlos,
no debiendo ciertamente esceder
su número al que ahora se pone
bajo el mando de -V.
“Se presume que con una fuer-
za mucho mas inferior a la que
podrá V. reunir, suponiendo que
se le agregueel jeneral Craufurd,
y que fuera de la que lleva V.
ahora consigo, ascenderá á mas de
9,000 hombres, se tomará pose-
sión sin dificultad, de toda la pro-
vincia de Buenos Aires; pero des-
pués resta todavía considerar, qué
número será suficiente para man-
tener la posesión contra las tenta-
tivas que el enemigo puede ha-
cer para reconquistarla y las fuer-
zas que pueda reunirá este fin.
- 235 -
“En cualquiera parte donde se
establezca la autoridad de S. M.,
debe ponerse el mayor cuidado y
todo empeño en conciliar la buena
voluntad de los habitantes, abste-
niéndose de todo lo que pueda
chocar sus opiniones ó preocupa-
ciones relijiosas, respetando sus
personas y propiedades; removi-
endo las trabas é imposiciones de
que se quejan; y haciéndoles sen-
tir en jeneral la benéfica influen-
cia del gobierno de S. M. com-
parado con aquel á que se halla-
ban sometidos anteriormente.
“Con respecto á reglamentos
comerciales, se conducirá V. por
las órdenes que ha publicado el
Consejo (que se incluyen en co-
pia) para dirijir el tráfico de Bue-
nos Aires, y que estenderá V., se-
gún las circunstancias lo admi-
tan, á otros lugares ó territorios
que cayesen en poder de S. M.
“Cuando estos reglamentos
afecten en alguna iftinera al go-
bierno y la constitución del país,
el principio que debe observarse
es, abstenerse cuanto sea posible
de toda cosa que pueda infrinjir
los derechos, privilejios, y aun
usos establecidos de cualquiera
de las clases de los habitantes; y
no introducir en el gobierno nin-
gún otro cámbio sino el que ne-
cesariamente debe* resultar de la
substitución de las autoridades de
S. M. por las del rei de España.
“Puede ser nscesario mudar
individuos; y al hacer esto debe
darse la preferencia, en cuanto
sea posible, á los naturales del
país, dejando á un lado á las per-
sonas nacidas en España.
“Todos aquellos que fueron
los principales motores y ajentes
de la insurrección contra el jene-
ral • Berresford, deben ser aleja-
dos con cuidado, ó enviándolos á
Europa, ó poniéndolos en situa-
ción en que sus maquinaciones no
puedan ser temibles en lo futuro.
“El caso del jeneral Berres-
ford y de su ejército, debe bajo
otro punto de vista ser el objeto
de la atención de V., y parece en
efecto que así lo reclama el ho-
nor nacional, conforme á los sen-
timientos que animan á S. M. por
el bien estar de sus tropas, y á
la justicia que debe hacer el país
á los que emplea en su servicio.
“En este instante tal vez sería
dificil averiguar con claridad has-
ta que punto fué violada la capi-
tulación con aquellas tropas, ó
cual sea precisamente el reclamo
que de sus resultas convenga ha-
cerse en su favor; pero cualquie-
ra cosa que las sea debida, ya en
virtud de estipulaciones especia-
les, ó de los usos jenerales, esta-
blecidos entre las naciones res-
pecto de prisioneros de guerra, se
ha de exijir hasta lo sumo, aun
empleando para ello cualesquie-
ra medios que la fuerza de las
armas pueda ofrecer á V., hasta
obtener completa justicia en su
favor. El servicio que se ha con-
fiado al celo de V., por mas feliz
que sea en otros respectos, debe
considerarse incompleto, siem-
pre que quede alguna duda en
cuanto á la restitución de estas
tropas en tiempo regular, ó á pro-
tejerlas entre tanto contra toda
especie de violencia y mal trato.
- 236 -
“Aunque S. M. se ha servido
ordenar se envíe ademas desde
luego la fuerza que se espresa al
mar jen (1 ,630 hombres) para ope-
raciones que pueden ser precisas,
pero que sin esta ayuda y en caso
que no se verifique la junción del
jeneral Craufurd, no podrá V.
emprender; con todo, no es la in-
tención de S. M. que toda esta
fuerza se retenga, sino únicamen-
te la parte que sea necesaria para
asegurar los puntos ó territorios,
que por resultado final de aque-
llas operaciones haya V. podido
ganar.
“Se supone que el número ne-
cesario para este objeto, no podrá
esceder en ningún caso de 8,000
hombres, á mas dé las tropas que
podrá V. levantaren el país, y por
consiguiente, á no ser sino en cir-
cunstancias particulares, que será
de su cargo esplicar satisfacto-
riamente al gobinrno, no deberá
V. considerarse autorizado para
retener mas que aquellos.
“Si las circunstancias fuesen
tales que obliguen á V. á ceñir
sus operaciones á la ocupación de
Montevideo ó 31aIdonado, ó de
algún otro punto en la costa, que
crea V. conveniente conservar pa-
ra protejer el comercio y los de-
mas buques, se presume que una
fuerza mui inferior á la que se ha
espresado, es decir, mui inferior
á 8,000 hombres, será bien sufi-
ciente;y en tal caso, como en cual-
quier otro, remitirá V. el esceso
por la primera ocasión oportuna
á Inglaterra. -
“Si la reducción deMontevideo
hiciese parte de su plan de opera-
ciones, según se ha dicho arriba,
y se hubiese conseguido en efec-
to, no por ello debe V. conside-
rarse obligado por estas instruc-
ciones, á mantenerse permanente-
mente en posesión de aquella for-
taleza, sino que podrá V. retirar
la guarnición, y destruir sus mu-
rallas, si así le pareciese conve-
niente.
“En todo lo referente al mane-
jo de rentas de cualquiera pro-
vincia ó distrito de que se halle
V. en posesión, se guiará V. por
las instrucciones que se han dado
al jeneral Craufurd, de las que
aquí se acompaña copia.
“En el mismo papel encontra-
rá V. instrucciones sobre otro
punto de gran delicadeza é im-
portancia, á saber, lo que debe V. .
responder á las preguntas de los
habitantes sobre su sit uación fu-
tura en la paz.
“Según rorá V. en el papel ci-
tado, ningumt otra seguridad de-
be dárseles, sino que S. M. no
restituirá sino con gran repug-
nancia unas posesiones que tanto
estima; y que en ningún caso con-
sentirá en devolverlas, sin tomar
medidas de seguridad en favor de
aquellos que por su afecto á S. M.
puedan temer haber incurrido en
el desagrado de su anterior go-
bierno.
“Antes se ha supuesto que pue-
den aumentarse las fuerzas de S.
M. con tropas levantadas en el
país. Por decontado, debe poner-
se gran cuidado en elejir los indi-
viduos ó clases propias á aquel
objeto; en determinar el pié en
que hayan de ser puestas, y su
- 237 -
monto; pero obrando con estas
precauciones, se deja percibir que
esta medida ayudará mucho á ase-
gurar las posesiones de S. M. en
aquella parte del mundo, y evita-
rá al mismo tiempo el sacar dema-
siadas tropas de este país. Es ca-
si innecesario observar que tanto
en este, como en todo otro punto
debe guardarse la mas estricta
economía, así en adoptar cual-
quiera plan en su oríjen, cuanto
en disponer los detalles para lle-
varlo á ejecución: por lo cual se
espera que al dar aviso de todo
gasto de esta especie, espondrá V.
las razones que lo hayan inducido
á ello, con todos los pormenores
del negocio.
“Q,ueda antes asentado que en
en caso de reunirse el jeneral
Craufurd, ó nó, no puede haber
duda ninguna de que se manten-
drá V. en posesión de algunas par-
tes, de mas ó menos estension de
la costa del este.
“Pero restan todavía dos casos
que fijar, y aunque inverosímiles,
no deben pasarse en silencio. El
uno es, que encuentre V. á su lle-
gada que las plazas que habian
ocupado las tropas de S. M., no
están ya en sus manos: el otro,
quesea necesario abandonar todo
lo que se hubiese poseído antes,
y retirar de aquel país toda la
fuerza inglesa. En uno ú otro de
estos casos, parece qye no queda
mas que considerar que el modo
en que V. y el jeneral Craufurd,
con todas las tropas que uno y
otro tienen, puedan volver á In-
glaterra. Pero al adoptar los me-
dios necesarios á este efecto, lo
mismo que para decidirse sobre la
retirada, debe atenderse al estado
en que probablemente se halle el
armamento del jeneral Craufurd
en aquel momento, considerado
con relación á la salud de las tro-
pas, que víveres hubiese aun á
bordo de los buques, y que difi-
cultades puedan ofrecerse para
emprender un nuevo viaje, largo
y repentino.
“Estas consideraciones reque-
rirán no solamente que todas las
órdenes que V. envíe al jeneral
Craufurd, si se halla separado de
V., sean hasta cierto grado dis-
crecionales, mas también deberán
influir en determinar la línea de
conducta que V. creerá conve-
niente abrazar, de concierto con
los oficiales que mandan la es-
cuadra.
“Tendrá V. cuidado de trans-
mitir por toda oportunidad al go-
bierno de S. M. noticias de sus
procedimientos, pues la falta de
comunicaciones regulares é ince-
santes ha causado hasta ahora
mucho embarazo respecto del
servicio particular, cuya dirección
se le encomienda.
“Tengo el honor de ser, «&c.
(Firmado) Howick.
(Por ausencia de Mr. Windham.)
“Al teniente jeneral White-
locke, comandante de las fuerzas
que sirven en la América del Sur.”
El comandante jeneral de armas
á los defensores de Buenos Ai-
res.
PROCLAMA EXHORTANDO A LA SUBORDINA-
CION Y AL ORDEN.
Vasallos los mas leales del me-
- 238 -
jor de los soberanos. La justa
causa que os hizo, poco tiempo
hace, correr apresuradamente á
suscribir vuestro nombre entre
los defensores de la patria, os re-
cuerda en este instante la obliga-
ción de velar por vuestra seguri-
dad. Esos mismos enemigos de
quienes con harto sentimiento
vuestro sufristeis la dura domina-
ción, á quienes ignominiosamente
arrojasteis del dominante puesto
que ocupaban en esta venturosa
capital, y que con tenaz empeño
solicitan sojuzgaros nuevamente
por sus armas, se hallan al pre-
sente tan á pocas leguas dedistan-
cia de nosotros, que casi los ve-
mos con los ojos, y con intención
espresa de atacarnos después de
haber comprado á costa de su san-
gre y de la de nuestros hermanos
de Montevideo la posesión de
aquella infeliz ciudad. Aun no
han escarmentado del fatal desas-
tre que sufrieron sus orgullosas
tropas el 12 de agosto eternamen-
te memorable; aun quieren nue-
vamente medir sus tropas con no-
sotros, trayendo ejércitos de la
otra parte dal Océano, que vana-
mente alucinados con su pericia
militar creen hallar una débil re-
sistencia en los brazos de los pa-
cíficos pobladores de América.
¡Q,ué! el habitador de Buenos
Aires, el pueblo héroe de la Amé-
rica del Sur, ¿sufrirá sin llenarse
de indignación y de horror que
llegue segunda vez á profanar su
afortunado territorio? Q,ue se
acuerden de aquel dia de confu-
sión y de horror en el que el es-
fuerzo irresistible de nuestras tro-
pas les hizo tan á su costa cono"
cer la diferencia del valor entre
un despreciable mercenario, y un
ciudadano libre que defiende los
derechos de su relijion, de su rei
y de su patria; que tiemblen al
acercarse á nuestras risueñas pla-
yas, y que conozcan que un pue-
blo fiel y relijioso no doblará ja-
mas su cerviz al duro yugo de un
enemigo destruidor.
Así en nada menos pienso que
en recordar vuestro valor; mis
últimos conatos se dirijen á exhor-
taros únicamente á la subordina-
ción y al orden; vuestro arrojo
tenga por muro impenetrable la
constancia: que no os arrebate
jamas el lisonjero deseo de ven-
garos de los perturbadores de la
tranquilidad de nuestro suelo, y
que una audacia fría, y un valor
reflexivo y meditado os haga in-
sensibles al devorante fuego que
abriga en vuestros pochos la ven-
ganza. Si la victoria está siempre
de parle del valor y la justicia, no
dudéis desde ahora lisonjearos de
conseguirla en el instante mismo
que el atrevido arrojo de nuestros
enemigos intente combatiros. La
disciplina y pericia militar que
habéis adquirido con el continuo
ejercicio de las armas que mane-
jais desde el punto mismo que
subcribisteis vuestro nombre, os
hacen infinitamente superiores á
aquel puñado de hombres recoji-
dos, con que se cubrió de gloria
esta populosa capital el dia de su
reconquista. Yo no puedo recor-
dar sin emoción y asombro el te-
son infatigable, y la bizarra cons-
tancia de unos compatriotas, que
- 239 -
acaso habían pftr la primera vez
tomado las armas para defender
la causa jenera!, y á los pavoro-
sos fuegos enemigos no hacían
mas que redoblar su arrojo.
Vosotros no conocéis otro ca-
mino que el de ia gloria: la pri-
mera acción de vuestro esfuerzo
os ha comprado la admiración;
que la segunda os compre la in-
mortalidad. Yo no creo que des-
pués de haber salido del recinto
de este pueblo, entréis en él sino
por entre las aclamaciones y los
vivas de vuestros conciudadanos.
Preparaos á recibir de mano de
vuestros hermanos aquellas coro-
nas de laurel que solo merece
justamente el vencedor. Unid de
común acuerdo vuestro esfuerzo
para conseguirla, y estad asegu-
rados. que os cubriréis segunda
vez de aquella inmarcesible gloria
que conservarán respetuosamente
las jeneraciones venideras, y no
destruirá jamas el tiempo ni la
abominable envidia.
Buenos Aires marzo 9 de 1897.
Santiago Liniers.
Oficio del serenísimo príncipe de
la Paz , jeneralísimo, almiran-
te de España y de las Indias ,
al Sr. gobernador , capitán je-
neral del llio de la Plata D.
Santiago Liniers , en respues-
ta al de este de 16 de agosto ,
concediendo ascensos y gracias.
Enterado S. M. del contenido
de los pliegos que V. S. me diri-
jió en 16 de agosto del año pasa-
do, dando cuenta délos principa-
les sucesos de la espedicion que
bajo sü mando reconquisto del
poder de los ingleses en 12 del
propio agosto la ciudad de Bue-
nos Aires; ha tenido á bien pro-
mover á V. S. á brigadier de la
real annada, y conceder los as-
censos y otras gracias á los ofi-
ciales tanto de marina como de
ejército y sujetos espresados en
la adjunta lista, á quienes lo hará
V. S. saber para su satisfacción:
siendo también la voluntad del
rei que V. S. manifiestes las tro-
pas, á los ayuntamientos, tanto
eclesiástico como secular, y al
cuerpo de comercio de esa ciu-
dad de Buenos Aires, el aprecio
que ha merecido á 8. M. la leal-
tad que han mostrado por su ser-
vicio en una ocasión tan critica
para ellos mismos y para el Esta-
do; y que no duda harán iguales
esfuerzos para rechazar comple-
tamente al enemigo, si tuviese la
osadía devolver á atacar esos paí-
ses. Al gobernador de Montevi-
deo hago esta misma prevención,
por lo que respecta á las gracias
que son debidas al ayuntamiento
y demas cuerpos de aquella ciu-
dad, que tanto han contribuido á
la reconquista. Pero como los
premios señalados en estaocasion,
lo están en vista de los primeros
oficios de V. S., y puede mui bien
suceder que por olvido ó equivo-
cación, se haya dejado de com-
prender en las gracias algún su-
jeto que merezca ser atendido;
quiere el rei que si V. S. notase
tal falta, lo avise inmediatamente
para su soberana resolución.
Por los respectivos ministros
recibirá V. S. las órdenes sobre
67
- 240 -
los demas puntos que abrazan sus
consultas, relativas al estado de
ese país, y al cargo especial que
V. S. estaba desempeñando al
tiempo en que las hizo; ciñéndo-
me yo por ahora á manifestarle
que el rei queda sumamente sa-
tisfecho de los servicios de V. S.,
y que los tendrá siempre presen-
tes para remunerarlos como se
merecen, dando á V. S. las prue-
bas de su real confianza á que es
tan acreedor. Dios guarde á V. S.
muches años.Aranjuezl3 de mar-
zo de 1807.
El príncipe jeneralísimo
almirante.
Sr. D. Santiago Liniers.
Proclama del jeneral Liniers ,
á los habitantes de la campaña
oriental , con motivo de una
proclama de Pak.
Fieles habitantes de la campa-
ña de la Colonia, y la de Monte-
video: aunque jamas he dudado de
vuestra fidelidad al rei, á sus le-
yes, y á las de nuestra santa reli-
jion, habiendo visto una procla-
ma dirijida á vosotros por el je-
neral Pak, comandante de las
tropas inglesas en la Colonia, y
temeroso que sus lisonjeras pro-
mesas alucinen á alguno poco
cauto, me veo en la precisión de
poneros delante de vuestra vista
la conducta de este héroe, que
después de rendido á discreción
al valor de los españoles con todo
su cuerpo, haber debido á nues-
tra jenerosidad el salir con los ho-
nores militares, haberse dejado á
los oficiales sus armas, y lujosos
equipajes con mucho dinero que
aquí adquirieron y habérseles tra-
tado con toda la consideración
posible, comete con su jeneral
Berresford una huida vergonzosa
que en el soldado mas ínfimo se-
ría reprensible; y no contento con
esto viene recientemente á la ca-
beza de una espedicion á conquis-
tar un país y entrar triunfante-
mente en un pueblo desamparado
é indefenso absolutamente, y á
exijir juramentos de fidelidad al
reí de la Gran Bretaña, contra-
rios en todo al derecho de jentes
y de la guerra: vosotros podéis
juzgar por su conducta lo que te-
neis que esperar de sus promesas.
Fieles españoles, conservad
vuestro espíritu, y estad seguros
que yo, que he sabido juntar un
puñado de jente valerosa en cir-
cunstancias bien diferentes, y ha-
cer rendir con ellas las armas á
los fieros y orgullosos conquista-
dores de Buenos Aires, tengo
juntas muchas ahora para arrojar
ó cautivar á todo enemigo que
pise nuestro continente: el golpe
está inmediato; pero tiemble el
ingles, y no estrañe que la jene-
rosidad española se convierta en
venganza sanguinaria al ver que
sus principales jefes faltan tan
inicuamente a los pactos y jura-
mentos mas sagrados; y tiemblen
mas que todos ellos mismos de
nuestro justo resentimiento.
BuenosAires marzo 27 de 1807.
.Santiago Liniers.
t
Oficio del Exmo. Sr. marques
Caballero, ministro de guerra.
\
- 241 -
de gracia y justicia , al mui
ilustre Cabildo de Buenos Ai-
res , dando las gracias por lo
hecho para la reconquista , y
anunciando premios.
Por la carta de VV. SS. de
agosto del año próximo pasado,
y documentos que la acompañan,
se ha enterado el rei don mucha
satisfacción de los ausilios de ¡en-
te, y caudales con que esa ciu-
dad y vecinos han concurrido pa-
ra su reconquista; y me manda
dar á VV. SS. las correspon-
dientes gracias en su real nom-
bre como ío ejecuto, y asegurar-
les, que S. M. queda entendiendo
en las pretensiones que hace la
ciudad, y que á su tiempo se las
comunicará su soberana resolu-
ción, y dispensará los premios á
que sean acreedores los sujetos
que se han distinguido; y espera
S. M. que en las ocasiones que
ocurran manifestará esa ciudad la
misma lealtad y valor que tiene
acreditado.
Dios guarde á VV. SS. muchos
años — Aranjuez 28 de marzo de
1807. El marques Caballero.
Señores del Cabildo, Justicia,
y Rejimiento do la ciudad de
Buenos Aires.
Reflexiones y proclama exhorta-
toria de un donativo en favor
de Buenos Aires , del coronel
del rejimiento de caballería de
milicias provinciales discipli-
nadas de la ciudad fte Arequi-
pa á sus sárjenlos , cabos y
soldados.
Vuestra fidelidad v valor se
•/
acreditaron á todos aspectos en
las circunstancias mas críticas y
horrorosas con motivo de la in-
surrección de este reino, que pro-
movió el vil traidor José Gabriel
Tupac-nmnroó Condorcanqui el
año de 1780. Abandonasteis vues-
*
tras casas, vuestras familias, y sa-
crificasteis vuestras vidas en ho-
nor de la causa de Dios, del rei y
del Estado; pero también tuvis-
teis la gloria de volver coronados
de laureles á vuestra patria, á go-
zar de la tranquilidad de vues-
tros hogares, dejando castigadas
y en tranquilidad las provincias
sublevadas, que recorristeis sin
intermisión por el espacio de un
año á costa de muchos trabajos,
sujetos á la obediencia de nues-
tro amabilísimo rei católico, obe-
dientes á sus majist rodos, y re-
signadas á sus iejítimos curas pár-
rocos.
Podemos persuadirnos, que no
volverán los indios á inquietarnos,
ni cometer los sacrilegos atenta-
dos que entonces predicaron; pe-
ro no estamos libres que los per-
seguidos herejes y soberbios in-
gleses nuestros enemigos nos in-
sulten y nos invadan en nuestras
costas y en nuestras propias ca-
sas y cometan mayores escesos
contra la relijion católica, apos-
tólica romana, (que por fortuna
profesamos), contra la humanidad
y contra nuestros intereses. Si
llegase ese tremendo caso, tam-
bién estoi persuadido que no se-
réis menos valientes, relijiosos y
patriotas, que lo fuisteis con aplau-
so jcneral de todo este reino en
la rebelión de los indios, sacrifi-
Si
25*
24>2 -
cando vuestra sangre y vuestras
vidas, antes que sufrir la domina-
ción de los soberbios ingleses.
Nopermita Diosque lleguemos
a este estado; porque sería el mas
desgraciado y el mas infeliz que
nos puede sobrevenir. La capital
de Buenos Aires y plaza de Mon-
tevideo (a) se hallan en gravísimo
riesgo de ser víctimas de aquellos
inhumanos herejes, y desde el mes
de junio están en continua guer-
ra defendiéndose y sosteniéndose
contra sus invasores. Todos sus
habitantes sin escepcion de per-
sonas ni clase son soldados, y es-
tán con las armas en la mano de
dia y de noche.
Aquel establecimiento de Bue-
nos Aires es el antemural del Pe-
rú: si los ingleses llegasen á pose-
sionarse de él, mui prontamente
intentarían hacerse dueños de to-
do este reino, pues tenían la puer-
ta abierta para introducirse, y nos
pondrían en los mismos y mayores
conflictos en que se ven todos los
habitantes del Rio de la Plata,
quienes por mediación del ilustre
ayuntamiento de esta ciudad, ha-
biéndose agotado los tesoros del
rei y los caudales de los particu-
lares, han ocurrido á nuestra ca-
ridad para que los ausiliemos con
armas y dinero.
En efecto, el ilustre ayunta-
miento que conoce I y urjentísima
necesidad, hace 1;>4 dilijencias
correspondientes para proporcio-
nar un competente socorro de di-
nero; y por lo que respecta al
) Nota, del editor. Cuando se es-
pidió esta proclama ya estaba ocupada la
plaza de Montevideo por los ingleses;
cuerpo de oficiales de nuestro re-
jimiento, todos han manifestado
sus loables deseos, haciéndose las
erogaciones según la posibilidad
de cada uno.
Los valerosos habitantes de
Buenos Aires no exijen nuestra
ayuda personal; porque se hacen
cargo de la distancia, y porque
dicen que mientras hayan vivien-
tes en aquel pueblo no faltarán
solados esforzados. Ellos son nu-
estros hermanos y nuestros de-
fensores, porque guardan las pu-
ertas del reino del Perú; y mien-
tras se puedan sostener, estamos
s°gurosdeno ser insultados é in-
vadidos de los ambiciosos y sacri-
legos ingleses.
Son por todo dignos de nues-
tra consideración para que ejer-
citemos en ellos nuestra caridad,
ausiliándolos en el modo posible
y conforme á las facultades de ca-
da uno. Cualquiera que sea nues-
tro socorro será oportuno y grqto
á Dios. A costa desús trabajos y
vidas, quedaremos en posesión de
nuestra deliciosa patria; no sere-
mos mendigos de los soberbios y
pérfidos ingleses; no esperimenta-
remos su tiránica dominación en
lugar de la suave, benigna y jus-
ta con que nos imperan los cató-
licos reyes de España; no vere-
mos destruida la santa refijion
que profesamos, ni profanados los
templos, ni derribados los alta-
res, ni ultrajadas y holladas las
sagradas irnájenes, como ni tam-
poco abolido el culto que damos
... I
pero aun no ten.an noticias de esta des-
gracia en Arequipa como se ve por el
contesto.
i
- 243 -
al Dios verdadero.
Por todo lo espuesto debo es-
perar, que á proporción de vues-
tras escasas facultades os esfor-
céis voluntariamente en el modo
posible al socorro que he referido
verificándolo de contado, para que
pueda remitirse por el correo que
saldrá de esta ciudad el 10 del
corriente.
Arequipa , 3 de abril de 1807.
OJicio del mui ilustre Cabildo de
Buenos Aires al Sr. coman-
dante jeneral de armas recon-
quistador de esta capital , nom-
brándole , y á sus descendien-
tes , Rejidor Perpetuo , con voz
y voto: y contestación de dicho
Sr. comandante aceptando.
Reconocida esta ciudad al sin-
gular y distinguido beneficio que
la dispensó V. S. con libertarla
de la tirana dominación á que es-
tuvo sujeta por espacio de cua-
renta y cinco dias, acordó hacer
una demostración, que aunque no
fuese equivalente á sus deseos,
acreditase en algún modo su gra-
titud, y perpetuase en sus anales
la memoria de un héroe á quien
tanto debia: nombró á V. S. en
acuerdo de 5 de setiembre último
por rejidor perpetúo con asiento,
voz, v voto en Cabildo, haciendo
estensivo el nombramiento á los
hijos y descendientes de V. S. por
su orden, con la calidad de ocur-
rir por' la confirmación á S. M.
Mas para dar algún mayor desa-
hogo á su reconocimiento, deter-
minó también hacer un obsequio
en que al vivo se espresasc la re-
conquista de esta ciudad, y fuese
el timbre de su glorioso recon-
quistador, suspendiendo darle cu-
enta de la elección hasta que es-
tuviese concluida la obra.
Varias ocurrencias han retar-
dado su conclusión; pero hoi tie-
ne este Cabildo el honor de pre-
sentarla á V. S. por medio de di-
¡ putados, y de participarle el nom-
bramiento de Rejidor perpétuo
que ha hecho en su persona, y la
de sus hijos, y descendientes por
su orden. Dígnese V. S. aceptar
estas pequeñas demostraciones de
su gratitud; no las gradúe por lo
que ellas son en sí, sino por el
objeto á que terminan; si son de
ningún valor* y mui cortas con
respecto al «ajigantado mérito de
V. S., no lo son con respecto á
los sentimientos que espresan: el
Cabildo ni puede, ni podrá jamás
esplicarlos á medida de lo que
quisiera; pero tiene el placer y la
confianza de que es á V. S. á
quien los dirije, y que los hará
mayores con su aceptación, que
es lo que espera para ocurrir al
soberano en primera oportunidad.
Dios guarde á V. S. muchos
anos.
Sala Capitular. Buenos Aires,
4 de abril de 1807. — Martin de
Alzaga. — Estevan Villanueva. —
Antonio Piran. — Manuel Ortiz
de Basualdo.— -Miguel Fernan-
dez de Agüero. — José Antonio
Capdevila. — Juan Bautista de
Ituarte — Martin deMonasterio —
Benito de Iglesias. — Señor co-
mandante jeneral de armas D.
Santiago Liniers.
1
I
- 24>4í -
Contestación.
Cuanto mas me llena de grati-
tud el oficio de V. S. de ayer,
tanto mas estrecha mis deseos de
contribuir á la gloria y esplendor
de esta ciudad. V. S. se empeña
en ensalzar mi mérito mas allá de
lo que debía esperarse. No solo
perpetúa en mi descendencia las
pruebas de su jenerosidad, sino
que la demostración que lio reci-
bido por mano de los diputados
de ese ilustre cuerpo me la harán
tener presente todos los momen-
tos. V. S. exije mi aceptación
para la Rejidura perpetua con
asiento, voz, y voto que desde 5
de setiembre último acordó con-
cederme para mí, mis hijos y des-
cendientes; y al paso que esta
honra es para mi estimación la
mayor que podía acordarme, me
es mas sorprendente por el tiem-
po desde que está concedida, y
por la reserva que se me ha guar-
dado de ella. Admito, pues, con
gran complacencia el nombrami-
ento que ese ilustre Cabildo me
dispensa, siempre que sea del
agrado de S. M., y que se obten-
ga la confirmación que me dice
V. S. iba á solicitar. Sí, esta será
la distinción mayor de mi apre-
cio: sí, este titulo será el primero
y mas relevante de mis dictados,
también las prendas con que V.
S. me honra serán el mejor tim-
bre de mi lucimiento. Yo haré mi
mayor honor de adornarme con
ellas en los dias mas clásicos, y
que por reconocimiento de vasa-
llaje á nuestros augustos sobera-
nos, celebremos sus apreciables
años: serán el mejor de mis tro-
feos, y se emplearán solo en la
gloria de las armas de S. M., en
la defensa de esta ciudad, y en
honor de un cuerpo, que sabe es-
ceder con demostraciones á todo
deseo. Yo tengo el de acreditar á
V. S. y á todo este pueblo la es-
trecha obligación en que me pone
por las no esperadas honras que
me dispensa. Nada me será mas
grato que las ocasiones de demos-
trarlo; y si antes de ahora he pro-
curado probar el justo y debido
aprecio con que lo miro, desde
hoi serán tanto mas eficaces mis
esfuerzos por hacer glorioso su
nombre. Numerado entre sus ilus-
tres miembros es mas estrecha
mi obligncion por quien tanto me
distingue, v si logro corresponder
a sus honras, será todo el colmo
de mis constantes ansias.
Dios guarde á V. S. ms. años.
Buenos Aires, 5 de abril de
1807. „ Santiago JLiniers.
Señores del ilustre Cabildo,
Justicia y Rejimiento de esta ca~
Es copia.
Pi oclama clel cabildo de Buenos
Jires exhortando á marchar á
ui Banda Oriental contra los
ingleses, y ofreciendo un pre-
mio por la captura de Pak.
Valientes y esforzados patrio-
tas: apoderado el enemigo de la
importante plaza de Montevideo,
estiende sus ambiciosas miras á
hacerse dueño de las campañas
de la Banda Oriental de este rio.
Uua pequeña espedicion, y esta
al mando del teniente coronel D.
- 245 -
Pak, ha entrado en la Colonia
aprovechándosede su indefensión.
Ese jefe, á quien conocéis mui
bien por su cobardía y perfidia,
intenta atra^j* al partido de la do-
minación británica á los habitan-
tes de aquellas campañas, infun-
diendo terror en unos con abulta-
das amenazas, alucinando á otros
con falsas lisonjeras promesas.
No será estraño que el miedo y el
engaño produzcan algún efecto en
personas desarmadas y poco cau-
tas, que considerándose indefen-
sas, no conocen cabalmente los
ataques de la intriga. El riesgo
es grande, inminente el peligro.
Y ya que inflamados de un noble
entusiasmo os habéis ofrecido vo-
luntariamente á marchar en la es-
pedicion, que con tanto acierto se
ha preparado, dad la última ma-
no á vuestra fidelidad y patriotis-
mo. Corred sin dilación al ausi-
lio de vuestros hermanos, liber-
tadlos del peligro á que se hallan
espuestos: no permitáis sufran el
yugo de una dominación por tan-
tos títulos odiosa; perseguid y ar-
ruinad á ese enemigo intrigante,
tirano invasor de nuestras propie-
dad es; hacedle sentir’el golpe de
nuestra indignación. No dudéis
conseguirlo; porque si la causa es
la mas justaj por interesarse en
ello la relijion, el rei y la patria,
vuestro valor aventaja con esceso
á ese enemigo, que versado en el
arte de engañar, solo opera por
artificios y maquinaciones; y lle-
váis al frente un caudillo, que ha-
biendo arrostrado los mayores
riesgos, y abandonando á su fa-
milia por servir al rei y á la pa-
tria ha dado en los dos últimos
dias las mejores pruebas de su
instrucción y pericia militar, y os
enseñará con el ejemplo. Ea
pues, no os demoréis en alcanzar
las glorias que os esperan; y te-
ned entendido que el cabildo de
Buenos Aires, que ha sabido en
la ocasión acreditar cuanto apre-
cia el mérito de los fieles vasallos
y verdaderos patriotas, sabrá dis-
tinguir y premiar el vuestro, to-
mando ademas á su cargo el cui-
dado de las familias, padres, hi-
jos y consortes do los que mue-
ran: ‘y cuente con la cantidad de
cuatro mil pesos fuertes el <jue
lograse asegurar de cualquier mo-
do que sea, y entregase al jefe la
persona del teniente coronel Pak,
ese prisionero prófugo, que á mas
de haber quebrantado la prisión,
tiene el atrevimiento de presen-
tarse hoi comandando un pié de
ejército contra lo sagrado del ju-
ramento y palabra de honor que
prestó. Sala Capitular de Buenos
Aires, abril 9 de 1807.
Martin de Alzaga. — Estevan
Villanueva. — Manuel Mancilla —
Antonio Piran. — Manuel Ortiz
de Basualdo. — Miguel Fernan-
dez de Agüero. — José Antonio
Capdevila. — Juan Bautista de
Ituarte — Martin deMonasterio —
Benito de Iglesias.
« 1
Proclama del comandante de ar-
mas de Catamarca á quinien-
tos y mas hombres de las cin-
co compañías que ha formado
con destino á la defensa de la
capital de Buenos Aires.
Si en el espacio de 30 anos
4
- 246 -
que median desde el 78 inclusive,
en que tengo el honor de manda-
ros, habéis demostrado vuestra
acrisololada lealtad ai soberano
en cuantas ocasiones se han pre-
sentado propias de su real servi-
cio, con mucha mas razón debo
esperar ahora vuestro entusiasmo
en una acción en que se interesa
la santa relijion que profesamos,
el mayor decoro y soberanía de!
mejor de los reyes que nos gobier-
na, y de la amada patria que pró-
digamente nos sustenta.
O
Bien sabéis que marcháis á au-
si liar la conflicta capital de Bue-
nos Aires, que se halla amenaza-
ba de segunda invasión, por el ti-
rano enemigo de nuestros dere-
chos, de nuestras propiedades y
de nuestra quietud; y también
debeis saber que según las prepa-
raciones, pertrechos, municiones
y fuerza con que se halla fortifi-
cada aquella metrópoli, lleváis
vinculada la victoria.
No os desconsuele la falta de
armas y de pericia en su manejo,
porque sois urbanos; llevad el
ánimo sereno, y recobrad el espí-
ritu mas esforzado, persuadidos á
que la prudencia de los jefes su-
periores les ha de dar el lugar que
como á tales les corresponde, y
no los ha de esponer á peligro
alguno cierto, antes que sean dis-
ciplinados, y sin que sean soste-
nidos con las correspondientes
armas, artillería y tropas ó aguer-
ridas ó loablemente entusias-
madas.
Debeis igualmente ir afianza-
dos, de que los hombres no sola-
mente somos todos de un jénero,
sino también de una especie; y
que no hai razón puraque unos ha-
gan mas que otros, si todos quie-
ren competir en el valor y en el
esfuerzo.
Llevad el consue!<ff que si las
demas ciudades de esta provincia,
han demostrado en las presentes
circunstancias sus íntimos senti-
mientos con algunas sumas de di-
nero correspondientes á sus facul-
tades, siendo nuestro Catamarca
la mas escasa de todas y de me-
nos entradas, es la que concurre
con mayor fuerza de jente que to-
das ellas, y con mas dinero del
que permite el lugar; y si por aca-
so la memoria de vuestros padres,
hijos y consortes que dejais por
el interes de la relijion, del rei y
de la patria, ha podido por algún
instante distraer vuestra atención
del efecto tan importante; id se-
guros que se les franquearán los
socorros que tuviereis á bien asig-
nar.
Y no desmayéis en dar este
nuevo testimonio de lealtad y pa-
triotismo; en la confianza de que
el gran Dios de los ejércitos os
favorecerá de suerte, que después
de la batalla entonaremos el
himno de las victorias. Tenga-
mos celo por la honra y gloria del
Señor por el servicio de nuestro
católico monarca, y por la defensa
de la dulce patria, para que así
logremos triunfos y laureles que
se colocarán en el templo de la
fama: y para todo importa que en
vuestra marcha observéis las si-
guientes prevenciones:
1. ° Será el mayor cuidado de
los oficiales quitar todos los jfto-
- 247 -
Sos? prohibidos, quedando perso-
nalmente responsables de su con-
travención en la inteli jencia, que
cuanto mas caracterizado el su-
jeto será mayor la falta.
2. ° Que por enfermedad del
capitán ú otro lejítimo impedi-
mento, mandará la compañía el
teniente, y por el de este el sub-
teniente.
3. 5 Los mismos capitanes ce-
laran que en los pueblos y hacien-
das del tránsito, no hagan los
soldados perjuicio ni vejación á
los paisanos, ganados y frutos
del campo.
4. ° Cualquiera sarjento, cabo
ó soldado que en este tiempo de
guerra desertáre al enemigo, ten-
drá la pena de muerte impuesta
en las reales ordenanzas del ejér-
cito.
5. ° El que comprare alguna
prenda del vestuario ó armamen-
to de milicias, sufrirá la pena de
doscientos pesos de multa si fue-
re noble, y de cuatro años á las
obras reales como presidario si
fuere plebeyo.
6. ° Una de las principales obli-
gaciones es la subordinación á los
jefes, oficiales y cabos en todo lo
conducente al servicio del rei.
Supuesto, pues, que el servicio
de Dios, el dei rei y el de la pa-
tria, nos llaman, nos instan, y nos
ejecutan á que sin pérdida de
tiempo acudamos á la defensa de
la capital, en cuya conservación
afianzamos la de nuestros hoga-
res; caminad, haciendo las mar-
chas mas aceleradas que permi-
tan los caminos y cabalgaduras,
cuya acción brinda con una fama
emulable y con una gloria inmor-
tal. Catamarca y abril 18 de
1807. Francisco de Acuña.
Oficio del Sr. comandante jenc-
ral á los ingleses que han ocu-
pado la plaza de Montevideo.
Deseoso el Sr. comandante jeneral de
armas de haeer saber al público sus
sentimientos acerca de! canje de los ofi-
ciales prisioneros, y lo que con motivo
del último parlamento ha escrito á los
jeneráles ingleses residentes en Montevi-
deo, se dá á la noticia pública la carta
siguiente.
Escmos. Señores. — Ya se han
pasado mas de dos meses que en
vano hemos esperado las resultas
de las amenazas y proyectos de
invasión que VY. EE. nos anun-
ciaban con su primer parlamenta-
rio, y el resultado de tanta jac-
tancia ha sido la conquista de un
lugar infeliz, sin muralla y sin de-
fensores, digna hazaña de un cau-
dillo perjuro; y en el dia la de
emigrar, y separar de sus familias
unos oficiales, cuya honrosa con-
ducta en la defensa de un malísi-
mo puerto debían hacer esperar
un trato mas jeneroso. A pesar
de la injusticia con que VV. EE.,
sin duda por falsos informas, ta-
charon el trato que dábamos á
nuestros, prisioneros, á quienes
hemos facilitado todas las como-
didades que podía proporcionar el
país, !a asistencia de un peso dia-
rio nunca les ha faltado; y apar-
tarlos de las costas para transfe-
rirlos á ciudades interiores, ha
sido consultando tal.vez mas su
69
i
- 248 -
seguridad que la nuestra, á pesar
de que las tramas contra nuestra
feliz constitución, podrían haber-
nos dictado medios mas severos,
y escojer lugares menos aparen-
tes á la comodidad de la vida, y
ciertamente mas oportunos para
nuestra tranquilidad; pero la je-
nerosidad española nunca se pue-
de desmentir: sin embargo, en las
actuales circunstancias no puede
mirar con indiferencia los clamo-
res de una infinidad de familias,
víctimas de una política tímida y
destructora, que bajo las protes-
tas mas lisonjeras de no llevar
otra mira que la felicidad de es-
tas colonias en su injusta inva-
sión, manifiesta la ambición de
dominarlas por cualquier medio;
pero de todas maneras tengan
VV. EE. entendido, que si Ro-
ma tuvo un Régulo que supo des-
preciar los rigores de Cartago por
el honor de su patria, la España
ha tenido un Guzman en la defen-
sa de Tarija, no menos enérjico
que el romano, y que este espíri-
tu del antiguo heroísmo domina
en el día en estos habitantes, quie-
nes incapaces de usar de represa-
lias por las tropelías que intentan
VV. EE. tener contra sus oficia-
les, sabrán ir á buscar un medio
de venganza mas conforme á sus
principios, y demostrar á toda la
Europa, que ninguna nación les
aventaja en enerjía, humanidad y
valor.
Dios guarde á VV. EE. mu-
chos años.
Buenos Aires, 22 de abril de
J807.— ^Escmos. Señores. — San-
tiago Liniers. — Escmos. Señores
Sir Samuel Achmuty, y Sir Car-
los Sterling.
Oficio del coronel D. Francisco
Javier de Elío , comandante je -
neral del ejército español en la
otra banda , al coronel Vale ,
comandante ingles de la Colo-
nia , con motivo del saqueo de
la iglesia.
SR. COMANDANTE INGLES.
Acaba de comunicárseme la no-
ticia positiva de haber saqueado
la iglesia de la Colonia los solda-
dos ingleses que están bajo sus
órdenes. Si este hecho ha sido sin
la espresa orden de V. S., admiro
tal desorden de disciplina: y si
con ella, me acabo de convencer
de que con V. S. son escusadas
capitulaciones, firmas ni palabras
de honor, pues todas las atropella
faltando á todas. En este concep-
to esté V. S. seguro de que sí no
se dá una satisfacción competen-
te al insulto hecho al culto divi-
no, cuya libertad ha prometido en
su capitulación y proclamas, y si
como es mui fácil, vuelve V. S. á
verse en la escena del 12 de agos-
to, que tanto debe tener presente,
en valde reclamará V. S. la jene-
rosidad española: la sangre de
V. S. y de todos sus soldados se-
rá derramada, y no se dará cuar-
tel á nadie.
Dios guarde á V. S. muchos
años. Campamento español 5 de
mayo de 1807.
Francisco Javier de Elío.
Carta dirijida al alcalde de la
- 2 49 -
Colonia por el dicho coman-
dante jeneral Elío , con motivo
de pedir aquel un sacerdote.
En su carta fecha del 13 exije
V. un sacerdote para administrar
los sacramentos, porque el cura
los ha abandonado. ¿De qué le
sirven á V. sacerdotes, si la igle-
sia ha sido saqueada'' por los in-
gleses? Si V. se interesa tanto en
los progresos de la relijion, por
qué no ha reclamado contra ese
hecho tan escandaloso, faltando á
las capitulaciones en que prome-
ten respetar la reli jion? ¿ Por qué
pide V. á los españoles ninguna es-
pecie de ausilio, cuando es V. tan
oficioso mandando al alcalde del
Colla (como él me lo dice) que
exija de los pueblos juramentados
ganado para mantener la tropa,
bajo el frívolo pretesto de estar
juramentados? ¿Quién le ha di-
cho al comandante ingles que tie-
ne derecho (sin ser una tropelía)
para juramentar pueblos y vecin-
darios, que no están poseídos por
las armas, y que estos pueblos
pueden, sin caer en la nota de in-
fieles, suministrar manutención á
los enemigos? O estos pueblos son
ingleses ó españoles; si son ingle-
ses, ¿porqué no los ocupan? Y si
españoles, ¿por qué les quieren
obligar á mantener á V. y la guar-
nición? El mismo derecho tienen
de juramentar todos los pueblos
del continente; ¿porqué no Ma-
man á prestar juramento á los de-
mas? Hasta ahora ha estado esta
campaña abandonada por acci-
dentes que no han podido reme-
diarse; ahora está defendida por
fuerzas respetables, mandadas por
vasallo español, que antes permi-
tirá que lo hagan pedazos, que
sufrir vejaciones injustas, y con-
trarias á toda Iei de guerra; y es-
té V. y todo vasallo del rei de Es-
paña en que haré ahorcar al pri-
mero que halle tenga intelijencia,
ó preste el menor ausilio á los
enemigos. Reclamé contra el he-
cho de saquear la iglesia al Sr.
Pak y en su respuesta (a), de to-
do habla menos del hecho. Pero
Dios, que por sus altos juicios ha
permitido darnos un enemigo, que
ha pisado este suelo mas tiempo
del que debiera, arruinando el
país bajo el pretesto lisonjero de
felicidad, evSpero me dará el con-
suelo de ser el principal brazo
para echarlo de un modo que le
pese.
V. esté seguro que mientras al
templo de Dios no se le vuelva el
decoro que se le ha perdido y que
sus ministros no puedan libremen-
te ejercer sus ministerios, no vol-
verán á él, ni es justo que vuelvan.
Dios guarde á V. muchos años.
Campamento español, 14 de ma-
yo de 1807. — Comandante jene-
ral — E l io.
JVotiJicacion del jeneral White'
lock , exijiendo obediencia á to-
dos estos países.
Por orden del Escmo. Sr. D.
Juan Whitelocke. coronel del Te-
jimiento 89 de infantería de S. M.
B. gobernador y comandante de
las fuerzas de S. M. B. en la
América del Sur.
I [a] Ñola poseemoa. [JV. de la H.]
- 250 -
Habiendo S. M. el rei mi amo,
dignado nombrarme, y mandarme
dirijir el :• gobierno civil en todas
las posesiones de la América Me-
ridional;como también ser coman-
dante de las fuerzas en estos países,
por lo presente mando y ordeno á
todos los fieles súbditos deS.M. B.
que viven en las varias comarcas
bajo mi autoridad, de obedecer-
me conforme deben.
Dado bajo mi mano, y sellado
con el sello de mis armas. Mon-
tevideo, y 11 de mayo de 1807. —
Juan Whitelock. — Teniente je-
neral. — ¡Viva el rei!
Proclama que el coronel D. Fran-
cisco Javier de Elío , coman-
dante en jefe del ejército espa-
ñol de operaciones en la banda
oriental del rio contra los in-
gleses, hizo el 22 de mayo de
1807 á todas sus tropas , estan-
do á caballo con espada en ma-
no, y en el centro del gran cua-
dro que de todas ellas formó.
Soldados y hermanos míos: la
suerte por medios estraordinarios
me ha traído desde España «a te-
ner la honra de mandaros. Allí
he militado 21 años, y en ellos he
hecho la guerra contra moros en
Africa, contra portugueses y con-
tra franceses, enemigo el mas res-
petable del mundo: debeis pues
considerar tengo algún conoci-
miento de ella. He tenido accio- ,
nes favorables, otras contrarias:
he recibido en ellas dos balazos,
y jamas he tenido mas ganas de
pelear, ni mas probabilidad de
vencer este enemigo mandado por
jefes ignorantes de la guerra de
tierra, compuesto de soldados
comprados y disgustados, como
lo esperimentais por su estraor-
dinaria deserción. Vosotros sois
unos ciudadanos que voluntaria-
mente estáis con las armas en la
mano para defender vuestra pa-
tria, vuestras familias, y la coro-
na de nuestro augusto soberano,
que veneramos y amamos, y no
querréis sufrir el yugo infame de
esos piratas, que se han prevalido
de! letargo en que estaba este pa-
cífico y feliz país. Ellos son infe-
riores en número, por mas que lo
procuren aumentar: se sabe cier-
tamente; y no tienen recurso al-
guno para escapar como se les
ataque con firmeza.
Os conduje á la Colonia á ata-
carla de noche, por aprovechar-
me de su descuido y ahorrar vu-
estra sangre, que la estimo como
la mia y ser mas completa la vic-
toria. La suerte nos la quitó de
entre las manos; pero espero será
para lograrla mas completa.
Estos compañeros valerosos y
llenos de fuego que se nos han
reunido vienen á tener parte en
ella. ¿Reusareis el acompañarlos
y acompañarme? No lo puedo
creer. Dos meses solos de cons-
tancia bastan para oprimirlos ó
para que tengan la suerte de los
de Buenos Aires. Aquella era su
trepa mas escojida: ya visteis lo
que hicieron: considerad lo que
harán estos si teneis valor. Fiad
pues en mis desvelos.
La disciplina, soldados inios os
encargo: la subordinación á vues-
tros jefes la que os recomiendo;
- 251 -
sin ella no puede haber ejércitos
ni victorias que no sean momen-
táneas.
Señores oficiales: á Vds. hago
responsables de que en esta ma-
teria no disimularán nada. Ahora
pues: armas al hombro. ¿Juráis á
Dios y prometéis al rei defender
vuestra patria, y no abandonar á
vuestros jefes hasta perder la vida?
Todos juraron y prometieron.
EL VASALLO FIEL
A T.A" RELIJION, AL REI Y A LA PATRIA.
Reflexiones patrióticas que un
sacerdote del vireinato del Rio
de la Plata , dirije á todos los
cuerpos que actualmente com-
ponen el ejército de Buenos
Aires.
A SAN MARTIN OBISPO DE TOURS,
PATRON DE LA CIUDAD DE
BUENOS AIRES.
A tí, glorioso Martin, modelo
y ejemplar de militares cristi-anos
dedico este corto obsequio: á tí,
valeroso soldado, que puesta toda
tu confianza en el Dios de los
ejércitos, estabais dispuesto, y te
ofrecisteis á ponerte en las prime-
ras filas el dia de una bata-
lla, sin mas armas que la señal de
la Cruz: á tí, en fin, tutelar y pa-
trono de esta capital ilustre, fiel y
leal, que tanto y tantas veces ha
esperimentado tu poderoso patro-
cinio. Socórrela, pues, protéjela
y ampárala en las presentes cir-
cunstancias contra sus enemigos:
pide, ruega y alcánzale del Dios
de los ejércitos y Señor de las
batallas, que infunda en todos los
cuerpos militares que componen
el patriótico ejército de esa tu de-
vota ciudad, aquel espíritu, valor
y fortaleza con que favoreció á
sus mayores en los pasados siglos,
y que te concedió á tí en grado
tan eminente: alcánzales también
una voluntad pronta para que re-
ciban, lean y se penetren de las
máximas y documentos que con
tanto afecto se les insinúan en
estas reflexiones patrióticas, que
pongo bajo tu protección y pa-
trocinio, á la gloria de Dios, bien
y felicidad de esa capital y de to-
das esas dilatadas provincias.
El vasallo fiel á la relijion y al
rei y á la patria.
Vecinos y habitantes de Bue-
nos Aires, capital ilustre, fiel y
leal de estas felices provincias del
Rio de la Plata: españoles patri-
cios y cuantos de otras rejiones
os halláis reunidos en esa ciudad,
animados de un mismo espíritu y
penetrados de unos mismos senti-
mientos. Valerosas lejiones que
formáis ese numeroso ejército,
terror del fiero enemigo que in-
tenta pisar vuestras riberas, que
os insulta y amenaza, pero que te-
neis contenido á vuestrro frente:
animosos y esforzados combatien-
tes que estáis preparados y dis-
puestos á resistir v rechazará to-
do trance á ese mismo enemigo y
defender los sagrados intereses de
la relijion católica, los del mejor
de los monarcas nuestro lejítimo
soberano, nuestro protectory ama-
do padre, y los de esa capital con
- 252 -
todas sus provincias: oíd amados
mios, oíd las voces, los avisos y
reflexiones de un sacerdote que
os ama tiernamente, que se inte-
resa en el bien jeneral, y que os
desea el mayor acierto y la mas
completa felicidad.
Vosotros valerosos campeones,
lejiones patrióticas que formáis el
numeroso y formidable ejército de
Buenos Aires, vosotros sois en la
presente ocasión, el apoyo, el sos-
ten y la defensa de e3a fidelísima
capital y de todas sus provincias;
del honor, de los derechos é inte-
reses de 1 nuestro amado soberano;
y de la conservación, seguridad y
libertad de la relijion católica que
es la relijion de nuestros padres,
la única verdadera, y la sola que
se profesa en las felices rejiones
de la América, que han tenido la
dicha de conocer al verdadero
Dios y á Jesu Cristo su hijo re-
dentor del jénero humano; dicha
inestimable, debida al catolicis-
mo y al celo de nuestros reyes
católicos, y á la piedad, desvelos
y sudores de nuestros mayores y
de nuestros padres.
Sí, amados mios: vosotros sois
los defensores de tantos, tan inte-
resantes y sagrados derechos con-
tra la ambición, insultos y atenta-
dos de esa desgraciada nación,
enemiga declarada de la iglesia
católica nuestra madre, de nues-
tro amado rei y señor, y de la paz,
sosiego y tranquilidad del jéirero
humano: de esa voraz nación, te-
ñida con la sangre de nuestros
hermanos, engrosada con sus ha-
beres, y alimentada con la sustan-
cia misma del trabajo de sus ma-
nos y del sudor de sus rostros: de
esa nación verdaderamente infe-
liz, por haber perdido la fé, por
enemiga de Dios, de sí misma y
de los hombres.
Vosotros formáis también como
un dique, y una barrera para de-
tener el impetuoso torrente, que
han formado las avenidas de vues-
tros enemigos; sois como una ro-
ca, donde se estrellan las furiosas
olas de su orgullo y ambición;
sois en fin la grande, la intere-
sante guardia de esa gran capi-
tal, de sus vastas provincias y de
esas inmensas rejiones del Perú.
Tal es vuestra situación, ama-
dos mios; tal vuestro destino va-
lerosas lejiones, ejército católico
de esa ciudad fiel, leal y relijiosa
que en medio del contraste, y de
las furiosas olas de tantas tribu-
laciones, jamas ha pendido de vis-
ta su verdadero norte, la relijion
católica y su lejítimo monarca,
los intereses de la patria y los de
estas dilatadas y felices provin-
cias. Vosotros mismos, amados
mios, vosotros mismos sois las ma-
yores pruebas de esta verdad; por
que impulsados de tan grandes y
sagrados motivos, os habéis reu-
nido, alistado, uniformado, adies-
trado en las evoluciones milita-
res, y en el manejo de las armas
en los tres ramos de artillería, in-
fantería y caballería; todo esto á
costa de un gasto inmenso por
vuestra parte, y de infinitas fati-
gas, desvelos y sudores, sacrifi-
cando vuestro tiempo, vuestra co-
modidad y vuestros intereses,
abandonando en gran parte vues-
tros negocios, artes y oficios, y
- 253 -
II
sufriendo un sin número de inco-
modidades.
¿Y cuál ha sido el resultado de
tantos sacrificios y de tan glorio-
sas fatigas? ¡Ah, amados mios!
Mi sensibilidad se conmueve y mi
espíritu se infiama! Vosotros os
halláis ya instruidos en las evolu-
ciones, en el manejo de las armas
y caballos, en guardias, retenes,
destacamentos, y todo jénero de
operaciones de guarnición, en ti-
empo de paz y de guerra; por
consiguiente os halláis ya prácti-
cos, endurecidos y amoldados á
todo jénero de fatigas; y lo que
es mas, prontos, espeditos y re-
sueltos á defender los grandes y
sagrados intereses que están á
vuestro cargo, á salvarlos á todo
trance, y á costa de vuestros ha-
beres, de vuestra sangre, de vues-
tra vida misma, sin temer la ar-
rogancia y amenazas de vuestros
enemigos, ni doblaros por sus se-
ductoras promesas. Ya sois supe-
riores á vosotros mismos, á las in-
comodidades, trabajos y fatigas,
á la amenaza, á la promesa, á la
vida y la misma muerte. ¡Qué
grande, qué glorioso es todo esto
amados inios! Qué honroso para
vosotros! Pero aun hai mas.
Vosotros habéis detenido á ese
fiero enemigo que teneis á vues-
tro frente algunos meses hace, sin
permitirle acercarse á vuestras ri-
beras que con tanta ansia desea y
tanto ha solicitado con promesas
y amenazas á fin de subyugaros y
apoderarse de esa gran capital, y
enseguida de estas felices provin-
cias. Vosotros, pues, os habéis
hecho respetables y aun temibles
■v
y formidables á vuestro enemigo,
y habéis salvado ya la patria, los
intereses y el honor del soberano
y la libertad del culto y de la re-
lijion de vuestros padres: todo lo
cual se ha visto en el mas inmi-
nente y próximo riesgo, y se ha-
bría perdido irremediablemente,
a no haber sido vuestro respeto,
vuestra vijilancia, y el terror que
h a beis puesto á esas británicas
iejiones que están casi á vuestra
vista y al frente de vosotros. Sí,
mis amados; y ved aquí el resul-
tado de vuestras gloriosas fatigas,
de vuestra firmeza, de vuestra
constancia y valor; y sobre todo,
de vuestra fidelidad á la relijion,
a! rei y á la patria.
Así pues: aun cuando no tuvie-
rais que hacer ya mas de lo que
habeis hecho, aun cuando desde
este momento cesasen enteramen-
te vuestras funciones por venir la
paz, ó por retirarse vuestro ene-
migo abandonando lo que ha ocu-
pado, vosotros sois ya real y efec-
tivamente los libertadores de la
patria , del honor del soberano
y del culto público , pacífico y to-
tal de la relijion católica: y vues-
tro ejemplo, fidelidad y lealtad
servirán de modelo á toda la Amé-
rica hasta la posteridad mas re-
mota; al mismo tiempo, que la pa-
tria y estas provincias recordarán
vuestro nombre penetradas de gra-
titud y admiración.
Ved aquí las grandes ideas de
que debeis estar penetrados y lle-
nar vuestro espíritu, esforzándoos
mas y mas á la constancia y pro-
secución en vuestras gloriosas fa-
tigas, y en llenar los grandes de-
- 254 , -
beres que os imponen la relijion,
el soberano, la patria y estas feli-
ces provincias. Penetraos, pues de
tan nobles sentimientos; y añadid
á todo lo dicho otra reflexión ca-
paz por si sola de reanimaros, de
electrizaros y haceros obrar pro-
dijios de valor.
Vosotros,' amados mios, valero-
so y patriótico ejército de la ca-
pital de Buenos Aires, vosotros
sois en las presentes circunstan-
cias la espectacion de toda la
América, de la España, de la
Francia, y por decirlo de una vez,
de todas las naciones que se go-
biernan por principios de razón,
de justicia y de humanidad: lo :
sois igualmente de la iglesia de
América y aun de toda la iglesia
universal: sobre vosotros está fija
en este momento la atención de
casi todo el universo: el cielo y la
tierra se interesan. y esperan aten-
tos el éxito de la grande empresa
á que estáis destinados.
Sí, amados mios: no lo dudéis;
el Dios de vuestros padres ha
confiado á vuestra dilijencia, á
vuestras fatigas y sudores y al va-
lor de vuestro brazo la gloriosa
obra de la defensa de su amada
esposa la iglesia católica en esta
parte del mundo: el católico mo-
narca nuestro amado padre, rei y
señor, os confia en este momento
y espera de vosotros la vindicación
del honor de sus armas, la defen-
sa y conservación de su patrimo-
nio, y de esta piedra inestimable
de su corona; pues él, ocupado
todo, unido con el grande empe-
rador de los franceses, en atender
al principal y urjentísimo objeto
de sujetar en Europa á ese fiero
enemigo de la paz, y de la huma-
nidad, no puede atender en las
actuales circunstancias á cubir y
sostener todos los puntos que le
presentan sus vastos dominios, ni
á defender con grandes fuerzas á
todos sus vasallos y amados hijos
como lo desea su corazón pater-
nal. Estas vastas provincias os
| confian igualmente sus pueblos,
sus intereses, su seguridad, su
quietud y su reposo. ¿Q-ué mas?
1 Vuestras campañas y sus mora-
dores, vuestra capital, el clero las
relijiones, el culto público .y pa-
cífico de la relijion de vuestros
padres, el majistrado, el anciano,
la viuda, el huérfano, el desvali-
do, vuestras esposas, vuestros
tiernos hijos, vuestros ancianos pa-
dres, vuestros hermanos y parien-
tes; la patria entera con todos sus
intereses, su reposo y su tranqui-
lidad: todo , todo está confiado en
este momento a vuestro desempe-
ño, y todo descansa en vuestra fi-
delidad y en el valor de vuestro
brazo. ¿Y por qué? Oidlo.
Porque vosotros sois realmente
y com-poneis la gran guardia de
esa capital, de estas provincias y
de esas vastas rejiones del Perú:
vosotros estáis á la puerta, teneis
en vuestro poder la preciosa llave
de este vasto continente; sin ar-
rancárosla de la mano nadie po-
drá entrar. Por eso es, que están
vuestros enemigos detenidos al
frente de vosotros, sin poder po-
sesionarse, ni dar siquiera un pa-
so en nuestro territorio, ni lo da-
rán jamas, si vosotros llenáis si-
empre los grandes deberes que os
- 255 -
imponen la patria, el soberano y
la relijion. ¡Qué honroso es vues-
tro destino valerosas lejiones!
¡Qué grandes, qué interesantes y
gloriosas vuestras fatigas, vues-
tras dilijencias, vuestros trabajos
y sudores y todo cuanto estáis
practicando para contener al ene-
migo! ¡Qué benéficos, qué fieles
y leales, qué.grandes y esforzados
aparecéis á los ojos de toda la
América, de toda la nación, del
universo entero! Vuestro nombre
vuestro inmortal nombre, volará
como el relámpago de Oriente á
Poniente, y desde el Septentrión
al Mediodía: la posteridad lo re-
cordará siempre con admiración;
vuestros hijos lo pronunciarán con
lágrimas de complacencia; la pa-
tria no podrá recordarlo sin sen-
tirse conmovida de todos los afec-
tos de amor y agradecimiento: la
América toda, la nación entera,
lo mirará en todo tiempo como el
recuerdo de la fidelidad, de la
lealtad y del valor sirviéndole de
modelo y ejemplo en los futuros
siglos: la iglesia de América se
regocijará con pronunciarlo; por
que le recordará, que la entera
libertad del culto católico en es-
tas provincias, su tranquilidad y
seguridad, es cbra del valor de
vuestro brazo y de vuestro amor
por la relijion de vuestros padres.
Todos en fin, lo pronunciarán con
entusiasmo, con respeto, y con
admiración!
Sí, amados mios: no lo dudéis;
vosotros y la patria habéis adqui-
rido un inmortal nombre en la
iglesia de América, en la nación
y* en el universo. Vuestro ejemplo
de lealtad y patriotismo, se ha di-
fundido ya por toda la América:
los papeles públicos de Lima y de
Santa Fé de Bogotá se espresan
con entusiasmo; y el dia doce de
agosto, será glorioso y memorable
para siempre.
Reflexionad, pues, sobre lo
grande de vuestro destino, sobre
lo importante, necesario y útil de
vuestras fatigas y desvelos, y so-
bre la obra incomparable que es-
tá confiada á vuestro valor y fideli-
dad y que 1 lama laatencion delcie-
lo y de la tierra sobre vosotros, es-
perando el éxito y resultado de
tan gloriosa empresa, digna por
cierto de los grandes héroes guer-
reros que nos presenta la histo-
ria de la relijion eü los pasados
siglos. Llenaos mas y mas de tan
grandes y sublimes ideas, pene-
traos de tan sólidos, elevados y
dignos sentimientos, que son los
verdaderos que deben ocupar vu-
estro corazón sobre la importantí-
sima obra que teneis entre manos,
que con tanto esmero, celo y acti-
vidad, estáis practicando, y que
debeis llevar hasta su última per-
fección concluyéndola gloriosa-
mente: todo ello á honra y gloria
de Dios, exaltación de su santo
nombre, conservación de la reli-
jion y del culto católico, integro
y público, en toda la América;
defensa del honor y del patrimo-
nio do nuestro soberano; de esa
capital ilustre y de todas estas di-
latadas y felices provincias, ilus-
tradas con la luz del Evanjelio, y
conservadas por tantos años en la
verdadera fé y obediencia de la
iglesia católica.
- 256 -
Y á vista de cuanto queda di-
cho, y de la bondad y justicia de
la causa que defendéis, ¿habrá al-
guno de vosotros, que por un ter-
ror pánico, ó por una falta invo-
luntaria de valor, trepide, tema,
y tiemble de que llegue á venir el
enemigo? ¿O que, si llegare el
caso deque venga, no podrán esas
lejiones patrióticas resistirlo, re-
chazarlo y destruirlo si fuere nece-
sario, para contener su osadía si
se empeñase en tomar esa capital
y subyugarps? No, amados míos,
no parece regular ni creíble, el
que ninguno de vosotros se deje
poseer de tan infundado temor.
No obstante, como no es imposi-
ble el que haya algunos que pien-
sen desgraciadamente de este mo-
do, ya por la debilidad de su
constitución y carácter tímido; ya
por falta de reflexión y de verda-
deras ideas sobre nuestro carác-
ter. fuerza, disposición y circuns-
tancias; ya por haber oído algún
discurso, conversación ó especies
contrarias á los verdaderos senti-
mientos de que 'codos deben estar
animados, ó ya finalmente, por su-
jetárselo así nuestro adversario el
demonio, que como león rujíente
nos rodea y nos pone asechanzas
capciosas y seductivas para en-
gañarnos, perdernos y devorarnos
introduciendo en esa católica ca-
pital y en todas estas provincias
el veneno de la herejía, del pro-
testantismo, y de ese sin número
de sectas oprobio del jénero hu-
mano: como puede, digo, haber
algunos débiles ó seducidos por
algo de lo dicho, es conveniente
y necesario desvanecer un temor
que es tan infundado, como con-
trario á los verdaderos sentimien-
tos de honor, de fidelidad y de
relijion.
Ño, amados míos, no hai ni
puede haber para vosotros un mo-
tivo capaz de turbaros, conmove-
ros, y hacer trepidar un momento
ni desistir de la mas gloriosa em-
presa que pueden presentaros los
fastos de la América. No, lejiones
patrióticas, no hai motivo alguno
de temor ni puede haberlo. Oíd-
me con atención.
Vosotros os halláis situados
frente al enemigo que ha ocupa-
do la otra banda de este rio, ame-
nazados por él de invadir esa ca-
pital, talarla y hacer desgraciados
á sus habitantes. ¡Crítica situa-
ción! ¡terrible amenaza y peligro
formidable para otro pueblo y aun
para vosotros mismos en otras cir-
cunstancias! Ciertamente, ama-
dos mios, que la situación del
enemigo, el aparato y la amenaza
con que se presenta, serian ver-
daderamente temibles y formida-
bles en otro tiempo, quiero decir,
cuando ni vuestra destreza en las
armas, ni vuestro entusiasmo, ni
vuestro valor y enerjía se habian
desplegado; cuando vuestro nom-
bre, por decirlo así, apenas se ha-
bía oido en el gran teatro de las
naciones, y cuando casf se igno-
raba vuestra existencia.
Pero en el dia, mis amados
combatientes, lejiones patrióticas,
numerosos escuadrones, en el dia,
digo, no puede ni debe haber mo-
tivo justo de temor para vosotros,
para vosotros, repito, que desen-
volviendo un nuevo carácter, ha-
- 25 7 -
beis hecho resonar vuestro carác-
ter en toda la América, al mismo
tiempo que se ha hecho respeta-
ble y temible á vuestro enemigo,
por vuestro decidido y heroico pa-
triotismo, por vuestra fidelidad y
lealtad al soberano y á la patria,
por vuestros estraordinarios es-
fuerzos y sacrificios, y por vues-
tra gran disposición, arresto y va-
lentía con que lo aguardáis y con
que os proponéis la defensa de la
patria, del patrimonio y del ho-
nor de nuestro católico monarca;
y sobre todo, el mantener y con-
servar vuestra capital y sus dila-
tadas provincias en la verdadera
fé y relijion de nuestros padres.
Para vosotros, pues, ¡con cuan-
ta confianza lo repito! no puede
ni debe haber motivo alguno de
temor. Y si no, decidme: ¿á qué
podríais temer? ¿Al número de
enemigos que os han amenazado?
No; porque vosotros sois en mu-
cho mayor número. ¿A su ins-
trucción y pericia en el manejo
de las armas? Tampoco; porque
vosotros la teneis en grado mui
ventajoso y acaso igual ó supe-
rior á ellos. ¿A su disciplina, or-
den y subordinación? Menos;
porque en vuestra mano está el
aventajarlos en todo esto; y así
debe esperarse de vuestra fideli-
dad, y deseo del mayor bien. ¿Se-
rá acaso á su intrepidez, arresto y
valentía? ¡Ah lejiones patrióti-
cas! No hablemos de esto, porque
la ventaja está de vuestra parte y
vuestro enemigo, aunque á su pe-
sar lo conoce demasiado, ¿Pero
será por ventura la animosidad y
entusiasmo que puede tener vues-
tro enemigo por defender su cau-
sa quien os pueda infundir temor?
De ningún modo amados mios;
porque por mas animosidad, va-
lor y entusiasmo que ellos puedan
concebir por su pésima causa,
siempre serán unos sentimientos
puramente humanos y de unos
meros mercenarios, conducidos
por el interes y la fuerza, por el
sórdido deseo de riquezas, de en-
grosarse con las ricas y preciosas
producciones de estas felices pro-
vincias, y de alimentarse con el
trabajo de vuestros brazos y del
sudor de vuestros rostros. Pero
vosotros valerosos combatientes,
que conducidos por motivos de
verdadero honor, de patriotismo,
de fidelidad y sobre todo, de reli-
jion y de confianza en el Dios de
los ejércitos cuya causa defen-
déis, ¿cuánto debe ser vuestro va-
lor, vuestra animosidad y vuestro
entusiasmo? ¿Y cuánta debe ser
necesariamente vuestra firmeza,
vuestra constancia y vuestra in-
trepidez si llegára la ocasión?
¿Ni quien se atreverá jamas á
pensar que su mala causa, sus mi-
serables, bajos y sórdidos moti-
vos sean capaces de infundirles
tanta animosidad, fuerza y valor,
como os infundirá á vosotros la
gran justicia y bondad de vuestra
causa?
Sí, amados mios: vosotros sí
que debeis obrar necesariamente
prodijios de valor animados de
vuestra causa. Esta sí que es la
causa llena de justicia y de bon-
dad, la gloriosa causa de la reli-
jion de vuestros padres, la de nu-
estro católico monarca, lade vues-
- 258 -
tra capital y la de todas estas fe-
lices provincias: esta si que es la
causa de Dios, de su relijion, del
rei y de vuestros hermanos: la
causa pública y jeneral de la Es-
paña, de la América, de la Fran-
cia y de todas las naciones que
se gobiernan por la razón ilustra-
da por la verdadera relijion. Ved
aquí la causa grande capaz por si
sola de infundiros el esfuerzo, la
animosidad y el valor mas estraor-
dinario: la sola digna de haceros
concebir los mas altos sentimien-
tos, y de conduciros al verdadero
entusiasmo y al mas glorioso he-
roísmo.
Concluyamos, pues, amados
míos, que ni el número de los ene-
migos que os han amenazado, ni
su pericia militar, ni su orden y
subordinación, ni su arresto y va-
lor, ni su animosidad y entusias-
mo son capaces de intimidaros;
porque vosotros debeis conside-
raros y sois en realidad mui su-
periores á todo esto; y porque no
hai comparación, ni puede haber-
la, de esas tropas mercenarias,
conducidas por tan bajos y sór-
didos motivos, á vosotros que sois
conducidos por motivos tan gran-
des, y por tan nobles y elevados
sentimientos.
Pero no es esto solo; queda
aun mucho mas que deciros. Di-
go, pues, que no solamente debeis
estar lejos de todo temor racio-
nal respecto al número, calidad y
circunstancias del enemigo que
os ha amenazado, sino que debeis
ser los mismos, y tener la misma
firmeza, valor y confianza, aun
cuando su número fuese mucho
mayor. No lo dudéis: vosotros sois
realmente y debeis consideraros
mui superiores sea cual fuere su
número. Recordad aquí Vra vez
por un momento cuanto ot dejo
insinuado sobre la gran bondad de
vuestra causa, v de los motivos
* «r
que os animan y os impulsan á
obrar con el mas estraordinario
valor y fortaleza; y añadid ahora
á todo ello el recuerdo de que los
unos sois españoles, los otros hi-
jos ó descendientes de españoles,
y los demas que no lo sois, os
halláis al presente animados del
mismo espíritu y penetrados de
los mismos sentimientos, forman-
do todos esas valerosas lejionesy
un mismo ejército patriótico.
Si, valeroso ejército español-
americano: esa sangre que corre
por vuestras venas, que os anima,
que os infiama y electriza, es la
sangre de vuestros padres, de vu-
estros mayores, de aquellos que
en todas las edades desde los si-
glos mas remotos fueron siempre
el terror de sus enemigos; de
aquellos valientes guerreros, cu-
yos ejércitos numerosos ó peque-
ños hicieron siempre prodijios de
valor por su patria, por su rei y
por su relijion. Dad una ojeada á
la historia, y hallareis una serie
de hechos casi sin interrupción,
desde la mas remota antigüedad
hasta nuestros tiempos que os ha-
rán palpable esta verdad. Yo me
haría interminable, y apuraría
vuestra paciencia si me empeña-
se en referiros, solo en compendio,
una parte de sus gloriosos he-
chos, triunfos y victorias memo-
rables.
- 259 -
Esta escitante memoria, el sen-
cillo recuerdo de todo esto, es
^capaz por si solo de inflamaros,
de haceros concebir los mas altos
sentimientos, y de elevaros sobre
vosotros mismos. No temáis pues,
jamas, nobles combatientes, al
número de vuestros enemigos:
hacedles ver, si vinieren alguna
vez á acometeros, que sois los
mismos que fueron vuestros ma-
yores en todos los siglos; que el
mismo espíritu, fidelidad y valor
que los animaba se ha trasmitido
á vosotros: hacedles sentir todo el
peso de vuestro brazo, si tuvieren
la osadía de pisar otra vez este
afortunado suelo; y que conoz-
can, sepan y entiendan, que el
verdadero español y el fiel ameri-
cano siempre es el mismo; que su
integridad, su firmeza y su valor,
ni temen la amenaza, nise doblan
por lisonjeras promesas; porque
la intriga, la infidelidad y la trai-
ción no tienen cabida en su pe-
cho; pues su carácter fiel y reí i-
jioso, no se desmiente jamas. Ha-
cedles conocer en fin, que si un
día desgraciado os visteis subyu-
gados momentáneamente, fué solo
por sorpresa y por acaso; pero
que libres ya de aquel yugo inso-
portable y odiosa dominación, y
habiendo en la posesión de vues-
tros derechos, reunido vuestra
fuerza, y reanimado vuestro va-
lor, sabréis castigar, y escarmen-
tar para siempre, su arrojo y
osadía, si repiten su atentado.
Tales son, valerosas lejiones,
los justos nobles y altos senti-
mientos de que debeis estar pe-
netradas, sin dar entrada jamas
en vuestro pecho fiel, leal y reli-
jioso, á otras ideas, especies ó
sujestiones del maligno espíritu,
que no son mas que sofismas, in-
fidelidad , bajeza y cobardía ; y
sobre todo, falta de firmeza ., de
fortaleza y confianza cristiana.
Si, amados mios, toda especie
ó raciocinio contrario á las verda-
deras ideas y altos sentimientos
que os he insinuado, son sofismas
engañosos, una disimulada infide-
lidad, traición, bajeza y cobardía;
tan indigno todo ello de un cora-
zón jeneroso, de un corazón cris-
tiano y de un hombre de bien,
como contrario á la fidelidad de-
bida á la patria, á estas provin-
cias, al rei nuestro señor y á la
relijion católica que profesamos.
Son también contrarias y diame-
tralmente opuestas á la firmeza
v fortaleza cristiana, v á la ente-
ra confianza que debeis tener en
el Dios de los ejércitos, por cuya
causa debeis estar dispuestos á
derramar toda vuestra sangre.
Publicación oficial sobre la der-
rota de Elío por Pak.
Cuartel jeneral de Montevideo,
el dia 10 de junio de 1807.
Anoche recibió S. E. el tenien-
te jeneral el Sr. D. Juan White-
locke, un oficio de parte del coro-
nel Pack comandante de las tro-
pas británicas en la Colonia, par-
ticipándole la importante y agra-
dable noticia, de que él había ob-
tenido una completa victoria so-
bre el ejército español, compuesto
de mas de dos mil hombres, bajo el
mando del coronel Elío, fuerte-
72
- 260 -
mente situado en el paraje llama-
do San Pedro.
El enemigo tenia su frente y
flanco bien asegurados por un rio
hondo y pantanoso y defendido
por seis cañones. Sin embargo las
dificultades de la posición fueron
superadas por el valor de las tro-
pas británicas, las cuales única-
mente consistían en nueve cientos
y cincuenta hombres; y lograron
derrotar completamente al ene-
migo, cuya pérdida fué de ciento
y veinte muertos , y un gran nú-
mero de heridos, dejando en nues-
tro poder un estandarte , seis pie-
zas de artillería y cerca de tres
cientos fusiles con una cantidad ¡
de municiones y pertrechos, y
ciento y cinco prisioneros.
El segundo comandante Don
Juan Baptista Raimond, un ma-
yor, dos capitanes, y dos tenien-
tes son entre los prisioneros.
Los ingleses en este ataque, tu-
vieron únicamente dos muertos y
veinte heridos. Aunque nos pesa
de añadir que el mayor Gardner,
y el cirujano asistente Turner,
fueron levemente heridos, por el
motivo de haberse volado un car-
ro de municiones después que fué
acabado el combate.
En la actual ocasión no se pue-
de dejar de observar, que á pocas
horas después que varíe el viento,
verán los habitantes de Montevi-
deo los medios y intenciones del
gobierno británico, sea para con-
quistar, ó sea para protejer la
provincia de Buenos Aires, y esto
según las circunstancias lo pe-
dirán.
S. E. el Sr. jcneral Whiteloc-
ke, recomienda fuertemente en
jeneral á los habitantes, de no de-
jarse engañar, tanto por los igno-
rantes, como por las falsas voci-
feraciones que diariamente van
divulgándose en esta y sus cerca-
nías; pero al contrario deben es-
tar seguros de la veracidad en la
que el rei de la Gran Bretaña se
ha servido establece»* su confian-
za, y en el valor y humanidad de
sus oficiales y soldados, y de nin-
gún modo irritarlos con indecen-
tes y escandalosas injurias.
Por mandado de S. E.
Enrique Torrens.
Teniente coronel secretario mi-
litar*
Imprenta de la Estrella del Sur.
Bando de la real audiencia de
Buenos Aires, prohibiendo la
introducción y circulación de
papeles impresos en Monte-
video.
El rejente y oidores de esta
real audiencia pretorial de Bue-
nos Aires, en quien reside hoi el
gobierno superior y capitanía je-
neral del vireinato de las provin-
cias del Rio de la Plata. —
Por cuanto desde que los ene-
migos de nuestra santa relijion,
del reí, y del bien del jénero hu-
mano emprendieron la conquista
de la plaza de Montevideo tra-
yendo tropas de los puertos de
Inglaterra, escojieron entre todas
sus armas, como la mas fuerte
para el logro de sus malvados de-
signios, la de una imprenta, por
medio de la cual les fuese fácil
difundir entre los habitantes de
- 261 -
esta América, especies las mas
perniciosas y seductivas, confia-
• dos vanamente en que al paso que
pudiesen causar impresión en los
corazones de las jentes incautas y
menos advertidas, fuesen también
capaces de debilitar la enerjía con
que todos se han aprontado para
resistirlos, y de facilitarse con tan
inicuo proyecto las ventajas que
desconfían encontrar en la debili-
dad de sus brazos; y siendo cier-
to, que habiendo establecido di-
cha imprenta, han empezado ya á
dar al público papeles difusos,
llenos de noticias falsas y com-
prensivos de ideas las mas abomi-
nables, hasta el estremode supo-
ner su infame y herética secta, po-
co ó nada diferente de la sagrada
relijion que profesamos, incluyen-
do otras no menos injuriosas á
nuestro gobierno, al pasc*que pre-
tenden elevar al mas alto grado
de bondad, de rectitud y de amor
á todos los individuos de la espe-
cie humana, como si estas apre-
ciables cualidades no fuesen en
ellos absolutamente desconocidas
habiendo en todo tiempo dado al
universo entero las mas claras,
repetidas y constantes pruebas,
de que solo la ambición, la cruel-
dad, el engaño, una codicia sin
Limites, y un odio eterno contra
la ajena felicidad, son los verda-
deros constitutivos del carácter
ingles, sin que quepa distinción
alguna entre los mas bajos y des-
preciables individuos de esta na-
ción, y los mas elevados persona-
jes de ella. Por tanto, y sin em-
bargo de la segura confianza que
tiene el gobierno de que ningún
vasallo católico, amante de su re-
lijion y de su rei, pueda dejar de
mirar con la mayor indignación,
como lo han hecho siempre los
habitantes de esta capital, unas
máximas que bajo de las finjidas
apariencias de felicidad, envuel-
ven nuestra ruina espiritual y tem-
poral; se prohihe á toda clase de
personas, sean del estado ó con-
dición que fueren, el que puedan
introducir en esta capital, ni en
otro pueblo del distrito de este
vireinato las gacetas inglesas de
Montevideo; leerlas en público ó
privadamente, ni retenerlas el mas
corto espacio de tiempo, debiendo
todas las que por cualquier mo-
do ó arbitrio llegaren a introdu-
cirse, entregarse inmediatamente
en esta capital al Sr. rejente; en
las cabeceras de provincia á los
señores intendentes, y en los de-
mas pueblos á los jueces y justi-
cias de ellos, cuidándose por to-
dos de su remisión á este tribu-
nal; en la intelijencia, de que si
alguno no lo ejecutare, será tra-
tado como traidor al rei y al Es-
tado, y se les impondrán irremisi-
blemente las penas correspondien-
tes á este atroz delito, conminán-
dose con la misma á todas las
personas que teniendo noticia de
que alguno conserva en su poder,
lee, ó manifiesta dichas gacetas,
no lo denunciare prontamente. Y
para que tenga el mas exacto
cumplimiento, se celara este por
torios los jueces ordinarios y al-
caldes de barrio; é imprimiéndose
competente número de ejempla-
res, se publicará por bando, fiján-
dose algunos en los sitios acos-
- 262 -
tumbrados, y se remitirán los res-
tantes á los señores intendentes y
á los cabildos de los pueblos de
la banda oriental de este Rio de
la Plata. Fecho en Buenos Aires
á 11 de junio de mil ochocientos
y siete años. — Lucas Muñoz y
Cubero. — Francisco Tomas de
Anzoategui. — Juan Bazo y Ber-
ri. — José Márquez de la Plata. —
Manuel de Velazco. — Por man-
dado de S. A. — D. José Ramón
de Basavilbaso.
En Buenos Aires á 12 de dicho
mes y año: yo el escribano mayor
de este vireinato salí de la real
fortaleza acompañado de la tropa,
pífanos y tambores de estilo, ha-
ciendo cabeza principal el ayu-
dante D. José Gregorio Belgra-
no, y en los parajes acostumbra-
dos de esta capital hice publicar,
por voz del pregonero público, el
bando antecedente, y fijando los
ejemplares que en él se previenen:
lo que pongo por dilijencia y de
ello doi fé. — Basavilbaso.
Proclama del comandante jene-
ral de las armas de Buenos
Aires D. Santiago Liniers , al
ejército de su mando , al si-
guiente dia de la revista j ene-
ral que pasó á las tropas en la
tarde del dia 24> de junio del
año de 1807.
Ilustres ciudadanos alistados
para defender vuestro patrio sue-
lo: cuerpos veteranos que tantas
veces habéis rogado con vuestra
sangre la gloriosa carrera de las
armas: respetable cuerpo de invá-
lidos que con tanta bizarría me
habéis pedido armas para sacrifi”
car hasta vuestro último aliento»
rechazando á los enemigos de
nuestra patria, de nuestro augus-
to culto y de nuestra felicidad; he
visto en la tarde de ayer sobre
vuestros semblantes cifrada la
victoria. Cuatro mil despreciables
enemigos se atreven á insultar-
nos, fundando su loca presunción
sobre la poca enerjía que nos su-
ponen. Haced que con el escar-
miento de su ruina aprendan á
respetar con la Europa entera el
valor y la constancia española.
Tengamos presente lo que estas
virtudes hicieron ejecutar el dia
12 de agosto del año anterior, y
marchemos con confianza de un
seguro triunfo bajo los ai*spicios
del Dios de las victorias. Q,ue
nuestras voces repitan miles de
veces morir ó vencer. Si entre
nosotros se hallare (que no me lo
persuado) alguna alma débil, que
vierta proposiciones de descon-
fianza ó tibieza en nuestro empe-
ño, que se le cambien las armas
en una rueca, y que una muerte
afrentosa sea el premio de la co-
bardía, si la hubiese. Pero lejos
de mí semejante temor: todos es-
tamos animados de un mismo es-
píritu. Vuestras esposas, vuestros
hijos, vuestros majistrados des-
cansan en vuestro valor: los mi-
nistros del Señor ofrecen incesan-
tes sacrificios por el feliz suceso
de nuestras armas: y no dudo un
solo momento que con tan pode-
rosos medios y estímulos no de-
jareis de ceñir vuestras sienes de
los laureles que nos están prepa-
rados, y de ver esculpidos vues-
- 263 -
tros nombres en el templo de la '
F ama. 1
Buenos Aires 25 junio de 1807.
Santiago Liniers.
fríN BE LA SEGUNDA PAfc'tfe.
4 ^
13
- 264 -
APENDICES.
EL EDITOR.
Habiéndonos propuesto seguir,
en lo posible, el orden de fechas,
en la inserción de las piezas y do-
cumentos que forman esta colec-
ción, sucede forzosamente que hai
algunos que, por su materia, no
pueden tener cabida en el cuerpo
de ella.
Igualmente, otros hai que han
llegado á nuestro poder, cuando
era va pasada la oportunidad de
insertarlos en la respectiva fecha.
A unos y á otros, pues, les da-
mos aquí lugar, distribuyéndolos
en varios Apéndices , á la segunda
parte, la cual está ya terminada,
(1) El Sr. O. Juan Balbin González
Vallejo, natural de España, y venido mui
joven á América, donde se dedicó desde
entonces al comercio, fué posteriormente
nombrado en Montevideo, cuando se cria-
ron los cuerpos de milicia urbana, de te-
niente de la primera compañía dél batallón
do infantería, y ascendido después á ca-
pitán de la misma. Cuando se acordó la
reconquista de Buenos Aires, cúpole,
como á capitán mas antiguo, el mando en
r jefe de las dos compañías de granaderos,
y de la primera de fusileros, que hacían
un total de 230 plazas, sin contar la ofi-
cialidad. Marchó abandonando gustoso,
en |h avanzada edad de 59 años, su casa
de comercio, establecimientos de estan-
cia, saladero y chacra, y sobre todo, tre-
ce hijos — Entonces fué escribiendo el
presente diario, que continuó hasta su
embarco de regreso, dos meses después.
habiendo llegado, como lo anun-
ciamos, hasta fines de junio de
1807.
APENDICE N. ° 1. °
Diario de la ida á la reconquista
de Buenos Aires , desde Mon-
tevideo, en 1806: llevado por
el Sr. González Vallejo (1).
El 22 de julio de 1806, salimos
de Montevideo, con la tropa de
la espedicion, á la 1^ de la tarde,
y llegamos á las Piedras, en don-
de se acomodó la jente, unos, á
las álas de los ranchos, y otros
dentro de algunos que hallaron,
y esa noche me lastimaron al ca-
bo Isidro Donado al que mandé
para Montevideo.
El 23 salimos y llegamos á los
Lo poseemos autógrafo por la bondad de
su hijo, el Sr. D. Vicente González Va-
llejo, á quien debemos también la noticia
que precede; y no pudo colocarse en su
lugar por habernos llegado tarde — Por lo
deinas: aunque, como es forzoso, el con-
tenido de su mayor parte es ya conocido
de nuestros lectores, sin embargo, hágan-
se en él algunos particulares que no se
hallan en los demas documentos y rela-
ciones. Las incorrecciones de lenguaje,
el abandono y aran sencillez de su redac-
ción, como destinado únicamente para su
familia, y para aliviar sus propios recuer-
dos, son, á nuestro juicio, caracteres
apreciables, en esta clase de piezas, es-
critas á la lijera, y muchas veces andan-
do: ellas les imprimen, sin duda, un sello
visible de injenuidad y de veracidad.
( JVota de la Red.)
/
- 265 -
Canelones á la 1J, y nos hicieron
quedar allí y esa noche llovió mu-
cho, y no pudimos salir por la
mucha agua y viento que siguió.
El 24 sucedió lo mismo, y tam-
poco salimos. Este dia eché me-
nos las onzas de la faltriquera.
El 25, dia de Santiago, tampo-
co, pues aunque se tocó la jene-
rala para tomar caballos, se sus-
pendió la marcha por haber veni-
do de Santa Lucía los chasques
de estar ya crecido este arroyo, y
los dosCanelones chico y grande,
por cuya razón se pasaron órde-
nes para que cinco botes de los
montaraces, y el de las postas,
fuesen al paso de los Cerrillos, y
allí estuviesen prontos para pasar
las tropas y carruajes de la arti-
llería y del jeneral.
El 26, á las 9| para las 10, sa-
limos del Canelón al dicho paso
de los Cerrillos, donde encontra-
mos ya pasando á los granaderos
del fijo y carruajes de la artille-
ría y coche del jeneral: hasta las
de la tarde estuvieron pasando
y de allí salimos á las 4 1 para se-
guir la marcha, habiéndose ido á
posar á la estancia de Chopitea
los del fijo y miñones, y los dra-
gones blandengues y los nuestros
seguimos nuestra marcha sin ha-
ber comido todo el dia, para San
José; pero habiéndose perdido el
baqueano, solo pudimos pasar á
Cagancha, arroyo mui pantanoso
y paramos en la estancia de un
tal Gregprio Mendoza, que sien-
do las 11§ de la noche, no había
proporción descomer, ni ser hora
para carnear, y solo hicieron fo-
gatas, que de un cerco que tenía,
se le quemó mas de la mitad, y
dormimos al raso, y por la maña-
na que amaneció de neblina, cer-
razón y mucho frió, pudieron ma-
tar no obstante 14 ó 16 reses, y á
toda priesa almorzaron, y el 27
salimos á las para las 10, y
llegamos á San José, que estaba
bastante crecido, a las 12, donde
habiendo pasado el jeneral y car-
retones de* la artillería, la balsa
donde iba uno se fué á pique que-
dando el carretón en el agua y
una rueda menos, y después em-
pezó á pasar la tropa y nos acam-
pamos en la costa del monte, don-
de tomamos reses y comió la jen-
te, y habiéndose hecho otra bal-
sa y con el bote, fueron pasando
y mi jente concluyó á las I2£ de
la noche, habiéndome yo ¡do al
pueblo, quehai desde el paso mas
de un cuarto de legua á pié con
un granadero, y no hallé ya puer-
ta abierta ni á quien preguntar
donde estaba el alojamiento para
mi jente, y pude dar con la casa
de mi conocido antiguo D. Juan
Miguel Rodríguez, alias el cana-
rio, que estuvo cuidando de la pa-
nadería del oficial real Sostóa,
que hasta que le dije que era yo y
le di mi nombre ne me abrió, en
donde dormí el resto de la noche
pues mis oficiales todos se habían
venido á la tarde, y tenían casa y
todo listo para todos, pero no pu-
de dar con ellos, y hasta la ma-
ñana no pudo venir mi tropa por
que la caballada no la habían pa-
sado, pero muchos se vinieron k
pié con los recados al hombro;
los acomodé en los ranchos don-
de estaba la carne, leña y agua
- 266 -
lista para ellos.
28. Este dia pasé en solicitud
del Sr. Pinedo, que era el queiba
en lugar del jeneral solicitando
caballos para rni jente y seguir la
marcha, y me respondió que no
habia caballos para mi, y que me
quedase para el dia siguiente que
de Cufré me mandaría, por cuya
razón no seguí, aunque para ha-
cerlo mañana me facilitó D. Ma-
nuel Calleros, encargado de la
caballada, 180 cabal los y diez hom-
bres para que me acompañasen, y
recojiesen los demas reyunos que
encontrasen por el camino.
Hoy 29 emprendimos la marcha
á las 8£ de la mañana para el Ro-
sario, y en lo de D. Juan Estevan
Duran nos alcanzaron 150 caba-
llos, de los que habian dejado los
dragones, con los cuales hice mu-
dar losque mas cansados tenían los
suyos, y pudimos con ellos llegar
á la estancia de D. Juan Duran en
Cufré, habiéndome mandado chas-
que D. Mateo Gallego que procu-
rase llegar con la jente, que allí
tenia reses muertas, y caballada
para pasar al Rosario; en efecto
comió mi jente, mudaron caballos
orejanos de Gallego y reyunos, y
á las cinco salimos para el Rosa-
rio, y llegamos á las 8| de la no-
che y se acamparon en el campo
con poca carne.
El 30 salimos de allí, y llega-
mos faltos de caballos al Ria-
chuelo, distante de la Colonia 4 >
leguas, y en esa noche durmieron
en la costa del arrovo con una hela-
da que los contundió, pero comie-
ron bien, y á las 11 £ recibí chas-
que de la Colonia del jeneral pa-
ra que indispensablemente estu-
viera en la Colonia al dia siguien-
te á las 9 de la mañana, para cu-
ya dilijencia me llegaron caballos
suficientes y á las 5 ya estaba en
marcha y llegué á las 8|; y á la
tarde nos hicieron ir un cuarto de
legua á pié á toda la tropa, en
donde hicimos ejercicio de fuego
con bala, llevando nuestros gra-
naderos sus gorras, y en cuyo
ejercicio se acreditaron los volun-
tarios de Montevideo, y por el
mal tiempo no salimos.
El 31 se aproximaron una fra-
gata y un bergantín ingles á este
puerto, y les tiraron dos cañona-
zos de la batería, pero estaban
mui distantes, por lo que á la tar-
de echaron al agua el bote del
bergantin. La tarde del l. ° de
agosto también estuvieron inme-
diatos; y como se dirijiesen á la
isla del Farallón, se despacharon
las lanchas del consulado y de
Castro, y el bote del manco; y lo
que los vieron, le tiró el bergan-
tin dos cañonazos á su bote y es-
te se retiró a su bordo.
Hoi 2 están á la vista bien re-
tirados tres buques; el viento ma-
lo: estamos sin hacer viaje; te-
niendo ya toda la tropa embarca-
dos sus recados, esperando úni-
camente el viento bueno para
salir.
Ayer 1. ° me lastimaron á un
soldado, otro de una mano, que
no fué cosa. Nada de comestibles
se halla en este pueblo, y la tropa
ha acabado con lo poco de aguar-
diente, azúcar, vino y yerba que
habia, y para nosotros, tuve que
mandar buscar al Real de San
- 267 -
Carlos, vino, pan, azúcar, á un
paisano Martincho Pelado que me
mandó de todo.
3. Domingo á las de la tar-
de nos embarcamos para seguir
nuestra derrota, v con toda mi
compañía en la lancha de San
Juan, y después de oraciones, de
las á las 7, dimos vela con to-
das las cañoneras, con una brisa
bastante fuerte y fria, siguiendo
el rumbo para el placer de Mar-
tin García, y á eso de las 3 de la
mañana dimos fondo y amaneci-
mos en la Punta de San Isidro,
y á las 6 del 4 íbamos en vela pa-
ra las Conchas, donde entramos
todos con felicidad á eso de las
9, menos una lancha con 70 blan-
dengues de la Colonia y la del
Espich, que habían cojido á Mar-
tin García, y de llegada á las Con-
chas, se dió la orden para que
nos desembarcásemos con solo
las municiones y armas, y cami-
namos á pié como una legua y me-
dia, y reunidos que fueron todos,
acampamos en medio del campo,
y después de que la jente había
cenado, y ya reposado el sueño,
por no sé que tiro que tiraron se
tocó alarma, y se nos mandó ca-
minar de allí hasta unos 100 pa-
sos mas adelante, y de apagar los
fogones con que se abrigaba la tro-
pa, y de allí á poco empezó á ga-
ruar de manera que los infelices
amanecieron bastante mojados; el
5 seguimos la marcha á San Isi-
dro, y pasamos mas adelante del
pueblo como unas 6 cuadras, has-
ta que reunido todo el ejército y
cañones, se mandó carnear, y ha-
cer noche allí.
En efecto así fué, pero á las 9
empezó á llover con mucha fuer-
za, y aunque muchos adquirieron
cueros de unos ranchos inmedia-
tos, otros se mojaron, y en jene-
ral todos, pues á la mañana del 6
mandaron nos retirásemos al pue-
blo, en donde en varias casas nos
acomodaron, y aun en la misma
iglesia, y allí pasamos el 6, 7 y
8, y el 9 caminamos al colejio de
los jesuítas que dista 3| leguas de
San Isidro, y por el rodeo que se
hacía para los cañones y carretas,
anduvimos hasta las 4| de la tar-
de, que en el campo dormimos
todos, después de comer, pasan-
do esa noche una helada disfor-
me, y sin consentir los jefes hu-
biese fogones, porque los enemi-
gos, corrían voces, andaban por
salir á hacernos alguna embos-
cada.
El 10, dia de San Lorenzo,
caminamos ya con buen dia para
la ciudad, después de oír misa,
tomando la dirección á los Corra-
les, y á Ias l2 para la una, para-
mos á la frente de la chacra de-
nominada de los padres de la
Merced, y desde allí se le mandó
por nuestro jeneral una embajada
al jeneral ingles. El contenido de
ella no lo supimos, y habiendo
vuelto con la respuesta, no con-
fuí mandóse el Sr. Liniers con la
contestación, volvió á mandar,
y volvió á eso de las 3^ á las 4,
en cuya hora se nos mandó mar-
char para la Recoleta, ó al Re-
tiro: en efecto: casi á puestas de
sol, avisaron como los miñones
habían atacado la guardia que te- ‘
nian los ingleses, en cuyo acto les
- 268 -
mataron 8, y 5 heridos y 2 prisio-
neros, y á poco rato dan parte
que llegaba una columna de in-
gleses de mas de 300 con 2 cá-
nones por la calle de Baldovinos.
En efecto, se puso un obús de
los nuestros de 36, y luego que
los avistamos por la quinta de
Baldovinos, se les empezó á ha-
cer fuego con metralla, de mane-
ra que a los seis tiros, con mar-
cha redoblada, dejaron el puesto
y se fueron al fuerte, habiéndoles
muerto sobre 30, y no sé que
porción de heridos, y el capitán
de artillería de ellos murió; con
que toda esa noche estuvimos á la
intemperie sin comer, ni dormir,
sobre las armas; el 11 tampoco
se pudo hacer mas que un almuer-
cillo de poca carne que alcanzó
de las reses que mataron, y esa
noche tres veces se tocó jenerala
y casi no dormimos de frió y vien-
to norte que nos acabó.
El 1% estando la jente car-
neando en la plaza de los toros,
avisan deque los miñones habían
interceptado un canon que habían
puesto junto á la Merced, y que
habían muerto diez hombres y que
fuese el ejército para la plaza: en
efecto marchamos, y á las 9 se
empezó el combate, por todas las
8 bocas calles del ángulo de la
plaza, con tal violencia de una y
otra parte que parecía el infierno,
y á mi compañía, con los blan-
dengues de la Colonia, los mari-
nos del Sr. Posadas, y parte de
los de Juancito Vasquez, nos to-
có en la esquina fondo á la Cate-
dral, en donde defendimos un ca-
non nuestro y municiones, y á las
primeras descargas me mataron
un sarjentó agregado que estaba
á mi derecha y á otro chico de mi
izquierda, y después por demasia-
do atrevido, me mataron al vis-
cainito Jiménez, que redondo
cayó en tierra, y así estuvimos por
todas partes haciendo un fuego
soberbio, hasta las tres horas, que
arbolaron bandera blanca, para
parlamentar, porque los dos ca-
ñones de á 18, que se pusieron en
la calle de la Merced, y en la ca-
lle de las Torres, los aterró, y
empezaron á huir y á meterse en
la Recoba de donde los sacamos
á balazos, y fueron para adentro
del fuerte, que ya habia jente
nuestra, y á eso de las 12 se enar-
boló la bandera del rei de Espa-
ña en el fuerte, y mientras se hi-
cieron las prevenciones de salir la
tropa, se mantuvo toda la tropa
nuestra en toda la plaza en dos
calles, formada desde la plaza del
fuerte, y concluidas que fueron,
salió el jeneral nuestro con el de
los ingleses y toda la tropa ingle-
sa para el Cabildo armados con
todas sus armas y mochilas, y
luego que llegaban á la puerta se .
las iban quitando, y en carretillas
al fuerte; solo á los oficiales se
les dejó la espada; y así queda-
mos asombrados en ver la multi-
tud de soldados bizarros, mozeto-
nes que pasaban de 1,300, y á
nosotros nos decían que serian de
600 á 700; pero no podemos dudar
que Dios y su Santísima Madre,
son los que con su patrocinio, nos
han alcanzado la victoria, pues de
haber hecho esta tropa resistencia
como pensamos, seguramente nos
- 269 -
hubiera costado mucha sangre, y
quizá no se hubiera conseguido,
pero el Señor de los ejércitos ha
mirado por nosotros.
El 13 se dividieron los prisio-
neros, parte al Retiro, y parte á
la Residencia, y se dieron provi-
dencias para su internación.
El 14 se enterró en el Retiro
un capitán ingles y el secretario
de su jeneral que de resultas de
las heridas habia muerto, y se Ies
hicieron honores de un mariscal ó
teniente jeneral, pues en una se-
pultura entraron los dos, habién-
doles leido en un libro un ingles
no sé que oraciones ó salmos del
gran Boltier, fueron al Retiro á
enterrarse. En este mismo dia se
hizo una convocatoria de todo es-
te vecindario, la ciudad y consu-
lado, convidando á todos los ofi-
ciales de los cuerpos que habia-
mos venido, para resolver quien
debia de quedar por gobernador
de esta ciudad, respecto á que el
Sr. virei Sobre-Monte habia es-
crito de que venía á conquistarla,
con Allende y sus santafecinos y
cordobeses, jente de San Juan y
Mendoza, paraguayos &a: con i
que esta mañana alas 12 en pun-
to un populacho en la plaza de
mas de 5 mil personas, y gritando
que su jeneral habia de ser ei
Sr. de Liniers, y no otro algu-
uo, de manera que así se conclu-
yó, y se despachó á un Sr. Oidor
del Consejo, á llevarle la noticia
al virei que decían estaba cerca
de aquí, y á la tarde se cantó el
Te-Deum en la catedral,, con
salva triple, y el Cabildo llevó al
Sr. de Liniers al fuerte.
El 1 5 se dijo la misa pontifical
de gracias, con Su Majestad ma-
fiesta hasta la tarde donde con-
currió el Cabildo, é innumerable
concurso de todas layas de jente.
En esta mañana amanecieron
nuestras cañoneras en balizas con
los demas buques que si hubieran
llegado el dia 12, no se hubieran
marchado los buques que se fue-
ron; pero no tienen culpa, por
cuanto en las Conchas se les sa-
có la mayor parte de la jente á
todos, y solo quedaron con la jen-
te precisa para el gobierno. Esta
misma noche se aumentaron las
tropas de guardia en el fuerte, y
Residencia y Retiro, pues hubo
rumrum de que los ingleses anda-
ban revueltos, y se les quitaron
varias limas que tenían; y de ha-
ber encontrado una mecha en la
inmediación de la pólvora que es-
tá en el fuerte; de donde se sa-
caron todos los ¿Uítí* ui' os y ofi-
ciales de el!'»*
El 16 con esta notim^ ante-
rior, sí pasó un oficiíO'poj. e j
bibb al Sr. Linie^ acompañado j
ce muchos v<?j c j n cts que firmaron,
á fin de*qu$se den las mas prontas
providencias para que estos ene-
migos salgan fuera de la ciudad,
y ya con destino á Lujan, de alli
á Córdoba, ó á otras partes, me-
diante á que aquí estamos vendi-
dos con elios, y que á los oficiales
que andan libres por las calles
con sus armas, se les recoja co-
rno á hombres rendidos; y dió or-
den para que en cada casa se alo-
jasen uno, ó dos, y aquí nos han
metido dos con dos soldados or-
denanzas, hasta ver lo que res-
- 270 -
ponde al oficio que se le ha pasa-
do, pues no están seguros de que
en una misma noche se echen so-
bre nuestros cuarteles y ños aca-
ben, pues hai muchos traidores
que han sentido la toma como si
fuesen ellos los que la defendían.
17. Contestó que se darían las
mas prontas providencias para
despachar los enemigos para tier-
ra adentro. En este día nos dio
convite á todos los oficiales de
Montevideo D. José Martínez de
Hoz, y á los varios sujetos, como
Pueirredon, un alcaide, un rejidor
Alzaga, y otros muchos, que coo-
peraron á la ayuda para la con-
quista. En este mismo dia se abrie-
ron la Audiencia y cajas en el
fuerte, estando Ellauri de guardia
y se encontraron sobre 130 y tan-
tos mil pesos que en cajones re-
tobados tenian los ingleses guar-
dados y p.rontos para embarcar-
los, pe)Vc n< * les dió lugar á
que lo i oran (Ij cvmbien se es-
taban desl íim ^ arcan ^° K s efectos
que tenia una hagata inglesa, que
estaba en balizas, ^ la que tos-
de el Retiro la quitaron un pata
con las balas, y se quedó prisio-
nera, y otro bergantín cargado de
trigo.
(1) Este hecho, que está omitido en
todas las demas relaciones que hemos
visto, nos hace recordar que pasaron de
dos millones de pesos, los solos caudales
pertenecientes á las arcas reales, de qne
se apoderó en Lujan Sir Home Popham,
sin derecho alguno, bajo la promesa, á
que faltó en el acto, de retenerlos en de-
pósito; sin contar con los caudales de
otras procedencias.de los que pudo quizás
* apoderarse por derecho estricto de guer-
ra. Según ya queda referido en la páj.
El ISsehicieron misas de gra-
cias en San Francisco y hospital
de Barbones, y en la Compañía
las honras por todos los que mu-
rieron en el combate, mui solem-
nes, donde concurrió la mayor
parte de lo mejor del pueblo, y
mucha cleresía, y misas rezadas,
cosa buena. En este día se pre-
sentó una fragata inglesa al amar-
radero, y mandó su bote y lancha
de parlamentario, y se les detuvo
en balizas, y se avisó con el plie-
go que traía al Sr. Liniers, y se
dijo venia á canjear con algunos
prisioneros que tiene en su bordo,
pero nada mas se dijo, y siempre
permanece en dicho paraje.
19. Se nos convidó por las mon-
jas capuchinas á la misa de gra-
cias que habían ofrecido á Dios,
pues desde que llegamos á las
Conchas, ni fuego encendieron
estas benditas, á cuya función
asistió el jeneral y muchas jentes.
20. Hicieron los relijiosos de
San Francisco otra misa solemne,
con sermón y Te-Denm, en la
que asistió parte del Cabildo, el
jeneral y mucha oficialidad; y á
la tarde se hizo el entierro de D.
José Bragaña que de resultas de
una bala en la canilla, le corta-
✓
«
16, Sir Home Popham. en el parte ofi-
cial á su co^te, dijo que remitía en el
JYarciso , 1,086,208 pesos; y que, para
gastos del ejército y escuadra se reserva-
ba una suma considerable — que debió ser
de otro tanto. Probablemente hacían
parte de ella esos 130 y tantos mil, que
se hallaron en cajones retobados, y que
se sustrajeron al ansia metílica de Sir
Home, únicamente porque, como lo dice
el Sr. González Vallejo, no se le dió
tiempo para embarcarlos. (JV. de la R .)
- 271 -
ron la pierna y murió; se enterró
en los Barbones, habiendo asis-
tido todo el Cabildo, el jeneral,
las Comunidades y mucho pue-
blo; se le hizo entierro de un je-
neral; nuestros granaderos y mú-
sica de dragones, habiendo hecho
tres descargas, cuyo entierro se
acabó á las para las 7 de la
noche; y esta ciudad ha señalado
gratificación á la viuda hasta su
muerte, y dote para sus hijos, por
lo mucho que este amigo nos sir-
vió desde que saltarnos- en las
Conchas, dándosenos por sus pa-
peletas, carne, agua y leña que
ningún día faltó para todo el ejér-
cito, y por lo mismo, y por su va-
lor, con sus compañeros, Pueir-
redon y otros muchos entraron á
caballo por las calles al enemigo.
21. Este dia amaneció llovien-
do, y no hubo novedad alguna,
pues siguió el agua hasta las 11
de la mañana.
22. En este dia se hicieron en
San Francisco por los relijiosos
de este convento las honras por
los muertos en el combate, mui
buenas. Esta misma tarde se en-
terró en dicho convento á la se-
ñora madre del Padre Roo de los
Canelones. En esta tarde supe
que se habia ido el Sr.de Córdo-
va para Montevideo y con él un
capitán ingles, y el Sr. de Illas
que sin decirme nada se fue, con
licencia del jeneral Limers.
23. Esta tarde se enterró al Sr.
deán Picasarry en el panteón de
los canónigos, con mucha solem-
nidad, habiendo asistido el Sr.
obispo, y mas de 100 clérigos.
Esta misma tarde hubo salve,
rosario y letanías en Sto. Domin-
go en celebridad de la reconquis-
ta, habiéndose llevado las cuatro
banderas que se les tomaron á los
ingleses y puestas por triunfo á la
vírjen que así lo había ofrecido el
Sr. de Limers, y mañana 24 es
la misa de gracias, con Su Ma-
jestad manifiesto.
24. En este dia se hizo la fun-
ción solemne en Sto. Domingo,
habiendo concurrido la Audien-
cia, Cabildo, su señoría lima, y
todo el pueblo; 12 cañones y to-
da la tropa nuestra, dragones &a.
y se hicieron 3 salvas de artillería
y fusilería. Esta misma noche sin
saber por donde, como se corrió
una voz de que los ingleses del
Retiro se habian levantado, y to-
cando la jenerala á eso de las 7§
á las 8, se puso el pueblo y tropa
sobre las armas; y no habiendo
resultado nada por estar todos
durmiendo, sino una voz maldita
de una mujer, se sosegó el pue-
blo, y siempre mataron dos ingle-
ses, asistentes de unos oficiales,
que los hallaron en la calle; de
manera que si eS noche oscura,
se matan unos á otros. Yo me
quedé quieto en el cuartel con mi
jente, esperando alguna orden su-
perior, pero todo se sosegó y que-
dó tranquilo todo el puejblo.
25. Se cantó el Te-Deum por
celebridad de nuestra reina Luisa,
y hubo salva triple en el fuerte.
26. En este dia se enterró en la
Merced el edecán del Sr. Liniers
D. Juan Bautista Cantin, fran-
cés, de resultas de un balazo que
llevó en el hueso del muslo el dia
del combato, y se le hicieron ho-
-272 -
ñores por nuestra compañía de
granaderos.
El 21 hubo misa solemne con
sermón en la Merced, ofrecida por
los granaderos del fijo á su patro-
na la Señora del Pilar, y en este
mismo dia se enterró á un capitán
ingles que de las heridas murió,
y lo enterraron en las barrancas
del hospital y con honores que le
hicieron los dragones. Hubo jun-
ta de guerra para determinar so-
bre la remisión de todos los ofi-
ciales prisioneros, si por mar ó
por tierra adentro, y salió por ma-
yoría de votos fuesen embarcados,
no habiendo yo, ni Chopitea, D.
Pedro García y otro de la Colo-
nia, dado nuestro voto para esta
y si para que fuesen por tierra.
El 28 hizo la congregación del
alumbrado su misa y plática, en
celebridad de la conquista de
Buenos Aires.
El 29 hubo otra junta de guer-
ra, en la cual se derogó la del 27,
y se decretó fuesen los ingleses
por tierra, dando parte á S. E.
para que él dispusiera el número
que debían repartirse para San-
tiago, Mendoza &a, y que los ofi-
ciales juramentados pudiesen ir
por mar, y que el jeneral de ma-
rina pasase un oficial nuestro par-
lamentario á las embarcaciones
ingl esas que están á la vista, pa-
ra luego desalojasen el puesto y
se fuesen á donde les conviniese,
y que de no hacerlo, se les ata-
caría y batiría con nuestras em-
barcaciones.
El 30 se preparó un temporal
por el Sueste que empezó el vien-
to desde el 28 á la tarde y esta
noche sopló, y tronó con mucha
fuerza, y á eso de las 3 de la ma-
ñana sentimos 5 cañonazos pi-
diendo socorro la zumaca de Mi-
chilena, la que, habiéndole falta-
do un cable, vino á barar á la in-
mediación del muelle, y se estro-
peó bastante, y hasta que se com-
ponga y la saquen, no podrá
servir.
El 31 siempre estuvo el tiempo
de agua, pero calmó el viento, y
las tres fragatas inglesas se man-
tuvieron en el amarradero sin no-
vedad.
El 1. ° de setiembre se hicie-
ron a fa vela con poco viento; y
un bergantín portugués, que sin
licencia se marchó de las balizas,
y según quieren asegurar de que
les llevaría víveres. El Sr. Li-
niers amaneció bastante enfermo,
pero pronto se alivió: en este dia
igualmentese condujeron de afue-
ra de la ciudad dos ó tres cajones
de armas y municiones que se les
encontraron á unos portugueses,
que en lugar de que llevaban jé-
neros para arriba, eran estas ar-
mas, según dijeron de cierto.
2. En este dia hicieron los mi-
ñones su función en Monserrat,
mui lucida, llevando la música
de dragones, y todos vestidos con
su plumajes que daba golpe. En
este mismo dia salieron para tier-
ra adentro sobre 420 y tantos in-
gleses en carretas al cargo de un
tal D. Fulano Nuñez, con 50
hombres de tropa para su custodia.
3. En este dia sacaron de la
Residencia sobre 160 á 170 pri-
sioneros, ejntre franceses, holan-
deses, italianos y alemanes, para
- 2 73 -
servir á los regimientos mui gus-
tosos, y algunos músicos, Ídem.
En este mismo dia salieron la
cañonera del Sr. Ruiz Huidobro
y otra, para ver si podían dar con
el místico ingles que estaba ata-
jando las lanchas del monte, y
cuantas encontraba, y se supo que
este había ido á Martin García, y
- se había llevado todos los presi-
darios que allí estaban, sin duda
para los buques suyos, y también
salió Castro con su lancha, y en
ella, Bargas y Espina para Mon-
tevideo. Salió el manco en su bo-
te para Montevideo, y le di carta
p^ra casa.
4. En este dia se vieron varios
buques menores á la vista, y un
bergantín del Brasil, según dije-
ron, y en este dia salió la lancha
San Juan Bautista que iba para
la Colonia conduciendo la jente
de Mordel para irse por tierra.
5. En este dia dijeron que ha-
bía llegado la zumaca cañonera
del Sr. de Ruiz, sin haber encon-
trado nada, y dijeron igualmente
que el bergantín ó zumaca que se
veía ayer, era procedente del Ja-
neiro.
6. No ocurrió mas novedad que
la de que el Sr. virei Sobre-Mon-
te pasaba á la otra banda, para
cuyo efecto había avisado á su
secretario y asesor se fuesen para
la Colonia.
7. En este dia se dió orden pa-
ra que los miñones se fuesen pa-
ra las Conchas, donde dijeron es-
taba el virei, para que le fuesen
acompañando desde allí á la Co
lonia, y ; después á JUontevideo
custodiándole.
8. No hubo nada de lo antece-
dente, ni menos la llegada del
virei á las Conchas.
9. En este dia se embarcaron
para la Colonia parte de los mi-
ñones en la zumaca Belen.
10. En este dia salieron 400 y
mas ingleses para la campaña,
habiéndose pasado los restantes
y mujeres del Retiro á la Resi-
dencia, en donde quedan para otra
data.
11. En este dia se corrió, por
haber venido de la Colonia la zu-
maca Belen, que llevó los miño-
nes, de que á la vista de Monte-
video estaban 12 buques ingleses,
y que habían hecho desembarco
en Sta. Rosa, y que la lancha de -
Castro había arribado al Sauce.
En este mismo dia se fue el pa-
dre capellán nuestro en la lancha
de Berro para la Colonia.
12. En las monjas capuchinas
otra misa de gracias, con sermón
á Sta. Clara, por haber sido la
reconquista el dia de esta Santa.
13. Se juntaron en el fuerte los
catalanes, gallegos, asturianos,
viscamos &a, para formarse en
cuerpos.
14. Se mudó el Sr. Liniers al
fuerte.
15. Llegaron como 600 para-
guayos de las Conchas*, que man-
dó venir el Sr. virei.
16. Este dia me dieron la or-
den para marchar á la Colonia y
de allí á Montevideo.
17. Se aprontaron los recados
para la jente, y el tiempo no está
bueno.
- 274 -
APENDICE N. ° 2.
Miras inglesas en la espedicion
de Sir Home — Fragmento de
Mr. Brackenbridge (1).
Se dice que- la emancipación
de las Colonias españolas fue la
idea favorita del célebre Guiller-
mo Pitt. Tuvo frecuentes confe-
rencias, se nos dice, con el jesuí-
ta Viscardi Guzman, natural del
Perú, entusiasta por la causa de
la libertad de Sud América; y el
cual publicó después una elocuen-
te eshortacion á ella. Puede verse
este documento en el apéndice al
segundo volumen de Walton, so-
bre las Colonias, (2) y se dice que
(1) Creemos deber reproducir el si-
guiente trozo en ti cual, con motivo de
la primera invasión inglesa ademas de
mencionarse su objeto, se hacen indica-
ciones curiosas acerca de un pl.an rela-
tivo a la America española, concebido á
fines del siglo pasado, por los Estados
Unidos y la Inglaterra. Lo tomamos del
2. c volumen de la obra titulada: Voyage
to Soum America, performed by oiider
OF THE AMERICAN GOVERNMENT IN THE
VEARS 1817 AND 1818, IN THE FRIGATE
“Congres' ’ — By H. M. Brackenbridge ,
,?sq. Secrelary of the mission
[JVoía de la Redacción .]
(2) En una colección de documentos
sobre la emancipación de Sud América,
publicada en 1810, con notas y con una
introducción, por J. M. Anlepara, natu-
ral de Guayaquil, se dice que. por ei año
de 1798. había intelijencia sobre el asun-
to entre nuestro gobierno y el de la Gran
Bretaña — Igual cosa se menciona en el
Rejislro Americano de Broten. La con-
quista de Méjico debía efectuarse conjun-
tamente; y los doce Tejimientos levan-
tados por nosotros, en aquella época, eran
destinados á ese servicio. Se dice que
el posterior arreglo de nuestras diferen-
cias con España y Francia, fue lo único
que paralizó el proyecto. La mayor par-
te de estos documentos, están colecciona-
dos en el informe de Walton a! príncipe
rejente. La siguiente carta de Alejan-
dro Hamilton á Miranda, puede ser cu-
riosa para muchos lecloros.
Carla del jeneral Halmillon al jeneral
Miranda.
Nueva York, agosto 22 de 1798.
Señor — He recibido últimamente, por
duplicado, su carta de 6 do abril, con un
postcripíum del 9 de junio. El caballero
que menciona Vd. en ella, ni me ha ve-
nido á ver, ni sé si ha llegado á este
pais; asi que solo por lo que se trasluce
de su carta, puedo adivinar el ojeto de
ella.
Hace mucho tiempo que V. conoce
mis sentimientos acerca de ese negocio;
pero yo no podría tener personalmente
participación en él, 9Ínó patrocinado por
el gobierno de este país. Mí deseo era
que estas cosas se concluyesen por medio
de una cooperación, en el curso de esta
estación, por parte de este país, pero
hoi difícilmente puede ya realizarse. El
invierno, sin embargo, puede madurar el
proyecto, y puede tener lugar una coo-
peración efectiva por parte de los Es-
tados Unidos. En este caso me conside-
raré feliz, en mi posición oficial, de ser
un instrumento para obra tan buena.
El plan, en mi opinión, debe ser una
escuadra ae la Gran Bretaña, un ejército
de los Estados Unidos, y un gobierno
para los pai-es libertados, que sea agra-
dable para ambos cooperadores;, respec-
to de lo cual, no habrá probablemente
ninguna dificultad. Para arreglar el plan
seria lo mas conveniente que la Gran
Bretaña autorizase aquí, completamente
á alguna persona. En este caso, la pre-
sencia de V. aquí, sería estremadamente
esencial.
Estamos levantando un ejército como
de 12,000 hombres. El jeneral Was-
hington ha reasumido su puesto á la ca-
beza de nuestro ejército; yo he sido
nombrado segundo en el mando.
Soi, Señor, con estimación y consi-
deración —
Vuestro mui obediente servidor.
(Firmudo) A. Hamilton.
fue dirijido á Mr. Ring, nuestro
ministro entonces en la corte de
Londres, y quien, en el senado de
los Estados Unidos, confesó en
diversas ocasiones, sus sentimien-
tos, en términos honrosos para el
patriota y para el estadista. Se
dice también que la proclama del
jeneral Pictow, fue facilitada por
lord Melville, quien declaró es-
presamente, que ella estaba cal-
culada, solo para habilitarlosáuna
independencia comercial, “sin
ningún deseo por parte del rei de
Inglaterra, de adquirir derecho
alguno de soberanía sobre ellas,
ó de intervenir en sus derechos
civiles, políticos ó relijiosos.” Las
órdenes dadas á Sir Home Po-
pham, fueron mui diferentes; la
conquista era el objeto; y desde
que hubiese adelantado algo en
este sentido, hacer prevalecer en
los demas lugares que no pudiera
subyugar, la idea de sacudir el
yugo español, y bajo la protec-
ción de los invasores; erijir go-
biernos propios. Pero al mismo
tiempo, los jenerales Whitelock
y Crauford, fueron encargados
de apoderarse de Buenos Aires,
en un lado del continente, y de
. |) Damos lugar á estos cortos ver-
sos del Sr. D. Bartolomé D. Muñoz, es-
pecialmente por el deseo de rastrar en
esta Colección algo de aquel literato,
hombre apreciabílísimo, y que fue amigo
«til y sincero de la causa de America.
Los entresacamos de sus poesías meditas
y autógrafas, que debemos a la deferen-
cia de su. amigo el Sr. Doctor Don Salva-
dor Tort. Este, á nuestra petición, nos
pasó la siguiente noticia de aquel: ^
“Al Sr 1) Bartolomé Doroteo Muñoz
lo conocí desde mis primeros años siendo
cura castrense y capellán del batallón,
- 2 75 -
Valparaíso en el otro; después de
lo cual, debían avanzar puestos
militares, y esforzarse por apode-
rarse del Perú.
APENDICE N.* 3.
AL SR. D. SANTIAGO LINIER3
Y BREMONT.
Por el Sr. Muñoz (1).
He allí al francés guerrero.honor y gloria
de las huestes del indo suelo hispano.
Marte, en sus sienes, con su augusta mano
ha ceñido el laurel de la Victoria.
Minerva le trasmite á la memoria
de la posteridad, que al soberano
ha vuelto el continente peruano,
y sabia escribe su inmortal historia.
Apolo canta de su acción valiente,
por que á nadie sino á él cantar es dado
de asunto tan heroico y eminente.
Y Astrea su retrato ha colocado....
¿En donde, me preguntas imprudente?
De Pizarro y Cortés al digno lado.
A MONTEVIDEO.
I Jenerosa has impartido
soc.orro á la capital,
y testimonio inmortal
de valor has adquirido.
Estos hechos han servido
jó pueblo! para tu honor,
para el ingles de terror
para España de Ínteres,
y del júbilo qué ves
para tu gobernador.
que perteneciente al Tejimiento de infan-
tería de Buenos Aires, estaba lijo en esta
ciudad; y como vivíamos en la casa del
Sr. D Juan Cayetano* de médico en esta
plaza y del hospital militar de ella, se
que era natural de Madrid donde muchas
veces me dijo tenia su familia. En el
año 81 I fue espulsa de esta plaza con
la familia del Sr. Molina y durante el se-
cundo asedio por las tropas de Buenos
Aires, pasó k esa ciudad donde obtuvo
una canonjía, y no volvió á esta sino para
morirse en el ano 831 ó 32. Cuando em-
pezó á figurar en Madrid el hoi duque de
I*
- 276 -
EL EDITOR.
Es bien sabido que el Sr. D.
Juan Manuel de la Sota, hoi ar-
chivero jeneral de la República,
y secretario jubilado de la H. A.
de RR., tiene escrita desde 1837
— y empezó á publicar por entre-
gas de á ocho pliegos, en 1841 —
la Historia del territorio
Oriental del Uruguay.
Entre lo mucho inédito aun,
se halla la parte referente á las
.invasiones inglesas; y la cual ha
tenido la bondad deponer á nues-
tra disposición.
Acompañan á esa parte los do-
cumentos respectivos. Los mas
de ellos los poseemos, y muchos
hemos dado ya: pero hai otros de
que carecíamos.
Hemos reunido estos últimos;
y son los que, por su orden de fe-
chas, presentamos en el Apéndice
siguiente. En el inmediato, dare-
mos el capítulo de la obra, á que
ellos se refieren.
%
APENDICE N. o 4.
VARIOS DOCUMENTOS — DOCU-
MENTO N. ° 1. °
Conquista de Buenos Aires por
1,500 ingleses , en jumo de
1806. — Descricion del suceso
Rianzares oi á alguno de la familia del
Sr. Molina que era pariente de Bartolito.
como le llamábamos, pero nada puedo
mas memorable de la América
del Sud.
Junio 22: — Después de repe-
tidos avisos del gobernador de
Montevideo de hallarse enemigos
ya á la boca ya adentro del Rio
de la Plata, el virei de Buenos
Aires marqués de Sobre-Monte
empezó á tomar disposiciones de
defensa (aparentes, pero creídas
por la sencillez de sus habitan-
tes): el 22 de junio el Sr. piloto
de la real armada, D. José de la
Peña, desde la Ensenada comu-
nicó á dicho virei que con su fa-
lucho, habiendo salido de Mon-
tevideo a) efecto, había reconoci-
do en la costa del sud de este
rio, 7 fragatas y 3 bergantines,
todos de fuerza y enemigos; el
virei le avisó que inmediatamente
pasase á la capital á instruirle y
tratar verbalmente. En su cum-
plimiento Peña llegó por tierra
el 23 a la noche al fuerte y con-
ferenció con el virei dos horas, ‘
quien, despreciando la opinión de
aquel, quiso persuadirle eran los
tales buques algunos que venian
al corso, resentidos de las presas
hechas en lq costa del Este por
los corsarios de Montevideo, y
que así volviese á la Ensenada, v
con su falucho viniese á Buenos
Aires á sus órdenes; lo que efec-
tuó Peña el 24 por la mañana:
esto es, regresar por tierra á la
Ensenada.
El dia 25 al amanecer de este
asegurar á este respecto. Vino con su
padre que falleció en Buenos Aires.”
[.Voto de la Redacción
_ 277 -
d¡a se presentaron á la vista de
Buenos Aires 7 fragatas y 3 ber-
gantines. Yo tomé un buen an-
teojo, y me persuadí, y lo hice á
muchos de que escepto uno que
juzgaba de guerra, todos los de-
mas eran transportes, y así ha re-
sultado; pues solo hai una fragata
y un bergantín de guerra, con
cuya vista se tocó la jvnerala, y
todo el vecindario se presentó en
el fuerte desde las 7 á las 9 de
esta mañana, y ninguna disposi-
ción se dió, no obstante que á los
10 buques veía todo el pueblo
aproximarse á los Quilines y con
sus botes y lanchas hacer desem-
barco por los ingleses: en fin, se
dieron entonces armas y marcha-
ron allí las milicias de caballería
de Buenos Aires (nada discipli-
nadas, y mucha parte sin mas ar-
mas que espada, y la otra con
espada y pistolas en que no ca-
bía cartucho), y D. Nicolás de la
Quintana (de quien por sus ante-
riores bravatas teníamos mucha
confianza) con sus 800 blanden-
gues. A las 10£ de la mañana por
fin se proveyó de fusil en el fuer-
ce á mil y mas urbanos que en él
se presentaron, pero sin piedra ni
cartuchos, previniéndoles que por
la tarde ocurriesen por dichas
municiones á las casas de sus res-
pectivos capitanes.
Dia 26. A las once de esta
mañana marcharon 600 de estas
milicias provinciales con sus ofi-
ciales y banderas á pié á Barra-
cas, y por su retaguardia el virei.
A poco rato de haberse retirado
del fuerte los urbanos, se obser-
vó un corto tiroteo en los Quil-
ines; con cuyo motivo se tocó
entonces la jenerala, y en el mo-
mento sin comer, todo el pueblo
se presentó en el fuerte en el nú-
mero de mas de 2,500, á quienes
se distribuyó armas, y se ordenó
que las 6 compañías de urbanos,
que componían como 1,200 hom-
bres, á quienes se destinaron,
fuesen á acuartelar en la barraca
de Marcó y chacarita de Santo
Domingo; y estando allí se pre-
sentó á caballo el brigadier 1).
José Ignacio de la Quintana, á
quien el virei puso por coman-
dante, lamentándose de no tener
un hombre á caballo para preve-
nirles á las milicias provinciales
de Barracas que los urbanos esta-
ban en dicho sitio, ni disponer
conducir artillería á las ventajo-
sas barracas que los urbanos te-
man, y solo ordenó que cada dos
compañías defendiesen con solo
sus fusiles las tres subidas á la
ciudad; pues las milicias de ne-
gros y mulatos, mejor disciplina-
das que ninguna otra, quedaron
guarneciendo el fuerte y la ciudad
Con la casualidad de hallar los
urbanos acuartelados en la bar-
raca de Marcó, 3 cañones que
allí tenía este, los pusieron en sus
cureñas, y con el subteniente D.
Juan Bautista Otamendi, que
desde allí fué al fuerte, se le co-
municó al virei pidiendo muni-
ciones, y D. José Pedro Brito,
encargado del mando por el virei
(cuyo destino se ignoraba), con-
testó de oficio que no convenía lo
que los urbanos solicitaban, y ne-
gó lo que se pedía.
Marchando los urbanos desde
el fuerte á la barraca de Marcó
la tarde del 26, encontraron que
venía de huida de los Quilines el
sub-inspector D. Pedro de Arce,
quien dijo á su hijo, uno de los
capitanes de los urbanos- — Los
enemigos son como unos 4,500, y
pórtate como debes y es debido,
con concepto á que todos mañana
estaremos bajo la dominación de
S. M. B.
A los ingleses en número de
1,600 que eran todos, se les dejó
hacer tranquilamente su desem-
barco en los Quilmes los dias 25
y 26 ; y en orden ya á las 11 de
este día, hallándose allí mas de
2,000 hombres españoles al man-
do de Arce, rompieron estos el
fuego sin que pudiese alcanzar á
aquellos, que en oportunidad rom-
pieron el suyo á los únicos 400
españoles que se presentaron de
mas de 2,000, y Arce mandando
entonces tocar la retirada, prime-
ro los oficiales y blandengues, y
después la caballería, corrieron
para Barracas, abandonando 4 ca-
ñones de campaña, de que inme-
diatamente se apoderó el enemi-
go: así lo refiere quien estuvo
presente y doi por autor.
Como á las 7 de la noche del
26 ya los ingleses llegaron al pu-
ente de Galves; se abrigaron de
la casa de dicho Galves, y á los
españoles los acribillaron por no
tener defensa, que poco antes se
dió fuego y ardía de orden del vi-
rei, y empezó vivo fuego por árn-
bas partes; pero á las primeras
descargas echaron á correr el co-
ronel y oficiales de las milicias
provinciales, á escepcion de D.
Juan Olodriz, del fijo, destina-
do allí con dichas milicias, y D.
N. Vasquez, cadete, que con solo
las dos compañías de granaderos
de milicias provinciales defendie-
ron aquel paso toda la noche;
pues el resto de estas milicias, y
Quintana con sus 800 blanden-
gues hicieron aquella noche reti-
rada para juntarse, en la casa de
recreo ó chacra de los Barbones,
con el virei, que se halló en aquel
punto con 2,000 hombres, y el
punto esencial de Barracas, en lu-
gar de fortificarlo, les mandó fue-
sen al paso Chico, adonde los in-
gleses se dirijían (lo que nunca
pensaron).
Los urbanos, desde dicho pa-
saje en que estaban acuartelados
la noche del 26, ademas de las
incesantes patrullas, mandaron
muchas espías á informarse de la
situación de los de Barracas, y
contestes todos en su abandono, y
poca jente, habiéndose resuelto á
marchar allí á defender aquel pun-
to tan ventajoso, no pareció un
solo oficial que pudiese din jirlos,
y los oficiales urbanos, carecien-
do de pericia militar, y temero-
sos de incurrir en alguna pena,
no se atrevieron á condescender
con la súplica de sus jentes.
El día 27 amaneció, y nuestros
pocos militares aun defendieron
contra los ingleses el paso del
Riachuelo; pero al fin, desani-
mados con el abandono de todos,
se retiraron con mucho honor, en
particular el cadete Vasquez que
salió de la artillería, y el virei con
ella se dirijió al monte de Castro
desde la casa de los Barbones, en
•
- 279 -
vez de granjearse á los urbanos,
que aunque sin artillería domina-
ban las barracas de la ciudad,
que con los dos mil hombres y
artillería que el virei tenía, se po-
día derrotar al ingles, y mas reu-
niéndose con facilidad mil hom-
bres, que, con D. José Laguna,
estaban defendiendo la boca del
Riachuelo, compuestos de maes-
tranza, patrones de lancha y ma-
rineros, todos escitando valor.
A las 9 de la mañana del 27,
ordenó D. José Ignacio de la
Quintana en persona á todos los
urbanos se retirasen al fuerte, y
así se hizo, diciendo no habia
otro remedio que capitular. Al
entrar en el fuerte la 1. 03 compa-
ñía de urbanos, se presentó el oi-
dor Anzoátegui diciendo, urbanos
retroceded á las barracas de la
entrada de la ciudad, pero el te-
niente del fijo que venía á su fren-
te, contestó que la retirada de los
urbanos al fuerte iba ordenada
por el brigadier Quintana, y era
á quien obedecía: instó de nuevo
dicho oidor que la orden de Quin-
tana fué dada así, pero que en
aquel momento, la audiencia, ca-
bildo y oficiales de todos los cuer-
pos habian acordado era mas ven-
tajoso á España capitular con la
jente armada sobre dichas barra-
cas al frente del enemigo que es-
taba parado por la barraca de Ca-
jigas; pero en estas contiendas to-
dos los urbanos, y mas de mil vo-
luntarios ya se metieron dentro
del fuerte á cosa de las 9 de la
mañana, y á corto rato llegó á él
á caballo un oficial ingles a parla-
mento, conducido por D. Juan
del Pino, v al salir al fuerte á lle-
varle á su jeneral las proposicio-
nes, los urbanos y pueblo, que
estaban adentro del fuerte, levan-
taron la voz: “Viva el rei de Es-
paña, á las barrancas.”
Nota— Esta relación de la sor-
presa de Buenos Aires por los in-
gleses, es la que dirijió el 3 de
julio de 1806 D. Jerardo Esteve
y Llach por conducto de D. Mi-
guel Costa y Tejedor y D. Jaime
Illa (padre). Sota.
DOCUMENTO N. ° 2.
Diario de las disposiciones para
la reconquista de la capital de
Buenos Aires y de los sucesos
ocurridos desde el 29 de junio
de 1806, dos dias después de
ocupada por los ingleses, hasta
el 1 2 de agosto del mismo que
fué recuperada y se entrega-
ron á discreción.
Sr. gobernador: — Los abajo
suscritos, que en calidad de jefe,
segundo, sarjento mayor, y capi-
tanes de los voluntarios, y patrio-
tas de esta capital, señalados con
la divisa y bandera blanca y en-
carnada, como símbolos del amor
y fidelidad á nuestro soberano,
contribuyeron á la reconquista de
esta plaza, haciendo uso de las
franquicia que V. S. concede por
el edicto del 26 del corriente para
que todos los de esta ciudad que
cooperaron á aquel logro, presen-
ten las relaciones circunstancia-
das de sus hechos, que no pudie-
ron manifestarse en el oficio con
que V. S. dió cuenta de la recon-
- 280 -
quista al Exmo. Sr. jeneralísimo
príncipe de la Paz, por las mu-
chas atenciones que lo rodeaban,
y de que estando mui ciertos,
ocurrimos á V. S. con el único
objeto de individualizar cuanto
practicaron los voluntarios pa-
triotas de nuestro cargo y mando
oportuno, con los respectivos do-
cumentos de su certeza: y como
esta relación de sus hechos debe
ser mui difusa para abrazar los di-
ferentes ramos y puntos que com-
prende; esperamos que V. S. dig-
nándose hacer mérito de ella con
la indicada protesta, dispense la
estension de estos datos, al me-
nos por su naturaleza y objeto
que los impulsó.
Desde el momento que un im-
previsto acaso nos hizo esclavos
de la detestable dominación in-
glesa cayendo por consiguiente
bajo de ella la mas rica joya de
la monarquía española, fermenta-
ban en nuestros pechos, los mas
ardientes deseos de sacrificarlo
todo por sacar esta capital de tan
tirana dominación y restituir con
ella á nuestro amado soberano un
vecindario compuesto de sus mas
fieles vasallos. A pesar de lo vivo
de estos deseos, el respectivo re-
celo que nos asistía de comuni-
cárnoslo, por el infinito número de
espías que nos rodeaban; impidió
que el momento de nuestro cau-
tiverio fuese el que diese princi-
pio al entable de nuestra reden-
ción, y así hasta el 29 -de junio,
dos dias después de la toma
de la plaza, no se trasmitieron
de uno á otro de nosotros los
sentimientos que nos animaban
— - ■ ... - i
interiormente á una misma em-
presa. Dicho dia fué el primero
que D. Felipe Sentenach, y D.
Jerardo Estebe y Llach, se co-
municaron respectivamente sus
designios, motivo por el que adop-
tado por ambos, el mas convenido
plan de operación, se resolvió el
segundo á comunicarlo al Sr. go-
bernador de Montevideo, como
efectivameste lo hizo en carta de
3 de julio dirijida por medio de
Miguel Costa y Tejedor y D.
Jaime Illa de aquél vecindario:
en ella se incluyó un diario exac-
to de lo ocurrido desde la vista
de los buques enemigos hasta la
pérdida de la plaza. Seespresaba
las fuerzas navales, su número,
parte, y colocación, que á los mas
haria inútiles una bajamar por su
mucho calado. Se hacia un deta-
lle de las tropas de tierra, con es-
presion de su número, clase, co-
locación, guardias y baterías á que
algunas de estas atendían. Con
todo este pormenor, y la manifes-
tación de la animosidad que asis-
tía á todo el pueblo para acudir á
la mas ardua empresa, se le su-
plicaba propendiese por su parte,
mandando mil hombres de tropa
arreglada, doce cañones de 24
para fortificar en tierra, doce lan-
chas cañoneras para acometer á
las balizas, y cuatro bombarde-
ras para batir el fuerte, viniendo
unas y otras con la correspondien-
te dotación y municiones, asegu-
rando el favorable éxito que lo-
grarían con este ausilio.
Ya dado este paso, y acrecen-
tada la exasperación de ánimo
por la opresión inglesa que vio-
- 281 -
lando lo capitulado, redujo esta
fracción al mas arbitrario y des-
pótico procedimiento que tituló
de concesiones, y se franquearon
á Sentenach ,y Llach deseos de
contribuir con sus personas, vidas
y haciendas al plausible objeto de
la' reconquista; D. José Forne-
guera, D. Tomas Valencia, D.
José Franco, D. Miguel Esquia-
ga y D. Juan de Dios Dozo: mas
como esta empresa exijía un po-
deroso protector, por la eficacia
y mediación de Forneguera y Do-
zo, lograron este en D. Martin de
Alzaga, quien lleno del mayor pa-
triotismo, se prestó gustoso á pro-
tejerlos en cuanto pudiese: al efec-
to, y queriendo consultar la soli-
dez de las miras que habían pro-
puesto, convoca á su casa á to-
dos los espresados, nombrándole
de asociado á D. Pedro Miguel
de Anzoategui: allí se manifestó
el plan formado por Sentenach,
que se reducía á tomar un punto
distante dp la ciudad, y fortifi-
carlo del mejor modo posible, no
solo para asegurar una feliz reti-
rada en caso preciso, sino tam-
bién para reunir en él un pié res-
petable de ejército, capaz de ame-
drentar al enemigo: que recluta-
sen asalariados y armados qui-
nientos hombres que debían con-
servarse ocultos, para operar en
una oportunidad: que para asegu-
rar la ocasión con el menor per-
juicio del pueblo, se minase el
fuerte y ranchería, con lo que se
quitaba al enemigo todo asilo; y
que para evitar que aquel verifi-
case su retirada impunemente si
la emprendía antes de la realiza-
ción de cualquiera de los puntos
del plan, se reiterase al Sr. go-
bernador la súplica para el envío
de las fuerzas navales que la es-
torbasen. La ejecución de este
proyecto era formando el atrin-
cheramiento con la reunión de vo-
luntarios en él, concluidas las mi-
nas, y prontos losquinientas hom-
bres que habían de operar en lo
interior, batir con el ausilio de
Montevideo las fuerzas navales,
igualmente que la cortina, y los
dos semibaluartcs del fuerte que
miran al rio; ácuyo tiempo debían
los quinientos hombres reserva-
dos, apoderarse de la Ranchería,
y los que ocupaban el atrinchera-
miento distante, con precedente
aviso hiciesen su entrada en el
mismo acto con toda la artillería
que pudiesen, reservando para el
caso en que todas estas medidas
se fustrasen, el uso de las minas
dispuestas.
Este plan fue adoptado por to-
dos los que componían la junta,
después de examinados los pro-
puestos por cada uno de los vo-
cales el dia 8 de julio. El 9 del
mismo se procedió a la elección
de jefes; y de unánime consenti-
miento fué reconocido por princi-
pal Sentenach, injeniero y mate-
mático de profesión; por su se-
gundo Llach, por sarjento mayor
Valencia; y los demas como je-
fes de los trozos que cada uno
había de reunir bajo las respecti-
vas órdenes de los primeros. He-
cho esto, se procedió á reclutar
¡ente, para completar los quinien-
tos hombres de reserva que ha-
bían de conservarse asalariados y
armados para su oportuno tiem-
po. Este enganchamiento como
que habia de practicarse en lo in-
terior de la ciudad, y por lo mis-
mo exijía las mayores precaucio-
nes y sijilo para evitar que los
enemigos que nos rodeaban lo
trasluciesen por sí, ó por medio
de los espías, que en infinito nú-
mero tenían, fue preciso sujetar á
una progresiva y precautoria es-
cala de encargados, en términos
que siendo cuatro los jefes secun-
darios que se comunicaban con el
principal, tenia cada uno de ellos
un comisionado subalterno, este
cinco, y cada uno de ellos proce-
dió al alistamiento de otros cinco
en cuya forma $e completó por
cada uno de los cuatro referidos
cinco, veinticinco hombres sin el
comisionado subalterno, con el
que entre todos hacían la fuerza
de quinientos cuatro hombres;
entre quienes no habia mas cono-
cimiento que los cinco de cada una
de las subdivisiones; bien es que
sus cabos eran conocidos del co-
misionado, este del jefe secunda-
rio que entendía con el principal,
y los cuatro reales diarios con
que se Ies asistía, los recibían
por igual orden y simulación.
Ademas de esta fuerza pagada,
los jefes electos hicieron de su
partido á varios de sus amigos,
quienes no solo se prestaron por
sí, sino que entre los suyos pro-
porcionaron un crecido número
de voluntarios, (sin mas interes
que el de salvar la patria) cuyas
listas en guarismo se señalaban
con las iniciales del apellido de
los enganchadores, componiendo
- 282 -
g
su total con el de los pagado
mas de dos mil y quinientos hom-
bres, sin contar trece que estaban
á las órdenes de D. Pedro Casa-
nova: cincuenta y cinco monta-
dos con el título de compañía
infernal, al mando de D. Tomas
Castellón, á quien se le franqueó
por D. Juan de Dios Dozo para
el pago de algunos de ellos (que
no servían por pura espontaneidad
y patriotismo) veinte y cuatro on-
zas de oro de los fondos que en
masa estaban destinados á estos
precisos gastos, como consta de
su recibo fecha I. ° de agosto; y
mas de «los cientos con quienes
voluntariamente se brindó el al-
férez de milicias disciplinadas de
caballería de esta capital D. Juan
Terrada. El dia 15 de julio se
empezaron á satisfacer los suel-
dos de los quinientos hombres es-
presados al respecto de cuatro
reales diarios; y e! 16 después de
muchas infructuosas dilijencias,
se logró alquilad la quijita llama-
da de Perdriel (hoi de la testa-
mentaría del finado D. Domingo
Belgrano Perez), para formar el
punto de atrincheramiento pro-
puesto en el plan adoptado, prefi-
riendo esta posesión á otra algu-
na del campo; así por la mayor
proximidad á les Olivos de que
distados leguas y media, y cuyo
punto contemplábamos por su se-
guridad el mas oportuno para rea-
lizar el desembarco de las tropas
de Montevideo», como por su ca-
pacidad y situación, pues tiene al
norte una laguna inagotable: al
O. una cañada, y al S. y E. unos
tapiales do tierra que se desterra
ban para la colocación do una ba-
tería capaz de toda defensa, y aun
de sostener una retirada.
El 17 se alquiló á D. José
Martínez de Hoz una casa conti-
gua á la ranchería, para sacar de
allí la miña que á dicho cuartel
habia de guiarse. El 18entró Sen-
tenach de dia en el cuartel de la
Ranchería, para ver la colocación
de las habitaciones, dormitorios
y demas, tomando con los pasos
naturales las mensuras correspon-
dientes con el riesgo eminente
que es de considerarse amenaza-
ría á cualquier español, que aun
sin ese objeto fuese sorprendido
en cualquiera observación de sus
tropas, y gobierno económico del
cuartel.
D. Martin de Alzaga no que-
riendo limitar á solo nombre el
título de protector de nuestra em-
presa, llevado del celo y patrio-
tismo que siempre le ha animado,
nos franqueó jeneroso, no solo su
influjo en los casos en que fuera
preciso su uso, sino que puso «4
nuestra voluntad todo el caudal
que pudiese y contemplásemos
necesario al logro de esta empre-
sa: oferta tan jenerosa, que no
tuvo efecto en el todo; y sí en la
cantidad de ocho mil pesos fuer-
tes que únicamente le pedimos, y
que entraron con los de nuestra
propiedad para subvenir al pago
y desembolsos que á cada momen-
to se ofrecían; no deja por eso de
ser acreedor al reconocimiento de
todo buen español, al ver que uno
de sus compatriotas acostumbra-
do al goce de las proporciones
que le facilita su injente caudal,
se presta gustoso al total sacrifi-
cio de este, y aquellas, aun con
una numerosa familia, por la sa-
tisfacción de ser útil á su reí y
patria.
El 20 de julio por el recelo de
que fuesen descubiertos los prin-
cipales motores de esta unión,
así por el copioso número de es-
pías, como la lijereza de los pa-
gados, que había hecho público
el percibo de su estipendio, y aun
el objeto con que se Ies adminis-
traba; se mandaron los mas de
sus individuos á la chacra de Per-
driel, en donde alojados se les da-
ba carne, pan vino y demas á dis*
crecion, sin hacer el menor des-
cuento de los cuatro reales dia-
rios que percibían íntegros, ya
por sí, ya por sus mujeres. Reu-
nida la mayor parte de esta jente
en aquel punto, se nombraron de
encargados interinos de ella, al
sar jento retirado Juan Trigo, y al
cadete de milicias de infantería
D. Juan Vasquez, ámbos comi-
sionados subalternos destinados
antes á su enganchamiento: aun
que el urjente motivo de esta re-
misión no habia permitido tomar
las correspondientes providencias
para poner á Cubierto, y en estado
de defensa aquel puesto, con todo,
previendo que la reunión de tan-
tas jentes llamaría la atención
del enemigo, por informe de sus
secuaces cíe que estaba infestada
esta capital y campaña, se hicie-
ron los posibles esfuerzos para
trasladar á dicha chacra la arti-
llería, fusilería y toda clase de
municiones, y acopiadas todas con
el mayor riesgo y subsidios, y tras-
- 284 , -
lacladas de unas á otras casas en
lo mas crítico del dia: pero lo ca-
lamitoso de la campaña, el deplo-
rable estado á que quedaron re-
ducidas las caballadas por la an-
terior reunión de jente para la de-
fensa, conducción de caudales y
efectos para lo interior, y trasla-
ción de cuantioso número de fami-
lias que creia hallar su seguridad
en la campaña; dificultaron hasta
lo imposible la remisión á dicha
chacra del armamento y muni-
ciones espresndas.
El 22 de julio, y con fecha 15
del mismo, se recibió la contesta-
ción del Sr. gobernador de Mon-
tevideo á la del 3 que le dirijió
Llach, escrito todo de su propio
puño, que conservamos orijinal.
En ella después de manifestar
la necesidad de esta reconquista,
y que para realizarla necesitaba
de las noticias que se le comuni-
* carian en la del 3 citada dice: que
aunque las merecía por otros
conductos antes, no fueron tan
circunstanciadas, como las que
comprendía aquella; pero que sin
embargo fueron bastantes para po-
ner en movimiento sus primeras
providencias, y que ya estaban
las cosas en disposición de que
podria remitirá lo menos mil hom-
bres de buena tropa y por la cos-
ta vendrían doce lanchas cañone-
ras con cinco goletas de dos ca-
ñones, cuya fuerza sería irresisti-
ble al enemigo. Después de seña-
lar dicha carta los Olivos, como
punto de desembarco que se pro-
ponía por ser paraje mas próximo
á la ciudad, y preferible por esta
razón á algún otro, pues que evi-
taba la mayor fatiga de la tropa’
espresa que esta sería trasporta"
da desde la Colonia en los mis-
mos buques para que la protejie-
sen en caso de oposición. Que de
verificarse esta habrían de dejar
la ciudad, y que Llach con su
jente, armada corrido el velo, la
ocupase, sorprendiendo á los ene-
migos en sus propios cuarteles;
cuyo golpe sería la decisión y
éxito feliz en tan justa empresa.
Añade dicho Sr. gobernador que
las fuerzas de mar atacarían á las
enemigas como inferiores, y en
esta forma cortada la retirada,
habria de entrar en una capitula-
ción como único partido que le
presentaría el momento: que la
artillería de 2 4 no podía venir
porque allí se necesitaba, siendo
solo preciso que hubiese valor en
los buenos patriotas que Llach
pudi ese juntar (que no serian po-
cos) pues tenía noticia de un cuer-
po de mil hombres que con arti-
llería estaba reunido para cuando
llegase el momento. Concluyen-
do que en medio de la satisfac-
ción que le ocasionaba la buena
disposición de Llach, y demas
que se habian congregado como
buenos y leales vasallos para de-
fender la relijion, los dominios del
rei, el honor de sus armas, y la
patria; tenía la pena de no poder
asistir á la reconquista, pues ha-
bía mas de cuatro meses que te-
nia perdida la salud encontrándo-
se cada dia agravado; cuya causa
le impedia ponerse á la cabeza de
las tropas y esponer con ellas su
vida en defensa de la patria y de
| los sagrados deberes en que todo
- 285 -
vasallo, y particularmente él esta-
ba constituido.
- Tan satisfactoria noticia nos
animó á duplicar nuestros esfuer-
zos y eficacia sin perdonar fatiga
y desembolsos; y así 1). José
Forneguera se encargó de alqui-
lar la casa que debia servir para
armería y fábrica de cartuchos:
efectivamente lo hizo el dia 23
tomando como para sí la de D.
José Santos Incháurregui en la
calle que vá á San Juan que linda
con la de D. Francisco Lecica:
en ella se recojía toda la fusile-
ría, pistolas, espadas y pólvora
comprada, trabajando incesante-
mente en la recomposición de
aquellos y formación de cartuchos
cinco hombres de todo desempe-
ño y confianza bien asalariados.
El 24 se dió principio á la mina
de la Ranchería á que se destina-
ron diez zapadores provistos del
mejor armamento y municiones
afianzando su seguridad en las
patrullas y centinelas apostadas
de dia en la circunferencia de la
cuadra fcon armas cortas de fuego
y blancas cubiertas bajo los ca-
potes y capas: Sentenach director
de la mina con el mnvor disfraz
posible, y con el riesgo que es
consiguiente, repetía sus entra-
das de día á los patios del cu
tel, procurando aproximarse cu-‘
anto le fuese dable á tierra para
reconocer si se percibía ó no e!
golpe de los zapadores; cuyos
instrumentos se introdujeron de
antemano en la casa que servia de
bocamina en barriles y pipas. Las
noches de los dias en que opera-
ron los zapadores (que se conser-
varon encerrados hasta la conclu-
sión de la obra) se colocó una
guardia de observación en la azo-
tea del café de D. Pedro Marco,
frente de la Ranchería, sinem-
bargo de las centinelas avanza-
das, y exploradores, en cuyo celo
afianzaban aquellos su seguridad.
El 26 se alquilaron en la plaza
mayor la casa y dos cuartos pro-
pios de los Gascones, y otra de la
testamentaría de Don Santiago
Castilla, sitas al respaldo del
nuevo Coliseo, y una del presbí-
tero D. Martiniano Alonso con
puerta a la Alameda: en uno de
los cuartos del primero que se
destinó como tránsito para el pa-
raje destinado á la bocamina (con
cuyo objeto se tomaron) se armó
una carpintería para cohonestar
la entrada de los zapadores, sus
instrumentos, esportillas y pólvo-
ra que se introdujeron cubiertos á
los pocos dias en que se dió prin-
cipio á ella. Para ratificarla con
la estension, profundidad y rum-
bos necesarios, el director Sen-
tenach entró disfrazado al fuerte,
y tomó las mensuras de la corti-
na y baluartes, que estimó con-
ducentes, inspeccionando por sí
el paraje destinado á alojamiento
de la tropa y los que contenían
los repuestos de pólvora, cartu-
chos y mistos.
El 27 viendo la dificultad que
por falta de carruaje, caballos y
boyada se presentaba para la con-
ducción de artillería, armamentos
y municiones con que se había de
fortificar el punto de Perdriel, se
comisionó á D. Juan de Dios
Dozo k la compra de caballada,
- 288 -
con cuyo objeto salió el mismo
dia d la campana. En la tarde de
él se concluyó, y cargó por los
zapadores la mina de la Ranche-
ría, que formando una cruz im-
perfecta con dos hornillos, uno de
los cuales caía en el centro del
dormitorio jeneral del cuartel, y
el otro debajo de la pared maes-
tra, que tiraba á desplomarla abra-
zando los ramales destinados á los
hornillos con toda su estension 30
varas con quince pies de espesor
de tierra, trabajo que concluyó
felizmente en cuatro dias, dejando
la mina en punto de prenderla.
El 28, 29 y 30 se ocuparon to-
dos los coligados en el acopio y
compra de armamentos y muni-
ciones: la reunión de estas á la
casa tomada con el mismo objeto,
compra y conducción de víveres,
revista privada de los individuos
que contenían el todo de las fuer-
zas descubiertas y demas; conti-
nuando las guardias de observa-
ción, y patrullas diarias, no solo
en la azotea del café de la Ran-
chería y calles de su circunferen-
cia, sino también en las azoteas de
diversos frentes de la plaza ma-
yor, ó inmediaciones de la Reco-
ba y Fuerte.
Como á pesar de la eficacia de
Dozo para la compra de caballos
á que se le hahia destinado, no
hubiese podido verificarla por la
absoluta carencia de ellos, en cu-
ya solicitud se habia ocupado in-
fructuosamentealgunos dias en re-
correr el campo, urjiendo la re-
misión de armamento y municio-
nes á la chacra de Perdriel, se
despachó en una carretilla que
salió á la oración de la casa de ar-
mas, entregada por Forneguera,
una caja conteniendo 25 fusiles,
15 sables, 26 cananas y 700 car-
tuchos al cargo de varios indivi-
duos de Esquiaga, y como hubie-
se podido Dozo ajustar su con-
ducción por lo demas con el trope-
ro Juan Tomas Martínez, se re-
solvió que I). Pedro Miguel de
Anzoategui pasase con ellas des-
pués de anochecer del dia 31 á la
barraca de D. Francisco Belaus-
tegui á levantar de allí 4 obuses
de á 18 con las correspondientes
municiones. Se le dieron de es-
colta 6 hombres, y se lo comisio-
nó á D. José Miguel de Esquiaga
para que reuniendo 60 hombres
que en diversos puntos de la ciu-
dad estaban montados y armados,
se condujese con ellos á protejer
aquella operación y marcha de
Anzoátegui y armamento, se le
reunió Esquiaga con la jente de
su cargo y tomadas por este las
prévias precauciones de avanza-
das en los cruceros, caminos y
calles, protejió la operación, y co-
mo antes de concluida esta, hu-
biese destacado el cabo Francis-
co Jurado con 2 hombres para
que recojiese de la quinta llama-
ba vulgarmente de Pepe Ladrón,
;a del hueco de Da. Engracia
siles y 15 sables que allí te-
níamos de antemano. Dadas ya
las 8 de la noche, recelando de
la tardanza de los 3 comisiona-
dos á aquel objeto por las muchas
espías que continuamente celaban
las entradas y salidas nocturnas
en el pueblo, se separó deAn-
zoátegui (que continuó su marcha
con los obuses, 500 balas toma-
das de la barraca de Necochea,
5 quintales de estopa para tacos y
3 quintales de metralla y solo se
condujo á solicitar el paradero
del cabo y soldados destacados:
los encontró en las inmediaciones'
del hueco de Da. Engracia, con-
duciendo ya 3 envoltorios con los
fusiles y sables espresados; y aso-
ciado á ellos trató de reunir á la
tropa de carretas y partida de
Anzoátegui: para verificarlo atra-
vesaron á los corrales de Misere-
re, y al pasar á espaldas del Hos-
picio de relijiosos franciscanos,
notaron sobre su derecha consi-
derable número de ¡ente de á ca-
bailo que vista primero por el ca-
bo y soldados habian arrojado á
tierra los envoltorios de armas
para ponerse en precipitada fuga,
aliviando así los caballos, fatiga-
dos ya por su debilidad, marcha
y peso de las armas: no bien ha-
bían alijerado estas, cuando la
partida de á caballo de que huia.n
les descargó á un tiempo 5 tiros
de carabina, de los que resultó
muerto el cabo Jurado: en el
mismo acto Esquiaga y los solda-
dos trataron de recojer el cadáver
á una casa contigua, en cuya ope-
ración fueron avanzados por los
de á caballo que eran en número
de 40, entre blandengues y mili-
cianos de la campaña, los que
confesaron que habian tenido á
Esquiaga por el comisionadoGon-
zalez, y al cabo y soldados por
individuos de su partida, en cuyo
concepto les habian acertado
equivocadamente sus tiros; sin-
tiendo que aquel involuntario er-
ror hubiese motivado la muerte de
aquel infeliz compatriota que so-
bre inocente habia cooperado al
entable de la mejor causa. Se -le
franqueó á Esquiaga 6 hombres
de escolta y recojiendo con ellos
y los dos suyos las armas que an-
tes habian arrojado estos, conti-
nuó su marcha, y lograda la in-
corporación con las carretas y tre-
pa de Anzoátegui, llegó con él á
la chacra de Perdriel á las de
la mañana del dia 1. ° de agosto.
Luego de verificado su arribo
á aquel destino, procedieron á des-
cargar los obuses, fusiles, sables,
y municiones que condujeron y
colococaron los primeros sobre
las cuatro cureñas de mar que co-
mo propiedad de ellos llevaron
aunque con la falta de cuñas que
suplieron provisionalmente con
osamentas. El desgreño y aban- i
dono con que el sarjento retirado
Trigo, y el cadete Vasquez tenían
aquel puesto, de donde faltaba no
solo considerable número de in-
dividuos á quienes indebidamente
permitían venir á esta ciudad, sino
también sus reiteradas faltas de -
allí, particularmente el segundo
que con frecuencia se hallaba en
esta, por solo sostener autoridad
y facultades que no tenia, habian
hecho destinar á Anzoátegui y Es-
quiaga para que hechos cargos de
aquel campamento procediesen
con los ausilios y obreros que su-
cesivamente se les mandaron á
ponerlo en estado de defensa; tal
era el estado de aquel puesto,
cuando á la media hora de su ar-
ribo vieron Anzoátegui y Esquia-
ga que se aproximaba á dicho pa-
- 288 -
raje una columna al parecer de
450 ingleses con violentos: en
estas circunstancias reunieron
la* jente armada, y solo se com-
pletó el número de 85 hombres
entre los 60 que habían llevado,
y 25 de los que allí había de an-
temano. De estas fuerzas (entre
quienes no estaba Vázquez que
desde el dia corriente se conser-
vaba en esta) destinaron 23 al
mando del cabo Cerpa, y 18 al
de Antonio Cuevas que se apos-
taron en los estremos opuestosde
una línea recta que formaban las
tapiales situadas á la retaguardia
de los 4 obuses y 2 piezas de á 2
que allí había, y queriendo ocul-
tar á los enemigos el calibre de
aquellos (por presumirse que por
informes de González y sus se-
cuaces "solo podían tenerla de es-
tos) con algún grupo de caballe-
ría, para que engañados se apro-
ximasen los contrarios y pudiesen
los nuestros hacerle una conside-
rable mortandad; suplicó Esquía-
ga á D. Juan Martin Pueyrredon
que con su hermano D. Andrés
se les habia reunido, mandase pe-
dir al segundo comandante de
blandengues D. N. Ojabarria 50
hombres de su mando, y aunque
repitió tres veces la súplica y se
accedió á ella (según cree el mis-
mo Esquiaga) por parte de Pueyr-
redon, dando al efecto los consi-
guientes pasos, no lograron el me-
nor socorro de aquel comandante,
ni pretesto que cohonestase su
omisión. Desconfiados ya los nu-
estros de todo socorro por aquella
parte, y teniendo los enemigos
encima, destinaron los' 24 hom-
bres restantes al recibo de la ar-
tillería al mando del cabo D. Ma-
nuel Palomino, situados ya en las
dos divisiones de retaguardia los
43 hombres al cargo de Cerpa y
Cuevas, se rompió el fuego por
nuestra parte contra la columna
enemiga, y se sostuvo con el ma-
yor vigor el espacio de 2 horas, y
queriendo empeñar en una acción
á los blandengues y jente de ca-
ballería que estaba á distancia
viendo el choque, se arrojaron
Esquiaga y Anzoátegui con parte
de los que servían á la artillería
entre nuestros fuegos y los del
enemigo; mas notando que este
lejos de animar á los blandengues
y caballería á acometer los hizo
poner en precipitada fuga; tuvie-
ron que acordar entre ambos el
abandonar el campo y efectiva-
mente lo hicieron con el mejor
orden posible dejando su artille-
ría sin arbitrio de clavarla; esta
acción á que asistieron los referi-
dos D. Juan Martin y D. Andrés
Pueyrredon ya acudiendo á ani-
mar sin fruto la caballería, y ya
á la artillería, fué sostenido con el
mayor tesón, y mas si se repara
la clase de cureñas y cuñas en
que se colocaron los obuses, el
ningún arreglo de tacos y falta de
atacadores, á que no pudieron
subvenir en el estrecho término
de 30 minutos, que mediaron des-
de su arribo al de la columna
enemiga. Murieron en la acción
3 de los nuestros voluntarios y
tuvimos 4 heridos y 5 prisioneros;
contemplando que de los ingleses
no hubo muertos 20 entre oficia-
les y soldados y 10 heridos de las
- 289 -
mismas clases como de ello podrá
darse la debida justificación con
individualidad del verdadero nú-
mero.
En el mismo dia 1. ° de agosto
inciertos del ataque en la chacra
de Perdriel, se le pasó por noso-
tros oficio (que condujo D. Ber-
nabé de San Martin,' alférez de
milicias disciplinadas de caballe-
ría de esta capital, que, como no
prisionero ni juramentado como
el todo de su cuerpo de oficiales,
se agregó á nosotros con 6 hom-
bres voluntarios, gratis, para con-
tribuircon ellos á tan noble cau-
sa) al comandante Olabarria en
que se le espresaba de que con-
templándolo como comandante
de la frontera, noticioso de las
disposiciones del Sr. goberna-
dor de Montevideo como lo está-
bamos nosotros por su carta con-
testación de 15 de julio anterior,
en que nos prevenía que sus ope-
raciones de % desembarco y ataque
de mar al enemigo debían forma-
lizarse con la combinación de en-
tre ambas fuerzas á fin de desalo-
jar á los ingleses de esta capital,
nos tomábamos la libertad de su-
plicarle se pusiese de acuerdo
con nosotros para su marcha,
acampándose cerca de nuestro
cuartel de Perdriel, sin acercarse
mas al pueblo, porque entonces
sería aventurar la acción propues-
ta, y quizá de buen resultado. A
esta carta que dictó la necesidad
de reunir todas las separadas de-
terminaciones de los que manda-
ban las fuerzas de que se compo-
nía Ja reconquista, para evitar así
la contrariedad de planes; no se
dignó contestar el comandante
Olabarria sin duda por no con-
templarnos autorizados para ofi-
ciarles, sin reparar que era la mas
atenta prevención, y en una ma-
teria de la mayor consecuencia.
Con la misma fecha habiendo re-
cibido aviso de V.S. como coman-
dante jeneral de las fuerzas de
mar y tierra, destinadas por elSr.
gobernador de Montevideo á la
reconquista de esta plaza, de su
arribo á la Colonia con ambas
fuerzas, tuvimos á bien pasarle el
correspondiente oficio, que no se
entregó en propia mano por su
conductor, D. José Antonio Pie-
dra, por estar ya fuera de la Co-
lonia, pero sí lo hizo al coman-
dante D. Ramón del Pino, en to-
do igual al que condujo y entregó
á V. S. en el acto del desembar-
co, D. Francisco Coll, en que co-
piando á la letra el que se sirvió
remitirnos en contestación con
fecha 15 de julio el Sr. goberna-
dor de Montevideo, se decía que
como nadie de los que acaso po-
dían oficiarse con V. S. en la ma-
teria estaba tan impuesto de ella
como nosotros, pues constante-
mente, y con la mayor vijilancia,
estábamos en observación de los
movimientos del enemigo, espe-
rábamos de su bondad, para que
el éxito de la empresa fuese feliz
en su combinación y resultado, se
sirviese detener su marcha en la
Colonia hasta que nosotros es-
tando listos del todo y al fin de
evitar desgracias de nuestro ama-
do pueblo, le diésemos el aviso
competente con oficio oportuno
que se dirijiría por el mismo su-
- 290 -
jeto portador de aquel, instándo-
le que para que este individuo j¡-
rase con franqueza, podía V. S.
prevenir que en todas las guar-
dias se le diese paso auxiliatorio,
para que no hubiese a! menos em-
barazo en unos movimientos tan
preciosos.
La tarde del dia 1. ° de agosto,
entró de regreso del ataque de
Perdriel la tropa inglesa con su
jeneral, y correspondiente tren,
trayendo en él los dos pedreros
que de los fortines de la frontera
teníamos en el campamento, y sin
embargo que por la precipitada
retirada se dejó el sárjenlo reti-
rado Trigo todos los papeles y
correspondencias que cayeron en
manos del enemigo y que el cabo
D. Miguel Quenon y (lernas que
condujeron prisioneros podrían
confesar la liga de aquí y aun los
sujetos que la componían, sin
ocultarnos ni abandonar el pro-
yecto de minas, armamentos y
demas nos juramentamos propo-
niéndonos perder antes nuestras
¡ vidas, que desistir un momento
de la empresa, ligándonos el mis-
mo juramento caso de ser pren-
dido alguno de nosotros por las
espías, á perecer antes que confe-
sarnos cómplices, para que así los
que sobreviviésemos, continuáse-
mos la. empresa: juramento que
hemos observado inviolablemente
guardando el sijiloque era consi-
guiente, sin que ninguna clase de
recelo nos amedrentase.
Tomadas ya las 3 casas en la
proximidad del fuerte para la
apertura de la bocamina que ha-
bía de conducirse á él, y coloca-
dos en ella los zapadores, como
estos recelasen ser sentidos de los
que habitaban los cuartos conti-
guos y por otra parte las paredes
divisorias de los fondos de estos
y aquellos fuesen mui bajas y por
consiguiente facilitasen á aquellos
vecinos el reconocimiento de nu-
estra operación (noticia que po-
dría trasmitirse á los enemigos)
fué forzoso proceder al desalojo
de aquellas familias, y para lo-
grarlo sin la menor estorsion su-
ya, satisfacerles la conducción de
sus muebles y equipajes, dando
de regalía al uno 3 onzas de oro,
y empeñando para la separación
de una parda que ocupaba el otro,
la mediación del que la socorría
en sus necesidades: con esta dili-
jencia que se practicó el dia 2 de
agosto, vinimos á quedarnos con*
los cinco entre casas v cuartos
•/
que se han anunciado antes con
motivo de tratar de las tres alqui-
ladas el 26 y tomada la precauto-
ria simulación que alfí se dijo de
formar una carpintería que al pa-
so que cohonestase la frecuente
entrada de operarios, pudiese evi-
tar la desconfianza que acaso
motivaria la introducción de los
instrumentos propios á aquel ob-
jeto; se verificó la colocación de
estos por aquella parte para cu-
ando hubiese oportunidad de dar
principio á la obra.
Sin perjuicio de esto y de la
incertidumbre de lo que á mérito
de nuestro oficio del dia 1. ° de-
liberase V. S. en orden de la de- I (
tención de las fuerzas de su car-
go en la Colonia, continuamos
como oportuno en todo caso, ac-
- 291 -
tivando el acopio de armamento,
municiones, pagos diarios á los
asalariados, revistas continuas de
estos, y los voluntarios, y reunión
de víveres para caso de un asedio,
ó retirada en aquel día, y los que
le subsiguieron hasta el 5 en que
sabido el feliz desembarco de V.
S. en las Conchas, se comisionó
por todos á D. José Forneguera
para que se trasladase á aquel
punto, é informase á V. S. de to-
das las ocurrencias de esta plaza.
Forneguera verificó su salida de
aquí á las 8 de la manana de aquel
dia, protejido de la lluvia y de lo
tenebroso de ella, con el vaquea-
no Guevara, con quien llegó al
campamento en que V. S. se ha-
llaba entre San Isidro y la Pun-
ta, y pudo informarle á viva voz
de que el jeneral ingles había pe-
dido á este ilustre Cabildo para
que se le entregasen en el término
de una hora dos vaquéanos que le
guiasen al campo.
El dia 6 y con igual objeto de
informar á V. S. despachamos á
D. Jerardo Esteves Llach, quien
llegando impuso á V. S. con la
mayor exactitud de los pasos y
medidas que en su presencia to-
maba el enemigo, su pié de fuer-
za y distribución de ella, y pun-
tualizando la perfecta conclusión
y estado de la mina do la Ranche-
ría, y principio que se habia dado
lá víspera á la que guiaba al fuer-
te; suplicó que de ser esta.como
lo creia necesaria para hacer uso
de ella si se desgraciase la empre-
sa, ó accidentalmente, suspendiese
V. S. su marcha por 5 ó 6 dias á
lo mas, acampándose en el ínterin
en el mismo pueblo de San Isi-
dro, con lo que se evitaba la tro-
pa la intemperie que estaba su-
friendo para dar de este modo ti-
empo bastante para la conclusión
y carga de la mina empezada,
pues de otro modo, esto es, apro-
ximándose las tropas á estas in-
mediaciones, los zapadores rece-
laban continuar sus tareas pomo
ser cortados durante ellas con las
avanzadas enemigas, ó sepultados
con las ruinas que motivasen la
baticion del muro y su repulsa
caso de ataque. Estas reflexiones
no tuvieron en V. S. la acojida
que nos proponíamos, porque era
irreprimible ya la impaciente ani-
mosidad de sus tropas que aspi-
raban á ponerse á la vista del ene-
migo con la mayor presteza.
La dispersión de las tropas cor-
respondientes á este cuerpo, su-
cedida con motivo del ataque de
lo de Perdriel, la de los demas
individuos que, residiendo en aquel
campamento, se hallaban en esta
cuando aquel ataque por las arbi-
trarias licencias que les habian
dado Trigo y Vasquez, y el copio-
so número de patriotasque debían
operar en lo interior de la ciudad
(según el plan propuesto y adop-
tado por el Sr. gobernador do
Montevideo) por la interceptación
de las listas en aquel puesto; y el
recelo de serdescubiertos por los
prisioneros que nos hicieron con
dicho motivo, se internaron en la
.campaña hasta el crítico momen-
to en que por necesidad -se les
llamase. Algunos sin esperar este
aviso, inmediatamente que supie-
ron el feliz desembarco de V. S.
- 292 -
se reunieron al ejército de su man-
do; tales fueron D. Pedro Casa-
nova al cargo de 10 individuos,
D. Tomas Castellón al mando de
53 hombres, con el título de com-
pañía infernal; el sarjento vetera-
no retirado, Cristóbal Olive, al
mando de 75 hombres, los que
fueron reuniendo en trozos al todo
del ejército, mientras continuó su
marcha, y de ellos unos se desti-
naron al tren como artilleros,
otros se agregaron á los granade-
ros y milicias, y otros, por falta
de armamento, á los carros de
municiones; y el alférez de mili-
cias disciplinadas de caballería de
esta capital D. Juan Terrada, al
mando de 40 voluntarios (unidos
con él á este cuerpo) que se reu-
nió al todo de las fuerzas en San
Isidro, y cuyo oficial contempló
V. S. apto para darle destino.
Desempeñadas jior Llach y
Porneguera sus respectivas co-
misiones á pesar del riesgo que
Ies amenazaba en su salida, é in-
greso á esta capital y de .las con-
tinuadas lluvias que sufrieron en
su ida y regreso; se prosiguió en
la formación del ramal principal
que se prolongó en espacio de
47£ varas hácja el semibaluarte
que tiene el fuerte al nordeste,
como en los dias sucesivos, esto
es, el 7 y 8 era mas próximo el
atacamiento de las tropas á la ca-
pital, los zapadores poseidos de
los mismos recelos, por esta cau-
sa desistieron de la continuación
de la mina, y sacando solo las
armas que constituían su defensa
(acopiadas igualmente en las gu-
ardias de observación, patrullas
y avanzadas, que con el espuesto
disfraz se conservaban en aquella
circunferencia) dejaron las del
obraje.
Con fecha del 9 y por medio de
Luis Montesdeoca pasamos á V.
S. un oficio (que asegura aquel
puso en mano propia) en que le
instruimos de lo que se había de-
liberado en el consejo de guerra
hecho el dia 8 por el jeneral in-
gles, y sus oficiales, secreto de-
bido á uno de estos que lo reveló;
é impartiéndole el particular dic-
támen del jeneral y coronel que
sostuvieron convenía salir k pre-
sentar la batalla á las de V. S.,
dando por razón el que no pere-
ciese el pueblo, y que así se ha-
bía hecho por los españoles des-
pués de su desembarco en los
Q.uilmes, y que si eran derrota-
dos serian prisioneros de una na-
ción que amaba: que los oficiales
rebatiendo este dictámen, habían
unánimemente opinado otro plan
de defensa que se reducía á poner
de fatiga en la plaza mayor 300
para hacerlos mudar cada 2 ho-
ras; situar cañones en la Recoba,
en los portales d$ Cabildo, en las
bocas calles de la plaza, donde
habían de fijar su real; y desalo-
jadas de este ventajoso puesto,
acojerse por último punto á la
fortaleza: se prevenía en el mis-
mo oficio que se había aprobado
por todo el consejo este plan; y
que consiguiente á él pedían to-
das las noches las llaves de la ca-
sa consistorial, las de la casa de
Dubal, Recoba y azotea de la
de Escalada; bien fuesen con el
objeto do ^ue nosotros no nos
- 293 .-
apoderásemos de aquellas alturas
ó con el fin de apostar en ellas
fusilería que impidiese nuestra
comunicación con el fuerte: que
se habían tomado la torre del Co-
lejio, donde colocaron jente de
vijía para rejistrar el campo, y los
movimientos del pueblo, con or-
den de dar de uno á otro los con-
• •
venientes avisos. A estas noticias
cuya imparticion creimos útil á
V. S., agregamos la prevención
de ser conveniente el celo con las
jentes que entraban y salían en
el campamento, por haber sabido
mui de positivo que uno proce-
dente de él habia informado al
jeneral ingles del estado de aque-
llas fuerzas; el plan de ataque y
máximas de la operación que V.
S. meditaba con referencia de los
parciales y demas relativo á la
espedicion, sus principios y fo-
mento.
La tarde del 10 se presentaron
á Y. S. para prevenir lo ocurrido
hasta aquella hora y tomar sus
órdenes para las ulteriores dispo-
siciones, D.* Felipe Sentenach,
D. Tomas Valencia y D. Juan
de DiosDozo: estos, como V. S.
estuviese ya en marcha con el
ejército para ocupar el Retiro,
regresaron difiriendo esta dili-
jencia para la noche, en que ocu-
pado ya aquel puesto por V. S.,
pasaron los mismos con el resto
de jefes á presentar y ofrecer los
600 hombres que estaban prontos
á militar bajo la protección de
V. S. con el deseo de servir á la
relijion, al rei y la patria; señala-
dos todos con la divisa encarnada
blanca y provistos los mas de
y _
armas y municionos según que
así consta de la presentación ori-
jinal que subscrita por D. Felipe
Sentenach á nombre de todos co-
mo jefe aclamado por los demas,
y autorizado de un común acuer-
do, con espreso nombramiento de
caudillo, y jefe de voluntarios pa-
triotas, firmado por todos los re-
presentantes de estos en 15 de
julio último, se presentó á V. S.
que nos devolvió orijinal con el
decreto de su admisión, que am-
bos existen en nuestro poder.
La mañana del 11 reunida la
jente que correspondiente á este
cuerpo pudo citarse en el discur-
so de la noche del 10 en que se
empezaron á congregar en la pla-
za de San Nicolás y plaza Nueva
hasta el número de 300 y .mas
hombres, se fueron destinando
pequeños piquetes de 5, 8 y 10
para que tomando su respectivo
armamento de la casa destinada á
su custodia, sita en las inmedia-
ciones de San Juan, con orden
de que verificado, se restituyesen
con la mayor presteza á aquellos
puestos. Aunque la casa estaba
ocupada por varios cabos encar-
gados en la distribución de entre-
gar el armamento, receloso del
tardío regreso de los armados, se
comisionó á D. Jo«é Forneguera
para que inspeccionándolo por si,
activase aquella operación. Efec-
tivamente se condujo á la casa con
el dicho objeto, y cuando pordispo-
sicion suya iban á salir provistos
varios de los que habían concur-
rido á armarse, se halló sitiado,
y tomadas las bocas calles de San
Juan, y esquina nueva de Eche-
- 294 -
nagusia por un piquete de ingle-
ses en las dos divisiones. En estas
circunstancias, le fué forzoso á
Forneguera intentar su desalojo,
y para verificarlo tuvo que trepar
á las azoteas y tejados de las ca-
sas contiguas; con cuya dilijen-
cia, y después de un vivísimo fue-
go por una y otra parte obligó
con su jente á retirarse el enemi-
go, con lo que ya sin este obstá-
culo se retiró, y unió á los trozos
apostados en la plaza Nueva y S.
Nicolás. A las 7£ de la mañana
emprendieron la marcha, y haci-
endo alto en la plaza del Temple
á donde se incorporó el cadete D.
Juan Vasquez á quien preventiva-
mente se le encargaron en este
acto las funciones de ayudante, v
formada la jente en columna de
cuatro de frente, y tremolada la
bandera con los colores blanco y
encarnado, igual al que tenían las
divisas de todos los soldados en
sus sombreros, emprendieron la
marcha hasta el campamento del
Retiro, en donde presentándola á
V. S. corno jeneral de él para que
dando las órdenes que estimase
oportunas, tuviésemos la satisfac-
ción de ejercitar el deseo que nos
asistía de ser útiles á nuestro so-
berano. Esta oferta que creimos
satisfactoria á V. S. como anima-
do de los mas patrióticos senti-
mientos, fué admitida con la ma-
yor benevolencia, y acampados á
donde tuvo á bien ordenarnos, es-
tuvimos prontos y dispuestos á
desempeñar las atenciones que se
nos confiasen.
Los 14 hombres incluso Casa-
nova, á cuyo cargo iban los 53 de
la compañía infernal, 75 al carg
del sarjento Olivo; 40 al del alíe"
rez Terrada; y los 300 que escol"
taban la bandera, era un total de
482 hombres á los que agregados
155 que pagados por el mismo
cuerpo no habían podido citarse
con presteza y fueron concurrien-
do en el discurso del dia al cam-.
pamento; 22 que condujo D. J uan
de Dios Dozo de los que los mas
como carpinteros se destinaron á
la recomposición de Cureñas y la
compañía de pardos á nuestro su-
eldo con 58 plazas efectivas, in-
clusos los oficiales al mando de
su propio capitán Agustin Sosa
queigualmente se incorporó, com-
ponían un total de 717; número
escedente al de 600 que ofreci-
mos en el memorial presentado el
dia 10 y que conservamos decre-
tado.
En el discurso del dia y noche
del 11 se comisionaron de nuestro
cuerpo 35 hombres para el corte
de leña, 40 para la artillería, y 50
para las guardias avanzadas, cu-
briendo la demas fuerza de él, el
punto en que estaba colocado el
obús en la boca calle del Puente
y subida del rio á la plaza de To-
ros. En la misma noche se nos
ordenó por D. José de Córdova á
nombre de V. S. que toda la jen-
te de mas que existiese en nues-
tros trozos, pasase sin pérdida de
momento á unirse con la marine-
ría del rei al mando del teniente
de navio D. Juan Anjel Michile-
na, como así consta de la orden
orijinal que conservamos; y aun
que por el pronto se sacaron 125
hombres de esta clase, no se les
- 295 -
dio destino. En el resto de la no-
che se dieron repetidos alarma
con el correspondiente toque de
jenerala, á cuyas señas los indi-
viduos que componían la fuerza
de este cuerpo, estuvieron pron-
tos y dispuestos en formación pa-
ra acudir adonde la necesidad lo
exi jiese.
Conservamos nuestros respec-
tivos puestos aquella noche hasta
la mañana del 12 que á las 8 de
ella con motivo de haberse empe-
ñado la avanzada de Migueletes
en las inmediaciones de la Mer-
ced, se dio la orden verbal en pú-
blicas voces en el campamento
por el ayudante D. Nicolás Via-
mont diciendo: voluntarios de la
patria á socorrer á los suyos sin
mas dilación. Caminamos á mar-
cha redoblada en columna de cua-
tro de frente, con la bandera, por
la calle del Correo, y después de
haber hecho alto en tres distintos
puntos por orden del edecán D.
Ilarion Quintana, continuamos
avanzando: doblamos por la es-
quina de Balbastro; mas como al
aproximarnos á la casa de D.
Jaime Llavallol nos viésemos mo-
lestados por repetidos fuegos de
35 ingleses que estaban apostados
en la plazuela de la Merced, para
desalojarlos, dominamos con 40
hombres la azotea de Mr. Ramón,
con cuyo ausilio hicimos que re-
trocediesen hasta la puerta tra-
viesa de la misma iglesia, habién-
dosenosya incorporado un obús de
18 que se colocó á nuestra van-
guardia: con dos descargas he-
chas con él, abandonaron los in-
gleses con la mayor precipitación
el puesto que ocupaban en la
puerta traviesa de la iglesia; por
cuya causa se pudo colocar en la
plazuela de ella, para dirijir sus
fuegos á la plaza; y dejando 40
hombres de los nuestros con el to-
do de nuestro cuerpo, nos diriji-
mos por la calle del consulado,
en cuyas inmediaciones notando
lo activo de losfuegos que servian
los enemigos en la esquina de la
Catedral, hicimos ocupar la azo-
tea de la casa de la finada Dona
Margarita Melgarejo (en quehoi
vive O. Manuel de Larravide)
por 25 hombres, á quienes des-
pués se les socorrió con otro re-
fuerzo de 25 mas; y tratando de
avanzar lo verificamos hasta la
puerta traviesa de la Catedral,
en que haciendo alto dimos paso
á un obús de 36 que llevamos a
nuestra vanguardia hasta la es-
quina de la Catedral, en que em-
pezó á jugar sus fuegos á metralla
contra la aleta de la puerta prin-
cipal en que habría como 200
hombres que escudados del pórti-
co nos herian á su salvo.
En lo crítico de esta acción se
oyó á nuestra retaguardia una voz
de que nos cortaban por la espal-
da de la Catedral 200 ingleses,
motivo que dió mérito á que nos
dirijiésemos á impedirlo con 40
hombres, dejando el resto de nu-
estras fuerzas cubriendo el obús.
Los 40 destinados á esta investi-
gación, notando que la azotea de
D. Jerónimo Merino, estaba do-
minada por considerable número
de ingleses que asestaban sus ti-
ros hacia la esquina de D. Pedro
Valiño, se posesionaron de la azo-
- 296~ 1
tea de D. Andrés Montes, asocia-
dos de un grupo de miñones, de
franceses y de marinería armada,
y atacando desde allí á los que
ocupaban la azotea de Merino, y
aun la de la Recoba de donde
eran ofendidos, lograron desalo-
jar los marineros, lo que conse-
guido, obsfu-vando que el conside-
rable Yefüerzo de ingleses en nú-
mero de mas de 200 hombres
irían del Cabildo, pórtico de la
Catedral, Recoba, y casa de Por-
ra, habían hecho retroceder algún
tanto á los nuestros de la esquina
de la Catedral puraque no gana-
sen los enemigos el obús coloca-
do en ella; ocupamos las azoteas
de las casas consular, de Don
Francisco del Sar, y Dr. Zava-
leta,y desde ellas impedimos que
los enemigos se posesionasen, é
hiciesen uso del obús.
Con nuestra constante repulsa
desde aquellos puntos, y el re-
fuerzo de 25 que rodeando por la
esquina de Ferreyra y Diaz-Ve-
lez, se situaron en la de Barquín,
y de allí avanzaron á la de Oso-
rio (en donde hicieron prisionero
á un ingles) logramos que reani-
mada nuestra jente, y aun la de
dragones, milicias de Montevi-
deo y marinería que encubría su
retaguardia, volviesen á posesio-
narse del obús, y con él avanza-
ron con la mayor precipitación
hasta el frente del piquete con
mucha inmediación al fuerte, lle-
vando. la bandera á su cabeza,
circunstancia que no podemos
desentendemos de espresar por
la accidental gloría que cupo á
este cuerpo en ser el primero que
se colocase en aquellas inmedia-
ciones. El distintivo del amor y
fidelidad que nos animó á tan ar-
riesgada empresa, y de laque te-
nemos el mas seguro testimonio
en el certificado orijinal que con-
servamos, suscrito por los vecinos
de la plaza mayor que la presen-
ciaron, ademas de ser constante
á todo el público que en todos los
puntos del ataque sostuvimos ho-
noríficamente la vanguardia. Es-
te avance que se hizo jeneral ya
por todos los puntos de ataque,
motivó la rendición de la plaza,
en la que nos conservarnos hasta
que entregada á discreción la gu-
arnición inglesa, formamos con
el resto de tropas para que desfi-
lando entregasen las armas.
Tuvimos en la acción de ataque
del 12, nueve muertos y treinta
heridos, desgracia que nos ha si-
do sensible, con particularidad la
de D. Tomas Valencia, que ope-
ró en clase de sarjento mayor de
este cuerpo, y que se halla gra-
vemente herido por su mucha ani-
mosidad.
No necesitamos encarecer lo
meritorio de una acción por to-
dos títulos recomendable, y mas
cuando V. S. sabiendo que lá
emprendimos con sacrificio de
nuestros intereses, personas y vi-
das; que acopiamos y pagamos
hasta en cantidad de 17,625 pesos
como podemos acreditar con cu-
enta instruida, jente, armas y mu-
niciones de entre nuestros mismos
opresores, y aun á su presencia
que estuvimos espuestos áser sor-
prendidos en la misma mina; y
que en el ataque de Perdriel, y el
- 297 -
de la reconquista no teníamos,
caso de desgraciarse, la mas pe-
queña esperanza de ser reputados
como prisioneros, y sin otro arbi-
trio que el de morir ó vencer: no
necesita reflexiones en un punto
en que su penetración avanza mu-
cho mas allá que la nuestra.
No contentándonos con el lo-
gro de la reconquista, á cuyo fin
nos reunimos y operamos en los
términos que son públicos y cons-
tantes, y queriendo continuar
cooperando á la seguridad de su
perpetua seguridad, hemos ofre-
cido el mismo batallón con los
600 hombres de que consta al mui
ilustre Cabildo en 14 del cor-
riente: oferta que reiteramos á
V. S. deseosos de emplearnos co-
mo hasta aquí en la defensa y se-
guridad de esta plaza (1).
Buenos Aires y agosto 28 de
1806. — Felipe Sentenach — José
Forneguera — José Francia^-Juan
de D ios Dozo — Jerardo Esteve
y Llach — Tomas Valencia — Mi-
guel Esquiaga.
DOCUMENTO N. ° 3.
Exorto del gobernador de Monte-
video á los habitantes de la pro-
vincia para que se reúnan á la
persona por quien les fuese
presentado.
D. Pascual Ruiz Huidobro, bri-
gadier de la Real Armada, go-
bernador^el castillo de San
(1) Esta fuerza fuá el plantel de la
artillería de la Union de Buenos Aires.
(Ñola del Sr. La Sota.)
Felipe y Santiago de Monte-
video &a.
El desgraciado suceso de la
toma de la populosa ciudad de
Buenos Aires por las armas de la
Gran Bretaña, ha penetrado mi
corazón en lo mas vivo, y ha ins-
pirado en el momento de t an amar-
ga noticia la idea de libertar á
sus honrados v leales habitantes
%
del yugo, á que se ven sujetos por
un acaso inesperado; pero esta
resolución no me ha sido posible
ponerla en ejecución tan pronto
como quise, por dos fundamentos
solidísimos. El primero, porque
desde el primer aviso que llegó
á mis oidos, siguieron mas de 8
dias sin haber podido adquirir
otro que lo confirmase: habiéndo-
se de tal manera interrumpido la
comunicación entre una y otra
ciudad, que parecía que Buenos
Aires no existía á la corta inme-
diación que se halla de esta, efec-
to de la malicia con que los ene-
migos hicieron correr la voz de
que sus armas habían también
triunfado en esta parte. El otro
fundamento era no hallarme con
circunstanciados detalles del nú-
mero y calidad de las tropas ene-
migas; pero ya no reina esta in-
certidumbre, y sé radicalmente
que no esceden de 1,500 hombres,
entre ellos marineros, no todos
ingleses, sino también mezclados
con otros de diversas naciones,
que su calidad es despreciable, y
los continuos y fatigados ejerci-
cios, que hacen argüir no ser tro-
pas bien disciplinadas. A vista de
estos conocimientos irrefragables,
*S=S=L
==¥
- 298 -
se irritará el mas vivo patriotismo,
y el español mas egoísta se entu-
siasmará y llenará de indignación,
al contemplar que un ejército tan
reducido y de circunstancias tan
inferiores, haya sido tan feliz, so-
juzgando una ciudad de mas de
60,000' almas, con una multitud
de fieles y honradísimos vasallos,
capaces de exaltar su enerjía en
defensa de ella, de sus particula-
res intereses y de su rei, que bas-
te para anonadar á un ejército
formal y numeroso, cuanto mas á
un puñado de hombres como el
referido. Dosde luego no permiti-
ré que estos gocen mas tiempo de
las delicias y comodidades que les
está brindando ese territorio fe-
liz, ni que sigan mas adelante
disfrutando de lagloriadesu atre-
vimiento; y me dispongo á elu-
dirles sus ideas de posesión y do-
minio, atacándolos con fuerza de
mar y tierra, que pronto partirán
de esta ciudad, compuesta de vo-
luntarios esforzados y aguerridos
y la mayor parte de tropas vete-
ranas, que manifiestan en sus dis-
cursos la emulación con que se
han de portar en defesna de la pa-
tria ofendida: me lisonjeo que mi
espedicion tendrá el éxito que me
prometo. Mas para hacerla com-
pleta, espero que todos los ha-
bitantes de esa parte meridional
que amantes de la mejor suerte
de su pais, y del amor y leal va-
sallaje á su lejítimo soberano,
quieran contribuir con sus perso-
nas á esta empresa gloriosa, se
unan ál sujeto que les presente
este manifiesto; y con las armas
que tuvieren ó sin ellas ocurrirán
al paraje que Ies conduzca, en el
cual me hallarán en persona, sino
me lo impidieren mis dolencias,
con las tropas voluntarias y arti-
llería que se ha de encaminar á
la capital, ó lugar en que se en-
cuentren los enemigos. — Por tan-
to: exorto á esos habitantes hon-
rados y valerosos, á las justicias
y jueces militares, políticos y
eclesiásticos, á los prelados y de-
mas que ejerciten el fiel vasallaje
en tan oportuna ocasión, encami-
nándose los unos á los puestos
que se les designen, y empleando
los otros sus esfuerzos, ausiliosy
discursos para animará todos sus
súbditos y feligreses, á que asista
cada uno del modo que fuese po-
sible á fortificar mi pensamiento,
que tiene por móviles el mejor ser-
vicio del rei, la conservación de
sus derechos y la felicidad de es-
tos dominios, que se hallan á pe-
ligro de verse bajo el imperio de
una nación, opuesta á ellos en ca-
rácter, idioma y principios reli-
jiosos: de una nación, cuya per-
versa política, la hace el odio de
aquella que, aunque valerosa en
la guerra, solo ama la paz, que
es la verdadera felicidad de todos
los pueblos. — Montevideo 18 de
julio de 1806. — Pascual Ruiz
Huidobro.
DOCUMENTO N. ° 4.
Bando en Buenos Aires relativo
al alistamiento de jente de mar.
D. Santiago Liniers y Bremont,
caballero de la orden de San
Juan, capitán de navio de la
i-
- 299 -
Real Armada, y comandante
de armas de esta plaza.
Viendo quehabiendose alistado
para la defensa de la patria la
mayor parte de los habitantes de
esta fidelísima ciudad, ningún
hombre de mar lo ha hecho toda
via, á pesar de las repetidas órde-
nes que se han librado al efecto,
ni con el aliciente de cuatro pesos
mensuales de gratificación ó so-
bresueldo concedido por el mui
ilustre Cabildo; y siendo por mo-
mentos mas y mas agravantes
las circunstancias que imperiosa-
mente obligan el apronto de jente
de mar para el armamento de bu-
ques de fuerza que defiendan es-
tas costas de una próxima é in-
dubitable invasión, si se omite
este indispensable medio de de-
fensa: mando y ordeno, que en el
perentorio término de seis dias, á
contar desde la publicación de la
presente orden, se presenten en
casa del subdelegado de marina
el capitán de fragata D. José La-
guna todos los hombres cuyo ofi-
cio sea de navegar en cualquier
buque, lancha, ó bote de este rio,
á inscribir su nombre, y recibir
una papeleta que acredite haber-
lo cumplido; para que tomada ra-
zón del número de hombres de
mar existentes, se haga una rela-
ción exacta, por la cual se desti-
ne la mitad ó tercera parte al ser-
vicio; en la intelijencia que el que
no lo efectúe, ademas de ser de-
clarado traidor á la patria, será
perseguido y llevado á bordo de
los buques, para servir en clase
de grumete y entretenido por el
término de un ano, pero al con-
trario, aquellos que fielmente se
presenten, al que cupiese la suer-
te de ser empleado en el servicio,
solo lo será por el término de cua-
tro meses, siendo pagados reli-
jiosamente el dia primero de cada
mes; advirtiendo que cualquiera
capitán ó patrón que admita á su
bordo hombre de mar que no sea
revestido de la papeleta de pre-
sentado y exento por el pronto de
servicio, estará sujeto á la pena
de cien pesos de multa, exijidos
por la vía ejecutiva por la prime-
ra vez, y de prisión y privación
de poder mandar ó tener buque
propio á los que reincidiesen en
semejante delito, tan contrario á
la seguridad pública; bien segu-
ros que se harán las mas esquisi-
tas dilijencias para descubrir los
delincuentes en tan infiel conduc-
ta, que pone en tanto riesgo el
país, y que ningún empeño ni pre-
testo podrán eximir de la pena
espresada á los que comprenda;
no dudando de! celo y amor á la
patria de cada uno de los indivi-
duos citados, que no me pondrán
en la dura, pero indispensable ne-
cesidad, de hacerlo cumplir así:
y para que conste, y nadie pueda
alegar ignorancia, fíjense los cor-
respondientes ejemplares de este
bando en todos los parajes públi-
cos. Buenos Aires, 19 de noviem-
bre de 1806. — Santiago Liniers.
DOCUMENTO N. ° 5.
Proclama del limo. Señor Don
Rafael , obispo de Epifanía , á
los vireinatos de Lima , Hue-
ñi
nos Aires y presidencia de Chi-
le, previniendo y exhortando
' corírK. la Inglaterra.
Mis amados compatriotas? la
relijion, el vasallaje, el íntimo
amor que os profeso, y el inespli-
cable deseo que me asiste de vu-
estra felicidad, obligan á mi an-
gustiado corazón os hable del mo-
do que vais a oir.
Sabed que no solo el infierno,
y la nación británica lian de aspi-
rar por todos los posibles medios
á vuestra destrucción y ruina, si-
no que aun entre vosotros ha de
haber enemigos encubiertos, que
con diabólicas máximas han de
intentar introducir en vuestros
ánimos la discordia, desunión, es-
panto á las fuerzas enemigas, y
por último, os han de proponer
aparentes ventajas y felicidades
bajo los mas preciosos colores.
Mas vosotros debeis es, tender la
vi>ta, y recorrer la memoria so-
bre todo lo que publican las his-
torias, y nos manifiesta la espe-
riencia de la depravada conducta
que en todos tiempos ha observa-
do esta detestable nación. Exa-
minad todas las posesiones que
han adquirido con la sorpresa, y
el engaño, y os asombrareis al ver
el cruel despotismo, soberbia, in-
saciable codicia, é inhumanidad
con que en todos tiempos han he-
cho y hacen jemir y llorar á los
infelices que han tenido la desgra-
cia de caer entre sus garras. Mi-
rad la Irlanda, y vereis que no
contentos con haberlos reducido
á la mas triste situación, persi-
guió (y lo hace hasta hoi) hasta lo
sumo el catolicismo para estermi-
narlos.Nada digo de Hanover. Es-
tended la vista sobre la Córsega,
y observareis los mayores estra-
gos en el corto tiempo que la po-
seyeron. Escuchad á los malte-
ses, y vuestros oidos se escanda-
lizarán. Id al Surinan y ^eilan, y
os vereis precisados á cerrar vu-
estros ojos y tapar los oídos, fi-
chad vuestro anteojo sobre el Ca-
bo de Buena Esperanza, y mira-
reis, que no se contentan con afli-
jir los en su patria, sino que como
á esclavos los estraen de ella, y
los obligan á ser víctimas de sus
inicuas guerras. Cada dia mas y
mas va aumentando esta pérfida
nación su insaciable codicia y
egoísmo: ellos no tienen rei ni de-
recho que los contenga, median-
do estos intereses. Para ellos es
una ilusión y capricho el derecho
natural, el de jentes y la buena fe
que han pretendido aparentar y
sostener. Vedlos hechos unos pi-
ratas. Ya para ellos no hai neu-
tral. Saquean á estos según se les
antoja. Por último, básteme re-
cordaros la protección qué están
prestando á los sublevados negros
de Santo Domingo. A estos les
han vendido fragatas armadas y
corsarios, les facilitan capitanes
y pilotos, y apoyan la inhumani-
dad mas inaudita de que los ne-
gros no den cuartel á ningún bu-
que y así sacrifican cada dia cuan-
tos inocentes pueden apresar,
¡dué horror, qué espanto! ¿Q,ue-
reis oír mas? No tengo ya cora-
zón para recordaros los innume-
rables escesos de esta nación. Vo-
sotros los sabéis mui bien.
- 301 -
Amados compatriotas y queri-
dos hermanos en Jesu Cristo;
bien conozco que cuanto os digo
es inútil, pues vuestro valor, leal-
tad al rei nuestro señor y catoli-
cismo, no necesita de voz alguna
que lo inflame, pues estáis dando
unas pruebas que en todos los si-
glos serán la admiración del uni-
verso^ inmortalizará vuestro nom-
bre. Vuestra cristiana piedad pe-
netrará mi sana intención, y co-
nocerá son mis espresiones naci-
das de un fiel vasallaje á nuestro
soberano, de unos sentimientos de
humanidad, y del íntimo dolor que
me angustia hasta lo sumo al con-
templaros en los riesgos que os
miro. No temáis pues al ingles,
no desmayéis aun en el caso de
que las fuerzas enemigas sean su-
periores á. las vuestras. Elevad
desde ahora conmigo vuest ros cla-
mores al Dios Omnipotente. Unid
vuestros votos con los de vuestros
prelados, sacerdotes y demas per-
sonas relijiosas que no cesan de
hacer penitencia, de llorar, cla-
mar y jemir á fin do aplacar la
justa indignación del Señor de los
ejércitos: confiad en su misericor-
dia: creed en sus divinas prome-
sas, y esperad la mas gloriosa
victoria, en la justa defensa de la
relijion, del rei y de la dulce pa-
tria. Yo quisiera ser otro Moyses
para quemi oración tuviese lafu or-
za que la de aquel, mas aunque mi
tibieza es mucha, creed que no hai
hora en que no jima, clame y llo-
re al Padre de las misericordias
por la conservación de nuestra
santa fé* victoria de nuestra na-
ción, y felicidad vuestra y de vu-
estros hijos.
Recibid por último mi aflijido
corazón, y con él todo el afecto
de este vuestro amante servidor.
Rio Grande, y diciembre 26 de
1806. — Rafael, Obispo de Epi-
fanía.
DOCUMENTO N. ° 6.
Discurso del editor de la Gaceta
de Lima y del lunes 5 de enero
de 1807, sobre el estado de de-
fensa de aquellas costas.
Las armas, constantemente vic-
toriosas de nuestros aliados, han
desterrado para siempre del con-*
tinente al fatal influjo del pérfido
gabinete de San James: el oro in-
gles, que tantas veces ha inunda-
do la Europa, no tendrá ya acce-
so entre las naciones terrestres:
los soberanos, aunque tarde, lle-
garon á penetrar las artificiosas
intenciones de nuestros invetera-
dos enemigos y á conocer sus ver-
daderos intereses: sus alagúenos
proyectos y pérfidas promesas no
serán escuchadas en lo venidero
sino con desprecio: los pueblos
no verán sino con horror é indig-
nación las ventajas que les ofre-
cen. Ya va acercándose aquel dia
tan deseado, en que el orgulloso
Rreton, abandonado de sus alia-
dos, y frustadas sus esperanzas
tan decantadas, tendrá que humi-
llarse á la dura leí del vencedor.
En vano la Inglaterra se ha glo-
riado el haber derra nado en el
continente todos los males que le
amenazaban; ya ha conocido que
solo ha acarreado la ruina de losi
- 302 -
que miraba como sus apoyos, y
que ha cavado el abismo que de-
bía absolverla: la Europa presto
verá consolidar el gran edificio de
su prosperidad, y será para siem-
pre libre de los atentados de sus
enemigos.
El espíritu marcial que tiene
electrizadas á las naciones euro-
peas, ha penetrado el suelo ame-
ricano, á pesar déla gran distan-
cia que separa á ambos emisfe-
rios; las provincias del Rio de la
Plata son testigos de su primeros
efectos: en un pueblo donde el
entusiasmo llega á dominar los
corazones, no se conoce ya el
miedo ni las amenazas del enemi-
go: de este modo los sentimientos
que nacen en la quietud y crecen
en el silencio, cuando se trata de
vengar la patria, se inflaman, y
hacen una terrible esplosion. En
vano los ingleses intentan nueva-
mente acercarse á las riberas de
Buenos Aires; su total destruc-
ción será inevitable: la fidelidad y
' adhesión á su monarca impele á
los habitantes á los mayores es-
fuerzos de jenerosidad y valor;
los porteños, desenvolviendo un
nuevo carácter, intentan demos-
trar que la conquista de la capital
del Rio de la Plata debe atribuir-
se al acaso, y no á la falta de va-
lor de sus moradores. El dia 12
do agosto, aquel memorable dia,
es un irrefragable testimonio de
su irresistible intrepidez. La pa-
tria agradecida, jamas olvidará
los nombres de los que arrostra-
ron la muerte en su defensa y re-
garon con su sangre los laureles
que ciñen su frente: la historia,
hablando á nuestros descendien-
tes el lenguaje de la imparciali-
dad, pintará las borrascas de nues-
tras pasiones y los efectos de nu-
estra debilidad. La envidia podrá
marchitar ía opinión; pero la glo-
ria subsistirá siempre: mientras
el honor y la verdad hagan papel
en el mundo, se tributará el reco-
nocimiento á quien libertó la pa-
tria, se alabará con admiración á
Liniers; porque si el valor es un
bien, es preciso recompensar á los
que lo poseen. El mismo espíritu
belicoso ha inflamado las almas
de los*pacíficos pueblos del Perú:
los imponderables esfuerzos de su
actual gobierno influirán no poco
en beneficio del estado político y
militar del reino; los puestos mas
importantes personalmente reco-
nocidos por nuestro ilustre jefe y
nuevamente reforzados, las tro-
pas severamente disciplinadas, las
costas del reino puestas en el de-
bido estado de defensa, la mejor
policía y limpieza de la capital,
son los testimonios relevantes de
un celo, actividad y vijilancia sin
ejemplo.
DOCUMENTO N. ° 7.
Noticia comunicada de Bahía de
Todos Santos con fecha de 21
de febrero , por un sujeto de
Buenos Aires que arribó á aquel
puerto (l).
En gaceta de 16 de diciembre,
capítulo de Londres 15 de noviem-
bre sedice — De algunos dias á es-
(1) El Sr. D. Juan Martin de Pueyr-
redon. {Sota.)
- 303 -
ta parte reinan vientos de S.E.
mui frescos, lo que hace creer
que la espedicion de Falrnouht no
tardará en hacerse á la vela. El
navio Polifemo montado por el
almirante Murray, que manda la
escuadra que lleva en conserva el
convoi, ha salido el 13 de Pors-
mouth para la rada de Sta. Ele-
na. Creese que el 14 habrá salido
para la América Meridional, don-
de este almirante reemplazará á
Sir Home Popham.
Las últimas noticias de Fal-
mouth son de 11 de noviembre.
En este dia reinaba un vientoS. E.
mui fresco, y los navios de guer-
ra habían hecho señal pidiendo
pilotos, y solo aguardaban para
zarpar que el viento cayese mas
al E.
Nota . — El dia 12 de este mes
(febrero) entró en este puerto (Ba-
hía de Todos Santos) una fraga-
ta procedente de Lisboa con 50
dias de viaje, y en la altura de un
grado N. á la Línea, fue recono-
cida’ por un navio de 74, de tres
que convoyaban una espedicion de
38 á 40 velas, inclusos los buques
de guerra. Parece sin duda que
esta espedicion es la misma de
que trata nuestra Gaceta en el an-
terior capítulo de Londres.
Una de las Gacetas portugue-
sas del mes de noviembre dice,
que se aprestaba en España una
espedicion compuesta de 13 na-
vios españoles y 5 franceses con
el correspondiente número de fra-
gatas, bergantines de guerra y
transportes para 13,000 hombres,
pero que se ignoraba su destino.
D. Manuel de Santa Coloma que
acaba de llegar en estos dias de
Lisboa, dice, que en los puertos
del Ferrol, Cádiz y Cartajena se
hallaban prontos porción de navios
y tropas, que no esperaban mas
que los franceses para reunirse y
salir; pero se ignoraba su destino,
aunque todos opinaban que era
para el Cabo y para el Rio de la
Plata.
DOCUMENTO N. ° 8.
Discurso publicado en la Gace-
ta inglesa titulada de Bell so-
bre las espediciohes contra las
colonias españolas , inserto en
la Gaceta de Lima del 4 de
julio del presente año (1807).
La toma de Buenos Aires por
nuestras armas parece que habia
dado nuevo semblante y otra di-
rección á las operaciones milita-
res de la Gran Bretaña; y aunque
con sentimiento, diremos que de-
sapareció de nuestras manos tan
importante conquista; no por eso
ha cedido nuestro gobierno de
proyectar sobre ellas, sin atender
á que la naturaleza de esta guer-
ra (ó proyectos) no conviene á la
dignidad de este país, y mucho
menos á su verdadera política.
Si el lenguaje de los últimos
papeles ministeriales se considera
como la espresion de lo que pien-
sa el gabinete, nos queda dema-
siado campo para temer de que
una guerra, únicamente empren-
dida para mantener la libertad de
la Inglaterra, y accidentalmente
para la independencia de la Eu-
ropa, venga á dejen erar en una
- 304 -
especie de aventura comercial, y
es una especulación puramente
mercantil, que al mismo tiempo
que nos priva de la buena volun-
tad y de la concurrencia cor-
dial de nuestros aliados, confirma
el juicio del continente sobre los
cargos que nos Hace nuestro ene-
migo de que el único designio de
nuestra guerra contra la Fran-
cia , es el de nuestros intereses
particulares , y el engrandecimi-
ento de nuestro comercio y mari-
na: acusación á la que las poten-
cias continentales están ya dema-
siado inclinadas á creer justa, y
si apreciamos estas potencias, pa-
ra la causa común deberíamos
hacernos un punto de prudencia
para no dispertar y aumentar sus
celos.
¿Cómo no ha advertido el go-
bierno el motivo de las conver-
saciones del dia para acalorar
esas espediciones? ¿Es otro mas
que el eco y los votos unánimes
ele nuestros comerciantes! Es pre-
ciso , decían, conservar á Buenos
Aires , cueste lo que costase: ínte-
rin dure la guerra deben trabajar
nuestros ministros sin cesará que
se efectúe la gloriosa obra que
han principiado, hasta reducir á
colonias inglesas los imperios de
Méjico y el Perú.
Uno de esos interesantes polí-
ticos se adelantó hasta el punto
de insistir para que en la inme-
diata sesión parlamentaria se pa-
sase Acta que uniese para siem-
pre Buenos Aires al imperio bri-
tánico, declarando culpable de
traición á cualquiera que propu-
siera su devolución á España.
No analizaremos aquí semejan-
te resolución pendente lite , ni
haremos conocer la locura en
apropiarse gajes y seguridades an-
tes de la conclusión del pleito,
respecto de que la tropa española
al mando de Liniers lo concluyó
el 12 de agosto, cuya capitulación
podrá servir para curarse así el
gobierno como el que proponía la
Acta.
Guardaremos también el mas
profundo silencio sobre la infrac-
ción que se haría á la lei de las
naciones, haciendo por este medio
la paz imposible , y la guerra
eterna, y solo diremos que el su-
ceso de Buenos Aires ha desen-
gañado que no hai que determinar
anticipadamente en la guerra las
concesiones de la paz; dejaremos
de profundizar también sobre es-
tas consideraciones, porque en-
contrándose mui superiores á los
conocimientos que del derecho
público y sucesos de la guerra se
suponen en los sujetos tan exa-
jerados en sus pretensiones á con-
quistas, será mui crudo el repro-
che.
Una cuestión mas seria es la
que debe fijar nuestra atención;
¿hasta qué punto pueden ser se-
mejantes conquistas compatibles
con la seguridad de la Gran Bre-
taña? ¿Hasta que punto estamos
en estado de adelantar empresas
tan peligrosas, de tan poca venta-
ja para lo presente y tan costosas
para lo venidero? ¿cuále3 son nu-
estros medios para mantener nu-
estras conquistas, aun suponiendo
que se hagan?
El sistema colonial de lalngla-
- 305 -
térra se halla ya haber escedido
de los límites que le indica una
sana política; y si el desvarío de
conquistar las Américas españolas
no se llega á apagar, debemos es-
perar se acrecentará cada dia mas
nuestro peligro: en un momento
de crisis, en el mayor riesgo, es
cuando nuestros estadistas se han
abandonado á las visiones del im-
perio de la América; sin atender
que antes de ahora ha pagado la
Inglaterra mui caras empresas
mucho mas fáciles, y que desde
aquella época, principiando á mi-
rarse como secundarios nuestros
mas inmediatos intereses, levantó
figura la política brillante, pero
perniciosa, que nos ha minado
sordamente, disminuyendo nues-
. tro poder en igual proporción que
aumentó nuestras riquezas.
Convengamos en que el siste-
ma colonial es el alma de una gran
potencia marítima; pero es preci-
so saber contenerlo en sus lími-
tes naturales. — No es preciso que
sea desproporcionado con la po-
blación de la Madre Patria . — No
se debe por motivo alguno, sea el
que fuere* sacrificar nuestra se-
guridad á nuestras riquezas, ni el
tronco nacional á sus ramas.
¿Cuál ha sido el asunto princi-
pal de la última sesión del parla-
mento sino aumentar nuestra fu-
erza militar, proporcionándola á
las actuales circunstancias? ¿Era
acaso para Europa ó para Amé-
rica? ¿ Estaba destinada para los
parajes en donde podíamos dar
alcance á nuestros enemigos, ó á
una distancia de la mitad del glo-
bo? ¿A qué fin aumentar los ejér-
citos de lo interior, si debemos
enviarlos á países lejanos en pro-
porción aun mayor que la posibi-
lidad misma que tenia el aumento?
¿Cuál ha sido eni efecto el prin-
cipal objeto de la fuerza natural
de nuestros ejércitos sino el defen-
der la patria, y llenar al mismo
tiempo el hueco desproporciona-
do del servicio colonial?
La guarnición de nuestras co-
lonias absorve en el dia cerca de
60,000 hombres: ;qué deducción
tan enorme no estamos obligados
á hacer sobre un ejército que es
tari inferior al del enemigo! y que
el de este tiene la ventaja de no
necesitar para su servicio colonial
disminuir su fuerza y población,
y esta es la razón convincente de
que ni en sus colonias ni en el
continente hemos podido supe-
rarle.
No negaré que el valor y el es-
píritu emprendedor de nuestra tro-
pa sea capaz de hacernos conce-
bir buen éxito en las empresas.
Los campos de Maldá y las lla-
nuras del Ejipto pueden conven-
cer aun á los mas incrédulos, que
nuestro ejército no ha dejenerado
de lo que era en tiempo de Maril-
borough, y que si pudiéramos po-
ner número suficiente en campa-
ña, resultarían las mismas venta-
jas en los combates de tierra que
hemos tenido en los ittáres; pero
esta es la dificultad, y dificultad
difícil de superar.... Por ella he-
mos tenido que abandonar todas
nuestras conquistas: dar subsidios
donde debíamos tener ejércitos; y
pelear con nuestro dinero hacien-
do la guerra por medio de diputa-
- 306 -
dos. ¿Esta es por ventura la si-
tuación capaz de emprender con-
quistas sobre las dilatadas-campa-
nas de la N. E. tomando resolu-
ciones sacadas (como sin violen-
cia) de una gran nación- . .. ? De-
masiada verdad es,, que según nu-
estras espedicioi /s, cotejadas con
el inminente peligro que amenaza
á la patria madre, calificará la
Europa entera que nos hallamos
en la estrechez de declarar por
último nuestra debilidad: es esta
una declaración degradatoria pa-
ra todo ingles: lo conozco; pero
también conozco que la debemos
hacer, porque (aunque con senti-
miento y con dolor) es una ver-
dad que no se esconde á nadie que
sepa que 13 millones de habitan-
tes, suponiéndolos los mas valien-
tes del universo, no pueden en el
dia desentenderse del peligro de
mas de 40 millones que tratan de
invadirlos.
Si la América española, ó una
parte considerable de esta vasta
comarca, debe ser unida á nues-
tro imperio comercia! (que por su
naturaleza se halla demasiado es-
tendido y mui difícil de defender-
se) se necesita á lo menos doble
suma de tropas de las que la con-
quisten, para mantenerla constan-
te bajo nuestro dominio; porque
no debemos esperar que podamos
sujetar á sus colonos con ligadu-
ras de seda , ni que tengan hícia
nosotras aquella fidelidad volun-
taria que tienen á la España, por
mas que se Ies quiera persuadir
que nuestra potencia es un domi-
nio protector.
Por lo que mira á las promesas
que les hagamos de un gobierno
dulce y protector, son palabras
que los americanos saben mui
bien la facilidad de pronunciarlas
y la dificultad de cumplirlas: ellos
están bien instruidos de que si
nuestros majistrados en Inglater-
ra ejercen una autoridad dulce y
paterna, es porque están inmedia-
mente colocados bajo el ojo ob-
servador de la lei, y no por otro
motivo, respecto de que en las co-
lonias son nuestros gobernadores
tan déspotas como lo eran en
otros tiempos los franceses y ho-
landeses, y que sobre el sudor de
los súbditos en la India, han sa-
bido labrar su felicidad en Lon-
dres, apagando por medio de sus
riquezas los clamores de aquellos
habitantes contra su conducta.
Sabrán cotejar en tiempo los pro-
cedimientos de nuestros goberna-
dores con los suyos: la protección
de su Metrópoli con la nuestra;
y decidirán una recta idea de cual
es el gobierno mas suave y pro-
tector.
En la intelijencia de que ellos
nada ignoran de esto, y que por
consiguiente es uno de los obstá-
culos mas principales de nuestras
conquistas, uniremos á él el de la
dificultad de arrostrar con un cli-
ma tan peligroso y enemigo de la
vida humana, que desde el mo-
mento que se pone el pié en él,
comienza á diezmar nuestra po-
blación, y con tal rapidez, que si
no se quiere romper por medio de
la metrópoli, agotará en poquísi-
simo tiempo nuestro vigor; redu-
ciéndonos al mismo estado de de-
| bilidad en que se halla el Portu-
- 307 -
1 ■■■
gal, cuyos suspiros de su última
existencia política vemos todos
) exhalar.
Y en semejante situación, con
una población debilitada y entor-
pecida, ¿qué parte activa podre-
mos tomar en las contiendas que
ajitan la Europa? diré mas: ¿co-
mo podrémos evitar los peligros
eminentes que tenemos de ser
subyugados?.... Todas y cada una
de estas consideraciones son sin
la hipótesis de un feliz suceso en
nuestras proyectadas conquistas:
este suceso feliz no pende de no-
sotros con certidumbre alguna;
porque una cosa es formar espe-
diciones en la Gran Bretaña, y
otra es conquistar con ellas en dis-
tantes rejiones. Podremos volver
á tomar á Buenos Aires, y aun á
Montevideo; pero se necesitarán
de otras fuerzas para apoderarse
de Lima ó de Méjico.
No hablaremos del ejército es-
pañol, ó llámese puramente mili-
cia , porque por despreciable que
le supongan nuestros políticos,
puede reunirse en fuerzas suficien-
tes para cortaré interceptar nues-
tros destacamentos oponiéndose
á su unión. Mas abandonemos por
un momento esta justa conjetura,
y ciñámonos á decir: no es solo la
espada del enemigo la que debe-
mos temer, la hambre.... la pes-
te las fatigas penosas en atra-
vesar cordilleras: las exhalaciones
pestíferas que naturalmente se
evaporan en varios parajes panta-
nosos: ved aquí las furias inferna-
les encargadas de nuestra des-
trucción, ved aquí al dragón del
Potosí; al que no se atreve á
acercarse ningún europeo para
invadirle, que no reciba su mere-
cido castigo.
Si todo dependiese de un com-
bate, la victoria seria tan feliz
para los soldados ingleses, como
lo fué la derrota de Dario para
los macedonios; pero según aca-
bamos de decir, tenemos otros
enemigos La naturaleza de
aquellas costas nos opone una bar-
rera de fuego, que á un ejército
acostumbrado á rejiones frías, lo
derrite, y dejenera tanto en lo
físico como en lo moral.
La prueba de esto la tenemos
en la India, que siendo mas be-
nigno y saludable aquel clima que
el de las colonias españolas, cuesta
muchos hombres á su llegada:
¿pues qué sucederá en otro tem-
peramento mas fatal? ¿aquel que
dá un compuesto de nieblas abra-
sadoras de un calor opresivo, den-
so y pestilente? una sola campaña
bastará para cosechar las tres
cuartas partes de nuestro ejército
en semejante clima, y será preciso,
ó reclutar casi enteramente al año
inmediato, ó abandonar ( y quizá
para siempre) el fruto de nuestras
victorias.
Pero ¿qué haria el enemigo en
este tiempo? insurrecciones con-
tinuas se harían ver en todos los
diferentes parajes del pais con-
quistado... Una numerosa y esce -
lente caballería pondría á contri-
bución las plazas, y haria reclutas
en las mismas campañas conquis-
tadas, sin que lo pudiese impedir
nuestra debilitada tropa. Seria
per último obligada á capitular
vergonzosamente, después de ha-
T
ber vencido todas esas dificultades
y fatigas; é ignorante la metro-
poli de esos sucesos, seria acaso ;
en aquel .momento mismo cuando ¡
despachase nuevas tropas; de mo- '
do que, encontrados los sucesos,
se representaría la misma escena
casi todos los años, dejando los
peligros siempre nacientes, y siem-
pre con las mismas perplejidades.
La posesión de Méjico es á la
que parece aspiran con mas an-
sias nuestros políticos. Nos he-
mos sorprendido hasta un punto
increíble a! oir, que se cuenta con
los caudales existentes en Méjico
y toda la Nueva España, para ¡
pagar nuestra deuda nacional; ¡
único recurso (dieen)do librar á la j
S 0 \
nación de esta gravosa carga, y ¡
único medio, digo yo, que han |
hallado para alucinar al pueblo :j
á que so anime á la empresa: de
modo, que ya hay soldado que se
cuenta poderoso con los despojos
del pillaje.
Tan desatinado pensamiento
solo puede existir en la cabeza de
aquellos que contemplan al reino
do Méjico reducido á tribus de
Indios en su primera barbarie.
Yo no sé como en un papel públi- i
co tan acreditado como es El cor-
reo haya podido imprimirse seme-
jantes desaciertos; aquella colonia
á escepcion de algunas rancherías •
de indios bravos, se halla con una \
perfecta conformidad de costum-
bres, de lenguaje y de relijioncon ,|
los pueblos de la Metrópoli; y es ¡
un error craso querer figurarla
en el estado de nuestras Indias |
' j
.orientales, en donde nuestra ‘polí-
tica hace que se hallen civilizados .{
solo los ingleses. — El pueblo me-
jicano está civilizado por medio
de las leyes dictadas por la Me-
trópoli, en términos que sus cos-
tumbres no necesitan la fuerza de
la bayoneta, ni el medio de una
política sabiamente cautelosa, que
ejercemos en nuestras colonias:
la España ha procurado todo lo
contrario en las suyas, y lejos de
pensar como el diarista inglés, no
balanceo en proclamarla España
ia mas sabia, y la mas prevista
de todas las potencias marítimas.
Ella (es cierto) se ha dibilitado
con sus colonias; pero lo es tam-
bién que ellas están pobladas, y
civilizadas; y aun que con algunas
ataduras, están gobernadas por
leyes dignas de Solon,pues que a!
cabo de dos siglos, ella ha funda-
do su población con naturales, y
españoles mezclados.
Sus colonias ofrecen unos mo-
numentos y establecimientos de
los que la misma Roma se gloria-
ría, ínterin que la Francia y la
Inglaterra nada tienedesemejante
en sus colonias, ya sea respectiva-
mente á sus leyes, ó al de sus
edificios públicos y fortificacio-
nes. Q,ue la España sacuda el
yugo de algunas preocupaciones,
y logre de algunos años de paz,
y se verá en estado de hacer co-
nocer á la Inglaterra, y aun á
toda Europa, que sise ha hallado
en un momento de crisis, habían
juzgado mal de su vigor los que
la creyeron perdida para siempre.
Pero volviendo al gran proyec-
to de estinguir la deuda nacional
por medio délos caudales de Mé-
¡jico, quiero conceder que lo lie-
- 309 -
gasemos á conseguir, á lo menos
durante la presente guerra; pe»*o
en retorno de esto, nuestra Me-
trópoli se hallaría á merced de la
Francia, único enemigo efectivo,
y tenaz, que tenemos: en vano
imploraríamos su misericordia:
en lugar de concedernos algunas
ventajas por medio de las nego-
ciaciones, nos reduciría á concluir
la paz devolviéndolo todo, pues
cuando trata de negociar la In-
glaterra con la Francia, examina
infinitamente menos este enemigo
lo que hemos hecho, que lo que
podemos todavía hacer, y nos
dejará en el estado de no poder
ni aun pensar jamas en conquis-
tas.
Por lo que hace al aumento de
nuestra reputación militarla con-
quista de todas las colonias espa-
ñolas no le agregará el valor de
un cero, aunque indubitablemente
sacrifiquemos para conseguirlo
inmensos tesoros y la vida de una
infinidad de hombres valerosos.
• Respectivamente á las minas, que
también entran en el plan de la
cstincionde la deuda, solo daremos
una respuesta corta pero sufi-
ciente.
Las entrañas del Perú, y de
Méjico no conceden sus cosechas
de oro sino después de innumera-
bles trabajos. La avaricia de los
siglos ha agotado de tal modo
algunas de estas minas, y ha he-
cho escavar tantas otras, que se
estima el valor del trabajo, aun-
que principalmente lo hacen los
esclavos, á mucho mas de lo que
puede valer la materia mineral;
de modo que el gabinete de Ma-
drid ha pensado en varias ocasio-
nes en cegarlas enteramente. Es-
to debe satisfacer, y servir de
respuesta al absurdo de que estas
sirvan inmediatamente á la estin-
cion de nuestra deuda.
Por lo que toca á nuestras ven-
tajas comerciales, ellas perderían
su existencia desde el momento
mismo que se separen de nuestra
seguridad nacional. Si la Metró-
poli se vé obligada á hacer la paz
por su flaqueza militar, también
lo será á devolver el Perú, Bue-
nos Aires, Méjico, Malta, y hasta
las Indias orientales, y por con-
siguiente será ninguna la existen-
cia de su comercio y libertad.
Finalmente las espediciones
I justificarán cuanto me ha hecho
referir el amor á la Metrópoli, y
mientras nuestros buques va-
guean por esos mares, como en
pos de mejor suerte tema la Patria
Madre el perderlos, y perderse
para siempre.
APENDICE No. 5.
El Editor.
Según dejamos dicho en la páj.
276, corresponde ahora insertar
lo que el Sr. D. Juan Manuel de
la Sota tiene escrito en el Li~
bro 4¡. ° de su citada Historia
DEL T E R*R I T O R I O ORIENTAL DEL
Uruguay, y el cual trata, “De
los acontecimientos concernientes
a la Banda Oriental del Uruguay,
ocurridos desde la erección del
r 310 -
gobierno del Rio de la Plata (año
de 1810 ). "
En ese Libro 4. ° se halla el
siguiente interesante capítulo, re-
lativo á los objetos que hacen el
asunto de nuestra colección; y el
cual contiene noticias, detalles y
ampliaciones, que seria en vano
buscar en otra parte. Ciertamen-
te: el Sr. Sota se ha recomendado
al país y á la historia por su es-
quisita laboriosidad.
Capitulo ix.
Ocupan la capital de Buenos
Aires , por sorpresa , las armas
inglesas , al mando de Sir Carr
Berresford — Medidas de este—
Preparativos en Buenos Aires
y en la Banda Oriental para
una Reconquista — Espedicion
de Liniers — Reconquista el \2
de Agosto — Sucesos que la si-
guieron en Buenos Aires — Su-
cesos en la Banda Oriental —
Toma de Montevideo por los
ingleses — Ocurrencias poste-
riores hasta Junio de 1807.
Los avisos que dirijía á Sobre-
monte el gobernador Ruiz Hui-
dobro, sobre la proximidad del
enemigo británico, no llegaron á
dispertar su indolencia aun con la
realidad de los hechos. La fraga-
ta británica la Leda se hallaba en
Mayo de 1806, en observación de
las costas y dejó entonces en San-
ta Teresa algunos prisioneros.
Los partes de los vijias del 11 de
Junio, y los que se dirijieron de
Maldonado al gobernador Ruiz
Huidobro, avisaban la existencia
de una escuadra enemiga, dentro
del Rio de la Plata. De éstas
noticias ya yeridicas el goberna-
dor de Montevideo dió cuenta al
Marques de Sobremonte, como
Viréy de éstas Provincias, quien
se contentó con remitir los restos
de soldados veteranos, que tenia
en Buenos Aires, sin adoptar aquí
medidas de seguridad.
Mientras tanto Ruiz Huidobro
observando que la escuadra ene-
miga se hallaba á la vista de este
Puerto (Montevideo) destacó al
Sr. Piloto de la Real Armada D.
José de la Peña y Zazueta para
que en su falucho recorriera la
costa y trajera noticias circuns-
tanciadas del número de buques
de que consaba la escuadra ene-
miga. Con tal motivo púsose en
viaje; y habiendo recononido cua-
tro fragatas, tres corbetas y tres
bergantines, procuraron darle ca-
za. A la buena marcha del falu- .
cho fué debido, el que Peña ga-
nára el puerto de la Ensenada de
Barragan; desde donde participa
el 22 de Junio al Virey Sobre-
monte el pormenor de lo ocurrido.
No obteniendo otra contestación,
que la de ponerse en marcha para
la capital, llega por tierra el 23 á
la noche y rectifica verbalmente
en una conferencia de dos horas
los asertos, que habia hecho por
escrito. Poca impresión hicieron
en el animo de Sobremonte, que
juzgaba no pretenderían batir los
puntos, sino hacer el corso, re-
sentidos de las presas, que en el
- 311 -
[1] Restablecemos aquí el testo, que
ayer se dió equivocado er\la páj. 309, del
libro 4. ® de la obra del Sr. La Sota. El
dice asi: “ De los acontecimientos concer-
nienles á la Banda Oriental del Uruguay ,
ocurridos desde la erección del gobierno
del Rio de la Plata en vireinato ( uño de
1776), hasta la erección del gobierno pro •
ano anterior habian hecho en !a
costa del Este los corsarios
Orian y Reina Luisa , proceden-
tes de Montevideo: así es que lo
despachó previniéndoleque con su
falucho pasara desde la Ensena-
da á la rada de Buenos Aires pa-
ra esperar sus órdenes (1).
Al amanecer del 25 se hallaba
á la vista de Buenos Aires el mis-
mo número de buques que habia
reconocido Peña. El toque de je-
nerala por las calles anuncia al
vecindario la proximidad del ene-
migo. Desde las 7 á las 9 de la
mañana, inmenso pueblo habia
ocurrido á la fortaleza en solici-
tud de las armas para la defensa.
La inacción y atolondramiento
del virei se hizo palpable, desde
que no se observaba resolución, !
á pesar de estarse viendo, que los
botes y lanchas enemigas realiza-
ban el desem